Este programa tiene como objetivo que el estudiante pueda aprender y aplicar todos los conceptos y las herramientas que ofrece la metodología de Manejo Holístico (Holistic Management®). El programa está destinado a quienes se desempeñen en el manejo de tierras y campos directa o indirectamente (a través de asesorías, desarrollo de políticas, extensión, etc.).
El Manejo Holístico es una metodología de administración, que se basa en un marco de toma de decisiones para el desarrollo de proyectos regenerativos, en lo económico, social y medioambiental. Este nació como una herramienta para mejorar la salud de la tierra y de manejo de ganado, y se puede aplicar en una amplia gama de proyectos agropecuarios que estén buscando incorporar la sostenibilidad como una pieza fundamental de su operación.
Información general
Fechas cursos online: 21 de junio al 27 de septiembre 2021 Fecha curso presencial: Por definir, en Estación Experimental UC, Pirque. Horario: Lunes 18:00 a 20:00 y Jueves de 13:00 a 13:45 Duración: 88 horas Créditos: 15 Lugar de realización: Online y Estación Experimental UC Código Sence: No Valor módulo online: $ 390.000 Valor módulo presencial: $ 110.000
Descripción
Este programa cubre todos los aspectos centrales del Manejo Holístico, y se espera que al final de éste los participantes conozcan y comprendan las bases y procesos de aplicación de esta metodología, de manera de poder implementarlo en predios agropecuarios u otras actividades en forma independiente.
Al completar los 3 módulos, el estudiante estará habilitado para participar del proceso de certificación del Savory Institute como Profesional o Educador. Existen dos niveles de certificación: Educador Certificado y Profesional de Campo Certificado. Para ambos certificados, el requisito inicial es aprobar este programa.
Luego debe aprobar los exámenes que son tomados por el Savory Institute y demostrar experiencia de campo. Para certificarse como Educador debe cumplir 18 meses de práctica supervisada, mientras que para acreditarse como Profesional de Campo debe además demostrar al menos 3 años de práctica (más información en http://efectomanada.cl/servicios.php
El Programa de Especialización en Manejo Holístico está dirigido a todos los interesados en la capacitación y la Certificación Profesional del Instituto Savory, reconocido internacionalmente, además cuenta con una red internacional de profesionales acreditados que prestan asesorías, entrenan, colaboran y trabajan con los Hubs, agricultores, ganaderos, consumidores, entidades públicas y privadas y elaboradores de políticas).
El curso se desarrolla por medio de módulos on-line sincrónicos y asincrónicos y por un módulo de clases presenciales. Los módulos online incluirán trabajo sincrónico, asincrónico, trabajo personal y discusión online con los instructores del curso.
Proceso de admisión
Las personas interesadas deberán completar la ficha de postulación y enviar los siguientes documentos a Magdalena Vargas al correo [email protected]:
– Copia simple de título o licenciatura (de acuerdo a cada programa). – Fotocopia simple del carnet de identidad por ambos lados.
Las postulaciones son desde el 31 de mayo hasta el 20 de junio de 2021 o hasta completar las vacantes (50).
Más información
Conoce más sobre los contenidos de cada curso, equipo docente y formas de pago en este enlace.
Contacto: Magdalena Vargas R. Coordinadora Dirección de Extensión, Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC Email: [email protected]
Los días 6 y 13 de mayo de 2021, se realizó el foro “La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, y el caso de Chile”, la cual tuvo el objetivo de analizar y reflexionar sobre la situación ambiental de la zona, y en especial, de sus recursos naturales. El evento contó con la participación de destacados investigadores, entre los que estuvo el Dr. Fabián Jaksic, director de CAPES.
Cambio climático, degradación del suelo, biodiversidad, bosques nativos y ecosistemas marinos fueron algunos de los temas que revisaron los más de 200 asistentes a cada una de las sesiones del foro “La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, y el caso de Chile”, actividad organizada por el Instituto de Asuntos Públicos, INAP, y su Centro de Análisis de Políticas Públicas, CAPP, de la Universidad de Chile, con apoyo de otras nueve casas de estudios de diferentes regiones de Chile, entre ellas la Universidad Católica.
Primera jornada: una mirada global
En la primera sesión, inaugurada por Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, y Hugo Frühling, director del INAP, los expositores alertaron acerca de la masiva actividad extractivista y exportadora de materias primas del continente. «Estamos frente a un verdadero cambio de época que nos plantea la urgencia de cambiar el modelo de desarrollo, un modelo extractivista, concentrador del ingreso y la riqueza y fundado en la cultura del privilegio», señaló Bárcena, agregando que el deterioro de los recursos naturales es una verdadera “pandemia en las sombras: el silente deterioro ambiental y ecológico».
Según explicó el rector Vivaldi, para mitigar los efectos del cambio climático y revertir el deterioro ambiental en Chile y América Latina, se necesitan respuestas transdisciplinares: «Para la complejidad de los problemas actuales, la posibilidad de enfrentarlos desde una sola disciplina se acabó. Se requiere crear algo nuevo. Los problemas de agua, de energía, de sustentabilidad, no pueden ser resueltos por una sola disciplina».
Segunda jornada: distintos niveles del desastre
La segunda sesión se orientó al análisis del problema de recursos y servicios naturales específicos: biodiversidad, a cargo de Fabián Jaksic, de CAPES; bosques nativos, expuesto por Antonio Lara de la Universidad Austral de Chile; aguas continentales presentado por Reinaldo Ruiz del CAPP; y ecosistemas marinos y del borde costero, a cargo de Ricardo Bravo de la Universidad de Valparaíso.
Quienes no están al tanto de todos los efectos del cambio climático, tal vez piensan que el título de “Tragedia Ambiental” es exagerado, pero la realidad es que, particularmente en Chile, estamos frente a una tragedia ambiental de proporciones. Con respecto a la biodiversidad, Jaksic precisó que “el Ministerio del Medio Ambiente ha logrado analizar cerca de 1.200 especies, de las 35.000 que tenemos en nuestro país, un 67% de las especies clasificadas están amenazadas, en peligro de extinción o vulnerables. Un caso preocupante es el de los moluscos, de las 48 especies analizadas, todas están en un estado de conservación de amenaza de extinción”. Algo similar sucede con los ecosistemas, “en Chile podemos reconocer 127 ecosistemas distintos, de los cuales el 50% están amenazados y podrían dejar de entregarnos sus bienes y servicios”, afirmó Jaksic.
“Existen 5 grandes amenazas que actúan fuertemente sobre los ecosistemas: cambio climático, contaminación, sobreexplotación de recursos, invasión de especies exóticas y las transformaciones a los hábitats. Todas estas amenazas son ejercidas sobre la biodiversidad, y ésta es la que entrega los servicios ecosistémicos de los cuales dependemos para nuestro desarrollo y bienestar humano”, resumió el ecólogo Premios Nacional de Ciencias Naturales 2018.
Por su parte, Antonio Lara advirtió sobre la pérdida progresiva de bosque nativo en nuestro país, que en las últimas décadas ha sido de 782.000 ha, un 19% del área inicial, según estudios científicos en una extensa superficie del territorio. Entre las causas de esta destrucción están la expansión de plantaciones, la expansión de la agricultura en terrenos de pastoreo y los matorrales. “Debemos hacer dos cosas, por un lado, disminuir las amenazas, las tasas de destrucción, y por otro, aumentar las tasas de restauración”, señaló el profesor Lara.
