Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Espacios costeros para pueblos originarios: estudio evalúa desafíos y oportunidades

A doce años de la promulgación en Chile de la ley de Espacios Costeros Marinos de los Pueblos Originarios (ECMPO) ¿cuánto ha avanzado este instrumento en la restitución de los derechos de tierra ancestrales de las comunidades indígenas, y de paso, en la protección y manejo sustentable de los ecosistemas costeros del país?

Esta fue una de las preguntas que Luciano Hiriart-Bertrand, de Costa Humboldt; Juan Silva, de la Universidad de California Santa Bárbara, y Stefan Gelcich, de CAPES, buscaron responderse en un reciente artículo publicado en la revista Ocean and Coastal Management.

El trabajo tuvo por objetivo analizar la implementación de esta medida, que asigna y delimita zonas marinas y costeras exclusivas para el manejo de estos pueblos, determinando cuáles son sus principales potenciales a nivel de conservación y los obstáculos que aún perduran para asegurar avances reales en la materia.

Para ello, los investigadores estudiaron el estado de tramitación de las 91 áreas cuya administración ha sido solicitada por comunidades indígenas entre 2008 y 2019 (de las cuales 9 se encuentran completamente operativas), cuya extensión total alcanza los 31.959 km2.

Entre los aspectos evaluados, se determinaron los tipos de uso otorgados para cada zona (turismo, pesca, conservación, entre otros), recogieron las impresiones de las mismas comunidades sobre el instrumento, e identificaron las principales brechas que dificultaban el proceso de asignación e implementación de la política.

“Los principales desafíos de implementación de la ECMPO dicen relación con las diferentes visiones de mundo entre las comunidades indígenas y las instituciones del Estado” afirma el estudio. A esto, se suman problemas relativos a los plazos y recursos financieros requeridos para la aplicación del instrumento, y conflictos originados por el temor de algunos pescadores artesanales no indígenas de que el otorgamiento de más derechos de manejo en las costas chilenas pueda incrementar la presión sobre la actividad pesquera, reduciendo así los recursos disponibles.

“Nuestro diagnóstico revela que uno de los problemas más presentes es el hecho de que Conadi (agencia encargada de implementar la política), provee financiamiento sólo cuando los proyectos han sido aprobados oficialmente; todos los pasos previos del proceso de adjudicación deben ser financiados por las mismas comunidades”, explican los autores. Asimismo, éstos proponen que durante el proceso de postulación las comunidades puedan ser capaces de seleccionar las áreas a conservar, formar redes con entidades estatales y transferir sus sistemas de conocimiento a la compleción de formularios y requisitos de postulación, los que, en la actualidad, están basados en una visión occidental de la gestión ambiental.

En opinión de los investigadores, suplir estas deficiencias de modo de asegurar la legítima implementación de esta política es un paso clave para avanzar en el reconocimiento del derecho de los pueblos originarios a la autodeterminación, una deuda que, hasta ahora, el Estado chileno no ha logrado asumir.

“La ley de Espacios Costeros Marinos de los Pueblos Originarios tiene el potencial de ampliar la conservación cultural y de la biodiversidad marina, mediante la asignación de accesos y derechos de manejo de áreas marinas a estas comunidades”, aseveran los investigadores. “Aun cuando la medida esté dominada por instituciones del Estado y sus marcos de gestión por protocolos científicos occidentales, ofrece una oportunidad para controlar actividades no reguladas, restaurar ecosistemas marinos y desarrollar planes de manejo que incluyan el conocimiento tradicional de estas culturas”, concluyen.

Fuente: Challenges and opportunities of implementing the marine and coastal areas for indigenous peoples policy in Chile (2020)

Espacios costeros para pueblos originarios: estudio evalúa desafíos y oportunidadesMarine and Coastal Areas for Indigenous Peoples: Study Assesses Challenges and Opportunities

A doce años de la promulgación en Chile de la ley de Espacios Costeros Marinos de los Pueblos Originarios (ECMPO) ¿cuánto ha avanzado este instrumento en la restitución de los derechos de tierra ancestrales de las comunidades indígenas, y de paso, en la protección y manejo sustentable de los ecosistemas costeros del país?

Esta fue una de las preguntas que Luciano Hiriart-Bertrand, de Costa Humboldt; Juan Silva, de la Universidad de California Santa Bárbara, y Stefan Gelcich, de CAPES, buscaron responderse en un reciente artículo publicado en la revista Ocean and Coastal Management.

El trabajo tuvo por objetivo analizar la implementación de esta medida, que asigna y delimita zonas marinas y costeras exclusivas para el manejo de estos pueblos, determinando cuáles son sus principales potenciales a nivel de conservación y los obstáculos que aún perduran para asegurar avances reales en la materia.

Para ello, los investigadores estudiaron el estado de tramitación de las 91 áreas cuya administración ha sido solicitada por comunidades indígenas entre 2008 y 2019 (de las cuales 9 se encuentran completamente operativas), cuya extensión total alcanza los 31.959 km2.

Entre los aspectos evaluados, se determinaron los tipos de uso otorgados para cada zona (turismo, pesca, conservación, entre otros), recogieron las impresiones de las mismas comunidades sobre el instrumento, e identificaron las principales brechas que dificultaban el proceso de asignación e implementación de la política.

“Los principales desafíos de implementación de la ECMPO dicen relación con las diferentes visiones de mundo entre las comunidades indígenas y las instituciones del Estado” afirma el estudio. A esto, se suman problemas relativos a los plazos y recursos financieros requeridos para la aplicación del instrumento, y conflictos originados por el temor de algunos pescadores artesanales no indígenas de que el otorgamiento de más derechos de manejo en las costas chilenas pueda incrementar la presión sobre la actividad pesquera, reduciendo así los recursos disponibles.

