Exposición inmersiva sobre los efectos del cambio climático se tomará el Museo Nacional de Historia Natural

  • El cruce entre ciencia y arte está en el corazón de “Rizósfera Viviente: descubriendo el microcosmos de las raíces», una muestra que se instalará en el emblemático museo al interior del Parque Quinta Normal, y que es organizada por el Núcleo Milenio para el Desarrollo de Plantas Súper Adaptables (MN-SAP), con el apoyo del Museo Nacional de Historial Natural.
  • Andrea Errázuriz es la artista nacional que dio vida a esta obra inmersiva, que busca generar conciencia sobre los efectos del cambio climático y el rol de la ciencia en buscar soluciones para producir plantas con una mayor capacidad de absorción de nutrientes.
  • “Rizósfera Viviente” se exhibirá del 10 de abril al 8 de mayo, de martes a sábado entre 10:00 a 17:30 horas, en el Salón Central del museo. Este proyecto es financiado por la Iniciativa Científica Milenio de ANID.

Santiago, marzo de 2024.  ¿Qué resulta de la mezcla poco común entre creación artística, ciencia, plantas que podrían absorber más nutrientes y la co-creación entre autor y espectador? La respuesta es “Rizósfera Viviente: descubriendo el microcosmos de las raíces”, una exposición que mezcla distintas disciplinas, y que por un mes se tomará el Salón Central del Museo Nacional de Historia Natural, en el Parque Quinta Normal. 

La génesis del proyecto tiene que ver con las investigaciones científicas del Núcleo Milenio para el Desarrollo de Plantas Súper Adaptables (MN-SAP), su relación con el calentamiento global y las actividades que realizan para llevar ese conocimiento -específico y técnico- a un público no especializado.

La rizósfera es la parte del suelo que está más cercana a las raíces de las plantas. En esta zona se desarrolla una gran diversidad de vida microbiana y, además, cuenta con nutrientes y agua.

Para representarla los y las creadoras de la idea pensaron en una obra que fuera inmersiva y que, en último término, invitara a los espectadores a co-crearla, a través de distintas instancias en las que podrán construir con sus propias manos elementos que simulen componentes vitales de la rizósfera, tales como bacterias y hongos.

Así surge “Rizósfera Viviente”, una muestra que estará abierta al público entre el 10 de abril y el 8 de mayo y que pretende generar conciencia sobre los efectos del cambio climático y el rol de la ciencia en buscar soluciones para producir plantas con una mayor capacidad de absorción de nutrientes.

“Este proyecto busca explicar, a través de una apuesta original, la compleja y, a su vez, fascinante relación de las plantas con el cambio climático, enfatizando en los estudios que lideramos como núcleo de investigación en este campo. Estamos entusiasmados de liderar esta propuesta que ha sido co-diseñada con la visión de todos nuestros investigadores e investigadoras, involucrando así a la comunidad académica en el rol de crear más puentes que conecten el conocimiento con la sociedad, visibilizando en este caso la importancia de la rizósfera en nuestra vida y entorno”, detalla la Dra. María Francisca Blanco, directora del Núcleo Milenio para el Desarrollo de Plantas Súper Adaptables e investigadora del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES.

Este proyecto es financiado por el programa Proyección al Medio Externo (PME) de la Iniciativa Científica Milenio de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo ANID, adjudicada por el núcleo MN-SAP en 2023. Dicho programa busca conectar a los Centros Milenio con la sociedad, el sector educativo, público y/o privado a través de distintas iniciativas de extensión y comunicación científica.

Una muestra que invita a cocrear

“Se quiso mostrar a través de una obra en alambre, de una manera conceptual”, explica Andrea Errázuriz, la artista chilena que dio vida y forma a “Rizósfera Viviente”, usando materialidades como el alambre. “El hecho de que sea interactiva, hace que el público sea parte de la obra. Esta no está terminada sin la participación de los y las espectadoras, y eso los hace ser artistas a ellos también”, destaca la creadora sobre el concepto de co-creación, que es parte de la esencia de esta experiencia.

Se trata del debut de Andrea Errázuriz en un proyecto vinculado con una temática científica. “Esta unión ya es algo original. Es la primera vez que me toca crear una obra relacionada con la ciencia. Me parece muy interesante hacer estos cruces, con temas tan específicos y científicos y lograr representarlo de una manera conceptual y artística, dejando la interpretación libre para cada espectador”, añade la artista, creadora de Lambra.cl

“Rizósfera Viviente” también se trata de “sacar a la luz esta vida oculta que no logramos ver, representada en un manto sustentable”, detalla, respecto a la forma que tendrá la exposición en el museo.

Colaboración nacional

Para alcanzar un alcance significativo y que niños, niñas, jóvenes y familias completas vivencien esta experiencia, el Museo Nacional de Historia Natural – que recibe miles de visitas mensuales- colabora desde el inicio de este proyecto, facilitando el espacio donde estará la muestra y promoviendo la participación de los visitantes en los talleres y mediaciones.