En cuanto a las aguas continentales, Reinaldo Ruiz mencionó que “hay escasez hídrica de Atacama al Maule, en la zona central, hay aumento de la demanda, sobreexplotación, las precipitaciones se reducen y la calidad de las aguas se deteriora”. Además, “el 65% de la población vive en un territorio considerado árido, tierras desérticas prácticamente (…) más del 60% de la producción nacional es absolutamente dependiente del agua, eso es algo que necesitamos corregir, porque todo el sector exportador depende del agua”, acotó el investigador.
Los ecosistemas marinos y el borde costero también están en riesgo, como dejó en claro el investigador Ricardo Bravo, quien comentó que “en Chile la situación es delicada, porque cerca del 70% de las pesquerías se encuentran sobreexplotadas o agotadas”. Pero también hay otros problemas, entre los los más relevantes están el cambio climático, que está afectando a la biósfera completa, la absorción de calor, la pérdida de oxígeno, la acidificación del océano, la pérdida de diversidad biológica, la pérdida de hábitat y el sobrepoblamiento costero.
“Los cambios son múltiples, la mayoría de los cuales constituyen amenazas o, ya están pasando a la categoría de daño. La mayoría de estos cambios se han producido en los últimos 50 años”, finaliza el profesor Bravo, lo que apoya la idea de que estamos en la era del Antropoceno y que la especie humana es considerada una fuerza geofísica de importancia planetaria.
Una planta es mucho más que tallo, hojas y raíces. Y en ella ocurren otros procesos además de la fotosíntesis. Lejos de la vista, en las raíces y el suelo, la planta convive, se comunica e interrelaciona con una gran variedad de microorganismos a lo largo de su vida. Estas relaciones, especialmente con bacterias benéficas, son el objeto de estudio de la fisióloga vegetal Josefina Poupin, investigadora en CAPES y en la Universidad Adolfo Ibáñez.
Josefina Poupin, fisióloga vegetal
Josefina Poupin Swinburn nació en Santiago, pero en la etapa escolar vivió en distintas ciudades del país, donde recuerda que “en el colegio tuve la suerte de tener un gran profesor de Biología, José Montero, que me motivó, desafió y acercó a la ciencia”. En su camino estuvo la Licenciatura en Biología en la Universidad Católica, luego un Magíster y un doctorado en Ciencias Biológicas con mención en Genética Molecular y Microbiología en la misma universidad.
Actualmente, es profesora asociada de la Facultad de Ingeniería y Ciencias, en la Universidad Adolfo Ibáñez e investigadora asociada de la línea 2 en CAPES, que se dedica a la bioingeniería para la protección del medio ambiente y las tecnologías sustentables. En esta área colabora frecuentemente con Bernardo González y Thomas Ledger, investigador principal e investigador asociado, respectivamente, de esa línea. “Ellos son microbiólogos y hacemos una alianza porque yo vengo del mundo de las plantas, de la fisiología vegetal, por lo que he estudiado qué es lo que le ocurre a la planta en presencia de microorganismos, a nivel molecular y fisiológico, y ellos aportan desde la mirada de la microbiología”, indica Poupin.
Microorganismos + genomas + planta = Holobionte
Desde hace unos años se sabe que todos los macroorganismos conviven con una gran cantidad y variedad de microorganismos, por ejemplo, los presentes en la microbiota intestinal de un humano. “Este conjunto de microorganismos y sus genomas se conoce como microbioma, y las plantas también poseen sus microbiomas, tanto en sus tejidos externos como internos”, describe Josefina.
Si uno se imagina a una planta como un individuo macro con todo su microbioma alrededor, en caso de tener que enfrentarse a un patógeno o a un estrés ambiental, los genomas presentes en esos microorganismos podrían ser un arsenal adicional de defensa ante esa adversidad. “Entonces la planta ya no es solo un macroorganismo, sino que es ella más su microbioma, el holobionte”, explica la fisióloga vegetal.
Una porción de este microbioma vegetal está formado por rizobacterias que pueden tener efectos benéficos para las plantas, afectando su crecimiento y desarrollo, o bien ayudándolas a responder a estreses ambientales, bióticos y abióticos.
Conversaciones moleculares entre reinos de la vida
¿Cómo se comunican las plantas, hongos y bacterias? A través de las interacciones moleculares. Esta es un área de gran interés en microbiología vegetal en la que aún hay más preguntas que respuestas. Josefina Poupin se interesó en estos temas porque “es un área de investigación donde convergen distintas disciplinas como la biología, fisiología vegetal, microbiología, ecología y evolución. Lo interesante es que se sabe hace más de 100 años que hay una interacción entre plantas y bacterias en sus raíces, pero aún queda mucho por descubrir, en especial qué diferencia a una bacteria benéfica de otra que no lo es, cuáles son las vías moleculares involucradas, cómo se regulan estas interacciones a nivel ecológico y qué impacto tienen a nivel evolutivo.” De hecho, el alcance del concepto de holobionte no ha estado exento de discusión en la comunidad científica y algunos de estos alcances son estudiados en el actual proyecto Fondecyt de Poupin.
Estudiar las conexiones que se dan entre las rizobacterias y las plantas permite entender mejor cómo se relacionan organismos pertenecientes a distintos dominios de la vida, qué conversaciones moleculares se dan entre ellos y qué implicancias evolutivas existen. “Por otra parte”, señala Poupin, “si conocemos mejor cómo funcionan estas interacciones, podemos desarrollar tecnologías, basadas en propiedades de la naturaleza y amigables con el medio ambiente, que permitan tener una agricultura más sostenible”.
Aplicaciones en la agricultura
La utilización masiva de fertilizantes sintéticos tiene un impacto ambiental tanto en su producción como en su uso, por lo que desarrollar un producto biológico, a base de rizobacterias, que sea eficaz y que se pueda utilizar en distintas variedades de interés agrícola, puede reducir el uso de fertilizantes disminuyendo los costos para el agricultor y minimizando la contaminación asociada.
“Grandes compañías de agroquímicos han estado adquiriendo empresas dedicadas a la búsqueda y caracterización de microorganismos benéficos. En distintos países, la industria de bioestimulantes y biocontroladores, basados en microoganismos benéficos, está cobrando mucha fuerza. Si se logra reemplazar en parte el uso de agroquímicos por microorganismos benéficos se podría disminuir la huella de la industria agrícola”, señala, acotando que además es necesario un trabajo conjunto entre la academia y la empresa para conocer mejor las necesidades de la industria y co-crear, desde el principio, soluciones apropiadas y factibles.
La investigadora ya ha tenido experiencias positivas en la agroindustria, formando una alianza con personas del mundo agrícola que “nos apoyaron, nos aportaron las zonas de estudio y trabajamos en conjunto con otros investigadores de CAPES para desarrollar formulaciones que pudieran ser aplicadas en papas y tomates. Nos fue bien, logramos definir una formulación que permite reducir el uso de fertilizantes nitrogenados, resultando todo este esfuerzo colaborativo en una patente de invención”, indica Poupin.
Como vemos, esta área de la ciencia es muy dinámica, tanto como la relación entre las plantas y sus microbiomas, Josefina Poupin nos cuenta que “actualmente estoy trabajando en el desarrollo de mi proyecto Fondecyt, dónde esperamos conocer mejor si hay forzantes ambientales que pueden cambiar el resultado de una relación microorganismo-planta y también cuáles son las implicancias de las bacterias benéficas a nivel ecológico y evolutivo en las plantas”. Todo un mundo microscópico por conocer y comprender.
La investigadora principal de la línea 1 de CAPES, Rosanna Ginocchio, junto a los investigadores Alexander Neaman, Yasna Tapia y Alexey Novoselov, reflexionaron sobre las principales claves para desarrollar una legislación que evite el riesgo de contaminación de los suelos por metales, una realidad dolorosamente presente en nuestro país. Su artículo, que compartimos de forma íntegra, apareció en la Revista InduAmbiente de marzo-abril de 2021.
