En una evaluación necesaria para el desarrollo de planes de conservación adaptables al clima, un equipo internacional de investigadores de Chile, Corea del Sur y Estados Unidos, realizó un mapa de riesgos climáticos para todos los tipos de vegetación presentes en Chile, que proyecta los efectos que podrían sufrir los ecosistemas ante la crisis actual.
Chile es uno de los 35 hotspots o puntos críticos de biodiversidad mundial. Alberga tres ecorregiones y seis biomas terrestres de máxima prioridad para la conservación. Nuestro largo y angosto territorio, por sus características de aislamiento climático y geográfico causado por las barreras naturales de la Cordillera de Los Andes, el desierto de Atacama y el océano Pacífico, cuenta con muchas especies de flora y fauna endémica, únicas en el mundo.
Sin embargo, este tesoro natural está en peligro debido al cambio climático. Y a causa del alto endemismo presente en nuestros ecosistemas, el riesgo asociado a la desaparición definitiva de muchas de estas especies vuelve urgente la necesidad de evaluar el grado de vulnerabilidad que éstas sufren, para luego, con estos insumos, desarrollar planes de conservación adaptables al cambiante clima.
Un equipo internacional compuesto por investigadores de la Universidad de Chile, la Universidad Nacional de Seúl, la Universidad de California Davis, la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre (WCS) y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, realizó un valioso aporte a la evaluación de los efectos del cambio climático en Chile a través de la elaboración de pormenorizados mapas de riesgo climático.
La investigación fue publicada en la revista Science of the Total Environment bajo el título “Climate exposure shows high risk and few climate refugia for Chilean native vegetation”. Su autor principal, Andrés Muñoz-Sáez, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile e investigador de CAPES, conversó sobre los alcances de estos hallazgos.
¿Cuál fue su motivación? “La idea surgió en una conversación con el Dr. Profesor Jim Thorne (UC Davis), dado que esta aproximación de riesgo climático es relativamente nueva, (desarrollada por Jim y sus colaboradores) y no había sido aplicada en Chile. Nos propusimos generar un mapa comprensivo del riesgo de la actual vegetación existente a nivel de país. Todos trabajamos ad honorem y logramos concluir esta investigación sin financiamiento”, destaca Muñoz-Sáez.
Zonas de riesgo y de refugio climático
Los autores del trabajo definen el “riesgo climático”, como el impacto potencial en la vegetación relacionado a un cambio en las condiciones históricas del clima. Para su investigación, los especialistas modelaron el riesgo climático futuro utilizando mapas de vegetación actuales de alta resolución y mapas climáticos, para clasificar la frecuencia en la distribución de estas condiciones para cada uno de los 24 tipos de vegetación analizados, incluyendo 11 tipos de bosques, 5 tipos de matorrales y suculentas, 4 tipos de pastizales y 4 tipos de humedales.
Estos tipos de vegetación se distribuyen en diferentes zonas geográficas de Chile y cada uno de ellos se relaciona con las condiciones climáticas existentes en esas zonas. Teniendo esto en cuenta, se realizaron las proyecciones utilizando dos modelos de circulación para dos escenarios de cambio climático posibles. De esta manera pudieron definirse los niveles de riesgo para cada vegetación en el lugar donde geográficamente se encuentran actualmente, pero con la condición climática futura.
Muñoz-Sáez explica que “si las condiciones climáticas para cada tipo de vegetación se encontraban en el 80% de su distribución central, se consideró que el riesgo climático es bajo. Condiciones por sobre 80% fueron consideradas progresivamente de mediano, alto, y muy alto riesgo climático. Una condición de bajo riesgo climático implicaría un menor riesgo fisiológico de ese tipo de vegetación a las condiciones climáticas, por lo que condiciones de estrés climático pondrían en riesgo la tolerancia de los tipos de vegetación a las nuevas condiciones climáticas”.
También se localizaron refugios climáticos de vegetación, que en palabras del investigador “son áreas donde se espera que la vegetación existente permanezca dentro de las condiciones climáticas futuras. Es decir, son zonas donde se identificó un bajo riesgo climático y que están asociados a una zona geográfica definida. Estos refugios nos permiten determinar los lugares para poder priorizar su conservación y gestión”. Estas áreas no son muy abundantes y se ubican principalmente en los Andes centrales, la Patagonia y en algunas áreas costeras.
Vegetación chilena en alto riesgo
Pero, ¿qué significa que la vegetación en Chile esté en alto riesgo climático? Quiere decir que las condiciones climáticas podrían estar por sobre lo que las especies están adaptadas a soportar fisiológicamente. Esto implicaría desde una posible disminución de su sobrevivencia, hasta un potencial riesgo de extinción. “Sin embargo, esto también debe ser tomado con cautela”, matiza Muñoz-Sáez, “ya que por ejemplo la resiliencia de las plantas también podría desempeñar un papel clave bajo el cambio climático, con algunas especies capaces de persistir incluso bajo las condiciones climáticas futuras. En este sentido, el monitoreo a nivel comunitario y experimentos enfocados en fenología y la dinámica demográfica pueden ayudar a mejorar las predicciones del riesgo climático”.
Los resultados obtenidos muestran que en el escenario de mayores emisiones (RCP8.5, que representa las tasas actuales de emisiones de Gases de Efecto Invernadero o GEI), entre el 27,8% y el 43,6% de las áreas silvestre protegidas del Estado y entre el 32,2% y 43,6% de la vegetación que se encuentra fuera de éstas, se enfrentan a un alto riesgo climático. En particular algunas especies de Nothofagus nativos como la asociación hualo-roble, o las coníferas milenarias como la araucaria y el alerce, se encuentran muy amenazadas.
Así como este estudio permite reconocer los tipos de vegetación y zonas geográficas que se encuentren con mayor riesgo climático, también identifica, para cada uno de los tipos de vegetación analizados, lugares donde el riesgo pudiera ser menor, y que sirvan como refugios para la conservación. “Esta información es relevante para el establecimiento de nuevas áreas protegidas, la gestión y planificación predial en las actuales áreas silvestres protegidas, y fuera de ellas. Nuestros resultados permiten informar los esfuerzos nacionales para la planificación de la conservación, se pueden utilizar para identificar y gestionar prioridades para tipos de vegetación individuales (por ejemplo, zonas de refugio de alto valor de conservación) permitiendo la gestión in situ del patrimonio natural”, concluye Muñoz-Sáez.
Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Andrés Muñoz-Sáez