El fenómeno del suicidio, estudiado desde la ecología

Un equipo interdisciplinario de investigadores del área de la salud, ecología y arquitectura y arte, estudió los factores ambientales y socio-económicos relacionados con las tasas de suicidio utilizando datos demográficos de 18 años, a lo largo de 4000 km en Chile. Sus resultados pueden ser usados para desarrollar políticas públicas específicas de salud mental dirigidas a la población en riesgo.

Advertencia: el siguiente reportaje trata temas referentes al suicidio y la salud mental, por lo que pudiera ser sensible para determinadas audiencias. Si sufres de depresión o necesitas ayuda psicológica de algún tipo, puedes comunicarte a cualquier hora del día con los profesionales de Salud Responde del ministerio de Salud al fono 600 360 7777.

Cuando una persona decide suicidarse, normalmente es el resultado de una reflexión larga y dolorosa, en la que influyen interacciones complejas de factores biológicos, psicológicos y socio-económicos. Este importante aspecto de la salud mental ha sido abordado desde múltiples perspectivas, por grupos de investigación en todo el mundo, buscando estrategias de prevención o mitigación del riesgo de suicidio.

Las tasas de suicidio, que es la frecuencia de este fenómeno normalmente medido por cada 100.000 habitantes durante un año, muestran diferentes tendencias según el país, la edad y/o el sexo de las víctimas, y de las cuales pueden extraerse algunos patrones demográficos, como por ejemplo, que los hombres presentan tasas de suicidio más altas que las mujeres en la mayoría de los países, y dentro de ese grupo, los adolescentes entre 10 y 19 años muestran una tasa de suicidio más alta que el resto de la población.

Además de los patrones demográficos, también se han investigado factores ambientales y socio-económicos, sin embargo, aún hay una brecha en la comprensión de los patrones generales en las tasas de suicidio, por lo que es necesario seguir estudiando este fenómeno y contribuir al diseño de políticas y acciones preventivas.

Un equipo de investigadores, liderados por Sergio Estay, académico de la Universidad Austral de Chile e investigador en CAPES, evaluó las asociaciones entre factores ambientales y socio-económicos, y las tasas de suicidio estratificadas demográficamente en grandes escalas temporales y espaciales. Para ello, utilizaron un conjunto de datos con información sobre las tasas anuales de suicidios por sexo y edad desde 2000 hasta 2017 a lo largo de un gradiente latitudinal de 4.000 km. Los resultados, fueron descritos en el artículo titulado “Socioeconomic and environmental contexts of suicidal rates in a latitudinal gradient: Understanding interactions to inform public health interventions”, y publicado en la revista Journal of Psychiatric Research.

Ciencias biológicas y salud mental

¿Cómo la ecología y las ciencias biológicas pueden ayudar a comprender este fenómeno? Conversamos con Estay, autor principal de la investigación, quien nos explicó que “la ecología es una ciencia que siempre debe lidiar con fenómenos muy complejos, con múltiples interacciones entre variables. Por lo tanto, la mirada ecológica puede aportar a la necesaria mirada macro a este fenómeno. Por supuesto, la mirada a macro-escala, como en nuestro artículo, es muy necesaria, pero actúa como complemento a la investigación a micro-escala, el nivel individual, que viene de las ciencias biomédicas. En nuestro trabajo utilizamos herramientas estadísticas muy usadas en ecología para relacionar los factores sociales y ambientales con las tasas de suicidio”, detalla Estay.

Estudios previos a nivel mundial han mostrado que las las condiciones ambientales a las que están expuestas las poblaciones humanas influyen en las tasas de suicidio en diferentes escalas. Entre los factores más comunes están la temperatura, la duración de la luz solar, la altitud y la latitud geográficas, y aunque no están claros los mecanismos biológicos exactos detrás de estas asociaciones, varios estudios han detectado vínculos estadísticos entre la duración de la luz solar y los eventos de suicidio individuales o las tasas de suicidio.

