En conversación con CAPES, el investigador del Centro nos cuenta los desafíos en torno a su designación y cómo este programa puede ayudar a generar vínculos entre ciencia, política y sociedad civil, de la mano de nuevas generaciones de científicos.
El pasado 19 de junio, la Academia Chilena de Ciencias (AChC) entregó los nombres de los investigadores seleccionados para el “Programa Ciencia Frontera 2019-2021”, una iniciativa de la institución cuyo objetivo es, en palabras de su presidenta María Cecilia Hidalgo, “incentivar la discusión científica interdisciplinaria, la creación de vínculos y el desarrollo de iniciativas conjuntas por parte de los científicos jóvenes del país”.
Entre los elegidos para llevar a cabo esta importante misión, se encuentra el investigador CAPES Enrico Rezende, biólogo de la Universidad de Chile y Doctor en Ecología, Evolución y Biología de Organismos de la Universidad de California, Riverside, quien valoró su designación y proyectó lo que serán estos tres años de trabajo junto al resto de los científicos seleccionados.
Para Rezende, el «Programa Ciencia Frontera» representa una oportunidad para plantear estrategias que ayuden a resolver problemáticas sociales desde una perspectiva científica, sirviendo de nexo permanente entre la ciencia y la sociedad civil. La Academia, en su opinión “debe ser proactiva no sólo en el ámbito científico, sino también en el ámbito político y social”.
Y si de problemáticas sociales se trata, él sugiere desde ya una cercana a su interés: “el fenómeno de la desertificación y su impacto en la economía agrícola es un problema que el Estado (chileno) debiera estar afrontando activamente” comenta. “El desierto se expande de norte a sur, y con él, la falta de agua y de terreno cultivable. A ello, se suman problemas como el poco desarrollo sustentable de regiones con mucho desierto como la de Atacama, haciéndolas más vulnerables a este tipo de cambios”.
Según el investigador, miembro de la línea de Fisiología Ambiental de CAPES, la manera adecuada de abordar estos problemas es identificar las oportunidades que ellos mismos ofrecen. En el caso de la desertificación, por ejemplo, esto equivale a diseñar y desarrollar tecnologías que permitan vivir y cultivar en el desierto, aprovechando las características únicas de este tipo de clima y convirtiéndolo, en definitiva “en un generador de riquezas a nivel nacional y regional”.
Sin embargo, Rezende está consciente de que esta forma de pensar a largo plazo no es el modo habitual en el que se desenvuelven los políticos, por lo que “es tarea de los científicos hacer llegar ese mensaje, incidir cada vez más en la agenda pública”, explica.
A su parecer, la nueva generación de investigadores jóvenes puede contribuir de manera positiva en este aspecto. “Chile está reduciendo el retraso que históricamente ha tenido con respecto a otros países en materia de conocimiento avanzado y capacidad técnica. La globalización (y en parte una política, tardía pero exitosa, de formación de capital humano por parte del Estado) permitió el viaje de muchos científicos y académicos que hoy están volviendo, con nuevas ideas y una nueva actitud, para enfrentar estos problemas”.
Ese cambio de actitud, en su opinión, es el que debe permear también en la clase política y los tomadores de decisión, y ésta incluye una vinculación mucho más activa entre Estado, academia y sociedad civil, con el fin de hallar oportunidades de mercado que saquen al científico de la universidad y lo vuelvan un agente importante en el desarrollo sostenible del país y el bienestar general de la sociedad.
“Hoy, que el científico no participe en política simplemente no puede ser. Como sociedad y como país tenemos problemas serios, y hay mucha gente capacitada para resolverlos. Un científico debe enfrentar estos problemas de forma activa y con un mínimo de conciencia social, un mínimo de entendimiento de lo que aquí ocurre. Y se agradece que la Academia Chilena de Ciencias esté fomentando eso”, afirma.
El círculo virtuoso entre empresa, política y academia también será un poco de atención para los nuevos miembros del «Programa Ciencia Frontera», a través de propuestas como una Feria Tecnológica Anual que conecte de forma más directa las necesidades de la industria con la experiencia de los investigadores, y la capacidad de apoyo del Estado.
Junto con Rezende, los otros investigadores seleccionados para la iniciativa fueron Jorge Gironás, Daniel Hurtado, Bernardo Krause, Juan Andrés Orellana y Alejandro Pérez, de la Pontificia Universidad Católica; Jennifer Alcaíno, Andreína García, Julieta Orlando, Daniel Remenik, Fernando Valiente, Alexander Vargas y Christian Wilson, de la Universidad de Chile, y María Inés Barría y Mauricio Urbina, de la Universidad de Concepción.