Corredor biológico en Combarbalá: conectando santuarios de conservación

Investigadores CAPES, técnicos y guardaparques de la Reserva Nacional Las Chinchillas colaboran en un proyecto de CONAF que busca diseñar e implementar un corredor de conservación entre esta área protegida y el Parque Hacienda El Durazno, de propiedad privada.

Durante uno de sus recorridos en busca del mejor trazado para asentar el corredor, los profesionales realizaron importantes hallazgos que podrían ampliar el área de distribución de una de las especies más emblemáticas y amenazadas del bosque esclerófilo del norte de Chile.

El 15 de febrero pasado, a eso de las 03:30 de la madrugada, una de las cámaras trampa instaladas por los profesionales CAPES Sergio y Enrique Silva en las afueras de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la región de Coquimbo, captó un movimiento inusual. Sin notar su presencia, una pequeña chinchilla de cola larga (Chinchilla lanigera) buscaba comida en medio de las rocas, quedando inmortalizada por el lente del dispositivo (ver imagen).

El avistamiento de este roedor, una de las dos especies silvestres de chinchilla conocidas en el mundo (junto a la chinchilla de cola corta, también presente en Chile), tuvo una especial relevancia, pues se trataba del primer registro visual de esta especie fuera del área de influencia de la Reserva (con excepción de una pequeña comunidad aislada al norte de Coquimbo), confirmando de este modo la existencia de más colonias de uno de los objetos de conservación más amenazados de nuestro país, declarado en peligro de extinción desde 2008.

La chinchilla de cola larga captada durante el monitoreo en el área del nuevo corredor de conservación. Foto: Sergio Silva

El hallazgo fue uno de los tantos descubrimientos del comité científico-técnico creado por la Corporación Nacional Forestal, CONAF, para proponer y definir el trazado de un nuevo corredor de conservación en la región de Coquimbo, el cual busca conectar las áreas protegidas de Las Chinchillas con el Parque Hacienda El Durazno, un predio ubicado a 16 kilómetros de la reserva, en la ciudad de Combarbalá.

Los corredores biológicos son espacios de conservación que conectan áreas de especial importancia para la protección de los ecosistemas, estableciendo zonas reguladas de influencia alrededor de éstas a fin de recomponer, entre otras cosas, la fragmentación de hábitats provocada por la actividad humana, una de las causas más frecuentes de la pérdida de especies en el mundo.

El corredor es uno de los hitos del “Proyecto Manejo Sustentable de la Tierra” (PMST), una iniciativa coordinada por CONAF que tiene por objetivo “revertir el proceso de desertificación y degradación de los suelos en ecosistemas vulnerables, contribuir a la mitigación del cambio climático y potenciar el uso sostenible de la biodiversidad” mediante prácticas de manejo sustentable. El programa es parte de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales impulsada por el Estado chileno como parte de sus compromisos ambientales internacionales.

La misión del comité, conformado por investigadores del CAPES, CONAF, y del Instituto Forestal (INFOR), fue diseñar una metodología que permitiera hallar el perímetro más idóneo para el establecimiento de esta franja, que, a diferencia de un corredor biológico convencional, busca no sólo otorgar conectividad y facilitar el movimiento de especies animales y vegetales previamente aisladas, sino además conectar socialmente estos paisajes con la comunidades humanas que se benefician de él, dando énfasis a los usos sustentables de dichos ecosistemas.

Con ese objetivo, nos cuenta el investigador CAPES, Sergio Silva, “se realizó un análisis preliminar de los potenciales sectores a intervenir” en la zona que separa la Reserva Nacional Las Chinchillas y el Derecho Real de Conservación Hacienda El Durazno, territorios que, en sus palabras, “comparten dos pisos vegetacionales escasamente representados en el Sistema Nacional de Área Silvestres Protegidas (SNAPE) y que actualmente se encuentran fragmentados por actividades antrópicas, como minería, agricultura, ganadería, construcción de caminos, etc.”.

