Viajeros clandestinos: la larga historia de los insectos introducidos a Chile

Casi 600 especies de insectos han sido introducidas a nuestro territorio en los últimos 500 años, la mayor parte de ellos después de la Segunda Guerra Mundial y relacionados con la actividad agrícola y silvícola, según un estudio realizado por investigadores de CAPES, UACh, SAG y U de Talca.

Un 40% de las especies de insectos introducidos pertenecen al orden Hemiptera, como el pulgón Diuraphis noxi. (Créditos: Wikipedia)

Desde la llegada de los europeos a América hace más de 500 años, además del intercambio económico, comenzó un intercambio masivo de una gran diversidad de plantas, vertebrados, invertebrados, hongos, bacterias, entre otros organismos. El arribo de especies exóticas a nuestro territorio se aceleró durante el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial y del aumento del tráfico aéreo.

Un equipo de investigadores de la Universidad Austral, Universidad de Talca, Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y CAPES, se enfocó en examinar 500 años de historia de la introducción de insectos en nuestro territorio en el trabajo A bug’s tale: revealing the history, biogeography and ecological patterns of 500 years of insect invasions”, publicado en la revista NeoBiota.

Sergio Estay, académico del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la Universidad Austral de Chile e investigador CAPES, quien es el autor principal del artículo, explica que la idea de realizar este estudio “surge porque creemos que es fundamental entender la historia de las introducciones de insectos para poder predecir los riesgos actuales y futuros, las potenciales vías de ingreso y cómo enfrentar este problema”.

Para lograr comprender los procesos involucrados en las invasiones biológicas de insectos, en una escala temporal de siglos, los investigadores analizaron las tendencias temporales, diversidad taxonómica, origen biogeográfico y los principales impactos de estas especies. Encontrar los patrones de distribución permitirá mejorar las políticas públicas para minimizar los efectos de los insectos invasores en los ecosistemas.

Áfidos introducidos en un jardín en Chile (Créditos: Sergio Estay).

600 especies de insectos en 500 años

Para poder abordar esta enorme tarea, fue necesario revisar una gran cantidad de registros en bibliotecas, museos, colecciones, públicas y privadas, artículos científicos, registros de expediciones, catálogos, entre muchas otras fuentes, trabajo que duró varios años. La información recolectada mostró que desde la llegada de los españoles a Chile se ha reportado el ingreso de 592 especies de insectos, con una fuerte aceleración a partir de la segunda mitad del siglo XX.

¿Por qué se da este auge en ese punto histórico? “Pueden existir múltiples explicaciones”, señala Estay, “lo primero, es el crecimiento de la producción agrícola posterior a la Segunda Guerra Mundial durante la “Revolución Verde”. Bonnamour et al. (2021), describen este momento como la segunda ola de globalización, donde el comercio internacional comenzó a incrementarse significativamente”.

“Una segunda explicación”, continúa el investigador, “proviene del gran desarrollo de los programas de control biológico de plagas vegetales en Chile en la segunda mitad del siglo XX. Ambas explicaciones hacen referencia a cambios en la producción agrícola, pero una tercera alternativa está relacionada con el fuerte aumento del transporte aéreo. El uso del transporte aéreo internacional por parte de los chilenos mostró un marcado y fuerte crecimiento a principios de la década de 1950. Además, el comercio internacional en Chile también aumentó en las últimas décadas del siglo XX, junto con la globalización”.

El análisis de la biogeografía y los patrones ecológicos del ingreso de insectos indica que muchos de estos llegaron asociados a la introducción de cultivos foráneos, agrícolas y silvícolas, otros arribaron, de manera accidental o intencionada, en plantas ornamentales, en conjunto con el ganado o en el equipaje humano. Esta es una tendencia que se repite en muchos países de Latinoamérica y el mundo.

Un 40% de las especies de insectos introducidos pertenecen al orden Hemiptera, que agrupa a chinches, pulgones, cigarras, chanchitos blancos, entre otros. Los órdenes Coleoptera (escarabajos) e Hymenoptera (abejas, avispas y hormigas), contribuyen con un 20% de insectos exóticos cada uno. El restante 20% se distribuye en órdenes como lepidópteros (mariposas), dípteros (moscas, mosquitos) y otros.

