CAPES estrena afiche que muestra los superpoderes del churrete costero

El pasado miércoles 11 de enero, en la sala Bordemar de la Casa de la Cultura de Algarrobo, se llevó a cabo el lanzamiento del afiche infográfico “Churrete Costero: degustador de agua salada”, producto gráfico que resume parte de la investigación en esta ave que ha desarrollado el profesor Pablo Sabat, académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile e investigador en el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES.

El Cinclodes nigrofumosus, o churrete costero, es un ave endémica de nuestro territorio que vive en el litoral entre Arica y Valdivia. A pesar de no ser un ave playera y no tener las adecuaciones físicas para consumir agua y animales marinos, el churrete costero se las ha arreglado para habitar en este salado ecosistema. ¿Cómo lo hace? Es la pregunta que ha estado investigando Pablo Sabat y su equipo y que expuso en una jornada de comunicación de la ciencia en la Región de Valparaíso durante enero de 2023.

La actividad contó con el apoyo del Departamento de Medio Ambiente de la Municipalidad de Algarrobo, a través de su directora Daniela Yáñez y tuvo un gran marco de público interesado en conocer un poco más sobre el Cinclodes nigrofumosus. Ellos y ellas tuvieron la oportunidad de escuchar charlas breves sobre este paseriforme, la avifauna de Algarrobo y el proceso de creación de un afiche infográfico y luego participaron de una jornada de observación de aves en el humedal San Jerónimo de Algarrobo.

En primer lugar, el profesor Sabat expuso acerca de este particular “pajarito”, como se les nombra comúnmente a los paseriformes, que posee una capacidad asombrosa: es un ave terrestre que habita en la zona costera, sin contar con las adaptaciones especializadas, como por ejemplo la glándula de la sal, de las aves marinas para vivir y nutrirse de especies con alto contenido salino. Pablo Sabat explicó que una de sus estrategias para lograrlo es su “súper riñón”, que es más grande y contiene más conos medulares, unas estructuras que permiten concentrar la orina y eliminar el exceso de sal de su sangre.

También comentó sobre la metodología empleada en la investigación, que  corresponde al proyecto Fondecyt Regular N° 1200386 “The cost of hydration: Physiological and environmental determinants of producing metabolic water in passerines along an aridity gradient in a coastal desert” (“El costo de la hidratación: Determinantes fisiológicos y ambientales de la producción de agua metabólica en paseriformes a lo largo de un gradiente de aridez en el desierto costero”), y que mide el presupuesto hídrico de los animales, determinando los porcentajes de agua metabólica (la producida al interior de las células del organismo) y de agua ingerida de estos pájaros, cuya proporción cambia según la latitud y la altitud a la que viven los churretes.

Acerca de la importancia de involucrar a la comunidad en la comunicación de los resultados de las investigaciones científicas, el ecofisiólogo afirma que “la comunicación científica es uno de los aspectos más gratificantes del quehacer de un investigador. Estas actividades permiten a la sociedad acceder a los avances y descubrimientos científicos, de una manera directa y de primera mano, generando un compromiso y potenciando el interés del público por nuestro entorno.  En el caso de nuestra disciplina, estas actividades permiten a la sociedad y especialmente a las comunidades locales, conocer algunos aspectos únicos de nuestra biodiversidad generando conciencia acerca de la necesidad de su cuidado  y protección”.   

Posteriormente, Isaac Peña Villalobos, investigador postdoctoral en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, presentó la charla “Avifauna de los ecosistemas de Algarrobo”, en que describió los ambientes naturales que rodean la zona realizando un repaso de cómo ha cambiado el paisaje desde el siglo XIX. Peña puso un énfasis especial en las aves que viven allí o que usan los humedales casi como verdaderas “estaciones de servicio”, para descansar y abastecerse durante sus largos viajes migratorios, relevando la necesidad de conservar y proteger estos parajes.

Ante la pregunta de por qué es necesario que la comunidad conozca los ecosistemas que los rodean y la fauna que los habita, el biólogo y doctor en Ciencias señala que “el conocer la biodiversidad que nos rodea, permite identificar los elementos que conforman el paisaje que habitamos. Luego, si este conocimiento se enmarca en las particularidades de las especies, su historia, funciones y relaciones, se puede alcanzar una valoración en múltiples dimensiones («esa ave dispersa semillas», «esa especie controla roedores», «ese árbol sólo existe en Chile», etc.), que en última instancia podría tributar a la concientización y al desarrollo de acciones de conservación y el cuidado del ambiente”.

La sección expositiva finalizó con Francisca Veas, ilustradora científica y profesora de diseño, quien nos explicó cómo fue el proceso de realización del afiche infográfico sobre el churrete costero, el trabajo interdisciplinario entre ciencia, comunicación y diseño para llegar a una pieza gráfica que pueda ser entendida y apreciada por todos y todas y que los asistentes pudieron llevarse a su hogar.

Acerca de este proyecto, Francisca comentó que “el trabajo multidisciplinario, se aborda a través de las etapas de intercambio de saberes entre comunicaciones, ciencia y arte. El proceso conlleva comunicación entre científico, periodistas y artista. El científico en este caso, manifiesta y nos muestra su investigación, para que luego periodistas (o editores) generen un texto acorde a un lenguaje más universal y breve que la ilustración representará. La extensión de los textos es previamente acordada. En esta etapa -en paralelo-, se lleva a cabo la generación de imágenes, la que tiene un rol clave ya que permite también, una reedición de los textos, ya que éstas comunican de forma paralela al texto o son un complemento a este. Así se logra un dispositivo multidisciplinar de comunicación de ciencias”.

Finalmente, los participantes se dirigieron caminando hacia el humedal San Jerónimo para observar, guiados por Isaac Peña y acompañados por Felipe Celedón de la Fundación Kennedy, algunas de las aves que habitan este ecosistema, como la tagua, el pato rana pico delgado, el pato yeco, el pelícano, el cisne coscoroba, el trile, el queltehue, la gaviota y la golondrina.

Una experiencia que disfrutaron personas de todas las edades, vecinos y turistas de Algarrobo, que pudieron conocer, de primera mano, los resultados de una investigación de científicos chilenos sobre un ave endémica de este territorio y sus cualidades únicas, que la hacen un modelo de estudio para revisar las adaptaciones que están desarrollando algunos animales para vivir en un mundo cada vez más árido y con temperaturas en aumento, en el contexto del cambio climático global.

