Con la ayuda de chercanes, zorzales, cormoranes y pelícanos, la investigadora CAPES Giorgia Graells busca entender la percepción de los habitantes del Gran Valparaíso acerca de los ecosistemas marinos que habitan y los servicios que éstos proveen, en un intento por determinar los efectos de la urbanización en la relación entre unos y otros.
Las aves marinas son un componente esencial de los ecosistemas costeros. Gracias a su accesibilidad y posición privilegiada en la cadena alimentaria, ayudan a ecólogos y conservacionistas a estimar el estado de diversos parámetros dentro de un ambiente, tales como la disponibilidad de alimento, los niveles de contaminación, y los efectos del clima sobre las diversas interacciones que ocurren en el mar, o cerca de éste.
Pero los servicios que ofrecen estas aves no terminan donde revientan las olas. Su enorme capacidad de desplazamiento también les permite adentrarse en puertos y ciudades en busca de comida, deleitando la vista de navegantes, pescadores, veraneantes y transeúntes por igual, fundiéndose igualmente en los paisajes urbanos.
¿Pero cuánto valoran los mismos habitantes de estos paisajes el papel que juegan estos organismos en su propio bienestar?
Esa es la pregunta que Giorgia Graells, bióloga y magister en Manejo y Conservación de Recursos Naturales busca responderse en una tesis para optar al grado de doctora en Ciencias Biológicas con mención en Ecología, llevada a cabo bajo el alero de la línea 5 de CAPES y conducida por el director de la línea, Prof. Stefan Gelcich.
La respuesta, comenta Graells, puede servirnos para entender de mejor manera la actitud de las personas hacia los ecosistemas urbanos que habitan, desarrollar políticas de conservación y manejo de recursos naturales que incorporen dimensiones tanto biológicas como sociales, y ayudar a resolver potenciales conflictos socioecológicos con una mirada basada en la interdisciplina y los contextos locales.
“Uno de los objetivos del estudio es conocer las percepciones de la gente respecto de la biodiversidad de su entorno y de los servicios ecosistémicos que brinda por medio de encuestas, comparando luego esas percepciones con la diversidad real que presentan estas zonas” explica. Para alcanzar este objetivo, el trabajo contempló una fase de monitoreo de aves en el sitio del estudio, un área que abarca las comunas de Valparaíso, Viña del Mar, y Concón.
Para la investigadora, la elección del “Gran Valparaíso” como lugar del estudio es también un intento por incorporar espacios menos estudiados en el campo de la ecología urbana: “Hasta ahora, dicha disciplina se ha concentrado mucho en las grandes metrópolis del interior, con mayor presencia de biodiversidad terrestre. Poco se sabe de cómo se percibe la biodiversidad en las ciudades costeras, que son de las más urbanizadas y de las que, por su posición estratégica para la economía de los países, crecen con mayor rapidez”.
El énfasis en las aves, por otra parte, se da por razones similares a las que hacen de ellas tan buenos indicadores de la salud de los océanos y costas: su ubicuidad y vistosidad. “Las aves son un elemento de la naturaleza conspicuo, que permiten un acercamiento directo con lo natural” dice Graells, para luego continuar, “las aves también entregan beneficios culturales importantes, como el placer estético, ya que suelen atraernos de ellas cosas tan variadas como su plumaje, su comportamiento o su canto. También hay un vínculo desde lo material, como en el caso de la artesanía, y espiritual. Son materia de mitos y contienen un valor simbólico. Conectar con ellas es en parte conectar con los entornos naturales”.
Si bien el estudio aún se encuentra en su etapa de análisis de datos, Graells ya ha podido extraer aprendizajes valiosos de este trabajo: “La gente se siente conectada con las aves, sobre todo aquellos grupos que tienen un lazo más cercano a los territorios, como son los surfistas, clubes deportivos, y clubes de yates. Las ven como una forma cercana de naturaleza, especialmente en espacios donde ésta no está muy presente o se haya escondida. Le otorgan un valor especial” comenta. Sin embargo, advierte, estas impresiones varían según las especies y los entornos en que son observadas.
“Palomas y gaviotas, por ejemplo, tienen una carga muy negativa entre las personas, sobre todo cuando la paloma está en la playa o la gaviota en la ciudad. Hay una percepción distinta de la especie de acuerdo a la cubierta en que se encuentra” detalla.
En su opinión, palomas y gaviotas tienen un rincón especial en el imaginario colectivo de los porteños por las características particulares de estas especies, en especial, “la plasticidad que presentan a nivel de alimentación y uso de los espacios”. Más plasticidad, significa más presencia en entornos urbanizados e incidencia sobre el bienestar (y en algunos casos, malestar) humano.
De ahí que el estudio considerara variables como los distintos ambientes en que eran halladas estas especies —roquerío natural, roquerío intervenido, playa natural, playa intervenida, ciudad, áreas verdes, entre otras— como un factor importante a considerar.
Educación y divulgación
Uno de los frutos ya visibles del trabajo de Graells fue la realización de distintos materiales de difusión que dan a conocer la variedad de aves que pueblan el Gran Valparaíso.
“La idea de confeccionar estos materiales partió más como una forma de retribuir la disposición de las personas que participaron de las encuestas y entrevistas” explica la bióloga. “La gente demostró real interés por saber los nombres de las aves que les mostrábamos y si habían contestado bien las preguntas. Algunos entrevistados incluso me dejaban grabar sonido ambiente de las aves que rondaban por el lugar, así que sentí la obligación de reconocer ese interés a través de estos regalos”.
Esta experiencia motivó a la investigadora a difundir más el patrimonio natural del ecosistema costero de la zona central mostrando una selección de sus aves más comunes, entre los que se encuentran cormoranes, zarapitos, queltehues y gaviotas, por medio de afiches, trípticos y separadores de página (ver imagen), los cuales también contienen información relevante sobre estas especies.
Divulgar el rol y atributos de estas aves, y de paso educar en la valoración y conservación de la biodiversidad presente en estos espacios, no es una idea ajena a los intereses de Graells, quien desde hace años se dedica también a la educación ambiental a través de su consultora científica Ciencia Austral, la cual realiza actividades de turismo y educación enfocada en temas de medio ambiente y ecología.
En su opinión, la interacción entre la educación ambiental, la investigación científica y la participación ciudadana es particularmente rica en lo que respecta a las aves, que de un tiempo a esta parte han sido objeto de importantes iniciativas de ciencia ciudadana. “Esa misma conexión entre las personas y las aves ha hecho que cada vez haya mayor información sobre ellas, en buena parte gracias a instancias como las campañas de avistamiento y los grupos de observación de aves” comenta.
“Estas son herramienta de conocimiento y conexión con la naturaleza muy valiosas, pues ayudan a entender que lo natural no sólo se haya en lo no intervenido, en el bosque virgen, sino también en plazas y espacios modificados. Ayudan a ver la naturaleza en donde sea, incluso desde el patio de la casa. Te hacen valorizar la naturaleza en sus distintos grados”.