Presencia de CAPES en LXX Congreso Agronómico

El Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile fue sede entre el pasado 7 y 9 de enero del LXX Congreso Agronómico, que este año tuvo como tema principal la formación de agrónomos y agrónomas para la próxima década. Como cada año, la actividad fue organizada por la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC en conjunto con la Sociedad Agronómica de Chile.

En esta oportunidad, el Congreso contó con la presencia de dos representantes CAPES, los estudiantes de doctorado Victoria Madrid, perteneciente a la línea 6 de investigación: Intensificación ecológica para una agricultura sustentable, y Tomás Schoffer, miembro de la línea 1: Impactos ambientales de metales y reclamación de suelos.

Schoffer realizó una presentación en poster de los resultados del objetivo 2 de su tesis doctoral, destinado a determinar la capacidad de absorción de cobre (Cu) de la hojarasca de dos especies frutales expuestas a pesticida cúprico y con calidades de hoja contrastantes: la uva de mesa y el kiwi.

PPese a la exposición de un tema ambiental en un evento dedicado principalmente a la agronomía, el estudiante de doctorado dijo estar satisfecho con la recepción de su trabajo: “un número importante de profesionales del área de la química ambiental y de las ciencias del suelo se acercaron a mi póster. Recibí muchas preguntas, criticas para mejorar mi investigación y felicitaciones”, comentó.

Victoria Madrid, por su parte, presentó un trabajo cuyo objetivo consistía en identificar, preliminarmente, cómo la estructura del paisaje podía afectar la cantidad de aves nativas presentes en zonas forestales no productivas (ZFNP), en sistemas agrícolas de la Región de O´Higgins, modulando asimismo los potenciales servicios que éstas pueden proveer a la agricultura (como el control de plagas).

“Al evaluar cada métrica individualmente, se observó que muchas de ellas se relacionaban con la riqueza de aves, sin embargo, al observar un efecto conjunto de las variables, solo la composición de especies vegetales de las ZFNP y la cantidad de fragmentos de ZFNP parecieran estar relacionados con la riqueza de aves nativas” comentó.

Consultada sobre la recepción de su investigación, la doctorante de la línea 6 destacó el interés de la gente joven por la temática presentada, también dirigida a la conservación de especies nativas más que a temas de conservación agrícola: “Nuestro trabajo intentaba resaltar la importancia de la conservación y restauración de zonas forestales en paisajes agrícolas, apuntando a considerar los potenciales beneficios para la agricultura que pueden tener las especies y comunidades nativas que habitan estas zonas. Actualmente seguimos trabajando en la identificación de variados servicios ecosistémicos en paisajes agrícolas mediterráneos, las prácticas que pueden promover una mayor conservación de biodiversidad en estos sistemas y la influencia de la escala de paisaje sobre estos”, resaltó.

El programa de la versión 2020 del Congreso Agronómico incluyó la participación de la Dra. Anne Plotto, fisióloga vegetal del Laboratorio de Investigación Hortícola del Gobierno de los EEUU, con su presentación “Métodos de medición del sabor frutal en investigaciones de poscosecha”. Además, se dio espacio a una mesa de trabajo que abordó los desafíos de alinear las necesidades y expectativas a futuro de la sociedad chilena actual en materia agrícola, con la formación de estudiantes en éstas áreas. mesas de trabajo que discutieron y diseñaron planes para formar estudiantes.

“Si bien varias ideas fueron expuestas, yo valoro que también se hayan establecidos varias preguntas que ayudarán a discutir los temas de contingencia que afrontamos como país”, acotó Schoffer.

Estudiante CICE ingresa a Medicina UC bajo cupo de científico destacado

Alonso Erazo, joven investigador del Centro de Investigación Científica Escolar (CICE), fue elegido el pasado 3 de enero como uno de los estudiantes beneficiados por el programa de Admisión Especial de la Universidad Católica de Chile, el cual otorga acceso directo a sus carreras de pregrado a postulantes que se encuentren en desigualdad de condiciones para rendir su prueba de admisión, así como alumnos destacados en el ámbito deportivo, artístico o científico nacional.

Es así como Alonso, de 18 años, cursará su primer año de Medicina en Alameda 340 bajo el cupo de “científico destacado”, obtenido gracias a su trabajo y esfuerzo como miembro del equipo CICE durante tres años. A lo largo de ese período, iniciado en 2016, el joven investigador realizó sendos proyectos de investigación en ecología, publicó artículos, y difundió su trabajo y el de sus compañeros en ferias tanto nacionales como internacionales.

“Me tomo esta ayuda con la tranquilidad de saber que este beneficio especial fue ganado gracias a mi propio mérito. Fue un esfuerzo de más de dos años de muchos sacrificios”, explicó Alonso al ser consultado por la noticia.

Asimismo, Alonso destacó la importancia de CICE para la obtención de este logro: “Para mí el CICE fue fundamental, ya que, sin mi experiencia allí, no habría tenido la oportunidad de conocer lo que significaba la investigación científica ni habría tenido la posibilidad de postular a este programa, pero más importante: no habría obtenido las habilidades necesarias para ser la persona que soy hoy. CICE fue importante no sólo en la consecución de este objetivo, sino en mi vida”.

Por su parte, el director del Centro y profesional de CAPES, Carlos Zurita, dijo sentirse orgulloso del beneficio otorgado a uno de sus más antiguos estudiantes: “En lo personal, me lo tomo como una meta alcanzada tanto para Alonso como para el CICE. Aparte de ponerme muy contento, de alguna manera confirma que todas las horas de trabajo ayudándolo a adquirir habilidades tanto científicas, como profesionales y humanas, dieron fruto”.

Zurita, además, valoró lo que representa este logro para futuras generaciones de científicos: “Lo vivido por Alonso es un ejemplo para los chicos del Centro y para todos aquellos jóvenes escolares que tienen interés por la ciencia, pero no cuentan con los medios para perseguir una carrera profesional. Es un ejemplo de cómo, con esfuerzo, dedicación y ganas, toda meta puede alcanzarse”.

