Científicos CAPES patentan método para reducir uso de fertilizantes en cultivos

La técnica, patentada recientemente en Estados Unidos, mejora el crecimiento y rendimiento de estas plantas mediante la inoculación de una combinación de bacterias benéficas, pertenecientes a los géneros Burkholderia y Azospirillum.

El empleo de fertilizantes y pesticidas para la mejora en el rendimiento de cultivos alrededor del mundo sigue siendo una práctica habitual en el sector agrícola, tanto a pequeña como a gran escala.

Sin embargo, el uso excesivo de estos agroquímicos también trae consecuencias negativas para la salud y el medio ambiente: de la acidificación de suelos y el depósito de altas concentraciones de sales y metales, a la contaminación de ríos y lagos por la acumulación de residuos contaminantes, arrastrados desde los campos a través del riego y la lluvia.

Es por ello que, en un esfuerzo por reemplazar estas prácticas por métodos menos nocivos, un grupo de investigadores de la Universidad Adolfo Ibáñez y CAPES testeó una novedosa técnica que se aprovecha de las relaciones benéficas entre microorganismos y plantas para promover el crecimiento de éstas últimas, potenciar su sistema inmune y mejorar de este modo la producción de cultivos, más específicamente, los de papas y tomates.

El trabajo de los investigadores Thomas Ledger, María Josefina Poupin, Tania Timmermann, Macarena Stuardo, Bernardo González y Cedric Little, consistió en comprobar cómo la introducción de distintos tipos de rizobacteria promotora del crecimiento vegetal (PGPR, por sus siglas en inglés) en suelos vegetales resultaba más efectiva que la inoculación de un solo tipo de bacteria en plantas con limitaciones ambientales específicas, como la falta de nitrógeno disponible.

Las PGPR son microorganismos capaces de colonizar la rizosfera (esto es, la parte del suelo en contacto directo con las raíces de la planta) y los tejidos internos de muchas especies vegetales induciendo en ellas efectos beneficiosos como una mejora en su crecimiento, la reducción de su susceptibilidad a enfermedades, y mayor tolerancia a estreses físicos como el calor o la ausencia de agua.

El método, patentando recientemente en Estados Unidos, mejora la inoculación de este grupo de microorganismos en plantas de papa y tomate, proveyendo mejorías en el crecimiento y rendimiento de estos vegetales.

“La patente explora el efecto de microorganismos que son adicionados al suelo en conjunto con las plantas, reduciendo sustancialmente el uso de fertilizantes y pesticidas, y consecuentemente los impactos ambientales y costos para el agricultor”, explica Thomas Ledger, uno de los autores del trabajo.

Los investigadores comprobaron que aquellas plantas tratadas con este método requerían hasta un 50% menos de agroquímicos en comparación con cultivos de papas y tomates no tratados. “Principalmente fertilizantes nitrogenados y fungicidas”, detalle María Josefina Poupin, también co-autora.

“Lo que hacen estas bacterias, o esta combinación de bacterias, es preparar a las plantas a través de una especie de conversación molecular entre el microorganismo y la planta, para enfrentarse a distintos tipos de estreses, o bien para capturar fertilizantes del suelo de una manera más eficiente”, comenta Poupin.

La investigadora también cuenta que la patente nació de un proyecto conjunto con actores privados iniciado en 2011, y que además de una metodología, también provee en detalle la composición específica de especies bacterianas y los medios de suspensión utilizados en el estudio.

Pese a la consecución de la patente, para los investigadores el trabajo recién comienza: “la tarea ahora es enfocarnos en los mecanismos moleculares que permiten que éstas y otras bacterias ayuden de esta forma a las plantas; cómo se produce esta “conversación” donde la bacteria manipula de algún modo a la planta para poder acelerar su crecimiento en algunos casos, mejorar la absorción de nutrientes en otros, y otros efectos menos descritos por la literatura”, acota Ledger.

Según los investigadores, este tipo de invenciones contribuyen a consolidar la tendencia de la industria agrícola por transitar a prácticas y tratamientos más sustentables de producción de cultivos. En opinión de Ledger, “en la actualidad, las grandes empresas, incluso aquellas que son importantes en la producción de fertilizantes y agroquímicos, están buscando muy activamente conocer más de estos mecanismos para así aplicar fórmulas basadas en ellos que sirvan de soluciones agronómicas sustentables, como la nuestra”.

Científicos CAPES patentan método para reducir uso de fertilizantes en cultivos

La técnica, patentada recientemente en Estados Unidos, mejora el crecimiento y rendimiento de estas plantas mediante la inoculación de una combinación de bacterias benéficas, pertenecientes a los géneros Burkholderia y Azospirillum.

El empleo de fertilizantes y pesticidas para la mejora en el rendimiento de cultivos alrededor del mundo sigue siendo una práctica habitual en el sector agrícola, tanto a pequeña como a gran escala.

