El investigador Jaime Jiménez, dedicado al estudio de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta que cuestiona la decisión de trasladar a una población de chinchillas en favor de la instalación de un proyecto minero en la región de Atacama, y que ya ha cobrado la vida de dos individuos.
La muerte de dos chinchillas cordilleranas (Chinchilla chinchilla) ocurrida hace semanas durante un procedimiento de relocalización de 25 individuos de esta especie en la región de Atacama, encendió las alarmas tanto de la comunidad científica como de diversas agrupaciones ambientales, quienes volvieron a recordar los peligros inherentes al traslado de especies en estado crítico de conservación, como lo es la chinchilla, de su hábitat natural a un espacio nuevo.
Más aún, cuando el cambio de lugar viene dado por el reciente establecimiento de un proyecto minero de la firma sudafricana Gold Fields, aprobado por la institucionalidad ambiental en 2018, que busca extraer oro y plata de yacimientos de dichos minerales en el hábitat de estos frágiles roedores.
El investigador de la Universidad de North Texas, Jaime Jiménez, colaborador asociado de CAPES y dedicado al estudio y conservación de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta pública en la que diversos investigadores y especialistas en conservación recalcaron la importancia ecológica (y también económica) de esta especie, poniendo en duda el impacto social efectivo que se consigue privilegiando un modelo extractivo, que beneficia a pocos, por sobre el cuidado y gestión sustentable de nuestros ecosistemas.
Instan a los tomadores de decisión, además, a reforzar la legislación ambiental para resolver de manera correcta, y con mejor evidencia, conflictos ambientales cada vez más complejos.
En CAPES, transcribimos íntegramente el texto:
¿Cuánto oro vale una chinchilla?
El oro ha fascinado a los humanos por milenios. Los alquimistas lo han admirado por sus propiedades únicas y los ricos por su estatus de poder. Asimismo, el pelaje más fino del mundo, el de las chinchillas, ha sido muy apreciado por los nobles de los pueblos aborígenes latinoamericanos -de hecho, se equiparaba a su peso en oro- a lo largo de los Andes centrales de América del Sur desde la época precolombina. Tal valor por el oro y aprecio por la piel de las chinchillas impulsó, primero, a los conquistadores a matar, dominar y extraer estos recursos. Más recientemente, impulsados por la moda de los ricos y los mercados de pieles del norte, los chinchilleros persiguieron a estos pequeños mamíferos hasta los confines más lejanos y remotos de su distribución hasta el punto de llevar a las chinchillas al borde de la extinción. Al igual que la explotación destructiva de las chinchillas, la extracción de oro ya ha destruido y continúa destruyendo bosques y cuencas hidrográficas vírgenes en todo el mundo.
Los especialistas reconocen dos especies de chinchilla, la de cola larga o costina (Chinchilla lanigera) y la de cola corta o andina (Chinchilla chinchilla). Aun teniendo diferentes ecologías y distribuciones, tienen historias similares. Después de haber sido consideradas extintas durante muchos años, solo recientemente se han descubierto unas pocas colonias dispersas de chinchillas en algunos de los lugares más inhóspitos y remotos de la tierra, probablemente recuperándose de una de las persecuciones humanas más intensas registradas. Millones de estos animales fueron asesinados para vestir a la moda del norte. De manera similar, durante los últimos años, también se han descubierto grandes cantidades de oro debajo de unas pocas colonias de chinchillas en los altos Andes.
Un ejemplo de esto y que ha estado recientemente en las noticias es el caso de los sitios mineros de Gold Fields en el norte de Chile. En un artículo publicado en la revista Undark, Ed Stoddard reporta que estos sitios contienen hasta 3.5 millones de onzas de oro extraíble, una cantidad tan grande que es casi imposible de imaginar. Esta empresa minera sudafricana ya está en funcionamiento y lista para explotar este valioso mineral, pero se enfrenta al hecho de que las chinchillas están consideradas en peligro de extinción por la legislación nacional e internacional. Además, la especie también es considerada un monumento natural por el gobierno chileno. Aunque las chinchillas se pueden trasladar como ya lo están haciendo, lo que cumple con la ley chilena, los científicos y biólogos conservacionistas cuestionan la viabilidad de estas acciones ya que ningún estudio respalda estas intervenciones ni muestran su viabilidad. En consecuencia, nos preguntamos ¿Qué evidencia utilizan las personas actualmente a cargo de las translocaciones como base científica para respaldar sus acciones? A su vez, consultores pagados por las empresas mineras de oro están presionando y quieren bajar los estándares de la legislación nacional a favor de sus clientes.
