Mediante la construcción de una base de datos que incluyó más de 1.216 registros arqueobotánicos, el estudio buscó reconstruir la historia de la interacción humano-vegetal en la región de Atacama.
Un estudio de investigadores de la Universidad Católica de Chile, Católica del Norte, Tarapacá y Arizona (Tucson, EEUU), reunió toda la evidencia arqueobotánica disponible sobre los últimos 13.000 años en el desierto de Atacama para comprender cómo las poblaciones pre-Colombinas manejaron los recursos vegetales de la región, alterando los ecosistemas del desierto más árido del planeta.
Los autores, entre quienes se encuentra la ecóloga CAPES, Eugenia Gayo, descubrieron que desde el poblamiento inicial del Atacama al final del último período glacial, hasta la consolidación del dominio Inca, en el siglo XV, estos pueblos gestionaron y utilizaron una amplia variedad de plantas para subsistir.
Sin embargo, no fue hasta finales del Holoceno, hace aproximadamente 3.000 años, que la introducción de diversas especies vegetales domesticadas –e incluidos de algunos cultivos agrícolas– y nuevas técnicas de control de agua llevaron al establecimiento de un conjunto de alimentos básicos que perviven hasta hoy.
Un relato en fragmentos
Para “reconstruir la historia de la interacción humano-vegetal en la región de Atacama”, como describen en su trabajo, Gayo y compañía elaboraron una base de datos que recopiló más de 150 publicaciones con información de plantas presentes en sitios arqueológicos, pudiendo rastrear cronológica y geográficamente los usos de las plantas a través de la región, ya fuese como alimento, medicina, forraje, combustible, construcción o artesanías.
“Los usos que estos pueblos dieron a las plantas fueron diversos, y tempranamente, se reconocieron las propiedades de las especies que crecen en las diferentes zonas ecogeográficas del Atacama” comenta Gayo. “Lo más impresionante, es que los habitantes del Atacama recorrían extensas áreas o bien implementaron redes de intercambio para acceder a estos recursos. Esto nos sugiere, que las plantas representaron un recurso valioso y apetecido”.
Los 1.216 registros de plantas recabados, entregaron un panorama histórico de las plantas tanto silvestres como domésticas que las sociedades Pre-Colombinas usaron a lo largo de las 8 fases culturales características de ese período: desde los primeros pobladores paleoindios de hace 17.000 años hasta la expansión Inca ocurrida 600 años atrás. A lo largo de ese tiempo, caracterizado por variaciones en las condiciones ambientales y la disponibilidad de los recursos hídricos- las plantas constituyeron recursos valiosos que permitieron la persistencia continua de poblaciones en una de las regiones más extremas del planeta: “Los habitantes del Atacama manejaron los vegetales con un acabado y sofisticado conocimiento de los ecosistemas locales” señalan los investigadores, “y crearon extensas redes de interacción y movilidad para adquirir plantas de fuera de las ecozonas en las que vivían de manera más permanente”.
Si bien durante los primeros milenios de ocupación humana, las plantas probablemente constituyeron un recurso marginal para la subsistencia, con el paso del tiempo los cazadores-recolectores comenzaron a manejar e incorporar en sus vidas cotidianas una gran cantidad de plantas silvestres, particularmente aquellas provenientes de humedales existentes en la cordillera de la Costa y en riberas de los escasos ríos que atraviesan el desierto, comentan los investigadores.
Entre las plantas silvestres más utilizadas por los primeros habitantes, se encontraron distintas especies de especies nativas como el tamarugo; el chañar; la totora; la soroma o brea, y una inmensa variedad de cactus.
La revolución verde prehispánica
Un hito importante en la historia de la relación entre humanos y vegetales ocurrió durante el llamado “Período Formativo” (4.000-1.700 años atrás), escenario de un incremento significativo en la diversidad y riqueza de las plantas usadas por las sociedades pre-Colombinas del Atacama. Tras miles de años de intensa sequía, la disponibilidad de agua en este período permitió el cultivo “in situ” de especies vegetales. Las plantas que comenzaron a domesticarse por esos años fueron el maíz; el algodón de Pima y de Tangüis; los porotos; el mate; la quínoa, y la planta de coca, entre otros.
Este cambio, que los investigadores denominaron la “Revolución verde prehispánica”, también involucró la introducción de “técnicas hidráulicas” que permitieron manejar el agua para mantener cultivos a través del desierto, y que probablemente permitió un explosivo crecimiento en los tamaños poblacionales. Por ejemplo, en lo que hoy conocemos como la Pampa del Tamarugal se establecieron aldeas a las cuales se asocian extensos campos de cultivos complejamente irrigados.
“La explosión de productividad que las actividades humanas generaron en algunas áreas del Atacama tras la expansión de la agricultura implico que el paisaje hiperarido del desierto (que a simple vista parece no tener vida) se trasformó en un ambiente lleno de campos de cultivos, los cuales fueron irrigados artificialmente y fertilizados utilizando técnicas agroforestales o simplemente añadiendo guano (estiércol)», explica la investigadora. “Es un cambio, impresionante, que no sólo permitió asentamientos humanos en el desierto más árido del planeta, pero que además dejo testimonios claros. Aún se aprecian los campos de cultivos con canales abandonados en torno a aldeas prehispánicas”.
Esta revolución verde, en opinión de Gayo, también “pudo haber gatillado la introducción de especies consideradas “típicas del desierto” (como el Algarrobo, que se introdujo hace unos 2.000 años), modificado el ciclo natural del nitrógeno, y probablemente el mantenimiento de ganado (llamas y alpacas) donde actualmente es “inconcebible””.
Sin embargo, los investigadores también evidencian que la diversidad de plantas domesticadas y silvestres utilizadas comenzó decrecer hace unos 1.700 años, a medida que el maíz y los frijoles comenzaron a adquirir relevancia a causa del advenimiento de estructuras políticas más centralizadas, como las instauradas por los Incas.
Atacama, laboratorio botánico
El estudio, publicado en la revista Vegetation History and Archaeobotany, constituye un esfuerzo que permitirá evaluar hipótesis sobre adaptaciones a ambientes extremos, además de la evolución de la interacción entre sociedad y ambiente: “existe una necesidad urgente de comprender la ecología y los impulsores de los cambios en la distribución de las plantas en el desierto de Atacama. A medida que este tipo de datos esté disponible para la interpretación sobre los patrones de distribución de las plantas modernas en el registro arqueológico, obtendremos conocimientos nuevos y más completos sobre cómo las sociedades del Atacama pudieron modificar los ecosistemas regionales de acuerdo sus variantes culturales” señalan los autores.
En este sentido, los habitantes Pre-Colombinos del Atacama pudieron haber representado verdaderos “ingenieros ecosistemicos” que a través de innovaciones tecnológicas y dinámicas culturales manejaron los recursos vegetales para su subsistencia.
“El trabajo mismo es bastante exótico, porque generalmente las plantas dejan escasas evidencias en los registros antiguos. Sin embargo, una de las particularidades del Atacama, es que debido a su intensa hiper aridez, se conservan de manera extraordinaria los restos vegetales en los contextos arqueológicos y paleoecológicos. De hecho, por esta razón hemos logrado entender, incluso, la vegetación que existía antes del poblamiento inicial de la región” detalló Gayo.