Coloquio y taller «Habitabilidad II»

Cuando: miércoles 17 (9:00 hrs.) y sábado 20 (10:00 hrs.) de abril
Dónde: Casa Central UC (Sala por definir)
Organiza: Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES)

¿Cómo se hace habitable un lugar?, ¿Cuáles son las condiciones para que un lugar sea habitable?, son algunas de las preguntas que tratará de responder un grupo de investigadores e investigadoras en el coloquio y taller Habitabilidad II, que se llevará a cabo el 17 (coloquio) y el 20 (taller) de abril próximo en Casa Central UC.
El coloquio del miércoles 17 de abril, de 09:00 a 17:30 horas, contará con la participación del filósofo italiano de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) de Francia, Emanuele Coccia, seguido por presentaciones de Aline Hodges, Juan Pablo Luna, Natalia Villavicencio, Rodrigo Booth, Mauricio Lima, Ricardo Rozzi y Meredith Root-Bernstein

El sábado 20 de abril a las 10:00 horas, se realizará el taller “Visualizando narrativas y condiciones de habitabilidad“, a cargo del artista Pablo DelCielo.

Los y las investigadoras invitan a pensar la habitabilidad más allá de la perspectiva física y material, que busca responder a las necesidades básicas. En este encuentro se indagará en la sostenibilidad, las transformaciones y las temporalidades del habitar, las relaciones sociales, entre especies y con materiales, y los significados y las narrativas que permiten habitar.

La actividad es apoyada por CAPES UC y ANID.

Lugar: Casa Central UC (Sala por confirmar).
Inscripciones: https://forms.gle/ybQF1sqxDu24ocqC9
Contacto: habitabilidad.dos@gmail.com

Inauguración proyecto Ciencia Pública «Sendero Umbral»

Cuando: viernes 22 de marzo (9:00 hrs.) y sábado 20 (10:00 hrs.) de abril
Dónde: Parque San Carlos de Apoquindo, sector Las Varas, Las Condes
Organizan: Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), Asociación Parque Cordillera, Programa Ciencia Pública del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación

En el Día Mundial del Agua queremos invitarle a descubrir una solución basada en la naturaleza para enfrentar la mega sequía.

Este viernes 22 de marzo desde las 9:00 hrs., en la entrada del Parque La Plaza Norte, ubicado en Avenida San Carlos de Apoquindo 450, Las Condes (mapa) se realizará el lanzamiento del “Sendero Interpretativo e Inclusivo Umbral”, un proyecto de Ciencia Pública liderado por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) que busca poner en valor los frágiles ecosistemas de la zona central de Chile y conectar nuestros ambientes naturales con los seres humanos que los habitan.

En esta instancia, contaremos con la presencia de destacadas autoridades y medios de prensa, además del investigador de CAPES Cedric Little, quien presentará el proyecto de zanjas de Infiltración de aguas lluvia, una de las soluciones que ofrece la ciencia para enfrentar la crisis hídrica. 

El Sendero Umbral manifiesta los valores del bosque esclerófilo en Chile central, así como los desafíos y estrategias para su rehabilitación, a través de una museografía, experiencias en terreno y material educativo que promueven una experiencia abierta e inclusiva, con especial atención a las personas con discapacidad visual y auditiva. Este proyecto fue financiado por la versión 2022 del Concurso de Ciencia Pública de Espacios Regionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, y contó con el apoyo de Parque Cordillera, la Municipalidad de Las Condes, Fundación Luz y la Fundación Inclusión Araucanía.

Rogamos confirmar su asistencia mediante correo electrónico.

Esperamos poder contar con su presencia ese día.

Los servicios ecosistémicos del bosque esclerófilo chileno 

Un grupo de investigadores nacionales revisó los últimos 50 años de literatura científica generada en Chile para determinar cuánto sabemos sobre este ecosistema, uno de los más amenazados en el mundo, y los beneficios que trae a las personas.

Los bosques y matorrales de la precordillera santiaguina, parte del ecosistema mediterráneo esclerófilo de Chile.

Ecosistemas como bosques, océanos y humedales son esenciales no sólo para la vida de los organismos que habitan en estos lugares —y son parte constitutiva de ellos— sino también para nosotros, los seres humanos. Sin árboles de dónde extraer madera, no podríamos edificar viviendas; sin el agua de ríos y lagos, no tendríamos qué beber, y sin un suelo rico en nutrientes y microorganismos, ninguna de las plantas que nos alimentan podría crecer ni desarrollarse.

Los múltiples beneficios que entrega la naturaleza a los seres vivos, y especialmente a los seres humanos, se conocen como “servicios ecosistémicos”, y aun cuando muchos de ellos son ampliamente conocidos por la mayoría de nosotros (como los ya mencionados), hay otros cuya importancia aún no ha sido del todo estudiada, ni mucho menos valorada.

Es el caso, por ejemplo, de los servicios ecosistémicos que provee el bosque y matorral esclerófilo de la zona central de Chile, un complejo sistema ecológico que abarca casi 14 millones de hectáreas —distribuidas entre los paralelos 31 y 37 del territorio nacional—, comprende 10 tipos distintos de vegetación, y alberga a cientos de especies endémicas de nuestro país, es decir, que solo están presentes en esta parte del mundo.

Para ayudar a resumir lo que sabemos hasta ahora acerca de los beneficios que proveen los bosques y matorrales esclerófilos a los seres humanos, un grupo de investigadores nacionales encabezados por la académica de la Universidad de Los Lagos, Dra. Cecilia Smith, revisó los últimos 50 años de literatura científica generada en Chile sobre este ecosistema, uno de los más amenazados por el cambio climático, la urbanización y el cambio de uso del suelo en el mundo.

Todo, para proveer un análisis de base que sirviera de insumo para la evaluación de estos frágiles ecosistemas, en pos de su conservación, restauración y estudio.

Sus resultados fueron publicados recientemente bajo el título “Ecosystem services of Chilean sclerophyllous forests and shrublands on the verge of collapse” en la revista Journal of Arid Environments.

El avance de las ciudades es una de los factores que incide más fuertemente en la pérdida de bosque esclerófilo y sus servicios.

Servicios en declive

Los bosques y matorrales esclerófilos de Chile son uno de los 5 ecosistemas de tipo mediterráneo existentes en el mundo. Considerados en estado vulnerable, en peligro o en peligro crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), estos ecosistemas se desarrollan usualmente en suelos altamente erosionados y con serias limitantes físicas, tales como laderas escarpadas y con pobre infiltración de agua.