Texto: Comunicaciones CAPES

El delicado equilibrio hídrico de las aves en un mundo que se calienta

Un equipo internacional de investigadores, encabezado por el chileno Pablo Sabat, usó por primera vez un método mínimamente invasivo para determinar el tipo de agua que están utilizando especies de aves paseriformes, pudiendo comprender cómo estas y otras aves mantienen su equilibrio hídrico en tiempos donde el agua escasea y las temperaturas suben.

El cambio climático, de la mano del aumento de las temperaturas en todo el planeta y la persistencia de las sequías en países como Chile, está produciendo cambios ecológicos que afectan muchos procesos metabólicos y funcionales de animales terrestres. Por este motivo, es relevante entender los mecanismos fisiológicos que usan los animales para mantener su equilibrio hídrico, el que depende de la interacción entre el entorno físico, la fisiología y la conducta de las especies para conservar el agua.

Las aves son animales con altas tasas metabólicas, y aquellas de hábitos diurnos son especialmente susceptibles a los aumentos de la temperatura y la aridez, por lo que comprender mejor los factores ambientales que influyen en su equilibrio hídrico es un tema importante de investigación. Estudios recientes señalan que las temperaturas cálidas y la menor disponibilidad de agua dulce afectan aspectos clave de la fisiología aviar, como el gasto de energía, la masa corporal, la tolerancia térmica y la pérdida de agua por evaporación, y junto con inducir estos cambios fisiológicos, el estrés térmico e hídrico también puede afectar el comportamiento, la distribución de especies y su condición física.

Para comprender mejor estos cambios, un grupo de eco-fisiólogos está trabajando en identificar los rasgos fisiológicos y las condiciones ecológicas que influyen en la dependencia de una especie al agua metabólica, con el objetivo de crear modelos fisiológicos precisos que puedan evaluar la capacidad de éstas para adaptarse a las perturbaciones ambientales y la disponibilidad de agua.

Pocas investigaciones han examinado la variación en las fuentes de agua que utilizan los animales para mantener el equilibrio hídrico, y aún menos se han centrado en el papel del agua metabólica, debido fundamentalmente a limitaciones metodológicas. Pero el equipo internacional encabezado por el Dr. Pablo Sabat, académico de la Universidad de Chile e investigador CAPES, propone un nuevo método, que mide la composición isotópica de oxígeno triple desde una sola muestra de sangre, con el fin de estimar la contribución del agua metabólica a la reserva de agua corporal de tres especies de paseriformes. Su metodología y resultados fueron publicados en un artículo en la Revista Frontiers in Physiology.

Churrete costero (Cinclodes nigrofumosus). Créditos: Pablo Sabat.

Agua para sobrevivir en tiempos de escasez

Para entender cómo es que las aves obtienen agua y cómo se compone su presupuesto hídrico, tenemos que conocer los conceptos de agua metabólica y agua preformada. “El agua metabólica es el agua que se produce al oxidar los nutrientes en las células de todos los tejidos en el proceso de respiración celular. Básicamente, al combinar compuestos orgánicos como un azúcar con oxígeno se libera anhídrido carbónico, más agua”, explica Sabat, “el agua preformada es el agua que un animal obtiene de la dieta o la bebe en forma de agua libre”.

El presupuesto de agua en animales terrestres es crítico para los procesos celulares, que se producen en condiciones más o menos estrechas de concentraciones de solutos (iones, moléculas orgánicas), por lo que todos los animales deben balancear la entrada de agua con las pérdidas, para evitar la deshidratación y el compromiso de procesos fisiológicos. “De esta manera, comprender los mecanismos fisiológicos para mantener el equilibrio hídrico es cada vez más importante a medida que aumentan las temperaturas y las sequías se vuelven más frecuentes e intensas”, enfatiza en investigador.

Para no depender sólo del agua preformada que pueda haber disponible, algunos animales son capaces de producir suficiente agua mediante el metabolismo celular. Sabat menciona que “existen algunos ejemplos en roedores en que el agua metabólica es crucial en la mantención del balance hídrico, pero en aves esta información es escasa, sobre todo en situaciones naturales en el campo”.

Chincol (Zonotrichia capensis). Créditos: Andrés Bertens.

En el caso de las aves, sí se sabe que cuando son expuestas a altas temperaturas, para evitar el sobrecalentamiento o hipertermia y mantener una temperatura adecuada, además de buscar microclimas fríos, también pueden evaporar agua a través de la piel y realizar jadeo o panting, lo que les permite perder calor evaporando el agua corporal y mantenerse frías. “De no haber agua, este mecanismo de control de temperatura se compromete y/o se pueden deshidratar fácilmente. Esto es particularmente importante en aves pequeñas en las que la tasa de evaporación es relativamente mayor que en aves grandes. En definitiva, en un mundo que se calienta y se seca día a día, el presupuesto hídrico es de vital importancia para las aves y si pueden «echar mano» o «echar ala» a alguna fuente extra de agua (aunque sea metabólica) ¡bienvenido!”, apunta el ecofisiólogo.

Isótopos estables: el nuevo método

Una de las principales limitaciones para lograr medir la contribución del agua metabólica a la reserva de agua corporal de las aves, es que el método convencional requiere el uso de trazadores inyectados, y se necesitan múltiples capturas del mismo individuo durante períodos cortos de tiempo.

El nuevo modelo implementado por los investigadores es una técnica mínimamente invasiva que necesita sólo 0.1 Ml. de plasma del ave. Un pinchazo en un ala basta para obtenerlo. El modelo se basa en el análisis isotópico de los átomos de oxígeno del agua preformada, que, en el caso de las aves en su hábitat, proviene de las precipitaciones y del oxígeno atmosférico que es usado para oxidar los nutrientes y producir agua metabólica. Estas dos fuentes de átomos de oxígeno poseen marcas distintivas y muy constantes de la combinación de los tres isótopos estables del oxígeno: 16O, 17O y 18O.

“De esta manera”, sostiene Pablo Sabat, “utilizando la marca isotópica de esa combinación (que se expresa Δ’17O) en el agua corporal, se puede establecer qué proporción de ese oxígeno proviene de las dos fuentes potenciales (es decir, agua preformada o metabólica) y así establecer el porcentaje de agua corporal que proviene de esas dos fuentes. A su vez, y debido a que la producción neta del agua metabólica depende obviamente de la tasa metabólica del individuo, podemos inferir también cómo son las tasas de gasto de energía en la naturaleza en una ventana temporal de varios días a semanas, dependiendo de la especie analizada”.

Churrete chico (Cinclodes oustaleti). Créditos: Cristián Pinto.