Una vez concluida esta etapa, que significó la interpretación de imágenes satelitales del lugar, la información recopilada debió ser corroborada en terreno, pudiendo disminuir la superficie potencial de la franja e identificar la composición de la formación vegetacional de manera más precisa.

Los corredores de conservación se componen de distintas zonas de influencia, cada una con funciones de conservación específicas. Las áreas núcleo, por ejemplo, representan el espacio primordial de la estructura, y son áreas protegidas de alto valor ecológico donde persisten y se desarrollan el grueso de las especies de flora y fauna aisladas. En este caso, tanto la Reserva Nacional Las Chinchillas como la Hacienda El Durazno son el refugio de diversas especies endémicas de nuestro país, muchas se las cuales se encuentran seriamente amenazadas, como la ya mencionada Chinchilla lanígera, el sapo de Atacama (Rhinella atacamensi), el cóndor (Vultur gryphus), el gato güiña (Leopardus guigna), el degú costino (Octodon lunatus), el puma (Puma concolor) y el lagarto de Müller (Liolaemus lorenzmueller).

Reserva Nacional Las Chinchillas, ubicada en la región de Coquimbo. Foto: Boris Saavedra

Lo mismo sucede con las especies vegetales de ambas áreas, formaciones dominadas por especies arbustivas espinosas y suculentas como el carbonillo (Cordia decandra), el colliguay (Colliguaja odorífera), el ñinquil (Flourensia thurifera) y el guayacán (Porlieria chilensis), entre otras. Sólo en la Reserva Las Chinchillas se han identificado hasta ahora más de 27 especies vegetales con algún grado de conservación (7 de ellas gravemente amenazadas) y 105 especies de vertebrados, 88 de ellos nativos y 16 endémicos.

Sirviendo de enlace entre estas zonas núcleo, se encuentran las áreas buffer de conexión, que corresponden a lo que podría definirse como el corredor mismo, y que conectan entre sí fragmentos más prístinos de ecosistema original (denominados “hábitats sumidero”) que por su aislamiento requieren de la inmigración de individuos provenientes de las áreas núcleo para sustentar la población de las especies que allí habitan. Estos parches de vegetación, asimismo, sirven como refugios temporales de otras especies, facilitando el movimiento de éstas a través del corredor.

“El implementar un corredor entre zonas protegidas permite mejorar la capacidad de movimiento y la dispersión de los individuos de las especies de flora y fauna presentes en el lugar” explica el investigador CAPES y académico del departamento de Ecología de la Universidad Católica, Patricio Pliscoff. “Esto es fundamental, ya que a mayor dispersión hay más probabilidad de que exista flujo génico entre los individuos de una población, lo que tiene un impacto positivo para la persistencia de las especies, permitiendo mayor capacidad reproductiva y de adaptación a los cambios ambientales (por ej. sequias o cambio climático)”.

Pliscoff es parte de un proyecto paralelo, financiado por CONAF, que sirve de base investigativa y experimental al trabajo de instalación del corredor, y que busca evaluar e identificar áreas específicas de restauración del matorral xerofítico de valles y pies de monte en la zona preandina semiárida de la región de Coquimbo, estudiando los ecosistemas de referencia que debieran servir de modelo para fines de restauración de esta zona, así como el estado actual de aquellas áreas donde ha sido degradada.

Dicho proyecto, encabezado por el también académico de la Universidad Católica y asociado CAPES, Pablo Becerra, también se propone estudiar técnicas de restauración activa dirigidas a reducir la depredación de plantas (conocida como herbivoría) y el estrés hídrico del lugar, las cuales permitirían mejorar el éxito de la siembra y plantación de diferentes especies previamente identificadas como típicas de estos ecosistemas.

