Cambio de uso de suelos y ecosistemas acuáticos: los vacíos de una relación intrincada

Un estudio de investigadores CAPES analizó la literatura referida al impacto de estos procesos antrópicos en ambientes acuáticos, identificando los sesgos, brechas y desafíos que enfrentan los científicos que exploran esta compleja interacción.

La estrecha relación entre los ecosistemas terrestres y acuáticos, marcada principalmente por el rol que cumplen éstos últimos en el transporte y almacenamiento de agua, nutrientes y energía para realizar múltiples procesos en tierra firme, ha sido ampliamente estudiada por ecólogos, geólogos y científicos ambientales. Sin embargo, cuando aguzamos la mirada a los impactos que fenómenos como el cambio de uso de suelo —una práctica que transforma la cubierta vegetal para el cultivo, la edificación, u otra actividad en beneficio de los seres humanos— tienen sobre océanos, lagos, ríos o humedales a lo largo del mundo, aún quedan zonas oscuras por iluminar.

Esa fue la conclusión a la que llegó un equipo de investigadores encabezados por el economista del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), Francisco Fernández, luego de una revisión bibliográfica que identificó las brechas, sesgos y direcciones futuras en el estudio de estos impactos, y cuyas conclusiones fueron plasmadas en el paper Gaps, biases, and future directions in research on the impacts of anthropogenic land-use change on aquatic ecosystems: a topic-based bibliometric analysis”, publicado en la revista Environmental Science and Pollution Research.

El entendimiento y evaluación de cómo o de qué forma el cambio de uso de suelo por parte del ser humano afecta los ecosistemas acuáticos es un tema de por si desafiante, debido a la complejidad de las interconexiones que existen entre estos tipos de ecosistemas” explica Fernández. “Dada esta complejidad, quienes han abordado la materia generalmente lo han hecho desde una perspectiva que se restringe a: un cambio de uso de suelo particular (agricultura, urbanización, minería, forestales, etc.); causantes o estresores específicos (sedimentación, metales pesados, fertilizantes) o ecosistemas acuáticos individuales (río, cuenca, lagos, zonas costeras, y otros)”.

Ante dicho escenario, señala el también académico de la Universidad Mayor, el conocimiento asociado a los impactos de este proceso en dichos ecosistemas depende en buena parte del contexto local de cada investigación, relativo a aspectos como el tipo de cambio de uso de suelo analizado, de las múltiples escalas espaciales y temporales al momento de realizar el análisis, de las vías y mecanismos por los cuales el uso de la tierra influye en los ecosistemas acuáticos, como también de las respuestas que pueden tener los ecosistemas acuáticos a diferentes cambios de uso de la tierra.

Por esta razón, menciona Fernández, “el estudio apuntó a explorar y enmarcar estos saberes hasta hoy desperdigados desde una perspectiva más amplia”, atendiendo a las piezas del rompecabezas que aún quedan por encontrar.

Un mapa incompleto

Mediante un análisis bibliométrico de más de 2,700 artículos publicados entre 2007 y 2018, los investigadores pudieron determinar, entre otros aspectos, la distribución de las publicaciones en cuanto a su lugar de procedencia y el campo de estudio de las revistas donde fueron publicadas, identificando una prevalencia de las ciencias ambientales y los recursos hídricos en la literatura referida a este tema.

“Analizando el período completo en tus diferentes etapas, la frecuencia o importancia de las revistas académicas de naturaleza económica fue considerablemente baja”, comentan los autores, notando que apenas cinco revistas de este tipo publicaron estudios sobre el cambio de uso de suelo y sus efectos en ecosistemas acuáticos, el equivalente al 1% del total de la muestra.

El estudio también halló un crecimiento significado en la producción de conocimiento relacionada a este tema a lo largo del período, confirmando el interés progresivo de la comunidad científica por dicha problemática.

Desde el punto de vista geográfico, China es el país que ha experimentado el mayor crecimiento de publicaciones de este tipo en el último tiempo, provocado, especulan los autores, por los desafíos inmediatos que el desarrollo económico acelerado presenta en ese país. “El inédito progreso experimentado (en China) en décadas recientes, ha ido de la mano con un incremento en los niveles de ingresos de su población. De este modo, se observa una demanda creciente por productos intensivos en uso de suelos y explotación de recursos acuáticos, así como una expansión de las áreas urbanizadas del país (…) obligando a las autoridades a implementar planes que permitan un desarrollo más armonioso con el medio ambiente, y miradas de largo plazo en la explotación de la tierra”, detallan los investigadores.

Al gigante asiático, también se suman países como EEUU, Australia y algunas naciones europeas, evidenciando el interés del mundo desarrollado por invertir en estas problemáticas. “Muchos de estos países tienen registros, que, de alguna manera, muestran una preocupación en generar políticas basadas en ciencia para entender, analizar y controlar las problemáticas derivadas del cambio de uso de suelo y su impacto en ecosistemas acuáticos. Esta preocupación se traduce en proyectos, subvenciones y programas que financian investigación destinada a generar políticas basadas en la ciencia”, argumenta Fernández.

Pero la inversión desigual en estudios de este tipo también trae vacíos imposibles de soslayar. “Se destacan dos brechas importantes en la literatura”, observa Fernández, “primero, una baja participación de países de África y América Latina. En el caso de los países africanos, surge un llamado de alerta respecto a la falta de estudios relacionados a la temática, debido a los escenarios futuros que se plantean de escasez de recursos hídricos en la región. Para los países latinoamericanos, la urgencia pasa por los cambios que estos están experimentando respecto a los patrones de uso de la tierra, como resultado de la expansión de las fronteras productivas de las actividades del sector primario”.

En el contexto local, el economista señala a Chile como uno de los países (junto a Argentina y Brasil) que han aparecido en la escena académica relacionada con esta temática en el último tiempo. “Sin embargo, dada la importancia que las actividades productivas primarias como la agricultura, la minería y el sector forestal tienen en el país, las que implican un cambio de uso de suelo antrópico importante, aún estamos al debe” remarca.

