Los costos de la maternidad: lobas finas antárticas trabajan más para conseguir alimento durante la lactancia

Un nuevo paper CAPES entrega los resultados de una investigación iniciada en 2015 que buscó entender los gastos energéticos a los que se ven sometidos estos mamíferos durante la temporada reproductiva.

Una hembra de lobo fino antártico (Arctocephalus gazella) descansa junto a su cría (Crédito: Renato Borrás).

A fin de lidiar con las limitaciones impuestas por la crianza, las hembras lactantes de lobo fino antártico (Arctocephalus gazella) modifican tanto la duración como la frecuencia de sus salidas al mar en busca de alimento durante la temporada de reproducción, en comparación con las lobas no lactantes de la especie.

Así lo descubrieron un grupo de científicos nacionales e internacionales liderados por el biólogo Renato Borras, en una investigación co-financiada por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA), el Instituto Chileno Antártico (INACH) y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES).

El trabajo resume una investigación iniciada en 2015 que buscó entender los gastos energéticos a los que se ven sometidos los mamíferos durante el período de lactancia —cuando las hembras de esta clase deben alimentarse no sólo a sí mismas, sino que a sus crías recién nacidas— y los cambios de comportamiento que aplican para ajustarse a estos gastos.

Sus resultados fueron recientemente publicados en la revista Marine Mammal Science.

Más bocas que alimentar

Un cachorro de lobo fino esperando el alimento (Crédito: Renato Borrás)

La Colonia de Cabo Shirreff, en la isla Livingston, es la colonia reproductiva de lobo fino antártico más austral del mundo. Allí, cientos de madres de la especie se zambullen en las frías aguas del océano Antártico en pos del alimento que las nutrirá a ellas, y a sus crías, a través de su leche. Esto, bajo condiciones que ya de por si las ponen al límite de sus capacidades energéticas.

“Comparar entonces las hembras con cría con las hembras sin cría de la especie, permitía obtener mayor claridad de las diferencias conductuales entre ambas, las que pueden estar asociadas a cómo se alimentan durante la temporada reproductiva” explica Renato Borrás. “Esto último, también nos permitió desarrollar otros aspectos del proyecto, como definir las estrategias de alimentación de las madres en un ambiente difícil de predecir”.

La lactancia es el evento reproductivo de mayor costo en mamíferos. En el caso del lobo fino antártico —pertenecientes a la familia de los pinnípedos junto con focas, morsas, leones y elefantes marinos— ésta representa un tercio de su gasto energético total, lo que obliga a las hembras de algunas de estas especies a aumentar hasta cuatro veces su ingesta de alimento en los cuatro meses que comprende este período del año.

Un tercio (31%) del gasto energético total de las hembras de lobo fino se dedica a la lactancia durante la temporada de reproducción (Crédito: Renato Borrás).

“Las hembras tienen a las crías y comienzan a hacer viajes de alimentación desde la costa hasta donde habitan sus presas (kril y peces, predominantemente)” cuenta Borrás. “Ahí, consumen la mayor cantidad de alimento en el menor tiempo posible, para luego retornar a tierra y amamantan a sus cachorros. En esta especie, esos viajes duran en promedio 3 o 4 días, por lo que necesariamente tienen que modificar su conducta para poder adquirir más energía casi al mismo tiempo que la gastan. En palabras sencillas, a estos animales no les queda mucho espacio para hacer grandes modificaciones y quedarse, por ejemplo, más tiempo comiendo”.

Para conocer estas modificaciones, los investigadores compararon las conductas de forrajeo de hembras lactantes con las de hembras no lactantes en un mismo momento del año, cuando las condiciones ambientales y la disponibilidad de alimento son iguales para ambos grupos. En ese sentido, el autor principal del estudio advierte que, “nosotros no medimos las diferencias en el costo energético de estos viajes cuando se tiene o no se tiene una cría. Lo que evaluamos fue cómo ajustan su comportamiento en estos viajes en función a tener o no tener cría”.

Viajes más breves, descansos más cortos

Usando los más de 20 de años de monitoreo llevado a cabo por el Programa de Recursos Marinos Antárticos (AMLR) del NOAA, el cual les permitió contar con la historia de vida de cada individuo muestreado, el equipo de investigación viajó a isla Livingston durante las temporadas 2015-16 y 2016-17, para observar in situ las laboriosas jornadas de caza y alimentación de las hembras de esta especie.

“Para la captura de individuos se arma un verdadero quirófano en la playa” cuenta Borrás. “Las hembras son sacadas del harem”, los que pueden llegar a más de 27 hembras para un mismo macho, “y rápidamente anestesiadas con una máquina de anestesia portátil, lo que implica que no recordarán que fueron capturadas. Bajo anestesia, tomamos muestras e instalamos estos pequeños instrumentos, que pesan menos del 0,01% del peso del animal, para monitorear los viajes que realizan a lo largo de estos meses (de diciembre a marzo)”.