El futuro estudiante de Medicina UC también describió «la experiencia CICE», comentando que ésta “no es solamente para gente que quiera seguir un camino investigativo, sino para cualquier persona con intención de desarrollarse profesionalmente; el CICE entrega habilidades de análisis, de pensamiento crítico y la capacidad de crear soluciones a problemas, que creo que serán fundamentales durante mis años de estudio en la Universidad”.

Así y todo, Alonso sigue creyendo que aún no existen los incentivos suficientes para abrir caminos de formación a jóvenes científicos. “Uno de los problemas de la educación chilena es que, desde primero medio, e incluso desde antes, damos demasiado énfasis a la PSU como si de ella dependiera el éxito en la vida, cuando este tipo de alternativas son igual de meritorias. Las universidades debieran promover y divulgar de mejor forma estos otros caminos de admisión”.

Entre los logros de Alonso durante su tiempo en CICE, está la publicación de dos artículos científicos relacionados al estudio de la dieta de dos de las aves rapaces más emblemáticas del país: el tucúquere y la lechuza blanca. El más reciente de estos trabajos, la detección de potenciales reservorios de Hanta Virus a partir del estudio de las egagrópilas de estas aves, le valió al investigador el primer lugar del XII Foro internacional de Ciencias e Ingeniería 2019, organizado por la Fundación Club Ciencias Chile.

Estudiante CICE ingresa a Medicina UC bajo cupo de científico destacado

Alonso Erazo, joven investigador del Centro de Investigación Científica Escolar (CICE), fue elegido el pasado 3 de enero como uno de los estudiantes beneficiados por el programa de Admisión Especial de la Universidad Católica de Chile, el cual otorga acceso directo a sus carreras de pregrado a postulantes que se encuentren en desigualdad de condiciones para rendir su prueba de admisión, así como alumnos destacados en el ámbito deportivo, artístico o científico nacional.

Es así como Alonso, de 18 años, cursará su primer año de Medicina en Alameda 340 bajo el cupo de “científico destacado”, obtenido gracias a su trabajo y esfuerzo como miembro del equipo CICE durante tres años. A lo largo de ese período, iniciado en 2016, el joven investigador realizó sendos proyectos de investigación en ecología, publicó artículos, y difundió su trabajo y el de sus compañeros en ferias tanto nacionales como internacionales.

“Me tomo esta ayuda con la tranquilidad de saber que este beneficio especial fue ganado gracias a mi propio mérito. Fue un esfuerzo de más de dos años de muchos sacrificios”, explicó Alonso al ser consultado por la noticia.

Asimismo, Alonso destacó la importancia de CICE para la obtención de este logro: “Para mí el CICE fue fundamental, ya que, sin mi experiencia allí, no habría tenido la oportunidad de conocer lo que significaba la investigación científica ni habría tenido la posibilidad de postular a este programa, pero más importante: no habría obtenido las habilidades necesarias para ser la persona que soy hoy. CICE fue importante no sólo en la consecución de este objetivo, sino en mi vida”.

Por su parte, el director del Centro y profesional de CAPES, Carlos Zurita, dijo sentirse orgulloso del beneficio otorgado a uno de sus más antiguos estudiantes: “En lo personal, me lo tomo como una meta alcanzada tanto para Alonso como para el CICE. Aparte de ponerme muy contento, de alguna manera confirma que todas las horas de trabajo ayudándolo a adquirir habilidades tanto científicas, como profesionales y humanas, dieron fruto”.

Zurita, además, valoró lo que representa este logro para futuras generaciones de científicos: “Lo vivido por Alonso es un ejemplo para los chicos del Centro y para todos aquellos jóvenes escolares que tienen interés por la ciencia, pero no cuentan con los medios para perseguir una carrera profesional. Es un ejemplo de cómo, con esfuerzo, dedicación y ganas, toda meta puede alcanzarse”.

El futuro estudiante de Medicina UC también describió «la experiencia CICE», comentando que ésta “no es solamente para gente que quiera seguir un camino investigativo, sino para cualquier persona con intención de desarrollarse profesionalmente; el CICE entrega habilidades de análisis, de pensamiento crítico y la capacidad de crear soluciones a problemas, que creo que serán fundamentales durante mis años de estudio en la Universidad”.

Así y todo, Alonso sigue creyendo que aún no existen los incentivos suficientes para abrir caminos de formación a jóvenes científicos. “Uno de los problemas de la educación chilena es que, desde primero medio, e incluso desde antes, damos demasiado énfasis a la PSU como si de ella dependiera el éxito en la vida, cuando este tipo de alternativas son igual de meritorias. Las universidades debieran promover y divulgar de mejor forma estos otros caminos de admisión”.

Entre los logros de Alonso durante su tiempo en CICE, está la publicación de dos artículos científicos relacionados al estudio de la dieta de dos de las aves rapaces más emblemáticas del país: el tucúquere y la lechuza blanca. El más reciente de estos trabajos, la detección de potenciales reservorios de Hanta Virus a partir del estudio de las egagrópilas de estas aves, le valió al investigador el primer lugar del XII Foro internacional de Ciencias e Ingeniería 2019, organizado por la Fundación Club Ciencias Chile.

Investigadores CAPES publican libro sobre intensificación agrícola y conservación

La publicación es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC.

Los investigadores CAPES Rosanna Ginocchio, Eduardo Arellano y Pablo Camus, junto a académicos de las Facultades de Historia, Geografía y Ciencia Política, y de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, lanzaron el pasado noviembre un informe destinado a diagnosticar el impacto que la intensificación agrícola ha tenido sobre el paisaje y biodiversidad de la zona norte-centro de Chile, y proponer alternativas de conciliación entre las demandas alimentarias de la población y la necesaria protección de nuestros ecosistemas.

La publicación, titulada “Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile: alternativas para la conciliación”, es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC, una colección de artículos académicos que difunde el trabajo de académicos de la Universidad en temas de política pública y de relevancia nacional.