Una mirada parcial

La segunda gran brecha descubierta por los autores fue la escasa presencia de disciplinas económicas y sociales en el tratamiento de estas materias. “En muchos casos” cuenta Fernández, “la evaluación integrada de la gestión de los recursos hídricos se ha concentrado en el control físico del agua, sin suficiente enfoque en los aspectos económicos. Aunque en los últimos años se ha incrementado la atención en incorporar esta mirada, al final del estudio hacemos un llamado a llevar a cabo futuras revisiones más focalizadas, que consideren términos relacionados a aspectos económicos y sociales conexos con los efectos del cambio de uso de suelo antropogénico en los ecosistemas acuáticos”.

De esta forma, los resultados del estudio revelan una necesidad urgente por estudios interdisciplinarios que consideren el impacto económico del cambio de uso de suelo, y el valor de los servicios ecosistémicos acuáticos que éste pone en riesgo.

El estudio también contó con la colaboración de los investigadores CAPES Manuel Muñoz, Roberto Ponce, Felipe Vásquez y Stefan Gelcich.  

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: ARG_Flickr


Claudia Rojas: visibilizando el mundo vivo bajo nuestros pies

El estudio de la biodiversidad edáfica, entender cómo funciona este ecosistema, y aplicar estos conocimientos en procesos de recuperación de suelos y de adaptación y mitigación del cambio climático es el objetivo de investigación de Claudia Rojas Alvarado, académica de la Universidad de O’Higgins e investigadora de la línea 6 de CAPES.

“La ciencia estuvo siempre cercana a mi, desde la infancia, sin yo darme cuenta. Porque afortunadamente crecí en una familia donde la valoración, observación y cuidado de la naturaleza era algo común, lo que finalmente me derivó de forma natural a lo que me dedico hoy en día”.

Claudia Rojas Alvarado nació en Santiago, vivió y cursó la educación básica en La Florida y su educación media en el Liceo Carmela Carvajal de Prat, en Providencia, “aunque mucho de mi tiempo lo pasé en San Francisco de Mostazal, en la región de O’Higgins, y en Los Andes, en la Región de Valparaíso, donde visitaba continuamente a mi familia”, recuerda. Esta cercanía con el mundo rural fue lo que la llevó a estudiar la carrera de Ingeniería Agronómica en la Universidad de Chile, que fue donde comenzó su admiración por los suelos.

Claudia Rojas, biogeoquímica y ecóloga microbiana de suelos

Ver suelos degradados, no sólo por procesos de erosión, sino también por efecto de la contaminación, hizo que, tempranamente en su carrera, Claudia se preguntara qué podía hacer para recuperar esos suelos. El deseo de responder esa pregunta a través la ciencia la motivó a realizar un doctorado en “Environmental Soil Science” en la Universidad del Estado de Pennsylvania (EEUU), enfocado en ecosistemas naturales. “En las ciencias del suelo hay varias ramas, que se dedican al estudio de flujo de gases en el suelo, movimiento y almacenamiento de agua, estado nutricional, mineralogía, etc.; pero había un área que no había desarrollado mucho pero que siempre me llamó la atención, que era el aspecto biológico, la vida que ocurría dentro de los suelos y sus procesos biológicos, y fue justamente en esto que enfoqué mi doctorado”, explica la investigadora.

Al regresar a Chile, después de realizar dos posdoctorados de investigación, Rojas se presentó al primer concurso académico ofrecido por una de las dos Universidades estatales de reciente creación, la Universidad de O´Higgins (UOH), que inició su funcionamiento en 2017. “Ahí comenzó esta historia de desafío y motivación en una universidad nueva, donde hay todo por hacer. La mayoría de los académicos son más bien jóvenes, entre 30 y 40 años, con visiones y experiencias muy diversas; hay académicos que han estudiado en Chile, en Europa, en otras partes de Sudamérica, en Estados Unidos, hay una diversidad de pensamiento interesante, esa riqueza de formas de pensar es sin duda algo súper motivador que incentiva la investigación colaborativa y la innovación en la docencia”, señala.

Ecología microbiana y biogeoquímica de suelos

La ecología microbiana de suelos es la rama de la ciencia del suelo que analiza la interacción entre los microorganismos del suelo y cómo se relacionan con su medio. Por otro lado, la biogeoquímica es una ciencia interdisciplinaria, que convoca a la ciencia del suelo, ecología, biología, química, geología, entre otras áreas del conocimiento, que estudia los cambios geoquímicos que son mediados biológicamente.

“Mi investigación busca entender cómo la interacción entre los componentes bióticos y abióticos del suelo repercute en procesos como el ciclo del carbono y recuperación de suelos, temas tremendamente relevantes en este contexto de cambio climático”, señala Rojas, y agrega que “el conocimiento sobre la biota del suelo y este hábitat mineralógico y orgánico, lo aplico para restaurar estos suelos degradados, suelos que no pueden cumplir sus funciones ecosistémicas en el ambiente. Por ejemplo, si son suelos bajo bosque esclerófilo, están degradados de tal manera que se afecta el crecimiento de la vegetación nativa, o suelos agrícolas degradados que no pueden suplir o apoyar a la provisión de alimentos”.

Cuando hablamos de recuperar los suelos, se trata de recuperar la salud de estos ecosistemas para que puedan proveer servicios vitales como la provisión de alimentos, fibras y combustibles, reserva de agua dulce, captura de carbono, reciclaje de nutrientes, entre muchos otros. Claudia Rojas ha enfocado su trabajo en recuperar suelos que han sido afectados por la minería y, después de los megaincendios de 2017, también en la recuperación de suelos afectados por el fuego.

¿Cómo podemos proteger los suelos?

Los suelos son un ecosistema vivo, los organismos que viven ahí tienen diversos requerimientos metabólicos, por lo tanto, necesitan condiciones para que cumplan sus ciclos biológicos y puedan cumplir de buena manera sus funciones ecológicas. Por lo general, la vida que ocurre en los suelos está más concentrada en la superficie, en el primer metro de suelo, donde hay más acumulación de materia orgánica y crecimiento de raíces.

¿Cómo podemos cuidar el suelo? “Protegiendo siempre la superficie. El suelo es muy susceptible a la erosión, por lo que en cualquier contexto, agrícola o natural, siempre es importante tener una cubierta de suelo para que lo proteja, por ejemplo, de los impactos de la gota de lluvia”, manifiesta Rojas, “por eso cuando hay una tala de bosque acompañado de evento de precipitación, se favorecen los procesos erosivos (desprendimiento, arrastre y depósito de material ex situ); el color pardo que vemos en los ríos luego de estos eventos es justamente el suelo que se ha perdido desde las laderas de cerros desprotegidos”. Al perder las primeras capas de suelo, se pierde la vida asociada y por tanto sus beneficios ecosistémicos.