En el estudio, los investigadores identificaron los tanto los principales órdenes y especies de insecto introducidos en Chile (esquema superior izquierdo), como sus ecozonas de procedencia (esquema superior derecho). (Crédito: Sergio Estay).

¿Por qué los insectos del orden Hemiptera han sido tan exitosos en establecerse en Chile? “Esto probablemente se debe a la relación entre plantas cultivadas y estos insectos”, responde Sergio Estay, “si bien se requiere un análisis más detallado, es probable que la llegada de muchas plantas cultivadas originarias del hemisferio norte desencadenó el establecimiento exitoso de estos insectos. Ejemplos de esto son los pulgones de los cereales en Chile”.

Efectos del cambio climático

El aumento de las temperaturas, la sequía, la desertificación, la transformación de los ecosistemas, son algunas de las consecuencias del cambio climático que estamos observando, que entre otros resultados, puede promover la expansión del rango de distribución de algunos insectos. Al respecto, el académico comenta que “el cambio climático por supuesto genera y generará cambios en la distribución de plantas y animales. Sin embargo, existe una discusión sobre si insectos que llegan a un nuevo territorio producto de migración debido a la aparición de nuevos hábitats debido al cambio climático pueden considerarse como exóticos. Es un punto aún abierto en la discusión de los especialistas”.

El investigador también aclara que “la mayor parte de los insectos introducidos no causa casi ningún impacto significativo”. El Ministerio del Medio Ambiente, define a las especies invasoras como cualquier animal, vegetal, hongo o microorganismo que llega a un lugar donde no es nativo y expande su distribución, desplazando y/o dañando a las especies nativas y provocando un impacto negativo en los ecosistemas, lo que significa que los insectos introducidos son todos exóticos, pero no necesariamente invasores.

Tremex fuscicornis capturado en Chile. (Crédito: Sergio Estay).

Cuando los insectos foráneos se transforman en especies invasoras, se pueden producir daños económicos, sociales y/o ambientales, como cuando los invertebrados se convierten en plagas que destruyen los cultivos agrícolas o forestales. En este escenario, “lo principal es la prevención”, afirma Sergio Estay. “Aún así, con las mejores prácticas preventivas, es muy difícil prevenir el ingreso de nuevos insectos al país. La educación, como enseñar a no traer material vegetal desde el exterior, el monitoreo en puertos, etc., son medidas muy útiles, pero aún así es una labor muy difícil, y ningún país tiene un sistema que realmente impida totalmente el ingreso de nuevas especies de insectos”.

El equipo de investigadores e investigadoras construyó una base de datos con la información recopilada, la primera en su tipo y un trabajo en progreso, que puede ser actualizada y mejorada por especialistas, académicos y agencias de gobierno. El objetivo es apoyar la investigación y la toma de decisiones, en especial en los sectores agrícolas y silvícolas, para gestionar nuevas introducciones de insectos no nativos y prevenir daños ambientales, sociales o económicos.

Texto: Comunicaciones CAPES

Las respuestas de la vinchuca, transmisora del mal de Chagas, al cambio climático

Dos estudios de investigadores CAPES analizaron las maneras en que este insecto, habitante de las zonas norte y centro de nuestro país, se aclimata a los cambios de temperatura cada vez más extremos en esta parte del planeta.

La vinchuca es un insecto ectotermo. ¿Qué significa esto? Que su nivel de actividad física, comportamiento y supervivencia responden a los cambios ambientales (o externos) de temperatura. Pero, ¿por qué podría ser relevante este dato para nosotros? Pues porque muchos insectos que son vectores de enfermedades, como la vinchuca, se ven expuestas a la variabilidad de temperaturas producidas por el cambio climático, alterando su fisiología y ecología, y haciendo más difícil el éxito de los programas que buscan erradicar su amenaza como foco de plagas o epidemias.

En Sudamérica, existen varios insectos transmisores de enfermedades, como el mosquito Aedes aegypti, vector del dengue, o las moscas negras (género Simulium) causantes de Oncocercosis o “ceguera de los ríos”. La vinchuca (Triatoma infestans), es un insecto hematófago, es decir, que se alimenta de sangre de mamíferos, especialmente de humanos. Mientras sacia su sed, el insecto es capaz de depositar al parásito Trypanosoma cruzi en la piel de sus huéspedes, y éstos, al rascarse, lo introducen en su organismo provocando la enfermedad de Chagas.