El mismo corredor, de hecho, contempla zonas de transición (denominadas “áreas buffer” o de amortiguamiento) entre las áreas núcleo y aquellos lugares donde se realizan actividades productivas tales como la ganadería y la agricultura. Su función es amortiguar los impactos de estas actividades hacia las áreas núcleo, permitiéndoles un mayor grado de resiliencia. En el caso del proyecto, se definieron dos franjas de 4 kilómetros alrededor de la Reserva Las Chinchillas y el Parque Hacienda El Durazno, bajo el criterio de proteger la existencia de poblaciones de chinchilla en los lindes de la primera, y de involucrar a las comunidades agrícolas aledañas a la segunda en la realización de prácticas de manejo ambiental y mitigación.

Para Sergio Silva, el principal desafío de diseñar corredores que cumplan eficazmente su rol de conectores de flora y fauna, es la obtención detallada de información relevante respecto de los componentes, flora, vegetación, fauna y medio humano de estos ecosistemas. Esto, para crear redes ecológicamente coherentes, teniendo en mente los objetos de conservación, y utilizando criterios adecuados de observación.

Para ello, los investigadores se enfocaron en “la búsqueda de aquellos fragmentos de vegetación que proporcionaban el hábitat para una amplia gama de plantas y animales” cuenta Silva, “además de sitios con características que pudieran servir de barrera natural para terrenos domésticos de recorrido de animales, poblaciones e incluso unidades taxonómicas. Por último, nos abocamos al encuentro de fuentes y sumideros que proporcionaran abrigo, nidificación o refugio para las especies, de modo que éstas pudieran salir a alimentarse en los hábitats adyacentes”.

El degú costino, otra de las especies presentes en el área de influencia del nuevo corredor. Foto: Paula Díaz

“Fue en ese contexto” prosigue, “dentro de las labores de muestreos y monitoreo a los objetos de conservación propuestos (aves, carnívoros, reptiles, además de plantas y flores nativas), cuando detectamos la presencia de un individuo de Chinchilla laniger fuera de la Reserva Nacional, justo dentro del área destinada al corredor biológico, hecho que favorece y robustece el trabajo realizado”. Además de la chinchilla, los investigadores también pudieron comprobar la presencia del gato colocolo (Leopardus colocolo) pumas y zorros culpeo (Lycalopex culpaeus) en las zonas por donde pasará el corredor.

El proyecto, que acaba de entregar su informe final para su aprobación, constituye uno de los esfuerzos más importantes por instalar este tipo de instrumentos de conservación en la institucionalidad ambiental de nuestro país, que no cuenta hasta ahora con el concepto de corredor biológico en su normativa. De momento, como explica Patricio Pliscoff, sólo ha sido posible incorporarlo conceptualmente en el diseño y justificación de áreas protegidas.

“En nuestro país, la protección se ha entendido como algo estático que se asocia a un área con limites preestablecidos, por lo que el diseño de corredores y su aplicación como zonas de protección no ha sido adecuadamente desarrollado. La propuesta de una nueva red de áreas protegidas que incluyan áreas tanto del Estado como privadas en el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), puede ser un gran avance para la identificación e implementación de zonas de protección más dinámicas como los corredores biológicos, ya que se contara con mayores instrumentos de protección que los que existen en la actualidad”, detalla el investigador.

En cuanto a las próximas etapas del proyecto, el equipo CAPES continuará con el monitoreo de las distintas áreas que conforman el corredor biológico para evaluar su evolución y tomar las medidas para mejorar y restaurar las áreas más degradadas. Esto permitirá la sustentabilidad del corredor biológico a largo plazo y la permanencia de este tipo de ecosistemas, no sólo en Chile, sino en el mundo.

Texto: Comunicaciones CAPES
Foto: Sergio Silva, INFOR y CAPES

¿Cuánto oro vale una chinchilla? Carta insta a la protección de esta especie

El investigador Jaime Jiménez, dedicado al estudio de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta que cuestiona la decisión de trasladar a una población de chinchillas en favor de la instalación de un proyecto minero en la región de Atacama, y que ya ha cobrado la vida de dos individuos.