Parece que el problema está en lo que permite el mandato estatal. Las empresas mineras solo están haciendo lo que está permitido legalmente. En Chile, el estado administra la Ley de Bases del Medio Ambiente y tiene la obligación de velar por que los proyectos extractivos no dañen la biodiversidad del país. En este caso particular, los permisos ya han sido emitidos. Los expertos no están de acuerdo con esta decisión, además del cuestionamiento ético de seguir tratando a los seres no humanos como meros recursos o mercancías para comerciar en los marcados de una manera muy utilitaria.
A pesar de haber subsidiado la vida de muchos chinchilleros en la antigüedad y de haber vestido a ricos y poderosos, la ecología de las chinchillas es literalmente desconocida. Estas chinchillas, especialmente las de cola corta, tienen una existencia en el límite y viven en uno de los ambientes más extremos conocidos para un mamífero: en afloramientos rocosos casi desolados, de más de 4.000 m de altitud, con pastos dispersos y escasa alimentación, limitadas madrigueras para escapar a los depredadores, extremadamente secos, con intensos niveles de radiación, temperaturas bajo cero y cubiertos por nieve la mayor parte del año.
Los científicos creen que perturbaciones como la minería pueden amenazar aún más a esta especie. Especialmente debido a la reciente mortalidad de dos individuos -sin causa explicada- y a un tercero reportado con las patas quebradas debido a un mal manejo. Al vivir en grupos pequeños y dispersos, al ser una especie social, que habita un ambiente extremo y al reproducirse lentamente, estos animales están al borde de la existencia y viven en un equilibrio muy frágil y dinámico. Ni la ciencia ni los ciudadanos comunes se benefician de las grandes cantidades de dinero gastadas por las empresas mineras en estudios básicos, los que casi nunca son ni revisados ni avalados por pares.
¿Cómo ayuda esto a nuestra comprensión de las chinchillas, de su ecosistema y de su conservación como especie y de su ambiente?
Los abajo firmantes, declaramos que no estamos en contra de las actividades extractivas, sino que hablamos por aquellos seres no humanos que no pueden opinar y defenderse por sí mismos. El mundo científico requiere que cualquier programa de gestión riesgoso y más si es de la envergadura que sugiere la traslocación de una población de una especie en peligro de extinción, se base en protocolos detallados y cuidadosamente probados. Este programa y los protocolos, procesos, actividades y resultados de este ejercicio harán historia y más importante, sentarán un precedente legal y de facto. Es por esto que invitamos a los tomadores de decisiones a revisar la normativa para casos complejos como este, de manera que las acciones que vayan a ser tomadas se justifiquen plenamente en evidencia y bases sólidas. Los científicos, conservacionistas y consultores no están en contra de la minería, pero creen que antes de que el hábitat de la chinchilla sea completamente destruido, la viabilidad de las translocaciones debe ser evaluada y probada a fondo, y que mientras tanto el principio precautorio, que es la regla de oro acordada por los principales expertos, debería prevalecer.
Autores: Amy Deane (International Union for the Conservation of Nature); Jaime E. Jiménez, PhD. (University of North Texas, EE. UU); Luis F. Pacheco, Doctor en Ciencias (Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia); Eduardo Pavez; Dr. Pablo Valladares Faúndez (Universidad de Tarapacá); Dr. Jorge Salazar Bravo (International Center for Arid and Semiarid Land Studies)
Créditos fotos: Jaime Jiménez