Un grupo de investigadores chilenos, brasileños y británicos trabajó durante 5 años en un proyecto que buscó promover prácticas de intensificación ecológica en una zona de Brasil altamente afectada por la actividad humana, en un intento por replicar un nuevo enfoque de producción agrícola en un contexto latinoamericano.
Al noreste de Brasil, en un territorio que comprende cerca del 10% del área total del país, se encuentra la Caatinga. Esta ecorregión, llamada así por el tipo de vegetación que la cubre (caatinga viene del tupí “kaatinga” o “bosque blanco”), es un bioma único en el mundo, caracterizado por una flora desértica especialmente adaptada a ambientes secos, y compuesta por una rica diversidad de árboles, arbustos y matorrales, muchos de los cuales sólo se encuentran en esta parte del globo.
Es allí, también, donde cientos de agricultores frutícolas del valle de São Francisco hacen su vida bajo las inclemencias de este entorno semiárido, transformando, a su paso, la estructura, funcionalidad y biodiversidad de este magnífico ecosistema, amenazado por la actividad agrícola y el aumento de la sequía a causa del cambio climático.
Se estima, por ejemplo, que entre 1990 y 2010, una décima parte de este territorio —alrededor de 90 mil kilómetros cuadrados— se perdió a causa de la agricultura, la actividad forestal y la continua expansión urbana a la que se ha visto sometida, afectando a las 500 especies de aves y 1.000 especies de plantas —31% de ellas endémicas— que habitan la región.
Para hacer frente a este problema, un grupo de investigadores internacionales liderado por académicos de la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, creó SUFICA, un consorcio que buscó mejorar la sostenibilidad de la fruticultura que se realiza en el valle, un esfuerzo de 5 años que hoy llega a su fin con excelentes y prometedores resultados.
Conversamos con Eduardo Arellano, investigador CAPES y director del capítulo chileno de este proyecto pionero, para rememorar los principales hitos que marcaron el trabajo en la región y las lecciones que dejó SUFICA para el futuro de la investigación en agroecología y el desafío de contar con alimentos producidos —y consumidos— de manera sustentable con el medio ambiente.
Intensificación ecológica en ambientes semiáridos
“Fruticultura Sostenible en la Caatinga” (o SUFICA, por sus siglas en inglés), nació en 2018 a partir de un llamado conjunto de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) y el programa Newton Fund del Reino Unido para el levantamiento que proyectos de investigación asociativos entre investigadores del Reino Unido y de Chile que contribuyesen al desarrollo económico y al bienestar de otros países de la región bajo el tema de “Nexos Energía-Alimentos-Agua-Medio Ambiente”. Esto, nos cuenta Eduardo, permitió crear un proyecto multidisciplinario y global que abarcó toda la cadena de producción involucrada en la elaboración de agro-alimentos, desde la producción en el huerto hasta la venta en supermercados de Inglaterra.
¿En qué consistió el proyecto SUFICA y cómo nació esta colaboración?
“El proyecto es un consorcio de investigación internacional, conformado por investigadores de Brasil, Inglaterra y Chile, que buscó mejorar la sustentabilidad de la producción frutícola en áreas de prioridad para la biodiversidad, como son la zona semiárida de la Caatinga en Brasil y la zona central de Chile. En el proyecto se plantearon diversos desafíos sobre cómo potenciar el aporte de los predios a los servicios ecosistémicos, de modo de contar con alimentos que no impactarán negativamente en la biodiversidad de los lugares donde eran producidos”.
La colaboración, añade Eduardo, fue una respuesta a las recientes señales del mercado en el sector agroalimentario, especialmente en Europa, para que los agricultores tomarán medidas para promover la biodiversidad.
“El proyecto incorporó la cadena completa de suministro de fruta, desde agricultores en Chile y Brasil hasta cadenas de supermercados (Waitrose) en Inglaterra, además de una plataforma nacida desde la industria que busca desarrollar métricas para la agricultura sustentable con uso a nivel predial de zonas semiáridas y mediterráneas”.
¿Cuáles fueron las principales áreas de estudio/trabajo?
“La investigación se centró en el estudio y promoción de los servicios ecosistémicos que mejoraban la producción de los frutales —polinización, almacenamiento de carbono y regulación del flujo de agua— y la evaluación de los beneficios que estos servicios traen a los mismos agricultores”, muchos de ellos, comenta Eduardo, reticentes a abandonar las técnicas tradicionales a favor de prácticas más amables con los entornos naturales.
El proyecto co-diseñó junto a productores y empresas exportadoras internacionales una serie de innovaciones basadas en la naturaleza en huertos frutales intensivos. “Estas innovaciones”, explica el también académico de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, “generan múltiples beneficios ambientales, al tiempo que mejoran la rentabilidad de los predios a través de un mejor rendimiento o calidad y una reducción de insumos (agua y agroquímicos)”.
El enfoque, denominado “intensificación ecológica”, se ha mostrado prometedor en Europa y América del Norte, pero no había sido probado experimentalmente en ambientes tropicales semiáridos.
Una red sustentable para el futuro
Luego de 5 años de trabajo, ¿cuáles son los principales resultados y conclusiones a las que llegaron?
