Corredor biológico en Combarbalá: conectando santuarios de conservación

Investigadores CAPES, técnicos y guardaparques de la Reserva Nacional Las Chinchillas colaboran en un proyecto de CONAF que busca diseñar e implementar un corredor de conservación entre esta área protegida y el Parque Hacienda El Durazno, de propiedad privada.

Durante uno de sus recorridos en busca del mejor trazado para asentar el corredor, los profesionales realizaron importantes hallazgos que podrían ampliar el área de distribución de una de las especies más emblemáticas y amenazadas del bosque esclerófilo del norte de Chile.

El 15 de febrero pasado, a eso de las 03:30 de la madrugada, una de las cámaras trampa instaladas por los profesionales CAPES Sergio y Enrique Silva en las afueras de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la región de Coquimbo, captó un movimiento inusual. Sin notar su presencia, una pequeña chinchilla de cola larga (Chinchilla lanigera) buscaba comida en medio de las rocas, quedando inmortalizada por el lente del dispositivo (ver imagen).

El avistamiento de este roedor, una de las dos especies silvestres de chinchilla conocidas en el mundo (junto a la chinchilla de cola corta, también presente en Chile), tuvo una especial relevancia, pues se trataba del primer registro visual de esta especie fuera del área de influencia de la Reserva (con excepción de una pequeña comunidad aislada al norte de Coquimbo), confirmando de este modo la existencia de más colonias de uno de los objetos de conservación más amenazados de nuestro país, declarado en peligro de extinción desde 2008.

La chinchilla de cola larga captada durante el monitoreo en el área del nuevo corredor de conservación. Foto: Sergio Silva

El hallazgo fue uno de los tantos descubrimientos del comité científico-técnico creado por la Corporación Nacional Forestal, CONAF, para proponer y definir el trazado de un nuevo corredor de conservación en la región de Coquimbo, el cual busca conectar las áreas protegidas de Las Chinchillas con el Parque Hacienda El Durazno, un predio ubicado a 16 kilómetros de la reserva, en la ciudad de Combarbalá.

Los corredores biológicos son espacios de conservación que conectan áreas de especial importancia para la protección de los ecosistemas, estableciendo zonas reguladas de influencia alrededor de éstas a fin de recomponer, entre otras cosas, la fragmentación de hábitats provocada por la actividad humana, una de las causas más frecuentes de la pérdida de especies en el mundo.

El corredor es uno de los hitos del “Proyecto Manejo Sustentable de la Tierra” (PMST), una iniciativa coordinada por CONAF que tiene por objetivo “revertir el proceso de desertificación y degradación de los suelos en ecosistemas vulnerables, contribuir a la mitigación del cambio climático y potenciar el uso sostenible de la biodiversidad” mediante prácticas de manejo sustentable. El programa es parte de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales impulsada por el Estado chileno como parte de sus compromisos ambientales internacionales.

La misión del comité, conformado por investigadores del CAPES, CONAF, y del Instituto Forestal (INFOR), fue diseñar una metodología que permitiera hallar el perímetro más idóneo para el establecimiento de esta franja, que, a diferencia de un corredor biológico convencional, busca no sólo otorgar conectividad y facilitar el movimiento de especies animales y vegetales previamente aisladas, sino además conectar socialmente estos paisajes con la comunidades humanas que se benefician de él, dando énfasis a los usos sustentables de dichos ecosistemas.

Con ese objetivo, nos cuenta el investigador CAPES, Sergio Silva, “se realizó un análisis preliminar de los potenciales sectores a intervenir” en la zona que separa la Reserva Nacional Las Chinchillas y el Derecho Real de Conservación Hacienda El Durazno, territorios que, en sus palabras, “comparten dos pisos vegetacionales escasamente representados en el Sistema Nacional de Área Silvestres Protegidas (SNAPE) y que actualmente se encuentran fragmentados por actividades antrópicas, como minería, agricultura, ganadería, construcción de caminos, etc.”.