“Para la captura de individuos se arma un verdadero quirófano en la playa” cuenta Renato Borrás. Aquí, parte del equipo durante la medición de una hembra de lobo fino (Crédito: Renato Borrás).

Además, los investigadores monitorearon la llegada y la salida diaria de estos animales con radio transmisores VHF y visualmente, mediante largas caminatas por la playa. Los cachorros, así mismo, fueron marcados con pintura removible para poder evaluar cuantos de ellos sobreviven durante la temporada y cuánto crecen en función a la estrategia de cada madre.

De este modo, los científicos descubrieron que las hembras de lobo fino con cría realizaban, en promedio, viajes más estructurados a lo largo de la temporada reproductiva, traduciéndose en incursiones más breves en comparación con sus pares no lactantes, aumentando el número de viajes por temporada y maximizando las oportunidades de amamantamiento de sus cachorros.

“También” comenta Borras, “pasan poco tiempo de regreso con las crías, lo que permite, nuevamente, hacer varios cortos viajes durante la temporada en vez de pocos viajes largos. Además, modifican el tiempo que pasan buceando, lo que permite que adquieran más comida en menos tiempo”.

Los instrumentos de monitoreo instalados sobre el pelo de las lobas son imperceptibles para ellas, y son retirados al finalizar la temporada de reproducción (Crédito: Renato Borrás).

Las hembras sin crías que alimentar, en cambio, “están más relajadas. Se ven hembras que pasan harto tiempo alimentándose, otras poco tiempo o hembras que pasan mucho tiempo en la costa cuando regresan. Todo esto debido a que no tienen la restricción de retornar que implica el tener una cría. Entonces, lo que vemos aquí es un cambio en la conducta conducido por dos factores: el gasto energético implicado en la lactancia y la restricción de tener que volver rápido a la costa por la cría”, remata el investigador.

Renato Borrás, autor principal del estudio, junto a una cría de lobo fino antártico (Crédito: Renato Borrás).

Pese a estos importantes hallazgos, el trabajo en un clima hostil no estuvo exento de dificultades, las cuales no sólo se limitaban a las inclemencias del tiempo, el aislamiento de la isla y las limitaciones de acceso. “Capturar hembras sin cría que no necesariamente van a retornar era más o menos nuevo y un desafío para todos” afirma Borras, “lo que implicaba un riesgo en la recuperación posterior de los instrumentos de monitoreo. Por lo mismo, es que la cantidad de hembras sin cría analizadas en nuestro estudio es baja; porque perdimos un par de instrumentos y porque tampoco podíamos, en ese primer intento, arriesgar perder más equipo. Estoy seguro de que, en el futuro, a medida que baje el costo de estas tecnologías, tendremos mayor acceso para observar, de mejor manera, el oculto mundo en el que se alimentan estas especies”.

Así y todo, este estudio es el primero de su tipo en registrar simultáneamente los patrones de sumersión de hembras silvestres lactantes y no lactantes de otaríidos durante la temporada reproductiva, permitiendo, de forma inédita, entender cómo estos animales ajustan su comportamiento debido a la lactancia. También participaron de él los investigadores CAPES Carla Rivera, José Miguel Fariña y Francisco Bozinovic.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Renato Borrás

CAPES, IEB y (CR)2 firman convenio para investigar los cambios socio-ecológicos del Chile central producto del cambio climático

Uno de los objetivos de este acuerdo es evaluar la capacidad de resiliencia de los bosques de la zona central afectados por la mega sequía, los incendios y el cambio de uso de suelo, mediante la creación de una red de parcelas permanentes.

¿Cómo ha cambiado la biodiversidad, los servicios ecosistémicos, y las economías locales de la zona central?, son algunas de las preguntas que esperan ser abordadas por investigadores de estas tres instituciones.

Consolidar una línea de investigación que aborde los cambios socio‐ecológicos en ecosistemas que se encuentran en proceso de transición por el cambio climático, es el desafío del reciente convenio de colaboración firmado entre la el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, la Corporación Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.

El acuerdo fue impulsado por los investigadores Juan Ovalle (CAPES), Cristián Delpiano (IEB) y Alejandro Miranda (CR2), fundadores también de la recientemente creada Mesa Multisectorial por el Bosque Esclerófilo, instancia en la que identificaron la urgencia de observar con mayor profundidad los efectos negativos que este fenómeno tiene en los ecosistemas terrestres y la biodiversidad del país, así como en el bienestar de la sociedad.

“Mediante este convenio, esperamos vincularnos con tomadores de decisiones del ámbito público y privado, y personas que están intentando hacer cambios a nivel particular, apoyados por la evidencia científica”, explicó Juan Ovalle, investigador CAPES, durante la firma telemática del convenio, que también contó con la presencia de los directos de los tres centros y científicos asociados al convenio.