La OMS calcula que en el mundo hay entre 6 y 7 millones de personas infectadas con este mal, la mayoría de ellas en América Latina. Ésta puede presentarse como una infección aguda (muchas veces asintomática) o convertirse en una enfermedad crónica que afecta al corazón o al aparato digestivo. A pesar de tener tratamiento en su fase aguda, cada año se producen nuevos contagios, afectando mayormente a la población rural y vulnerable.

Dos equipos de investigadores CAPES, sin embargo, han estado trabajando en el estudio de cómo la vinchuca se adapta a los acelerados cambios que se producen en su ambiente, y dos de sus últimos papers publicados dan nuevas luces sobre su paulatina aclimatación.

Cambios de comportamiento ante cambios de temperatura

“Como las vinchucas son animales ectotermos, lo que significa que su actividad está directamente relacionada con la temperatura del ambiente, para tener planes más efectivos de manejo se necesita información sobre dos variables: la relación entre el desempeño del animal y la temperatura del ambiente y la capacidad de ajustarse a las condiciones térmicas del ambiente, es decir, si presenta plasticidad fenotípica”, explica la Dra. Grisel Cavieres, fisióloga evolutiva de CAPES y una de las autoras del paper “Thermal performance of the Chagas disease vector, Triatoma infestans, under thermal variability” publicado en la revista Plos Neglected Tropical Diseases.

El estudio buscó evaluar el impacto de la variabilidad de temperatura en la respuesta térmica de la vinchuca y el grado de plasticidad de este insecto antes los cambios de su ambiente. En el trabajo también participaron los investigadores CAPES Francisco Bozinovic y Avia González, además de Sabrina Clavijo-Baquet (autora principal) y Pedro Cattan.

Investigaciones previas en vinchucas describieron las temperaturas máximas y mínimas críticas en que el desempeño de esta especie es cero, es decir, en que el insecto está ecológicamente muerto, no puede moverse, alimentarse, reproducirse o realizar ninguna función para el mantenimiento de la población. “Saber qué ocurre en medio de dichas temperaturas”, comenta Cavieres, “es relevante, ya que el cambio climático proyecta un incremento de la temperatura ambiental promedio y un aumento en su variabilidad, por lo que son necesarios estudios que incluyan estos escenarios”.

En cuanto al método de investigación, la investigadora comenta que “se utilizaron curvas de desempeño térmico, que evalúan la relación entre un amplio rango de temperaturas y el desempeño locomotor, que es la velocidad de desplazamiento de las vinchucas. Las curvas de desempeño permiten tener información sobre máximo desempeño y la temperatura en que se alcanza, además de las temperaturas críticas. Se comparó el desempeño de vinchucas que viven en ambientes térmicos variables (variabilidad de 5ºC más o menos) y en ambientes donde la temperatura no varía (variación 0ºC). Además, en ambientes con distintas temperaturas, por ejemplo, 18ºC, 27ºC y 30ºC”.

¿Cuáles fueron los resultados obtenidos? El efecto de la variabilidad térmica en las vinchucas depende de la temperatura ambiental: “La variabilidad térmica tuvo efectos positivos en el desempeño de vinchucas aclimatadas a altas temperaturas. Es decir, ambientes cálidos y fluctuantes favorecieron la actividad locomotora de las vinchucas. Los resultados están en sintonía con lo proyectado por el IPCC, que señala un aumento de incidencia de Enfermedades Transmitidas por Vectores (ETVs) en Sudamérica. Por otra parte, la variabilidad térmica en ambientes de baja temperatura tuvo efectos negativos en el desempeño de las vinchucas. En este sentido la temperatura de invierno ha sido varias veces señalada como una de las limitantes de las poblaciones”, concluye Cavieres.

Estos hallazgos, afirman los investigadores, presentan un desafío mayor a la hora de predecir los cambios en la distribución de este vector bajo un cada vez más agudo cambio climático.