“Nuestro diagnóstico revela que uno de los problemas más presentes es el hecho de que Conadi (agencia encargada de implementar la política), provee financiamiento sólo cuando los proyectos han sido aprobados oficialmente; todos los pasos previos del proceso de adjudicación deben ser financiados por las mismas comunidades”, explican los autores. Asimismo, éstos proponen que durante el proceso de postulación las comunidades puedan ser capaces de seleccionar las áreas a conservar, formar redes con entidades estatales y transferir sus sistemas de conocimiento a la compleción de formularios y requisitos de postulación, los que, en la actualidad, están basados en una visión occidental de la gestión ambiental.

En opinión de los investigadores, suplir estas deficiencias de modo de asegurar la legítima implementación de esta política es un paso clave para avanzar en el reconocimiento del derecho de los pueblos originarios a la autodeterminación, una deuda que, hasta ahora, el Estado chileno no ha logrado asumir.

“La ley de Espacios Costeros Marinos de los Pueblos Originarios tiene el potencial de ampliar la conservación cultural y de la biodiversidad marina, mediante la asignación de accesos y derechos de manejo de áreas marinas a estas comunidades”, aseveran los investigadores. “Aun cuando la medida esté dominada por instituciones del Estado y sus marcos de gestión por protocolos científicos occidentales, ofrece una oportunidad para controlar actividades no reguladas, restaurar ecosistemas marinos y desarrollar planes de manejo que incluyan el conocimiento tradicional de estas culturas”, concluyen.

Fuente: Challenges and opportunities of implementing the marine and coastal areas for indigenous peoples policy in Chile (2020)

Estudiantes de Ing. Forestal participan en taller de Restauración Ecológica

Entre sus objetivos, el taller buscó generar un espacio de debate sobre los desafíos de la restauración en Chile en un contexto de cambio climático y conflictos socio-ambientales.

Entre el 10 y 14 de marzo, la Estación Experimental Pantanillos, en la Región del Maule, fue el lugar elegido para la realización del primer «Taller de Restauración Ecológica», el cual convocó a 36 estudiantes de la carrera de Ingeniería Forestal de la U. de Chile en torno al aprendizaje de los planes de restauración de ecosistemas de bosque o matorral afectados por incendios.

La actividad estuvo a cargo del investigador CAPES y académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Casa de Bello, Dr. Juan Ovalle.

“El taller nace de la necesidad de generar competencias para la correcta toma de decisiones en la recuperación de estos ambientes” relata Ovalle. Específicamente, la actividad se enfocó en desarrollar y fortalecer las capacidades de los estudiantes a la hora de aplicar metodologías de campo aplicadas a la planificación, implementación y monitoreo de un plan de restauración y/o rehabilitación ecológica.

Asimismo, el taller buscó generar un espacio de debate sobre los desafíos de la restauración en Chile considerando el actual contexto de cambio climático (mega sequía e incendios forestales) y conflictos socio-ambientales por el uso de la tierra y la degradación de los ecosistemas naturales en Chile.

Además del Dr. Ovalle, la instancia contó con la presencia de diversos/as especialistas del área de la restauración, con el fin de promover la discusión interdisciplinaria entre los/as estudiantes. Los profesores invitados fueron la Dra. Anahí Ocampo, investigadora postdoctoral y especialista en socio-ecología de la restauración de la Universidad de Chile; Solange Lobos, coordinadora de proyectos de restauración de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile; el Dr. Patricio Valenzuela, ecofisiólogo de plantaciones e investigador postdoctoral de la Universidad Politécnica de Madrid, España; Dr. Sergio Espinoza, académico del Depto. de Ciencias Forestales de la Universidad Católica del Maule; y el Dr.(c) Christian Osorio, especialista en conservación de fauna silvestre del Dept. of Fish and Wildlife Conservation, Virginia Tech, USA.

Durante la semana de trabajo, que incluyó clases en aula y salidas a terreno, los estudiantes aprendieron a diagnosticar el estado de degradación de un ecosistema forestal mediante la identificación de las barreras bióticas y abióticas, priorizar los elementos y servicios ecosistémicos a restaurar basado en un enfoque participativo, definir ecosistemas de referencia en base a una metodología estándar, establecer tratamientos de vivero y técnicas de re vegetación para la restauración activa y/o pasiva, y utilizar indicadores para el monitoreo del éxito de la restauración a corto, mediano y largo plazo.

Cómo producto final del taller los estudiantes elaboraron un plan de restauración que constó de cuatro etapas, siguiendo la metodología establecida por la Sociedad Internacional de Restauración Ecológica (SER).

“La experiencia y los positivos resultados conseguidos en esta primera versión del taller nos insta a continuar desarrollando iniciativas de carácter interdisciplinario con estudiantes de educación superior”, expresa Ovalle.

Estudiantes de Ing. Forestal participan en taller de Restauración Ecológica

Entre sus objetivos, el taller buscó generar un espacio de debate sobre los desafíos de la restauración en Chile en un contexto de cambio climático y conflictos socio-ambientales.

Entre el 10 y 14 de marzo, la Estación Experimental Pantanillos, en la Región del Maule, fue el lugar elegido para la realización del primer «Taller de Restauración Ecológica», el cual convocó a 36 estudiantes de la carrera de Ingeniería Forestal de la U. de Chile en torno al aprendizaje de los planes de restauración de ecosistemas de bosque o matorral afectados por incendios.

La actividad estuvo a cargo del investigador CAPES y académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Casa de Bello, Dr. Juan Ovalle.

“El taller nace de la necesidad de generar competencias para la correcta toma de decisiones en la recuperación de estos ambientes” relata Ovalle. Específicamente, la actividad se enfocó en desarrollar y fortalecer las capacidades de los estudiantes a la hora de aplicar metodologías de campo aplicadas a la planificación, implementación y monitoreo de un plan de restauración y/o rehabilitación ecológica.

Asimismo, el taller buscó generar un espacio de debate sobre los desafíos de la restauración en Chile considerando el actual contexto de cambio climático (mega sequía e incendios forestales) y conflictos socio-ambientales por el uso de la tierra y la degradación de los ecosistemas naturales en Chile.