Churretes y chincoles

El estudio evaluó los efectos de los cambios en la tasa metabólica y la ingesta de agua en los valores de la marca isotópica de los tres isotopos estables de oxigeno, en tres especies de aves del orden Passeriformes, el chincol (Zonotrichia capensis), en cautiverio, y dos especies en vida libre, el Cinclodes oustaleti, ochurrete chico, que habita en Chile y Argentina y el Cinclodes nigrofumosus o churrete costero, endémico chileno.

Dos resultados principales emergieron del estudio. La parte experimental reveló que los animales sometidos a una temperatura baja, que produce un aumento de la tasa metabólica, presentaron una mayor proporción de agua metabólica que aves aclimatadas a una temperatura mayor, que disminuye el gasto de energía. Esta «calibración» en el experimento con chincoles permitió utilizar esta técnica en terreno para caracterizar el presupuesto de energía y de agua en condiciones naturales.

Pablo Sabat confirma que los resultados de animales en terreno mostraron que “los presupuestos de agua metabólica en dos especies de Cinclodes se diferencian de acuerdo a su tamaño corporal, lo que es congruente con las diferencias esperadas en las tasas de gasto de energía. Además, los valores encontrados son consistentes con los obtenidos por métodos tradicionales y más complejos de realizar; y que el modelo isotópico además nos permite saber cual es la marca (firma isotópica) del agua bebida, en este caso, nos informó que la especie marina, Cinclodes nigrofumosus o churrete costero, es capaz de incorporar agua de mar, o bien bebiéndola directamente o incorporada a través de sus presas marinas (crustáceos, moluscos etc.)”.

“Este último hallazgo es muy novedoso per se”, señala Sabat, “debido a que, por ser un ave terrestre, se pensaría que ésta no debiera consumir agua salada. El caso del churrete chico presentó valores congruentes con lo esperado para el consumo de agua dulce de las precipitaciones o fuentes de agua cercanas (humedales, pozas) y el chincol presentó valores muy consistentes con lo esperado para la marca isotópica de 18O de la alta cordillera”.

Gracias a estos “pajaritos”, chincoles y churretes, comunes en ciudades, montañas y playas de nuestro territorio, podemos saber un poco más sobre cómo estas especies enfrentan los cambios en las temperaturas y la aridez causada por el cambio climático. Y gracias a los investigadores de este estudio, ahora hay disponible un nuevo método, mínimamente invasivo, para medir la contribución del agua metabólica y del agua preformada en la reserva de agua corporal de aves y otros animales.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imágenes: Pablo Sabat y Andrés Bertens y Cristián Pinto.

Estudio revela que viñedos más diversos contribuyen a la conservación de aves

El trabajo comparó la presencia de aves en distintos paisajes agroecosistémicos, notando que la proporción de vegetación nativa alrededor de los viñedos es un buen predictor de su abundancia y variedad.

Un estudio del investigador de la Universidad de Chile y CAPES, Andrés Muñoz-Sáez, junto a académicos de las universidades de California Berkeley y Pittsburgh, reveló cómo la vegetación nativa y la conservación de áreas silvestres dentro y alrededor de viñedos son un elemento clave para incrementar la abundancia y riqueza de aves en dichas zonas.

El trabajo, publicado en la revista Conservation Biology, consistió en la ejecución de 6 auditorías y visualizaciones de pájaros en 20 viñedos del Chile Central, estableciendo un total de 120 estaciones de conteo. 5.068 individuos, pertenecientes a 48 especies de ave, fueron registrados.

Al mismo tiempo, mediante imágenes satelitales, los investigadores cuantificaron y clasificaron las coberturas de vegetación nativa de matorral y bosque esclerófilo en éstas áreas, de modo de indagar si existía una correlación entre la diversidad de vegetación presente en los viñedos, y la diversidad de aves presentes en ellos.

Los resultados obtenidos entregan evidencia de cómo los viñedos diversificados benefician a la biodiversidad de aves, en comparación con monocultivos con escasa o nula presencia de vegetación nativa. De las 30 especies de aves analizadas, 19 de ellas mostraron una relación directa con la proporción de vegetación nativa hallada alrededor de los viñedos. 9 de ellas positivamente relacionadas, como fue el caso del canastero colinegro (Pseudasthenes humicola), el chercán negro (Scytalopus fuscus), la codorniz californiana (Callipepla californica), el yal negro (Phrygilus fruticeti), y el carpintero pitío (Colaptes pitius), entre otros, mientras que con otras 6, la proporción de este tipo de vegetación sirvió como un buen predictor (positivo) de su presencia.

Los investigadores también hallaron que, aun cuando las detecciones de aves fueron significativamente mayores en bosques de matorrales continuos, 84% de las especies también fueron encontradas en remanentes de bosque adyacentes a viñas.

La investigación también destacó la presencia y aumento de aves insectívoras en viñedos diversificados, fauna clave para la producción vinícola gracias a su rol en el mantenimiento de ecosistemas y plagas dañinas para los cultivos.
El lugar elegido para el estudio fueron los viñedos de Chile central, donde se concentra el 36,9% de la producción de uvas viníferas, parte de las zonas vitivinícolas del Nuevo Mundo Mediterráneo (NWM) (cuatro áreas que no pertenecen a la cuenca del Mediterráneo, pero que cuentan con las mismas características climáticas).

La actividad vitivinícola en Chile representa un importante activo económico, proyectando para 2020 ventas de US$4,500 millones. Para los investigadores la presión económica asociada a dicha actividad, en conjunto con la posibilidad de expansión de viñedos hacia nuevas zonas como consecuencia del cambio climático, hacen que el estudio de biodiversidad en agroecosistemas sea clave para la planificación para la conservación. “En este sentido, este estudio sienta las bases para la conservación de aves en viñedos y destaca el principio agroecológico de diversificación para la gestión de agroecosistemas” explica su autor principal, “siendo también relevante para hacer comparaciones con otras zonas del NWM, como California, Sudáfrica y Australia”.

Otro punto importante aludido por el estudio es la insuficiente cobertura legal en materia de conservación en Chile, considerando que la mayoría de las zonas con bosques esclerófilos y matorrales de su zona central se encuentran en manos de productores privados. “La conservación de estas áreas depende de las preferencias de los dueños. Este estudio entrega evidencia de cómo mejorar las prácticas para la conservación de biodiversidad, así como también propone resaltar el valor de las preferencias del consumidor para fomentar mejores prácticas para el desarrollo sustentable” comentan los autores.

Texto: Agusta Ordovas
Edición: Diego Pozo
Comunicaciones CAPES

Estudio revela que viñedos más diversos contribuyen a la conservación de aves

El trabajo comparó la presencia de aves en distintos paisajes agroecosistémicos, notando que la proporción de vegetación nativa alrededor de los viñedos es un buen predictor de su abundancia y variedad.