Vinchucas en Bolivia

La plasticidad descrita por Cavieres, González, Bozinovic y cia. es una característica propia de toda la subfamilia de insectos a la que pertenece la vinchuca (Triatominae). Especies de este grupo presentan un alto nivel de variación morfológica, también descrita como plasticidad fenotípica, que les permite aumentar o disminuir de tamaño en respuesta a la variación ambiental a corto plazo o cambiar su forma a largo plazo, variando su genética.

Para determinar un patrón de adaptación biológica de vinchucas en dos regiones de Bolivia, el investigador CAPES y docente de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Dr. Marco Méndez, estudió poblaciones de este insecto presentes en el Chaco y el valle interandino, con el objetivo, nos dice, de “evaluar los procesos de infestación y proponer programas de control de vectores”.

El estudio, titulado “Unraveling the Morphological Variation of Triatoma infestans in the Peridomestic Habitats of Chuquisaca Bolivia: A Geometric Morphometric Approach”, analizó la plasticidad morfológica y el dimorfismo sexual de T. infestans en dos ambientes geográficos: los valles interandinos, con temperaturas entre 17ºC y 24°C y humedad superior al 40% y el Chaco, con temperaturas superiores a 30°C y humedad inferior al 20%.

“La vinchuca vuela en los meses más cálidos cuando las temperaturas se acercan a los 30°C. A temperaturas inferiores a 20°C, no vuela” describe el profesor Méndez, “por lo que la reinfestación de peridomicilio a intradomicilio se vuelve difícil porque los insectos deben caminar para alimentarse”. De este modo, las condiciones ambientales desfavorables conducen a circunstancias en las que las hembras tienen la prioridad para alimentarse, lo que resulta en machos más pequeños (en forma y tamaño). En consecuencia, las hembras se vuelven más grandes que los machos, y esto tiene implicancias en la fertilidad, pues está en directa relación al tamaño de la hembra.

Entre los resultados encontrados, se observó “un dimorfismo sexual de tamaño y forma en relación a factores ambientales y nutricionales; en específico, los factores ambientales tuvieron un efecto significativo sobre el tamaño y la forma, y la nutrición un impacto en la variación de la forma de la cabeza. Estos resultados servirán como punto de partida para comprender mejor las dinámicas locales de cada población y sus consecuencias en los procesos de reinfestación. Toda esta información permitirá diseñar programas de control de vectores con base en la historia natural de las poblaciones”, explica Méndez.

Como podemos ver, ambas investigaciones muestran que la vinchuca respondería al aumento de temperatura mediante adaptaciones morfológicas y de comportamiento específicas, información que se debe tomar en cuenta al momento de planificar medidas para el control de este insecto en su hábitat.

En mayo de 2019 la Asamblea Mundial de la Salud estableció el 14 de abril como el Día Mundial de la Enfermedad de Chagas, debido a que ese día de 1909, Carlos Chagas, médico e investigador brasileño, diagnosticó el primer caso humano de la enfermedad en Berenice, una niña de dos años.

 

Texto: Comunicaciones CAPES
Foto: Vinchuca, Dra. Grisel Cavieres

Científicos identifican nuevas especies de moscas en Chile

Las tres especies propuestas están distribuidas entre las llanuras de la región de Tarapacá por el norte y los bosques siempre verdes de Chiloé por el sur, en zonas amenazadas por la pérdida de flora nativa a causa de la intensificación agrícola, la fragmentación de ecosistemas, y la urbanización.

Pese a ser uno de los órdenes de insectos más diversos y abundantes en el mundo, aún hay mucho sobre la distribución y ecología de las moscas (o dípteros) que no conocemos. Y la falta de información es especialmente notoria en la región neo tropical del planeta.

Pensemos, por ejemplo, en las moscas de la araña (Acroceridae), una subfamilia con más de 530 especies distribuidas en todos los continentes (con excepción de la Antártida) que debe su nombre al “hábito” de estas moscas de parasitar el cuerpo de varias familias de arañas en su fase larvaria. El género más extenso de este grupo, denominado Ogcodes Latreille, cuenta con más de 110 especies, pero sólo 11 de ellas se saben presentes en nuestro continente.

Eso, al menos, hasta el verano de 2019, cuando un grupo de científicos de las universidades de Los Lagos, Concepción, y Pontifica Universidad Católica de Chile, apoyados por un estudio de polinización de larga data en el sur de Chile, logró encontrar e identificar exitosamente a un nuevo miembro de este género.