El mensaje, según ella, es mantener siempre los suelos cubiertos, con una capa de vegetación o de residuos orgánicos que puedan proteger del impacto de la gota de lluvia, y eso aplica también a los sistemas agrícolas. “Hoy en día el sector agrícola no solo tiene el desafío de producir alimentos, sino que también proteger los elementos naturales que hacen posible esta producción, es así entonces que prácticas de agricultura regenerativa o de conservación pueden ayudar a este doble propósito, donde la recuperación y conservación de suelos es clave. Esto se puede lograr con la utilización de cultivos de cobertera, cultivos entre hileras, mulch orgánicos como residuos de cereales, e incorporación de materia orgánica que disminuyan los riesgos de erosión y protejan la biota del suelo”, indica Rojas.

Además, estos manejos favorecen la acumulación de materia orgánica en los suelos, lo que también aporta a la retención de agua en el suelo, y por consiguiente a la adaptación a los efectos del cambio climático.

Suelo, incendios y cambio climático

Cuando se pierden las primeras capas de suelo en un incendio, uno de los componentes más importantes que se ve afectado es la materia orgánica y los organismos del suelo. Mientras más temperatura alcance el fuego, más poder tiene de calcinar estos elementos y de alterar las características fisicoquímica de los suelos.

“Parte de nuestros estudios están buscando mejorar estas condiciones en suelos incendiados por medio de reincorporar materia orgánica, y aquí me gustaría hacer un link con el tema de la importancia de los suelos para mitigar el cambio climático”, afirma la investigadora. “Estamos buscando fuentes de materia orgánica, más bien estables, que fomenten el secuestro de carbono en el suelo. Hemos probado distintas enmiendas y mientras más frescas, más promueven éstas la actividad biológica y, por tanto, la respiración del suelo. Eso quiere decir que más CO2 se libera a la atmósfera de lo que queda retenido en el suelo. Si consideramos que alrededor del 80% del carbono de los ecosistemas terrestres se encuentra en los suelos y que estos son capaces de almacenar cerca de 3 veces la cantidad de CO2 atmosférico, podemos considerar a estos ecosistemas como tremendos aliados para la mitigación del cambio climático si son manejados de forma adecuada”, enfatiza Rojas.

Por otro lado, su proyecto Fondecyt actual estudia el efecto de los incendios forestales en la biodiversidad microbiana y microorganismos fijadores de nitrógeno en suelos de bosque esclerófilo en la zona centro de Chile, dominados por especies como el quillay, litre, boldo y otras de tipo arbustivo. “Vimos cómo los incendios afectaban la biodiversidad microbiana, específicamente de algunas divisiones de bacterias y arqueas, así como microorganismos diazótrofos (fijadores de nitrógeno) de vida libre, que son aquellos que habitan los suelos sin necesidad de que existan plantas”, señala Rojas y añade que estos “son parte de los organismos pioneros en un proceso de sucesión ecológica, colonizan el suelo degradado, para luego dar paso a otros organismos y asociaciones simbióticas que van mejorando las condiciones de suelo que finalmente promoverá el crecimiento de la vegetación y la recuperación del funcionamiento de los bosques”.

Vinculación de la ciencia con el medio escolar

En 2017, después de los megaincendios, el Ministerio del Medio Ambiente convocó a un concurso extraordinario del fondo de protección ambiental y Claudia Rojas participó en uno de los proyectos adjudicados, que junto con buscar alternativas para recuperar los ecosistemas afectados por los incendios, también tenía un componente importante de educación ambiental. El trabajo experimental lo realizaron en Pumanque, una de las tres comunas más afectadas en la región de O’Higgins, donde en la escuela de esa localidad implementaron el programa de educación ambiental.

“Durante ese programa llevamos a las y los estudiantes a terreno para que vieran las parcelas experimentales montadas como parte del estudio, la idea era que ellas(os), visitaran y conocieran un experimento de campo y observaran en terreno aquellas diferencias que nosotros podemos reportar en un artículo científico, en un gráfico, por ejemplo, la comparación visual fue muy importante para explicar conceptos que de otra manera hubiesen sido más complejos de abordar”, cuenta Rojas,

“Para nosotros era muy importante llevar el conocimiento que se generó en esa experiencia a la comunidad, que fue directamente afectada por los incendios. Queríamos dar el mensaje de que, si bien es tremendamente importante que estos fenómenos se eviten, también necesitamos saber ‘qué hacemos luego de un incendio’, cómo podemos proteger el suelo y fomentar el crecimiento de la vegetación afectada. El hacer ciencia local y pertinente, creo que fue algo muy destacable de este proyecto”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Claudia Rojas

Investigador CAPES edita libro que actualiza la información sobre el control de plagas en Chile

El libro “Bases Ecológicas para el Manejo de Plagas”, publicado por Ediciones UC, es una compilación realizada por el investigador Sergio Estay, de los últimos estudios relacionados con la ecología y el control de plagas en nuestro país.

Una plaga es cualquier especie, biotipo o agente patógeno dañino para las plantas o productos vegetales, según la definición de la FAO. En Chile, podemos identificar entre ellas a insectos, hongos, animales y vegetales que, en un número masivo, pueden ocasionar daños a los cultivos agrícolas o plantaciones forestales.

Sergio Estay, académico en la Universidad Austral e investigador de la línea 4 en CAPES, se ha especializado en estudiar la dinámica de poblaciones y comunidades de este tipo, con un énfasis en aquellas especies perjudiciales para el ser humano. Él es también el editor del reciente libro titulado “Bases Ecológicas para el Manejo de Plagas”, publicado por Ediciones UC.

Con el objetivo de realizar una actualización de los textos sobre el tema en nuestro país, Estay reunió a un grupo de investigadores e investigadoras que trabajan en Chile, para, en sus palabras, “coordinar a un grupo de autores que están haciendo cosas bien de punta, para que cooperaran con un capítulo respecto a lo que ellos hacen y cómo unen en su trabajo conceptos de la biología o la ecología con el manejo de plagas, es decir, lograr este link entre lo básico y lo aplicado, que es tan difícil de conseguir”.