Un estudio del investigador de la Universidad de Chile y CAPES, Andrés Muñoz-Sáez, junto a académicos de las universidades de California Berkeley y Pittsburgh, reveló cómo la vegetación nativa y la conservación de áreas silvestres dentro y alrededor de viñedos son un elemento clave para incrementar la abundancia y riqueza de aves en dichas zonas.

El trabajo, publicado en la revista Conservation Biology, consistió en la ejecución de 6 auditorías y visualizaciones de pájaros en 20 viñedos del Chile Central, estableciendo un total de 120 estaciones de conteo. 5.068 individuos, pertenecientes a 48 especies de ave, fueron registrados.

Al mismo tiempo, mediante imágenes satelitales, los investigadores cuantificaron y clasificaron las coberturas de vegetación nativa de matorral y bosque esclerófilo en éstas áreas, de modo de indagar si existía una correlación entre la diversidad de vegetación presente en los viñedos, y la diversidad de aves presentes en ellos.

Los resultados obtenidos entregan evidencia de cómo los viñedos diversificados benefician a la biodiversidad de aves, en comparación con monocultivos con escasa o nula presencia de vegetación nativa. De las 30 especies de aves analizadas, 19 de ellas mostraron una relación directa con la proporción de vegetación nativa hallada alrededor de los viñedos. 9 de ellas positivamente relacionadas, como fue el caso del canastero colinegro (Pseudasthenes humicola), el chercán negro (Scytalopus fuscus), la codorniz californiana (Callipepla californica), el yal negro (Phrygilus fruticeti), y el carpintero pitío (Colaptes pitius), entre otros, mientras que con otras 6, la proporción de este tipo de vegetación sirvió como un buen predictor (positivo) de su presencia.

Los investigadores también hallaron que, aun cuando las detecciones de aves fueron significativamente mayores en bosques de matorrales continuos, 84% de las especies también fueron encontradas en remanentes de bosque adyacentes a viñas.

La investigación también destacó la presencia y aumento de aves insectívoras en viñedos diversificados, fauna clave para la producción vinícola gracias a su rol en el mantenimiento de ecosistemas y plagas dañinas para los cultivos.
El lugar elegido para el estudio fueron los viñedos de Chile central, donde se concentra el 36,9% de la producción de uvas viníferas, parte de las zonas vitivinícolas del Nuevo Mundo Mediterráneo (NWM) (cuatro áreas que no pertenecen a la cuenca del Mediterráneo, pero que cuentan con las mismas características climáticas).

La actividad vitivinícola en Chile representa un importante activo económico, proyectando para 2020 ventas de US$4,500 millones. Para los investigadores la presión económica asociada a dicha actividad, en conjunto con la posibilidad de expansión de viñedos hacia nuevas zonas como consecuencia del cambio climático, hacen que el estudio de biodiversidad en agroecosistemas sea clave para la planificación para la conservación. “En este sentido, este estudio sienta las bases para la conservación de aves en viñedos y destaca el principio agroecológico de diversificación para la gestión de agroecosistemas” explica su autor principal, “siendo también relevante para hacer comparaciones con otras zonas del NWM, como California, Sudáfrica y Australia”.

Otro punto importante aludido por el estudio es la insuficiente cobertura legal en materia de conservación en Chile, considerando que la mayoría de las zonas con bosques esclerófilos y matorrales de su zona central se encuentran en manos de productores privados. “La conservación de estas áreas depende de las preferencias de los dueños. Este estudio entrega evidencia de cómo mejorar las prácticas para la conservación de biodiversidad, así como también propone resaltar el valor de las preferencias del consumidor para fomentar mejores prácticas para el desarrollo sustentable” comentan los autores.

Texto: Agusta Ordovas
Edición: Diego Pozo
Comunicaciones CAPES

Vecinos con plumas: apreciando la biodiversidad desde la inclusión

Durante octubre de 2019, un grupo interdisciplinario de docentes e investigadores visitó un colegio de niños con discapacidad visual para enseñarles sobre la enorme biodiversidad de aves presente en la Región Metropolitana. La experiencia, nos cuentan, les ayudó a entender lo necesario de una educación ambiental multisensorial, e inclusiva, en las aulas chilenas.

Amanece en Santiago, e incluso antes de abrir los ojos, ya sabemos que la ciudad ha despertado.

El ruido de un auto cortando el aire irrumpe por la ventana, seguido de cerca por los ladridos de un perro. A lo lejos, se escucha amortiguado el pitido de una alarma, y el zumbido eléctrico de un letrero se cuela por los oídos. La luz del sol apenas calienta, y ya la urbe completa es una olla bullente de los más variados sonidos.

Y de vez en cuanto, rompiendo esa cacofonía, el trino matutino de un zorzal.

Las aves, tal vez como ningún otro animal fuera de los insectos, son notables en el hecho de que pueden ser apreciadas tanto por los ojos, como por otros sentidos. Su gran variedad de formas y cantos refleja no sólo la abundante diversidad biológica presente en la ciudad, sino también las distintas maneras en que podemos percibirla quienes vivimos en ella.

Durante el segundo semestre de 2019, un grupo interdisciplinario de científicos, artistas y educadores, de la mano del Laboratorio de Innovación Social para la Discapacidad Visual, OCULAB, pudo corroborar de primera fuente la capacidad inclusiva de las aves como vehículos para conocer la biodiversidad que nos rodea.

Esto, gracias al taller «Vecinos con plumas: comprendiendo la ecología urbana a través de la inclusión», una iniciativa de educación ambiental que buscó acercar distintos tipos de saberes sobre las aves que habitan la ciudad, a niños y niñas con diversos tipos de discapacidad visual.

Por medio de sesiones multisensoriales, los niños aprendieron las principales características de las aves urbanas más comunes de la capital, realizando actividades que incluyeron la emisión de registros sonoros de estas aves, el contacto directo con figuras de madera y ejemplares disecados, e incluso la elaboración de nidos de queltehue y picaflor con materiales comunes.

“Un proyecto educativo multisensorial tiene muchas más posibilidades de implementarse en un público más amplio, que incluya a estudiantes diversos” explica la coordinadora del proyecto y miembro de OCULAB, Luz Valeria Oppliger. “Al utilizar formatos que apelen a los distintos sentidos, estás validando las diversas formas de aprender de los estudiantes, y más posibilidades tienes de motivarlos, (sea cual sea su sentido más fuerte o de preferencia) y un estudiante motivado es un estudiante dispuesto a aprender contenidos” añade.

