Lo que se dice y lo que se hace: el caso de las bolsas plásticas de un solo uso

¿Qué hace que las personas digan una cosa y hagan otra? Estudio de investigadores de las universidades de Concepción, del Bío-Bío, CAPES y EfD Chile, analizó las posibles inconsistencias entre las conductas declaradas y las reveladas, en relación a la prohibición de los plásticos de un solo uso que comenzó a regir en Chile en 2018.

El ser humano a veces puede ser inconsistente o incluso contradictorio, lo que hace que tengamos diferencias entre lo que decimos y lo que realmente hacemos. Por ejemplo, en nuestras redes sociales podemos apoyar la distribución equitativa del trabajo doméstico, pero en nuestras casas seguir sin realizar ningún tipo de acción concreta como cocinar, hacer aseo, lavar la ropa, etc.

En el ámbito de la economía ambiental se estudia la consistencia entre los comportamientos declarados o afirmados y los comportamientos revelados. “Los primeros hacen referencia a nuestras percepciones en relación a un tema en particular, por ejemplo, estar de acuerdo o en desacuerdo con la prohibición del uso de bolsas plásticas de un solo uso; mientras que los segundos, se refieren a las acciones que realizamos en la vida diaria en relación a un tema en particular, por ejemplo, llevar siempre conmigo una bolsa reutilizable para evitar utilizar plásticos de un solo uso”, nos explica Marcela Jaime, economista ambiental, académica de la Universidad de Concepción e investigadora de la línea 7 de CAPES.

Un estudio, publicado en la revista Waste Management, titulado “Exploring consistency between stated and revealed preferences for the plastic bag ban policy in Chile”, y en el que Marcela Jaime es autora principal, analizó los datos antes de la implementación de la política nacional de prohibición de bolsas plásticas de un sólo uso, para comprender los factores que impulsan evitar el consumo de plástico y explora las posibles inconsistencias entre las preferencias reveladas y declaradas de las personas. El artículo estudia el vínculo entre el uso de bolsas reutilizables, un comportamiento revelado, y el nivel de acuerdo de los individuos con una política de prohibición de bolsas de plástico en el país (previo a la entrada en vigencia de la ley), un comportamiento declarado, evaluando si estos comportamientos están correlacionados.

El gran problema del plástico

Hace años que escuchamos que la magnitud del problema de la contaminación por plástico sólo crece con el tiempo. Pero a veces, cuando la catástrofe sucede en tiempo real y a nivel planetario, nos insensibilizamos, por lo que repasaremos algunos datos:

  • La producción de plástico ha crecido continuamente durante los últimos 50 años.
  • En 2014, la producción mundial de plásticos se estimó en alrededor de 300 millones de toneladas métricas por año. 
  • Anualmente se utilizan mil millones de bolsas de plástico en el mundo, a un ritmo de 2 millones de bolsas de plástico por minuto. 
  • La basura en el mar daña a más de 600 especies marinas, e impone riesgos adicionales a grupos como las aves marinas, en que el 99 % de su población tiene mayor probabilidad de verse afectada por la ingestión de plástico para 2050.
  • También hay evidencia de que el 15% de las especies en peligro de extinción se han visto afectadas por ingestión y enredo de plástico.

En este complejo escenario, una de las medidas que han adoptado algunos gobiernos es la prohibición de las bolsas de plástico de un sólo uso, como ha sucedido en China, Mauricio, Ruanda y Kenia. La normativa en Chile comenzó como una iniciativa voluntaria y autónoma a nivel municipal, principalmente en comunas costeras con una mayor dependencia del turismo como principal actividad económica. En 2013 Pucón, una de las principales ciudades turísticas del sur de Chile, fue el primer municipio en prohibir el uso de bolsas plásticas. Para 2018, un total de 76 comunas habían promulgado ordenanzas municipales destinadas a promover la reducción, sustitución y eliminación gradual de las bolsas de plástico en las ciudades.

En respuesta a estos esfuerzos de regulación municipal voluntaria, el gobierno chileno presentó un proyecto de ley que prohibía las bolsas de plástico en todo el país a partir de agosto de 2018. Con esta regulación, Chile fue el primer país latinoamericano en prohibir el uso de bolsas de plástico de un solo uso en todo su territorio.