«Mucho se ha escrito sobre la importancia de una relación más estrecha entre la teoría ecológica y los métodos de control de plagas aplicados directamente en el terreno”, señala en su reseña la nueva publicación. Los agricultores, a lo largo del territorio, han utilizado métodos de control de plagas que tienen cierta base empírica y que han sido útiles en algunas circunstancias, pero al no tener un soporte conceptual, es difícil aplicarlos en escenarios diversos.

Por otro lado, la teoría ecológica no ha podido comunicar de buena manera al público objetivo sus avances en el desarrollo de prácticas de manejo más efectivas y eficientes. Actualmente, muchos de los problemas de los agricultores o tomadores de decisiones pueden tener soluciones sustentables y eficaces gracias a los métodos desarrollados por los ecólogos.

“En este libro, destacados investigadores demuestran, a través de varios capítulos, cómo la conexión entre teoría ecológica y el manejo de plagas es posible y, además, deseable y beneficiosa para todos”, manifiesta desde su casa editorial.

Estay espera que esta publicación sea de utilidad para investigadores, tomadores de decisiones, productores, estudiantes de distintos niveles y para todo aquel que se interese en estos temas. “Ya hay un par de colegas que lo van a usar de texto de clases de posgrado, en algunas universidades y esa era la idea, que hubiera un libro en español para estudiantes en Chile que resumiera estos tópicos, control químico, control biológico, legislación, invasiones biológicas, etc., así es que creo que es una buena mezcla y algo que va a servir bastante a los estudiantes de pre y posgrado, como texto base”, concluye el investigador.

Bases Ecológicas para el Manejo de Plagas” está disponible en el sitio web de Ediciones UC: https://ediciones.uc.cl/bases-ecologicas-para-el-manejo-de-plagas.html

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Ediciones UC


Nueva temporada de “Exploradores” destaca trabajo del CAPES

El nuevo ciclo del programa, transmitido todos los miércoles por las pantallas de 24 Horas, se estrenó con un episodio dedicado exclusivamente al Centro y algunos de sus proyectos, y contó con la participación en vivo de nuestro subdirector, Prof. Francisco Bozinovic.

El pasado miércoles 18 de agosto, por las pantallas del Canal 24 Horas (TVN), el subdirector de nuestro Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2020, Dr. Francisco Bozinovic, acompañó vía telemática al periodista Nicolás Vial para comentar algunos de los proyectos de investigación que realiza CAPES actualmente, en una nueva edición del programa de ciencias “Exploradores: del átomo al cosmos”.

Durante la conversación, el investigador principal de la línea 3 de CAPES, “Fisiología del cambio global”, habló de las distintas líneas del Centro dedicadas al estudio de los impactos y potenciales soluciones a distintos problemas socioambientales que afectan hoy a nuestro país y a la región, desde la emergencia del cambio climático al desafío del desarrollo sustentable de nuestra matriz productiva.

Para ilustrar estos objetivos, el programa dio a conocer seis proyectos llevados a cabo por investigadores de nuestro centro, a través de tres reportajes que versaron sobre las formas de mitigar el impacto de la contaminación por metales, la restauración de ecosistemas afectados por la sequía y los incendios, y la protección de los océanos y la extracción sustentable de sus recursos.

Mitigando el daño por metales

El primero de los reportajes exhibidos presentó el trabajo de la Dra. Rossana Ginocchio, investigadora principal de la línea 1 de CAPES “Impactos ambientales de metales y recuperación de suelos”, quien encabeza dos proyectos destinados a mitigar el impacto de la contaminación por metales en relaves mineros —mediante el estudio de residuos orgánicos e inorgánicos que podrían ayudar a mejorar la capacidad de estas zonas para soportar el crecimiento de plantas nativas— y en suelos agrícolas, explorando el rol que tiene la hojarasca como barrera de protección para impedir la absorción en el suelo del cobre presente en los pesticidas y fungicidas usados en la industria frutícola.

Pero los desechos de la industria pesada en Chile no sólo impactan a los ecosistemas edáficos, tal como lo demuestra el trabajo de la investigadora de línea 1 CAPES, Dra. Loretto Contreras, quien también fue destacada en esta nota a través de un proyecto de investigación que busca aprovechar la capacidad de las algas para secuestrar los metales provenientes de desechos industriales descargados al mar, disminuyendo de este modo los niveles de contaminación presentes en el agua, y recuperando asimismo la rica biodiversidad presente en estos ambientes. Contreras y su equipo se abocan hoy a estudiar los potenciales usos que estas algas puedan tener como biofiltros para capturar otros metales, como aquellos presentes en ecosistemas de agua dulce.

Rescatando el bosque del fuego y la sequía

El segundo reportaje estuvo dedicado a las investigaciones CAPES que estudian los efectos de la sequía y los incendios forestales sobre los bosques nativos de la zona central, un ecosistema considerado un hotspot de biodiversidad a nivel mundial, y uno de los más amenazados por el cambio climático.

Una de estas investigaciones es la liderada por el ingeniero agrónomo Dr. Juan Francisco Ovalle, quien mediante un proyecto Fondecyt se aboca a determinar la existencia de aquellos rasgos funcionales en poblaciones de boldos que mejor se adapten al estrés provocado por el cambio climático, de modo de propagar estas poblaciones a aquellas zonas donde la sequía podría impactar más fuertemente.  En el caso de los incendios, la investigadora CAPES Dra. Claudia Rojas ha dedicado su trabajo a la implementación de prácticas de rehabilitación de suelos quemados por los últimos mega incendios de la zona central, mediante el empleo de enmiendas orgánicas y que incluyó una arista de educación ambiental con perspectiva socioecológica.

Por un océano sustentable

Finalmente, el último de los reportajes presentados difundió el trabajo de los investigadores CAPES dedicados a introducir prácticas sustentables en la extracción de recursos provenientes de los océanos, así como el cuidado de éstos mediante su conservación. En el caso del proyecto del Dr. Rodrigo Wiff, esto pasa por obtener datos fidedignos sobre el estado de poblaciones de peces como el congrio dorado, una especie de gran relevancia para la industria pesquera, de cuyos procesos reproductivos, comportamiento y diversidad genética, atributos vitales para un manejo racional de sus poblaciones, poco se conocía.