Además del Dr. Ovalle, la instancia contó con la presencia de diversos/as especialistas del área de la restauración, con el fin de promover la discusión interdisciplinaria entre los/as estudiantes. Los profesores invitados fueron la Dra. Anahí Ocampo, investigadora postdoctoral y especialista en socio-ecología de la restauración de la Universidad de Chile; Solange Lobos, coordinadora de proyectos de restauración de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile; el Dr. Patricio Valenzuela, ecofisiólogo de plantaciones e investigador postdoctoral de la Universidad Politécnica de Madrid, España; Dr. Sergio Espinoza, académico del Depto. de Ciencias Forestales de la Universidad Católica del Maule; y el Dr.(c) Christian Osorio, especialista en conservación de fauna silvestre del Dept. of Fish and Wildlife Conservation, Virginia Tech, USA.

Durante la semana de trabajo, que incluyó clases en aula y salidas a terreno, los estudiantes aprendieron a diagnosticar el estado de degradación de un ecosistema forestal mediante la identificación de las barreras bióticas y abióticas, priorizar los elementos y servicios ecosistémicos a restaurar basado en un enfoque participativo, definir ecosistemas de referencia en base a una metodología estándar, establecer tratamientos de vivero y técnicas de re vegetación para la restauración activa y/o pasiva, y utilizar indicadores para el monitoreo del éxito de la restauración a corto, mediano y largo plazo.

Cómo producto final del taller los estudiantes elaboraron un plan de restauración que constó de cuatro etapas, siguiendo la metodología establecida por la Sociedad Internacional de Restauración Ecológica (SER).

“La experiencia y los positivos resultados conseguidos en esta primera versión del taller nos insta a continuar desarrollando iniciativas de carácter interdisciplinario con estudiantes de educación superior”, expresa Ovalle.

Reserva Las Chinchillas: la larga marcha de un ecosistema resiliente

Creada en 1983, las 4,200 hectáreas que comprenden esta área silvestre protegida son hogar del estudio ecológico de largo plazo más grande en ejecución. Los casi 33 años de datos acumulados a la fecha, revelan la importancia que estos monitoreos tienen para el conocimiento de los sistemas biológicos y sus cambios en el tiempo.

Hace poco más de dos años, durante uno de sus transectos matutinos por las escarpadas quebradas de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la IV Región, Boris Saavedra se encontró de pronto con una vieja conocida.

Posada sobre una roca, completamente ajena a la presencia del guardarques, una iguana chilena (Callopistes maculatus) recibía impávida el sol de la mañana.

Era el primer avistamiento de este lagarto en casi un lustro de observaciones. Un período particularmente seco, iniciado en 2012, había eliminado cualquier rastro de la especie al interior de la reserva, al punto de hacerle creer al personal de CONAF encargado de administrarla que el reinado de la iguana en esta importante área protegida había vivido ya sus últimos días.

Y, sin embargo, ahí estaba nuevamente. Convocado por un súbito período de precipitaciones –de los que cada vez hay menos en esta zona del país– el reptil endémico más grande de Chile se dejaba ver, y registrar, por un par de ojos humanos.

Aun cuando detectar la presencia –o ausencia– de la iguana chilena en la reserva no se encuentra entre las obligaciones de Saavedra, este tipo de hallazgos es un ejemplo de la importancia del registro y seguimiento de ecosistemas como éste durante años, e incluso décadas, para entender su comportamiento y características.

“Cualquier investigador que hubiese estudiado a la iguana durante esos 4 o 5 años, un lapso de tiempo más que suficiente para un proyecto de investigación en Chile, habría consignado que esta especie simplemente no era parte del ecosistema de la reserva” explica Sergio Silva, doctor en Ecología de la Universidad Católica de Chile. “Es gracias a los seguimientos de más larga data que podemos entender que la presencia de la iguana chilena, y de otras especies, en Las Chinchillas, fluctúa de acuerdo a la abundancia o escasez de ciertos recursos”.

Tanto Silva como Saavedra forman parte de un equipo de investigación con más de 33 años registrando y analizando las poblaciones de vertebrados al interior de Las Chinchillas, en el estudio de largo plazo más longevo del país actualmente en curso.

El fruto de su trabajo no sólo ha servido de base para múltiples investigaciones derivadas, sino que ha permitido conocer con lujo de detalle la marcha de un ecosistema sometido a diversas presiones ambientales a lo largo del tiempo, documentando su historia y la de los organismos que lo habitan.

Datos en terreno

La historia de los estudios de largo plazo en la Reserva Nacional Las Chinchillas comienza cuatro años después de su creación, en 1987, cuando los ecólogos Fabián Jaksic y Jaime Jiménez iniciaron un proyecto de investigación patrocinado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y la World Wildlife Fund (WWF), destinado a monitorear las poblaciones de diversos vertebrados en la zona.

Hoy, el trabajo implica el conteo y registro de buena parte de las especies animales que habitan esa área de 4 200 hectáreas, repartidas a lo largo de un sistema de quebradas que unen la cordillera de Los Andes por el este y la cordillera de la Costa por el oeste. Estas quebradas albergan pequeños microambientes donde la vida, si bien constreñida a nivel de espacio y recursos, abunda.

Silva, integrado al proyecto en 1995, detalla la diversidad de especies monitoreadas: “El proyecto estudia la poblaciones e interacciones de aves diurnas, rapaces nocturnos, micro mamíferos (roedores y marsupiales) y depredadores terrestres como el zorro, el puma y el gato colocolo, recientemente detectado”.

Entre los datos que se recogen de cada especie, los investigadores y guardaparques asociados al proyecto identifican su número y fluctuación estacional a través de censos y muestreos, así como el sexo, tamaño y estado de reproducción de roedores.

“Tenemos la información de sus números y su fluctuación en el tiempo. Hacemos cuatro muestreos anuales, uno por estación, consignando el número de aves, depredadores y micro mamíferos presentes. Siempre se hace el mismo trabajo, a la misma hora, y con los mismos investigadores” señala Silva.

