Con más de 60 años de historia, la colección biológica que hoy lleva el nombre de su fundador y académico de la Universidad Católica, Patricio Sánchez Reyes, ha contribuido no sólo al estudio sistemático de la biodiversidad de Chile por parte de cientos de biólogos. También representa un bastión que sobrevive a la casi imposible tarea de registrar la frondosa complejidad de nuestro árbol evolutivo.
Los cálculos sobre el número de especies que, en promedio, se extinguen cada día en el mundo varían ostensiblemente. La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, una síntesis encargada por las Naciones Unidas en 2005 y que contó con la participación de más de mil expertos en la materia, estimó la tasa de extinción a nivel global en más de 8,700 especies al año, o 24 especies al día. La Convención de Diversidad Biológica (otro organismo creado por las Naciones Unidas en 1993), por otra parte, clama en su sitio web que esta cifra podría ascender hasta las 150 especies, aunque sus autoridades reconocen las dificultades de llegar a un número más preciso y consensuado por todos.
Lo cierto, es que no sabemos a ciencia cierta qué porcentaje de la biodiversidad del planeta perdemos en determinado espacio de tiempo, ni a qué ritmo, en parte, porque ni siquiera sabemos cuánta biodiversidad total hay allá afuera. Allí también los números oscilan del millón y medio de especies, a más de 100 o incluso 2 mil millones, según estimaciones que intentan corregir los vacíos de conocimiento más evidentes a lo largo de nuestro gran árbol evolutivo, como es el caso de las bacterias y otros microorganismos.
Una de las razones que explica esta falta de información estriba en el dramático declive (o, en el mejor de los casos, estancamiento) que la investigación taxonómica ha tenido en las últimas décadas. Autores como Elise Tancoigne y Alain Dubois, del Museo de Historia Natural de París, han advertido que, pese a su reciente auge, tanto el número de taxónomos egresados de las universidades como el financiamiento que éstas destinan a esta área de la biología, son insuficientes para la tarea que dicha disciplina tiene por delante, que es la de identificar, describir y clasificar la totalidad de la vida en el planeta.
Inventariar el número de especies de animales, plantas, hongos y microorganismos que habitan en las distintas regiones del mundo, requiere no sólo de la identificación de estas especies, sino también de su registro físico, almacenamiento y conservación. Para ello, la existencia de colecciones biológicas que resguarden y protejan este acervo, sobre todo en aquellas zonas del planeta con un alto grado de endemismo como Chile, se vuelve fundamental.
Una de estas colecciones, ubicada en dependencias de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica de Chile, es la que lleva por nombre “Colección de Flora y Fauna Profesor Patricio Sánchez Reyes”, la cual, al día de hoy, cuenta con más 12 mil ejemplares de plantas y animales nativos de Chile y de otras partes del globo. La Colección, creada en 1960 por el académico Patricio Sánchez (ver foto superior), tiene como objetivo apoyar la investigación científica en las áreas de ecología y evolución, además de servir de apoyo a las actividades de docencia de la Universidad Católica. A lo largo de sus más de 60 años de funcionamiento, ha servido de base para la elaboración de cientos de tesis y artículos de investigación, y gracias a ella, al menos 10 especies nunca antes conocidas en nuestro país fueron descubiertas y clasificadas.
Especímenes pioneros
Algunos de estos especímenes, que sirvieron de base para la descripción de las nuevas especies, son dos ejemplares de poliquetos, un grupo de anélidos acuáticos conocidos por las numerosas quetas, o cerdas, que cubren sus cuerpos, o el holotipo de un nuevo miembro de rana del género Alsodes (Alsodes cantillanensis), descubierta en agosto de 2011 por los investigadores Andrés Charrier, Marco Méndez, y Claudia y Camila Castro en un arroyo que descendía por los Altos de Cantillana, en la cordillera de la costa, 65 km. al suroeste de Santiago.
Otro de estos hallazgos, que guarda especial conexión con el actual director de la Colección, el zoólogo UC Eduardo Palma, es el de una nueva especie de ratón de cola larga (uno de los más importantes reservorios biológicos del virus Hanta), en nuestro país. Oligoryzomys yatesi, capturada en 2008 en una remota isla del Estrecho de Magallanes, en Punta Arenas, fue descrita por Palma y el investigador Enrique Rodríguez en 2017, y hoy, la piel, el cráneo, el esqueleto y los tejidos de esa primera hembra adulta siguen depositadas en los pasillos de la Colección.