La Dra. Marcela Jaime, de línea 7, se aboca en cambio a otro aspecto crítico asociado a la salud de los océanos: la contaminación por plásticos. Junto a su equipo, la investigadora desarrolló un proyecto de educación ambiental que tuvo por objetivo analizar el conocimiento, las actitudes y las percepciones sobre el consumo y disposición de plástico en estudiantes de enseñanza básica de la región de Biobío (y de sus familias), y formarlos en un uso más consciente de este tipo de materiales.

Ve el programa completo en el siguiente video:

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Roberto N´espolo


La extraordinaria capacidad de hibernación del monito del monte

La hibernación, entendida como el estado de sopor en que entran algunos mamíferos a lo largo de varios días e incluso meses, es una adaptación para resistir desafíos ambientales estacionales funcionalmente distinta del sopor diario, que, en cambio, es una estrategia fisiológica para enfrentar entornos impredecibles. Un equipo de ecólogos estudió las respuestas de una de estas especies, el monito del monte, y mostró su sorprendente capacidad de transitar de la hibernación al sopor diario en condiciones de temperaturas extremas e incluso en épocas de reproducción.

Las historias de ciencia ficción donde humanos hibernan durante años para poder viajar distancias interestelares, se inspiran en realidad en la capacidad de algunos animales de reducir su metabolismo para caer en un sopor de horas, días o hasta meses. Pero, para conocer las posibilidades que podrían tener los seres humanos de hibernar por largos períodos, primero hay que entender los procesos fisiológicos de estos hibernantes naturales.

Roberto Nespolo, académico en el Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas,dela Universidad Austral de Chile e investigador en CAPES y en iBio, justamente nos introduce en el tema con un ejemplo cinematográfico: “Hace poco se estrenó en Netflix la película futurista “Passengers”, que narra una aventura en un viaje espacial. El viaje duraba 120 años, y los cinco mil pasajeros de la nave iban metidos en unos sarcófagos computarizados que los mantenían en hibernación. Uno de ellos despierta por error a los 30 años de viaje, sin poder volver al letargo. Este tipo de historias son antiguos anhelos del ser humano, retratados en historias de ciencia ficción desde la época de Julio Verne, e inspirados en mamíferos hibernantes como el monito”.

El monito del monte (Dromiciops gliroides), marsupial endémico chileno, es uno de los últimos representantes vivos del orden Microbioteria, y por eso, se le considera un verdadero fósil viviente y un objeto de estudio frecuente de varios equipos de ecólogos. Nespolo encabeza uno de estos equipos, el cual demostró, en palabras del investigador, “las capacidades extremas de hibernación de este marsupial, lo cual es relevante tanto por el conocimiento básico, como por las posibles aplicaciones”.  

“Conocer la diversidad de animales que naturalmente hacen sopor nos ha mostrado ésta que es una capacidad inherente de los mamíferos, independientemente de su origen evolutivo” añade. “Incluso se ha podido inducir sopor en ratones de laboratorio, y se ha descubierto el mecanismo exacto que lo provoca: un circuito neuronal hipotalámico, que detecta la caída de glucosa sanguínea y reduce el punto de control de la termorregulación corporal, según un trabajo de Takahashi del 2020”.

La investigación sobre el sopor del monito del monte, quedó plasmada en el artículo, “Heterothermy as the Norm, Homeothermy as the Exception: Variable Torpor Patterns in the South American Marsupial Monito del Monte (Dromiciops gliroides)”, en el que participaron, además de Nespolo, los investigadores CAPES Enrico Rezende y Francisco Bozinovic, en conjunto con Carlos Mejías, Angelo Espinoza, Julián Quintero-Galvis y Francisco Fontúrbel.

Hibernación y sopor diario

Para entender este fenómeno, debemos conocer primero algunos términos como homeotermia, que es la capacidad de mantener la temperatura corporal independiente de la temperatura ambiental, y heterotermia, que es el nombre genérico para los animales capaces de hacer sopor diario y estacional, este último, lo que comúnmente entendemos como hibernación.

Normalmente, las especies, o hibernan, o hacen sopor diario, y no es común encontrar un mamífero hibernante y heterotermo diario, como el monito del monte. “Junto a mi querido amigo y mentor, Pancho Bozinovic (coautor de este trabajo), describimos hace tiempo con estudios de laboratorio que el monito podía hacer ambas cosas, y este es el primer registro que pudimos hacer con animales en su hábitat”, comenta Nespolo, y señala otra de las innovaciones en este estudio: “pudimos implementar un sistema de “experimentos de mesocosmos”, donde medimos la cantidad de energía que consumen los monitos en actividad y sopor, y con un termógrafo, pudimos determinar la distribución del calor corporal”.

Parte de esta investigación incluyó el registro audiovisual de este fenómeno, por medio de un video inédito asociado a la tesis de Carlos Mejías. En el video (ver abajo), se logra captar cómo un individuo activo calienta al resto del grupo, en base a termografía combinada con imagen. Durante la hibernación, monitos, murciélagos, lirones o marmotas, entre otros, reducen el consumo de energía hasta en un 95%. En comparación, si una persona de 70 kg de peso, que gasta unos 12.500 kilojoules diarios, hibernara, bajaría ese consumo a unos 250 kilojoules/día, exclusivamente obtenidos de las reservas grasas. En otras palabras, una persona despierta consumiría la energía de 20 personas en hibernación, por lo que podría mantenerse muchos meses en este estado, sólo consumiendo las grasas corporales.

https://vimeo.com/618289956

Invierno, verano, cambio climático y una sorpresa

Otro de los hallazgos del estudio es que los monitos pueden entrar en letargo diario a distintas temperaturas ambientales, incluso en verano. ¿Por qué ocurre este fenómeno? “Nuestros datos sugieren que los monitos entran en sopor cada vez que sus niveles de glucosa sanguínea bajan de cierto umbral, y si la temperatura ambiental es menor a unos 10ºC, este sopor se prolonga por varios días” explica el ecólogo, “durante el sopor, los animales hacen un switch entre el metabolismo de carbohidratos al de las grasas, y si las reservas lipídicas son grandes, el sopor también se puede prolongar”.