La muerte de dos chinchillas cordilleranas (Chinchilla chinchilla) ocurrida hace semanas durante un procedimiento de relocalización de 25 individuos de esta especie en la región de Atacama, encendió las alarmas tanto de la comunidad científica como de diversas agrupaciones ambientales, quienes volvieron a recordar los peligros inherentes al traslado de especies en estado crítico de conservación, como lo es la chinchilla, de su hábitat natural a un espacio nuevo.

Más aún, cuando el cambio de lugar viene dado por el reciente establecimiento de un proyecto minero de la firma sudafricana Gold Fields, aprobado por la institucionalidad ambiental en 2018, que busca extraer oro y plata de yacimientos de dichos minerales en el hábitat de estos frágiles roedores.

El investigador de la Universidad de North Texas, Jaime Jiménez, colaborador asociado de CAPES y dedicado al estudio y conservación de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta pública en la que diversos investigadores y especialistas en conservación recalcaron la importancia ecológica (y también económica) de esta especie, poniendo en duda el impacto social efectivo que se consigue privilegiando un modelo extractivo, que beneficia a pocos, por sobre el cuidado y gestión sustentable de nuestros ecosistemas.

Instan a los tomadores de decisión, además, a reforzar la legislación ambiental para resolver de manera correcta, y con mejor evidencia, conflictos ambientales cada vez más complejos.

En CAPES, transcribimos íntegramente el texto:

¿Cuánto oro vale una chinchilla?



El oro ha fascinado a los humanos por milenios. Los alquimistas lo han admirado por sus propiedades únicas y los ricos por su estatus de poder. Asimismo, el pelaje más fino del mundo, el de las chinchillas, ha sido muy apreciado por los nobles de los pueblos aborígenes latinoamericanos -de hecho, se equiparaba a su peso en oro- a lo largo de los Andes centrales de América del Sur desde la época precolombina. Tal valor por el oro y aprecio por la piel de las chinchillas impulsó, primero, a los conquistadores a matar, dominar y extraer estos recursos. Más recientemente, impulsados por la moda de los ricos y los mercados de pieles del norte, los chinchilleros persiguieron a estos pequeños mamíferos hasta los confines más lejanos y remotos de su distribución hasta el punto de llevar a las chinchillas al borde de la extinción. Al igual que la explotación destructiva de las chinchillas, la extracción de oro ya ha destruido y continúa destruyendo bosques y cuencas hidrográficas vírgenes en todo el mundo.

Los especialistas reconocen dos especies de chinchilla, la de cola larga o costina (Chinchilla lanigera) y la de cola corta o andina (Chinchilla chinchilla). Aun teniendo diferentes ecologías y distribuciones, tienen historias similares. Después de haber sido consideradas extintas durante muchos años, solo recientemente se han descubierto unas pocas colonias dispersas de chinchillas en algunos de los lugares más inhóspitos y remotos de la tierra, probablemente recuperándose de una de las persecuciones humanas más intensas registradas. Millones de estos animales fueron asesinados para vestir a la moda del norte. De manera similar, durante los últimos años, también se han descubierto grandes cantidades de oro debajo de unas pocas colonias de chinchillas en los altos Andes.

Un ejemplo de esto y que ha estado recientemente en las noticias es el caso de los sitios mineros de Gold Fields en el norte de Chile. En un artículo publicado en la revista Undark, Ed Stoddard reporta que estos sitios contienen hasta 3.5 millones de onzas de oro extraíble, una cantidad tan grande que es casi imposible de imaginar. Esta empresa minera sudafricana ya está en funcionamiento y lista para explotar este valioso mineral, pero se enfrenta al hecho de que las chinchillas están consideradas en peligro de extinción por la legislación nacional e internacional. Además, la especie también es considerada un monumento natural por el gobierno chileno. Aunque las chinchillas se pueden trasladar como ya lo están haciendo, lo que cumple con la ley chilena, los científicos y biólogos conservacionistas cuestionan la viabilidad de estas acciones ya que ningún estudio respalda estas intervenciones ni muestran su viabilidad. En consecuencia, nos preguntamos ¿Qué evidencia utilizan las personas actualmente a cargo de las translocaciones como base científica para respaldar sus acciones? A su vez, consultores pagados por las empresas mineras de oro están presionando y quieren bajar los estándares de la legislación nacional a favor de sus clientes.