La brecha entre lo que se dice y lo que se hace

La economía del comportamiento es un área de estudio bastante nueva en Chile, esta disciplina busca comprender los factores psicológicos, sociales y/o cognitivos que influyen en las personas al momento de tomar decisiones económicas. “La discusión sobre aspectos económicos y de comportamiento en el ámbito de disposición de recursos es algo relativamente reciente”, menciona Marcela Jaime, “una de las iniciativas más comentadas, debido a que nos afecta a todos como consumidores, es la prohibición de las bolsas plásticas de un solo uso. Dada nuestra naturaleza, en algunas ocasiones, los seres humanos tendemos a ser inconsistentes entre lo que pensamos y lo que hacemos”.

Esta realidad, que podemos observar en muchas personas, y si somos sinceros, tal vez en nosotros mismos, fue lo que motivó el estudio, según nos cuenta la investigadora, “ya que para que una política de esta índole sea exitosa, es necesario que exista consistencia entre nuestros comportamientos afirmados, las percepciones respecto a la importancia/necesidad de la prohibición del uso de bolsas plásticas, y revelados, las acciones que realizamos para no utilizar plásticos de un solo uso. El análisis de las potenciales divergencias entre ellos, tienen el potencial de entregarnos información fundamental para reconciliar ambas dimensiones”.

Luego de analizar los datos de la Encuesta Nacional de Medio Ambiente, realizada en 113 comunas del país por el Ministerio del Medio Ambiente en 2018, cuyo objetivo es evaluar las opiniones, comportamientos, percepciones y preocupaciones de los ciudadanos sobre diversos temas ambientales, el equipo investigador encabezado por Marcela Jaime, constató que «los comportamientos revelados en el ámbito del uso de plástico están fuertemente vinculados a la realización de otras acciones pro-ambientales en otras áreas, como el reciclaje y acciones para usar menos agua y/o electricidad, y también a la percepción de la presencia de basura como uno de los principales problemas ambientales de la comuna. Por su parte, los comportamientos declarados/afirmados, están principalmente explicados por las percepciones de los individuos en relación a su contribución y la de otros individuos al problema de la contaminación. Lo anterior evidencia una separación de ambos procesos por parte de los individuos”.

Consultada sobre si hubo diferencias entre los resultados en municipalidades donde se aplicó de manera voluntaria la prohibición de bolsas plásticas de un solo uno y en los que no, la investigadora señaló que “en el caso de las municipalidades donde se implementó voluntariamente la prohibición del uso de bolsas plásticas, las preferencias reveladas y afirmadas de los individuos fueron consistentes, lo que no ocurrió en el subgrupo de municipalidades sin experiencia previa en este tipo de regulación”.

Educación ambiental en el Biobío

El artículo es parte de un proyecto mayor llamado “Reducing marine debris pollution by changing household behaviour through children education”, en el marco del programa colaborativo “Sustainable management of coastal marine resources (CMaR)”, de la iniciativa Environment for Development, EfD, del cual Marcela Jaime es directora del nodo Chile.

Además de investigación científica, el programa ha trabajado con las comunidades de la región del Biobío, a través de un proyecto piloto de educación ambiental que se realizó en 2020 en establecimientos educacionales de la zona y que involucró a niños, niñas, profesores, profesoras y apoderados de los colegios. “Esta fue una experiencia invaluable para la vida académica del equipo de investigación. Reafirmó la importancia de realizar investigación con impacto en términos de políticas públicas, y de entregar a la sociedad el conocimiento generado a través de la investigación”, resume la Doctora en Economía Ambiental.

Uno de sus productos es el libro “Reduciendo la Contaminación por Plástico en el Océano”, de los autores Marcela Jaime y César Salazar, que contiene el material educativo utilizado en el proyecto y además buscaba incorporar a las familias al cuidado del mar. “Si bien los niños son influenciados por sus padres, los hijos a su vez tienen el potencial de influir en el comportamiento de sus padres”, destaca Marcela Jaime, “este efecto de los hijos hacia los padres se puede incentivar a través de la realización conjunta de tareas y actividades donde tanto padres como hijos pueden evidenciar la importancia de cuidar la naturaleza y de realizar acciones que contribuyan en esta dirección. Este fue el enfoque que nosotros seguimos en nuestra investigación, con un énfasis en la vida marina”.