Los monitos son hiperfágicos, es decir, ingieren una gran cantidad y variedad de alimentos, con preferencia por los frutos con azúcares simples (fructosa, glucosa). Mientras encuentren estas dietas, permanecerán activos, y tan pronto se acaba, entrarán en sopor. Nespolo puntualiza que “esto genera un mecanismo “lipostático” de control de la hibernación, en que las reservas de grasa acumuladas en otoño deben durar hasta primavera, y los animales despiertan hambrientos, buscando frutos”. Además, advierte que “si la época de frutos no cuadra con el despertar del sopor, por ejemplo, como producto del calentamiento global, en que la floración se adelanta, esto podría significar una amenaza para esta especie”.

En el experimento, uno de los monitos estudiados fue una hembra con 2 crías, permitiendo a los investigadores estudiar los períodos de letargo de los 3 animales. Nespolo indica que “tanto madre como crías estaban en sopor, a una temperatura corporal de 24ºC. Existen pocos reportes de animales que hacen sopor durante la reproducción, y particularmente pocos marsupiales que lo hagan. Es interesante pues los marsupiales invierten la mayor parte de la reproducción en la lactancia, y que sean capaces de interrumpir este periodo a la espera de épocas mejores, demuestra que este “oportunismo” energético es bastante general”.

Hibernación flexible

Este estudio pionero, muestra la gran flexibilidad fisiológica de los monitos. Por un lado, hacen sopor diario, incluyendo la época reproductiva, debido a la sensibilidad a la glucosa, y por otro, hibernan con periodos continuados de sopor de hasta 12 días. Nespolo también describe que “son capaces de hibernar a cero grados y poseen un delicado control de la temperatura corporal durante estos periodos. Cuando la temperatura ambiental cae por debajo de los cero grados, el monito produce pequeñas cantidades de calor metabólico, es decir, «termorregula», para mantener su temperatura corporal levemente por sobre los cero grados. Esto, porque lo más dañino del congelamiento es la formación de hielo en los tejidos, que rompe las células”.

Investigaciones en otros animales, tales como varios invertebrados y algunos peces y anfibios, han descrito proteínas o polisacáridos anticongelantes en hemolinfa, sangre y tejidos, lo que permite que se congelen sin sufrir daño a sus tejidos. Pero en mamíferos y aves estas moléculas no existen. “Este trabajo muestra que el mecanismo para sobrevivir el congelamiento es la termorregulación en sopor, lo cual explica cómo sobreviven muchas poblaciones andinas de monito, en bosques de Lenga (Nothofagus pumilio), en donde caen varios metros de nieve cada año”, señala Nespolo. “Esto es sorprendente pues para un mamífero de zonas templadas, sobrevivir varios meses a temperaturas de congelamiento es todo un record. Pudimos registrar temperaturas internas, de los tejidos del monito, de 0.5ºC por periodos de 48 horas. Además, los monitos son capaces de salir de este sopor profundo en menos de una hora, y volver a actividad completamente normal. Por ejemplo, el hibernante más extremo del planeta es la ardilla terrestre ártica, que vive en Alaska (latitud polar: 64ºN), un animal de un kilo de peso que hiberna a -30ºC, pero que sus tejidos alcanzan -1.3ºC. El monito, con sus 40g de peso, sólo se distribuye hasta los 43ºS, y presenta capacidades fisiológicas similares a las de la ardilla ártica”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Roberto N´espolo


Seminario «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico»

El proyecto Fondecyt N° 1190855, en colaboración con el Centro de Investigación para la Sostenibilidad de la Agricultura y los Territorios Rurales (CERES) y CAPES, les invitan al seminario titulado «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» ha realizarse el jueves 28 de octubre de este año. 

La crisis ambiental global ha desafiado a muchos ecosistemas, como la megasequía que sufre el bosque mediterráneo de Chile central, reconocido como un hotspot planetario de biodiversidad por su endemismo y vulnerabilidad. Para ello, se requiere de incorporar diferentes disciplinas junto con comunidades locales e indígenas y a los tomadores de decisiones para implementar medidas de conservación y restauración. Este seminario se enmarca en un esfuerzo por avanzar en medidas de restauración del sistema socioecológico del bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario.

La instancia  constará de una parte expositiva durante la mañana y un taller de discusión durante la tarde. Presentarán, entre otros exponentes, representantes de la iniciativa de investigación y colaboración CAPES-IEB-CR2 sobre bosque esclerófilo.

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Seminario «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» | 28 de octubre

El proyecto Fondecyt N° 1190855, en colaboración con el Centro de Investigación para la Sostenibilidad de la Agricultura y los Territorios Rurales (CERES) y CAPES, les invitan al seminario titulado «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» ha realizarse el jueves 28 de octubre de este año. 

La crisis ambiental global ha desafiado a muchos ecosistemas, como la megasequía que sufre el bosque mediterráneo de Chile central, reconocido como un hotspot planetario de biodiversidad por su endemismo y vulnerabilidad. Para ello, se requiere de incorporar diferentes disciplinas junto con comunidades locales e indígenas y a los tomadores de decisiones para implementar medidas de conservación y restauración. Este seminario se enmarca en un esfuerzo por avanzar en medidas de restauración del sistema socioecológico del bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario.

La instancia  constará de una parte expositiva durante la mañana y un taller de discusión durante la tarde. Presentarán, entre otros exponentes, representantes de la iniciativa de investigación y colaboración CAPES-IEB-CR2 sobre bosque esclerófilo.

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Los mitos sobre el búho que podrían ayudar a su conservación

¿Qué hace a los búhos unos seres tan inquietantes, capaces de suscitar tantas sensaciones de extrañeza? A través de una revisión bibliográfica, dos académicos del Campus Villarrica de la Universidad Católica analizaron la presencia de estas aves en las narraciones tradicionales de diversas sociedades, para explicar el rol clave que juegan éstas no sólo a nivel ecológico, sino también cultural.

A lo largo de la historia, los búhos han jugado roles muy distintos, y a veces contradictorios, en la vida de las civilizaciones. Desde el hallazgo de lo que parece ser un búho americano (Bubo virginianus) de unos 30 mil años de antigüedad pintado en las coloridas paredes de Chauvet, los seres humanos han asociado estas aves rapaces a todo tipo de atributos: consideradas sabias y bobas, despreciadas y veneradas, ligadas a la brujería y a la medicina, lo cierto es que búhos, lechuzas, cárabos, y todos los miembros del orden de los Estrigiformes, constituyen un elemento fundamental en cientos de relatos y tradiciones del mundo.