Existe certeza que en el norte y centro de Chile, las rocas son naturalmente abundantes en cobre y otros elementos minerales (como el arsénico, que pese a ser un metaloide, será referido aquí como un «metal» para facilitar la comprensión). Este hecho hace que las concentraciones de metales sean naturalmente altas en los suelos de esta zona, en comparación con el resto del país u otras partes del mundo. Estas concentraciones naturales se definen como «concentraciones de línea base» o background en inglés.
Las altas concentraciones de cobre en las rocas posibilitan que Chile sea un país minero y líder mundial en la producción de este recurso. Sin embargo, como consecuencia de esta actividad productiva, se ha generado un enriquecimiento antrópico de suelos con metales en diversas áreas su zona norte y centro. Al mismo tiempo, otras actividades económicas también han enriquecido los suelos con metales. Como la agricultura, que ha incrementado dicha concentración en ciertas zonas debido al uso intensivo de pesticidas y fertilizantes químicos (Schoffer et al. 2020).
Legislación inexistente
En Chile, existe preocupación por la contaminación de los suelos con metales, sin embargo, no contamos con una legislación nacional al respecto. En este escenario, cabe preguntarse: ¿Las leyes de otros países, son adecuadas para nuestra realidad?, ¿cómo se puede desarrollar una regulación soberana y apropiada?
En ausencia de una normativa específica para regular la contaminación antrópica de los suelos del país con metales, el Reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (D.S. N°40/2012), en su Titulo II, artículo 11, presenta una lista de 14 países cuyas normas de calidad ambiental y de emisión pueden ser utilizadas como referencias. En la temática de interés, los autores de este artículo realizamos un exhaustivo análisis y llegamos a la conclusión que Italia es uno de los países que más se asemeja a Chile desde el punto de vista geoquímico (Neaman et al. 2020). Asimismo, la legislación italiana establece concentraciones máximas de metales en suelos. Entonces, ¿la legislación italiana será la más aplicable para regular la contaminación antrópica con metales en suelos de Chile?
Para responder a esta interrogante, estudiamos suelos ubicados en la cuenca del río Aconcagua (Región de Valparaíso), en áreas donde no se realizan actividades humanas. Es decir, las concentraciones de metales en suelos de esas zonas representan una condición natural o de línea base, que para el cobre total fue de 134 mg/kg. Ese valor está por encima del límite legislativo de Italia (120 mg/kg), o sea, aplicando la legislación italiana en Chile, se puede llegar a una conclusión errónea de que todos los suelos evaluados están contaminados, incluso en áreas con ausencia de actividades antrópicas (ver tabla adjunta).
Por otro lado, los estudios realizados demuestran que el contenido de línea base de cobre total en suelos de la cuenca del Aconcagua no representa ningún riesgo para la biota presente (por ejemplo, Verdejo et al. 2015). En otras palabras, el límite legislativo de Italia para cobre en suelos representa un valor muy exigente para la realidad chilena y puede señalar riesgo ambiental donde no lo hay.
Claves para regular
Actualmente, sociedades científicas, académicos y organizaciones no gubernamentales (ONGs) están elaborando un Proyecto de Ley Marco de Suelos que vele por la protección de este recurso y de los servicios ecosistémicos que entrega al ser humano. Uno de los tópicos de esta ley es la contaminación de los suelos. En este contexto, ¿cómo establecer los contenidos máximos permisibles de metales en los suelos chilenos?
Para abordar ese tema, en primer lugar, es preciso definir el criterio para llamar a un suelo como «contaminado». Algunos investigadores proponen referirse a la contaminación cuando la concentración de un metal en el suelo sobrepasa tres veces el valor de la línea base. Según nuestro parecer, tal criterio es aplicable a suelos con bajas concentraciones naturales de metales. Sin embargo, en el caso de la cuenca del Aconcagua, los contenidos triples del valor de la línea base representarán un riesgo para la salud humana, en el caso de arsénico y plomo (ver tabla adjunta). Aunque los criterios de toxicidad de estos elementos para la salud humana se han establecido en estudios extranjeros, será imprudente no considerarlos debido a ausencia de estudios análogos en Chile.
Bioensayos con lombrices permiten analizar el riesgo para la biota de los metales en los suelos
Por lo tanto, proponemos considerar como «contaminado» cualquier suelo cuyas concentraciones de metales superen la línea base. Para tal efecto, será importante realizar estudios en cada cuenca hidrográfica del país, debido a la variabilidad en las concentraciones naturales de metales presentes en los suelos.
Un ejemplo de esto último son las grandes diferencias entre las cuencas Casablanca y Aconcagua, presentadas en la tabla adjunta, lo cual se debe a la distinta composición de las rocas. Aunque ambas cuencas se encuentran ubicadas en la Región de Valparaíso, en la primera predominan rocas plutónicas intermedias (dioritas y granodioritas), mientras que en la segunda son más abundantes las rocas volcánicas (basaltos, andesitas y dacitas), tal como se puede apreciar en la figura adjunta.
Esos tipos de rocas se caracterizan por química y mineralogía distintas. A la vez, los metales de interés tienden a concentrarse en minerales específicos. Por ejemplo, la calcopirita (CuFeS2) es el mineral de cobre más importante. Por otro lado, el mayor contenido de Cu se puede encontrar en rocas volcánicas asociadas con el magmatismo de arco, como basaltos y andesitas. En este contexto, las vulcanitas máficas e intermedias entregan mayores concentraciones de cobre a los suelos de la cuenca del río Aconcagua, en comparación con la cuenca del estero Casablanca.
Evaluación de riesgo
Hoy en día, la ciencia no es capaz de predecir correctamente la biodisponibilidad de los metales en el suelo. Es decir, no se logra pronosticar, de manera robusta, si ocurren o no efectos tóxicos sobre los organismos. Respecto a los riesgos de metales en suelos para la biota, se pueden realizar ensayos de toxicidad (bioensayos), en condiciones de laboratorio o de terreno, basándose en los protocolos internacionales.
Se ha demostrado que sólo una fracción del total del metal presente en un suelo se encuentra biodisponible. Justamente por eso, la presencia de altas concentraciones de metales en suelos no significa necesariamente que ocurran efectos tóxicos. Esta situación, para el caso de la biota, fue demostrada en diversos estudios realizados a nivel nacional (por ejemplo, Ginocchio et al. 2002, Tapia et al. 2013) e internacional.
Debido a esta razón, las regulaciones relacionadas con la contaminación del suelo, a nivel internacional, han evolucionado hacia normativas basadas en evaluaciones de riesgo para la biota y/o la salud humana (por ejemplo, Reinikainen et al. 2016), en vez de valores umbrales específicos basados en los contenidos totales o parciales de metales en el suelo.
Es importante destacar que la evaluación de riesgo ambiental (para la salud humana y la biota) debe realizarse en forma sitio-específica ya que hay diversos factores que determinan la fracción biodisponible del metal y, por ende, la exposición real de la biota o humanos a los contaminantes y la eventual ocurrencia de efectos negativos (toxicidad). Estos factores incluyen las características fisicoquímicas de los suelos, el clima del lugar, la forma química/mineralógica en la que se encuentra el contaminante en el suelo y la sensibilidad (o tolerancia) intrínseca de la biota presente, entre otros.
Los autores proponen hacer estudios de línea base en cada cuenca hidrográfica y considerar como «contaminado» todo suelo cuyas concentraciones de metales la superen.