La metodología detrás de estos monitoreos varía de comunidad en comunidad, pero en conjunto demanda altas cuotas de constancia y dedicación. Cada mes, Saavedra, Silva, y el biólogo y asistente del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), Enrique Silva, recorren los 17 kilómetros que separan Las Chinchillas de su ciudad más cercana, Illapel, para recoger muestras de fecas y egagrópilas con el fin de identificar la composición dietaria de los depredadores de la zona, y así estimar indirectamente la cantidad de microfauna del lugar.

Otro método más directo para el conteo de micro mamíferos –chinchilla, cururo, degú y otros– es la instalación de trampas en zonas estratégicas de la reserva. Durante cuatro o cinco días de otoño, invierno, primavera y verano, los investigadores revisan las 98 trampas (no letales) distribuidas en dos grillas de media hectárea de extensión, una ubicada en la ladera norte de la Quebrada del Cobre (un sector a poco más de dos kilómetros de la entrada a Las Chinchillas), y otra en la ladera sur.

Durante esos días, Saavedra y compañía identifican el número de roedores que caen en las trampas, anotando su especie, tamaño y otras características, para luego etiquetarlos con un código que permite evitar la sobrestimación en el conteo.

Con la fauna más esquiva, las técnicas de seguimiento descansan más en la observación: “En el caso de las aves, contamos con puntos de observación dentro de la reserva en los sectores de El Grillo y El Cobre” explica Sergio Silva. “Estos puntos de observación tienen un radio de 50 metros, donde escuchamos y vemos todas las aves que podemos durante 5 minutos. De esta forma, podemos estimar el número mínimo de individuos presentes”. Actualmente, la Reserva es ya sea hogar o estación de paso de 75 especies de aves.

En cuanto a los depredadores, los miembros del equipo realizan observaciones diarias a través transectos de dos o tres kms, anotando sus hallazgos. Para los más grandes, suelen ser útiles las cámaras trampa: “Es una buena herramienta que se está utilizando bastante y que ha permitido identificar especies que antes no era posible identificar, como el puma o el colocolo, o el gato andino para el norte”, cuenta Saavedra.

Fuente inagotable de información

Con más de 30 años de seguimientos en terreno, Silva, Silva y Saavedra han realizado más 100 muestreos trimestrales y analizado más de 35.000 individuos de distintas especies, tanto vegetales como animales.

Toda esa información es eventualmente ingresada a una base de datos que contiene lo recabado a lo largo todo el proyecto, desde sus inicios en 1987, hasta este último verano. Posiblemente, se trata del registro ecológico más completo y extendido sobre un ecosistema en Chile.

Esta base, y el trabajo realizado en el contexto de su proyecto, ha servido como una fuente inagotable de nuevo conocimiento científico, especialmente referido a la capacidad de adaptación de las comunidades ante largos períodos de escasez de agua y alimentos, motivados en buena parte por ciclos de sequía y la influencia progresiva del cambio climático.

Enrique Silva da un ejemplo: “Entre otras cosas, hemos descubierto cómo los zorros que habitan la reserva han aprendido a comer conejos ante el descenso en el número de roedores nativos, pudiendo determinar que, a partir de un n número de roedores por hectárea, el zorro empieza incluso a alimentarse de semillas, es decir, adapta su dieta a su disponibilidad de alimento”.

“A nivel de conocimiento nuevo, se ha logrado saber qué tan elásticos son estos sistemas” añade Sergio Silva, “cómo son capaces de funcionar a pesar de todas las restricciones que impone hoy el cambio climático. Estos ecosistemas están funcionando: se comprimen y se acomodan. A veces una especie puede desaparecer de la película, al punto que uno cree que no van volver, y de pronto hay un período de bonanza y estas especies vuelven a llegar al sistema y el sistema vuelve a reacomodarse”.

Fabián Jaksic, director del proyecto, concuerda: “La importancia primaria de los estudios de largo plazo es la generación de conocimiento que no es posible extraer a partir de experimentos acotados en el tiempo. Éstos constituyen una fuente de información estandarizada para analizar el funcionamiento de sistemas ecológicos y sus respuestas frente a fluctuaciones de diferente amplitud y frecuencia, así como para desarrollar investigaciones en base a nuevas hipótesis”.

A la fecha, esas nuevas investigaciones se han convertido en 14 tesis de pre y postgrado en el área, las cuales han generado más de 60 publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Desde los primeros trabajos de Jaime Jiménez (1987) sobre los métodos de trampeo más efectivos para la chinchilla, hasta los esfuerzos de Matías Arim para entender cómo las cadenas tróficas son alteradas por la disponibilidad de recursos (2007), pasando por el estudio del investigador CAPES Mauricio Lima, quien analizó con detalle las dinámicas demográficas de los micro mamíferos de la región (especialmente marsupiales) (2001).

La reserva, fortalezas y amenazas

Pero los beneficios de este proyecto no sólo se limitan al ámbito científico. Pablo Povea, encargado de áreas silvestres de la Provincia de Choapa y de la administración de Las Chinchillas, reconoce el aporte que ha significado el estudio para los esfuerzos de conservación que allí se realizan. “A veces es complejo trabajar con investigadores. Muchos ocupan la reserva para sus trabajos en terreno, y luego se van sin dejar nada, pero éste no ha sido el caso” afirma. “Se produce mucho intercambio de información con los investigadores, quienes nos facilitan todo el material que publican”.

“Hemos ganado la confianza de la CONAF” confirma Sergio Silva, “Hemos logrado trabajar de una manera mancomunada, y ellos se apoyan mucho en nosotros. Nos invitan a charlas y nosotros los asesoramos técnicamente en diversos proyectos. Cualquier iniciativa que se efectúa en la reserva, como sus planes de manejo, se apoyan en nuestros datos, asegurando la efectividad de estos esfuerzos”.