Cristián Delpiano, investigador del IEB y la Universidad de La Serena, comentó que “a través de la Mesa que formamos, vimos que el problema que está enfrentando el bosque esclerófilo, es muy grande. A través de este nuevo proyecto, nos preguntamos qué trayectoria estarían siguiendo los sistemas socio-ecológicos asociados a ecosistemas mediterráneos de Chile central, frente a las presiones que están sucediendo ahora: la mega sequía, mega incendios forestales y cambios de uso de suelo progresivos, una situación que se está viviendo hace décadas, y que cada vez está contribuyendo más a disminuir la superficie de estos ecosistemas naturales”.

Alejandro Miranda, del (CR)2, relevó la urgencia de entender y enfrentar este desafío socio-ecológico de gran escala, y que, para ello, “es imperante analizar estos cambios abruptos sobre el bosque a nivel de la biodiversidad, la productividad, los servicios ecosistémicos, las economías locales, las transformaciones en los regímenes de incendios e hidrológicos, y las emisiones de gases desde los bosques”, entre otras aristas.

Objetivos del convenio

El acuerdo, firmado por el director de CAPES, Fabián Jaksic, la directora del (CR)2, Maisa Rojas y el recién electo presidente del IEB, Francisco Squeo, tiene por objetivo general evaluar los impactos y adaptación de los ecosistemas mediterráneos a este proceso de cambio climático, que ha traído transformaciones en la composición y diversidad de estos hábitats naturales. El ejemplo más visible es la pérdida de verdor de nuestro bosque esclerófilo, lo que denota la muerte de masivas áreas de este ecosistema, situado en el área más poblada de nuestro país. 

Para abordar este gran desafío, se plantean varios objetivos específicos. El primero, es evaluar la capacidad de resiliencia de los bosques de Chile central, afectados por la mega sequía e incendios, a través de la creación de una red de parcelas de estudio permanentes.

Otro aspecto, considera la creación y validación propuestas para el manejo adaptativo, enfocados en la conservación y restauración del bosque esclerófilo. Y un tercer foco, es avanzar hacia la gobernanza de procesos de transición impulsados por el cambio climático.

La nueva línea integrativa, propone, además, incorporar a estudiantes tesistas de pregrado y postgrado. También, se espera organizar un seminario internacional antes de mayo de 2021, publicar artículos científicos en desarrollo, y consolidar el establecimiento de la red de parcelas permanentes.

“El IEB tiene una línea de investigación sobre procesos ecosistémicos; el (CR)2 una bajada más biofísica de este fenómeno que puede aportar sobre las tendencias climáticas y los efectos en el cambio del uso de suelo en condiciones extremas. Y, por otro lado, está CAPES, que desarrolla ciencia aplicada y, por tanto, puede tomar esta información y traducirla a un lenguaje más adecuado para los tomadores de decisión a nivel político, productivo, y de organismos públicos y estatales.  Así es como cada centro tiene potencialidades diferentes, que representan una oportunidad para abordar esta problemática mayor de manera integrada, a través de este convenio”, puntualizó Ovalle.

Esta nueva línea espera comenzar sus labores en marzo de 2021.

Textos: IEB y CAPES
Foto: Carlos Zurita

Integrar los conocimientos: un enfoque clave para entender la naturaleza

Conectar múltiples saberes puede ser crucial para la conservación de ecosistemas y sus comunidades. Así lo establecieron una serie de estudios internacionales publicados en Journal of Applied Ecology y People and Nature, cuya edición contó con la científica de CAPES, Meredith Root-Bernstein.

Una mirada holística e integradora de diversos sistemas de conocimiento no sólo permite enriquecer los saberes fragmentados, sino también mejorar el entendimiento de la naturaleza y aportar, de manera justa e inclusiva, a la toma de decisiones en el área medioambiental. Ésa es la convicción de un grupo multidisciplinario de investigadores dedicados a comprender y analizar la importancia de conectar el conocimiento científico de la ecología, con el del mundo indígena y local.

Meredith Root-Bernstein, científica de CAPES, es una de sus integrantes, y desde Francia, comenta su último trabajo como coeditora de un número especial coordinado entre las Revistas Journal of Applied Ecology y People and Nature. En estos documentos, aborda la necesidad de avanzar hacia la integración de saberes más allá del dominio propio de las ciencias naturales. Esto, no sólo para comprender los ecosistemas, sino también para apoyar la conservación biológica de los mismos y buscar soluciones conjuntas en escenarios de cambios y conflictos.

El interés por esta temática surgió a raíz de la propia experiencia de la científica, al momento de enriquecer sus investigaciones de postgrado en la Universidad Católica.  “Estando en Chile, realicé mi tesis de doctorado sobre el degú, abordando el trabajo de ingeniería de ecosistemas que estos animales hacen con su colonia, cumpliendo un rol de jardineros naturales” comenta. “Luego estudié el efecto del guanaco sobre su entorno, y para entender su verdadero impacto en Chile central, me di cuenta que era muy importante entender la historia del lugar y las interacciones de estos animales con los seres humanos, en este ecosistema histórico. Hablé con mucha gente que habitaba en estos sectores y comprobé que toda esa información era muy importante en el diseño del estudio, análisis y otros tantos factores”, recuerda la ecóloga, también miembro del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB.