Consultada sobre la razón para estudiar particularmente esta región de Chile, la Dra. Ginocchio explica que ésta, la zona norte-centro, concentra gran parte de la fruticultura intensiva y extensiva, “debido a atributos como el clima de tipo Mediterráneo, los buenos suelos, la facilidad de conexión rápida con puertos para la exportación de los productos, la disponibilidad de mano de obra, entre otros”.

Dicha condición, señala, “ha producido impactos históricos y actuales en cambio del uso del suelo, con pérdida de la biodiversidad local altamente endémica. Hoy, esta zona es un hotspot de biodiversidad mundial, lo que nos dice que el impacto humano ya ha sido más relevante allí que en otras partes del territorio”.

Según los autores del informe, la conciliación entre la producción de alimentos necesarios para sostener una población en creciente aumento, y la conservación de la diversidad biológica sobre la cual se sustenta la provisión de este servicio y otros, ha sido un desafío permanente para las sociedades modernas. Los primeros intentos por mediar en esta aparente contradicción en términos, incluso concluyeron que no sería posible aunar ambos objetivos, porque ambos requieren del uso de territorio para su existencia y desarrollo, el cual es limitado en relación a la actual demanda de alimentos (Pilgrim et al., 2010).

En esta oportunidad, Ginocchio, Arellano y Camus describieron alternativas de agricultura sustentable que ya han sido implementadas a nivel internacional, como las prácticas de Separación de Tierras (Land Sparing) y Agricultura Amiga (Land Sharing), las cuales permitirían la conciliación entre ambas opciones en el contexto local, asegurando así tanto el desarrollo económico y la producción frutícola como la conservación de la biodiversidad nativa.

La adopción de estos modelos, sin embargo, aún no parece despertar mayor interés de parte del sector productivo, en parte, explica la Dra. Ginocchio, por obstáculos como la falta información y de incentivos que inclinen la balanza hacia soluciones más sustentables: “Por una parte, el modelo productivo es más fácil de manejar técnicamente cuando es un monocultivo extensivo e intensivo. Sumado a ello, aún sobrevive el mito de que la productividad es menor cuando conviven los sistemas frutícolas con otras especies silvestres en el mismo terreno, o de que las fecas de algunos animales silvestres, como aves y roedores, pueden contaminar los productos frutícolas con patógenos que afectan la salud humana”.

Aparte de la aplicación de nuevos métodos, otra de las alternativas de solución que propone el estudio es la generación de políticas públicas “adecuadas y coherentes” que aseguren una efectiva conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas naturales a nivel nacional, y consideren “directamente” los patrones de consumo de las personas, de modo que estas se ajusten a la realidad local (y global) del mercado alimentario a la hora de desarrollar e implementar nuevos modelos.

De hecho, en opinión de la académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, “el cambio más importante y urgente es la creación de políticas públicas sobre la base de una gestión territorial, donde se equilibren distintos sistemas productivos, zonas urbanas y usos/conservación de los recursos naturales”.

Sobre este respecto, los autores escriben: “Los productores frutícolas deciden sobre los métodos de producción que usarán; sin embargo, la demanda y el estilo de vida de los consumidores también pueden influir en la selección del método de producción por parte del productor. De esta forma, la responsabilidad de la producción sobre la conservación de la biodiversidad se hace compartida”.

“Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile” está disponible para descarga gratuita desde este enlace.

Investigadores CAPES publican libro sobre intensificación agrícola y conservación

La publicación es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC.

Los investigadores CAPES Rosanna Ginocchio, Eduardo Arellano y Pablo Camus, junto a académicos de las Facultades de Historia, Geografía y Ciencia Política, y de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, lanzaron el pasado noviembre un informe destinado a diagnosticar el impacto que la intensificación agrícola ha tenido sobre el paisaje y biodiversidad de la zona norte-centro de Chile, y proponer alternativas de conciliación entre las demandas alimentarias de la población y la necesaria protección de nuestros ecosistemas.

La publicación, titulada “Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile: alternativas para la conciliación”, es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC, una colección de artículos académicos que difunde el trabajo de académicos de la Universidad en temas de política pública y de relevancia nacional.

Consultada sobre la razón para estudiar particularmente esta región de Chile, la Dra. Ginocchio explica que ésta, la zona norte-centro, concentra gran parte de la fruticultura intensiva y extensiva, “debido a atributos como el clima de tipo Mediterráneo, los buenos suelos, la facilidad de conexión rápida con puertos para la exportación de los productos, la disponibilidad de mano de obra, entre otros”.

Dicha condición, señala, “ha producido impactos históricos y actuales en cambio del uso del suelo, con pérdida de la biodiversidad local altamente endémica. Hoy, esta zona es un hotspot de biodiversidad mundial, lo que nos dice que el impacto humano ya ha sido más relevante allí que en otras partes del territorio”.

Según los autores del informe, la conciliación entre la producción de alimentos necesarios para sostener una población en creciente aumento, y la conservación de la diversidad biológica sobre la cual se sustenta la provisión de este servicio y otros, ha sido un desafío permanente para las sociedades modernas. Los primeros intentos por mediar en esta aparente contradicción en términos, incluso concluyeron que no sería posible aunar ambos objetivos, porque ambos requieren del uso de territorio para su existencia y desarrollo, el cual es limitado en relación a la actual demanda de alimentos (Pilgrim et al., 2010).

En esta oportunidad, Ginocchio, Arellano y Camus describieron alternativas de agricultura sustentable que ya han sido implementadas a nivel internacional, como las prácticas de Separación de Tierras (Land Sparing) y Agricultura Amiga (Land Sharing), las cuales permitirían la conciliación entre ambas opciones en el contexto local, asegurando así tanto el desarrollo económico y la producción frutícola como la conservación de la biodiversidad nativa.

La adopción de estos modelos, sin embargo, aún no parece despertar mayor interés de parte del sector productivo, en parte, explica la Dra. Ginocchio, por obstáculos como la falta información y de incentivos que inclinen la balanza hacia soluciones más sustentables: “Por una parte, el modelo productivo es más fácil de manejar técnicamente cuando es un monocultivo extensivo e intensivo. Sumado a ello, aún sobrevive el mito de que la productividad es menor cuando conviven los sistemas frutícolas con otras especies silvestres en el mismo terreno, o de que las fecas de algunos animales silvestres, como aves y roedores, pueden contaminar los productos frutícolas con patógenos que afectan la salud humana”.