Una vez concluida esta etapa, que significó la interpretación de imágenes satelitales del lugar, la información recopilada debió ser corroborada en terreno, pudiendo disminuir la superficie potencial de la franja e identificar la composición de la formación vegetacional de manera más precisa.

Los corredores de conservación se componen de distintas zonas de influencia, cada una con funciones de conservación específicas. Las áreas núcleo, por ejemplo, representan el espacio primordial de la estructura, y son áreas protegidas de alto valor ecológico donde persisten y se desarrollan el grueso de las especies de flora y fauna aisladas. En este caso, tanto la Reserva Nacional Las Chinchillas como la Hacienda El Durazno son el refugio de diversas especies endémicas de nuestro país, muchas se las cuales se encuentran seriamente amenazadas, como la ya mencionada Chinchilla lanígera, el sapo de Atacama (Rhinella atacamensi), el cóndor (Vultur gryphus), el gato güiña (Leopardus guigna), el degú costino (Octodon lunatus), el puma (Puma concolor) y el lagarto de Müller (Liolaemus lorenzmueller).

Reserva Nacional Las Chinchillas, ubicada en la región de Coquimbo. Foto: Boris Saavedra

Lo mismo sucede con las especies vegetales de ambas áreas, formaciones dominadas por especies arbustivas espinosas y suculentas como el carbonillo (Cordia decandra), el colliguay (Colliguaja odorífera), el ñinquil (Flourensia thurifera) y el guayacán (Porlieria chilensis), entre otras. Sólo en la Reserva Las Chinchillas se han identificado hasta ahora más de 27 especies vegetales con algún grado de conservación (7 de ellas gravemente amenazadas) y 105 especies de vertebrados, 88 de ellos nativos y 16 endémicos.

Sirviendo de enlace entre estas zonas núcleo, se encuentran las áreas buffer de conexión, que corresponden a lo que podría definirse como el corredor mismo, y que conectan entre sí fragmentos más prístinos de ecosistema original (denominados “hábitats sumidero”) que por su aislamiento requieren de la inmigración de individuos provenientes de las áreas núcleo para sustentar la población de las especies que allí habitan. Estos parches de vegetación, asimismo, sirven como refugios temporales de otras especies, facilitando el movimiento de éstas a través del corredor.

“El implementar un corredor entre zonas protegidas permite mejorar la capacidad de movimiento y la dispersión de los individuos de las especies de flora y fauna presentes en el lugar” explica el investigador CAPES y académico del departamento de Ecología de la Universidad Católica, Patricio Pliscoff. “Esto es fundamental, ya que a mayor dispersión hay más probabilidad de que exista flujo génico entre los individuos de una población, lo que tiene un impacto positivo para la persistencia de las especies, permitiendo mayor capacidad reproductiva y de adaptación a los cambios ambientales (por ej. sequias o cambio climático)”.

Pliscoff es parte de un proyecto paralelo, financiado por CONAF, que sirve de base investigativa y experimental al trabajo de instalación del corredor, y que busca evaluar e identificar áreas específicas de restauración del matorral xerofítico de valles y pies de monte en la zona preandina semiárida de la región de Coquimbo, estudiando los ecosistemas de referencia que debieran servir de modelo para fines de restauración de esta zona, así como el estado actual de aquellas áreas donde ha sido degradada.

Dicho proyecto, encabezado por el también académico de la Universidad Católica y asociado CAPES, Pablo Becerra, también se propone estudiar técnicas de restauración activa dirigidas a reducir la depredación de plantas (conocida como herbivoría) y el estrés hídrico del lugar, las cuales permitirían mejorar el éxito de la siembra y plantación de diferentes especies previamente identificadas como típicas de estos ecosistemas.