Conexión de saberes

La edición especial, recién publicada, cuestiona la propia naturaleza del conocimiento y sostiene que hay muchas razones para abrir la mirada y trabajar con distintos tipos de saberes, generando alianzas de investigación y metodológicas entre quienes desarrollan y manejan los conocimientos científicos, locales e indígenas, un ejercicio necesario que puede beneficiar de forma equitativa a los distintos actores sociales y comunidades.

“Al crear y fortalecer estas asociaciones, es posible que se aborden los problemas de conservación biológica, y se puedan garantizar formas de vida sostenibles, considerando el uso de los recursos, la cultura, la gobernanza y el desarrollo económico. Como científicos que trabajamos en áreas donde el conocimiento indígena o local tiene un papel importante, somos cada vez más conscientes de la necesidad de aprender la mejor manera de contribuir a la investigación y la toma de decisiones inclusivas y equitativas”, se relata en el documento introductorio, realizado por la investigadora junto a Helen C. Wheeler, también coeditora de este número especial.

Root-Bernstein cuestiona la creencia de que existan culturas más valiosas que otras y por eso, señala que es fundamental poder legitimar otros sistemas, algo que aún está al debe en el círculo científico. “Pensar que solo la ciencia define la realidad, no permite legitimar otras realidades. Espero que eso cambie, pero no es fácil en este campo profesional. Y si bien hay avances de integración, hoy los intereses se centran en la forma de colaboración más simple, que es poder ampliar las bases de datos, el punto menos interesante en mi opinión y que no representa una interacción fundamental.  La forma de colaboración más importante es aquella que, por ejemplo, te permite aprender del otro, generar una hipótesis o buscar nuevas maneras conjuntas de vivir en sociedad de forma sustentable”, enfatiza la investigadora.

Los sistemas de conocimiento local e indígena, pueden ser muy diversos entre sí, pero tienen algunas características en común, como el hecho de surgir desde una estrecha relación con la naturaleza y los ecosistemas en que las personas habitan, saberes que suelen traspasarse de generación en generación, expresándose también a nivel de las creencias, la práctica y la cultura. Dichos rasgos son fundamentales para los autores de estos artículos quienes llaman a validarlos y dejar de marginalizarlos, como ha sucedido históricamente.

Otro punto que destacan, es que la diversidad de conocimientos indígenas y locales ayuda a garantizar que se aborden las preocupaciones sociales locales, evitando caer en puntos ciegos. “La ciencia está progresando constantemente, pero sufre de información limitada y sesgos espaciales, temporales y taxonómicos”, detallan las investigadoras.

Cultivo de guaraná y Parque Omora: ejemplos de integración

Un caso paradigmático de este tipo de miradas es el de la planta de guaraná, producida y empleada de manera diferente por agricultores indígenas y no indígenas, cuyo trabajo más holístico ha permitido generar descripciones “creíbles” y legitimadas tanto por las comunidades originarias como por el ámbito de la producción agronómica globalizada. El estudio señala que a partir de estas visiones, se co-construyó un documento colectivo en el que participaron tanto científicos, como la comunidad indígena involucrada.

Otro ejemplo fundamental es lo que sucede en el extremo sur de Chile: el Parque Etnobotánico Omora, donde se aplica el concepto de conservación biocultural que incluye la coproducción de conocimiento y el respeto de múltiples valores. La iniciativa promueve el respeto de los distintos sistemas de conocimiento, siendo la comunidad indígena Yagan la co-diseñadora y co-implementadora del programa. Éste incluye investigaciones colaborativas sobre conocimientos indígenas y programas educativos interculturales, trabajando específicamente para ayudar a los niños yaganes en sus escuelas locales, y para apoyar la conservación de la lengua yagan. De esta manera, se intenta no sólo hacer partícipe a los diferentes actores de un territorio, sino además, implementar mejores decisiones para el manejo de los ecosistemas y el bienestar de sus comunidades, que se ven cada vez amenazados.

Finalmente, la revisión señala que trabajar con múltiples sistemas de conocimiento para mejorar la toma de decisiones, permitirá que los conocimientos se evalúen de manera justa y se utilicen adecuadamente, debiendo, eso sí, adaptarse a cada contexto específico. En ese marco, se establece que el gran desafío de la comunidad científica es justamente entender su papel en este proceso.

Texto: Comunicaciones IEB
Foto: Daniel Casado

Con éxito, CICE realiza tercera versión de su Curso de Actualización Curricular en Ecología

Con una convocatoria de 44 asistentes, se realizó el curso de verano “Actualización Curricular en Ecología”, orientado a docentes y público interesado en la materia. El curso buscó que las y los participantes profundizaran en sus conocimientos de ecología y educación ambiental.