Aparte de la aplicación de nuevos métodos, otra de las alternativas de solución que propone el estudio es la generación de políticas públicas “adecuadas y coherentes” que aseguren una efectiva conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas naturales a nivel nacional, y consideren “directamente” los patrones de consumo de las personas, de modo que estas se ajusten a la realidad local (y global) del mercado alimentario a la hora de desarrollar e implementar nuevos modelos.

De hecho, en opinión de la académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, “el cambio más importante y urgente es la creación de políticas públicas sobre la base de una gestión territorial, donde se equilibren distintos sistemas productivos, zonas urbanas y usos/conservación de los recursos naturales”.

Sobre este respecto, los autores escriben: “Los productores frutícolas deciden sobre los métodos de producción que usarán; sin embargo, la demanda y el estilo de vida de los consumidores también pueden influir en la selección del método de producción por parte del productor. De esta forma, la responsabilidad de la producción sobre la conservación de la biodiversidad se hace compartida”.

“Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile” está disponible para descarga gratuita desde este enlace.

Mauricio Lima: “Hoy, la idea de libertad está desafiada por la sobrepoblación”

El ecólogo CAPES conversó con el Centro sobre su trabajo estudiando el rol que juega el tamaño poblacional en el devenir de las civilizaciones humanas, y el enorme impacto que 7 700 millones de almas pueden ejercer sobre el planeta que habitan.

Hoy en día, nadie puede negar el impacto que miles de años de actividad humana han tenido sobre nuestro planeta. Las múltiples transformaciones físicas y biológicas que ha sufrido la Tierra a manos de sus más industriosos habitantes, nosotros, han logrado incluso acuñar un nombre —el de cambio global— y un período geológico —el antropoceno— para los libros de historia.

Las razones para explicar qué fue exactamente lo que nos llevó a este punto crítico, donde incluso el futuro de la vida en el planeta está en juego, son variadas, aunque la discusión científica y pública en torno a estos temas suele centrarse en dos características propias de nuestra forma de vida moderna: un modelo de desarrollo basado en la explotación indiscriminada de los recursos naturales, por una parte, y la generación de contaminantes a partir de esa explotación (específicamente, la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera), por otra.

Sin embargo, para Mauricio Lima, investigador y director de la línea 4 de CAPES, ambos aspectos esconden la influencia de un tercer factor propio de nuestros tiempos. Factor que, en su opinión, es el principal motor de cambio global en la actualidad: el número de personas que viven en el mundo.

El tamaño de Godzilla

“El crecimiento poblacional experimentado entre 1680 y 1965, promovido por los avances tecnológicos de la Revolución Industrial, es inédito en la historia de la humanidad. Es tan grande que, literalmente, ha transformado el planeta, y en mi opinión, es el determinante número uno de la crisis que vivimos hoy”, explica Lima desde su oficina en el departamento de Ecología de la Universidad Católica de Chile.

A lo largo de su carrera, este ecólogo poblacional ha estudiado cómo el tamaño de las poblaciones ha influido en los procesos de auge y colapso de distintas sociedades antiguas y preindustriales, con el fin de extraer lecciones que expliquen la crisis climática y socioambiental que vive hoy la humanidad.

Uno ve, en sociedades agrarias igualmente complejas, desarrolladas artística y tecnológicamente, patrones similares de expansión y colapso, ligados a la disponibilidad de recursos y las demandas de los individuos. Mientras los momentos de expansión están acompañados por un acceso creciente a más y mejores recursos provenientes de la naturaleza, usualmente desencadenados por innovaciones tecnológicas (construcción de nicho), y de un subsecuente crecimiento poblacional, los períodos de colapso empiezan cuando la sobrepoblación presiona tanto sobre la capacidad productiva del ambiente, que desestabiliza a las instituciones de la sociedad y las lleva a un punto crítico” nos cuenta.

A partir de ese momento, detalla, las sociedades se vuelven vulnerables ante la más mínima alteración, ya sea ésta económica (como un período de baja producción), ecológica (escasez de algún recurso), o climática (pequeños cambios en el largo plazo en las lluvias o las temperaturas). Estas perturbaciones, en apariencia pequeñas, pueden gatillar crisis mayores en civilizaciones complejas y masivas. “Cuando uno llega a un estado donde tiene un gran tamaño poblacional, con millones de personas acostumbradas a un tipo de vida y a una cultura particular, cualquier desajuste, por pequeño que sea, puede echar abajo esta máquina, este verdadero Godzilla, que sólo puede funcionar a un cierto nivel de producción”.

Para graficar este punto, el también académico de la Facultad de Ciencias Biológicas vuelve su vista al pasado: “este tipo de eventos ya han ocurrido a lo largo de la historia. Sucedió con los mayas en el siglo VII, el Imperio Angkoriano, y la civilización Rapa Nui. Incluso en Europa durante la Gran Hambruna de 1317, cuando un colapso provocado por la pérdida de cosechas en buena parte del continente, a raíz de un cambio de fase climático conocido como “Pequeña Edad de Hielo”, acabó con la expansión del período anterior”.

En la actualidad, sin embargo, la escala de la crisis y de los factores que la provocan hacen parecer pequeños a estos acontecimientos del pasado. Si bien el crecimiento poblacional de los últimos años se ha desacelerado, los 7 700 millones de seres humanos que pueblan el planeta aseguran que cada día seamos más, y ejerzamos cada vez más presión sobre nuestros ecosistemas.

El tamaño de la población también afecta directa o indirectamente sobre aspectos ecológicos como el cambio de uso de suelo, ya sea para proveer de vivienda a las personas o de comida para alimentarlas” aclara. “Eso implica menos áreas silvestres, pérdidas de hábitats y potencial extinción de especies. Y no podemos hacer nada sin plantas, ni peces, ni polinizadores ni bacterias”.