Sin embargo, el uso excesivo de estos agroquímicos también trae consecuencias negativas para la salud y el medio ambiente: de la acidificación de suelos y el depósito de altas concentraciones de sales y metales, a la contaminación de ríos y lagos por la acumulación de residuos contaminantes, arrastrados desde los campos a través del riego y la lluvia.

Es por ello que, en un esfuerzo por reemplazar estas prácticas por métodos menos nocivos, un grupo de investigadores de la Universidad Adolfo Ibáñez y CAPES testeó una novedosa técnica que se aprovecha de las relaciones benéficas entre microorganismos y plantas para promover el crecimiento de éstas últimas, potenciar su sistema inmune y mejorar de este modo la producción de cultivos, más específicamente, los de papas y tomates.

El trabajo de los investigadores Thomas Ledger, María Josefina Poupin, Tania Timmermann, Macarena Stuardo, Bernardo González y Cedric Little, consistió en comprobar cómo la introducción de distintos tipos de rizobacteria promotora del crecimiento vegetal (PGPR, por sus siglas en inglés) en suelos vegetales resultaba más efectiva que la inoculación de un solo tipo de bacteria en plantas con limitaciones ambientales específicas, como la falta de nitrógeno disponible.

Las PGPR son microorganismos capaces de colonizar la rizosfera (esto es, la parte del suelo en contacto directo con las raíces de la planta) y los tejidos internos de muchas especies vegetales induciendo en ellas efectos beneficiosos como una mejora en su crecimiento, la reducción de su susceptibilidad a enfermedades, y mayor tolerancia a estreses físicos como el calor o la ausencia de agua.

El método, patentando recientemente en Estados Unidos, mejora la inoculación de este grupo de microorganismos en plantas de papa y tomate, proveyendo mejorías en el crecimiento y rendimiento de estos vegetales.

“La patente explora el efecto de microorganismos que son adicionados al suelo en conjunto con las plantas, reduciendo sustancialmente el uso de fertilizantes y pesticidas, y consecuentemente los impactos ambientales y costos para el agricultor”, explica Thomas Ledger, uno de los autores del trabajo.

Los investigadores comprobaron que aquellas plantas tratadas con este método requerían hasta un 50% menos de agroquímicos en comparación con cultivos de papas y tomates no tratados. “Principalmente fertilizantes nitrogenados y fungicidas”, detalle María Josefina Poupin, también co-autora.

“Lo que hacen estas bacterias, o esta combinación de bacterias, es preparar a las plantas a través de una especie de conversación molecular entre el microorganismo y la planta, para enfrentarse a distintos tipos de estreses, o bien para capturar fertilizantes del suelo de una manera más eficiente”, comenta Poupin.

La investigadora también cuenta que la patente nació de un proyecto conjunto con actores privados iniciado en 2011, y que además de una metodología, también provee en detalle la composición específica de especies bacterianas y los medios de suspensión utilizados en el estudio.

Pese a la consecución de la patente, para los investigadores el trabajo recién comienza: “la tarea ahora es enfocarnos en los mecanismos moleculares que permiten que éstas y otras bacterias ayuden de esta forma a las plantas; cómo se produce esta “conversación” donde la bacteria manipula de algún modo a la planta para poder acelerar su crecimiento en algunos casos, mejorar la absorción de nutrientes en otros, y otros efectos menos descritos por la literatura”, acota Ledger.

Según los investigadores, este tipo de invenciones contribuyen a consolidar la tendencia de la industria agrícola por transitar a prácticas y tratamientos más sustentables de producción de cultivos. En opinión de Ledger, “en la actualidad, las grandes empresas, incluso aquellas que son importantes en la producción de fertilizantes y agroquímicos, están buscando muy activamente conocer más de estos mecanismos para así aplicar fórmulas basadas en ellos que sirvan de soluciones agronómicas sustentables, como la nuestra”.

Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Eduardo Arellano: “Un suelo saludable asegura sostenibilidad en el tiempo”

Conversamos con el director de la nueva línea CAPES que, desde julio pasado, estudia los principios y técnicas que podrían ayudarnos a transitar de una agricultura intensiva a una más sustentable, consciente de su impacto ambiental.

“Intensificación ecológica para una agricultura sustentable” es el nombre de la nueva línea de investigación CAPES destinada al estudio de técnicas y principios que reduzcan, mitiguen y prevengan los efectos de la actividad agrícola sobre la biodiversidad de los ecosistemas, así como medidas de restauración de sistemas ya degradados por la intervención humana.

“La línea nace a partir de una serie de proyectos de evaluación de suelos en que lo trabajé previamente” nos cuenta su director, Eduardo Arellano, desde su oficina ubicada en dependencias de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica de Chile (PUC), lugar donde realiza sus labores académicas.