El mismo corredor, de hecho, contempla zonas de transición (denominadas “áreas buffer” o de amortiguamiento) entre las áreas núcleo y aquellos lugares donde se realizan actividades productivas tales como la ganadería y la agricultura. Su función es amortiguar los impactos de estas actividades hacia las áreas núcleo, permitiéndoles un mayor grado de resiliencia. En el caso del proyecto, se definieron dos franjas de 4 kilómetros alrededor de la Reserva Las Chinchillas y el Parque Hacienda El Durazno, bajo el criterio de proteger la existencia de poblaciones de chinchilla en los lindes de la primera, y de involucrar a las comunidades agrícolas aledañas a la segunda en la realización de prácticas de manejo ambiental y mitigación.

Para Sergio Silva, el principal desafío de diseñar corredores que cumplan eficazmente su rol de conectores de flora y fauna, es la obtención detallada de información relevante respecto de los componentes, flora, vegetación, fauna y medio humano de estos ecosistemas. Esto, para crear redes ecológicamente coherentes, teniendo en mente los objetos de conservación, y utilizando criterios adecuados de observación.

Para ello, los investigadores se enfocaron en “la búsqueda de aquellos fragmentos de vegetación que proporcionaban el hábitat para una amplia gama de plantas y animales” cuenta Silva, “además de sitios con características que pudieran servir de barrera natural para terrenos domésticos de recorrido de animales, poblaciones e incluso unidades taxonómicas. Por último, nos abocamos al encuentro de fuentes y sumideros que proporcionaran abrigo, nidificación o refugio para las especies, de modo que éstas pudieran salir a alimentarse en los hábitats adyacentes”.

El degú costino, otra de las especies presentes en el área de influencia del nuevo corredor. Foto: Paula Díaz

“Fue en ese contexto” prosigue, “dentro de las labores de muestreos y monitoreo a los objetos de conservación propuestos (aves, carnívoros, reptiles, además de plantas y flores nativas), cuando detectamos la presencia de un individuo de Chinchilla laniger fuera de la Reserva Nacional, justo dentro del área destinada al corredor biológico, hecho que favorece y robustece el trabajo realizado”. Además de la chinchilla, los investigadores también pudieron comprobar la presencia del gato colocolo (Leopardus colocolo) pumas y zorros culpeo (Lycalopex culpaeus) en las zonas por donde pasará el corredor.

El proyecto, que acaba de entregar su informe final para su aprobación, constituye uno de los esfuerzos más importantes por instalar este tipo de instrumentos de conservación en la institucionalidad ambiental de nuestro país, que no cuenta hasta ahora con el concepto de corredor biológico en su normativa. De momento, como explica Patricio Pliscoff, sólo ha sido posible incorporarlo conceptualmente en el diseño y justificación de áreas protegidas.

“En nuestro país, la protección se ha entendido como algo estático que se asocia a un área con limites preestablecidos, por lo que el diseño de corredores y su aplicación como zonas de protección no ha sido adecuadamente desarrollado. La propuesta de una nueva red de áreas protegidas que incluyan áreas tanto del Estado como privadas en el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), puede ser un gran avance para la identificación e implementación de zonas de protección más dinámicas como los corredores biológicos, ya que se contara con mayores instrumentos de protección que los que existen en la actualidad”, detalla el investigador.

En cuanto a las próximas etapas del proyecto, el equipo CAPES continuará con el monitoreo de las distintas áreas que conforman el corredor biológico para evaluar su evolución y tomar las medidas para mejorar y restaurar las áreas más degradadas. Esto permitirá la sustentabilidad del corredor biológico a largo plazo y la permanencia de este tipo de ecosistemas, no sólo en Chile, sino en el mundo.

Texto: Comunicaciones CAPES
Foto: Sergio Silva, INFOR y CAPES

Planificando una conservación eficiente del hotspot de biodiversidad de Chile central

Por medio de un modelo de planificación que considera la representación de la biodiversidad y el acceso social a la naturaleza, un grupo conformado por investigadores CAPES estudió el nivel de accesibilidad y representatividad que poseen actualmente las áreas protegidas que resguardan la biodiversidad de la zona central de Chile, una de las zonas más amenazadas y biodiversas del mundo.