En su opinión, esta enorme cantidad de personas “le pone un desafío mayor al sistema político y económico preponderante, que no es otro que cómo dar cuenta de las necesidades y estilo de vida de estos individuos, asegurando bienes y servicios básicos, sin provocar más daño a la biósfera y a los sistemas ecológicos que nos surten de esos mismos bienes y servicios”.

Un elefante en la habitación

Pero las soluciones a la crisis, plantea, no son sencillas, y tampoco se reducen a un cambio en nuestros modos de vida. “Nuestras formas de consumo y el tamaño poblacional están completamente ligadas. Uno no puede promover únicamente un consumo energético más modesto (cuestión necesaria), sin poner al mismo tiempo el tema poblacional arriba de la mesa”.

“Si, por ejemplo, fuésemos la mitad de los que somos hoy, pero consumiéramos todos lo que consume un europeo o un ciudadano estadounidense promedio, seguramente tendríamos los mismos problemas asociados al calentamiento global, pero la posibilidad de responder sería totalmente diferente. En un mundo menos poblado, pero igual de consumista, al menos habría menos presión sobre el uso de la tierra. Y con un mundo más vacío, los problemas son más fáciles de enfrentar” concluye.

No obstante, el investigador cree que éste sigue siendo un tema demasiado delicado para ser tomado en serio por la clase política y los medios de comunicación. “Actualmente hay un lógico énfasis en combatir nuestros problemas medioambientales mediante mecanismos de mitigación y adaptación ambiental, pero poco se habla del elefante (o el reptil radioactivo) en la habitación: nuestro modo de vida y la cantidad de personas que somos”.

A su parecer, esto ocurre porque la pregunta misma toca temas demasiado sensibles para la mayoría de las personas, que apuntan incluso a la forma cómo nos pensamos a nosotros mismos. “Se trata de cuestionar paradigmas que tenemos arraigados desde hace mucho tiempo” observa, “la idea, por ejemplo, de que el ser humano es el ser más valioso de la creación. En un mundo donde el Homo sapiens se multiplica como una plaga, arrasando con especies enteras de animales, ¿acaso no son más valiosas las especies que dejamos ir?”

Asimismo, las ideas de libertad individual y de elección también se ponen entredicho al pensar en soluciones que ataquen la problemática del tamaño poblacional: “si como sociedad, empezamos a introducir políticas públicas que limiten nuestro consumo, o incluso nuestra capacidad de tener hijos, finalmente estamos horadando las bases del libre mercado y los principios que lo sustentan; producción ilimitada, crecimiento continuo y mejoramiento individual. La idea de libertad se ve desafiada por la sobrepoblación”.

Para Lima, sin embargo, el desafío sigue siendo el mismo: discutir cuál es el número de personas que el planeta puede permitirse bajo condiciones viables de existencia, de modo de mantenerlo funcionando sustentablemente, “y pensar en medidas a largo plazo que no ayuden a bajar la presión demográfica sobre el medio ambiente, crear condiciones de consumo y reproducción restringidas, e incluso bajar el crecimiento”.

Se trata, a la larga, de cuestionar la forma en cómo interactuamos, vivimos y nos organizamos en general. “Así lo hicieron, de hecho, culturas que lograron adaptarse a sus propias catástrofes y sobrevivieron a ellas viviendo de forma más simple, con estructuras sociales menos complejas, en equilibrio con la naturaleza, como los mayas o Rapa Nui” replica.

El rol de la ecología

En su caso, el investigador CAPES se vale de las herramientas que entrega la ecología de poblaciones, y de la demografía, para responderse esas preguntas, las cuales, nos dice, siempre le han apasionado. “El estudio de las dinámicas poblaciones tienen su origen en Thomas Malthus, un economista británico de fines del XVIII quien fue el primero en relacionar el crecimiento poblacional con la disposición de recursos mediante modelos matemáticos muy sencillos. A partir de ahí, la disciplina se ha valido de múltiples corrientes de pensamiento, incluida la ecología, para avanzar”.

En el caso de la ecología de poblaciones aplicada a poblaciones humanas, si bien se trata de un área de trabajo relativamente nueva (inaugurada en 2005 con la publicación Historical Dynamics de Peter Turchin), Lima cree que se trata campo de estudio prometedor, que mucho tiene que aportar a la discusión sobre el cambio global: “cuando uno ve la historia del crecimiento poblacional en sociedades post industriales, ésta se parece mucho a las dinámicas que uno identifica en otras especies animales”.

¿En cuáles, se preguntarán?

“En plagas de langostas, por ejemplo”, remata.

Mauricio Lima: “Hoy, la idea de libertad está desafiada por la sobrepoblación”

El ecólogo CAPES conversó con el Centro sobre su trabajo estudiando el rol que juega el tamaño poblacional en el devenir de las civilizaciones humanas, y el enorme impacto que 7 700 millones de almas pueden ejercer sobre el planeta que habitan.

Hoy en día, nadie puede negar el impacto que miles de años de actividad humana han tenido sobre nuestro planeta. Las múltiples transformaciones físicas y biológicas que ha sufrido la Tierra a manos de sus más industriosos habitantes, nosotros, han logrado incluso acuñar un nombre —el de cambio global— y un período geológico —el antropoceno— para los libros de historia.

Las razones para explicar qué fue exactamente lo que nos llevó a este punto crítico, donde incluso el futuro de la vida en el planeta está en juego, son variadas, aunque la discusión científica y pública en torno a estos temas suele centrarse en dos características propias de nuestra forma de vida moderna: un modelo de desarrollo basado en la explotación indiscriminada de los recursos naturales, por una parte, y la generación de contaminantes a partir de esa explotación (específicamente, la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera), por otra.

Sin embargo, para Mauricio Lima, investigador y director de la línea 4 de CAPES, ambos aspectos esconden la influencia de un tercer factor propio de nuestros tiempos. Factor que, en su opinión, es el principal motor de cambio global en la actualidad: el número de personas que viven en el mundo.