Y hasta ahora, dichos esfuerzos han valido la pena. Creada en 1983, Las Chinchillas fue originalmente creada para resguardar la fauna nativa que poblaba la zona, especialmente la del peludo roedor al que debe su nombre. El año de su instalación, apenas 1 500 ejemplares de chinchilla de cola larga (Chinchilla lanígera) quedaban en la reserva, diezmada por décadas de caza indiscriminada a raíz del alto valor de su piel. Hoy, se estima que su población ronda entre los 9 mil a 12 mil individuos.

“La reserva es el único lugar donde la chinchilla silvestre se mantiene protegida”, nos cuenta Ian Araya, uno de sus guardaparques, mientras recorremos junto a él el nocturama que simula el horario de actividad predilecto de esta especie. La muestra también incluye ejemplares de la chinchilla de cola corta (Chinchilla chinchilla), la otra especie de chinchilla presente en Chile (aunque ubicada algo más al norte), y la chinchilla de criadero, además de degús, cururos y yacas.

La reserva recibe alrededor de 3 500 visitantes al año, cifra que, aunque significativa, aún es baja en comparación con otros parques y reservas de la zona norte-centro. De ellos, el 15% son extranjeros y una gran parte corresponde a colegios y delegaciones universitarias.

“Las Chinchillas se enorgullece de hacer mucha educación ambiental”, señala Povea, “Regularmente generados actividades para los niños de dos colegios rurales de la zona, Las Chinchillas de Cocou y Matancilla. Durante los paseos y charlas que hacemos, los niños (casi todos en situación de vulnerabilidad) aprenden haciendo y lo pasan muy bien. Los guardaparques les enseñan, y a ellos les fascina cuando los ven llegar”. No por nada la reserva es reconocida como aula complementaria por el Ministerio de Educación.

Sin embargo, pese al aporte que representa la reserva para la protección y cuidado de la biodiversidad local, ésta no se haya exenta de problemas o amenazas. Junto a la reserva se asientan distintos proyectos mineros (plantas de áridos, mayoritariamente), las cuales generan desechos y contaminación acústica que ahuyenta y molesta a las aves y chinchillas cercanas, sin contar que muchas de estas instalaciones generan fuego y, por tanto, un alto riesgo de incendios.

“Aun cuando hacemos patrullaje por las áreas aledañas –y por los 58 postes eléctricos al interior del terreno– es muy difícil mantener protegido en todo momento el perímetro completo de la reserva, por lo que la posibilidad de un incendio está siempre presente” comenta Povea, quien también cita al ganado y los perros callejeros como otro problema a solucionar.

El avance del desierto

La amenaza del fuego también se incrementa por causa de otro factor que, de un tiempo a esta parte, empieza a ser determinante para la estabilidad de la reserva y de la vida que contiene: la desertificación provocada por el cambio climático y la actividad humana.

“En los últimos diez años ha mermado el agua y con ella los avistamientos de especies, incluso de insectos como la vinchuca” explica Ian Araya. “Toda la cadena trófica ha sufrido. A estas alturas del año (diciembre), por ejemplo, debería haber más aves, pero éstas no han llegado. Lo mismo pasa con el matorral que caracteriza a la zona”.
“Los quillayes están secos, lo mismo los espinos y los litres”, suma Povea.

“Uno ve, con cada visita, cómo se ha ido secando la vegetación asociada a ambientes más húmedos, que básicamente está constituida por vegetación esclerófila” ahonda Silva. No lo estamos evaluando, pero empíricamente eso nos indica que la reserva y todos los sistemas de quebrada de la IV Región están pasando por este proceso. Tu entras a quebradas que antes eran verdes y ahora las ves amarillas, porque se están secando los árboles”.

Otra evidencia del avance progresivo del desierto en la zona es la presencia de especies nunca vistas hace 5, 10 años, dice Silva. “A la reserva han llegado especies como el picaflor del norte o la tenca de alas blancas, que normalmente no deberían aparecer en estas latitudes”.

Para el ecólogo, la Región de Coquimbo representa una paradoja propia de la actitud del hombre hacia la naturaleza. “Es la región que, en términos de biodiversidad vegetal, es la más rica del país. Aquí habitan alrededor de 1 500 especies vegetales nativas, y el 53% de esa vegetación es endémica de la región. Y, sin embargo, aun sabiendo desde hace 20 años que la región presenta escasez crítica de agua, tú ves cómo se lotean franjas de apenas 2 kms. de ancho que sirven de conectores para especies animales y vegetales, que son fundamentales para la conservación de la biodiversidad”.

“La gente no comprende que la reserva, y quienes cuidamos su patrimonio estamos, literalmente, intentando parar el desierto”, concluye.

Para saber más sobre la Reserva Nacional de las Chinchillas, visita su página de Facebook.

Reserva Las Chinchillas: la larga marcha de un ecosistema resiliente

Creada en 1983, las 4,200 hectáreas que comprenden esta área silvestre protegida son hogar del estudio ecológico de largo plazo más grande en ejecución. Los casi 33 años de datos acumulados a la fecha, revelan la importancia que estos monitoreos tienen para el conocimiento de los sistemas biológicos y sus cambios en el tiempo.

Hace poco más de dos años, durante uno de sus transectos matutinos por las escarpadas quebradas de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la IV Región, Boris Saavedra se encontró de pronto con una vieja conocida.

Posada sobre una roca, completamente ajena a la presencia del guardarques, una iguana chilena (Callopistes maculatus) recibía impávida el sol de la mañana.

Era el primer avistamiento de este lagarto en casi un lustro de observaciones. Un período particularmente seco, iniciado en 2012, había eliminado cualquier rastro de la especie al interior de la reserva, al punto de hacerle creer al personal de CONAF encargado de administrarla que el reinado de la iguana en esta importante área protegida había vivido ya sus últimos días.

Y, sin embargo, ahí estaba nuevamente. Convocado por un súbito período de precipitaciones –de los que cada vez hay menos en esta zona del país– el reptil endémico más grande de Chile se dejaba ver, y registrar, por un par de ojos humanos.

