La siguiente columna de opinión fue publicada en la sección social de Emol el pasado 21 de octubre. En ella, el Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica e investigador CAPES, Enrico Rezende, advierte sobre el daño generalizado a los ecosistemas acuáticos que provoca el cambio climático y las temperaturas extremas, y hace un llamado a la imposición de medidas de mitigación que, basadas en evidencia, ayuden a disminuir este impacto.
Este último año se ha registrado, así como en los años anteriores, eventos climáticos cada vez más extremos. Olas de calor han barrido California, Grecia, Siberia, el Medio Oriente, el sudeste asiático y otras regiones durante el verano, con temperaturas que se acercan y superan los 50°C. Mientras tanto, en Sudamérica se han registrado temperaturas elevadas sin precedentes durante este invierno.
Estos extremos climáticos se están volviendo más frecuentes. En Chile, esto explica en parte la menor cobertura de nieve en la cordillera año tras año, los incendios en el verano y tormentas más extremas en periodos de El Niño. Entretanto, a parte del impacto de estos eventos en nuestra salud, infraestructura y sociedad, ocurre de forma silenciosa una tragedia climática más amplia: el daño generalizado a los ecosistemas acuáticos de los que dependen nuestras fuentes de agua, la agricultura, la industria pesquera y la piscicultura.
Muchas personas pueden percibir los lagos y ríos como refugios contra el calor sin precedentes, pero los sistemas de agua dulce no son menos sensibles. En estos últimos años las olas de calor han matado a miles de peces en Alaska, Inglaterra y Australia, ya que las temperaturas superaron el límite letal que pueden tolerar estas especies. ¿Qué tan frecuentes son estos eventos extremos? Y teniendo en cuenta que estos eventos son excepcionales, ¿cómo se ven impactados los ecosistemas por un calentamiento menos extremo, pero que ocurre con mayor frecuencia?
Muchos ecólogos, incluyendo investigadores en nuestro laboratorio, vienen estudiando este problema. El calentamiento de las aguas conlleva a un doble desafío a los animales acuáticos como peces y pequeños invertebrados, porque su metabolismo y requerimientos energéticos aumenta con la temperatura, pero hay menos oxígeno disuelto para mantenerse vivo y activo.
Nuestra investigación ha demostrado, además, que la tolerancia al calor disminuye en aguas con baja oxigenación, lo que podría explicar en parte estos eventos de mortalidad masiva registrados durante las olas de calor. En la actualidad, estamos desarrollando herramientas para diagnosticar bajo qué combinaciones de temperatura y oxigenación las comunidades de organismos de ríos y lagos pueden verse amenazadas, y así hacer más eficiente el monitoreo de los sistemas dulceacuícolas de Chile.
Por supuesto, las olas de calor extremo no afectan solamente la temperatura y oxigenación del agua, y la realidad es lamentablemente mucho más compleja. Con el cambio climático y eventos extremos, cambian también las tasas de evaporación, los regímenes de precipitación y erosión del suelo, el caudal de agua y la cantidad de nutrientes arrastrados hacia los ríos, lagos y océanos.
Para el final de este siglo, se proyecta que la evaporación aumentará en un 16 por ciento a nivel mundial. Y las elevadas temperaturas también aceleran el deshielo, por lo que los glaciales estacionales van a disminuir y en muchos casos perder su capacidad como reservorios de agua, y la concentración de sales y nutrientes en el agua restante debe conducir a una mayor disminución de la calidad del agua.
Además, temperaturas más elevadas, junto con tormentas intensas que arrastran grandes cantidades de nutrientes y contaminantes, pueden crear las condiciones perfectas para floraciones de algas productoras de toxinas. Éstas pueden provocar la mortalidad masiva de peces y aves, así como representar una seria amenaza para la salud del ganado, las mascotas, la vida silvestre y los seres humanos, como quedó pasmado este año en el lago Villarrica.
Uno de los grandes problemas con los extremos climáticos es su naturaleza impredecible y, valga la redundancia, extrema. Son eventos por poco frecuentes, pero sus impactos se sentirán rápidamente y a menudo sin previo aviso, dejando poco tiempo para la adaptación. En ríos y lagos sus impactos pueden a primera vista parecer imperceptibles, pero estas comunidades también se ven afectadas, con potenciales repercusiones para nuestra sociedad, salud y suministro de agua dulce.
Por estas razones, necesitamos desarrollar y poner en práctica de inmediato planes de adaptación climática. Empleando estrategias de mitigación basados en evidencia, podemos no solamente disminuir el impacto del cambio climático y nuestras actividades en los ecosistemas naturales, sino además asegurar un mejor futuro para las siguientes generaciones.
Texto: Enrico Rezende