Respecto a los riesgos de los metales en suelos para la salud humana, se puede llevar a cabo una evaluación sitio-específica utilizando, por ejemplo, hortalizas. Si los contenidos de metales en las partes comestibles de las hortalizas están por debajo de los valores umbrales, no hay riesgo para la salud humana. Sin embargo, la tasa de consumo de hortalizas y otras vías de exposición (por ejemplo, ingestión accidental del suelo) también deben considerarse en esta evaluación (Lizardi et al. 2020).
Finalmente, será necesario realizar estudios de concentraciones de metales en la sangre y/u orina de las personas que habitan en áreas contaminadas, para luego contrastar los valores obtenidos con los umbrales establecidos por la Organización Mundial de la Salud. Tales estudios son escasos en el país y se han realizado principalmente en el caso de intoxicaciones agudas de la población.
Conclusiones
Debido a altas concentraciones naturales o de línea base de metales en los suelos del país, existe una necesidad de avanzar hacia el desarrollo de una legislación soberana respecto a los suelos contaminados por metales. Esta regulación debe considerar las condiciones locales (por ejemplo, línea base, tipo de suelo y condiciones climáticas), en lugar de adaptar y/o adoptar leyes extranjeras que pueden sobreproteger o subproteger la biota presente.
La futura legislación chilena respecto a la contaminación del suelo debe basarse en evaluaciones de riesgo ambiental, o sea para la biota y/o la salud humana, en vez de valores umbrales específicos basados en concentraciones totales o parciales de metales presentes en el suelo.
Finalmente, se agradece a ANID PIA/BASAL FB0002 (Center of Applied Ecology and Sustainability, CAPES) por el financiamiento para el desarrollo y difusión de este estudio.
Texto: Neaman, Ginocchio, Tapia y Novoselov, con ligeros cambios para normalización
Artículo originalmente publicado en InduAmbiente 169 (Marzo-Abril 2021), páginas 36 a 39.
La actividad es la primera instancia de trabajo de una nueva línea de investigación conjunta entre CAPES UC, IEB y (CR)2. Organizados en cinco grupos de trabajo, los participantes del workshop tuvieron una hora para discutir las principales brechas de investigación que podrían ayudar a ampliar el conocimiento de este bosque a nivel de forzantes, impactos y formas de adaptación.
El pasado 26 de mayo, más de 40 investigadores pertenecientes a los centros del Clima y la Resiliencia (CR)2, Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), se reunieron de forma telemática para aunar esfuerzos alrededor de uno de los ecosistemas más amenazados de nuestro país y del mundo: el bosque esclerófilo de la zona central.
La actividad es la primera instancia de trabajo de una nueva línea de investigación conjunta entre estos tres centros, y consistió en un workshop donde científicos, estudiantes de posgrado y posdoctorantes de diversas disciplinas dialogaron entre sí con el objetivo de definir potenciales oportunidades de investigación en torno a este complejo socio-ecosistema, presente en gran parte del territorio nacional y enormemente afectado por el cambio global. Todo, desde una perspectiva interdisciplinaria y socioecológica.
Mirada inter y transdisciplinaria
“El bosque esclerófilo está en una situación que nos obliga a abordar sus problemas de forma particular, pero desde diferentes aristas” explicó Alejandro Miranda, miembro del (CR)2 y uno de los investigadores principales de la línea. En su opinión, el principal desafío de la iniciativa es reducir “la brecha entre el conocimiento científico y la aplicación de políticas públicas (en torno al manejo y protección del bosque), lo que justamente requiere de mucha interdisciplina. Ese fue, a mi parecer, uno de los objetivos a los que llegamos en el workshop”.
Si bien valoró el trabajo disciplinario que, hasta hoy, ha permitido “conocer los procesos naturales o sociales que han determinado el estado actual del bosque”, el también académico de la Universidad de la Frontera ve en la interdisciplina una oportunidad para abordar problemas más complejos, “como la conservación o restauración de estos sistemas, en donde hay muchos actores, miradas e intereses, de una manera también compleja y completa”.
Organizados en cinco grupos de trabajo, los participantes del workshop tuvieron una hora para discutir las principales brechas de investigación que podrían ayudar a ampliar el conocimiento de este bosque a nivel de forzantes, impactos y formas de adaptación, en aras a desarrollar investigación, y propuestas de medidas que aporten a su conservación y restauración.
Para Juan Ovalle,investigador del CAPES y también integrante de la nueva línea, la instancia logró transmitir de forma clara y efectiva que tanto las forzantes como los impactos actuales que sufre el bosque esclerófilo “no tienen precedentes entre los ecosistemas mediterráneos a nivel mundial”. “El workshop”, explica “tenía dos objetivos: incentivar la cooperación entre investigadores e investigadoras de los centros y definir las potenciales líneas de investigación socioecológica en torno al colapso del bosque esclerófilo. Sin bien creemos que el primero de estos objetivos se cumplió a cabalidad, no nos fue del todo posible conseguir el segundo, lo que da cuenta de lo difícil que es pensar de forma transdisciplinaria estos temas”.
El académico de la Universidad de Chile considera que, pese a ello, los resultados fueron positivos. “Sin duda la sensación ambiente que dejó el workshop es que la interdisciplina y la socioecología son áreas urgentes a incluir, tanto en la formación de nuevos profesionales, como en la forma de hacer ciencia en Chile”.
Principales conclusiones
De esa opinión también fueron los investigadores participantes, quienes concluyeron, entre otras cosas, la necesidad de contar con “una mayor vinculación con las ciencias sociales para abordar estos problemas complejos”, además de pensar en un contexto “más allá del bosque», (en voz de uno de los asistentes), que permita responder preguntas como cuál es el rol de los pasajes productivos, los recursos hídricos o el ordenamiento territorial en torno al bosque; cómo se ha visto afectada la fauna, y qué pasa con las comunidades humanas que lo habitan.
En cuanto a las actividades futuras que planea realizar la nueva línea, denominada “Iniciativa de Investigación por el Bosque Esclerófilo (CAPES / IEB /CR2)”, el investigador IEB y tercer integrante de su equipo coordinador, Cristián Delpiano, afirmó que, como grupo, “tenemos el compromiso de difundir con todos nuestros participantes los principales resultados de esta actividad. Luego de eso, para junio, tenemos proyectado un café científico que difundirá la iniciativa con la ciudadanía en general, para profundizar, en el segundo semestre, en aspectos más específicos del tema mediante un webinar con invitados nacionales e internacionales”.
Además de aquello, el equipo ya trabaja en una revisión bibliográfica que les permita fijar un marco teórico que oriente su estudio, y les permita llevar a cabo proyectos de investigación a través del financiamiento y la postulación a fondos públicos y privados. “Nosotros esperamos que el workshop y el posterior análisis de sus resultados sean la primera de una serie de instancias para que los investigadores de los centros puedan conocerse y comenzar a colaborar en temáticas asociadas al bosque esclerófilo”, concluyó.
De los 91 compromisos de gobierno en materia ambiental existentes hasta el 31 de mayo de 2021, 33 se consideran cumplidos (27 en 2020), 51 en proceso (46 en 2020), 5 sin avance (6 en 2020) y 2 (11 en 2020). Esto significa un avance en relación a los niveles de cumplimiento identificados en el periodo anterior.
Destacan sin avance proyectos de ley aún pendientes de aprobación, como el que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el que que busca introducir modificaciones al SEIA, y el PdL que crea el Servicio Nacional Forestal, por nombrar algunos. Ninguno de estos pendientes identificados como relevantes fueron mencionados en la Cuenta Pública 2021.
Destacan compromisos aún pendientes en materia de cambio climático: entre ellos el ingreso y votación en general del proyecto de ley marco de Cambio Climático. Además, destaca el inicio de la fase de participación ciudadana de la propuesta estratégica climática de largo plazo (ECLP) de Chile, la que forma parte de los compromisos contraídos por Chile en el marco del Acuerdo de Paris.