Parece que el problema está en lo que permite el mandato estatal. Las empresas mineras solo están haciendo lo que está permitido legalmente. En Chile, el estado administra la Ley de Bases del Medio Ambiente y tiene la obligación de velar por que los proyectos extractivos no dañen la biodiversidad del país. En este caso particular, los permisos ya han sido emitidos. Los expertos no están de acuerdo con esta decisión, además del cuestionamiento ético de seguir tratando a los seres no humanos como meros recursos o mercancías para comerciar en los marcados de una manera muy utilitaria.

A pesar de haber subsidiado la vida de muchos chinchilleros en la antigüedad y de haber vestido a ricos y poderosos, la ecología de las chinchillas es literalmente desconocida. Estas chinchillas, especialmente las de cola corta, tienen una existencia en el límite y viven en uno de los ambientes más extremos conocidos para un mamífero: en afloramientos rocosos casi desolados, de más de 4.000 m de altitud, con pastos dispersos y escasa alimentación, limitadas madrigueras para escapar a los depredadores, extremadamente secos, con intensos niveles de radiación, temperaturas bajo cero y cubiertos por nieve la mayor parte del año.

Los científicos creen que perturbaciones como la minería pueden amenazar aún más a esta especie. Especialmente debido a la reciente mortalidad de dos individuos -sin causa explicada- y a un tercero reportado con las patas quebradas debido a un mal manejo. Al vivir en grupos pequeños y dispersos, al ser una especie social, que habita un ambiente extremo y al reproducirse lentamente, estos animales están al borde de la existencia y viven en un equilibrio muy frágil y dinámico. Ni la ciencia ni los ciudadanos comunes se benefician de las grandes cantidades de dinero gastadas por las empresas mineras en estudios básicos, los que casi nunca son ni revisados ni avalados por pares.

¿Cómo ayuda esto a nuestra comprensión de las chinchillas, de su ecosistema y de su conservación como especie y de su ambiente?

Los abajo firmantes, declaramos que no estamos en contra de las actividades extractivas, sino que hablamos por aquellos seres no humanos que no pueden opinar y defenderse por sí mismos. El mundo científico requiere que cualquier programa de gestión riesgoso y más si es de la envergadura que sugiere la traslocación de una población de una especie en peligro de extinción, se base en protocolos detallados y cuidadosamente probados. Este programa y los protocolos, procesos, actividades y resultados de este ejercicio harán historia y más importante, sentarán un precedente legal y de facto. Es por esto que invitamos a los tomadores de decisiones a revisar la normativa para casos complejos como este, de manera que las acciones que vayan a ser tomadas se justifiquen plenamente en evidencia y bases sólidas. Los científicos, conservacionistas y consultores no están en contra de la minería, pero creen que antes de que el hábitat de la chinchilla sea completamente destruido, la viabilidad de las translocaciones debe ser evaluada y probada a fondo, y que mientras tanto el principio precautorio, que es la regla de oro acordada por los principales expertos, debería prevalecer.



Autores: Amy Deane (International Union for the Conservation of Nature); Jaime E. Jiménez, PhD. (University of North Texas, EE. UU); Luis F. Pacheco, Doctor en Ciencias (Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia); Eduardo Pavez; Dr. Pablo Valladares Faúndez (Universidad de Tarapacá); Dr. Jorge Salazar Bravo (International Center for Arid and Semiarid Land Studies)

Créditos fotos: Jaime Jiménez

¿Cuánto oro vale una chinchilla? Carta insta a la protección de esta especie

El investigador Jaime Jiménez, dedicado al estudio de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta que cuestiona la decisión de trasladar a una población de chinchillas en favor de la instalación de un proyecto minero en la región de Atacama, y que ya ha cobrado la vida de dos individuos.