Interesados por este fenómeno, dos académicos del Campus Villarrica de la Universidad Católica, José Tomás Ibarra y Pelayo Benavides, se dispusieron a analizar una serie de creencias alrededor de estas aves, el papel que cumplen en la tradición oral y escrita, y las razones de su prominencia como símbolos de lo extraordinario en diversas culturas, posición que, según ellos, podría ayudar en los esfuerzos de conservación de estos animales.

“Nos concentramos en los búhos —un orden compuesto por más de 202 especies divididas en dos familias: Tytonidae y Strigidae— porque se trata de criaturas que poseen una amplia gama de conexiones socioculturales con sus territorios, como pocos animales en el planeta”, nos cuenta el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad de la Universidad Católica (CAPES), José Tomás Ibarra. “Desde hace mucho tiempo los búhos han sido usados como base de metáforas y experiencias sobre cómo los humanos se relacionan con la tierra y al interior de sus comunidades”, añade.

Para categorizar la experiencia asociada a estas aves a lo largo de las culturas, Ibarra y Benavides utilizaron el concepto de lo “inquietante” (“unncany”, en el texto original), definiéndolo como todo elemento que introduce un elemento de extrañeza en ambientes y contextos que de lo contrario resultarían familiares. “Lo “inquietante” encarna una combinación particular entre lo familiar y lo desconocido, ya sea algo cercano en un escenario extraño, o algo extraño en un escenario familiar, despertando una sensación de inquietud” comentan en su trabajo, publicado en el último número de la revista Anthropos

Criaturas inquietantes

Asociaciones con lo “inquietante” o lo “extrañamente familiar”, han sido usadas en el pasado para caracterizar ya sea a animales —como el zorro o el murciélago— o encuentros con éstos. En el caso de las aves, los investigadores hallaron que diferencias en sus cantos, formas anormales de vuelo o su presencia inesperada en determinados contextos suelen constituir anomalías que rompen ciertos patrones o expectativas, convirtiéndolas en signos o vehículos de este tipo de fenómenos.

¿Pero qué hace a los búhos particularmente inquietantes? Durante su investigación, los autores descubrieron que dicha fama es atribuida a ciertos rasgos fisiológicos y hábitos sociales específicos de estas aves. Su cabeza, por ejemplo, extrañamente similar a la de los humanos, pudo haber sido aprovechada por los antiguos egipcios para representar el ba, una parte del espíritu de las personas que cada tarde regresaba a la tumba de su propietario “en la forma de un ave con cabeza humana”, una imagen que bien pudo nacer de la costumbre de los búhos de visitar cementerios.

En la misma venia, la notable capacidad de estas aves para girar su cabeza hasta en 270 grados (algo inusual, al menos para nosotros los humanos), también fue un rasgo que tempranamente empujó a algunas culturas a asociar su presencia con la brujería, como fue el caso del pueblo Nage, al este de Indonesia. Citando un trabajo de los investigadores Munroe y Gauvain (2018), Ibarra y Benavides postulan que esta cualidad de ser al mismo tiempo familiares y extraños es la que conecta a los búhos con representaciones más bien negativas de lo sobrenatural, en la forma de mensajeros de malos augurios, peligros, pesares y enfermedades.

No obstante, y como también explican los investigadores, los búhos no son siempre “pájaros de mal agüero” al interior de las comunidades: “En varias sociedades, éstos juegan un rol positivo, de protección tanto para los humanos como para otras criaturas”, replica Ibarra. “En culturas como la maorí, los búhos son considerados guardianes de los grupos familiares, y como encarnaciones de espíritus benevolentes entre los chamanes de la región ártica circumpolar. Incluso entre las culturas que habitan nuestro territorio, como la Yagán en Tierra del Fuego, donde a la lechuza blanca (Tyto alba) se la identifica con la abuela sabia Sirra, que en la cosmogonía yagán ayuda al resto de las aves a generar fuentes de agua fresca para sobrevivir”.

Especial atención en el estudio tienen las especies nativas de nuestro país, de hecho, especialmente aquellas presentes en las zonas rurales del sur de Chile. En el pueblo mapuche, especies como el concón, el chuncho y el nuco son vistas, por un lado, como signos de mal agüero, y por otro, como agentes positivos en la vida de la comunidad (por su rol en la depredación de roedores, por ejemplo), replicando la posición ambivalente observada también en la literatura extranjera.

Conservando a los búhos a través de las creencias

Para los investigadores, también miembros del Centro de Desarrollo Local UC (CEDEL), la destacada posición del búho en las tradiciones y narraciones de las sociedades humanas representa una oportunidad para mejorar y perfeccionar los programas de conservación orientados a proteger a estas aves, en tanto su rol como proveedoras de servicios ecológicos es inseparable de su rol como estimulantes culturales. A su juicio, “la cualidad del búho para avivar comportamientos en los humanos es un servicio etnológico y cultural que la naturaleza, a través de estas aves, provee, y que no ha sido mayormente considerado ni por conservacionistas ni tomadores de decisión”.

“Así como la conservación de la biodiversidad ha ido adquiriendo cada vez más relevancia para los científicos sociales, en tanto las narrativas se insertan dentro de las relaciones de los individuos con su entorno, la comunidad conservacionista no puede pensar la conservación de los búhos sin entender los perfiles culturales que la mayoría de estas especies llevan a cuestas, ya sean éstas positivas, o negativas” concluye Ibarra.

Mal que mal, y como los mismos investigadores se lo preguntan, ¿qué pasa con el símbolo cuando el objeto que lo antecede desaparece?

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Carlos Zurita, CICE


Sergio Estay: Estudiando las plagas agrícolas y forestales del continente

El ingeniero y doctor en ecología Sergio Estay se ha especializado en el estudio de plagas forestales y agrícolas, combinando su interés científico por entender cómo se comportan estos fenómenos y su formación como ingeniero aportando a la solución de este problema y al manejo y control de plagas. Actualmente es académico en la Universidad Austral e investigador en CAPES, desde donde colabora en múltiples proyectos.