Desde los primeros esfuerzos por catalogarlas a comienzos de este siglo, la identificación de aquellas zonas con mayor diversidad biológica y, al mismo tiempo, más amenazas del planeta—conocidas como hotspots o “puntos calientes” —, planteó el enorme desafío de proteger y conservar las especies presentes en ellas. Estos puntos de biodiversidad comparten un alto endemismo vegetacional (un gran porcentaje de su flora sólo existe allí) y cierto nivel de vulnerabilidad en la región. Se sabe que, en conjunto, estas zonas ocupan menos del 5% del territorio del planeta, pero contienen más de la mitad de sus especies conocidas.

Declarada como tal el año 2000, la región de nuestro país que abarca parte del desierto de Atacama, el bosque matorral esclerófilo y el bosque Valdiviano, denominada formalmente como el “Chile Central”, es una de estas zonas.

De este amplio territorio en peligro, la biodiversidad de Chile central ha recibido especial atención a causa de su alto nivel de vulnerabilidad, provocada principalmente por la alta concentración de personas (gran parte de la población del país) que cohabita este ecosistema, la desigualdad en el acceso de éstas a las áreas silvestres, y los altos grados de amenaza que sufren las especies allí presentes (23% de ellas presente en la lista roja de especies de la IUCN).

Ante este escenario, la pregunta sobre qué tan accesibles a las personas son las áreas protegidas que resguardan el matorral esclerófilo, y qué tan representativas son éstas últimas de la biodiversidad de la región, motivó a la ecóloga del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) María José Martínez, a indagar sobre el estado de conservación presente en una de las zonas con mayor riesgo de colapso ecológico del país.

Martínez abordó estas preguntas a través de una metodología denominada planificación sistemática de la conservación, un proceso que busca establecer metas y objetivos de conservación a través de soluciones óptimas a costos mínimos. Los objetivos de esta metodología incluyen evaluar la representación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos —es decir los beneficios que la sociedad obtiene de la naturaleza para el bienestar humano— presentes en los territorios.

“Tener en cuenta los costos de la conservación (como el costo de adquisición de tierras) tiene el potencial de mejorar la efectividad de los resultados en la planificación de áreas para la conservación, y ayuda a evitar errores costosos. Además, esta planificación sistemática permite incorporar la mejor información científica y clarificar los costos y beneficios que implican ciertos escenarios que llevan a una toma de decisiones más informada. La serie de soluciones que se generan implica la selección óptima de una red de áreas que cumplan mejor con las metas de conservación definidas, además de informar sobre cuándo y cómo agregar áreas a la red de conservación ya existente”, explicó la investigadora.

En un reciente artículo publicado en la revista People and Nature, Martínez y un conjunto de colaboradores detallaron la aplicación de esta metodología en el Chile Central, el cual cuenta con 65 áreas protegidas, tanto públicas como privadas, que buscan asegurar su conservación. Los resultados mostraron que es posible mejorar la accesibilidad social y la representación de la biodiversidad existente en estas áreas, a un menor costo.

Entre sus conclusiones, los autores plantearon un escenario más eficiente que considera tanto el costo de la tierra como el acceso social, el cual propone que la ampliación de la actual red de áreas protegidas en tan solo un 3%, podría significar un 86% de crecimiento en la representación de su biodiversidad, y un 18% de aumento en la accesibilidad social a estas áreas protegidas.

Dichos resultados son particularmente relevantes considerando la situación de los ecosistemas de bosque mediterráneo costero de la zona central, donde la actual red de áreas protegidas solo cubre una pequeña proporción de estos bosques. Así, el estudio podría ayudar a encontrar nuevas oportunidades de conservación en la región, determinando que acciones tomar y dónde.

“La clave del estudio, es que incorpora aspectos sociales y servicios ecosistémicos culturales en la planificación para la conservación. De esta forma se sugieren mejoras a sistemas de áreas protegidas que incluyen aspectos tan importantes como la equidad en el acceso a estas zonas” explicó el biólogo CAPES Stefan Gelcich, uno de los autores del estudio.