Pueden descargar el libro acá:  https://editorial.udec.cl/sites/default/files/Prog.%20Educativo-Reduciendo.pdf

Texto: Comunicaciones CAPES

Nueva temporada de “Exploradores” destaca trabajo del CAPES

El nuevo ciclo del programa, transmitido todos los miércoles por las pantallas de 24 Horas, se estrenó con un episodio dedicado exclusivamente al Centro y algunos de sus proyectos, y contó con la participación en vivo de nuestro subdirector, Prof. Francisco Bozinovic.

El pasado miércoles 18 de agosto, por las pantallas del Canal 24 Horas (TVN), el subdirector de nuestro Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2020, Dr. Francisco Bozinovic, acompañó vía telemática al periodista Nicolás Vial para comentar algunos de los proyectos de investigación que realiza CAPES actualmente, en una nueva edición del programa de ciencias “Exploradores: del átomo al cosmos”.

Durante la conversación, el investigador principal de la línea 3 de CAPES, “Fisiología del cambio global”, habló de las distintas líneas del Centro dedicadas al estudio de los impactos y potenciales soluciones a distintos problemas socioambientales que afectan hoy a nuestro país y a la región, desde la emergencia del cambio climático al desafío del desarrollo sustentable de nuestra matriz productiva.

Para ilustrar estos objetivos, el programa dio a conocer seis proyectos llevados a cabo por investigadores de nuestro centro, a través de tres reportajes que versaron sobre las formas de mitigar el impacto de la contaminación por metales, la restauración de ecosistemas afectados por la sequía y los incendios, y la protección de los océanos y la extracción sustentable de sus recursos.

Mitigando el daño por metales

El primero de los reportajes exhibidos presentó el trabajo de la Dra. Rossana Ginocchio, investigadora principal de la línea 1 de CAPES “Impactos ambientales de metales y recuperación de suelos”, quien encabeza dos proyectos destinados a mitigar el impacto de la contaminación por metales en relaves mineros —mediante el estudio de residuos orgánicos e inorgánicos que podrían ayudar a mejorar la capacidad de estas zonas para soportar el crecimiento de plantas nativas— y en suelos agrícolas, explorando el rol que tiene la hojarasca como barrera de protección para impedir la absorción en el suelo del cobre presente en los pesticidas y fungicidas usados en la industria frutícola.

Pero los desechos de la industria pesada en Chile no sólo impactan a los ecosistemas edáficos, tal como lo demuestra el trabajo de la investigadora de línea 1 CAPES, Dra. Loretto Contreras, quien también fue destacada en esta nota a través de un proyecto de investigación que busca aprovechar la capacidad de las algas para secuestrar los metales provenientes de desechos industriales descargados al mar, disminuyendo de este modo los niveles de contaminación presentes en el agua, y recuperando asimismo la rica biodiversidad presente en estos ambientes. Contreras y su equipo se abocan hoy a estudiar los potenciales usos que estas algas puedan tener como biofiltros para capturar otros metales, como aquellos presentes en ecosistemas de agua dulce.

Rescatando el bosque del fuego y la sequía

El segundo reportaje estuvo dedicado a las investigaciones CAPES que estudian los efectos de la sequía y los incendios forestales sobre los bosques nativos de la zona central, un ecosistema considerado un hotspot de biodiversidad a nivel mundial, y uno de los más amenazados por el cambio climático.

Una de estas investigaciones es la liderada por el ingeniero agrónomo Dr. Juan Francisco Ovalle, quien mediante un proyecto Fondecyt se aboca a determinar la existencia de aquellos rasgos funcionales en poblaciones de boldos que mejor se adapten al estrés provocado por el cambio climático, de modo de propagar estas poblaciones a aquellas zonas donde la sequía podría impactar más fuertemente.  En el caso de los incendios, la investigadora CAPES Dra. Claudia Rojas ha dedicado su trabajo a la implementación de prácticas de rehabilitación de suelos quemados por los últimos mega incendios de la zona central, mediante el empleo de enmiendas orgánicas y que incluyó una arista de educación ambiental con perspectiva socioecológica.

Por un océano sustentable

Finalmente, el último de los reportajes presentados difundió el trabajo de los investigadores CAPES dedicados a introducir prácticas sustentables en la extracción de recursos provenientes de los océanos, así como el cuidado de éstos mediante su conservación. En el caso del proyecto del Dr. Rodrigo Wiff, esto pasa por obtener datos fidedignos sobre el estado de poblaciones de peces como el congrio dorado, una especie de gran relevancia para la industria pesquera, de cuyos procesos reproductivos, comportamiento y diversidad genética, atributos vitales para un manejo racional de sus poblaciones, poco se conocía.