“Hace unos cinco años, mi equipo de trabajo y yo comenzamos a estudiar los suelos y su potencial de restauración en matrices transformadas o intervenidas por la agricultura, específicamente en las regiones de O’Higgins y el Maule, atendiendo no sólo a la recuperación de los servicios ecosistémicos a nivel de paisaje o conectividad, sino también a nivel predial”.

A partir de estas aproximaciones, Arellano y su equipo levantaron una serie de indicadores de productividad para sistemas productivos, especialmente frutícolas, con la ayuda de diversos proyectos FIC con agricultores de la región de O’Higgins. Estos indicadores determinaban el estado de intervención de los predios en aspectos como su biodiversidad, la calidad del agua, la salud de sus suelos, entre otros.

“La idea era saber cómo un agricultor o productor podría contribuir a mejorar su desempeño ambiental y la calidad ambiental de sus productos, ayudándolo a determinar qué era lo que había dentro y alrededor de sus tierras, y dónde estaba el potencial de recuperación en esas áreas” señala.

Dicho trabajo también incluía recomendaciones en la forma de manuales o guías, como el catastro base de flora y fauna encontrada en la región de O’Higgins que dio pie al Manual de Conservación de Biodiversidad en Predios Agrícolas de Chile Central, publicado en 2016.

“El objetivo entonces y ahora”, explica “es transferir principios de intensificación ecológica al sector agropecuario nacional e internacional. Servicios que ayuden a su vez a mantener la productividad del sistema”.

Cuestión de mercado

Eduardo Arellano es ingeniero forestal de la PUC y doctor en Silvicultura de Virginia Tech (EEUU). Desde su formación, nos cuenta, ha estado vinculado al estudio de los suelos en conexión con los sistemas productivos (agrícolas, forestales, y mineros), por lo que su transición a los procesos de restauración y recuperación de sistemas degradados se dio, en sus palabras, naturalmente.

“El proceso de cambio de la agricultura sobre los paisajes es inevitable e histórico” nos explica. “Estamos hablando de sistemas productivos que llevan siglos, sino milenios, operando sobre los ecosistemas”.

El principal impacto que ha tenido el impulso del ser humano por producir su propio sustento a través de la agricultura es, a su juicio, la presión sobre el cambio de uso de suelo, causado por la remoción de vegetación nativa para la expansión agrícola. “Hoy, es cosa de ir al norte y ver cómo las laderas se llenan de paltos y naranjos. Toda esa producción va invariablemente en sacrificio de algo” agrega.

Uno de estos sacrificios, especialmente en el caso de Chile Central, ha sido el agua: “hay un efecto importante sobre el recurso hídrico, pues en el caso del sector agrícola nacional, se trata en su mayoría de agricultura de riego, y la tecnificación del riego va a la par con el crecimiento de la agricultura y la intensificación de estos impactos”.

El desafío, sostiene, es reducir esos impactos conservando los beneficios que también entrega este importante sector productivo, como es la provisión (en conjunto con los ecosistemas) de alimentos y el desarrollo económico y social de las comunidades que rodean los núcleos agrícolas, “incluso de manera más directa que la minería”.

En opinión del ingeniero agrónomo, la sobreproducción agrícola en Chile está actualmente fuera de control: “Cuando tú tienes productores que despliegan una enorme cantidad de recursos, cientos de hectáreas con un manejo súper intensivo, simplemente porque en China un consumidor quiere comer cerezas en diciembre o para el día de los enamorados, generas una distorsión de lo que, uno cree, debiera ser el principio fundamental de un sistema agrícola”.

Por suerte, la presión por una producción sostenible y en armonía con el medio ambiente comienza a ser cada vez más fuerte, sobre todo la proveniente de mercados externos: “Hoy es el consumidor europeo, anglosajón, el que quiere una fruta o verdura que sea de un campo manejado sustentablemente” comenta Arellano. “Hay procesos de certificación ya consolidados en Europa que te aseguran que los alimentos que se venden en sus supermercados, importados de países como Chile, han pasado por procesos de producción que no dañan o degradan el medio ambiente”, asegura.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para contrarrestar las demandas de consumo de algunas economías en crecimiento: “Si el mercado internalizara todos los costos ambientales que significa producir cerezas fuera de temporada en el precio de la fruta, se podría desincentivar la sobreproducción. Y eso, afortunadamente, ya está ocurriendo en algunas partes de Europa. Pero la expansión agrícola, sobre todo con la apertura del mercado chino, es que es menos consciente ambientalmente, sigue siendo mayor”.

Mal que mal, esos costos ambientales nacidos de la sobreproducción, como la degradación de los suelos, también terminan afectando al productor. “Un suelo degradado retiene menos agua que un suelo bien conservado, lo que implica un gasto mayor de agua para sostener a la planta. La capacidad de retención hídrica se refleja finalmente en pérdidas de producción”.

“Pero todo eso”, se apresura en señalar, “se puede revertir”.