Díptero chilote

La nueva especie, denominada O. Kukunche en honor al pueblo mapuche natural del Río Maullín, conocidos por su larga resistencia ante la colonización española, fue descubierta en la localidad de Caulín, al norte de la isla de Chiloé, en una región del bosque siempre verde altamente fragmentado por la actividad agrícola y ganadera.

“El bosque siempre verde de Chiloé es floral y estructuralmente similar al bosque siempre verde valdiviano”, explican los autores del estudio en un artículo aparecido en la revista Zootaxa, “y tuvo un período breve de aislamiento desde la última glaciación”, por lo que hay una alta posibilidad, dicen, de que esta nueva especie sea endémica, la única representante de este género encontrada hasta ahora en Chiloé, y la más austral de Sudamérica.

O. Kukunche se distingue de las otras cinco especies de Ogcodes presentes en Chile, la última de ellas descubierta hace más de 60 años, por la forma triangular y las rayas amarillas de su abdomen, patas bicolor, antenas y vellosidad negra en el tórax.

Además de O. Kukunche, los autores del estudio también pudieron describir con mayor precisión la morfología de todas las especies de este género en nuestro país, aun cuando los holotipos de tres de ellas (los ejemplares que sirven de base para la clasificación de otros individuos) hoy se encuentran extraviados. Para ello, se valieron de descripciones originales de los especímenes perdidos, imágenes del holotipo de O. porteri y el estudio exhaustivo de ejemplares de O. kuscheli y O. triangularis.

Asimismo, el estudio también permitió ampliar el rango de distribución de esta última especie 800 km. al sur de Malloco, región Metropolitana, hasta la localidad de Petrohue, región de Los Lagos, al igual que de la mosca Acrocera honorati, presenta entre las regiones de Antofagasta y Coquimbo por el norte, y de Biobío y Valdivia por el sur.

Para el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, y uno de los autores del paper, Matías Barceló, contar con áreas de distribución más completas de estas especies, más allá de la localización original del primer espécimen,” permite conocer más sobre la ecología de estas especies, de modo de saber más sobre sus interacciones, funciones específicas y estado de conservación”.

Nuevos descubrimientos

Pero O. Kukunche no es la única especie de mosca recientemente encontrada en Chile. Dos de los descubridores de esta mosca chilota, los investigadores Rodrigo Barahona-Segovia y Matías Barceló, también pudieron identificar a dos nuevas especies pertenecientes al género Myopa, de la mano de un proyecto de ciencia ciudadana que ambos lideran.

Miembros de la familia de la conópidas, o moscas de cabeza gruesa, estas moscas también se caracterizan por hospedarse al interior del cuerpo de otros insectos (en este caso, abejas y avispas) hasta alcanzar la madurez. De los 221 miembros de esta familia presentes en Centro y Sudamérica, sólo cuatro de ellos son parte del género Myopa, siendo M. metallica la única hallada en Chile.

Las nuevas especies de Myopa identificadas fueron descubiertas en el marco del programa de ciencia ciudadana “Moscas florícolas de Chile”, creado en 2015 por Barahona-Segovia y Barceló, que incluyó una revisión completa de múltiples colecciones entomológicas existentes en el país.

Para determinar que las nuevas especies efectivamente eran distintas de M. metallica, los investigadores analizaron la literatura relacionada y condujeron un análisis de carácter morfológico en ambas especies, una de las cuales incluso fue hallada durante las 11 expediciones de campo que llevó a cabo el programa en busca de estos dípteros.

Al igual que su prima chilena y otros miembros de este género, M. nebulosa y M. bozinovici poseen alas cubiertas por manchas negras y vellos blancos en sus mejillas, dos aspectos clave que llevaron a ambos científicos a ubicar a ambas especies en este clado.

Distribuida desde la Pampa del Tamarugal, en la región de Tarapacá, hasta las faldas cordilleranas de la región del Maule, M. nebulosa debe su nombre a la coloración difusa de los diferentes segmentos de su cuerpo, reminiscentes a ciertos cuerpos celestres que reflejan la luz de esta forma.