La muerte de dos chinchillas cordilleranas (Chinchilla chinchilla) ocurrida hace semanas durante un procedimiento de relocalización de 25 individuos de esta especie en la región de Atacama, encendió las alarmas tanto de la comunidad científica como de diversas agrupaciones ambientales, quienes volvieron a recordar los peligros inherentes al traslado de especies en estado crítico de conservación, como lo es la chinchilla, de su hábitat natural a un espacio nuevo.

Más aún, cuando el cambio de lugar viene dado por el reciente establecimiento de un proyecto minero de la firma sudafricana Gold Fields, aprobado por la institucionalidad ambiental en 2018, que busca extraer oro y plata de yacimientos de dichos minerales en el hábitat de estos frágiles roedores.

El investigador de la Universidad de North Texas, Jaime Jiménez, colaborador asociado de CAPES y dedicado al estudio y conservación de la chinchilla durante más de treinta años, fue uno de los redactores de una carta pública en la que diversos investigadores y especialistas en conservación recalcaron la importancia ecológica (y también económica) de esta especie, poniendo en duda el impacto social efectivo que se consigue privilegiando un modelo extractivo, que beneficia a pocos, por sobre el cuidado y gestión sustentable de nuestros ecosistemas.

Instan a los tomadores de decisión, además, a reforzar la legislación ambiental para resolver de manera correcta, y con mejor evidencia, conflictos ambientales cada vez más complejos.

En CAPES, transcribimos íntegramente el texto:

¿Cuánto oro vale una chinchilla?



El oro ha fascinado a los humanos por milenios. Los alquimistas lo han admirado por sus propiedades únicas y los ricos por su estatus de poder. Asimismo, el pelaje más fino del mundo, el de las chinchillas, ha sido muy apreciado por los nobles de los pueblos aborígenes latinoamericanos -de hecho, se equiparaba a su peso en oro- a lo largo de los Andes centrales de América del Sur desde la época precolombina. Tal valor por el oro y aprecio por la piel de las chinchillas impulsó, primero, a los conquistadores a matar, dominar y extraer estos recursos. Más recientemente, impulsados por la moda de los ricos y los mercados de pieles del norte, los chinchilleros persiguieron a estos pequeños mamíferos hasta los confines más lejanos y remotos de su distribución hasta el punto de llevar a las chinchillas al borde de la extinción. Al igual que la explotación destructiva de las chinchillas, la extracción de oro ya ha destruido y continúa destruyendo bosques y cuencas hidrográficas vírgenes en todo el mundo.

Los especialistas reconocen dos especies de chinchilla, la de cola larga o costina (Chinchilla lanigera) y la de cola corta o andina (Chinchilla chinchilla). Aun teniendo diferentes ecologías y distribuciones, tienen historias similares. Después de haber sido consideradas extintas durante muchos años, solo recientemente se han descubierto unas pocas colonias dispersas de chinchillas en algunos de los lugares más inhóspitos y remotos de la tierra, probablemente recuperándose de una de las persecuciones humanas más intensas registradas. Millones de estos animales fueron asesinados para vestir a la moda del norte. De manera similar, durante los últimos años, también se han descubierto grandes cantidades de oro debajo de unas pocas colonias de chinchillas en los altos Andes.

Un ejemplo de esto y que ha estado recientemente en las noticias es el caso de los sitios mineros de Gold Fields en el norte de Chile. En un artículo publicado en la revista Undark, Ed Stoddard reporta que estos sitios contienen hasta 3.5 millones de onzas de oro extraíble, una cantidad tan grande que es casi imposible de imaginar. Esta empresa minera sudafricana ya está en funcionamiento y lista para explotar este valioso mineral, pero se enfrenta al hecho de que las chinchillas están consideradas en peligro de extinción por la legislación nacional e internacional. Además, la especie también es considerada un monumento natural por el gobierno chileno. Aunque las chinchillas se pueden trasladar como ya lo están haciendo, lo que cumple con la ley chilena, los científicos y biólogos conservacionistas cuestionan la viabilidad de estas acciones ya que ningún estudio respalda estas intervenciones ni muestran su viabilidad. En consecuencia, nos preguntamos ¿Qué evidencia utilizan las personas actualmente a cargo de las translocaciones como base científica para respaldar sus acciones? A su vez, consultores pagados por las empresas mineras de oro están presionando y quieren bajar los estándares de la legislación nacional a favor de sus clientes.