La Dra. Marcela Jaime, de línea 7, se aboca en cambio a otro aspecto crítico asociado a la salud de los océanos: la contaminación por plásticos. Junto a su equipo, la investigadora desarrolló un proyecto de educación ambiental que tuvo por objetivo analizar el conocimiento, las actitudes y las percepciones sobre el consumo y disposición de plástico en estudiantes de enseñanza básica de la región de Biobío (y de sus familias), y formarlos en un uso más consciente de este tipo de materiales.

Ve el programa completo en el siguiente video:

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Roberto N´espolo


Investigación CAPES halla alto contenido de plásticos en la dieta del cóndor andino

Estudio del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC) muestra que cerca de un 30% de la dieta del cóndor en la región Metropolitana se compone de desechos de origen humano.

El emblemático cóndor andino (Vultur gryphus) es el ave terrestre de mayor envergadura en el planeta y símbolo de nuestro escudo patrio. Es un ave carroñera propiamente tal, dado que se alimenta exclusivamente de carroña o animales muertos, cumpliendo así una tarea muy relevante para nuestra salud: la de mantener los campos limpios de fuentes de infección.

Recientemente, un trabajo publicado en la revista Ornitología Neotropical pone en evidencia los cambios que han tenido los hábitos alimenticios del cóndor frente a un entorno cada vez más intervenido por la acción humana.

El trabajo conjunto entre científicos del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el Centro de Investigación para la Sustentabilidad (CIS) de la Universidad Andrés Bello, el Laboratorio de Ecología Aplicada (LABECOL) de la Universidad de Los Lagos, y de la empresa consultora Biomérica, buscó determinar la composición de la dieta del cóndor andino en una zona con alta intervención humana en Chile central, en la comuna de Til Til, región Metropolitana

El estudio analizó 280 egagrópilas de cóndor andino. Estas son regurgitaciones de material que los cóndores no son capaces de digerir, como pelos, huesos y otros desechos. En ellas se encontraron 12 tipos de presas y 9 tipos de desechos de origen humano. Los cóndores se alimentaron en un 99% de mamíferos -cabras, caballos, ovejas y conejos, entre otros-, un 7% de aves, y un 31% de basura, principalmente conformada por plásticos, seguido de papel, vidrio y plumavit.

“El consumo de residuos sin valor nutricional e indigestibles como bolsas, papeles y tapas, entre otros, puede llevar, especialmente en polluelos, a una disminución en el consumo energético, afectando su condición corporal e incluso pudiendo llegar a morir de inanición, ya que como estos permanecen en el estómago mayor tiempo que un alimento genera sensación de saciedad y no se alimentarán de forma correcta. En los individuos adultos y juveniles también se puede producir daño directo a sus órganos, generando por ejemplo úlceras estomacales, rupturas digestivas y obstrucciones debido al consumo de vidrios o cuerdas, pitas, lanas o nylon”, explica Melanie Duclos, investigadora CAPES y candidata a doctor en Medicina de la Conservación de la U. Andrés Bello, una de las autoras del artículo.

Entre otros efectos dañinos, que pueden llegar a ser letales, están la reducción de su condición corporal, bajas tasas de crecimiento y baja reproducción producto de daños internos como laceraciones, respuestas inflamatorias, estrés metabólico, entre otras. “Incluso existen evidencias que algunas partículas pueden cruzar la pared del intestino y translocarse a otros tejidos del cuerpo con consecuencias aún desconocidas”, agrega la experta.

“El desafío actual es lograr entender y abordar el problema a una escala espacial y temporal más amplia. Nos gustaría hacer un seguimiento exhaustivo de la dieta del cóndor andino a lo largo de su distribución para comprender los cambios y dinámicas que ocurren en términos de disponibilidad/preferencias de recursos alimentarios. También poder determinar cuáles son los principales residuos que están consumiendo y cuáles son sus fuentes primarias y secundarias de consumo en ecosistemas terrestres, así como los riesgos para su salud, tanto a nivel individual como poblacional” afirma Duclos.