La iniciativa fue financiada gracias a la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana y la Vicerrectoría de Investigación UC, mediante un fondo orientado al desarrollo de programas educativos basados en principios y valores propios de la formación católica. En este caso, los organizadores del taller se inspiraron en la encíclica del Papa Francisco “Laudato si’”, centrada en el cuidado del medio ambiente y la necesidad de una ecología que integre el lugar del ser humano, y sus relaciones con la realidad que lo rodea, como nuevo paradigma de justicia.

Y para la mayoría de los seres humanos, esa realidad circundante toma la forma de una ciudad: “Escogimos la ecología urbana como tema del taller, porque las metrópolis a menudo son vistas como grandes consumidoras de servicios ecosistémicos, y rara vez como generadoras de los mismos a través de sus áreas verdes, donde cohabitan especies vegetales y animales adaptados a estas nuevas y complejas matrices de interacciones” dice Oppliger.

Sólo en la Región Metropolitana, nos cuenta la también bióloga del Centro de Ecología Aplicada y Biodiversidad, CAPES UC, es posible observar cada día más de una docena de aves urbanas, las cuales, con su presencia, contribuyen a generar territorios resilientes que entregan bienestar a los ciudadanos.

Algunas de estas aves también fueron representadas en la forma de figuras talladas en madera por el artesano nacional Richard Bravo, quien recreó, en tamaño real, a las 12 aves urbanas más vistas en la Región Metropolitana: la paloma, el zorzal, el chincol, el picaflor, el mirlo, el tordo, la cotorra, el queltehue, el tiuque, el chercán, el cachudito y la tórtola, acercando sus formas y tamaños a las manos de los niños.

Además, los participantes del taller también pudieron sentir el plumaje de algunas de estas aves gracias a una serie de ejemplares preparados por el taxidermista y museólogo Patricio Zavala Fernández, curador de la Colección Flora y Fauna Patricio Sánchez Reyes de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica.

El taller, cuya experiencia piloto fue implementada en el Colegio de Niños Ciegos Santa Lucía, contó con un equipo multidisciplinario de profesionales, lo que para Oppliger ayudó a enriquecer la experiencia metodológica: “la discapacidad es una realidad muy compleja, con aristas inimaginables para las personas que no viven la discapacidad. Tener un equipo con personas de distintas formaciones y experiencias siempre enriquecerá un proyecto con sus posibles diseños e implementación”, explica.

Los profesionales CAPES Gabriela Flores y César González fueron los encargados de desarrollar los contenidos y asesorar científicamente el proyecto. Éste último revela que, incluso para los organizadores del taller “esta fue una experiencia increíble; los niños han manifestado un gran interés en el taller participativo, y nos han sorprendido con sus conocimientos y capacidad de imitación de algunas aves que habitualmente podemos percibir, escuchar y/o ver en la ciudad”.

¿Y cómo impactó el taller en los niños que participaron de él? En opinión de los profesionales, tanto los estudiantes de la experiencia piloto como del grupo original apreciaron mucho el taller. “Observamos una gran diversidad de repuestas en las evaluaciones sobre las preferencias de formato de las actividades”, dice Oppliger, “lo que refleja la diversidad y complejidad que representa la discapacidad visual”.

“En los talleres participaron niños con ceguera total, mientras unos preferían las actividades con tacto, otros valoraban más los ejercicios de audición, donde no sólo eran invitados a reconocer los cantos de las aves, sino también a imitarlos” detalla la investigadora. Los estudiantes con discapacidad visual parcial, en cambio, complementaban los sentidos, siempre usando el porcentaje de visión remanente. “En general, la actividad más exitosa fue la construcción de nido de queltehue y de picaflor chico” concluye.

La experiencia, finalmente, constituyó un aprendizaje para estudiantes, y organizadores. “Aprendimos a darnos cuenta de la complejidad que tiene vivir con discapacidad visual, porque este déficit muy pocas veces viene solo, sino acompañado de otras complicaciones físicas, cognitivas, emocionales o psicosociales. También aprendimos a valorar el trabajo de los docentes que imparten clases a estudiantes con discapacidad visual, ya que son aulas donde cada estudiante representa un desafío pedagógico distinto”, remata Oppliger.

Ve el video resumen de la iniciativa.

Vecinos con plumas: apreciando la biodiversidad desde la inclusión

Durante octubre de 2019, un grupo interdisciplinario de docentes e investigadores visitó un colegio de niños con discapacidad visual para enseñarles sobre la enorme biodiversidad de aves presente en la Región Metropolitana. La experiencia, nos cuentan, les ayudó a entender lo necesario de una educación ambiental multisensorial, e inclusiva, en las aulas chilenas.

Amanece en Santiago, e incluso antes de abrir los ojos, ya sabemos que la ciudad ha despertado.

El ruido de un auto cortando el aire irrumpe por la ventana, seguido de cerca por los ladridos de un perro. A lo lejos, se escucha amortiguado el pitido de una alarma, y el zumbido eléctrico de un letrero se cuela por los oídos. La luz del sol apenas calienta, y ya la urbe completa es una olla bullente de los más variados sonidos.

Y de vez en cuanto, rompiendo esa cacofonía, el trino matutino de un zorzal.

Las aves, tal vez como ningún otro animal fuera de los insectos, son notables en el hecho de que pueden ser apreciadas tanto por los ojos, como por otros sentidos. Su gran variedad de formas y cantos refleja no sólo la abundante diversidad biológica presente en la ciudad, sino también las distintas maneras en que podemos percibirla quienes vivimos en ella.

Durante el segundo semestre de 2019, un grupo interdisciplinario de científicos, artistas y educadores, de la mano del Laboratorio de Innovación Social para la Discapacidad Visual, OCULAB, pudo corroborar de primera fuente la capacidad inclusiva de las aves como vehículos para conocer la biodiversidad que nos rodea.

Esto, gracias al taller «Vecinos con plumas: comprendiendo la ecología urbana a través de la inclusión», una iniciativa de educación ambiental que buscó acercar distintos tipos de saberes sobre las aves que habitan la ciudad, a niños y niñas con diversos tipos de discapacidad visual.

Por medio de sesiones multisensoriales, los niños aprendieron las principales características de las aves urbanas más comunes de la capital, realizando actividades que incluyeron la emisión de registros sonoros de estas aves, el contacto directo con figuras de madera y ejemplares disecados, e incluso la elaboración de nidos de queltehue y picaflor con materiales comunes.

