¿Qué hace a los búhos unos seres tan inquietantes, capaces de suscitar tantas sensaciones de extrañeza? A través de una revisión bibliográfica, dos académicos del Campus Villarrica de la Universidad Católica analizaron la presencia de estas aves en las narraciones tradicionales de diversas sociedades, para explicar el rol clave que juegan éstas no sólo a nivel ecológico, sino también cultural.
A lo largo de la historia, los búhos han jugado roles muy distintos, y a veces contradictorios, en la vida de las civilizaciones. Desde el hallazgo de lo que parece ser un búho americano (Bubo virginianus) de unos 30 mil años de antigüedad pintado en las coloridas paredes de Chauvet, los seres humanos han asociado estas aves rapaces a todo tipo de atributos: consideradas sabias y bobas, despreciadas y veneradas, ligadas a la brujería y a la medicina, lo cierto es que búhos, lechuzas, cárabos, y todos los miembros del orden de los Estrigiformes, constituyen un elemento fundamental en cientos de relatos y tradiciones del mundo.
Interesados por este fenómeno, dos académicos del Campus Villarrica de la Universidad Católica, José Tomás Ibarra y Pelayo Benavides, se dispusieron a analizar una serie de creencias alrededor de estas aves, el papel que cumplen en la tradición oral y escrita, y las razones de su prominencia como símbolos de lo extraordinario en diversas culturas, posición que, según ellos, podría ayudar en los esfuerzos de conservación de estos animales.
“Nos concentramos en los búhos —un orden compuesto por más de 202 especies divididas en dos familias: Tytonidae y Strigidae— porque se trata de criaturas que poseen una amplia gama de conexiones socioculturales con sus territorios, como pocos animales en el planeta”, nos cuenta el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad de la Universidad Católica (CAPES), José Tomás Ibarra. “Desde hace mucho tiempo los búhos han sido usados como base de metáforas y experiencias sobre cómo los humanos se relacionan con la tierra y al interior de sus comunidades”, añade.
Para categorizar la experiencia asociada a estas aves a lo largo de las culturas, Ibarra y Benavides utilizaron el concepto de lo “inquietante” (“unncany”, en el texto original), definiéndolo como todo elemento que introduce un elemento de extrañeza en ambientes y contextos que de lo contrario resultarían familiares. “Lo “inquietante” encarna una combinación particular entre lo familiar y lo desconocido, ya sea algo cercano en un escenario extraño, o algo extraño en un escenario familiar, despertando una sensación de inquietud” comentan en su trabajo, publicado en el último número de la revista Anthropos.
Criaturas inquietantes
Asociaciones con lo “inquietante” o lo “extrañamente familiar”, han sido usadas en el pasado para caracterizar ya sea a animales —como el zorro o el murciélago— o encuentros con éstos. En el caso de las aves, los investigadores hallaron que diferencias en sus cantos, formas anormales de vuelo o su presencia inesperada en determinados contextos suelen constituir anomalías que rompen ciertos patrones o expectativas, convirtiéndolas en signos o vehículos de este tipo de fenómenos.
¿Pero qué hace a los búhos particularmente inquietantes? Durante su investigación, los autores descubrieron que dicha fama es atribuida a ciertos rasgos fisiológicos y hábitos sociales específicos de estas aves. Su cabeza, por ejemplo, extrañamente similar a la de los humanos, pudo haber sido aprovechada por los antiguos egipcios para representar el ba, una parte del espíritu de las personas que cada tarde regresaba a la tumba de su propietario “en la forma de un ave con cabeza humana”, una imagen que bien pudo nacer de la costumbre de los búhos de visitar cementerios.
En la misma venia, la notable capacidad de estas aves para girar su cabeza hasta en 270 grados (algo inusual, al menos para nosotros los humanos), también fue un rasgo que tempranamente empujó a algunas culturas a asociar su presencia con la brujería, como fue el caso del pueblo Nage, al este de Indonesia. Citando un trabajo de los investigadores Munroe y Gauvain (2018), Ibarra y Benavides postulan que esta cualidad de ser al mismo tiempo familiares y extraños es la que conecta a los búhos con representaciones más bien negativas de lo sobrenatural, en la forma de mensajeros de malos augurios, peligros, pesares y enfermedades.
No obstante, y como también explican los investigadores, los búhos no son siempre “pájaros de mal agüero” al interior de las comunidades: “En varias sociedades, éstos juegan un rol positivo, de protección tanto para los humanos como para otras criaturas”, replica Ibarra. “En culturas como la maorí, los búhos son considerados guardianes de los grupos familiares, y como encarnaciones de espíritus benevolentes entre los chamanes de la región ártica circumpolar. Incluso entre las culturas que habitan nuestro territorio, como la Yagán en Tierra del Fuego, donde a la lechuza blanca (Tyto alba) se la identifica con la abuela sabia Sirra, que en la cosmogonía yagán ayuda al resto de las aves a generar fuentes de agua fresca para sobrevivir”.
Especial atención en el estudio tienen las especies nativas de nuestro país, de hecho, especialmente aquellas presentes en las zonas rurales del sur de Chile. En el pueblo mapuche, especies como el concón, el chuncho y el nuco son vistas, por un lado, como signos de mal agüero, y por otro, como agentes positivos en la vida de la comunidad (por su rol en la depredación de roedores, por ejemplo), replicando la posición ambivalente observada también en la literatura extranjera.
Conservando a los búhos a través de las creencias
Para los investigadores, también miembros del Centro de Desarrollo Local UC (CEDEL), la destacada posición del búho en las tradiciones y narraciones de las sociedades humanas representa una oportunidad para mejorar y perfeccionar los programas de conservación orientados a proteger a estas aves, en tanto su rol como proveedoras de servicios ecológicos es inseparable de su rol como estimulantes culturales. A su juicio, “la cualidad del búho para avivar comportamientos en los humanos es un servicio etnológico y cultural que la naturaleza, a través de estas aves, provee, y que no ha sido mayormente considerado ni por conservacionistas ni tomadores de decisión”.
“Así como la conservación de la biodiversidad ha ido adquiriendo cada vez más relevancia para los científicos sociales, en tanto las narrativas se insertan dentro de las relaciones de los individuos con su entorno, la comunidad conservacionista no puede pensar la conservación de los búhos sin entender los perfiles culturales que la mayoría de estas especies llevan a cuestas, ya sean éstas positivas, o negativas” concluye Ibarra.
Mal que mal, y como los mismos investigadores se lo preguntan, ¿qué pasa con el símbolo cuando el objeto que lo antecede desaparece?
Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Carlos Zurita, CICE