Según el estudio, el declive del bosque y matorral esclerófilo en Chile se atribuye principalmente a la expansión de las tierras agrícolas, la urbanización y los incendios. La conversión de bosque esclerófilo a suelo agrícola, por ejemplo, ha sido especialmente severa durante las últimas décadas: un estudio corroboró que, entre 1975 y 2007, la pérdida de bosque en esta zona fue mayor que durante cualquier período anterior.

El impacto del cambio climático en la región también se ha sentido, principalmente a través de una “mega-sequía” que se extiende en esta zona por más de 12 años, asociada a un déficit de lluvias de un 38% en durante la última década. Se trata del evento de escasez hídrica más severo de los últimos 700 años.

Es así como la disminución global de las precipitaciones, sumado a un aumento en las temperaturas, ha causado un alza en la mortalidad de los árboles y el declive de estos bosques y los servicios que proveen, como evidencia el proceso de pardeamiento que, hasta 2017, había sufrido el 30% de los bosques chilenos.

Profesor Juan Ovalle (U. de Chile, CAPES UC), uno de los autores del estudio.

Para el investigador de CAPES UC y académico de la Universidad de Chile, Dr. Juan Ovalle, uno de los coautores del estudio, la pérdida del bosque esclerófilo “es un problema que afecta directamente el bienestar humano en múltiples formas, incluyendo la salud, la seguridad alimentaria, la economía y las actividades al aire libre. Por ejemplo, en ciudades altamente pobladas de zonas precordilleranas (como Santiago) la deforestación puede afectar la calidad del aire y del agua, aumentando el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra (e.g. Cajón del Maipo)”. Ovalle también explica que la pérdida de servicios ecosistémicos dentro del bosque esclerófilo puede tener un impacto económico significativo en las comunidades locales que dependen de los recursos naturales para su sustento. Por ejemplo, “en la zona central de Chile, los viveros de especies nativas dependen de la provisión de semillas de los árboles y arbustos de áreas silvestres (colectan en cerros, quebradas, valles, etc). Si este servicio de provisión se pierde producto del cambio de uso de suelo o de la mortalidad de la copa por sequía, entonces la disponibilidad del material de propagación disminuye, afectando directamente a los viveros y propagadores de especies nativas”, detalla.

Lo que no sabemos

Smith, Ovalle, y el equipo de especialistas a cargo de la revisión (entre los que se encuentra el también investigador CAPES, Marcelo Miranda), hallaron 158 estudios que, ya sea usando o no el concepto de “servicio ecosistémico”, describen, identifican y/o evalúan los beneficios sociales y ambientales derivados de los bosques y matorrales esclerófilos chilenos desde 1974 a 2022, incluyendo reportes técnicos, tesis y literatura científica.

Dentro de estas publicaciones, los servicios más frecuentemente reportados fueron los de provisión, con 86 trabajos, seguidos de los servicios de regulación (61) y culturales (29) (en algunos casos, un mismo estudio investigó sobre uno o más servicios).

Para los investigadores, si bien en los últimos 15 años se aprecia un alza en el número de publicaciones dedicadas a la identificación y análisis de servicios ecosistémicos—coincidente con la publicación de la Evaluación Milenio de Ecosistemas, el año 2005— los servicios que otorgan los bosques y matorrales esclerófilos de Chile siguen siendo, hasta hoy, escasamente cuantificados, y usando, para ello, variables sobre simplificadas como indicadores de medición.

“A pesar de la importancia de los SE para el bienestar humano y el desarrollo sostenible, su conocimiento en Chile aún es limitado y fragmentado”, comenta Ovalle, “por ejemplo, se han realizado algunos estudios sobre servicios específicos, como la provisión de agua y la regulación del clima en la cuenca del río Maipo, la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en los bosques nativos de la región de Valdivia, y el papel de los humedales en la mitigación del cambio climático en la Región Metropolitana de Santiago. Específicamente para bosque esclerófilo, el conocimiento sobre sus servicios ecosistémicos era casi nulo”. Los investigadores descubrieron que, por ejemplo, los servicios relacionados con biodiversidad animal, como polinización y control de plagas, siguen siendo poco conocidos y estudiados, y a medida que fenómenos como el calentamiento global sigan reduciendo de forma significativa el suministro de agua en los climas mediterráneos, estudios referidos a la regulación y provisión de este elemento serán cada vez más necesarios.

El espino, una de las especies insignes del bosque esclerófilo, utilizado como leña y carbón, y rico en nutrientes para la alimentación del ganado.

Lo que sabemos

Así y todo, el equipo de investigación logró pesquisar 19 servicios ecosistémicos distintos con una o más publicaciones a su haber. Estos beneficios, divididos en servicios de provisión, regulación y culturales (usando la clasificación elaborada por la misma Evaluación Milenio de Ecosistemas, y el Common International Classification of Ecosystem Services, o CICES), fueron debidamente detallados y explicados en el trabajo.

Entre los servicios de provisión, por ejemplo, los investigadores resaltaron el rol del peumo (C. alba), el boldo (P. boldus) y el espino (Acacia caven), árboles y arbustos característicos del esclerófilo, en la suministro de leña y carbón, especialmente para las grandes ciudades; el espino es particularmente aprovechado por su alto valor calórico: los bosques más densos de este arbusto pueden proveer hasta 20 mil kg de biomasa por hectárea al año, y su venta como carbón puede llegar a las 264 toneladas anuales.

Otro producto de exportación provisto por el bosque esclerófilo es la fruta de la palma chilena, o Jubea chilensis, la cual es exportada mayoritariamente a los EEUU. Lo mismo ocurre con el jarabe (o sirope) producido a partir de la savia de esta especie endémica, el cual se vende tanto a mercados nacionales como internacionales.

Pero si nos referimos exclusivamente a los servicios de provisión, sin lugar a dudas el más estudiado por las científicas y científicos chilenos es el asociado al uso medicinal que se hace de estos ecosistemas: aproximadamente un tercio de las plantas nativas chilenas poseen valor medicinal, y la mayor parte de ellas proviene de los bosques y matorrales esclerófilos. El producto forestal no maderable más exportado desde Chile, de hecho, es la corteza del quillay (Quillaja saponaria), usada como detergente, insecticida, ungüento para la piel, adyuvante para vacunas (entre ellas, la de COVID-19), y carbonatador de bebidas gaseosas, y las hojas de boldo, usadas en infusiones curativas debido al alcaloide boldina, presente en éstas.

Otros servicios de provisión mencionados en el artículo son el abastecimiento de propágulos (esto es, semillas, esquejes o bulbos de una especie vegetal que, al plantarse separadamente, permiten el desarrollo y propagación de nuevos individuos de la especie), la producción de miel derivada principalmente de plantas endémicas del territorio (y cuya venta fluctúa entre las 7 y 11 toneladas al año), a extracción de suelo orgánico (tierra de hoja) para la jardinería, y la provisión de comida y sombra para el ganado.