“Un proyecto educativo multisensorial tiene muchas más posibilidades de implementarse en un público más amplio, que incluya a estudiantes diversos” explica la coordinadora del proyecto y miembro de OCULAB, Luz Valeria Oppliger. “Al utilizar formatos que apelen a los distintos sentidos, estás validando las diversas formas de aprender de los estudiantes, y más posibilidades tienes de motivarlos, (sea cual sea su sentido más fuerte o de preferencia) y un estudiante motivado es un estudiante dispuesto a aprender contenidos” añade.

La iniciativa fue financiada gracias a la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana y la Vicerrectoría de Investigación UC, mediante un fondo orientado al desarrollo de programas educativos basados en principios y valores propios de la formación católica. En este caso, los organizadores del taller se inspiraron en la encíclica del Papa Francisco “Laudato si’”, centrada en el cuidado del medio ambiente y la necesidad de una ecología que integre el lugar del ser humano, y sus relaciones con la realidad que lo rodea, como nuevo paradigma de justicia.

Y para la mayoría de los seres humanos, esa realidad circundante toma la forma de una ciudad: “Escogimos la ecología urbana como tema del taller, porque las metrópolis a menudo son vistas como grandes consumidoras de servicios ecosistémicos, y rara vez como generadoras de los mismos a través de sus áreas verdes, donde cohabitan especies vegetales y animales adaptados a estas nuevas y complejas matrices de interacciones” dice Oppliger.

Sólo en la Región Metropolitana, nos cuenta la también bióloga del Centro de Ecología Aplicada y Biodiversidad, CAPES UC, es posible observar cada día más de una docena de aves urbanas, las cuales, con su presencia, contribuyen a generar territorios resilientes que entregan bienestar a los ciudadanos.

Algunas de estas aves también fueron representadas en la forma de figuras talladas en madera por el artesano nacional Richard Bravo, quien recreó, en tamaño real, a las 12 aves urbanas más vistas en la Región Metropolitana: la paloma, el zorzal, el chincol, el picaflor, el mirlo, el tordo, la cotorra, el queltehue, el tiuque, el chercán, el cachudito y la tórtola, acercando sus formas y tamaños a las manos de los niños.

Además, los participantes del taller también pudieron sentir el plumaje de algunas de estas aves gracias a una serie de ejemplares preparados por el taxidermista y museólogo Patricio Zavala Fernández, curador de la Colección Flora y Fauna Patricio Sánchez Reyes de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica.

El taller, cuya experiencia piloto fue implementada en el Colegio de Niños Ciegos Santa Lucía, contó con un equipo multidisciplinario de profesionales, lo que para Oppliger ayudó a enriquecer la experiencia metodológica: “la discapacidad es una realidad muy compleja, con aristas inimaginables para las personas que no viven la discapacidad. Tener un equipo con personas de distintas formaciones y experiencias siempre enriquecerá un proyecto con sus posibles diseños e implementación”, explica.

Los profesionales CAPES Gabriela Flores y César González fueron los encargados de desarrollar los contenidos y asesorar científicamente el proyecto. Éste último revela que, incluso para los organizadores del taller “esta fue una experiencia increíble; los niños han manifestado un gran interés en el taller participativo, y nos han sorprendido con sus conocimientos y capacidad de imitación de algunas aves que habitualmente podemos percibir, escuchar y/o ver en la ciudad”.

¿Y cómo impactó el taller en los niños que participaron de él? En opinión de los profesionales, tanto los estudiantes de la experiencia piloto como del grupo original apreciaron mucho el taller. “Observamos una gran diversidad de repuestas en las evaluaciones sobre las preferencias de formato de las actividades”, dice Oppliger, “lo que refleja la diversidad y complejidad que representa la discapacidad visual”.

“En los talleres participaron niños con ceguera total, mientras unos preferían las actividades con tacto, otros valoraban más los ejercicios de audición, donde no sólo eran invitados a reconocer los cantos de las aves, sino también a imitarlos” detalla la investigadora. Los estudiantes con discapacidad visual parcial, en cambio, complementaban los sentidos, siempre usando el porcentaje de visión remanente. “En general, la actividad más exitosa fue la construcción de nido de queltehue y de picaflor chico” concluye.

La experiencia, finalmente, constituyó un aprendizaje para estudiantes, y organizadores. “Aprendimos a darnos cuenta de la complejidad que tiene vivir con discapacidad visual, porque este déficit muy pocas veces viene solo, sino acompañado de otras complicaciones físicas, cognitivas, emocionales o psicosociales. También aprendimos a valorar el trabajo de los docentes que imparten clases a estudiantes con discapacidad visual, ya que son aulas donde cada estudiante representa un desafío pedagógico distinto”, remata Oppliger.

Ve el video resumen de la iniciativa.

De la playa a la ciudad: aves marinas y ecosistemas costeros

Con la ayuda de chercanes, zorzales, cormoranes y pelícanos, la investigadora CAPES Giorgia Graells busca entender la percepción de los habitantes del Gran Valparaíso acerca de los ecosistemas marinos que habitan y los servicios que éstos proveen, en un intento por determinar los efectos de la urbanización en la relación entre unos y otros.

Las aves marinas son un componente esencial de los ecosistemas costeros. Gracias a su accesibilidad y posición privilegiada en la cadena alimentaria, ayudan a ecólogos y conservacionistas a estimar el estado de diversos parámetros dentro de un ambiente, tales como la disponibilidad de alimento, los niveles de contaminación, y los efectos del clima sobre las diversas interacciones que ocurren en el mar, o cerca de éste.

Pero los servicios que ofrecen estas aves no terminan donde revientan las olas. Su enorme capacidad de desplazamiento también les permite adentrarse en puertos y ciudades en busca de comida, deleitando la vista de navegantes, pescadores, veraneantes y transeúntes por igual, fundiéndose igualmente en los paisajes urbanos.

¿Pero cuánto valoran los mismos habitantes de estos paisajes el papel que juegan estos organismos en su propio bienestar?

Esa es la pregunta que Giorgia Graells, bióloga y magister en Manejo y Conservación de Recursos Naturales busca responderse en una tesis para optar al grado de doctora en Ciencias Biológicas con mención en Ecología, llevada a cabo bajo el alero de la línea 5 de CAPES y conducida por el director de la línea, Prof. Stefan Gelcich.

La respuesta, comenta Graells, puede servirnos para entender de mejor manera la actitud de las personas hacia los ecosistemas urbanos que habitan, desarrollar políticas de conservación y manejo de recursos naturales que incorporen dimensiones tanto biológicas como sociales, y ayudar a resolver potenciales conflictos socioecológicos con una mirada basada en la interdisciplina y los contextos locales.