Recuperando suelos

“Hay formas y formas de hacer agricultura, explica, “cuando tú ves paisajes y viñas en Francia, por ejemplo, ves un montón de corredores de setos, zonas parches de vegetación nativa, es decir, un diseño de paisaje mucho más integrado y sostenible”.

Y es ahí donde aparece el concepto de intensificación ecológica, el que Arellano define como “la introducción de principios de la agroecología y de potenciamiento de los servicios ecosistémicos a los sistemas agrícolas más convencionales –los que hoy representan casi 99% de la producción mundial– sin crear un riesgo en la calidad productiva del sistema”.

Los investigadores e investigadoras de la línea 6 trabajan en distintos sistemas productivos dentro de la agricultura y estudian distintos servicios ecosistémicos presionados por éstos sistemas, como el secuestro de carbono del suelo sobre el que producen, o los servicios de polinización de las aves e insectos que pueblan los predios.

En el caso de la degradación de suelos, por ejemplo, los científicos que trabajan en el área promueven acciones como la introducción de carbono orgánico en el suelo, manejo de desechos, compostaje de residuos, etc. para mejorar la salud y calidad de estos ambientes.

“Toda vegetación, sea nativa o agrícola, dependen del suelo. Si no hay suelo, o si estos se degradan, se erosionan, son arrastrados por el agua o se contaminan, la capacidad de recuperación se pierde y con ello, la posibilidad de que esa vegetación obtenga los nutrientes que necesita para crecer” cuenta.

Entre los métodos de recuperación que estudia la línea, están la reutilización de residuos orgánicos mediante el rescate de suelos, esto es, la remoción del suelo útil previo a su excavación por parte de proyectos mineros o inmobiliarios, para su empleo posterior. También mediante el uso de lodos y biosólidos de plantas de tratamiento de aguas servidas como sustratos para zonas degradadas. “El tema principal de la degradación es la pérdida de la materia orgánica, por lo que cualquier fuente orgánica que tú tengas disponible sirve para un proceso de recuperación”.

“Un suelo saludable te asegura la sostenibilidad hacia adelante” continúa, “te permite sostener, por ejemplo, una diversidad de cultivos. El desafío de Chile será prontamente producir cultivos sin riego o con poca agua, y del éxito de esos intentos depende la capacidad del suelo de retener eficientemente dicho recurso”.

Otros esfuerzos

Otros investigadores de la línea trabajan en detectar y estudiar cultivos de plantas que den raíces a distintas profundidades, o que tengan una mayor capacidad de retención de nitrógeno. Algunos proyectos han identificado plantas capaces de atraer polinizadores a matrices agrícolas, incorporando bandas de flores y vegetación nativa en sus lindes. “Hemos instalado pilotajes con mezclas de flores y plantas nativas en los bordes de los previos para observar si atraen polinizadores como chinitas. Eso al agricultor no le cuesta nada. Hemos hecho tres de estas intervenciones en predio, con buenos resultados”.

Lo mismo ha sucedido con la instalación de casas anideras o perchas para aves rapaces, que no sólo atraen polinizadores sino también depredadores de especies que pueden significar una plaga para los cultivos o invasores para la fauna local.

La línea también realiza estudios de evaluación de la salud del suelo mediante técnicas microbiológicas. Además, la línea colabora con iniciativas de replantación de bosque nativo donde se prueban distintas técnicas de tratamiento de suelo que mejores la capacidad de retención hídrica, que eventualmente pueda ser aplicado por organismos como CONAF en sus programas de bonificación para reforestación con bosque nativo.

Para Arellano, la creación de esta nueva línea CAPES se hace cargo de una deuda histórica no sólo del Centro, sino de la investigación ecológica asociada a los sistemas productivos: “Hasta ahora no teníamos una línea especialmente dedicada a la agricultura, cuando ésta, en Chile, debiera ser el escenario principal donde opere la ecología aplicada, pues se trata del sector productivo más extendido del país”.

El escenario, al menos por los próximos años, será de Eduardo y de su equipo.

Eduardo Arellano: “Un suelo saludable asegura sostenibilidad en el tiempo”

Conversamos con el director de la nueva línea CAPES que, desde julio pasado, estudia los principios y técnicas que podrían ayudarnos a transitar de una agricultura intensiva a una más sustentable, consciente de su impacto ambiental.

“Intensificación ecológica para una agricultura sustentable” es el nombre de la nueva línea de investigación CAPES destinada al estudio de técnicas y principios que reduzcan, mitiguen y prevengan los efectos de la actividad agrícola sobre la biodiversidad de los ecosistemas, así como medidas de restauración de sistemas ya degradados por la intervención humana.

“La línea nace a partir de una serie de proyectos de evaluación de suelos en que lo trabajé previamente” nos cuenta su director, Eduardo Arellano, desde su oficina ubicada en dependencias de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica de Chile (PUC), lugar donde realiza sus labores académicas.