Parece que el problema está en lo que permite el mandato estatal. Las empresas mineras solo están haciendo lo que está permitido legalmente. En Chile, el estado administra la Ley de Bases del Medio Ambiente y tiene la obligación de velar por que los proyectos extractivos no dañen la biodiversidad del país. En este caso particular, los permisos ya han sido emitidos. Los expertos no están de acuerdo con esta decisión, además del cuestionamiento ético de seguir tratando a los seres no humanos como meros recursos o mercancías para comerciar en los marcados de una manera muy utilitaria.

A pesar de haber subsidiado la vida de muchos chinchilleros en la antigüedad y de haber vestido a ricos y poderosos, la ecología de las chinchillas es literalmente desconocida. Estas chinchillas, especialmente las de cola corta, tienen una existencia en el límite y viven en uno de los ambientes más extremos conocidos para un mamífero: en afloramientos rocosos casi desolados, de más de 4.000 m de altitud, con pastos dispersos y escasa alimentación, limitadas madrigueras para escapar a los depredadores, extremadamente secos, con intensos niveles de radiación, temperaturas bajo cero y cubiertos por nieve la mayor parte del año.

Los científicos creen que perturbaciones como la minería pueden amenazar aún más a esta especie. Especialmente debido a la reciente mortalidad de dos individuos -sin causa explicada- y a un tercero reportado con las patas quebradas debido a un mal manejo. Al vivir en grupos pequeños y dispersos, al ser una especie social, que habita un ambiente extremo y al reproducirse lentamente, estos animales están al borde de la existencia y viven en un equilibrio muy frágil y dinámico. Ni la ciencia ni los ciudadanos comunes se benefician de las grandes cantidades de dinero gastadas por las empresas mineras en estudios básicos, los que casi nunca son ni revisados ni avalados por pares.

¿Cómo ayuda esto a nuestra comprensión de las chinchillas, de su ecosistema y de su conservación como especie y de su ambiente?

Los abajo firmantes, declaramos que no estamos en contra de las actividades extractivas, sino que hablamos por aquellos seres no humanos que no pueden opinar y defenderse por sí mismos. El mundo científico requiere que cualquier programa de gestión riesgoso y más si es de la envergadura que sugiere la traslocación de una población de una especie en peligro de extinción, se base en protocolos detallados y cuidadosamente probados. Este programa y los protocolos, procesos, actividades y resultados de este ejercicio harán historia y más importante, sentarán un precedente legal y de facto. Es por esto que invitamos a los tomadores de decisiones a revisar la normativa para casos complejos como este, de manera que las acciones que vayan a ser tomadas se justifiquen plenamente en evidencia y bases sólidas. Los científicos, conservacionistas y consultores no están en contra de la minería, pero creen que antes de que el hábitat de la chinchilla sea completamente destruido, la viabilidad de las translocaciones debe ser evaluada y probada a fondo, y que mientras tanto el principio precautorio, que es la regla de oro acordada por los principales expertos, debería prevalecer.



Autores: Amy Deane (International Union for the Conservation of Nature); Jaime E. Jiménez, PhD. (University of North Texas, EE. UU); Luis F. Pacheco, Doctor en Ciencias (Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia); Eduardo Pavez; Dr. Pablo Valladares Faúndez (Universidad de Tarapacá); Dr. Jorge Salazar Bravo (International Center for Arid and Semiarid Land Studies)

Créditos fotos: Jaime Jiménez