Servicios culturales y de regulación

El bosque y matorral esclerófilo, sin embargo, no sólo provee a los seres humanos de bienes y servicios directos para su consumo o explotación. También son vitales en la regulación del clima y otros procesos naturales de los cuales las personas dependen directamente. Tal es el caso de la vegetación ribereña presente en las laderas andinas y preandinas chilenas, la cual es esencial en la prevención de eventos climáticos extremos como aluviones e inundaciones.

“Diversos estudios han comprobado que la cobertura natural que proveen los árboles del bosque esclerófilo impide la erosión y reducen la pérdida de suelo de manera mucho más efectiva que el terreno agrícola o las plantaciones forestales” advierten los investigadores. Lo mismo ocurre con la disponibilidad de agua para el consumo humano que permiten estas especies (adaptadas a un consumo hídrico bajo) en comparación con cultivos frutales como los cerezos y las plantas, que demandan mayor cantidad de agua para su crecimiento.

Otros servicios de regulación entregados por el bosque esclerófilo y mencionados en el estudio, son la purificación del aire mediante la captación de partículas contaminantes; el secuestro de carbono a través del suelo y la vegetación, el mantenimiento de la calidad de los suelos (mediante la abundante presencia, por ejemplo, de micorriza arbuscular), el control biológico de plagas y enfermedades, servicios de polinización, y el rol regulador de los insectos del esclerófilo como descomponedores de desechos.

Finalmente, los investigadores describieron aquellos servicios ecosistémicos que contribuyen al bienestar cultural y espiritual de los hombres y mujeres que tenemos la suerte de vivir junto a estos bosques y matorrales, los cuales, por no ser tangibles, suelen ser menospreciados o subvalorados a la hora de evaluar el impacto positivo que tiene el esclerófilo en nuestras vidas.

El aumento del turismo ambiental, y con ello el incremento en la valoración del bosque esclerófilo como un proveedor de tranquilidad y belleza escénica entre las personas, son pruebas de la fuerte conexión entre la experiencia de lo natural y el bienestar humano. A nivel cultural, distintas evaluaciones llevadas a cabo en la región Metropolitana mostraron que, para el 41% de los encuestados, el servicio más valioso entregado por su entorno natural era el sentido de pertenencia. Otros estudios han demostrado que la presencia del bosque esclerófilo está asociada a la preservación de actividades económicas tradicionales, las cuales, a su vez, se vinculan con herencias culturales e identidad local.

“Este artículo”, concluye Juan Ovalle “probablemente, es el primer esfuerzo conjunto en estudiar aspectos poco conocidos de un ecosistema (Bosque esclerófilo) que actualmente está al borde del colapso producto de la sequía y la historia de uso”.

El bosque esclerófilo y su belleza escénica.

Texto: Comunicaciones CAPES

Científicos crean nueva clasificación para los ecosistemas de la Tierra

Patricio Pliscoff, académico UC e investigador en CAPES e IEB, es el único chileno que participó en este revolucionario trabajo internacional e interdisciplinario, publicado en la revista Nature, que elaboró una nueva tipología de ecosistemas global.

Los seres humanos siempre han clasificado lo que les rodea; los seres vivos en la naturaleza, los objetos astronómicos en el cielo o los libros en las bibliotecas. Pero en el caso de los ecosistemas existentes en el planeta, se habían hecho intentos que los ordenaban según algunas características como la biota que los compone, el lugar geográfico donde se encuentran, o más recientemente, las funciones y servicios que prestan a los humanos, pero ninguna integraba todos estos elementos ni estaba estandarizada a nivel mundial.

Es por esto que más de 40 científicos y especialistas provenientes de todo el mundo colaboraron recientemente en la colosal tarea de crear un nuevo modelo de clasificación de ecosistemas, el cual distribuye los diversos sistemas ecológicos presentes en la Tierra según sus procesos ecológicos, biota, funciones y servicios ecosistémicos específicos.

Esta nueva “Tipología de Ecosistemas Global”, publicada este mes en la revista Nature, fue desarrollada bajo el encargo y alero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), y busca, según sus autores, “apoyar la transferencia de conocimiento para la gestión y restauración ecosistémica-específica, así como las evaluaciones de riesgo de ecosistemas estandarizadas globalmente”, entre otros objetivos.

Entre los investigadores que participaron en esta importante labor y en el artículo A function-based typology for Earth’s ecosystems”, que la da a conocer a la comunidad científica, se encuentra el Dr. Patricio Pliscoff, académico de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, único chileno participante.

El investigador cuenta que su colaboración se dio porque “soy miembro del equipo de Lista roja de ecosistemas de la comisión de manejo de ecosistemas de la UICN. Dentro de esta comisión, se creó un grupo específico para desarrollar la clasificación global, esto partió el año 2017 con una reunión en Londres, en la que se comenzó a definir conceptualmente la clasificación global, posteriormente tuvimos otras reuniones presenciales y virtuales donde se desarrolló el paper”.

Pliscoff comenta acerca de sus aportes en esta tarea multinacional que “estuvieron asociados a la definición conceptual de la clasificación y posteriormente con la homologación de la propuesta de clasificación global con la clasificación de ecosistemas terrestres de Chile. Este fue uno de los requisitos que pidieron los revisores de Nature, para ver cómo se aplicaba la clasificación global en países que ya tuviesen una clasificación de ecosistemas ya desarrollada”.

Los criterios para ordenar ecosistemas

Para apoyar tanto en los planes y políticas de manejo sustentable de estos ecosistema, es decir, su dimensión funcional, como en las estrategias de conservación de su biodiversidad, su dimensión biológica, las y los investigadores evaluaron más de 23 clasificaciones de ecosistemas según seis criterios: (1) funciones ecosistémicas y procesos ecológicos; (2) biota característica; (3) consistencia conceptual en toda la biósfera; (4) estructura escalable; (5) unidades explícitas a nivel espacial, y (6) detallismo descriptivo y complejidad mínima.

No habiendo encontrado ninguna tipología que cumpliera estos 6 criterios entre las 23 que evaluaron, se abocaron a construir una nueva clasificación, sólida, escalable y espacialmente explícita, que pudiera proporcionar una infraestructura que respalde las nuevas investigaciones en ecosistemas, un vocabulario común y estandarizado para los especialistas en ecología y que fortalezca los esfuerzos en conservación, restauración y evaluación de riesgos para salvaguardar la biodiversidad global.