La iniciativa Votaciones Ambientales publicó este mes los resultados del reporte “Compromisos y Cumplimiento de promesas en materia ambiental 2018 – 2021”, que presenta el nivel de cumplimiento de los desafíos de relevancia ambiental que el gobierno de Sebastián Piñera ha contraído tanto en su Programa de Gobierno como en las Cuentas Públicas anuales, desde marzo de 2018 a la fecha. Con esta última cuenta pública celebrada el pasado 1 de junio, se entrega el catastro definitivo de los compromisos de relevancia ambiental asumidos por la actual administración.
El estudio es liderado por Francisca Reyes, profesora del Instituto para el Desarrollo Sustentable UC, e investigadora asociada al Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el Instituto Milenio de Socio Ecología Costera (SECOS) y el Centro para el Impacto Socioeconómico de las Políticas Ambientales (CESIEP), y busca generar un instrumento de rendición de cuentas y un mecanismo de priorización y seguimiento de la agenda de política pública ambiental.
Para la investigadora, este ejercicio es imprescindible para la buena política pública ambiental, la que se juega en horizontes de tiempo que trascienden los ciclos electorales. En sus palabras “una imagen útil es pensar en que la buena política pública es una maratón, no los 100 metros planos, pero una maratón que se corre en modalidad carrera de relevos entre los distintos periodos de Gobierno que se deben pasar —no dejar caer— el testimonio entre ellos. En este sentido, en mi opinión no existe buena política pública sin acceso a la información y participación por lo que esperamos que este Reporte contribuya, ad portas de comenzar los procesos de presentación de programas de Gobierno de las respectivas candidaturas presidenciales”.
Para la profesora, el resultado de este análisis es un instrumento de rendición de cuentas que “permite determinar de manera muy precisa el nivel de cumplimiento de los compromisos ambientales de nuestras autoridades, y a la vez mostrar claramente los avances y pendientes que dejará esta administración y que deberían ser abordados por un próximo Gobierno”.
En este sentido, Reyes enfatiza la necesidad de concretar el trabajo en curso en temas claves para el país como Minería, “hubiera deseado que la aprobación de la Política Nacional Minera hubiera sido anunciada, y en su defecto espero pueda aprobarse antes de fin de año ya que se ha realizado un trabajo muy valioso y participativo que sería una gran oportunidad perdida de no aprobarse durante esta administración”, y de revisar la real voluntad que existe de cumplir con compromisos claves como el de implementar el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas o el de reformular el Servicio de Evaluación Ambiental, cuyos proyectos de ley están en procesos de tramitación aún pendientes en el Congreso Nacional.
Hallazgos del estudio
De acuerdo a la información recabada, tras la cuenta pública 2021 existen 92 compromisos de gobierno en materia ambiental (uno añadido en la última cuenta pública). De ellos, 91 fueron evaluados en términos de su cumplimiento con los siguientes resultados: 33 se consideran cumplidos, 51 en proceso, 5 sin avance y 2 sin información. Las áreas con mayor nivel de cumplimiento son agricultura (100%), paisaje y territorio (67%), y aire (50%). Las áreas con menor nivel de cumplimiento son Silvicultura (17%), minería (0%), y suelo (0%).
Metodología
En la construcción del reporte, se revisó el “Programa de Gobierno y las Cuentas Públicas 2018-2021” del presidente Piñera, para catastrar los compromisos del Gobierno en materia ambiental. Estos compromisos fueron categorizados en torno a las distintas áreas de relevancia ambiental, tales como agua, pesca y acuicultura, silvicultura y otras.
Para medir el nivel de cumplimiento, se consultaron fuentes públicas y se contó con el apoyo de académicos de la distintas Universidades y Centros de Estudio.
Finalmente, con estas respuestas se categorizó el nivel de cumplimiento en cuatro categorías: cumplido, en proceso, sin avance y sin información.
“Compromisos y Cumplimiento de promesas en materia ambiental 2018-2020” es una publicación de la Iniciativa Votaciones Ambientales en el Congreso Nacional que pertenece a la línea 5 “Gestión sostenible de los recursos naturales e investigación en políticas públicas” financiada por CAPES UC.
Los bosques antiguos del centro y sur de Chile son el hábitat de miles de especies de polinizadores que ayudan a mantener la biodiversidad de los ecosistemas. Uno de estos organismos es la mosca nativa Aneriophora aureorufa, la que es estudiada hace años por investigadores de IEB-Chile, CAPES y otras instituciones, a causa de su particular predilección por el ulmo, un árbol endémico del bosque templado, y sus irresistibles flores.
Los bosques templados sudamericanos son ecosistemas ricos en biodiversidad, con cientos de especies endémicas y de una notable antigüedad filogenética, lo que quiere decir que sus ancestros se remontan miles de millones de años en el pasado. Árboles, plantas, flores, aves, mamíferos, reptiles, insectos, entre otros, viven en una relación de profunda interdependencia. En Chile, encontramos este tipo de bosque entre la región del Maule y Los Lagos, cuya degradación, en especial en la zona más al norte, significa la pérdida de hábitat para múltiples especies.
Una de estas especies es la mosca nativa Aneriophora aureorufa, díptero de colores brillantes y gran tamaño (unos 14 mm), más parecido a un abejorro colorado que a otras moscas. Su forma, de hecho, no es lo único que la distingue de su familia más cercana. La mayoría de los dípteros son generalistas, es decir, se alimentan de lo que encuentran, pero la A. aureorufa —cuyo nombre significa “oro anaranjado”— es una de las moscas más especializadas de los bosques chilenos y del mundo, alimentándose casi en exclusiva de las flores del ulmo, y muy secundariamente de las flores del laurel chileno y la patagua valdiviana.
Un equipo de científicos de distintas instituciones, encabezado por la académica de la Universidad de Los Lagos e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Cecilia Smith, ha estado explorando hace años estos ecosistemas. “He estudiado el ensamble de polinizadores en Chiloé desde principios de los 90’s, primero analizando las preferencias florales de los picaflores y luego las características del néctar de las flores a donde ellos llegan” explica.
Gracias a un proyecto financiado por la Unión Europea, Smith comenzó luego a estudiar los insectos polinizadores específicos de estos bosques, considerando un conjunto amplio de visitantes florales, para finalmente centrarse en los visitantes del ulmo. “En esto llevamos trabajando 21 años, lo que permite tener un registro a largo plazo de estas interacciones. Muchos de los patrones de la naturaleza no son posibles de visualizar a menos que se estudien por muchos años. Al estar investigando el ulmo, nos dimos cuenta que uno de sus visitantes (Aneriophora aureorufa), que es mimético del abejorro colorado, era probablemente un visitante casi exclusivo del ulmo. Esto lo corroboramos con literatura y muestreos en otras especies de plantas”, relata la investigadora.
Los dípteros, orden en el que se clasifican moscas, mosquitos y tábanos, entre otros insectos, es el segundo grupo más frecuente de polinizadores de todo el mundo. En los ecosistemas templados, son incluso más diversas que las abejas, lo que explica por qué la ciencia ha sugerido que la polinización por moscas en los bosques de este tipo sea probablemente más frecuente de lo que se pensaba.
A diferencia de las abejas, que pueden alcanzar hasta 60% de algún grado de especialización floral, las moscas son consideradas generalistas, y su dieta es muy variada. Uno de los pocos casos de moscas especializadas que se ha estudiado es Moegistorhynchus longirostris, una mosca endémica de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, que visita exclusivamente nueve especies de flores de tubos largos, de tres familias de plantas diferentes.