Los investigadores también señalan que la nueva política de conservación privada (Derecho real de conservación, Ley 20.930), instituida en Chile en 2016, podría ayudar a compensar los costos de conservación a través de asociaciones público-privadas, sobre todo si consideramos que la mayor parte del área estudiada, con alto valor de conservación, se encuentra en terrenos privados.

Chile es uno de los países con mayores índices de desigualdad del mundo, los cuales afectan todas las dimensiones del bienestar humano, entre ellos el acceso a la naturaleza. “La consideración de la accesibilidad social a las áreas protegidas utilizada en este estudio podría incrementar el éxito de las áreas protegidas como herramienta de conservación al acercar a las personas a la naturaleza”, finalizó Martínez.

Texto: Comunicaciones CAPES

Investigadores advierten posibles “tormentas de fuego” en la zona central

Pese a las últimas lluvias, los científicos y especialistas señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan nuestros dos Premios Nacionales de Ciencia, Fabián Jaksic y Francisco Bozinovic.

De acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras. La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Fuente: Mesa Multisectorial por el Bosque Esclerófilo y Comunicaciones CAPES

Investigadores advierten posibles “tormentas de fuego” en la zona central

Pese a las últimas lluvias, los científicos y especialistas señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan nuestros dos Premios Nacionales de Ciencia, Fabián Jaksic y Francisco Bozinovic.

De acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras. La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Fuente: Mesa Multisectorial por el Bosque Esclerófilo y Comunicaciones CAPES

Posibles “tormentas de fuego” amenazan la zona central de Chile

Pese a las últimas lluvias, investigadores señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan, tres Premios Nacionales de Ciencia.

Al mismo tiempo, y de acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia (CR)2; Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras.

La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias Naturales, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Lee la declaración completa en este enlace.

Posibles “tormentas de fuego” amenazan la zona central de Chile

Pese a las últimas lluvias, investigadores señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan, tres Premios Nacionales de Ciencia.

Al mismo tiempo, y de acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia (CR)2; Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras.

La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias Naturales, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Lee la declaración completa en este enlace.

Seminario abordó casos de reintroducción y conservación de guanacos en Sudamérica

El Santuario de la Naturaleza Cáscada de las Ánimas, ubicado en pleno Cajón del Maipo en la Región Metropolitana fue el lugar de reunión de más de 40 estudiantes e investigadores interesados en la conservación y protección de la fauna nacional, y específicamente del guanaco (Lama guanicoe), un mamífero artiodáctilo de la familia de los camélidos natural de América del sur.

El motivo de este encuentro fue la realización del seminario internacional “Reintroducción de Guanacos en Sudamérica: oportunidades y desafíos para la conservación de sus ecosistemas”, una actividad organizada por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) de la Universidad de Chile.

El seminario, celebrado el pasado miércoles 20 de noviembre, tuvo por objetivo informar sobre distintas iniciativas de repoblamiento y “reasilvestramiento” (rewilding) de esta especie tanto en Chile como en Argentina, sus resultados y aprendizajes, además de concentrar en un mismo lugar a diversos actores dedicados al cuidado y estudio de este fascinante herbívoro, el más grande de nuestro país.

La elección de este Santuario como sede para la realización del evento no fue casual, pues fue allí donde, entre 2017 y 2018, una pareja de jóvenes investigadores, Meredith Root-Bernstein y Matías Guerrero, liberó a dos guanacos machos provenientes del sur de Chile en un intento por estudiar y confirmar el rol de estos animales como potenciales “restauradores” del amenazado bosque esclerófilo, misión que cumplieron en periodos donde todavía poblaban el valle del Chile central, antes de que su caza indiscriminada los hiciera desaparecer.

Justamente fue Root-Bernstein, ecóloga del Instituto Nacional de Ciencias del Medio Ambiente, Alimentos y Tecnologías para la Vida (AgroParisTech), en París, Francia, quien inauguró la ronda de exposiciones detallando algunos de los resultados parciales de este experimento. En su presentación, la también investigadora del IEB comentó la buena adaptación de estos dos ejemplares han tenido a su nuevo hábitat, destacando que, pese a su reducido número, éstos ya presentan conductas propias de animales ya aclimatados, como la demarcación de su territorio por medio de defecaderos.