Patricio Pliscoff señala que la importancia de esta nueva tipología es que “es la primera vez que se desarrolla una propuesta unificada que incluya a todas las zonas del planeta. Existían clasificaciones por separado del ámbito terrestre o marino, pero nunca se había hecho una clasificación con una misma metodología que incluyera todos los ámbitos del planeta. Esto va a permitir, por primera vez, evaluar el estado de conservación y el nivel de riesgo de los ecosistemas en forma global. Esto permitirá establecer prioridades de protección a escala global”.

Esta nueva clasificación acepta la naturaleza dinámica de los ecosistemas y su dependencia de los procesos ecológicos. Es así que el modelo propone 5 grupos de “drivers” o impulsores ecológicos que dan forma a los ecosistemas al actuar como filtros de ensamblaje y presiones evolutivas. Estos son los impulsores de recursos (agua, oxígeno, nutrientes, entre otros), ambientales (temperatura, pH, salinidad, entre otros), regímenes de perturbación (incendios, tormentas, inundaciones, otros), interacciones bióticas (competencia, depredación, patogenicidad, mutualismo y facilitación) y las actividades humanas, que son una clase especial de interacción biótica que influye en los ecosistemas a través de la apropiación de recursos, la reestructuración física, el movimiento de la biota y el cambio climático.

La nueva tipología clasifica los ecosistemas en 10 reinos, 25 biomas y 110 grupos funcionales.

Recorriendo los ecosistemas de la Tierra

La tipología presenta una clasificación distribuida en 3 niveles jerárquicos principales: en el primero se consignan 4 reinos centrales: terrestre, aguas dulces, marino y subterráneo, más 6 reinos de transición entre estos: marino-terrestre, subterráneo-aguas dulces, aguas dulces-marino, marino-aguas dulces-terrestre, subterráneo-marino y terrestre-aguas dulces.

En el segundo nivel hay 25 biomas funcionales, definidos por tener uno o más procesos de ensamblaje que soportan funciones clave del ecosistema y procesos ecológicos. El nivel 3 define 110 grupos funcionales de ecosistemas, (EFG por sus siglas en inglés), que son unidades clave para realizar generalizaciones y predicciones sobre funciones, biota, riesgos y gestión de soluciones. 

A modo de ejemplo, el bosque templado lluvioso valdiviano corresponde al reino Terrestre, o “T”, bioma T2, o de bosques y tierras arboladas templado-boreales, y grupo funcional de ecosistema, EFG 3, selva tropical templada fría oceánica, por lo que su clasificación sería T2.3. El desierto de Atacama está en la nomenclatura T5.2, es decir, reino terrestre, bioma 5, de desierto y semidesierto, y EFG 2, es decir, desiertos y semidesiertos suculentos o espinosos.

En el caso de nuestro territorio, Patricio Pliscoff comenta que “para el ámbito terrestre, se reconocen 6 biomas y dentro de estos, 14 grupos funcionales de ecosistemas, entre ellos se encuentran los bosques templados y subtropicales, las estepas, los desiertos y ecosistemas polar y alpinos. Falta aún hacer el cruce con los ecosistemas transicionales, donde se encuentran por ejemplo los humedales costeros y clasificar los ecosistemas marinos y dulceacuícolas. En términos de estado de conservación, los bosques subtropicales donde se encuentra el bosque esclerófilo y el bosque maulino costero de Chile central, son los más amenazados por la pérdida de la vegetación natural producto del cambio de uso de suelo por actividades productivas”.

Este gran esfuerzo de ecólogos de todo el mundo, es el primer paso en la construcción de un sistema completo, general y estandarizado, que además incorpora los biomas creados por el ser humano, con el propósito de dar respuesta a la necesidad de mantener los servicios ecosistémicos que benefician a la humanidad y conservar la biodiversidad.

En la web del proyecto pueden revisar la tipología completa y realizar búsquedas de ecosistemas específicos por áreas: https://global-ecosystems.org.

Texto: Comunicaciones CAPES
Infografía: Patricio Pliscoff

Declaración Pública: “Llamado urgente a suspender el uso de Especies Exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena”

En una declaración pública, miembros de CAPES y de otros 10 centros científicos chilenos, realizaron un llamado urgente a suspender la forestación con especies exóticas en la Patagonia, para captura de carbono.

En relación a las recientes iniciativas de forestación con especies exóticas en la estepa patagónica chilena con objetivo de captura de carbono, los abajo firmantes queremos expresar lo siguiente:

El cambio climático es un fenómeno global queestá afectando a los ecosistemas y las sociedades en todo el mundo con consecuencias aún impredecibles que representan una amenaza para el bienestar humano y la integridad de la naturaleza. En este escenario, es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2, metano, etc.) y propiciar el aumento del secuestro de carbono mediante conservación, restauración y manejo de ecosistemas. Entre las soluciones basadas en la naturaleza para el secuestro de carbono, el establecimiento y recuperación de la cobertura boscosa perdida o degradada ha recibido especial atención, ya que es un mecanismo simple, relativamente barato y con otros múltiples beneficios ecológicos y sociales. Sin embargo, la evidencia científica ha demostrado que la plantación de árboles también puede tener impactos negativos si no se realiza de acuerdo a estrictos estándares que aseguren una adecuada compatibilidad entre las especies utilizadas y los ecosistemas a reforestar o restaurar. Un claro ejemplo del impacto negativo que puede resultar de forestaciones de coníferas introducidas con fines de captura de carbono son los incendios de gran magnitud que pueden liberar repentinamente gran parte del carbono almacenado.

En Chile, se están promoviendo y analizando diversos proyectos de forestación para aumentar la captura de carbono. Sin duda, estas iniciativas pueden ser beneficiosas cuando se evalúan y consideran los impactos sociales y ecológicos, y la toma de decisiones, a escala local, se realiza de manera participativa y abierta, pero resulta crucial también considerar los impactos negativos de estas acciones.

Recientemente, se han conocido algunas iniciativas que buscan mitigar el cambio climático mediante la plantación de especies exóticas en ecosistemas de estepa de la Patagonia chilena. Al respecto es importante considerar:

1) La estepa patagónica es un ecosistema endémico del cono sur de Sudamérica, y contiene un elevado número de especies de flora y fauna únicas. Dada la exclusividad de su fauna y flora, y el alto grado de estrés ambiental  al que están sometidos, la estepa patagónica ha sido clasificada como una de las ecoregiones del mundo prioritarias para la conservación por el programa Global 200 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La estepa patagónica es un ecosistema que ha evolucionado desde la era glacial en ausencia de cobertura arbórea, lo que no representa ningún problema ambiental; todo lo contrario, genera un paisaje único de inestimable valor ecológico, histórico, social, cultural, y además de importancia económica para la ganadería y el turismo.

