Científicos de la Universidad de O’Higgins y CAPES testearon el desempeño de distintas enmiendas orgánicas sobre suelos quemados de una zona costera de secano de la región de O’Higgins, arrasada por las llamas en enero de 2017.
Los últimos incendios de gran magnitud ocurridos en Chile —conocido como “mega incendios”— se produjeron en el verano de 2016-2017 afectando principalmente la zona comprendida entre las regiones de O’Higgins y Biobío, y amenazando los ecosistemas de tipo mediterráneo que caracterizan estos territorios. Durante dicho período, la extensión arrasada por el fuego alcanzó un máximo histórico de cerca de 600 mil hectáreas y puso en peligro no sólo a las especies animales y vegetales que habitan estos ecosistemas, considerados hotspots de biodiversidad a nivel global, sino también sus suelos, soporte fundamental para para su subsistencia.
Aunque los incendios son parte importante de los ecosistemas de bosque, el aumento de la intensidad y frecuencia de los mismos ha puesto en riesgo la capacidad natural de recuperación de los ecosistemas de la zona central de Chile, caracterizados por vegetación esclerófila, como el quillay o el litre, volviendo cruciales los esfuerzos de conservacionistas e investigadores por restaurar estos ambientes afectados, comenzando por los suelos.
Uno de estos esfuerzos lo representa el trabajo de los científicos de la Universidad de O’Higgins y del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), Claudia Rojas y César Marín, quienes, en conjunto con investigadores de la Universidad Miguel Hernández, de España, testearon el desempeño de una serie de enmiendas orgánicas sobre suelos afectados por los incendios de 2017, específicamente, aquellos ubicados en una zona costera de secano de la región de O’Higgins arrasada por las llamas en enero de aquel año.
Con el objetivo de recuperar las propiedades biológicas y condiciones fisicoquímicas fundamentales para sustentar la recuperación de la vegetación y otros servicios ecosistémicos de los suelos, los investigadores buscaron determinar, entre enmiendas orgánicas de fácil acceso para las comunidades afectadas, cuáles de estas promovían más eficazmente su recuperación. Para esto, los investigadores analizaron los efectos que la aplicación de estiércol fresco (de ave y porcino), por una parte, y compost de origen agrícola, por otra, tenían sobre aspectos clave como la actividad biológica, contenido de nutrientes, así como también la presencia de carbono orgánico en los suelos tratados.
Entre sus resultados, publicados en el Journal of Soil Sciente and Plant Nutrition, los especialistas hallaron que tanto las enmiendas frescas en forma de estiércol y más estabilizada en forma de compost mejoraban la fertilidad de estos suelos y estimulaban su actividad microbiana luego de ocho meses de aplicación. Sin embargo, un aspecto a considerar es el efecto a corto y largo plazo que este tipo de enmienda pueda tener en las condiciones de suelos afectados por incendios. En particular, las enmiendas frescas (especialmente el estiércol de cerdo) promovieron la recuperación inmediata de la actividad biológica de los suelos, aunque los autores también comprobaron que el uso de esta enmienda generaría mayores tasas de mineralización de carbono —proceso mediante el cual la materia orgánica se degrada hasta convertirse en CO2 que es luego liberado a la atmósfera— reduciendo así potencialmente el período de almacenamiento de carbono en el suelo.
Los suelos tratados con compost de residuos agrícolas, en cambio, acumularon una mayor cantidad de carbono y nitrógeno, asegurando por más tiempo el almacenamiento de carbono en el suelo y la liberación de nutrientes a largo plazo y, por consiguiente, la recuperación prolongada de las funciones de estos suelos.
Una recuperación orgánica
Los incendios severos dañan los suelos debido, principalmente, a la combustión de la materia orgánica, componente crítico de los ecosistemas terrestres y clave para la actividad microbiana, el ciclo de nutrientes y la formación de la estructura del suelo. La dinámica y crecimiento microbiano se ven fuertemente afectados tanto por los incendios como por las sequías frecuentes, dificultando la recuperación de funciones del ecosistema que dependen de los microorganismos, como el ciclo del nitrógeno y carbono. Por lo que restablecer los niveles de materia orgánica aplicando, por ejemplo, enmiendas al suelo, es una de las principales estrategias para restaurar los suelos post-incendios.
En todo plan de restauración de suelos, elegir el tipo de enmienda orgánica que será aplicada a los terrenos degradados es un paso importante, pues son éstas las que determinan las tasas de descomposición y, además, tienen consecuencias transitorias y duraderas en las condiciones edáficas. A corto plazo, aumentan la fertilidad, el ciclo de nutrientes, el crecimiento y actividad biológica del suelo y favorecen un rápido establecimiento de plantas. A largo plazo, mejoran la capacidad de retención de agua y la estructura y estabilidad del suelo, reduciendo el riesgo de erosión y pérdida de nutrientes.
Las enmiendas orgánicas frescas, como el estiércol de cerdo o ave, agregan gran cantidad de carbono orgánico fácil de degradar que impulsa el rápido crecimiento de microorganismos y vegetación, lo que es muy útil para los suelos con tiempos de rotación cortos. Pero también pueden ocurrir efectos adversos como aumento de la mineralización, emisiones de CO2 a corto plazo, salinidad o acidez, o la incorporación de contaminantes o potenciales patógenos al suelo.
Por otra parte, los materiales estabilizados como el compost o vermicompost, entregan una alta proporción de sustancias orgánicas estables que favorecen la fertilidad duradera del suelo, la liberación paulatina de nutrientes y la recuperación de la función del suelo a largo plazo. Esto significa que la elección del tipo de enmienda a utilizar dependerá de los objetivos a lograr, según del plan de restauración trazado y el uso del suelo.
El último informe del IPCC predice un aumento de las temperaturas para las próximas décadas, lo que traerá, entre otras consecuencias, incendios forestales más frecuentes y severos. Bajo ese escenario, se hace urgente seguir estudiando los efectos de las enmiendas orgánicas en la recuperación de los suelos y cómo afectarán a los esfuerzos en la restauración y conservación de ecosistemas únicos, como los bosques esclerófilos de la zona central de Chile.
Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Claudia Rojas, PhD