“Uno de los objetivos del estudio es conocer las percepciones de la gente respecto de la biodiversidad de su entorno y de los servicios ecosistémicos que brinda por medio de encuestas, comparando luego esas percepciones con la diversidad real que presentan estas zonas” explica. Para alcanzar este objetivo, el trabajo contempló una fase de monitoreo de aves en el sitio del estudio, un área que abarca las comunas de Valparaíso, Viña del Mar, y Concón.

Para la investigadora, la elección del “Gran Valparaíso” como lugar del estudio es también un intento por incorporar espacios menos estudiados en el campo de la ecología urbana: “Hasta ahora, dicha disciplina se ha concentrado mucho en las grandes metrópolis del interior, con mayor presencia de biodiversidad terrestre. Poco se sabe de cómo se percibe la biodiversidad en las ciudades costeras, que son de las más urbanizadas y de las que, por su posición estratégica para la economía de los países, crecen con mayor rapidez”.

El énfasis en las aves, por otra parte, se da por razones similares a las que hacen de ellas tan buenos indicadores de la salud de los océanos y costas: su ubicuidad y vistosidad. “Las aves son un elemento de la naturaleza conspicuo, que permiten un acercamiento directo con lo natural” dice Graells, para luego continuar, “las aves también entregan beneficios culturales importantes, como el placer estético, ya que suelen atraernos de ellas cosas tan variadas como su plumaje, su comportamiento o su canto. También hay un vínculo desde lo material, como en el caso de la artesanía, y espiritual. Son materia de mitos y contienen un valor simbólico. Conectar con ellas es en parte conectar con los entornos naturales”.

Si bien el estudio aún se encuentra en su etapa de análisis de datos, Graells ya ha podido extraer aprendizajes valiosos de este trabajo: “La gente se siente conectada con las aves, sobre todo aquellos grupos que tienen un lazo más cercano a los territorios, como son los surfistas, clubes deportivos, y clubes de yates. Las ven como una forma cercana de naturaleza, especialmente en espacios donde ésta no está muy presente o se haya escondida. Le otorgan un valor especial” comenta. Sin embargo, advierte, estas impresiones varían según las especies y los entornos en que son observadas.

“Palomas y gaviotas, por ejemplo, tienen una carga muy negativa entre las personas, sobre todo cuando la paloma está en la playa o la gaviota en la ciudad. Hay una percepción distinta de la especie de acuerdo a la cubierta en que se encuentra” detalla.

En su opinión, palomas y gaviotas tienen un rincón especial en el imaginario colectivo de los porteños por las características particulares de estas especies, en especial, “la plasticidad que presentan a nivel de alimentación y uso de los espacios”. Más plasticidad, significa más presencia en entornos urbanizados e incidencia sobre el bienestar (y en algunos casos, malestar) humano.

De ahí que el estudio considerara variables como los distintos ambientes en que eran halladas estas especies —roquerío natural, roquerío intervenido, playa natural, playa intervenida, ciudad, áreas verdes, entre otras— como un factor importante a considerar.

Educación y divulgación

Uno de los frutos ya visibles del trabajo de Graells fue la realización de distintos materiales de difusión que dan a conocer la variedad de aves que pueblan el Gran Valparaíso.

“La idea de confeccionar estos materiales partió más como una forma de retribuir la disposición de las personas que participaron de las encuestas y entrevistas” explica la bióloga. “La gente demostró real interés por saber los nombres de las aves que les mostrábamos y si habían contestado bien las preguntas. Algunos entrevistados incluso me dejaban grabar sonido ambiente de las aves que rondaban por el lugar, así que sentí la obligación de reconocer ese interés a través de estos regalos”.

Esta experiencia motivó a la investigadora a difundir más el patrimonio natural del ecosistema costero de la zona central mostrando una selección de sus aves más comunes, entre los que se encuentran cormoranes, zarapitos, queltehues y gaviotas, por medio de afiches, trípticos y separadores de página (ver imagen), los cuales también contienen información relevante sobre estas especies.

Divulgar el rol y atributos de estas aves, y de paso educar en la valoración y conservación de la biodiversidad presente en estos espacios, no es una idea ajena a los intereses de Graells, quien desde hace años se dedica también a la educación ambiental a través de su consultora científica Ciencia Austral, la cual realiza actividades de turismo y educación enfocada en temas de medio ambiente y ecología.

En su opinión, la interacción entre la educación ambiental, la investigación científica y la participación ciudadana es particularmente rica en lo que respecta a las aves, que de un tiempo a esta parte han sido objeto de importantes iniciativas de ciencia ciudadana. “Esa misma conexión entre las personas y las aves ha hecho que cada vez haya mayor información sobre ellas, en buena parte gracias a instancias como las campañas de avistamiento y los grupos de observación de aves” comenta.

“Estas son herramienta de conocimiento y conexión con la naturaleza muy valiosas, pues ayudan a entender que lo natural no sólo se haya en lo no intervenido, en el bosque virgen, sino también en plazas y espacios modificados. Ayudan a ver la naturaleza en donde sea, incluso desde el patio de la casa. Te hacen valorizar la naturaleza en sus distintos grados”.

De la playa a la ciudad: aves marinas y ecosistemas costeros

Con la ayuda de chercanes, zorzales, cormoranes y pelícanos, la investigadora CAPES Giorgia Graells busca entender la percepción de los habitantes del Gran Valparaíso acerca de los ecosistemas marinos que habitan y los servicios que éstos proveen, en un intento por determinar los efectos de la urbanización en la relación entre unos y otros.

Las aves marinas son un componente esencial de los ecosistemas costeros. Gracias a su accesibilidad y posición privilegiada en la cadena alimentaria, ayudan a ecólogos y conservacionistas a estimar el estado de diversos parámetros dentro de un ambiente, tales como la disponibilidad de alimento, los niveles de contaminación, y los efectos del clima sobre las diversas interacciones que ocurren en el mar, o cerca de éste.

Pero los servicios que ofrecen estas aves no terminan donde revientan las olas. Su enorme capacidad de desplazamiento también les permite adentrarse en puertos y ciudades en busca de comida, deleitando la vista de navegantes, pescadores, veraneantes y transeúntes por igual, fundiéndose igualmente en los paisajes urbanos.

¿Pero cuánto valoran los mismos habitantes de estos paisajes el papel que juegan estos organismos en su propio bienestar?

Esa es la pregunta que Giorgia Graells, bióloga y magister en Manejo y Conservación de Recursos Naturales busca responderse en una tesis para optar al grado de doctora en Ciencias Biológicas con mención en Ecología, llevada a cabo bajo el alero de la línea 5 de CAPES y conducida por el director de la línea, Prof. Stefan Gelcich.