Monitoreo

La población estudiada utiliza la zona de Til Til, donde operan rellenos sanitarios, y el estudio muestra que los utilizan como fuente complementaria de alimento, situación que expone a los cóndores a la ya mencionada gran gama de riesgos directos e indirectos para su salud. Es por ello que la empresa KDM, propietaria de uno de los rellenos que opera en la zona, desarrolla desde 2005 un monitoreo y ha implementado una serie de medidas efectivas que han reducido considerablemente la presencia de cóndores en su relleno, incluida una estación de alimentación complementaria que podrá contribuir en el largo plazo en beneficio de la conservación del cóndor andino.

El cóndor andino

Vultur gryphus Linnaeus 1758 (Falconiformes: Cathartidae), habita desde Venezuela hasta Cabo de Hornos, por la Cordillera de los Andes, cordilleras próximas a ella y las costas adyacentes del Océano Pacífico.

Los adultos presentan una coloración negra y blanca, con un collar de plumas blancas en el cuello y algunas partes superiores de las alas. Puede llegar a medir 142 cm de altura y 330 cm de envergadura alar. Los machos, de tamaño superior a las hembras, pesan entre 11 y 15 kg., mientras que las hembras entre 8 y 11 kg. (Figura de dimorfismo sexual y de aves en vuelo) Ambos se diferencian principalmente por la presencia de una cresta en el caso de los machos, la que está ausente en las hembras.

Estos carroñeros alcanzan la madurez sexual a los 7 años y anidan entre los 0 y 2.500 a 3.000 msnm aproximadamente, generalmente en formaciones rocosas inaccesibles. Poseen una tasa de reproducción muy baja, poniendo un solo huevo cada dos años, y son monógamos, es decir, tienen una pareja única durante toda su vida. Es una de las aves más longevas, pudiendo alcanzar la edad de 75 años en cautiverio.

En Chile central, específicamente en la Región Metropolitana, la población del cóndor andino se encuentra amenazada por varios factores como la pérdida y alteración de hábitat, la caza, el envenenamiento y la reducción de las fuentes de alimento. Esto ha generado cambios en sus hábitos alimenticios, pasando a depender casi exclusivamente de especies exóticas y domésticas; como también, de recursos alimenticios de baja calidad como “desechos” orgánicos domiciliarios. Este cambio en el comportamiento alimentario implicaría un importante factor de riesgo para el cóndor andino, ya que el consumo de desechos humanos en rellenos sanitarios trae aparejado el riesgo de intoxicaciones por consumo de desechos químicos, siendo esta una causa frecuente del ingreso de cóndores a centros de rehabilitación.

Investigación CAPES halla alto contenido de plásticos en la dieta del cóndor andino

Estudio del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC) muestra que cerca de un 30% de la dieta del cóndor en la región Metropolitana se compone de desechos de origen humano.

El emblemático cóndor andino (Vultur gryphus) es el ave terrestre de mayor envergadura en el planeta y símbolo de nuestro escudo patrio. Es un ave carroñera propiamente tal, dado que se alimenta exclusivamente de carroña o animales muertos, cumpliendo así una tarea muy relevante para nuestra salud: la de mantener los campos limpios de fuentes de infección.

Recientemente, un trabajo publicado en la revista Ornitología Neotropical pone en evidencia los cambios que han tenido los hábitos alimenticios del cóndor frente a un entorno cada vez más intervenido por la acción humana.

El trabajo conjunto entre científicos del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el Centro de Investigación para la Sustentabilidad (CIS) de la Universidad Andrés Bello, el Laboratorio de Ecología Aplicada (LABECOL) de la Universidad de Los Lagos, y de la empresa consultora Biomérica, buscó determinar la composición de la dieta del cóndor andino en una zona con alta intervención humana en Chile central, en la comuna de Til Til, región Metropolitana

El estudio analizó 280 egagrópilas de cóndor andino. Estas son regurgitaciones de material que los cóndores no son capaces de digerir, como pelos, huesos y otros desechos. En ellas se encontraron 12 tipos de presas y 9 tipos de desechos de origen humano. Los cóndores se alimentaron en un 99% de mamíferos -cabras, caballos, ovejas y conejos, entre otros-, un 7% de aves, y un 31% de basura, principalmente conformada por plásticos, seguido de papel, vidrio y plumavit.