2) La evidencia científica indica que, debido a que los pinos utilizados en estas plantaciones forestales provienen del hemisferio Norte y han evolucionado bajo otras condiciones climáticas y ecológicas, las plantaciones de pinos en la estepa patagónica generan una multiplicidad de impactos negativos como: a) reducir hábitat de especies nativas y la biodiversidad de especies herbáceas y arbustivas que no soportan competencia o sombra por especies arbóreas; b) disminuir la disponibilidad de agua en el suelo, las napas freáticas y los caudales, lo cual es crítico en estos ecosistemas de carácter semiárido; c) reducir el valor paisajístico y turístico de estas zonas australes al interferir con la mirada del paisaje, afectando el valor sociocultural de estas formaciones vegetacionales que son parte de la identidad de los habitantes de la Patagonia; d) promover la invasión de las especies plantadas, como los pinos, a zonas aledañas donde no se ha plantado, generando densos bosquetes que rápidamente homogenizan el paisaje y cuyo control es muy costoso; por último y de máxima preocupación dado el escenario de cambio climático, e) la combinación de plantaciones e invasiones de pinos en la estepa patagónica puede alterar el régimen de incendios forestales, aumentando la frecuencia, extensión y severidad de éstos.

3) Respecto a la fijación y secuestro de carbono, no hay evidencia concluyente respecto a cuánto carbono se libera o se captura al reemplazar la diversa estepa patagónica por una plantación monoespecífica de pinos. Estudios en otros ambientes de praderas naturales,  demuestran que una importante cantidad de carbono se almacena bajo la superficie, en el suelo, las raíces, y otros organismos del suelo. La evidencia indica que ecosistemas más diversos son capaces de capturar más carbono en el mediano y largo plazo.

En consideración de todos estos antecedentes hacemos un llamado urgente a suspender el uso de especies exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena. Además, queremos reafirmar que aún existen muchas tierras que históricamente estuvieron cubiertas de bosques en las regiones del sur de Chile y la Patagonia que actualmente se encuentran deforestadas, cuya reforestación y restauración con especies nativas sería una verdadera “solución basada en la naturaleza”. Es decir, una alternativa sustentable y duradera de captura de carbono recuperando la cobertura boscosa y conservando los procesos ecológicos y la biodiversidad de estos ecosistemas, además de proveer una multiplicidad de servicios ecosistémicos para las comunidades locales.

Instituciones firmantes

SOCIEDAD DE ECOLOGÍA DE CHILE

SOCIEDAD DE BOTÁNICA DE CHILE

SOCIEDAD DE BIOLOGÍA DE CHILE

INSTITUTO DE ECOLOGÍA Y BIODIVERSIDAD (IEB)

CENTER FOR CLIMATE AND RESILIENCE RESEARCH (CR)2

CENTER OF APPLIED ECOLOGY AND SUSTAINABILITY (CAPES)

ASOCIACIÓN CHILENA DE ECOLOGÍA DEL PAISAJE (IALE-CHILE)

CENTRO DEL FUEGO Y RESILIENCIA DE SOCIOECOSISTEMAS (FIRESES)

PROGRAMA VINO, CAMBIO CLIMÁTICO Y BIODIVERSIDAD (VCCB)

FUNDACIÓN CENTRO DE LOS BOSQUES NATIVOS FORECOS RED CHILENA DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA

Referencias relevantes

Di Sacco, A., Hardwick, K. A., Blakesley, D., Brancalion, P. H. S., Breman, E., Cecilio Rebola, L., Chomba, S., Dixon, K., Elliott, S., Ruyonga, G., Shaw, K., Smith, P., Smith, R. J., & Antonelli, A. (2021). Ten golden rules for reforestation to optimize carbon sequestration, biodiversity recovery and livelihood benefits. Global Change Biology, August 2020, 1–21. https://doi.org/10.1111/gcb.15498

Hisano, M., Searle, E. B., & Chen, H. Y. (2018). Biodiversity as a solution to mitigate climate change impacts on the functioning of forest ecosystems. Biological Reviews, 93(1), 439-456.

Nuñez, M. A., Davis, K. T., Dimarco, R. D., Peltzer, D. A., Paritsis, J., Maxwell, B. D., & Pauchard, A. (2021). Should tree invasions be used in treeless ecosystems to mitigate climate change?. Frontiers in Ecology and the Environment. https://doi.org/10.1002/fee.2346


Foto: Mónica Paz

Ecosistemas chilenos en riesgo frente a la exposición climática futura

En una evaluación necesaria para el desarrollo de planes de conservación adaptables al clima, un equipo internacional de investigadores de Chile, Corea del Sur y Estados Unidos, realizó un mapa de riesgos climáticos para todos los tipos de vegetación presentes en Chile, que proyecta los efectos que podrían sufrir los ecosistemas ante la crisis actual.

Chile es uno de los 35 hotspots o puntos críticos de biodiversidad mundial. Alberga tres ecorregiones y seis biomas terrestres de máxima prioridad para la conservación. Nuestro largo y angosto territorio, por sus características de aislamiento climático y geográfico causado por las barreras naturales de la Cordillera de Los Andes, el desierto de Atacama y el océano Pacífico, cuenta con muchas especies de flora y fauna endémica, únicas en el mundo.

Sin embargo, este tesoro natural está en peligro debido al cambio climático. Y a causa del alto endemismo presente en nuestros ecosistemas, el riesgo asociado a la desaparición definitiva de muchas de estas especies vuelve urgente la necesidad de evaluar el grado de vulnerabilidad que éstas sufren, para luego, con estos insumos, desarrollar planes de conservación adaptables al cambiante clima.

Un equipo internacional compuesto por investigadores de la Universidad de Chile, la Universidad Nacional de Seúl, la Universidad de California Davis, la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre (WCS) y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, realizó un valioso aporte a la evaluación de los efectos del cambio climático en Chile a través de la elaboración de pormenorizados mapas de riesgo climático.

La investigación fue publicada en la revista Science of the Total Environment bajo el título “Climate exposure shows high risk and few climate refugia for Chilean native vegetation”. Su autor principal, Andrés Muñoz-Sáez, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile e investigador de CAPES, conversó sobre los alcances de estos hallazgos.

¿Cuál fue su motivación? “La idea surgió en una conversación con el Dr. Profesor Jim Thorne (UC Davis), dado que esta aproximación de riesgo climático es relativamente nueva, (desarrollada por Jim y sus colaboradores) y no había sido aplicada en Chile. Nos propusimos generar un mapa comprensivo del riesgo de la actual vegetación existente a nivel de país. Todos trabajamos ad honorem y logramos concluir esta investigación sin financiamiento”, destaca Muñoz-Sáez.