El tamaño de Godzilla

“El crecimiento poblacional experimentado entre 1680 y 1965, promovido por los avances tecnológicos de la Revolución Industrial, es inédito en la historia de la humanidad. Es tan grande que, literalmente, ha transformado el planeta, y en mi opinión, es el determinante número uno de la crisis que vivimos hoy”, explica Lima desde su oficina en el departamento de Ecología de la Universidad Católica de Chile.

A lo largo de su carrera, este ecólogo poblacional ha estudiado cómo el tamaño de las poblaciones ha influido en los procesos de auge y colapso de distintas sociedades antiguas y preindustriales, con el fin de extraer lecciones que expliquen la crisis climática y socioambiental que vive hoy la humanidad.

Uno ve, en sociedades agrarias igualmente complejas, desarrolladas artística y tecnológicamente, patrones similares de expansión y colapso, ligados a la disponibilidad de recursos y las demandas de los individuos. Mientras los momentos de expansión están acompañados por un acceso creciente a más y mejores recursos provenientes de la naturaleza, usualmente desencadenados por innovaciones tecnológicas (construcción de nicho), y de un subsecuente crecimiento poblacional, los períodos de colapso empiezan cuando la sobrepoblación presiona tanto sobre la capacidad productiva del ambiente, que desestabiliza a las instituciones de la sociedad y las lleva a un punto crítico” nos cuenta.

A partir de ese momento, detalla, las sociedades se vuelven vulnerables ante la más mínima alteración, ya sea ésta económica (como un período de baja producción), ecológica (escasez de algún recurso), o climática (pequeños cambios en el largo plazo en las lluvias o las temperaturas). Estas perturbaciones, en apariencia pequeñas, pueden gatillar crisis mayores en civilizaciones complejas y masivas. “Cuando uno llega a un estado donde tiene un gran tamaño poblacional, con millones de personas acostumbradas a un tipo de vida y a una cultura particular, cualquier desajuste, por pequeño que sea, puede echar abajo esta máquina, este verdadero Godzilla, que sólo puede funcionar a un cierto nivel de producción”.

Para graficar este punto, el también académico de la Facultad de Ciencias Biológicas vuelve su vista al pasado: “este tipo de eventos ya han ocurrido a lo largo de la historia. Sucedió con los mayas en el siglo VII, el Imperio Angkoriano, y la civilización Rapa Nui. Incluso en Europa durante la Gran Hambruna de 1317, cuando un colapso provocado por la pérdida de cosechas en buena parte del continente, a raíz de un cambio de fase climático conocido como “Pequeña Edad de Hielo”, acabó con la expansión del período anterior”.

En la actualidad, sin embargo, la escala de la crisis y de los factores que la provocan hacen parecer pequeños a estos acontecimientos del pasado. Si bien el crecimiento poblacional de los últimos años se ha desacelerado, los 7 700 millones de seres humanos que pueblan el planeta aseguran que cada día seamos más, y ejerzamos cada vez más presión sobre nuestros ecosistemas.

El tamaño de la población también afecta directa o indirectamente sobre aspectos ecológicos como el cambio de uso de suelo, ya sea para proveer de vivienda a las personas o de comida para alimentarlas” aclara. “Eso implica menos áreas silvestres, pérdidas de hábitats y potencial extinción de especies. Y no podemos hacer nada sin plantas, ni peces, ni polinizadores ni bacterias”.

En su opinión, esta enorme cantidad de personas “le pone un desafío mayor al sistema político y económico preponderante, que no es otro que cómo dar cuenta de las necesidades y estilo de vida de estos individuos, asegurando bienes y servicios básicos, sin provocar más daño a la biósfera y a los sistemas ecológicos que nos surten de esos mismos bienes y servicios”.

Un elefante en la habitación

Pero las soluciones a la crisis, plantea, no son sencillas, y tampoco se reducen a un cambio en nuestros modos de vida. “Nuestras formas de consumo y el tamaño poblacional están completamente ligadas. Uno no puede promover únicamente un consumo energético más modesto (cuestión necesaria), sin poner al mismo tiempo el tema poblacional arriba de la mesa”.

“Si, por ejemplo, fuésemos la mitad de los que somos hoy, pero consumiéramos todos lo que consume un europeo o un ciudadano estadounidense promedio, seguramente tendríamos los mismos problemas asociados al calentamiento global, pero la posibilidad de responder sería totalmente diferente. En un mundo menos poblado, pero igual de consumista, al menos habría menos presión sobre el uso de la tierra. Y con un mundo más vacío, los problemas son más fáciles de enfrentar” concluye.

No obstante, el investigador cree que éste sigue siendo un tema demasiado delicado para ser tomado en serio por la clase política y los medios de comunicación. “Actualmente hay un lógico énfasis en combatir nuestros problemas medioambientales mediante mecanismos de mitigación y adaptación ambiental, pero poco se habla del elefante (o el reptil radioactivo) en la habitación: nuestro modo de vida y la cantidad de personas que somos”.

A su parecer, esto ocurre porque la pregunta misma toca temas demasiado sensibles para la mayoría de las personas, que apuntan incluso a la forma cómo nos pensamos a nosotros mismos. “Se trata de cuestionar paradigmas que tenemos arraigados desde hace mucho tiempo” observa, “la idea, por ejemplo, de que el ser humano es el ser más valioso de la creación. En un mundo donde el Homo sapiens se multiplica como una plaga, arrasando con especies enteras de animales, ¿acaso no son más valiosas las especies que dejamos ir?”

Asimismo, las ideas de libertad individual y de elección también se ponen entredicho al pensar en soluciones que ataquen la problemática del tamaño poblacional: “si como sociedad, empezamos a introducir políticas públicas que limiten nuestro consumo, o incluso nuestra capacidad de tener hijos, finalmente estamos horadando las bases del libre mercado y los principios que lo sustentan; producción ilimitada, crecimiento continuo y mejoramiento individual. La idea de libertad se ve desafiada por la sobrepoblación”.

Para Lima, sin embargo, el desafío sigue siendo el mismo: discutir cuál es el número de personas que el planeta puede permitirse bajo condiciones viables de existencia, de modo de mantenerlo funcionando sustentablemente, “y pensar en medidas a largo plazo que no ayuden a bajar la presión demográfica sobre el medio ambiente, crear condiciones de consumo y reproducción restringidas, e incluso bajar el crecimiento”.