El estudio de campo de Smith, Vieli y Barahona encontró, sin embargo, que Aneriophora aureorufa tiene una asociación exclusiva y extremadamente estrecha principalmente con las flores del ulmo, siendo una de las moscas polinizadoras más especializadas descritas hasta ahora. Además, se determinó que A. Aureorufa, aunque escasa, es más frecuente en los bosques antiguos que en los límites de los bosques o en árboles aislados, y más fácil de encontrar en el dosel que forman las copas del ulmo, a varios metros sobre el suelo.
Pero ¿qué tiene el ulmo que no tengan otros árboles para atraer a las moscas oro-anaranjado? Lorena Vieli, investigadora de la Universidad de La Frontera y del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES y co-autora del estudio, comenta que “no tenemos certeza respecto de las razones que explican este nivel de especialización. Posiblemente influye el hecho de que las flores de ulmo son relativamente grandes y con una morfología que las hacen accesibles a esta mosca, que es bastante grande. La mosca visita estas flores en búsqueda de su alimento, polen y néctar.”
El ulmo en el bosque
Eucryphia cordifolia es el nombre científico del ulmo, árbol endémico del bosque templado chileno y que también se encuentra, aunque en menos extensión, en este mismo ecosistema del lado argentino. Alcanza alturas de alrededor de 40 metros. Florece durante el verano austral, entre enero y marzo, y posee unas grandes flores abiertas y blancas que secretan néctar, el que junto a su polen atraen probablemente a cientos de especies de polinizadores.
El estudio en terreno fue realizado en seis sitios de muestreo ubicados en el centro y sur de Chile: en la Reserva Nacional Los Queules, en la Región del Maule, en Villarrica, Región de La Araucanía, y en la Región de Los Lagos en Osorno y en 3 sitios en el norte de la isla de Chiloé: Guabún, Senda Darwin y Caulín.
Buscando moscas en los árboles
Las observaciones se realizaron en árboles a una distancia de 0,5 a 3 metros del suelo, en individuos de no más de 12 metros de altura, y durante 20 minutos -entre las 10:00 y las 18:00 horas-, que es cuando ocurre la actividad de polinización. De esta manera, se registró a cada insecto que ingresó en un cuadrante de muestreo imaginario de 8 a 30 flores contiguas. Sólo en el ulmo se realizaron un total de 676 horas de observación, y además se registraron visitas de polinizadores a laureles y pataguas.
Se estableció que mientras la mosca oro-anaranjado parece depender del ulmo y en segundo lugar de la patagua, la polinización de estos árboles no depende exclusivamente de esta mosca, ya que ambos árboles atraen a más de 30 especies de visitantes florales al año, muchos de los cuales no son los mismos anualmente. Entonces, la supervivencia de esta mosca ¿depende del ulmo? “Así es”, señala Cecilia Smith: “El ulmo tiene cientos de visitantes florales, entre moscas nativas, coleópteros nativos y abejas nativas y exóticas. Pero Aneriophora solo usa como alimento al ulmo, prefiere especialmente los bosques antiguos, probablemente porque es donde mejor sobreviven sus larvas”.
Complementando lo anterior, Vieli menciona que no es posible determinar qué características de los bosques antiguos podrían buscar las moscas A. aureorufa. “Esta especie está asociada al bosque nativo adulto, pero se conoce poco de su ecología. Probablemente deposite sus huevos en madera en descomposición o agua estancada, lo cual es difícil encontrar en suelos agrícolas o plantaciones forestales, por ejemplo”.
La mosca oro-anaranjado es la única especie en su género, por lo que, de extinguirse, la pérdida en biodiversidad de sus ecosistemas sería alta. Se le considera una especie amenazada debido a la disminución del 68% de su hábitat original en la zona norte de su distribución, como se observó en Los Queules (Región del Maule), donde no hay ulmos y la única especie visitada por la mosca es el laurel chileno, en baja frecuencia. En todas las ubicaciones donde se observó A. aureorufa, se registró la presencia de árboles viejos, especialmente en el bosque antiguo en Guabún (Chiloé), donde se registró la frecuencia más alta de visita de flores.
El ulmo ha sido una de las especies de árboles del bosque templado sudamericano más comunes, pero se encuentra continuamente bajo la presión de la deforestación y la tala para combustible, desapareciendo en la parte norte de su localización. Esta es una especie “paraguas” con la que es posible conservar a la mosca A. aureorufa, y también un gran conjunto de otros polinizadores. Los datos sugieren que la persistencia de esta mosca nativa depende de la conservación de los bosques maulinos amenazados y de los ulmos en los bosques antiguos del sur.
Texto: Comunicaciones CAPES e IEB–Chile Foto: Marcelo Galaz, IEB-Chile
Publicado por la editorial Springer, el nuevo trabajo de Fabián Jaksic y Sergio Castro compendia las investigaciones más recientes sobre la distribución e impacto de especies exóticas invasoras en Chile y Argentina, proponiendo un nuevo marco conceptual para entender estos fenómenos en la era del Antropoceno.
El castor (Castor canadensis), el conejo (Oryctolagus cuniculus), el jabalí (Sus scrofa), el visón (Neovison vison), la avispa chaqueta amarilla (Vespula germanica), la zarzamora (Rubus spp.) y el espinillo (Ulex europaeus). Éstas son sólo algunas de las especies animales y vegetales provenientes de otras regiones del globo, que han llegado a nuestro país ya sea por tierra o mar, y que luego de unos años, han logrado prosperar en nuestros ecosistemas muchas veces a costa de los equilibrios ecológicos presentes a su llegada.
Las famosas Especies Exóticas Invasoras (EEI) representan una amenaza para la biodiversidad de numerosos ecosistemas alrededor del mundo, y han sido bien estudiadas en regiones como Europa y los Estados Unidos. En Sudamérica, sin embargo, la literatura acerca de este fenómeno es aún incipiente, y los impactos negativos que éstas invasiones tienen sobre la ecología, la salud, y la provisión de servicios ecosistémicos de los ambientes invadidos recién se están conociendo a cabalidad.
Llenar estos vacíos y proveer al mismo tiempo un marco teórico y herramientas que permitan entender este fenómeno en su complejidad, es la misión de una nueva publicación CAPES titulada “Biological Invasions in the South American Anthropocene: Global Causes and Local Impacts” (“Invasiones biológicas en el Antropoceno Sudamericano: causas globales e impactos locales”) de los autores Fabián Jaksic y Sergio Castro.
El libro, publicado por Springer, ofrece una revisión conceptual y bibliográfica sobre el campo de las invasiones biológicas, explorando, asimismo, ocho casos particulares de especies exóticas presentes tanto en Chile como en Argentina, los cuales, a la luz de las nuevas investigaciones realizadas, representan interesantes modelos de estudio para otras aproximaciones al tema, y especialmente para la creación de planes de control y manejo de estos “convidados de piedra”.
“Escribimos este libro para disponer de un texto basado en la experiencia de investigadores sudamericanos en el campo de las invasiones biológicas” explica Sergio Castro, investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) y académico de la Universidad de Santiago de Chile. “En el concierto internacional, una perspectiva sudamericana de las invasiones biológicas, que relevara nuestra investigación, así como aquellos campos en que falta por investigar, estaba ausente”.
Los casos recopilados por los autores corresponden a investigaciones realizadas en torno al conejo europeo (Oryctolagus cuniculus L.); el jabalí (Sus scrofa); el castor (Castor canadensis); el visón americano (Neovison vison), y un estudio sobre la composición taxonómica de los peces de agua dulce en nuestro país sometidos a la interacción con la fauna exótica.