Aun cuando detectar la presencia –o ausencia– de la iguana chilena en la reserva no se encuentra entre las obligaciones de Saavedra, este tipo de hallazgos es un ejemplo de la importancia del registro y seguimiento de ecosistemas como éste durante años, e incluso décadas, para entender su comportamiento y características.

“Cualquier investigador que hubiese estudiado a la iguana durante esos 4 o 5 años, un lapso de tiempo más que suficiente para un proyecto de investigación en Chile, habría consignado que esta especie simplemente no era parte del ecosistema de la reserva” explica Sergio Silva, doctor en Ecología de la Universidad Católica de Chile. “Es gracias a los seguimientos de más larga data que podemos entender que la presencia de la iguana chilena, y de otras especies, en Las Chinchillas, fluctúa de acuerdo a la abundancia o escasez de ciertos recursos”.

Tanto Silva como Saavedra forman parte de un equipo de investigación con más de 33 años registrando y analizando las poblaciones de vertebrados al interior de Las Chinchillas, en el estudio de largo plazo más longevo del país actualmente en curso.

El fruto de su trabajo no sólo ha servido de base para múltiples investigaciones derivadas, sino que ha permitido conocer con lujo de detalle la marcha de un ecosistema sometido a diversas presiones ambientales a lo largo del tiempo, documentando su historia y la de los organismos que lo habitan.

Datos en terreno

La historia de los estudios de largo plazo en la Reserva Nacional Las Chinchillas comienza cuatro años después de su creación, en 1987, cuando los ecólogos Fabián Jaksic y Jaime Jiménez iniciaron un proyecto de investigación patrocinado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y la World Wildlife Fund (WWF), destinado a monitorear las poblaciones de diversos vertebrados en la zona.

Hoy, el trabajo implica el conteo y registro de buena parte de las especies animales que habitan esa área de 4 200 hectáreas, repartidas a lo largo de un sistema de quebradas que unen la cordillera de Los Andes por el este y la cordillera de la Costa por el oeste. Estas quebradas albergan pequeños microambientes donde la vida, si bien constreñida a nivel de espacio y recursos, abunda.

Silva, integrado al proyecto en 1995, detalla la diversidad de especies monitoreadas: “El proyecto estudia la poblaciones e interacciones de aves diurnas, rapaces nocturnos, micro mamíferos (roedores y marsupiales) y depredadores terrestres como el zorro, el puma y el gato colocolo, recientemente detectado”.

Entre los datos que se recogen de cada especie, los investigadores y guardaparques asociados al proyecto identifican su número y fluctuación estacional a través de censos y muestreos, así como el sexo, tamaño y estado de reproducción de roedores.

“Tenemos la información de sus números y su fluctuación en el tiempo. Hacemos cuatro muestreos anuales, uno por estación, consignando el número de aves, depredadores y micro mamíferos presentes. Siempre se hace el mismo trabajo, a la misma hora, y con los mismos investigadores” señala Silva.

La metodología detrás de estos monitoreos varía de comunidad en comunidad, pero en conjunto demanda altas cuotas de constancia y dedicación. Cada mes, Saavedra, Silva, y el biólogo y asistente del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), Enrique Silva, recorren los 17 kilómetros que separan Las Chinchillas de su ciudad más cercana, Illapel, para recoger muestras de fecas y egagrópilas con el fin de identificar la composición dietaria de los depredadores de la zona, y así estimar indirectamente la cantidad de microfauna del lugar.

Otro método más directo para el conteo de micro mamíferos –chinchilla, cururo, degú y otros– es la instalación de trampas en zonas estratégicas de la reserva. Durante cuatro o cinco días de otoño, invierno, primavera y verano, los investigadores revisan las 98 trampas (no letales) distribuidas en dos grillas de media hectárea de extensión, una ubicada en la ladera norte de la Quebrada del Cobre (un sector a poco más de dos kilómetros de la entrada a Las Chinchillas), y otra en la ladera sur.

Durante esos días, Saavedra y compañía identifican el número de roedores que caen en las trampas, anotando su especie, tamaño y otras características, para luego etiquetarlos con un código que permite evitar la sobrestimación en el conteo.

Con la fauna más esquiva, las técnicas de seguimiento descansan más en la observación: “En el caso de las aves, contamos con puntos de observación dentro de la reserva en los sectores de El Grillo y El Cobre” explica Sergio Silva. “Estos puntos de observación tienen un radio de 50 metros, donde escuchamos y vemos todas las aves que podemos durante 5 minutos. De esta forma, podemos estimar el número mínimo de individuos presentes”. Actualmente, la Reserva es ya sea hogar o estación de paso de 75 especies de aves.

En cuanto a los depredadores, los miembros del equipo realizan observaciones diarias a través transectos de dos o tres kms, anotando sus hallazgos. Para los más grandes, suelen ser útiles las cámaras trampa: “Es una buena herramienta que se está utilizando bastante y que ha permitido identificar especies que antes no era posible identificar, como el puma o el colocolo, o el gato andino para el norte”, cuenta Saavedra.

Fuente inagotable de información

Con más de 30 años de seguimientos en terreno, Silva, Silva y Saavedra han realizado más 100 muestreos trimestrales y analizado más de 35.000 individuos de distintas especies, tanto vegetales como animales.

Toda esa información es eventualmente ingresada a una base de datos que contiene lo recabado a lo largo todo el proyecto, desde sus inicios en 1987, hasta este último verano. Posiblemente, se trata del registro ecológico más completo y extendido sobre un ecosistema en Chile.

Esta base, y el trabajo realizado en el contexto de su proyecto, ha servido como una fuente inagotable de nuevo conocimiento científico, especialmente referido a la capacidad de adaptación de las comunidades ante largos períodos de escasez de agua y alimentos, motivados en buena parte por ciclos de sequía y la influencia progresiva del cambio climático.