“Hace unos cinco años, mi equipo de trabajo y yo comenzamos a estudiar los suelos y su potencial de restauración en matrices transformadas o intervenidas por la agricultura, específicamente en las regiones de O’Higgins y el Maule, atendiendo no sólo a la recuperación de los servicios ecosistémicos a nivel de paisaje o conectividad, sino también a nivel predial”.

A partir de estas aproximaciones, Arellano y su equipo levantaron una serie de indicadores de productividad para sistemas productivos, especialmente frutícolas, con la ayuda de diversos proyectos FIC con agricultores de la región de O’Higgins. Estos indicadores determinaban el estado de intervención de los predios en aspectos como su biodiversidad, la calidad del agua, la salud de sus suelos, entre otros.

“La idea era saber cómo un agricultor o productor podría contribuir a mejorar su desempeño ambiental y la calidad ambiental de sus productos, ayudándolo a determinar qué era lo que había dentro y alrededor de sus tierras, y dónde estaba el potencial de recuperación en esas áreas” señala.

Dicho trabajo también incluía recomendaciones en la forma de manuales o guías, como el catastro base de flora y fauna encontrada en la región de O’Higgins que dio pie al Manual de Conservación de Biodiversidad en Predios Agrícolas de Chile Central, publicado en 2016.

“El objetivo entonces y ahora”, explica “es transferir principios de intensificación ecológica al sector agropecuario nacional e internacional. Servicios que ayuden a su vez a mantener la productividad del sistema”.

Cuestión de mercado

Eduardo Arellano es ingeniero forestal de la PUC y doctor en Silvicultura de Virginia Tech (EEUU). Desde su formación, nos cuenta, ha estado vinculado al estudio de los suelos en conexión con los sistemas productivos (agrícolas, forestales, y mineros), por lo que su transición a los procesos de restauración y recuperación de sistemas degradados se dio, en sus palabras, naturalmente.

“El proceso de cambio de la agricultura sobre los paisajes es inevitable e histórico” nos explica. “Estamos hablando de sistemas productivos que llevan siglos, sino milenios, operando sobre los ecosistemas”.

El principal impacto que ha tenido el impulso del ser humano por producir su propio sustento a través de la agricultura es, a su juicio, la presión sobre el cambio de uso de suelo, causado por la remoción de vegetación nativa para la expansión agrícola. “Hoy, es cosa de ir al norte y ver cómo las laderas se llenan de paltos y naranjos. Toda esa producción va invariablemente en sacrificio de algo” agrega.

Uno de estos sacrificios, especialmente en el caso de Chile Central, ha sido el agua: “hay un efecto importante sobre el recurso hídrico, pues en el caso del sector agrícola nacional, se trata en su mayoría de agricultura de riego, y la tecnificación del riego va a la par con el crecimiento de la agricultura y la intensificación de estos impactos”.

El desafío, sostiene, es reducir esos impactos conservando los beneficios que también entrega este importante sector productivo, como es la provisión (en conjunto con los ecosistemas) de alimentos y el desarrollo económico y social de las comunidades que rodean los núcleos agrícolas, “incluso de manera más directa que la minería”.

En opinión del ingeniero agrónomo, la sobreproducción agrícola en Chile está actualmente fuera de control: “Cuando tú tienes productores que despliegan una enorme cantidad de recursos, cientos de hectáreas con un manejo súper intensivo, simplemente porque en China un consumidor quiere comer cerezas en diciembre o para el día de los enamorados, generas una distorsión de lo que, uno cree, debiera ser el principio fundamental de un sistema agrícola”.

Por suerte, la presión por una producción sostenible y en armonía con el medio ambiente comienza a ser cada vez más fuerte, sobre todo la proveniente de mercados externos: “Hoy es el consumidor europeo, anglosajón, el que quiere una fruta o verdura que sea de un campo manejado sustentablemente” comenta Arellano. “Hay procesos de certificación ya consolidados en Europa que te aseguran que los alimentos que se venden en sus supermercados, importados de países como Chile, han pasado por procesos de producción que no dañan o degradan el medio ambiente”, asegura.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para contrarrestar las demandas de consumo de algunas economías en crecimiento: “Si el mercado internalizara todos los costos ambientales que significa producir cerezas fuera de temporada en el precio de la fruta, se podría desincentivar la sobreproducción. Y eso, afortunadamente, ya está ocurriendo en algunas partes de Europa. Pero la expansión agrícola, sobre todo con la apertura del mercado chino, es que es menos consciente ambientalmente, sigue siendo mayor”.

Mal que mal, esos costos ambientales nacidos de la sobreproducción, como la degradación de los suelos, también terminan afectando al productor. “Un suelo degradado retiene menos agua que un suelo bien conservado, lo que implica un gasto mayor de agua para sostener a la planta. La capacidad de retención hídrica se refleja finalmente en pérdidas de producción”.

“Pero todo eso”, se apresura en señalar, “se puede revertir”.