Mapa de exposición climática futura proyectada para Chile.

Zonas de riesgo y de refugio climático

Los autores del trabajo definen el “riesgo climático”, como el impacto potencial en la vegetación relacionado a un cambio en las condiciones históricas del clima. Para su investigación, los especialistas modelaron el riesgo climático futuro utilizando mapas de vegetación actuales de alta resolución y mapas climáticos, para clasificar la frecuencia en la distribución de estas condiciones para cada uno de los 24 tipos de vegetación analizados, incluyendo 11 tipos de bosques, 5 tipos de matorrales y suculentas, 4 tipos de pastizales y 4 tipos de humedales.

Estos tipos de vegetación se distribuyen en diferentes zonas geográficas de Chile y cada uno de ellos se relaciona con las condiciones climáticas existentes en esas zonas. Teniendo esto en cuenta, se realizaron las proyecciones utilizando dos modelos de circulación para dos escenarios de cambio climático posibles. De esta manera pudieron definirse los niveles de riesgo para cada vegetación en el lugar donde geográficamente se encuentran actualmente, pero con la condición climática futura.

Muñoz-Sáez explica que “si las condiciones climáticas para cada tipo de vegetación se encontraban en el 80% de su distribución central, se consideró que el riesgo climático es bajo. Condiciones por sobre 80% fueron consideradas progresivamente de mediano, alto, y muy alto riesgo climático. Una condición de bajo riesgo climático implicaría un menor riesgo fisiológico de ese tipo de vegetación a las condiciones climáticas, por lo que condiciones de estrés climático pondrían en riesgo la tolerancia de los tipos de vegetación a las nuevas condiciones climáticas”.

También se localizaron refugios climáticos de vegetación, que en palabras del investigador “son áreas donde se espera que la vegetación existente permanezca dentro de las condiciones climáticas futuras. Es decir, son zonas donde se identificó un bajo riesgo climático y que están asociados a una zona geográfica definida. Estos refugios nos permiten determinar los lugares para poder priorizar su conservación y gestión”. Estas áreas no son muy abundantes y se ubican principalmente en los Andes centrales, la Patagonia y en algunas áreas costeras.

Vegetación chilena en alto riesgo

Bosque de Araucarias, provincia de Malleco

Pero, ¿qué significa que la vegetación en Chile esté en alto riesgo climático? Quiere decir que las condiciones climáticas podrían estar por sobre lo que las especies están adaptadas a soportar fisiológicamente. Esto implicaría desde una posible disminución de su sobrevivencia, hasta un potencial riesgo de extinción. “Sin embargo, esto también debe ser tomado con cautela”, matiza Muñoz-Sáez, “ya que por ejemplo la resiliencia de las plantas también podría desempeñar un papel clave bajo el cambio climático, con algunas especies capaces de persistir incluso bajo las condiciones climáticas futuras. En este sentido, el monitoreo a nivel comunitario y experimentos enfocados en fenología y la dinámica demográfica pueden ayudar a mejorar las predicciones del riesgo climático”.

Los resultados obtenidos muestran que en el escenario de mayores emisiones (RCP8.5, que representa las tasas actuales de emisiones de Gases de Efecto Invernadero o GEI), entre el 27,8% y el 43,6% de las áreas silvestre protegidas del Estado y entre el 32,2% y 43,6% de la vegetación que se encuentra fuera de éstas, se enfrentan a un alto riesgo climático. En particular algunas especies de Nothofagus nativos como la asociación hualo-roble, o las coníferas milenarias como la araucaria y el alerce, se encuentran muy amenazadas.

Así como este estudio permite reconocer los tipos de vegetación y zonas geográficas que se encuentren con mayor riesgo climático, también identifica, para cada uno de los tipos de vegetación analizados, lugares donde el riesgo pudiera ser menor, y que sirvan como refugios para la conservación. “Esta información es relevante para el establecimiento de nuevas áreas protegidas, la gestión y planificación predial en las actuales áreas silvestres protegidas, y fuera de ellas. Nuestros resultados permiten informar los esfuerzos nacionales para la planificación de la conservación, se pueden utilizar para identificar y gestionar prioridades para tipos de vegetación individuales (por ejemplo, zonas de refugio de alto valor de conservación) permitiendo la gestión in situ del patrimonio natural”, concluye Muñoz-Sáez.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Andrés Muñoz-Sáez

Analizando a América Latina, Chile y su tragedia ambiental

Los días 6 y 13 de mayo de 2021, se realizó el foro “La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, y el caso de Chile”, la cual tuvo el objetivo de analizar y reflexionar sobre la situación ambiental de la zona, y en especial, de sus recursos naturales. El evento contó con la participación de destacados investigadores, entre los que estuvo el Dr. Fabián Jaksic, director de CAPES.

Cambio climático, degradación del suelo, biodiversidad, bosques nativos y ecosistemas marinos fueron algunos de los temas que revisaron los más de 200 asistentes a cada una de las sesiones del foro “La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, y el caso de Chile”, actividad organizada por el Instituto de Asuntos Públicos, INAP, y su Centro de Análisis de Políticas Públicas, CAPP, de la Universidad de Chile, con apoyo de otras nueve casas de estudios de diferentes regiones de Chile, entre ellas la Universidad Católica.

Primera jornada: una mirada global

En la primera sesión, inaugurada por Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, y Hugo Frühling, director del INAP, los expositores alertaron acerca de la masiva actividad extractivista y exportadora de materias primas del continente. «Estamos frente a un verdadero cambio de época que nos plantea la urgencia de cambiar el modelo de desarrollo, un modelo extractivista, concentrador del ingreso y la riqueza y fundado en la cultura del privilegio», señaló Bárcena, agregando que el deterioro de los recursos naturales es una verdadera “pandemia en las sombras: el silente deterioro ambiental y ecológico».

Según explicó el rector Vivaldi, para mitigar los efectos del cambio climático y revertir el deterioro ambiental en Chile y América Latina, se necesitan respuestas transdisciplinares: «Para la complejidad de los problemas actuales, la posibilidad de enfrentarlos desde una sola disciplina se acabó. Se requiere crear algo nuevo. Los problemas de agua, de energía, de sustentabilidad, no pueden ser resueltos por una sola disciplina».

Segunda jornada: distintos niveles del desastre

La segunda sesión se orientó al análisis del problema de recursos y servicios naturales específicos: biodiversidad, a cargo de Fabián Jaksic, de CAPES; bosques nativos, expuesto por Antonio Lara de la Universidad Austral de Chile; aguas continentales presentado por Reinaldo Ruiz del CAPP; y ecosistemas marinos y del borde costero, a cargo de Ricardo Bravo de la Universidad de Valparaíso.