La 3º versión del curso para docentes organizado por CICE, con el apoyo del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), se llevó a cabo entre el 4 y el 22 de enero del presente año. En dicha ocasión, y debido a la contingencia sanitaria, el programa se desarrolló de manera online mediante una plataforma web, contando con sesiones tanto sincrónicas como asincrónicas.

A través de 4 módulos, se trabajaron contenidos de distintas áreas de la ecología con énfasis en las nuevas bases curriculares informadas por el ministerio de Educación y su aplicación en el aula. Los 44 participantes, provenientes de distintas zonas de Chile más un participante de Colombia, recibieron formación en conceptos claves del ámbito ecológico tales como amenazas para la conservación, ecología poblacional, ecología de comunidades, restauración ecológica y cambio climático, relacionándolos con el nuevo marco curricular. Además, se enfatizó en que los asistentes conocieran las nuevas bases curriculares que empezaron a regir en 2020 pasado para las asignaturas de Biología (I y II medio), Ciencias para la ciudadanía y Biología de Ecosistemas (III y IV medio).

Cada módulo contuvo clases grabadas, las cuales pudieron ser vistas por las y los participantes en todo momento, además de una presentación a cargo de un académico de experiencia en trabajos de educación ambiental invitado.

La charla del primer módulo contó con la presencia de la Dra. Claudia Rojas (investigadora CAPES), que habló de su experiencia en educación ambiental en el contexto de un colegio rural. El segundo módulo contó con la exposición del Dr. Nicolás Cuevas, que compartió su trabajo con estudiantes y el uso de cámaras trampa para hacer estudios de fauna local. El Dr. Tomás Ibarra (investigador CAPES) presentó en el tercer módulo su visión de la ecología más allá de la “ciencia dura”. Finalmente, en el cuarto módulo, Macarena Troncoso, magíster en Ciencias con mención en Oceanografía, habló sobre su trabajo en el cual se acercaba las ciencias atmosféricas a experiencias prácticas.

Además, cada módulo incluyó una guía de trabajo y un cuestionario para que las y los participantes pudieran poner a prueba sus aprendizajes. En la plataforma web utilizada para este curso, se dispuso de bibliografía complementaria y material de apoyo. Al término de cada módulo, se realizó una sesión sincrónica a través de la plataforma Zoom, la cual tenía por objetivo responder preguntas relacionadas a la materia vista y dar retroalimentación con respecto sobre los instrumentos de evaluación.

El curso dio por concluida sus actividades con un foro que contó con la presencia de tres de los cuatro académicos invitados, quienes compartieron con los participantes del curso sus experiencias en torno a la educación ambiental y recomendaciones para llevar a cabo este tipo de proyectos en otros establecimientos educacionales.

“El curso ya cuenta con tres versiones y 125 profesores impactados en total. Ha ido evolucionando a un curso que conecta aspectos de la ecología nacional con los objetivos de aprendizajes declarados por el Ministerio de Educación en sus planes y programas, de tal manera que se transforma en una total ayuda y apoyo a todos los docentes que tienen que enfrentarse a retos nuevos, asignaturas nuevas y necesitan nuevas habilidades, materiales y fortalezas para poder llevarlo a cabo” declara Carlos Zurita, director CICE y docente del curso.

Tanto los módulos del curso como su foro final quedaron disponibles para quien desee consultarlos en la plataforma de Vimeo de CAPES, www.vimeo.com/capeschile.

Vía telemática, CAPES realizó su quinto Encuentro Anual

Cerca de 90 investigadores, profesionales y estudiantes pertenecientes al centro asistieron y participaron en las actividades de su reunión anual desde sus hogares.

Charlas, presentaciones y la elección de los futuros talleres de capacitación interna, fueron las actividades que dieron forma al evento.

El viernes 22 de enero de 2021, en Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) celebró su V Encuentro Global. Éste se realizó de forma virtual a través de la plataforma Zoom, con transmisión por streaming en su Facebook Live. La instancia, así como su formato, fue muy apreciada por los miembros.

En la oportunidad, el director del centro, Fabián Jaksic, dio la bienvenida a los participantes anunciando el programa de la jornada y haciendo hincapié en los aportes de la institución durante un año 2020 marcado por las dificultades nacidas de la pandemia. A continuación, el subdirector del centro, Francisco Bozinovic, inauguró oficialmente el evento agradeciendo la alta convocatoria, y dando a paso a las primeras presentaciones de la mañana.

Dichas presentaciones estuvieron a cargo de los investigadores principales del centro (Rosanna Ginocchio, Bernardo González, Enrico Rezende (s), Mauricio Lima, Stefan Gelcich, Eduardo Arellano y Felipe Vásquez) quienes ofrecieron una actualización de sus respectivas líneas de investigación.