En cuanto al papel de los guanacos como “jardineros naturales” de ecosistemas degradados como el del espinal de la zona central, Root-Berstein se declaró optimista con los resultados preliminares, aunque en su opinión, aún queda mucho por estudiar: «Preliminarmente, el ramoneo de los guanacos sí favorecería el crecimiento de los espinos de la zona, a lo que se suma su ya conocida condición de dispersores naturales de plantas nativas como la palma chilena» explicó.

A continuación, Moisés Grimberg, Superintendente de la Red de Parques de la Patagonia de CONAF y representante nacional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), expuso sobre el estado de la institucionalidad chilena en torno a la protección de esta especie, clasificada como “vulnerable” en gran parte del país. Más específicamente, enumeró los objetivos y lineamientos del Plan Nacional de Conservación del Guanaco, un trabajado emprendido en 2010 por diversos organismos públicos y de la sociedad civil que buscó sistematizar los esfuerzos alrededor del cuidado del guanaco a lo largo de todo el territorio nacional, promoviendo su protección y reduciendo sus amenazas.

«En Chile hay muchas comunidades locales que entienden el rol ecológico y cultural que tiene guanaco en la vida nacional, pero nos falta que esa sensibilidad se dé a todo nivel, sobre todo entre los tomadores de decisión» concluyó.
Las intervenciones internacionales estuvieron a cargo de la ecóloga Celina Flores, del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET), en Argentina, y del también trasandino Alejandro Calderón, encargado de vida silvestre del Gobierno de la Pampa.

En su exposición, Flores divulgó los resultados de un proyecto de reintroducción de guanacos realizado en 2009 en el Parque Nacional Quebrada del Condorito, en Argentina, con el objetivo de potenciar sus servicios ecosistémicos en la zona, y estudiar la forma en que estas especies seleccionan su hábitat. Entre sus conclusiones, la investigadora comentó que “los guanacos introducidos prefirieron espacios con forraje de mayor valor nutricional (césped seco y húmedo), y en relieves que favorecían su estrategia para evitar depredadores», validando el comportamiento de otras especies investigadas.

Calderón, por su parte, hizo un repaso de los distintos proyectos de reintroducción de guanacos en la pampa trasandina, una región que alguna vez contó con 33 millones de estos animales y cuya población hoy alcanza los 2 millones de individuos (aproximadamente).

Al finalizar las presentaciones, Matías Guerrero, uno de los organizadores del evento, valoró la alta convocatoria de la actividad e incentivó a sus asistentes a seguir colaborando en los intentos por devolver al guanaco a su hábitat original y aprovechar su capacidad para restaurar y recuperar ecosistemas degradados.

Durante la tarde, expositores y asistentes participaron de un taller para delinear posibles caminos de acción para potenciar los proyectos actuales de reintroducción de la especie en la zona central de Chile.

Seminario abordó casos de reintroducción y conservación de guanacos en Sudamérica

El Santuario de la Naturaleza Cáscada de las Ánimas, ubicado en pleno Cajón del Maipo en la Región Metropolitana fue el lugar de reunión de más de 40 estudiantes e investigadores interesados en la conservación y protección de la fauna nacional, y específicamente del guanaco (Lama guanicoe), un mamífero artiodáctilo de la familia de los camélidos natural de América del sur.

El motivo de este encuentro fue la realización del seminario internacional “Reintroducción de Guanacos en Sudamérica: oportunidades y desafíos para la conservación de sus ecosistemas”, una actividad organizada por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) de la Universidad de Chile.

El seminario, celebrado el pasado miércoles 20 de noviembre, tuvo por objetivo informar sobre distintas iniciativas de repoblamiento y “reasilvestramiento” (rewilding) de esta especie tanto en Chile como en Argentina, sus resultados y aprendizajes, además de concentrar en un mismo lugar a diversos actores dedicados al cuidado y estudio de este fascinante herbívoro, el más grande de nuestro país.