Quienes no están al tanto de todos los efectos del cambio climático, tal vez piensan que el título de “Tragedia Ambiental” es exagerado, pero la realidad es que, particularmente en Chile, estamos frente a una tragedia ambiental de proporciones. Con respecto a la biodiversidad, Jaksic precisó que “el Ministerio del Medio Ambiente ha logrado analizar cerca de 1.200 especies, de las 35.000 que tenemos en nuestro país, un 67% de las especies clasificadas están amenazadas, en peligro de extinción o vulnerables. Un caso preocupante es el de los moluscos, de las 48 especies analizadas, todas están en un estado de conservación de amenaza de extinción”. Algo similar sucede con los ecosistemas, “en Chile podemos reconocer 127 ecosistemas distintos, de los cuales el 50% están amenazados y podrían dejar de entregarnos sus bienes y servicios”, afirmó Jaksic.

“Existen 5 grandes amenazas que actúan fuertemente sobre los ecosistemas: cambio climático, contaminación, sobreexplotación de recursos, invasión de especies exóticas y las transformaciones a los hábitats. Todas estas amenazas son ejercidas sobre la biodiversidad, y ésta es la que entrega los servicios ecosistémicos de los cuales dependemos para nuestro desarrollo y bienestar humano”, resumió el ecólogo Premios Nacional de Ciencias Naturales 2018.

Por su parte, Antonio Lara advirtió sobre la pérdida progresiva de bosque nativo en nuestro país, que en las últimas décadas ha sido de 782.000 ha, un 19% del área inicial, según estudios científicos en una extensa superficie del territorio. Entre las causas de esta destrucción están la expansión de plantaciones, la expansión de la agricultura en terrenos de pastoreo y los matorrales. “Debemos hacer dos cosas, por un lado, disminuir las amenazas, las tasas de destrucción, y por otro, aumentar las tasas de restauración”, señaló el profesor Lara.

En cuanto a las aguas continentales, Reinaldo Ruiz mencionó que “hay escasez hídrica de Atacama al Maule, en la zona central, hay aumento de la demanda, sobreexplotación, las precipitaciones se reducen y la calidad de las aguas se deteriora”. Además, “el 65% de la población vive en un territorio considerado árido, tierras desérticas prácticamente (…) más del 60% de la producción nacional es absolutamente dependiente del agua, eso es algo que necesitamos corregir, porque todo el sector exportador depende del agua”, acotó el investigador.

Los ecosistemas marinos y el borde costero también están en riesgo, como dejó en claro el investigador Ricardo Bravo, quien comentó que “en Chile la situación es delicada, porque cerca del 70% de las pesquerías se encuentran sobreexplotadas o agotadas”. Pero también hay otros problemas, entre los los más relevantes están el cambio climático, que está afectando a la biósfera completa, la absorción de calor, la pérdida de oxígeno, la acidificación del océano, la pérdida de diversidad biológica, la pérdida de hábitat y el sobrepoblamiento costero.

“Los cambios son múltiples, la mayoría de los cuales constituyen amenazas o, ya están pasando a la categoría de daño. La mayoría de estos cambios se han producido en los últimos 50 años”, finaliza el profesor Bravo, lo que apoya la idea de que estamos en la era del Antropoceno y que la especie humana es considerada una fuerza geofísica de importancia planetaria.

Texto: Comunicaciones CAPES


Planificando una conservación eficiente del hotspot de biodiversidad de Chile central

Por medio de un modelo de planificación que considera la representación de la biodiversidad y el acceso social a la naturaleza, un grupo conformado por investigadores CAPES estudió el nivel de accesibilidad y representatividad que poseen actualmente las áreas protegidas que resguardan la biodiversidad de la zona central de Chile, una de las zonas más amenazadas y biodiversas del mundo.

Desde los primeros esfuerzos por catalogarlas a comienzos de este siglo, la identificación de aquellas zonas con mayor diversidad biológica y, al mismo tiempo, más amenazas del planeta—conocidas como hotspots o “puntos calientes” —, planteó el enorme desafío de proteger y conservar las especies presentes en ellas. Estos puntos de biodiversidad comparten un alto endemismo vegetacional (un gran porcentaje de su flora sólo existe allí) y cierto nivel de vulnerabilidad en la región. Se sabe que, en conjunto, estas zonas ocupan menos del 5% del territorio del planeta, pero contienen más de la mitad de sus especies conocidas.

Declarada como tal el año 2000, la región de nuestro país que abarca parte del desierto de Atacama, el bosque matorral esclerófilo y el bosque Valdiviano, denominada formalmente como el “Chile Central”, es una de estas zonas.

De este amplio territorio en peligro, la biodiversidad de Chile central ha recibido especial atención a causa de su alto nivel de vulnerabilidad, provocada principalmente por la alta concentración de personas (gran parte de la población del país) que cohabita este ecosistema, la desigualdad en el acceso de éstas a las áreas silvestres, y los altos grados de amenaza que sufren las especies allí presentes (23% de ellas presente en la lista roja de especies de la IUCN).

Ante este escenario, la pregunta sobre qué tan accesibles a las personas son las áreas protegidas que resguardan el matorral esclerófilo, y qué tan representativas son éstas últimas de la biodiversidad de la región, motivó a la ecóloga del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) María José Martínez, a indagar sobre el estado de conservación presente en una de las zonas con mayor riesgo de colapso ecológico del país.

Martínez abordó estas preguntas a través de una metodología denominada planificación sistemática de la conservación, un proceso que busca establecer metas y objetivos de conservación a través de soluciones óptimas a costos mínimos. Los objetivos de esta metodología incluyen evaluar la representación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos —es decir los beneficios que la sociedad obtiene de la naturaleza para el bienestar humano— presentes en los territorios.

“Tener en cuenta los costos de la conservación (como el costo de adquisición de tierras) tiene el potencial de mejorar la efectividad de los resultados en la planificación de áreas para la conservación, y ayuda a evitar errores costosos. Además, esta planificación sistemática permite incorporar la mejor información científica y clarificar los costos y beneficios que implican ciertos escenarios que llevan a una toma de decisiones más informada. La serie de soluciones que se generan implica la selección óptima de una red de áreas que cumplan mejor con las metas de conservación definidas, además de informar sobre cuándo y cómo agregar áreas a la red de conservación ya existente”, explicó la investigadora.

En un reciente artículo publicado en la revista People and Nature, Martínez y un conjunto de colaboradores detallaron la aplicación de esta metodología en el Chile Central, el cual cuenta con 65 áreas protegidas, tanto públicas como privadas, que buscan asegurar su conservación. Los resultados mostraron que es posible mejorar la accesibilidad social y la representación de la biodiversidad existente en estas áreas, a un menor costo.