Consultado sobre la importancia de estos trabajos como modelos de estudio, el director de CAPES y académico de la Universidad Católica de Chile, Fabián Jaksic, precisó que cada especie presenta particularidades que las hacen ejemplares. “El castor norteamericano, porque transforma bosques prístinos de lenga en humedales y praderas, cambiando los ciclos de materia y energía del ecosistema original; el conejo europeo, porque hace el ecosistema mediterráneo más abierto, convirtiéndolo de matorral cerrado a pradera con arbustos aislados; el visón norteamericano porque depreda sobre aves que anidan en el suelo, ya amenazadas por la modificación de su hábitat, y el jabalí europeo, porque sus hozaduras son una perturbación novedosa y riesgosa para la integridad de los procesos ecosistémicos en praderas, matorrales y bosques”, explica.
A estas especies, el Premio Nacional de Ciencias Naturales 2018 suma a la liebre europea, pues “se sospecha que también puede afectar ecosistemas de alta montaña y estepa”; al ciervo rojo, que modifica la estructura y productividad de los bosques del sur; la rana africana, “que puede estar alterando equilibrios ecosistémicos en las lagunas que habita”, y el loro argentino, “una molestia en los sistemas urbanos”.
Por su parte, el Dr. Castro también alude a las especies vegetales que presentan un problema: “entre las plantas, mencionaría las distintas especies de pino, eucaliptos y espinillo, así como una pléyade de hierbas que pueblan nuestras formaciones vegetacionales, y dominan en riqueza y cobertura”. Con respecto a la invasión de invertebrados, tanto acuáticos como terrestres”, el investigador observa “un extenso vacío de conocimiento; esto implica que para la mayor parte de estos taxa su impacto ecológico no puede ser conmensurado”.
“En un texto como el nuestro” prosigue Castro “resulta imposible incluir a todas las especies invasoras (se calcula que podrían haber más de mil especies exóticas presentes sólo en nuestro territorio), así que trabajamos en dos focos; por una parte, privilegiamos el tratamiento de especies de vertebrados en capítulos particulares, y en el caso de las plantas vasculares, las tratamos a la luz de problemas y procesos ecológicos como el de homogenización biótica, flora urbana y fuego; estos temas vienen tratados en los primeros siete capítulos del libro y dan cuenta de una amplia diversidad de especies de plantas y estudios”.
Los autores que contribuyeron a la redacción de los capítulos finales del libro fueron Pablo Camus, Yasmín Bobadilla, Ricardo Ojeda, María Fernanda Cuevas, Sebastián Ballari, Oscar Skewes, Christopher Anderson, Juan Cristóbal Pizarro, Alejandro Valenzuela, Natalia Ader, José Luis Cabello, Laura Fasola, Paula Zucolillo, Carlos Roesler, Pablo Rojas, Irma Vila y Evelyn Habit, entre otros.
Para Sergio Castro, en la actualidad, el tratar de comprender el fenómeno de las invasiones biológicas reviste un interés más allá del campo de la ecología. “La formulación de modelos matemáticos, por ejemplo, ha contribuido a su comprensión; pero también lo hacen otras disciplinas propias de las ciencias sociales, como la historia, sociología, la economía y la medicina, etc.; esto se relaciona con que las invasiones tienen causas y consecuencias que se deben e impactan a nuestra sociedad de manera sistémica, y que la ecología proporciona solo una de las perspectivas de analizar el problema” comenta.
Jaksic, por su parte, pone énfasis en la necesidad de llevar estas investigaciones a la práctica en los mismos territorios donde éstas especies se han asentado: “hasta ahora, el desafío ha sido aplicar los conocimientos obtenidos para formular planes de control o erradicación de las especies invasoras”. Un problema que, en opinión del ecólogo, agudiza la situación ya de por si vulnerable de Chile, que con sus kilómetros y kilómetros de costa es destino frecuente de barcos y cargamentos que podrían introducir nuevas especies foráneas. “Chile es una economía muy globalizada, por lo que recibe mercancías de casi todo el mundo. El riesgo de llegada de polizontes exóticos en los cargamentos es cada vez más grande; el tráfico de mascotas también es riesgoso”, finaliza.
Investigadores CAPES, técnicos y guardaparques de la Reserva Nacional Las Chinchillas colaboran en un proyecto de CONAF que busca diseñar e implementar un corredor de conservación entre esta área protegida y el Parque Hacienda El Durazno, de propiedad privada.
Durante uno de sus recorridos en busca del mejor trazado para asentar el corredor, los profesionales realizaron importantes hallazgos que podrían ampliar el área de distribución de una de las especies más emblemáticas y amenazadas del bosque esclerófilo del norte de Chile.
El 15 de febrero pasado, a eso de las 03:30 de la madrugada, una de las cámaras trampa instaladas por los profesionales CAPES Sergio y Enrique Silva en las afueras de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la región de Coquimbo, captó un movimiento inusual. Sin notar su presencia, una pequeña chinchilla de cola larga (Chinchilla lanigera) buscaba comida en medio de las rocas, quedando inmortalizada por el lente del dispositivo (ver imagen).
El avistamiento de este roedor, una de las dos especies silvestres de chinchilla conocidas en el mundo (junto a la chinchilla de cola corta, también presente en Chile), tuvo una especial relevancia, pues se trataba del primer registro visual de esta especie fuera del área de influencia de la Reserva (con excepción de una pequeña comunidad aislada al norte de Coquimbo), confirmando de este modo la existencia de más colonias de uno de los objetos de conservación más amenazados de nuestro país, declarado en peligro de extinción desde 2008.
La chinchilla de cola larga captada durante el monitoreo en el área del nuevo corredor de conservación.Foto: Sergio Silva
El hallazgo fue uno de los tantos descubrimientos del comité científico-técnico creado por la Corporación Nacional Forestal, CONAF, para proponer y definir el trazado de un nuevo corredor de conservación en la región de Coquimbo, el cual busca conectar las áreas protegidas de Las Chinchillas con el Parque Hacienda El Durazno, un predio ubicado a 16 kilómetros de la reserva, en la ciudad de Combarbalá.
Los corredores biológicos son espacios de conservación que conectan áreas de especial importancia para la protección de los ecosistemas, estableciendo zonas reguladas de influencia alrededor de éstas a fin de recomponer, entre otras cosas, la fragmentación de hábitats provocada por la actividad humana, una de las causas más frecuentes de la pérdida de especies en el mundo.
El corredor es uno de los hitos del “Proyecto Manejo Sustentable de la Tierra” (PMST), una iniciativa coordinada por CONAF que tiene por objetivo “revertir el proceso de desertificación y degradación de los suelos en ecosistemas vulnerables, contribuir a la mitigación del cambio climático y potenciar el uso sostenible de la biodiversidad” mediante prácticas de manejo sustentable. El programa es parte de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales impulsada por el Estado chileno como parte de sus compromisos ambientales internacionales.
La misión del comité, conformado por investigadores del CAPES, CONAF, y del Instituto Forestal (INFOR), fue diseñar una metodología que permitiera hallar el perímetro más idóneo para el establecimiento de esta franja, que, a diferencia de un corredor biológico convencional, busca no sólo otorgar conectividad y facilitar el movimiento de especies animales y vegetales previamente aisladas, sino además conectar socialmente estos paisajes con la comunidades humanas que se benefician de él, dando énfasis a los usos sustentables de dichos ecosistemas.
Con ese objetivo, nos cuenta el investigador CAPES, Sergio Silva, “se realizó un análisis preliminar de los potenciales sectores a intervenir” en la zona que separa la Reserva Nacional Las Chinchillas y el Derecho Real de Conservación Hacienda El Durazno, territorios que, en sus palabras, “comparten dos pisos vegetacionales escasamente representados en el Sistema Nacional de Área Silvestres Protegidas (SNAPE) y que actualmente se encuentran fragmentados por actividades antrópicas, como minería, agricultura, ganadería, construcción de caminos, etc.”.