“Debido a mi formación académica en sistemática evolutiva, y mis estudios de postgrado en universidades como la Universidad Austral de Chile y la Nuevo México, en los Estados Unidos, las cuales alojaban sendas colecciones y museos, apenas llegué como profesor asistente al Departamento de Ecología de la Universidad Católica supe de la existencia de la entonces llamada Sala de Sistemática” nos cuenta Palma, profesor de Evolución y Fundamentos de Evolución en la Facultad de Ciencias Biológicas, y especialista en sistemática filogenética, filogeografía y biogeografía de mamíferos, particularmente de mamíferos terrestres de Chile y Sudamérica. “Conversé de inmediato con el Prof. Sánchez y su curador de entonces, Patricio Zavala, para manifestarles mi interés de contribuir a la colección”.
En la actualidad, el investigador y su equipo coordinan una nueva etapa de reformulación de la Colección y sus objetivos, la cual incluye un reacondicionamiento físico que mejorará los accesos a sus distintas instalaciones, de modo de hacerla más accesible a los investigadores, estudiantes y consultantes externos. “La Colección ha crecido, y ello es debido a los muchos proyectos de investigación que han realizado aportes en especímenes e infraestructura a su archivo” explica Palma. A ello se suman compromisos recientes que la Colección ha adquirido con instituciones gubernamentales como el Ministerio del Medio Ambiente, para la indexación de sus distintos registros en la Global Biodiversity Information Facility (GBIF). “Esto”, indica Palma, “permitirá hacer más asequible la colección y su base de datos disponible para establecer diferentes proyectos de colaboración en investigación tanto nacional como internacionalmente”.
Plantas, invertebrados y vertebrados
Prueba de las necesidades de expansión y digitalización de la Colección Patricio Sánchez, es el nada despreciable tamaño de su catálogo. Su sección botánica, por ejemplo, incluye una vasta representación tanto de algas marinas, con 743 muestras de material húmedo y seco que representan más de 100 especies a lo largo de Chile, como de plantas terrestres, entre las que destacan el bollén, el soldadito, la puya, el boldo azulillo, el litre y otras 600 especies registradas en más de mil ejemplares.
Su colección de musgos tampoco se queda atrás. 10 géneros distintos de estas plantas no vasculares y más de 80 especies están representadas en su muestrario, abarcando ejemplares de musgo pon-pon (Sphagnum magellanicum), musgo pinito (Dendroligotrichum dendroides) y paragua del sapo (Arbusculohypopterygium arbuscula).
En el caso de los invertebrados, los grupos taxonómicos representados en la Colección corresponden a Porifera, Cnidarios, Platelmintos, Anélidos, Moluscos, Crustáceos y Equinodermos, todos preservados en etanol. “Este material constantemente es revisado por investigadores nacionales y también es fuertemente requerido para actividades de docencia en la Facultad” comenta Miriam Fernández, exdirectora del Departamento de Ecología UC. “A esta colección contribuyeron de manera importante los profesores Juan Carlos Castilla y Nibaldo Bahamondes, ambos Premios Nacionales de Ciencias”, añade.
Si bien en menor número, los vertebrados que resguarda la Colección también son objeto de especial interés, sobre todo entre los estudiantes de educación básica y media que visitan sus dependencias a lo largo del año, como parte de las actividades de extensión de la Colección. 42 especies de peces (repartidas en 38 géneros), 15 especies de anfibios (distribuidas en 8 géneros), 83 especies de reptiles (abarcando 10 géneros), y 56 especies de mamíferos (sumando 32 géneros en total), conforman este último grupo. En el caso de los mamíferos, aunque la mayoría de ellos están preservados en etanol, también existen preparaciones de pieles y cráneos, así como especímenes embalsamados que suelen captar la mirada de los más curiosos.
Rematan este valioso patrimonio la serie de tejidos congelados que alberga la colección. Allí están representados aproximadamente 2,000 especímenes de diversas especies de pequeños mamíferos de Chile obtenidas entre el Altiplano y la Patagonia, teniendo cada espécimen, en la mayoría de los casos, muestras criopreservadas de diferentes órganos para apoyar estudios en el área molecular. “Para algunas especies, contamos también con suspensiones celulares de médula ósea para estudios a nivel cromosómico, debidamente rotulados y siguiendo protocolos internacionales de museos y colecciones para este tipo de muestras” detalla Fernández.
Hasta hace solo unos meses, el encargado de mantener y preservar todos estos ejemplares era el técnico museológico Patricio Zavala, quien previo a su retiro, administró la Colección por más de 35 años. Tan valioso como los especímenes que curaba, el trabajo de Zavala es hoy considerado un aspecto esencial de la sobrevivencia de esta colección biológica en un país donde su número, lamentablemente, no se condice con la notable biodiversidad presente en el territorio.
La deuda pendiente con las colecciones biológicas
El Ministerio de Medio Ambiente, en el contexto de su “Estrategia para el Fortalecimiento de las Colecciones Biológicas de Chile” (2020), identificó un total de 100 colecciones biológicas a lo largo del país, la mayoría de ellas concentradas en las regiones del Biobío y Metropolitana. Sumadas, estas colecciones almacenan cerca de 1.981.263 ejemplares a nivel nacional, una cifra que, a simple vista, parece contar una historia de sistematización exitosa de nuestra biodiversidad, pero que, mirada en detalle, revela más bien el estado de abandono en que se encuentran la mayoría de estas instituciones.