La elección de este Santuario como sede para la realización del evento no fue casual, pues fue allí donde, entre 2017 y 2018, una pareja de jóvenes investigadores, Meredith Root-Bernstein y Matías Guerrero, liberó a dos guanacos machos provenientes del sur de Chile en un intento por estudiar y confirmar el rol de estos animales como potenciales “restauradores” del amenazado bosque esclerófilo, misión que cumplieron en periodos donde todavía poblaban el valle del Chile central, antes de que su caza indiscriminada los hiciera desaparecer.

Justamente fue Root-Bernstein, ecóloga del Instituto Nacional de Ciencias del Medio Ambiente, Alimentos y Tecnologías para la Vida (AgroParisTech), en París, Francia, quien inauguró la ronda de exposiciones detallando algunos de los resultados parciales de este experimento. En su presentación, la también investigadora del IEB comentó la buena adaptación de estos dos ejemplares han tenido a su nuevo hábitat, destacando que, pese a su reducido número, éstos ya presentan conductas propias de animales ya aclimatados, como la demarcación de su territorio por medio de defecaderos.

En cuanto al papel de los guanacos como “jardineros naturales” de ecosistemas degradados como el del espinal de la zona central, Root-Berstein se declaró optimista con los resultados preliminares, aunque en su opinión, aún queda mucho por estudiar: «Preliminarmente, el ramoneo de los guanacos sí favorecería el crecimiento de los espinos de la zona, a lo que se suma su ya conocida condición de dispersores naturales de plantas nativas como la palma chilena» explicó.

A continuación, Moisés Grimberg, Superintendente de la Red de Parques de la Patagonia de CONAF y representante nacional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), expuso sobre el estado de la institucionalidad chilena en torno a la protección de esta especie, clasificada como “vulnerable” en gran parte del país. Más específicamente, enumeró los objetivos y lineamientos del Plan Nacional de Conservación del Guanaco, un trabajado emprendido en 2010 por diversos organismos públicos y de la sociedad civil que buscó sistematizar los esfuerzos alrededor del cuidado del guanaco a lo largo de todo el territorio nacional, promoviendo su protección y reduciendo sus amenazas.

«En Chile hay muchas comunidades locales que entienden el rol ecológico y cultural que tiene guanaco en la vida nacional, pero nos falta que esa sensibilidad se dé a todo nivel, sobre todo entre los tomadores de decisión» concluyó.
Las intervenciones internacionales estuvieron a cargo de la ecóloga Celina Flores, del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET), en Argentina, y del también trasandino Alejandro Calderón, encargado de vida silvestre del Gobierno de la Pampa.

En su exposición, Flores divulgó los resultados de un proyecto de reintroducción de guanacos realizado en 2009 en el Parque Nacional Quebrada del Condorito, en Argentina, con el objetivo de potenciar sus servicios ecosistémicos en la zona, y estudiar la forma en que estas especies seleccionan su hábitat. Entre sus conclusiones, la investigadora comentó que “los guanacos introducidos prefirieron espacios con forraje de mayor valor nutricional (césped seco y húmedo), y en relieves que favorecían su estrategia para evitar depredadores», validando el comportamiento de otras especies investigadas.

Calderón, por su parte, hizo un repaso de los distintos proyectos de reintroducción de guanacos en la pampa trasandina, una región que alguna vez contó con 33 millones de estos animales y cuya población hoy alcanza los 2 millones de individuos (aproximadamente).

Al finalizar las presentaciones, Matías Guerrero, uno de los organizadores del evento, valoró la alta convocatoria de la actividad e incentivó a sus asistentes a seguir colaborando en los intentos por devolver al guanaco a su hábitat original y aprovechar su capacidad para restaurar y recuperar ecosistemas degradados.

Durante la tarde, expositores y asistentes participaron de un taller para delinear posibles caminos de acción para potenciar los proyectos actuales de reintroducción de la especie en la zona central de Chile.