M. bozinovici, algo más pequeña que la anterior, fue nombrada en honor al ecofisiólogo Francisco Bozinovic, y puede encontrarse alrededor del bosque esclerófilo de la zona central de Chile, un ecosistema considerado hoy amenazado por el cambio de uso de suelo —provocado por la urbanización y el monocultivo de paltas— y que limitaría su rango de extensión. Asimismo, M. nebulosa también habita en ecosistemas clasificados como vulnerables o en peligro crítico debido a las perturbaciones humanas causadas por plantas hidroeléctricas, plantaciones agrícolas, e incendios, entre otras.

Cambiando percepciones

“La identificación de estas nuevas especies representan un avance en el conocimiento de la biodiversidad de estas regiones”, explica Barceló, “al tiempo que nos permite entender de mejor manera el rol que cumplen las moscas en estos ecosistemas”.

Para el investigador, hay una carga negativa asociado a estos insectos que es fruto, en parte, de la falta de investigación sobre ellos: “La percepción de las moscas como sinónimo de suciedad y enfermedades impacta en el poco interés que se tiene en ellas tanto en la academia como en la sociedad civil. Pero a medida que vamos sabiendo más sobre ellas, podremos combatir ese sesgo y cambiar la percepción sobre ellas. No por ser menos llamativas, son menos importantes”, concluye.

Las descripciones completas de M. nebulosa y M. bozinovici, junto a una redescripción de M. metallica, pueden leerse en un artículo publicado en mayo en Zootaxa.

Una de las nuevas especies: O. Kukunche
Una de las nuevas especies: O. Kukunche

Científicos identifican nuevas especies de moscas en Chile

Las tres especies propuestas están distribuidas entre las llanuras de la región de Tarapacá por el norte y los bosques siempre verdes de Chiloé por el sur, en zonas amenazadas por la pérdida de flora nativa a causa de la intensificación agrícola, la fragmentación de ecosistemas, y la urbanización.

Pese a ser uno de los órdenes de insectos más diversos y abundantes en el mundo, aún hay mucho sobre la distribución y ecología de las moscas (o dípteros) que no conocemos. Y la falta de información es especialmente notoria en la región neo tropical del planeta.

Pensemos, por ejemplo, en las moscas de la araña (Acroceridae), una subfamilia con más de 530 especies distribuidas en todos los continentes (con excepción de la Antártida) que debe su nombre al “hábito” de estas moscas de parasitar el cuerpo de varias familias de arañas en su fase larvaria. El género más extenso de este grupo, denominado Ogcodes Latreille, cuenta con más de 110 especies, pero sólo 11 de ellas se saben presentes en nuestro continente.

Eso, al menos, hasta el verano de 2019, cuando un grupo de científicos de las universidades de Los Lagos, Concepción, y Pontifica Universidad Católica de Chile, apoyados por un estudio de polinización de larga data en el sur de Chile, logró encontrar e identificar exitosamente a un nuevo miembro de este género.

Díptero chilote

La nueva especie, denominada O. Kukunche en honor al pueblo mapuche natural del Río Maullín, conocidos por su larga resistencia ante la colonización española, fue descubierta en la localidad de Caulín, al norte de la isla de Chiloé, en una región del bosque siempre verde altamente fragmentado por la actividad agrícola y ganadera.

“El bosque siempre verde de Chiloé es floral y estructuralmente similar al bosque siempre verde valdiviano”, explican los autores del estudio en un artículo aparecido en la revista Zootaxa, “y tuvo un período breve de aislamiento desde la última glaciación”, por lo que hay una alta posibilidad, dicen, de que esta nueva especie sea endémica, la única representante de este género encontrada hasta ahora en Chiloé, y la más austral de Sudamérica.

O. Kukunche se distingue de las otras cinco especies de Ogcodes presentes en Chile, la última de ellas descubierta hace más de 60 años, por la forma triangular y las rayas amarillas de su abdomen, patas bicolor, antenas y vellosidad negra en el tórax.

Además de O. Kukunche, los autores del estudio también pudieron describir con mayor precisión la morfología de todas las especies de este género en nuestro país, aun cuando los holotipos de tres de ellas (los ejemplares que sirven de base para la clasificación de otros individuos) hoy se encuentran extraviados. Para ello, se valieron de descripciones originales de los especímenes perdidos, imágenes del holotipo de O. porteri y el estudio exhaustivo de ejemplares de O. kuscheli y O. triangularis.