En el mismo diagnóstico citado, encargado por el MMA a la consultora ambiental Nonken, se apunta a que, salvo excepciones, la información detallada de las especies representadas en estas colecciones no se encuentra actualizada, y en muchos casos “no existe información precisa sobre el número de especies por categoría taxonómica, incluso a nivel de jerarquía alta”.
Según el informe, esto obedece a que, en todos los casos donde esto sucede, las colecciones no tienen personal dedicado en forma exclusiva al manejo de estas, provocando contratiempos como la existencia de especímenes no determinados ni ingresados o la duplicación de registros. “Por este motivo”, explican los autores, “no es posible detallar al nivel de número de especies existente en las colecciones y menos a la biodiversidad presente en el país si consideramos los taxones representados. La representación de la biodiversidad nacional en las colecciones requiere una evaluación más exhaustiva de las especies presentes en las diversas colecciones del país, lo que requiere mayor tiempo y recursos, y que las colecciones mantengan un registro adecuado, cosa que actualmente no sucede”.
De la misma opinión es Eduardo Palma, quien considera fundamental para conservar estas verdaderas arcas de biodiversidad, el apoyo de las autoridades y de las instituciones que las alojan: “es indispensable contar con los recursos para cubrir los costos del personal técnico tales como curadores, data managers, personal de apoyo, etc. Lo mismo con la infraestructura, que la colección esté en un lugar físico acorde con los volúmenes de las colecciones que albergan, los espacios adecuados para el trabajo del personal, y los visitantes que reciben las colecciones y museos”.
Sin embargo, como el informe de Nonken indica, la falta de presupuesto de las instituciones encargadas, donde en muchos casos estas colecciones no son una prioridad, hacen depender estas responsabilidades en el interés particular de los investigadores que se benefician de este material. “Esto se hace evidente” desarrollan, “en relación con la presencia de personal calificado, pues si bien se observa un mayor porcentaje de colecciones que tienen un curador o responsable a cargo de éstas, se manifiesta dentro de los problemas que, al carecer de recursos suficientes, la dedicación de estos es parcial, en algunos casos porque el personal encargado de la colección debe cumplir labores administrativas, docentes o de investigación, entre otras”.
Fortaleciendo las colecciones
Para solucionar este problema, la ya mencionada “Estrategia para el Fortalecimiento de las Colecciones Biológicas de Chile”, del MMA, que se encuentra en proceso de tramitación, contempla el apoyo financiero por parte del Estado a estas instancias, además de una actualización pormenorizada del acervo natural que contienen las colecciones. Hace unos meses, fue conformada una mesa de trabajo entre el Museo Nacional de Historia Natural, los museos de historia natural de Valparaíso y Concepción, la Subsecretaría de Patrimonio Cultural y el Consejo de Monumentos Nacionales, para abordar estas temáticas.
En caso de la Colección Patricio Sánchez, en esta nueva etapa de reformulación se contempla la llegada de un data manager que lidere su proceso de digitalización, así como la búsqueda de un nuevo curador que llene los zapatos de Patricio Zavala, cuyo legado sólo puede ser medido en el hecho de que una de las especies de lagartija descubiertas con apoyo de la Colección, Liolaemus zabalai, lleva su nombre en honor a él. Al menos la Colección seguirá contando con un Zavala en su inventario.
Para Eduardo Palma, el trabajo que realizan Zavala y todos los técnicos y profesionales a cargo de estas colecciones biológicas representa la piedra angular de un esfuerzo para resguardar estos espacios. “Las colecciones biológicas constituyen un eslabón tremendamente importante y clave en todo lo que tiene que ver con el conocimiento de nuestra biodiversidad en sus diferentes niveles de organización, desde la diversidad genética, especies y ecosistemas. Más aún si dichas colecciones están directamente relacionadas a centros de investigación y docencia, como en este caso lo constituye la Pontificia Universidad Católica de Chile”, señala.
En ese punto, el investigador destaca el apoyo que durante estos 60 años la Colección ha tenido (“y esperamos siga teniendo”), de parte de las autoridades de la facultad, y de centros de investigación como CASEB, CAPES y SECOS.
De esta manera, las colecciones biológicas que conservan el conocimiento de la biodiversidad en Chile y en el mundo podrán seguir cumpliendo el rol que el mismo Patricio Sánchez les asignara en sus escritos: “servir de núcleo al estudio de la naturaleza”, y evitar que las miles de especies que habitan el territorio nacional no sufran, después de extintas, la desaparición definitiva: el olvido.
Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imágenes: Colección de Flora y Fauna Patricio Sánchez Reyes