77% de la vegetación nativa de Constitución ha sido reemplazada por plantaciones forestales

Así lo reveló un estudio de los investigadores Karen Hermosilla, Patricio Pliscoff y Mauricio Folchi, el cual buscó entender los efectos a largo plazo que el cambio de cobertura y uso de suelo tiene sobre los bosques mediterráneos de la zona centro-sur de Chile.

Uno de los bosques de Nothofagus remanentes ubicados cerca de Constitución, en las laderas occidentales de la cordillera de la Costa de la región del Maule (Ministerio de Medio Ambiente).

A fin de entender los efectos a largo plazo que el cambio de cobertura y uso de suelo tiene sobre los bosques mediterráneos de la zona centro-sur de Chile, un grupo de investigadores analizó las dinámicas e impactos detrás de este proceso en la ciudad costera de Constitución, ubicada 70 km. al oeste de Talca —región del Maule— a lo largo de los últimos 60 años.

Para ello, los investigadores combinaron imágenes áreas y satelitales de la ciudad tomadas en los años 1955, 1975 y 2014, respectivamente, para reconstruir a través de mapas la historia del proceso de cambio ocurrido en la zona, una transformación del paisaje marcada por la progresiva expansión de la industria forestal y el consecuente reemplazo de su bosque nativo por plantaciones de especies exóticas. Sus resultados fueron publicados en diciembre pasado en el Journal of Land Use Science.

Impactos conocidos

El cambio de uso y cobertura de suelo (LULC, por sus siglas en inglés), es el proceso mediante el cual la capa o cubierta vegetal de un suelo —por ejemplo, el de un bosque nativo— se modifica con el objetivo de ser utilizada para otros fines, tales como el cultivo agrícola o la expansión urbana. Dicha transformación, nos cuenta Patricio Pliscoff, “es el factor más importante que provoca la perdida de la biodiversidad de los ecosistemas a nivel global, ya que éste, cuando está relacionado con la perdida de la cobertura natural del suelo, implica también la perdida y fragmentación de estos ecosistemas”.

Pliscoff, académico la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), es uno de los autores de este estudio, junto a la geógrafa Katherine Hermosilla (PUC y Universidad de Temuco) y el historiador ambiental Mauricio Folchi (Universidad de Chile).

En el trabajo, los investigadores señalan que, además de estos impactos, el cambio de uso de suelo provocado por la presencia de plantaciones forestales —muchas de las cuales se componen de una única especie de rápido crecimiento, como el pino o el eucalipto— también genera la aparición de “paisajes homogéneos, que producen conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre, aumentando la susceptibilidad (de estos territorios) a la entrada de especies invasoras, depredadores y parásitos”. A su vez, dichas plantaciones alteran los ciclos biogeoquímicos y la composición vegetal de los suelos, promoviendo su degradación y afectando la hidrología y patrones de temperatura locales.

Y Chile es, en ese sentido, un caso paradigmático. Desde la promulgación en 1974 del Decreto de Ley N° 701 —el cual modificaba la ley de bosques a fin de promover la privatización del sector silvícola nacional—, hasta nuestros días, el desarrollo forestal chileno se ha mantenido en un auge constante, al punto que, para 2018, las plantaciones forestales alcanzaban los 2.303 millones de hectáreas y representaban el 1.9% del producto interno bruto del país.

Pero el enorme desarrollo de la industria forestal en Chile no ha estado exento de costos, sobre todo cuando éste se ha concentrado, históricamente, en uno de los hotpots de biodiversidad más escasos y vulnerables del planeta: el bosque lluvioso valdiviano.

Este bosque, caracterizado por su alto grado de endemismo y fuerte impacto antrópico (es decir, por la gran presencia de actividad humana en el territorio), abarca desde el clima mediterráneo de la zona central de Chile, por el norte, hasta las zonas más temperadas de la Patagonia chilena, por el sur. Constitución, localidad costera de poco más de 45 mil habitantes y fundada en 1794, se encuentra enclavada justamente en la primera de estas grandes áreas, la cual concentra la mayor diversidad de especies florales y endémicas de la región.

Esta es, para Patricio Pliscoff, una de las razones que vuelven a esta ciudad un modelo ideal para entender los efectos históricos que ha tenido el cambio de uso y cobertura del suelo sobre estos ecosistemas. Otra razón, nos dice, es el hecho de que “en esa zona comenzó la industria forestal en Chile, asociada a la presencia de una planta de celulosa (Constitución S.A., fundada en 1969), por lo que allí podemos estudiar hasta 60 años de cambios de uso de suelo vinculado al avance de la industria forestal y de las plantaciones en este territorio”.