Se trata, a la larga, de cuestionar la forma en cómo interactuamos, vivimos y nos organizamos en general. “Así lo hicieron, de hecho, culturas que lograron adaptarse a sus propias catástrofes y sobrevivieron a ellas viviendo de forma más simple, con estructuras sociales menos complejas, en equilibrio con la naturaleza, como los mayas o Rapa Nui” replica.

El rol de la ecología

En su caso, el investigador CAPES se vale de las herramientas que entrega la ecología de poblaciones, y de la demografía, para responderse esas preguntas, las cuales, nos dice, siempre le han apasionado. “El estudio de las dinámicas poblaciones tienen su origen en Thomas Malthus, un economista británico de fines del XVIII quien fue el primero en relacionar el crecimiento poblacional con la disposición de recursos mediante modelos matemáticos muy sencillos. A partir de ahí, la disciplina se ha valido de múltiples corrientes de pensamiento, incluida la ecología, para avanzar”.

En el caso de la ecología de poblaciones aplicada a poblaciones humanas, si bien se trata de un área de trabajo relativamente nueva (inaugurada en 2005 con la publicación Historical Dynamics de Peter Turchin), Lima cree que se trata campo de estudio prometedor, que mucho tiene que aportar a la discusión sobre el cambio global: “cuando uno ve la historia del crecimiento poblacional en sociedades post industriales, ésta se parece mucho a las dinámicas que uno identifica en otras especies animales”.

¿En cuáles, se preguntarán?

“En plagas de langostas, por ejemplo”, remata.

Entre las rocas y las olas: los altibajos de una vida en la zona intermareal

Nueva metodología permite conocer en detalle el régimen de sumersión y emersión que experimentan los pequeños habitantes de roqueríos costeros.

Cuenta la leyenda que Cefeo, rey de Etiopía, encadenó a su hija Andrómeda a una roca a orillas del mar para apaciguar la ira de los dioses. Por días, y completamente inmóvil, la joven muchacha debió soportar el azote de las olas y el vaivén de la marea, hasta que un héroe circunstancial llamado Perseo la salvó de morir de hambre, ahogada, o devorada por algún monstruo mitológico.

Lamentablemente, los distintos organismos marinos que viven adheridos a las rocas costeras, verdaderas andrómedas del reino natural, no corren la misma suerte. La franja de vida que habita en la base de promontorios y roqueríos, conocidos como organismos intermareales (entre mareas) debe alternar, diariamente, entre períodos de sumersión y emersión de agua, los cuales son determinantes para sus funciones vitales como son nutrirse, reproducirse, y liberar desechos.

Junto a un equipo de investigación, la bióloga marina Gabriela Flores estudió por meses estos ciclos en las rocas de la costa chilena, observando cómo choritos, picorocos y algas lidiaban con lapsos prolongados de tiempo fuera del agua, induciendo estrés en sus tejidos e incluso provocando la muerte.

En base a estas observaciones, la doctora Flores, profesional del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES, trató de comprender como los patrones ambientales de sumersión y emersión inciden en aspectos tan relevantes de la biología de estos organismos como el crecimiento, su distribución y eventos de estrés.

“Contar con caracterizaciones y modelación de regímenes de sumersión es clave para nutrir con datos fehacientes modelos mecanicistas de temperatura corporal, desecación y balance de energía metabólica de estos organismos, lo que a la larga nos ayudará a explorar qué consecuencias podría tener el cambio climático sobre su ecología”, afirmó la investigadora.

Para ello, la doctora Flores junto al también investigador CAPES, Sergio Navarrete, e ingenieros de la Universidad Católica de Chile desarrollaron un método de cuantificación remota de los regímenes de sumersión, a partir del registro obtenido por videos obtenidos mediante la instalación de una cámara que daba directamente a las rocas intermareales del promontorio “Punta del Lacho”, en Las Cruces. Se trató de la primera experiencia de teledetección de regímenes de sumersión de organismos intermareales.

Gracias a esta metodología, Flores y su equipo obtuvieron distintas series de tiempo de regímenes de sumersión en alta resolución. “La serie de tiempo nos indica segundo a segundo si el organismo está sumergido o en emersión. A partir de estas series, podemos evaluar diferentes aspectos del régimen de sumersión, como el porcentaje de sumersión, la tasa de eventos de sumersión o caracterizar la duración de eventos prolongados de emersión”, detalla la investigadora.

“Otra ventaja” agrega, “es que una única cámara de video permite evaluar el régimen de sumersión en diferentes posiciones intermareales que se encuentren dentro del encuadre de la grabación. Existen otros métodos, basados en sensores de presión y temperatura, pero tienen limitaciones importantes, que dificultan aplicarlos a la costa de Chile”.

Con el método de teledetección ya afinado, el equipo de investigación probó la nueva técnica entre los organismos dominantes de la franja intermareal de la zona central de Chile, compuesta predominantemente por picorocos, choritos y huiros. “El porcentaje del tiempo que estos organismos se encuentran bajo el agua fue sorprendentemente bajo, y esto se debe a que los eventos de sumersión están asociados al rompimiento de las olas y son entonces muy breves” explicó Flores.

A partir de las series procesadas, fue posible generar modelos estadísticos para predecir aspectos clave del régimen de sumersión que, a futuro, permitirían estudiar patrones de reclutamiento larval (asentamiento y sobreviviencia de larvas sobre la roca), zonación intermareal, la productividad en algas, y variaciones estacionales e interanuales en patrones locales de la distribución de las especies.

Tanto el método de teledección como la caracterización de regímenes de sumersión para el Chile central obtenidas mediante este método, se convirtieron en trabajos publicados en las revistas Limnology and Oceanography: Methods y Marine Biology. Su autora cree que, para darle continuidad a estas investigaciones, sería provechoso “montar una estación permanente de monitoreo de regímenes de sumersión, al igual que las estaciones meteorológicas, ya que permitiría explorar y caracterizar consecuencias ecológicas de eventos inusuales, como por ejemplo marejadas extremas o días consecutivos con oleaje de muy baja altura”.