Entre sus conclusiones, los autores plantearon un escenario más eficiente que considera tanto el costo de la tierra como el acceso social, el cual propone que la ampliación de la actual red de áreas protegidas en tan solo un 3%, podría significar un 86% de crecimiento en la representación de su biodiversidad, y un 18% de aumento en la accesibilidad social a estas áreas protegidas.

Dichos resultados son particularmente relevantes considerando la situación de los ecosistemas de bosque mediterráneo costero de la zona central, donde la actual red de áreas protegidas solo cubre una pequeña proporción de estos bosques. Así, el estudio podría ayudar a encontrar nuevas oportunidades de conservación en la región, determinando que acciones tomar y dónde.

“La clave del estudio, es que incorpora aspectos sociales y servicios ecosistémicos culturales en la planificación para la conservación. De esta forma se sugieren mejoras a sistemas de áreas protegidas que incluyen aspectos tan importantes como la equidad en el acceso a estas zonas” explicó el biólogo CAPES Stefan Gelcich, uno de los autores del estudio.

Los investigadores también señalan que la nueva política de conservación privada (Derecho real de conservación, Ley 20.930), instituida en Chile en 2016, podría ayudar a compensar los costos de conservación a través de asociaciones público-privadas, sobre todo si consideramos que la mayor parte del área estudiada, con alto valor de conservación, se encuentra en terrenos privados.

Chile es uno de los países con mayores índices de desigualdad del mundo, los cuales afectan todas las dimensiones del bienestar humano, entre ellos el acceso a la naturaleza. “La consideración de la accesibilidad social a las áreas protegidas utilizada en este estudio podría incrementar el éxito de las áreas protegidas como herramienta de conservación al acercar a las personas a la naturaleza”, finalizó Martínez.

Texto: Comunicaciones CAPES

Científicos llaman a un cambio en la gobernanza sobre los océanos

A través de un estudio titulado “Una transición a la gobernanza sustentable de los océanos”, los investigadores describen tres vías de transición claves en la obtención de un futuro más sustentable para los ecosistemas marinos.

De acuerdo a un nuevo paper publicado hoy en la revista Nature Communications, la continuidad de los océanos como soportes y proveedores de servicios ecosistémicos depende de una nueva relación entre los seres humanos y estos importantes sistemas ecológicos.

“Los sistemas complejos suelen requerir de pequeñas perturbaciones para provocar efectos a gran escala”, explica Tanya Brodie Rudolph, una de las autoras del paper. “La actual crisis provocada por COVID-19 es un ejemplo clásico de este “efecto mariposa”: de la sobreexplotación de especies animales en un mercado de Wuhan a una pandemia global, esta crisis demuestra la necesidad de construir el tipo de resiliencia que permita respuestas efectivas y ágiles a cambios sistémicos abruptos, y esto es tan cierto para el comercio animal como para los intrincados sistemas oceánicos de los que dependemos, porque de colapsar éstos, la crisis resultante sería tanto o más devastadora que la actual crisis sanitaria” comenta.

El trabajo, titulado “Una transición a la gobernanza sustentable de los océanos” describe tres vías de transición claves para alcanzar un futuro más sustentable para los sistemas océanos complejos.

La primera es la necesidad de reconfigurar la idea misma de gobernanza, construida bajo una estructura anidada de decisiones a nivel local como global, tanto desde las superestructuras como de las bases mismas de la sociedad, informadas bajo una visión común. La segunda es el empoderamiento de aquellas personas que dependen de los recursos oceánicos a través del aprendizaje nacido de la transferencia de conocimiento, y el traspaso de derechos sobre el océano como un bien público. La tercera vía es mediante una reforma a la propiedad sobre la administración de estos recursos, a través de mecanismos como la certificación y la colaboración pre-competitiva, generando incentivos y ayudando a construir responsabilidad.

Al respecto, el trabajo identifica al sistema de certificación pesquera del Consejo Internacional de Administración Marina, y las reformas pesqueras como las cuotas de captura como ejemplos prometedores de estas innovaciones.

Stefan Gelcich, biólogo marino del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) de la Universidad Católica, y el único investigador chileno autor del estudio, hizo hincapié en la necesidad de este cambio, aunque apunto a multiplicidad de caminos para llegar a él: “La gobernanza de los océanos debe ser adaptativa. Van cambiando los forzantes sociales y ambientales, por lo que debemos responder con modelos que apunten a la sostenibilidad y equidad en el acceso y distribución de beneficios de los recursos, frente a estas nuevas y dinámicas realidades. En este sentido, no hay una receta para resolver los problemas de sostenibilidad; debe haber constantes procesos de co-aprendizaje y co-diseño de soluciones”, afirmó.

“Es clave que reconozcamos la importancia de océanos saludables para sustentar el bienestar humano. El océano es vital para la salud de las sociedades humanas y para una economía mundial próspera, es nuestro gran aliado en la búsqueda de un futuro sostenible. En este sentido, construir modelos de gobernanza, con la participación de los diferentes actores, para alcanzar la sostenibilidad de los océanos, es una de las tareas más importantes y de las mayores oportunidades para afrontar los desafíos asociados a cambios globales“, explicó el también académico de la Facultad de Ciencias Biológicas UC.

La salud de los océanos es crucial para la humanidad, por lo que debemos cuidar de mejor forma este recurso compartido, para la salud y prosperidad de las generaciones actuales y futuras, el medio ambiente, la biodiversidad y el clima. La forma en que hemos gobernado los océanos en el pasado no ha sido efectiva, y no ha sabido reflejar estas relaciones complejas”, añade Brodie Rudolph.

Junto con Gelcich, otros autores del documento Tanya Brodie Rudolph y el profesor Mark Swilling del Centro de Sistemas Complejos en Transición de la Universidad de Stellenbosch (Sudáfrica); Mary Ruckelshaus del proyecto Capital Natural de la Universidad de Stanford (EEUU); Edward H. Allison de Centro Ocean Nexus de la Universidad de Washington (EEUU); Henrik Österblom del Centro para la Resiliencia de Estocolmo (Suecia) y Philile Mbatha de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

Este trabajo es un resumen de un reciente “Blue Paper” compilado por los autores a cargo del Alto Panel para una Economía Sustentable para los Océanos, una iniciativa de 14 estados líderes en el mundo que busca crear momentum hacia una economía marina sustentable, donde la protección efectiva, la producción sostenible y el bienestar equitativo vayan mano a mano.



Texto: Comunicaciones CAPES y CST Communications