Recuperando suelos

“Hay formas y formas de hacer agricultura, explica, “cuando tú ves paisajes y viñas en Francia, por ejemplo, ves un montón de corredores de setos, zonas parches de vegetación nativa, es decir, un diseño de paisaje mucho más integrado y sostenible”.

Y es ahí donde aparece el concepto de intensificación ecológica, el que Arellano define como “la introducción de principios de la agroecología y de potenciamiento de los servicios ecosistémicos a los sistemas agrícolas más convencionales –los que hoy representan casi 99% de la producción mundial– sin crear un riesgo en la calidad productiva del sistema”.

Los investigadores e investigadoras de la línea 6 trabajan en distintos sistemas productivos dentro de la agricultura y estudian distintos servicios ecosistémicos presionados por éstos sistemas, como el secuestro de carbono del suelo sobre el que producen, o los servicios de polinización de las aves e insectos que pueblan los predios.

En el caso de la degradación de suelos, por ejemplo, los científicos que trabajan en el área promueven acciones como la introducción de carbono orgánico en el suelo, manejo de desechos, compostaje de residuos, etc. para mejorar la salud y calidad de estos ambientes.

“Toda vegetación, sea nativa o agrícola, dependen del suelo. Si no hay suelo, o si estos se degradan, se erosionan, son arrastrados por el agua o se contaminan, la capacidad de recuperación se pierde y con ello, la posibilidad de que esa vegetación obtenga los nutrientes que necesita para crecer” cuenta.

Entre los métodos de recuperación que estudia la línea, están la reutilización de residuos orgánicos mediante el rescate de suelos, esto es, la remoción del suelo útil previo a su excavación por parte de proyectos mineros o inmobiliarios, para su empleo posterior. También mediante el uso de lodos y biosólidos de plantas de tratamiento de aguas servidas como sustratos para zonas degradadas. “El tema principal de la degradación es la pérdida de la materia orgánica, por lo que cualquier fuente orgánica que tú tengas disponible sirve para un proceso de recuperación”.

“Un suelo saludable te asegura la sostenibilidad hacia adelante” continúa, “te permite sostener, por ejemplo, una diversidad de cultivos. El desafío de Chile será prontamente producir cultivos sin riego o con poca agua, y del éxito de esos intentos depende la capacidad del suelo de retener eficientemente dicho recurso”.

Otros esfuerzos

Otros investigadores de la línea trabajan en detectar y estudiar cultivos de plantas que den raíces a distintas profundidades, o que tengan una mayor capacidad de retención de nitrógeno. Algunos proyectos han identificado plantas capaces de atraer polinizadores a matrices agrícolas, incorporando bandas de flores y vegetación nativa en sus lindes. “Hemos instalado pilotajes con mezclas de flores y plantas nativas en los bordes de los previos para observar si atraen polinizadores como chinitas. Eso al agricultor no le cuesta nada. Hemos hecho tres de estas intervenciones en predio, con buenos resultados”.

Lo mismo ha sucedido con la instalación de casas anideras o perchas para aves rapaces, que no sólo atraen polinizadores sino también depredadores de especies que pueden significar una plaga para los cultivos o invasores para la fauna local.

La línea también realiza estudios de evaluación de la salud del suelo mediante técnicas microbiológicas. Además, la línea colabora con iniciativas de replantación de bosque nativo donde se prueban distintas técnicas de tratamiento de suelo que mejores la capacidad de retención hídrica, que eventualmente pueda ser aplicado por organismos como CONAF en sus programas de bonificación para reforestación con bosque nativo.

Para Arellano, la creación de esta nueva línea CAPES se hace cargo de una deuda histórica no sólo del Centro, sino de la investigación ecológica asociada a los sistemas productivos: “Hasta ahora no teníamos una línea especialmente dedicada a la agricultura, cuando ésta, en Chile, debiera ser el escenario principal donde opere la ecología aplicada, pues se trata del sector productivo más extendido del país”.

El escenario, al menos por los próximos años, será de Eduardo y de su equipo.

Simposio «Servicios ecosistémicos de murciélagos en el agro chileno» | 4 de noviembre | Campus San Joaquín UC

#CAPES, junto a la Fundación Myotis Chile, tienen el agrado de invitarles al Simposio “Desarrollando Prácticas para Intensificar los Servicios Ecosistémicos que Proveen los Murciélagos en el Agro Chileno” a desarrollarse el lunes 04 de noviembre de 2019, de 09:00 a 18:00 hrs., en el Auditorio FAIF de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, en el Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica (Vicuña Mackena 480, Macul).

El propósito de este simposio es dar a conocer los servicios ecosistémicos de los murciélagos en sector agrícola y el desarrollo de buenas prácticas que permitan intensificar estos servicios, para así promover una agricultura más sustentable. El simposio tiene un carácter intersectorial, contando con expositores desde servicios públicos, sector privado, ONGs y academia nacional e internacional.

Descargar programa completo.