Según la investigadora, una proyección social del método podría ser la de informar a turistas o deportistas sobre las condiciones del mar, para actividades recreativas o deportivas tipo buceo, surf, windsurf, entre muchas otras.

Referencias:
– Flores G, Aguilera JC, Almar R, Cienfuegos R & Navarrete S (2016). A New remote sensing method for high-resolution quantification of submersion regimes in wave exposed shores. Limnology and Oceanography: Methods 14: 736-749. https://doi.org/10.1002/lom3.10133
– Flores G, Cienfuegos R & Navarrete S (2019). Beyond tides: surge-dominated submersion regimes on rocky shores of central Chile. Marine Biology: 166:92. https://doi.org/10.1007/s00227-019-3539-8

Entre las rocas y las olas: los altibajos de una vida en la zona intermareal

Nueva metodología permite conocer en detalle el régimen de sumersión y emersión que experimentan los pequeños habitantes de roqueríos costeros.

Cuenta la leyenda que Cefeo, rey de Etiopía, encadenó a su hija Andrómeda a una roca a orillas del mar para apaciguar la ira de los dioses. Por días, y completamente inmóvil, la joven muchacha debió soportar el azote de las olas y el vaivén de la marea, hasta que un héroe circunstancial llamado Perseo la salvó de morir de hambre, ahogada, o devorada por algún monstruo mitológico.

Lamentablemente, los distintos organismos marinos que viven adheridos a las rocas costeras, verdaderas andrómedas del reino natural, no corren la misma suerte. La franja de vida que habita en la base de promontorios y roqueríos, conocidos como organismos intermareales (entre mareas) debe alternar, diariamente, entre períodos de sumersión y emersión de agua, los cuales son determinantes para sus funciones vitales como son nutrirse, reproducirse, y liberar desechos.

Junto a un equipo de investigación, la bióloga marina Gabriela Flores estudió por meses estos ciclos en las rocas de la costa chilena, observando cómo choritos, picorocos y algas lidiaban con lapsos prolongados de tiempo fuera del agua, induciendo estrés en sus tejidos e incluso provocando la muerte.

En base a estas observaciones, la doctora Flores, profesional del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES, trató de comprender como los patrones ambientales de sumersión y emersión inciden en aspectos tan relevantes de la biología de estos organismos como el crecimiento, su distribución y eventos de estrés.

“Contar con caracterizaciones y modelación de regímenes de sumersión es clave para nutrir con datos fehacientes modelos mecanicistas de temperatura corporal, desecación y balance de energía metabólica de estos organismos, lo que a la larga nos ayudará a explorar qué consecuencias podría tener el cambio climático sobre su ecología”, afirmó la investigadora.

Para ello, la doctora Flores junto al también investigador CAPES, Sergio Navarrete, e ingenieros de la Universidad Católica de Chile desarrollaron un método de cuantificación remota de los regímenes de sumersión, a partir del registro obtenido por videos obtenidos mediante la instalación de una cámara que daba directamente a las rocas intermareales del promontorio “Punta del Lacho”, en Las Cruces. Se trató de la primera experiencia de teledetección de regímenes de sumersión de organismos intermareales.

Gracias a esta metodología, Flores y su equipo obtuvieron distintas series de tiempo de regímenes de sumersión en alta resolución. “La serie de tiempo nos indica segundo a segundo si el organismo está sumergido o en emersión. A partir de estas series, podemos evaluar diferentes aspectos del régimen de sumersión, como el porcentaje de sumersión, la tasa de eventos de sumersión o caracterizar la duración de eventos prolongados de emersión”, detalla la investigadora.

“Otra ventaja” agrega, “es que una única cámara de video permite evaluar el régimen de sumersión en diferentes posiciones intermareales que se encuentren dentro del encuadre de la grabación. Existen otros métodos, basados en sensores de presión y temperatura, pero tienen limitaciones importantes, que dificultan aplicarlos a la costa de Chile”.

Con el método de teledetección ya afinado, el equipo de investigación probó la nueva técnica entre los organismos dominantes de la franja intermareal de la zona central de Chile, compuesta predominantemente por picorocos, choritos y huiros. “El porcentaje del tiempo que estos organismos se encuentran bajo el agua fue sorprendentemente bajo, y esto se debe a que los eventos de sumersión están asociados al rompimiento de las olas y son entonces muy breves” explicó Flores.

A partir de las series procesadas, fue posible generar modelos estadísticos para predecir aspectos clave del régimen de sumersión que, a futuro, permitirían estudiar patrones de reclutamiento larval (asentamiento y sobreviviencia de larvas sobre la roca), zonación intermareal, la productividad en algas, y variaciones estacionales e interanuales en patrones locales de la distribución de las especies.

Tanto el método de teledección como la caracterización de regímenes de sumersión para el Chile central obtenidas mediante este método, se convirtieron en trabajos publicados en las revistas Limnology and Oceanography: Methods y Marine Biology. Su autora cree que, para darle continuidad a estas investigaciones, sería provechoso “montar una estación permanente de monitoreo de regímenes de sumersión, al igual que las estaciones meteorológicas, ya que permitiría explorar y caracterizar consecuencias ecológicas de eventos inusuales, como por ejemplo marejadas extremas o días consecutivos con oleaje de muy baja altura”.

Según la investigadora, una proyección social del método podría ser la de informar a turistas o deportistas sobre las condiciones del mar, para actividades recreativas o deportivas tipo buceo, surf, windsurf, entre muchas otras.

Referencias:
– Flores G, Aguilera JC, Almar R, Cienfuegos R & Navarrete S (2016). A New remote sensing method for high-resolution quantification of submersion regimes in wave exposed shores. Limnology and Oceanography: Methods 14: 736-749. https://doi.org/10.1002/lom3.10133
– Flores G, Cienfuegos R & Navarrete S (2019). Beyond tides: surge-dominated submersion regimes on rocky shores of central Chile. Marine Biology: 166:92. https://doi.org/10.1007/s00227-019-3539-8