Enrique Silva da un ejemplo: “Entre otras cosas, hemos descubierto cómo los zorros que habitan la reserva han aprendido a comer conejos ante el descenso en el número de roedores nativos, pudiendo determinar que, a partir de un n número de roedores por hectárea, el zorro empieza incluso a alimentarse de semillas, es decir, adapta su dieta a su disponibilidad de alimento”.

“A nivel de conocimiento nuevo, se ha logrado saber qué tan elásticos son estos sistemas” añade Sergio Silva, “cómo son capaces de funcionar a pesar de todas las restricciones que impone hoy el cambio climático. Estos ecosistemas están funcionando: se comprimen y se acomodan. A veces una especie puede desaparecer de la película, al punto que uno cree que no van volver, y de pronto hay un período de bonanza y estas especies vuelven a llegar al sistema y el sistema vuelve a reacomodarse”.

Fabián Jaksic, director del proyecto, concuerda: “La importancia primaria de los estudios de largo plazo es la generación de conocimiento que no es posible extraer a partir de experimentos acotados en el tiempo. Éstos constituyen una fuente de información estandarizada para analizar el funcionamiento de sistemas ecológicos y sus respuestas frente a fluctuaciones de diferente amplitud y frecuencia, así como para desarrollar investigaciones en base a nuevas hipótesis”.

A la fecha, esas nuevas investigaciones se han convertido en 14 tesis de pre y postgrado en el área, las cuales han generado más de 60 publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Desde los primeros trabajos de Jaime Jiménez (1987) sobre los métodos de trampeo más efectivos para la chinchilla, hasta los esfuerzos de Matías Arim para entender cómo las cadenas tróficas son alteradas por la disponibilidad de recursos (2007), pasando por el estudio del investigador CAPES Mauricio Lima, quien analizó con detalle las dinámicas demográficas de los micro mamíferos de la región (especialmente marsupiales) (2001).

La reserva, fortalezas y amenazas

Pero los beneficios de este proyecto no sólo se limitan al ámbito científico. Pablo Povea, encargado de áreas silvestres de la Provincia de Choapa y de la administración de Las Chinchillas, reconoce el aporte que ha significado el estudio para los esfuerzos de conservación que allí se realizan. “A veces es complejo trabajar con investigadores. Muchos ocupan la reserva para sus trabajos en terreno, y luego se van sin dejar nada, pero éste no ha sido el caso” afirma. “Se produce mucho intercambio de información con los investigadores, quienes nos facilitan todo el material que publican”.

“Hemos ganado la confianza de la CONAF” confirma Sergio Silva, “Hemos logrado trabajar de una manera mancomunada, y ellos se apoyan mucho en nosotros. Nos invitan a charlas y nosotros los asesoramos técnicamente en diversos proyectos. Cualquier iniciativa que se efectúa en la reserva, como sus planes de manejo, se apoyan en nuestros datos, asegurando la efectividad de estos esfuerzos”.

Y hasta ahora, dichos esfuerzos han valido la pena. Creada en 1983, Las Chinchillas fue originalmente creada para resguardar la fauna nativa que poblaba la zona, especialmente la del peludo roedor al que debe su nombre. El año de su instalación, apenas 1 500 ejemplares de chinchilla de cola larga (Chinchilla lanígera) quedaban en la reserva, diezmada por décadas de caza indiscriminada a raíz del alto valor de su piel. Hoy, se estima que su población ronda entre los 9 mil a 12 mil individuos.

“La reserva es el único lugar donde la chinchilla silvestre se mantiene protegida”, nos cuenta Ian Araya, uno de sus guardaparques, mientras recorremos junto a él el nocturama que simula el horario de actividad predilecto de esta especie. La muestra también incluye ejemplares de la chinchilla de cola corta (Chinchilla chinchilla), la otra especie de chinchilla presente en Chile (aunque ubicada algo más al norte), y la chinchilla de criadero, además de degús, cururos y yacas.

La reserva recibe alrededor de 3 500 visitantes al año, cifra que, aunque significativa, aún es baja en comparación con otros parques y reservas de la zona norte-centro. De ellos, el 15% son extranjeros y una gran parte corresponde a colegios y delegaciones universitarias.

“Las Chinchillas se enorgullece de hacer mucha educación ambiental”, señala Povea, “Regularmente generados actividades para los niños de dos colegios rurales de la zona, Las Chinchillas de Cocou y Matancilla. Durante los paseos y charlas que hacemos, los niños (casi todos en situación de vulnerabilidad) aprenden haciendo y lo pasan muy bien. Los guardaparques les enseñan, y a ellos les fascina cuando los ven llegar”. No por nada la reserva es reconocida como aula complementaria por el Ministerio de Educación.

Sin embargo, pese al aporte que representa la reserva para la protección y cuidado de la biodiversidad local, ésta no se haya exenta de problemas o amenazas. Junto a la reserva se asientan distintos proyectos mineros (plantas de áridos, mayoritariamente), las cuales generan desechos y contaminación acústica que ahuyenta y molesta a las aves y chinchillas cercanas, sin contar que muchas de estas instalaciones generan fuego y, por tanto, un alto riesgo de incendios.

“Aun cuando hacemos patrullaje por las áreas aledañas –y por los 58 postes eléctricos al interior del terreno– es muy difícil mantener protegido en todo momento el perímetro completo de la reserva, por lo que la posibilidad de un incendio está siempre presente” comenta Povea, quien también cita al ganado y los perros callejeros como otro problema a solucionar.

El avance del desierto

La amenaza del fuego también se incrementa por causa de otro factor que, de un tiempo a esta parte, empieza a ser determinante para la estabilidad de la reserva y de la vida que contiene: la desertificación provocada por el cambio climático y la actividad humana.

“En los últimos diez años ha mermado el agua y con ella los avistamientos de especies, incluso de insectos como la vinchuca” explica Ian Araya. “Toda la cadena trófica ha sufrido. A estas alturas del año (diciembre), por ejemplo, debería haber más aves, pero éstas no han llegado. Lo mismo pasa con el matorral que caracteriza a la zona”.
“Los quillayes están secos, lo mismo los espinos y los litres”, suma Povea.