En uno de los módulos del evento, Gabriela Flores presentó la iniciativa “Talleres de capacitación 2021” dónde cada uno de los asistentes pudo votar por las áreas de su interés para seguir la capacitación seleccionada en el curso del presente año, así como la propuesta de nuevos talleres. Entre los talleres ofrecidos se encontraron: 1) Introducción a análisis de ecología espacial mediante programación r; 2) El uso de redes sociales para comunicar ciencia; 3) El concepto de sustentabilidad y sus distintas interpretaciones; 4) Formación en herramientas para promover el acceso abierto a la información científica; 5) Levantamiento de fondos públicos y privados; 6) Proceso constituyente en Chile; 7) Investigación para el desarrollo de políticas públicas;  8) Introducción a Google Earth Engine; 9) Inclusión, equidad y género en la academia; 10) Metodología de estándares abiertos para la Conservación, y 11) Comportamiento respetuoso en el ambiente laboral y comunicación abierta. Tras la votación, se definieron 6 talleres para ser impartidos durante el año 2021.

Hacia el final de la jornada, el investigador Stefan Gelcich, presentó el recientemente adjudicado Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera, SECOS, del cual será su director. Este nuevo polo científico buscará liderar la investigación en sistemas socio-ecológicos, transitando hacia la sostenibilidad en ambientes costeros. Junto a Gelcich, los investigadores CAPES Sergio Navarrete, Rodrigo Estévez y María José Martínez, también serán parte de su plantel.

SECOS buscará comprender los impulsores de cambio globales, regionales y locales, así como los escollos socio-ecológicos, que posibilitan/impiden la sostenibilidad. “SECOS está estructurado de una forma única, basado en lo que son plataformas de aprendizaje, donde los distintos tipos de conocimiento pueden interactuar para encontrar soluciones sostenibles a problemas ambientales”, afirmó Gelcich.

El evento destacó por la gran participación de miembros del centro (90) y por su alto nivel de organización y fluidez. Las organizadoras del evento, las profesionales de línea 0 Daniela Mella y Gabriela Flores, estuvieron a cargo de la confección de una encuesta de satisfacción, la cual fue enviada a todos los miembros de la comunidad CAPES que asistieron al evento.

El encuentro completo fue grabado y está albergado en la plataforma www.vimeo.com/capeschile disponible de forma privada para los miembros CAPES que no pudieron asistir.

¿Por su canto las conoceréis? El repertorio sonoro de la ranita de Darwin

Una investigación en terreno reveló las pocas diferencias que existen entre las vocalizaciones de machos y hembras en una población silvestre de este pequeño anfibio del bosque templado. La razón podría radicar en los distintos peaks de actividad entre unas y otros durante el período de reproducción.

En cautiverio, las ranas de Darwin cantan en polifonía. Eso, al menos, fue lo que observó el zoólogo alemán Klaus Busse, quien durante 20 años estudió las diferencias de vocalización entre machos y hembras de esta especie durante su período de apareamiento (que va de finales de la primavera a buena parte del verano).

Al contrario de los machos, cuyo canto investigaciones previas habían caracterizado como una serie de 3 a 5 silbidos cortos repetidos una o dos veces por minuto, Busse descubrió que las hembras en cautiverio producían piezas de un solo silbido, las que se intercalaban con las “composiciones” más rítmicas de sus contrapartes.

¿Pero qué ocurría afuera en la naturaleza? ¿Se mantenían las diferencias de canto observadas entre machos y hembras de la ranita de Darwin en cautiverio (fenómeno que en términos científicos se conoce como “dimorfismo”)? Eso fue lo que un grupo de investigadores de las universidades de Chile, Austral y Andrés Bello buscaron responderse en un reciente trabajo publicado en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology.

“Lo que queríamos saber era cómo es el comportamiento vocal de las hembras en vida silvestre y qué tanto participaban en los coros reproductivos de la especie”, explican los biólogos Marco Méndez y José Serrano, del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC y del Programa de Fisiología y Biofísica de la U. de Chile respectivamente, y dos de los co-autores del estudio.

Su objetivo, en último término, era corroborar de qué lado de la división entre dimorfismo o similitud vocal se hallaban los cantos de machos y hembras de este anfibio endémico de los bosques templados del sur de Chile y Argentina. Mal que mal, comentan, “sabíamos que en otras especies alrededor del mundo, donde las hembras de ranas y sapos cantan, el canto puede ser muy similar o muy distinto al de los machos”.

Pequeñas diferencias

Para averiguarlo, los investigadores observaron durante 5 meses a una población de estas ranas ubicada en los bosques de la Isla de Chiloé, grabando la mayor cantidad de individuos que les dejaban inmortalizar sus voces ante el micrófono. “Están ranas son muy tímidas ante la presencia humana” explican.