Asimismo, el estudio también permitió ampliar el rango de distribución de esta última especie 800 km. al sur de Malloco, región Metropolitana, hasta la localidad de Petrohue, región de Los Lagos, al igual que de la mosca Acrocera honorati, presenta entre las regiones de Antofagasta y Coquimbo por el norte, y de Biobío y Valdivia por el sur.

Para el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, y uno de los autores del paper, Matías Barceló, contar con áreas de distribución más completas de estas especies, más allá de la localización original del primer espécimen,” permite conocer más sobre la ecología de estas especies, de modo de saber más sobre sus interacciones, funciones específicas y estado de conservación”.

Nuevos descubrimientos

Pero O. Kukunche no es la única especie de mosca recientemente encontrada en Chile. Dos de los descubridores de esta mosca chilota, los investigadores Rodrigo Barahona-Segovia y Matías Barceló, también pudieron identificar a dos nuevas especies pertenecientes al género Myopa, de la mano de un proyecto de ciencia ciudadana que ambos lideran.

Miembros de la familia de la conópidas, o moscas de cabeza gruesa, estas moscas también se caracterizan por hospedarse al interior del cuerpo de otros insectos (en este caso, abejas y avispas) hasta alcanzar la madurez. De los 221 miembros de esta familia presentes en Centro y Sudamérica, sólo cuatro de ellos son parte del género Myopa, siendo M. metallica la única hallada en Chile.

Las nuevas especies de Myopa identificadas fueron descubiertas en el marco del programa de ciencia ciudadana “Moscas florícolas de Chile”, creado en 2015 por Barahona-Segovia y Barceló, que incluyó una revisión completa de múltiples colecciones entomológicas existentes en el país.

Para determinar que las nuevas especies efectivamente eran distintas de M. metallica, los investigadores analizaron la literatura relacionada y condujeron un análisis de carácter morfológico en ambas especies, una de las cuales incluso fue hallada durante las 11 expediciones de campo que llevó a cabo el programa en busca de estos dípteros.

Al igual que su prima chilena y otros miembros de este género, M. nebulosa y M. bozinovici poseen alas cubiertas por manchas negras y vellos blancos en sus mejillas, dos aspectos clave que llevaron a ambos científicos a ubicar a ambas especies en este clado.

Distribuida desde la Pampa del Tamarugal, en la región de Tarapacá, hasta las faldas cordilleranas de la región del Maule, M. nebulosa debe su nombre a la coloración difusa de los diferentes segmentos de su cuerpo, reminiscentes a ciertos cuerpos celestres que reflejan la luz de esta forma.

M. bozinovici, algo más pequeña que la anterior, fue nombrada en honor al ecofisiólogo Francisco Bozinovic, y puede encontrarse alrededor del bosque esclerófilo de la zona central de Chile, un ecosistema considerado hoy amenazado por el cambio de uso de suelo —provocado por la urbanización y el monocultivo de paltas— y que limitaría su rango de extensión. Asimismo, M. nebulosa también habita en ecosistemas clasificados como vulnerables o en peligro crítico debido a las perturbaciones humanas causadas por plantas hidroeléctricas, plantaciones agrícolas, e incendios, entre otras.

Cambiando percepciones

“La identificación de estas nuevas especies representan un avance en el conocimiento de la biodiversidad de estas regiones”, explica Barceló, “al tiempo que nos permite entender de mejor manera el rol que cumplen las moscas en estos ecosistemas”.

Para el investigador, hay una carga negativa asociado a estos insectos que es fruto, en parte, de la falta de investigación sobre ellos: “La percepción de las moscas como sinónimo de suciedad y enfermedades impacta en el poco interés que se tiene en ellas tanto en la academia como en la sociedad civil. Pero a medida que vamos sabiendo más sobre ellas, podremos combatir ese sesgo y cambiar la percepción sobre ellas. No por ser menos llamativas, son menos importantes”, concluye.

Las descripciones completas de M. nebulosa y M. bozinovici, junto a una redescripción de M. metallica, pueden leerse en un artículo publicado en mayo en Zootaxa.

Una de las nuevas especies: O. Kukunche
Una de las nuevas especies: O. Kukunche