Una vez concluida esta etapa, que significó la interpretación de imágenes satelitales del lugar, la información recopilada debió ser corroborada en terreno, pudiendo disminuir la superficie potencial de la franja e identificar la composición de la formación vegetacional de manera más precisa.
Los corredores de conservación se componen de distintas zonas de influencia, cada una con funciones de conservación específicas. Las áreas núcleo, por ejemplo, representan el espacio primordial de la estructura, y son áreas protegidas de alto valor ecológico donde persisten y se desarrollan el grueso de las especies de flora y fauna aisladas. En este caso, tanto la Reserva Nacional Las Chinchillas como la Hacienda El Durazno son el refugio de diversas especies endémicas de nuestro país, muchas se las cuales se encuentran seriamente amenazadas, como la ya mencionada Chinchilla lanígera, el sapo de Atacama (Rhinella atacamensi), el cóndor (Vultur gryphus), el gato güiña (Leopardus guigna), el degú costino (Octodon lunatus), el puma (Puma concolor) y el lagarto de Müller (Liolaemus lorenzmueller).
Reserva Nacional Las Chinchillas, ubicada en la región de Coquimbo. Foto: Boris Saavedra
Lo mismo sucede con las especies vegetales de ambas áreas, formaciones dominadas por especies arbustivas espinosas y suculentas como el carbonillo (Cordia decandra), el colliguay (Colliguaja odorífera), el ñinquil (Flourensia thurifera) y el guayacán (Porlieria chilensis), entre otras. Sólo en la Reserva Las Chinchillas se han identificado hasta ahora más de 27 especies vegetales con algún grado de conservación (7 de ellas gravemente amenazadas) y 105 especies de vertebrados, 88 de ellos nativos y 16 endémicos.
Sirviendo de enlace entre estas zonas núcleo, se encuentran las áreas buffer de conexión, que corresponden a lo que podría definirse como el corredor mismo, y que conectan entre sí fragmentos más prístinos de ecosistema original (denominados “hábitats sumidero”) que por su aislamiento requieren de la inmigración de individuos provenientes de las áreas núcleo para sustentar la población de las especies que allí habitan. Estos parches de vegetación, asimismo, sirven como refugios temporales de otras especies, facilitando el movimiento de éstas a través del corredor.
“El implementar un corredor entre zonas protegidas permite mejorar la capacidad de movimiento y la dispersión de los individuos de las especies de flora y fauna presentes en el lugar” explica el investigador CAPES y académico del departamento de Ecología de la Universidad Católica, Patricio Pliscoff. “Esto es fundamental, ya que a mayor dispersión hay más probabilidad de que exista flujo génico entre los individuos de una población, lo que tiene un impacto positivo para la persistencia de las especies, permitiendo mayor capacidad reproductiva y de adaptación a los cambios ambientales (por ej. sequias o cambio climático)”.
Pliscoff es parte de un proyecto paralelo, financiado por CONAF, que sirve de base investigativa y experimental al trabajo de instalación del corredor, y que busca evaluar e identificar áreas específicas de restauración del matorral xerofítico de valles y pies de monte en la zona preandina semiárida de la región de Coquimbo, estudiando los ecosistemas de referencia que debieran servir de modelo para fines de restauración de esta zona, así como el estado actual de aquellas áreas donde ha sido degradada.
Dicho proyecto, encabezado por el también académico de la Universidad Católica y asociado CAPES, Pablo Becerra, también se propone estudiar técnicas de restauración activa dirigidas a reducir la depredación de plantas (conocida como herbivoría) y el estrés hídrico del lugar, las cuales permitirían mejorar el éxito de la siembra y plantación de diferentes especies previamente identificadas como típicas de estos ecosistemas.
El mismo corredor, de hecho, contempla zonas de transición (denominadas “áreas buffer” o de amortiguamiento) entre las áreas núcleo y aquellos lugares donde se realizan actividades productivas tales como la ganadería y la agricultura. Su función es amortiguar los impactos de estas actividades hacia las áreas núcleo, permitiéndoles un mayor grado de resiliencia. En el caso del proyecto, se definieron dos franjas de 4 kilómetros alrededor de la Reserva Las Chinchillas y el Parque Hacienda El Durazno, bajo el criterio de proteger la existencia de poblaciones de chinchilla en los lindes de la primera, y de involucrar a las comunidades agrícolas aledañas a la segunda en la realización de prácticas de manejo ambiental y mitigación.
Para Sergio Silva, el principal desafío de diseñar corredores que cumplan eficazmente su rol de conectores de flora y fauna, es la obtención detallada de información relevante respecto de los componentes, flora, vegetación, fauna y medio humano de estos ecosistemas. Esto, para crear redes ecológicamente coherentes, teniendo en mente los objetos de conservación, y utilizando criterios adecuados de observación.
Para ello, los investigadores se enfocaron en “la búsqueda de aquellos fragmentos de vegetación que proporcionaban el hábitat para una amplia gama de plantas y animales” cuenta Silva, “además de sitios con características que pudieran servir de barrera natural para terrenos domésticos de recorrido de animales, poblaciones e incluso unidades taxonómicas. Por último, nos abocamos al encuentro de fuentes y sumideros que proporcionaran abrigo, nidificación o refugio para las especies, de modo que éstas pudieran salir a alimentarse en los hábitats adyacentes”.
El degú costino, otra de las especies presentes en el área de influencia del nuevo corredor. Foto: Paula Díaz
“Fue en ese contexto” prosigue, “dentro de las labores de muestreos y monitoreo a los objetos de conservación propuestos (aves, carnívoros, reptiles, además de plantas y flores nativas), cuando detectamos la presencia de un individuo de Chinchilla laniger fuera de la Reserva Nacional, justo dentro del área destinada al corredor biológico, hecho que favorece y robustece el trabajo realizado”. Además de la chinchilla, los investigadores también pudieron comprobar la presencia del gato colocolo (Leopardus colocolo) pumas y zorros culpeo (Lycalopex culpaeus) en las zonas por donde pasará el corredor.
El proyecto, que acaba de entregar su informe final para su aprobación, constituye uno de los esfuerzos más importantes por instalar este tipo de instrumentos de conservación en la institucionalidad ambiental de nuestro país, que no cuenta hasta ahora con el concepto de corredor biológico en su normativa. De momento, como explica Patricio Pliscoff, sólo ha sido posible incorporarlo conceptualmente en el diseño y justificación de áreas protegidas.
“En nuestro país, la protección se ha entendido como algo estático que se asocia a un área con limites preestablecidos, por lo que el diseño de corredores y su aplicación como zonas de protección no ha sido adecuadamente desarrollado. La propuesta de una nueva red de áreas protegidas que incluyan áreas tanto del Estado como privadas en el nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), puede ser un gran avance para la identificación e implementación de zonas de protección más dinámicas como los corredores biológicos, ya que se contara con mayores instrumentos de protección que los que existen en la actualidad”, detalla el investigador.
En cuanto a las próximas etapas del proyecto, el equipo CAPES continuará con el monitoreo de las distintas áreas que conforman el corredor biológico para evaluar su evolución y tomar las medidas para mejorar y restaurar las áreas más degradadas. Esto permitirá la sustentabilidad del corredor biológico a largo plazo y la permanencia de este tipo de ecosistemas, no sólo en Chile, sino en el mundo.
Texto: Comunicaciones CAPES Foto: Sergio Silva, INFOR y CAPES