“Uno ve, con cada visita, cómo se ha ido secando la vegetación asociada a ambientes más húmedos, que básicamente está constituida por vegetación esclerófila” ahonda Silva. No lo estamos evaluando, pero empíricamente eso nos indica que la reserva y todos los sistemas de quebrada de la IV Región están pasando por este proceso. Tu entras a quebradas que antes eran verdes y ahora las ves amarillas, porque se están secando los árboles”.

Otra evidencia del avance progresivo del desierto en la zona es la presencia de especies nunca vistas hace 5, 10 años, dice Silva. “A la reserva han llegado especies como el picaflor del norte o la tenca de alas blancas, que normalmente no deberían aparecer en estas latitudes”.

Para el ecólogo, la Región de Coquimbo representa una paradoja propia de la actitud del hombre hacia la naturaleza. “Es la región que, en términos de biodiversidad vegetal, es la más rica del país. Aquí habitan alrededor de 1 500 especies vegetales nativas, y el 53% de esa vegetación es endémica de la región. Y, sin embargo, aun sabiendo desde hace 20 años que la región presenta escasez crítica de agua, tú ves cómo se lotean franjas de apenas 2 kms. de ancho que sirven de conectores para especies animales y vegetales, que son fundamentales para la conservación de la biodiversidad”.

“La gente no comprende que la reserva, y quienes cuidamos su patrimonio estamos, literalmente, intentando parar el desierto”, concluye.

Para saber más sobre la Reserva Nacional de las Chinchillas, visita su página de Facebook.

Investigadores CAPES publican libro sobre intensificación agrícola y conservación

La publicación es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC.

Los investigadores CAPES Rosanna Ginocchio, Eduardo Arellano y Pablo Camus, junto a académicos de las Facultades de Historia, Geografía y Ciencia Política, y de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, lanzaron el pasado noviembre un informe destinado a diagnosticar el impacto que la intensificación agrícola ha tenido sobre el paisaje y biodiversidad de la zona norte-centro de Chile, y proponer alternativas de conciliación entre las demandas alimentarias de la población y la necesaria protección de nuestros ecosistemas.

La publicación, titulada “Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile: alternativas para la conciliación”, es parte de la serie “Temas de la Agenda Pública” del Centro de Políticas Públicas UC, una colección de artículos académicos que difunde el trabajo de académicos de la Universidad en temas de política pública y de relevancia nacional.

Consultada sobre la razón para estudiar particularmente esta región de Chile, la Dra. Ginocchio explica que ésta, la zona norte-centro, concentra gran parte de la fruticultura intensiva y extensiva, “debido a atributos como el clima de tipo Mediterráneo, los buenos suelos, la facilidad de conexión rápida con puertos para la exportación de los productos, la disponibilidad de mano de obra, entre otros”.

Dicha condición, señala, “ha producido impactos históricos y actuales en cambio del uso del suelo, con pérdida de la biodiversidad local altamente endémica. Hoy, esta zona es un hotspot de biodiversidad mundial, lo que nos dice que el impacto humano ya ha sido más relevante allí que en otras partes del territorio”.

Según los autores del informe, la conciliación entre la producción de alimentos necesarios para sostener una población en creciente aumento, y la conservación de la diversidad biológica sobre la cual se sustenta la provisión de este servicio y otros, ha sido un desafío permanente para las sociedades modernas. Los primeros intentos por mediar en esta aparente contradicción en términos, incluso concluyeron que no sería posible aunar ambos objetivos, porque ambos requieren del uso de territorio para su existencia y desarrollo, el cual es limitado en relación a la actual demanda de alimentos (Pilgrim et al., 2010).

En esta oportunidad, Ginocchio, Arellano y Camus describieron alternativas de agricultura sustentable que ya han sido implementadas a nivel internacional, como las prácticas de Separación de Tierras (Land Sparing) y Agricultura Amiga (Land Sharing), las cuales permitirían la conciliación entre ambas opciones en el contexto local, asegurando así tanto el desarrollo económico y la producción frutícola como la conservación de la biodiversidad nativa.

La adopción de estos modelos, sin embargo, aún no parece despertar mayor interés de parte del sector productivo, en parte, explica la Dra. Ginocchio, por obstáculos como la falta información y de incentivos que inclinen la balanza hacia soluciones más sustentables: “Por una parte, el modelo productivo es más fácil de manejar técnicamente cuando es un monocultivo extensivo e intensivo. Sumado a ello, aún sobrevive el mito de que la productividad es menor cuando conviven los sistemas frutícolas con otras especies silvestres en el mismo terreno, o de que las fecas de algunos animales silvestres, como aves y roedores, pueden contaminar los productos frutícolas con patógenos que afectan la salud humana”.

Aparte de la aplicación de nuevos métodos, otra de las alternativas de solución que propone el estudio es la generación de políticas públicas “adecuadas y coherentes” que aseguren una efectiva conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas naturales a nivel nacional, y consideren “directamente” los patrones de consumo de las personas, de modo que estas se ajusten a la realidad local (y global) del mercado alimentario a la hora de desarrollar e implementar nuevos modelos.

De hecho, en opinión de la académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, “el cambio más importante y urgente es la creación de políticas públicas sobre la base de una gestión territorial, donde se equilibren distintos sistemas productivos, zonas urbanas y usos/conservación de los recursos naturales”.

Sobre este respecto, los autores escriben: “Los productores frutícolas deciden sobre los métodos de producción que usarán; sin embargo, la demanda y el estilo de vida de los consumidores también pueden influir en la selección del método de producción por parte del productor. De esta forma, la responsabilidad de la producción sobre la conservación de la biodiversidad se hace compartida”.

“Conflicto entre la intensificación de la agricultura y la conservación de la biodiversidad en Chile” está disponible para descarga gratuita desde este enlace.