En cuanto a los factores socio-económicos, como la pobreza o el consumo de drogas o alcohol, estos se han analizado más ampliamente porque tendrían más peso que los factores climáticos para explicar las diferencias regionales en las tasas de suicidio. Los resultados de estas investigaciones dependen de la escala de los estudios. Por ejemplo, a nivel local o nacional, se informa de una asociación positiva entre pobreza y las tasas de suicidio, es decir, a mayor nivel de pobreza, aumenta el riesgo de suicidio entre la población, aunque las tasas varían según el sexo. Por el contrario, a escala regional o global, algunos estudios han mostrado una tendencia marginalmente positiva entre los ingresos económicos y las tasas de suicidio.

En el caso del consumo de drogas, se ha demostrado una relación entre el uso de drogas (marihuana, inhalables, etc.) y los intentos de suicidio, especialmente entre adolescentes o jóvenes. También se ve una correlación entre el alcoholismo y los intentos, eventos y tasas de suicidios, haciendo notar que puede deberse a la escala de los estudios, porque la mayor parte proviene de abordajes a nivel individual (casos), mientras que la información a nivel poblacional (tasas) es más escasa.

Lo anterior muestra lo complejo de establecer relaciones entre factores socio-económicos y las tasas de suicidio, con evidencia respaldando asociaciones positivas y negativas, lo que refuerza la necesidad de realizar más estudios a diferentes escalas y contextos para proporcionar evidencias de patrones que puedan respaldar políticas públicas en salud mental.

“Existen múltiples razones por las que la mirada a grandes escalas espaciales en fenómenos biológicos es muy importante, pero en este caso y en general en salud pública, este análisis permite apoyar el diseño de políticas preventivas específicas para cada región”, manifiesta Estay, “obviamente existen acciones preventivas que son generales y pueden ser aplicadas a todo el país de la misma forma, pero las particularidades de cada territorio son también relevantes para adaptar estas estrategias o diseñar algunas específicas para cada localidad”.

Resultados para la prevención

Como señala el artículo científico, se consideró un amplio gradiente latitudinal, abarcando más de 4.000 km entre las capitales regionales de todo Chile, lo que significa que se analizaron datos desde un clima cálido desértico en el norte, hasta el oceánico subpolar del sur austral. “Encontramos una clara asociación entre la menor disponibilidad de luz solar en invierno, dada por la mayor nubosidad, y las tasas de suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes. Esto también sugiere que zonas del extremo austral de Chile, con mucha nubosidad, pueden tomar este resultado para diseñar estrategias preventivas específicas”, menciona el investigador.

El segundo patrón fue aún más claro, la influencia de la pobreza en las tasas de suicidio, “este resultado fue el más importante del estudio”, afirma Estay, “la pobreza mostró una asociación muy fuerte con la tasa de suicidio en hombres adultos. Esto tiene múltiples explicaciones a nivel psicológico y sociológico, pero en la práctica indica que las crisis económicas o los bolsones de pobreza crónica son áreas donde deben existir planes preventivos rápidos y extensos. Es en estas zonas donde se podría tener un impacto más inmediato en salud pública”.

El investigador señala que en Chile el suicidio se da, en términos de casos, principalmente en personas entre 20 y 55 años. “Sin embargo, la mayor tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes se da en los adultos mayores de 60 años. Esto es importante, ya que en el imaginario colectivo, el suicidio se asocia mucho a jovenes, incluso a adolescentes, pero son los más viejos quienes lo sufren proporcionalmente más. Esto es algo que pareciera no está incorporado en nuestra idea de quien está en riesgo de suicidio”.

Estos resultados pueden entregar una guía para el diseño de políticas públicas en salud mental especialmente dirigidas a las comunidades según la región. Las intervenciones médicas poblacionales pueden planificarse según las unidades territoriales y los modelos de este estudio sirven para definir y priorizar estas estrategias. Por ejemplo, mejorar el acceso a servicios médicos para jóvenes que viven en el sur del país donde hay menos luz solar y más nubosidad, o implementar intervenciones específicas para hombres adultos mayores que viven en zonas de pobreza crónica o programas de respuesta rápida durante crisis económicas. Los investigadores esperan entregar información de relevancia a los tomadores de decisiones en este tema tan complejo y difícil, que pueda ayudar a desarrollar acciones preventivas y de acompañamiento psicológico y social.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos foto: Isaías Campbell