Incluso obteniendo un registro audiovisual, Serrano, Méndez y compañía no pudieron identificar el sexo de la rana sino hasta capturar al individuo luego de ser grabado, para medirlo, pesarlo y tomarle fotografías. “Las diferencias en el tamaño entre machos y hembras son literalmente milimétricas, por tanto, difíciles de distinguir a simple vista. Las hembras se distinguen porque llevan los huevos en el abdomen y los machos se distinguen más fácilmente cuando están cuidando larvas en el saco vocal, pero los machos no preñados y las hembras que no llevan huevos se pueden confundir”.

Entre los primeros hallazgos, estuvo el hecho de que, a diferencia de lo encontrado en investigaciones anteriores, los investigadores captaron a machos preñados cantando en los días iniciales de la crianza de las larvas, algo que hasta entonces sólo se sabía que hacían las hembras: “Nosotros encontramos que no sólo aquellos machos que buscan aparearse con las hembras están cantando, sino también aquellos que aparentemente ya se aparearon y llevan larvas a su cuidado” cuentan.

Los autores creen que este fenómeno que puede deberse a que tal vez que los machos mantengan una conducta reproductiva mucho más continua que las hembras, aportando espermatozoides a las puestas de distintas parejas.

¿Y en cuanto a los cantos? Pues los análisis acústicos arrojaron que el dimorfismo en las llamadas de machos y hembras de esta especie era mucho más limitado de lo visto por Busse en cautiverio. Los cantos de machos y hembras se distinguen principalmente en la frecuencia de sus vocalizaciones: ellas cantan ligeramente más grave que ellos, una diferencia relacionada con el tamaño corporal mayor de las primeras.

¿Cuestión de tiempos?

Si bien aún queda por entender las razones de este bajo dimorfismo, los investigadores entregan algunas hipótesis, tanto físicas como ecológicas, que pueden llegar a explicar estas similitudes. “Por ejemplo, es muy probable que la laringe de ambos sexos, donde se producen los sonidos, sean bastante similares, y también es probable que hormonalmente las hembras y los machos alcancen niveles de testosterona semejantes asociados a los días en que están vocalmente activos” especulan.

Sin embargo, es en el comportamiento de estos individuos durante la época reproductiva donde puede estar la clave para explicar las pocas diferencias vocales observadas entre sexos. “Lo que nosotros proponemos es que, en su largo periodo de reproducción, las hembras y los machos tienen mayor actividad vocal en meses distintos entre sí”, algo también observado durante la investigación. “Por ejemplo, las hembras cantan más al inicio y final de la temporada reproductiva, los machos no preñados van disminuyendo su actividad vocal a lo largo de los meses, y los machos preñados están más activos vocalmente en mitad del período” explican los académicos.

De este modo, Serrano y Méndez creen que estos distintos peaks de actividad vocal sugieren que, evolutivamente, las ranas de Darwin no necesitan diferenciarse demasiado para poder distinguirse durante sus coros, puesto que van cambiando de composición en sus participantes en la temporada reproductiva.

Para los autores, estos resultados son una prueba de lo complejo que puede ser el sistema social y de comunicación de la rana de Darwin, donde muchos participantes, con distintos intereses particulares, cantan simultáneamente en coros que son indistinguibles para el oído humano. Como en una engañosa cacofonía.

“Además” comentan, “el caso de la rana de Darwin es un claro ejemplo del papel más activo que pueden llegar a tener las hembras de una especie en la conducta social y sexual del que típicamente se espera de ellas, es decir, que sean tímidas y atraídas dócilmente por el despliegue de los machos, en una visión darwinista y victoriana que aún perdura como norma en la biología. En esta especie queda claro que mutuamente hembras y machos se podrían estar atrayendo en vida silvestre, a diferencia de lo que se asume que ocurre en cautiverio” concluyen.


¿Por su canto las conoceréis? El repertorio sonoro de la ranita de Darwin

Una investigación en terreno reveló las pocas diferencias que existen entre las vocalizaciones de machos y hembras en una población silvestre de este pequeño anfibio del bosque templado. La razón podría radicar en los distintos peaks de actividad entre unas y otros durante el período de reproducción.

En cautiverio, las ranas de Darwin cantan en polifonía. Eso, al menos, fue lo que observó el zoólogo alemán Klaus Busse, quien durante 20 años estudió las diferencias de vocalización entre machos y hembras de esta especie durante su período de apareamiento (que va de finales de la primavera a buena parte del verano).

Al contrario de los machos, cuyo canto investigaciones previas habían caracterizado como una serie de 3 a 5 silbidos cortos repetidos una o dos veces por minuto, Busse descubrió que las hembras en cautiverio producían piezas de un solo silbido, las que se intercalaban con las “composiciones” más rítmicas de sus contrapartes.

¿Pero qué ocurría afuera en la naturaleza? ¿Se mantenían las diferencias de canto observadas entre machos y hembras de la ranita de Darwin en cautiverio (fenómeno que en términos científicos se conoce como “dimorfismo”)? Eso fue lo que un grupo de investigadores de las universidades de Chile, Austral y Andrés Bello buscaron responderse en un reciente trabajo publicado en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology.