Una historia de cambios

Evolución de la cobertura de vegetal y de suelos en la comuna de Constitución. Los mapas muestran la situación en los años 1955 (A), 1975 (B), 2014 (C) y 2017 (D), respectivamente. Las zonas café corresponden a los suelos de plantación forestal, mientras que la gris oscura, al área afectada por el incendio forestal de 2017.

Entonces, ¿qué impactos han tenido esos 60 años de expansión forestal sobre el ecosistema de bosque presente en Constitución? “En el caso de Constitución, la mayor perdida histórica corresponde a la vegetación dominante de la cordillera de la Costa” explica Pliscoff, “que es el bosque caducifolio costero o bosque maulino. Este es un bosque único, dominado por especies del género Nothofagus (robles, hualos, etc.), y que incluye especies como el ruil, un árbol que solo crece en este ecosistema y que en la actualidad está confinado a muy pocas poblaciones, insertas todas en una matriz de plantaciones forestales”.

Y así lo corroboran los resultados del estudio: entre 1955 y 2014, el bosque nativo y matorral aledaño a Constitución sufrió una pérdida neta de 44,881 y 23,777 hectáreas, respectivamente, mientras que el área de plantaciones forestales creció 88,649 hectáreas, un crecimiento del 1.250%. Esta alza, indican los autores, fue ligeramente mayor (22% con respecto al período previo) después de 1975, una vez implementado el D.L. 701.

El trabajo también recalca que la sustitución de vegetación nativa por plantaciones forestales durante estos dos períodos representó la mayor transición observada: 45.744 hectáreas de bosque nativo y 32,106 hectáreas de matorral fueron reemplazadas por este tipo de cultivos entre 1955 y 2014. De hecho, un 77% de la vegetación nativa existente en la zona a mediados del siglo XX (81% del área total de Constitución, si incluimos bosques, matorrales y praderas), fue reemplazada y utilizada por la industria forestal hacia el año 2014.

Por otra parte, la pérdida de cobertura también significó la pérdida y fragmentación de los hábitats presentes en el lugar, así como su calidad a la hora de sostener la vida. Principalmente entre 1975 y 2014, el número de parches de vegetación (indicador del nivel de fragmentación de un ecosistema), aumentó en un 128% para el bosque nativo, un 80% para el matorral y un 65% en praderas, mientras que en el mismo período se redujo para las plantaciones forestales.

Para 2014, sólo un 21% del área que comprende Constitución estaba constituido por hábitats naturales (bosques, praderas, matorrales y humedales), la mitad de los cuales presentaba una baja calidad de hábitat. “En el estudio se entiende como “calidad de hábitat” a la cuantificación y definición de sensibilidad de los ecosistemas a las amenazas más importantes presentes” comenta Pliscoff, “por ejemplo, los incendios son la amenaza más relevante, la cual tiene una expresión mayor o menor en ciertas zonas, y dependiendo del tipo de ecosistemas, su impacto puede ser mayor”. Desde esa perspectiva, sólo el 38% de estos espacios presentaron una calidad de hábitat regular y apenas un 9% una calidad buena.

La fragmentación y pérdida de hábitat tiene considerables impactos en la vida silvestre” manifiestas los autores en el trabajo”, “contribuyendo a una pérdida en la riqueza de espacios y funciones ecosistémicas. En Chile, estudios muestran que este fenómeno tiene implicancias sobre la dispersión y reducción de la vegetación, impactos sobre aves especialistas de bosque y efectos sobre la selección de presas de mesocarnívoros (animales cuya dieta consiste en un 50-70% de carne)”.

Adicionalmente, el incendio ocurrido en 2017 en la zona incrementó el porcentaje de hábitats con baja calidad de hábitat de un 50% a un 73%.

“Este estudio muestra la importancia de las áreas circundantes para la calidad del hábitat”, añaden los investigadores, “especialmente cuando sólo pocos y pequeños los hábitats que quedan para mantener la vida silvestre. En estas condiciones, la protección de pequeños fragmentos necesita ser complementada con la promoción de prácticas de manejo amigables con la vida silvestre al interior de las plantaciones”.

“Las medidas posibles”, resume Pliscoff, “se pueden dividir en dos; aquellas que potencialmente podrían restaurar las especies de bosques nativos que se encuentran en los fragmentos que aún persisten, y las aquellas orientadas a reforestar zonas que ya han sido impactadas por la actividad forestal o por los incendios, que cada vez están siendo más recurrentes y con mayor impacto en la zona”.

Texto: Comunicaciones CAPES