Inscripciones al evento en este enlace o escribiendo al correo murcielagosyagro@gmail.com

Simposio «Servicios ecosistémicos de murciélagos en el agro chileno» | 4 de noviembre | Campus San Joaquín UC

#CAPES, junto a la Fundación Myotis Chile, tienen el agrado de invitarles al Simposio “Desarrollando Prácticas para Intensificar los Servicios Ecosistémicos que Proveen los Murciélagos en el Agro Chileno” a desarrollarse el lunes 04 de noviembre de 2019, de 09:00 a 18:00 hrs., en el Auditorio FAIF de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, en el Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica (Vicuña Mackena 480, Macul).

El propósito de este simposio es dar a conocer los servicios ecosistémicos de los murciélagos en sector agrícola y el desarrollo de buenas prácticas que permitan intensificar estos servicios, para así promover una agricultura más sustentable. El simposio tiene un carácter intersectorial, contando con expositores desde servicios públicos, sector privado, ONGs y academia nacional e internacional.

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Francisca Blanco y las respuestas de las plantas ante un mundo cambiante

“Siempre me gustaron las plantas, siempre supe que iba a trabajar en esa área en particular” cuenta Francisca Blanco apenas nos sentamos en su oficina, un amplio y luminoso despacho ubicado en la sede República de la Universidad Andrés Bello (UNAB), donde la investigadora CAPES —incorporada al centro en 2019— se desempeña como académica y directora general de Investigación.

Pese a ese temprano interés por el mundo vegetal, para la científica la posibilidad de seguir una carrera en las ciencias biológicas pasó más por la serendipia que por un plan meticulosamente concebido. “Mi mamá, que es enfermera, fue abordada un día por uno de los médicos con los que trabajaba, quien le recomendó la bioquímica como opción académica para su hija” relata, “según él, era la carrera del futuro”.

Intrigada, Blanco tardaría un tiempo en confirmar el pronóstico: “Por la forma en que suelen estar ordenadas las mallas curriculares de los programas de biología, no tuve idea de qué era la bioquímica hasta el segundo o tercer año de la carrera, cuando las líneas de estudio comienzan a especializarse”.

Hoy, sin embargo, la apuesta parece haber dado frutos. La bioquímica y doctora en Ciencia Biológicas de la Universidad Católica es una de las científicas más destacadas en el campo de la biología vegetal, presidiendo, de hecho, la sociedad que agrupa a los especialistas de esta disciplina en Chile, y siendo invitada, recientemente, a integrar la junta directiva de la Global Plant Council.

Desde aquella posición, y sumando su vasta experiencia en el estudio de las estructuras genéticas y moleculares que gobiernan el comportamiento de estos organismos, nos comenta sobre los desafíos de la disciplina y la importancia de avanzar hacia una mirada más sistémica a la hora de entender la forma en que una planta responde a los estímulos —y amenazas— del exterior.

Las plantas contra el mundo

El interés particular de Blanco se centra en estudiar la respuesta de las plantas ante diversos fenómenos ambientales, en especial aquellos que inciden negativamente en su equilibrio interno, ya sea se trate de agentes biológicos como insectos o microorganismos (estrés biótico) o agentes físicos como el frío o el calor (estrés abiótico).

“En ese campo, el estudio de las herramientas moleculares que gobiernan la defensa de las plantas se vuelve fundamental” nos cuenta. “Por ser organismos sésiles, es decir, que no pueden desplazarse, las plantas han desarrollado un grado de sofisticación sorprendente a la hora de resistir los distintos estreses a los que, permanentemente, se ven expuestas”.

Como herederas de uno de los linajes más antiguos del planeta, el abanico de procesos involucrados en la resistencia de las plantas al ambiente externo representa un verdadero modelo de referencia cuando se trata de estudiar el desarrollo de otros sistemas inmunológicos en organismos. “A lo largo de nuestra historia evolutiva, nos damos cuenta de que todos los mecanismos que tienen los seres vivos para generar diversidad genética y finalmente resistir estos cambios, están concentrados en las plantas. Los neurobiólogos suelen decir que las plantas no tienen cerebro, pero son sin duda un sistema altamente especializado: hay conversaciones planta a planta, planta y entorno, hacia arriba y hacia abajo… se integran en ella un sinfín de interacciones complejas”.

Pese a ese grado de sofisticación, las plantas hoy se ven expuestas a condiciones y estresores cada vez más extremos, en buena parte debido a la agudización de fenómenos como el cambio climático. La investigadora nos revela que “el estrés hídrico y el estrés por sequía son hoy realidades globales, que en Chile se manifiestan, por ejemplo, en los frutales ubicados en la zona centro del país (cerezos, manzanos, etc.), los cuales, por el aumento de las temperaturas, no están teniendo las horas de frío que necesitan para sus procesos de floración”.