“Lo que queríamos saber era cómo es el comportamiento vocal de las hembras en vida silvestre y qué tanto participaban en los coros reproductivos de la especie”, explican los biólogos Marco Méndez y José Serrano, del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC y del Programa de Fisiología y Biofísica de la U. de Chile respectivamente, y dos de los co-autores del estudio.

Su objetivo, en último término, era corroborar de qué lado de la división entre dimorfismo o similitud vocal se hallaban los cantos de machos y hembras de este anfibio endémico de los bosques templados del sur de Chile y Argentina. Mal que mal, comentan, “sabíamos que en otras especies alrededor del mundo, donde las hembras de ranas y sapos cantan, el canto puede ser muy similar o muy distinto al de los machos”.

Pequeñas diferencias

Para averiguarlo, los investigadores observaron durante 5 meses a una población de estas ranas ubicada en los bosques de la Isla de Chiloé, grabando la mayor cantidad de individuos que les dejaban inmortalizar sus voces ante el micrófono. “Están ranas son muy tímidas ante la presencia humana” explican.

Incluso obteniendo un registro audiovisual, Serrano, Méndez y compañía no pudieron identificar el sexo de la rana sino hasta capturar al individuo luego de ser grabado, para medirlo, pesarlo y tomarle fotografías. “Las diferencias en el tamaño entre machos y hembras son literalmente milimétricas, por tanto, difíciles de distinguir a simple vista. Las hembras se distinguen porque llevan los huevos en el abdomen y los machos se distinguen más fácilmente cuando están cuidando larvas en el saco vocal, pero los machos no preñados y las hembras que no llevan huevos se pueden confundir”.

Entre los primeros hallazgos, estuvo el hecho de que, a diferencia de lo encontrado en investigaciones anteriores, los investigadores captaron a machos preñados cantando en los días iniciales de la crianza de las larvas, algo que hasta entonces sólo se sabía que hacían las hembras: “Nosotros encontramos que no sólo aquellos machos que buscan aparearse con las hembras están cantando, sino también aquellos que aparentemente ya se aparearon y llevan larvas a su cuidado” cuentan.

Los autores creen que este fenómeno que puede deberse a que tal vez que los machos mantengan una conducta reproductiva mucho más continua que las hembras, aportando espermatozoides a las puestas de distintas parejas.

¿Y en cuanto a los cantos? Pues los análisis acústicos arrojaron que el dimorfismo en las llamadas de machos y hembras de esta especie era mucho más limitado de lo visto por Busse en cautiverio. Los cantos de machos y hembras se distinguen principalmente en la frecuencia de sus vocalizaciones: ellas cantan ligeramente más grave que ellos, una diferencia relacionada con el tamaño corporal mayor de las primeras.

¿Cuestión de tiempos?

Si bien aún queda por entender las razones de este bajo dimorfismo, los investigadores entregan algunas hipótesis, tanto físicas como ecológicas, que pueden llegar a explicar estas similitudes. “Por ejemplo, es muy probable que la laringe de ambos sexos, donde se producen los sonidos, sean bastante similares, y también es probable que hormonalmente las hembras y los machos alcancen niveles de testosterona semejantes asociados a los días en que están vocalmente activos” especulan.

Sin embargo, es en el comportamiento de estos individuos durante la época reproductiva donde puede estar la clave para explicar las pocas diferencias vocales observadas entre sexos. “Lo que nosotros proponemos es que, en su largo periodo de reproducción, las hembras y los machos tienen mayor actividad vocal en meses distintos entre sí”, algo también observado durante la investigación. “Por ejemplo, las hembras cantan más al inicio y final de la temporada reproductiva, los machos no preñados van disminuyendo su actividad vocal a lo largo de los meses, y los machos preñados están más activos vocalmente en mitad del período” explican los académicos.

De este modo, Serrano y Méndez creen que estos distintos peaks de actividad vocal sugieren que, evolutivamente, las ranas de Darwin no necesitan diferenciarse demasiado para poder distinguirse durante sus coros, puesto que van cambiando de composición en sus participantes en la temporada reproductiva.

Para los autores, estos resultados son una prueba de lo complejo que puede ser el sistema social y de comunicación de la rana de Darwin, donde muchos participantes, con distintos intereses particulares, cantan simultáneamente en coros que son indistinguibles para el oído humano. Como en una engañosa cacofonía.

“Además” comentan, “el caso de la rana de Darwin es un claro ejemplo del papel más activo que pueden llegar a tener las hembras de una especie en la conducta social y sexual del que típicamente se espera de ellas, es decir, que sean tímidas y atraídas dócilmente por el despliegue de los machos, en una visión darwinista y victoriana que aún perdura como norma en la biología. En esta especie queda claro que mutuamente hembras y machos se podrían estar atrayendo en vida silvestre, a diferencia de lo que se asume que ocurre en cautiverio” concluyen.