La respuesta, comenta Graells, puede servirnos para entender de mejor manera la actitud de las personas hacia los ecosistemas urbanos que habitan, desarrollar políticas de conservación y manejo de recursos naturales que incorporen dimensiones tanto biológicas como sociales, y ayudar a resolver potenciales conflictos socioecológicos con una mirada basada en la interdisciplina y los contextos locales.

“Uno de los objetivos del estudio es conocer las percepciones de la gente respecto de la biodiversidad de su entorno y de los servicios ecosistémicos que brinda por medio de encuestas, comparando luego esas percepciones con la diversidad real que presentan estas zonas” explica. Para alcanzar este objetivo, el trabajo contempló una fase de monitoreo de aves en el sitio del estudio, un área que abarca las comunas de Valparaíso, Viña del Mar, y Concón.

Para la investigadora, la elección del “Gran Valparaíso” como lugar del estudio es también un intento por incorporar espacios menos estudiados en el campo de la ecología urbana: “Hasta ahora, dicha disciplina se ha concentrado mucho en las grandes metrópolis del interior, con mayor presencia de biodiversidad terrestre. Poco se sabe de cómo se percibe la biodiversidad en las ciudades costeras, que son de las más urbanizadas y de las que, por su posición estratégica para la economía de los países, crecen con mayor rapidez”.

El énfasis en las aves, por otra parte, se da por razones similares a las que hacen de ellas tan buenos indicadores de la salud de los océanos y costas: su ubicuidad y vistosidad. “Las aves son un elemento de la naturaleza conspicuo, que permiten un acercamiento directo con lo natural” dice Graells, para luego continuar, “las aves también entregan beneficios culturales importantes, como el placer estético, ya que suelen atraernos de ellas cosas tan variadas como su plumaje, su comportamiento o su canto. También hay un vínculo desde lo material, como en el caso de la artesanía, y espiritual. Son materia de mitos y contienen un valor simbólico. Conectar con ellas es en parte conectar con los entornos naturales”.

Si bien el estudio aún se encuentra en su etapa de análisis de datos, Graells ya ha podido extraer aprendizajes valiosos de este trabajo: “La gente se siente conectada con las aves, sobre todo aquellos grupos que tienen un lazo más cercano a los territorios, como son los surfistas, clubes deportivos, y clubes de yates. Las ven como una forma cercana de naturaleza, especialmente en espacios donde ésta no está muy presente o se haya escondida. Le otorgan un valor especial” comenta. Sin embargo, advierte, estas impresiones varían según las especies y los entornos en que son observadas.

“Palomas y gaviotas, por ejemplo, tienen una carga muy negativa entre las personas, sobre todo cuando la paloma está en la playa o la gaviota en la ciudad. Hay una percepción distinta de la especie de acuerdo a la cubierta en que se encuentra” detalla.

En su opinión, palomas y gaviotas tienen un rincón especial en el imaginario colectivo de los porteños por las características particulares de estas especies, en especial, “la plasticidad que presentan a nivel de alimentación y uso de los espacios”. Más plasticidad, significa más presencia en entornos urbanizados e incidencia sobre el bienestar (y en algunos casos, malestar) humano.

De ahí que el estudio considerara variables como los distintos ambientes en que eran halladas estas especies —roquerío natural, roquerío intervenido, playa natural, playa intervenida, ciudad, áreas verdes, entre otras— como un factor importante a considerar.

Educación y divulgación

Uno de los frutos ya visibles del trabajo de Graells fue la realización de distintos materiales de difusión que dan a conocer la variedad de aves que pueblan el Gran Valparaíso.

“La idea de confeccionar estos materiales partió más como una forma de retribuir la disposición de las personas que participaron de las encuestas y entrevistas” explica la bióloga. “La gente demostró real interés por saber los nombres de las aves que les mostrábamos y si habían contestado bien las preguntas. Algunos entrevistados incluso me dejaban grabar sonido ambiente de las aves que rondaban por el lugar, así que sentí la obligación de reconocer ese interés a través de estos regalos”.

Esta experiencia motivó a la investigadora a difundir más el patrimonio natural del ecosistema costero de la zona central mostrando una selección de sus aves más comunes, entre los que se encuentran cormoranes, zarapitos, queltehues y gaviotas, por medio de afiches, trípticos y separadores de página (ver imagen), los cuales también contienen información relevante sobre estas especies.

Divulgar el rol y atributos de estas aves, y de paso educar en la valoración y conservación de la biodiversidad presente en estos espacios, no es una idea ajena a los intereses de Graells, quien desde hace años se dedica también a la educación ambiental a través de su consultora científica Ciencia Austral, la cual realiza actividades de turismo y educación enfocada en temas de medio ambiente y ecología.

En su opinión, la interacción entre la educación ambiental, la investigación científica y la participación ciudadana es particularmente rica en lo que respecta a las aves, que de un tiempo a esta parte han sido objeto de importantes iniciativas de ciencia ciudadana. “Esa misma conexión entre las personas y las aves ha hecho que cada vez haya mayor información sobre ellas, en buena parte gracias a instancias como las campañas de avistamiento y los grupos de observación de aves” comenta.

“Estas son herramienta de conocimiento y conexión con la naturaleza muy valiosas, pues ayudan a entender que lo natural no sólo se haya en lo no intervenido, en el bosque virgen, sino también en plazas y espacios modificados. Ayudan a ver la naturaleza en donde sea, incluso desde el patio de la casa. Te hacen valorizar la naturaleza en sus distintos grados”.

[CANCELADO] Lanzamiento Libro «Las aves rapaces de Chile»

CAPES y la Editorial Flora y Fauna, los invitan al lanzamiento del libro “Las aves rapaces de Chile”, el compendio más completo de las más de 36 aves de presa que pueblan el territorio nacional, desde el pequeño chuncho al imponente cóndor. El libro, escrito por los investigadores Agustín Iriarte, Tomás Rivas-Fuenzalida y Fabián Jaksic, contiene detalles de distribución, dieta, hábitos y características fisiológicas de cada especie, acompañadas de fotografías que reflejan la belleza de estas criaturas aladas.

La actividad se realizará el próximo martes 24 de marzo a partir de las 18:30 hrs. en la sede Lo Contador de la Universidad Católica (El Comendador 1916, Providencia), e incluirá charlas de especialistas en distintos ámbitos relacionados al manejo y estudio de este grupo de aves.

Durante la actividad se sortearán entre los asistentes diversas figuras de algunas de estas aves talladas en madera por el artesano Richard Bravo.

¡Los y las esperamos!