“Las plantas necesitan ciertas señales ambientales para lograr entender en qué época del año y, por tanto, en qué etapa de sus procesos reproductivos, están. Hay frutales que, por ejemplo, necesitan tener un número de horas de frío para saber que deben dejar la dormancia y florecer, y esas horas de frío ya no se están logrando fácilmente. Entonces, la producción anual a la que estaban acostumbrados quienes cultivan esos frutales ya no se está consiguiendo” ahonda.

Pequeños invasores

Para ayudar tanto a plantas como a agricultores en este complejo escenario, Blanco y su equipo se abocan a estudiar la resistencia vegetal ante agentes exógenos como plagas y bacterias. Entre sus líneas de investigación, se encuentra el trabajo con áfidos o pulgones, insectos que drenan a la planta de su contenido de azúcar, reduciendo el tamaño de sus frutos y afectando la productividad de los campos. “Son insectos generalistas, que comen familias enteras de plantas, por lo que es muy difícil controlarlos. El contagio de un cultivo a otro puede ser muy rápido” afirma.

Lo primero que estos investigadores estudian es la estrategia de alimentación que implementan los áfidos para evadir la maniobra defensiva de la planta, o provocar una respuesta lenta o torpe de su parte.

Luego, analizan los mecanismos y procesos que actúan en este sistema de defensa, en todas las etapas del mismo: “La defensa vegetal tiene varios componentes y áreas de estudio. Uno de ellos es cómo la planta identifica que hay algo exógeno que la está atacando, es decir, cómo reconoce que hay un áfido infectándola y cómo el áfido ha sido estratégico para no ser detectado” comenta Blanco.

La investigadora también se dedica a conocer e identificar las rutas de señalización que se activan en la planta para activar la respuesta defensiva, cómo conversan esas rutas, y qué hormonas se utilizan para priorizar un tipo de respuesta sobre otra. “Estamos identificando toda la cascada de señalización asociada a las hormonas centrales de la defensa” dice “y luego los genes que responden para contrarrestar la infección del patógeno”.

“La planta funciona balanceando e integrando todas las señales externas para entender cómo priorizar una respuesta. Porque si la planta está sujeta a múltiples factores como la radiación, el calor, la falta de agua y un patógeno, ésta debe decidir a qué contesta primero: ¿al calor, al estrés hídrico, al patógeno, a todos en cierta medida? Eso es lo que estamos tratando de desentrañar”.

Una mirada sistémica

Aun cuando la investigación de estas estructuras y procesos internos en la planta ayudan a los biólogos vegetales como Blanco a entender mejor el comportamiento de estos organismos, la también investigadora del Centro de Biotecnología Vegetal de la UNAB cree necesario integrar esta mirada especializada con el estudio de los otros seres y sistemas que participan en estas dinámicas.

“La biología molecular es una herramienta importantísima, pero si no integramos eso con el estudio del ecosistema del que la planta forma parte, preguntándonos con quién está interactuando o por qué tiene esos patógenos y no otros, te pierdes finalmente muchos niveles de información. Por intentar simplificar un sistema, nos estamos perdiendo la conversación entre todos ellos, y la transdisciplinariedad que hace avanzar la ciencia y nos permite tener un impacto mayor” explica.

Esa misma perspectiva multidimensional en el estudio de los sistemas vegetales es lo que motiva a Blanco en esta nueva etapa en CAPES: “Cuando Bernardo (González, investigador principal de la línea 2 del centro), me invitó, fue porque nuestras líneas de investigación hacían mucho sentido juntas. Aparte de los áfidos, yo también estudio la interacción de las plantas con bacterias patógenas, y sin embargo, nunca me había dedicado a ver qué pasa con la bacteria y dentro de ella. Yo siempre he mirado todo desde el punto de vista de la planta”.

La investigadora también explica que, en los últimos años, la tendencia a investigar tanto al sistema vegetal como al verdadero consorcio de organismos que interactúan con él, es cada vez más creciente, aunque aún preliminar. En su opinión, “estamos recién comenzando a entender las complejidades de esas interacciones en el mundo real. Cuando los controles que fijamos en el laboratorio desaparecen, desaparecen también muchos de los pronósticos que hacemos y patrones que observamos en la planta. O sea, no sólo aún sabemos poco de estos comportamientos, sino que, integrados en un sistema más grande, como una huerta, vemos que todo cambia”.

Su apuesta a mediano y largo plazo, es que “cuando tu mires todos los componentes juntos, logres visualizar que hay respuestas que ganan por sobre otras. Cuando logremos identificar cuáles son los nodos para las distintas respuestas de la planta ante un ataque, vamos a poder optimizar los diversos sistemas vegetales. Y ese tipo de conocimientos son los que a la larga se necesitan para avanzar en agricultura inteligente y sustentable y hacer plantas más eficientes en el uso de sus recursos y su energía” concluye.

En sus ratos libres —escasos, de un tiempo a esta parte— Blanco gusta de leer y bailar. Su género literario predilecto son las novelas románticas, y en materia musical, la salsa.