“Antes que todo, SUFICA nos permitió formar una red de investigadoras e investigadores, productores, asesores y exportadores de los tres países involucrados, con la realización de 8 talleres en Chile y Brasil, además de la instalación de pilotajes con agricultores que buscaban potenciar las acciones de intensificación ecológica en sus predios”.
“El principal resultado fue el aprendizaje del proceso de co-creación, donde se unió a investigadores y agricultores en busca de la priorización y adaptación de las mejores técnicas de intensificación ecológica en sus predios frutícolas. Además, se validó la herramienta online para gestionar la biodiversidad predial, para fruticultura de zonas mediterráneas”.
“Una de las conclusiones principales, es que aún existen grandes brechas entre las actividades de los fruticultores y los objetivos globales de sustentabilidad. Si bien se entiende lo que se debe hacer en cuanto a acciones de intensificación ecológica que promuevan la biodiversidad, existen barreras culturales y sociales que dificultan o impiden la aplicación de estas prácticas. Para superar estas brechas se requerirá de incentivos, como los existentes en las políticas europeas”.
¿Qué productos de transferencia o divulgación dejó este proyecto?
“A nivel de transferencia, se realizaron seminarios en Brasil y dos seminarios en Chile sobre avances del proyecto, acciones de intensificación ecológica y de adaptación y mitigación para el cambio climático. Tuvimos, además, dos seminarios de cierre en Chile, uno en Santiago y otro en Rancagua, los cuales contaron con una alta asistencia y participación”.
“En cuanto a divulgación, se generaron una serie de boletines (o booklets) y manuales en portugués o español, que describen en detalle la biodiversidad de la región a través de sus aves, mamíferos, fauna del suelo, flora e insectos, además de un manual de prácticas agrícolas de bajo impacto. Participamos, asimismo, en webinars y cursos online”.
“Finalmente, en lo que se respecta a producción científica, ya hemos publicado 4 artículos científicos y estamos en el proceso de cerrar las publicaciones de varios más asociados a distintos aspectos de biodiversidad en agricultura”, remata el investigador.
Junto a Arellano, el proyecto también fue liderado por Lynn Dicks, de la Universidad de Cambridge (UK), y contó con la participación de Fabiana Oliveira da Silva, Kátia Siqueira, Patricia Rebouças, Lúcia Kill y Vinina Silva Ferreira como co-investigadoras; Andrés Muñoz-Sáez (CAPES) y Liam Crowther como investigadores posdoctorales; Natalia Zielonka como estudiante de doctorado; Nadia Rojas como asistente de campo, además de Gonzalo Neira y Xavier Baudequin como miembros representantes de la industria.
Alcances y desafíos
¿Cuáles son los alcances de este proyecto en términos de sus aplicaciones futuras en agroecosistemas?
“Este proyecto refuerza uno de los objetivos más importantes de la Línea de Intensificación Ecológica de nuestro Centro, que es la identificación y transferencia de acciones que potencien servicios ecosistémicos y la biodiversidad. Generamos información relevante para sistemas frutícolas de Chile y Brasil sobre el potencial de adaptar recomendaciones de manejo que se implementan principalmente en el hemisferio norte”.
“Además, la adaptación de la herramienta Cool Farm Tool para sistemas frutícolas permitirá a los productores identificar acciones y generar reportes de biodiversidad predial. Este es uno de los puntos más relevantes, porque la biodiversidad tiene aspectos muy locales que deben ser validados”.
¿Qué aprendizajes y lecciones obtuvieron de este proyecto, más allá de esos resultados?
“Una parte importante de la ejecución de SUFICA fue en plena pandemia Covid-19, por lo que la ejecución del proyecto fue un permanente desafío debido a que incorporaba viajes, trabajos de implementación y monitoreos en campo tanto en Brasil como en Chile. Finalmente, la colaboración e interés de los agricultores y los investigadores permitió sacar adelante los objetivos”.
“Para nosotros, el aprendizaje fue la inducción a redes internacionales de investigación en biodiversidad y agricultura mediante un proyecto de gran envergadura, que funcionaba en tres idiomas y que consideraba una gran diversidad de actores. Aprendimos sobre la realidad de los agricultores en Brasil en las zonas semiáridas de la Caatinga y como los mercados globales de fruta influencian las decisiones que toman los agricultores”.
Finalmente ¿qué pendientes dejó este trabajo para investigaciones futuras?
“Dentro de las acciones que se probaron se implementaron ensayos de cultivos de cobertura y perchas para rapaces. Se trabajó y avanzó en los diseños e implementación y se logró un monitoreo inicial, dejando pendiente las evaluaciones del efecto de estas intervenciones sobre la producción frutícola a largo plazo”.
“Gracias al proyecto, se conformó una red de colaboración de investigadores y estudiantes de la Universidad de Cambridge, Universidad de East Anglia, PUC, Universidad de Sergipe, Universidade Federal de Bahía y la Universidad del Valle de San Francisco, la que esperamos poder mantener en forma activa a través de otras iniciativas de carácter internacional”.
Texto: Comunicaciones CAPES