Con más de 30 años de trabajo en esta disciplina, el biólogo nos cuenta de las aptitudes para gestionar y ejecutar estudios de campo prolongados y la especial relación entre científicos y técnicos en el éxito de todo proyecto de investigación.
El biólogo de la Universidad de Talca, Sergio Silva, llegó a la Pontificia Universidad Católica de Chile en 1989, para participar de un proyecto Fondecyt junto al ecólogo Pablo Marquet. Al año siguiente, en 1990, comenzó la que sería la relación profesional más significativa de su carrera, junto al también ecólogo y Premio Nacional de Ciencias Naturales, Fabián Jaksic. “Comencé trabajando con él en un estudio a largo plazo en el Parque Nacional Bosque Fray Jorge. Por entonces, solo contaba con mi licenciatura, pero luego de cinco años Fabián me dio la posibilidad de entrar a hacer el doctorado y dos post doctorados” cuenta.
Tiempo después, Silva se integraría como técnico de otro proyecto importante del investigador; un extenso monitoreo de la fauna presente en la Reserva Nacional Las Chinchillas (IV Región) que 33 años después, sigue en ejecución.
Desde esos primeros años hasta hoy, su trabajo se ha concentrado en la ejecución de proyectos en el área de la ecología, así como en el diseño experimental de los mismos. En el caso de Las Chinchillas, está a cargo de los cuatro muestreos anuales que se realizan en la zona, uno para cada estación del año. Para conducirlos, él y el resto de los técnicos encargados del proyecto –el biólogo Enrique Silva y el guardaparques Boris Saavedra– pasan hasta cuatro días en la reserva, recorriendo sus alrededores y recabando datos.
Las tareas del técnico
¿Pero cuáles son las diferencias de labores entre el técnico y el investigador? Silva explica que el técnico es quien “ejecuta y aplica el método de investigación generado por el investigador”. Esto incluye, pero no se limita a, las salidas a terreno, los muestreos, la generación de las bases de datos y la transmisión de los avances y reportes periódicos al investigador.
Para Silva, la relación entre técnicos e investigadores no solo necesita de profesionalismo para fluir correctamente. El profesional destaca que, sobre todo, requiere de confianza y cercanía, la suficiente como para poder confiarse datos investigación valiosos, que constituyen la base de cada proyecto. “Para los investigadores del CAPES, y para el de cualquier centro de estudio, el técnico es el depositario de una gran confianza, por lo que, visto desde la parte técnica, éstos tienen una gran responsabilidad de guardar los datos e información de sus investigadores” dice.
Silva reconoce que es un trabajo en el cual se va “ascendiendo”, y son los años de confianza los que permiten, al final del día, hacerse cargo de un proyecto. “Los primeros pasos de un técnico son en el laboratorio, encargándose de mantener el orden y la productividad del mismo. Desde ahí tú vas subiendo hasta que llegas a una relación de par con tu investigador” dice.
“Todo técnico o técnica recibe una base desde la academia, pero es el día a día lo que los va formando y permitiéndoles avanzar poco a poco en su carrera” relata. La expertise que estos profesionales desarrollan en lo práctico muchas veces los lleva a tener mejor manejo sobre los temas instrumentales que el mismo científico encargado: “el grado de compenetración entre el técnico y el investigador agiliza todo el trabajo que se realiza durante la investigación. Es como el mecanismo de un reloj bastante sofisticado”. Esa misma experiencia es la que también lo ayuda a tomar decisiones importantes en terreno, y para las cuales él y otros técnicos no están necesariamente capacitados.
El último peldaño en la trayectoria de un técnico se adquiere de la mano de una especialización académica sólida, alcanzando, por ejemplo, el grado de doctor. “Esto le permite al técnico hacer propuestas de investigación propias dentro de las mismas investigaciones”, comenta Silva. Un ejemplo de aquello es una investigación reciente ideada por el propio biólogo, que busca establecer un corredor biológico adyacente a la Reserva Las Chinchillas. En este proyecto, aun cuando lidera el equipo técnico que ejecuta el trabajo, su labor es más la de un investigador que de un técnico.
Vínculos y experiencias
Lo que más destaca el biólogo de su vasta experiencia como técnico ecólogo es, como él mismo comenta, “está ahí directamente en la cocina”, una posición que trae consigo muchas anécdotas y experiencias que dejan huella. Silva reconoce que los accidentes y sorpresas son parte del trabajo, como cuando, en una ocasión, él y su equipo quedaron atrapados en Las Chinchillas producto de una crecida del río tras las lluvias invernales, o inconvenientes algo más pedestres. “No son raras las caídas, por ejemplo. En cualquier momento uno se haya en el suelo, esperando que sus compañeros le saquen las espinas por haberse tropezado con un cactus. Son cosas que ocurren habitualmente, se comparte mucho”.
Pero por sobre todo, Silva destaca el ambiente familiar, la calidad humana y los lazos que ha podido formar durante su trayectoria. “Terminar de trabajar y quedarse en la casa de mis compañeros, compartir con su familia, o ellos con la mía, es algo irremplazable. Somos como una mini familia”, cuenta.
Silva se considera un técnico “avanzado”, condición que, en sus palabras, se ha ganado por los estudios que posee y por la experiencia adquirida en más de 20 años de relación con Jaksic. Actualmente, y siguiendo sus motivaciones personales, realiza ciencia aplicada de conservación de ecosistemas en La Serena. Eligió ese lugar porque se le presentó como una oportunidad para disminuir la actual brecha de conocimiento sobre la ecología y biodiversidad local entre las personas, y la poca transferencia desde la academia.
“Además, a partir de la información que surge de la Reserva Nacional Las Chinchillas, hemos construido un programa de difusión a la comunidad, pues no nos sirve solo comunicar a la academia, sino también a las personas de la zona” concluye.