Dejó el caos y el clima de Santiago para irse a vivir a Valdivia y ya está muy acostumbrado a la lluviosa ciudad sureña. Nacido en Cerro Navia, estudió en el colegio público Nº 395, terminó la educación media en el liceo Amunátegui y entró a estudiar Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile. Esos fueron los inicios de Sergio Estay Cabrera, quien continuó estudiando el Magíster en Ecología y luego el Doctorado en Ciencias, mención Ecología en la Universidad Católica de Chile.

Actualmente es académico en el Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas y director del Magister en Ecología Aplicada en la Universidad Austral de Chile, además de investigador de la línea 4 de CAPES, “Dinámicas de población, cambio global y sustentabilidad socio-ecológica”.

“La ciencia me gustó desde siempre. Me gustaban los documentales de ciencia, las series de ciencia. Y leer, me leía los Icarito, los leía todos. Me gustaban los animales, los bosques, pero nunca me gustó la biología como tal. Yo quería estudiar ingeniería, no era de esos que dibujaban células o cosas así” recuerda Estay. Pero su caminó lo llevó igualmente a la biología y luego a la ecología, y ahora es un destacado especialista en plagas forestales y agrícolas, con decenas de papers publicados, a los que ahora se suman dos libros.

“Yo fui formado como ingeniero. Creo que hay una diferencia grande entre ser formado como científico y ser formado como ingeniero. Al científico lo mueve la curiosidad, el ingeniero lo que busca es resolver problemas”, explica Sergio Estay y se explaya sobre porqué llegó a estudiar las plagas “en ese sentido las plagas son súper interesantes, porque son un tremendo problema, en la parte agrícola, la forestal, y la salud humana”.

Devoradores de bosques y cultivos

El avance de millones de cuncunas Ormiscodes comiéndose el follaje de bosques nativos en extensiones de 4000 a 5000 hectáreas en Aysén, se investiga con imágenes satelitales. “Son el disturbio biótico más grande del hemisferio sur”, señala Estay, “son un fenómeno interesante y bien impactante, es algo que puedes ver realmente, entrar a un bosque que ha tenido un brote de una plaga es impresionante, son hectáreas y hectáreas de daño, se puede ver desde el aire, la dinámica que muestran, cuándo aparecen, cuuando no aparecen, y son económicamente muy problemáticas”.

Según la FAO, las plagas y enfermedades transfronterizas de las plantas afectan a los cultivos alimentarios y plantaciones productivas, lo que causa pérdidas significativas a los agricultores y amenaza la seguridad alimentaria. Su propagación ha aumentado los últimos años, debido a la globalización, el comercio y se cree que también por el cambio climático. Langostas, orugas, mosca de la fruta, polillas, son algunos ejemplos de estas plagas que pueden atacar, morder y destruir cultivos de alimentos o plantaciones forestales.

En Chile en el sector forestal “hay problemas, pero están bien manejados” señala Estay, “no hay nada extremadamente complicado salvo Sirex noctilio (avispa de la madera del pino), algunos hongos y algunas cosas que están en eucaliptus, como Gonipterus o Thaumastocoris que son cosas más recientes. En bosque nativo es difícil hablar de plagas porque en el fondo son parte del sistema, pero probablemente los brotes de Ormiscodes, son de las cosas más impresionantes, como el brote de Aysén”. En el sector agrícola hay más plagas relacionadas a la horticultura, las que requieren un buen manejo. “Hoy en día es cada vez más grande la presión por la inocuidad alimentaria, entonces si se quiere ganar mercado, sobretodo en el extranjero, no se puede llegar y echar insecticida, hay que gestionar las plagas de forma no tan ligada a los químicos y tratar de evitar el ingreso de nuevas plagas”, afirma el ecólogo.

Cambio climático y aumento de plagas

El cambio climático y el aumento de las temperaturas pueden estar provocando efectos en ambos sentidos, es decir, aparecen nuevas plagas y desaparecen otras, o algunas que eran problemáticas ahora no lo son y viceversa. “En el caso de Ormiscodes”, manifiesta Estay, “la evidencia todavía es bien circunstancial, pero básicamente apunta a que efectivamente estos nuevos brotes que aparecen a partir del año 2000 aproximadamente, ahora son muchísimo más frecuentes y más extensos”.

El especialista considera que estamos en un momento de transición y se requiere un proceso de adaptación a este nuevo escenario. Las plagas que se manejaban antes pueden desaparecer, volverse más graves o aparecer otras nuevas. Se necesitará desarrollar herramientas distintas a las actuales para adaptarse a este escenario sanitario, “no me atrevería a decir que hay más o menos plagas, diría que son distintas”.

Nuevas investigaciones y temas

Actualmente, Sergio Estay se encuentra trabajando en su nuevo proyecto Fondecyt, en el que analizarán las herramientas llamadas “modelos de nicho”, que se usan para predecir el establecimiento de nuevos organismos en general y también plagas, “lo que queremos es ver un problema un poco más teórico, ver qué tan buenas son estas herramientas prediciendo”.

En CAPES, el investigador trabaja regularmente con Francisco Bozinovic y con Mauricio Lima, pero también ha estado explorando otros temas, como la salud mental. “Estoy trabajando con un grupo de colegas de la facultad de medicina de la Universidad Austral, en entender la ecología del suicidio. Cuáles son las variables que se asocian a la tasa de suicidios en distintos lugares de Chile, entender los patrones espaciales del suicidio, a qué está ligado, sexo, edad, ocupación, consumo o no de drogas, pobreza, variables ambientales, la latitud, la disponibilidad de horas sol, entre otras variables”, comenta Estay. Ya tienen un paper en preprint y siguen trabajando en otras aristas del tema.

También ha editado dos libros. Uno en 2020 “Forest Pest and Disease Management in Latin America”, para la editorial Springer, que es una colaboración con investigadores e investigadoras de Latinoamérica sobre el manejo de plagas forestales en la región. El otro es “Bases Ecológicas para el Manejo de Plagas”, de 2021, en Editorial UC, “este es más transversal al manejo de plagas, casi diría que más agrícola que forestal”, dice Estay y complementa “quise hacer un upgrade a los libros de texto que había en manejo de plagas, la idea fue coordinar a un grupo de autores, chilenos o que trabajan en Chile, que están haciendo cosas bien de punta y cómo eso une biología o ecología con el manejo de plagas, la idea era lograr este link entre lo básico y lo aplicado que es tan difícil de hacer”.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Sergio Estay