“El consumo de residuos sin valor nutricional e indigestibles como bolsas, papeles y tapas, entre otros, puede llevar, especialmente en polluelos, a una disminución en el consumo energético, afectando su condición corporal e incluso pudiendo llegar a morir de inanición, ya que como estos permanecen en el estómago mayor tiempo que un alimento genera sensación de saciedad y no se alimentarán de forma correcta. En los individuos adultos y juveniles también se puede producir daño directo a sus órganos, generando por ejemplo úlceras estomacales, rupturas digestivas y obstrucciones debido al consumo de vidrios o cuerdas, pitas, lanas o nylon”, explica Melanie Duclos, investigadora CAPES y candidata a doctor en Medicina de la Conservación de la U. Andrés Bello, una de las autoras del artículo.

Entre otros efectos dañinos, que pueden llegar a ser letales, están la reducción de su condición corporal, bajas tasas de crecimiento y baja reproducción producto de daños internos como laceraciones, respuestas inflamatorias, estrés metabólico, entre otras. “Incluso existen evidencias que algunas partículas pueden cruzar la pared del intestino y translocarse a otros tejidos del cuerpo con consecuencias aún desconocidas”, agrega la experta.

“El desafío actual es lograr entender y abordar el problema a una escala espacial y temporal más amplia. Nos gustaría hacer un seguimiento exhaustivo de la dieta del cóndor andino a lo largo de su distribución para comprender los cambios y dinámicas que ocurren en términos de disponibilidad/preferencias de recursos alimentarios. También poder determinar cuáles son los principales residuos que están consumiendo y cuáles son sus fuentes primarias y secundarias de consumo en ecosistemas terrestres, así como los riesgos para su salud, tanto a nivel individual como poblacional” afirma Duclos.

Monitoreo

La población estudiada utiliza la zona de Til Til, donde operan rellenos sanitarios, y el estudio muestra que los utilizan como fuente complementaria de alimento, situación que expone a los cóndores a la ya mencionada gran gama de riesgos directos e indirectos para su salud. Es por ello que la empresa KDM, propietaria de uno de los rellenos que opera en la zona, desarrolla desde 2005 un monitoreo y ha implementado una serie de medidas efectivas que han reducido considerablemente la presencia de cóndores en su relleno, incluida una estación de alimentación complementaria que podrá contribuir en el largo plazo en beneficio de la conservación del cóndor andino.

El cóndor andino

Vultur gryphus Linnaeus 1758 (Falconiformes: Cathartidae), habita desde Venezuela hasta Cabo de Hornos, por la Cordillera de los Andes, cordilleras próximas a ella y las costas adyacentes del Océano Pacífico.

Los adultos presentan una coloración negra y blanca, con un collar de plumas blancas en el cuello y algunas partes superiores de las alas. Puede llegar a medir 142 cm de altura y 330 cm de envergadura alar. Los machos, de tamaño superior a las hembras, pesan entre 11 y 15 kg., mientras que las hembras entre 8 y 11 kg. (Figura de dimorfismo sexual y de aves en vuelo) Ambos se diferencian principalmente por la presencia de una cresta en el caso de los machos, la que está ausente en las hembras.

Estos carroñeros alcanzan la madurez sexual a los 7 años y anidan entre los 0 y 2.500 a 3.000 msnm aproximadamente, generalmente en formaciones rocosas inaccesibles. Poseen una tasa de reproducción muy baja, poniendo un solo huevo cada dos años, y son monógamos, es decir, tienen una pareja única durante toda su vida. Es una de las aves más longevas, pudiendo alcanzar la edad de 75 años en cautiverio.

En Chile central, específicamente en la Región Metropolitana, la población del cóndor andino se encuentra amenazada por varios factores como la pérdida y alteración de hábitat, la caza, el envenenamiento y la reducción de las fuentes de alimento. Esto ha generado cambios en sus hábitos alimenticios, pasando a depender casi exclusivamente de especies exóticas y domésticas; como también, de recursos alimenticios de baja calidad como “desechos” orgánicos domiciliarios. Este cambio en el comportamiento alimentario implicaría un importante factor de riesgo para el cóndor andino, ya que el consumo de desechos humanos en rellenos sanitarios trae aparejado el riesgo de intoxicaciones por consumo de desechos químicos, siendo esta una causa frecuente del ingreso de cóndores a centros de rehabilitación.