Mario Castro, director del Museo Nacional de Historia Natural, señala que “nos entusiasma como museo recibir una muestra como ‘Rizósfera Viviente’, puesto que resalta varias temáticas que están muy vinculadas con nuestro quehacer, como el dar relevancia al mundo natural, con actores poco conocidos como el reino Fungi y su fundamental aporte a nuestros ecosistemas, y además se hace desde un formato que combina ciencia y arte, lo que también es de gran interés para el MNHN. Esperamos que una gran cantidad de personas interactúen con esta muestra, y que también tomen conciencia de que el cuidado de nuestro planeta es una urgencia.”

El Núcleo Milenio para el Desarrollo de Plantas Súper Adaptables es dirigido por María Francisca Blanco (Universidad Andrés Bello) y por Claudio Meneses (Pontificia Universidad Católica de Chile), como director alterno. También participan como universidades asociadas la Universidad Adolfo Ibáñez y Universidad de Talca. La exposición cuenta, además, con el apoyo del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) y el Instituto Milenio de Biología Integrativa (IBIO).

Apertura muestra

La inauguración de la muestra se realizará el miércoles 10 de abril a las 11:00 hrs. en dependencias del museo en Quinta Normal. Posterior a la apertura se realizará un taller de construcción de elementos tejidos que podrán contribuir a la muestra (cupos limitados, sin inscripción), a cargo de Verónica Curihuinca, artesana Mapuche con 23 años de trayectoria y experiencia en diferentes técnicas ancestrales como: Witral (telar), orfebrería (joyería mapuche en metal y piedras), bordados en arpillera y crochet.

Fuente: Comunicaciones MN-SAP

Día del agua: nuevo sendero ecológico promoverá soluciones a la sequía en un ecosistema amenazado

“Sendero Interpretativo e Inclusivo Umbral” es el nombre de este nuevo recorrido emplazado en una de las entradas del Parque San Carlos de Apoquindo, en la comuna de Las Condes. La zona es hogar de cientos de especies animales y vegetales del bosque esclerófilo chileno, uno de los ecosistemas más frágiles del mundo.

La iniciativa, liderada por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, junto a la Asociación Parque Cordillera y la Universidad Católica de Chile, incluyó la restauración y reforestación de áreas estratégicas de este reducto, además de la instalación de zanjas de infiltración que ayudan a recolectar de manera más eficiente el agua caída durante el período de lluvias, ayudando a la recuperación del bosque.

Un nuevo sendero ecológico ubicado a minutos de la ciudad de Santiago abrirá sus puertas este miércoles 20 de marzo, en uno de los ecosistemas naturales más afectados por el cambio climático en todo el mundo: el bosque esclerófilo de la zona central de Chile. 

Se trata del sendero “Umbral”, una iniciativa financiada por el programa Ciencia Pública del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación que tiene por objetivo promover la importancia de este bosque para la vida de los habitantes de la Región Metropolitana, y generar nuevas formas de relación entre las personas y la naturaleza. 

“La recuperación del bosque esclerófilo es una tarea de largo aliento que requiere de la contribución de toda la comunidad. Sin embargo, el acceso a la montaña es limitado, lo que ha profundizado la desconexión entre el humano y el bosque. Es por ello que la creación de espacios educativos y de interacción son vitales para el re encuentro con este ecosistema, el reconocimiento de sus amenazas actuales y el desarrollo de actitudes que contribuyan a su recuperación”, cuenta el Dr. Pablo Becerra, director general del proyecto.

Con una extensión aproximada de 800 metros, el sendero se encuentra ubicado en el sector La Plaza Norte del Parque San Carlos de Apoquindo (predio UC), en la comuna de Las Condes. Durante su recorrido, los visitantes podrán detenerse en distintas estaciones informativas donde aprenderán sobre algunas de las características del bosque esclerófilo, sus principales amenazas, y las distintas formas en que podemos ayudarlo y protegerlo.

Precisamente, una de estas soluciones son las 7 zanjas de infiltración instaladas a lo largo del sendero, las cuales podrán capturar, en días de lluvia, entre 300 y 1.000 m³/ha de agua por cada 200 mm de lluvia caída, permitiendo así una mejor hidratación del suelo y una fuente de agua adicional para las especies vegetales que sobreviven en este ecosistema.  

«Este proyecto permite conocer soluciones basadas en la naturaleza para la gestión del agua, en este caso capturando el escurrimiento de aguas lluvia y de tormenta, infiltrándolas y así evitando la erosión y degradación de suelos, y a profundidad donde quedan a salvo de la alta evaporación de esta zona.», explica el Dr. Cedric Little, encargado de la instalación de estas zanjas.

El bosque esclerófilo es un tipo de ecosistema tan rico como único: se desarrolla específicamente en climas mediterráneos, los que sólo están presentes en cinco lugares del mundo: Sudáfrica, California, Australia, la cuenca del Mediterráneo, y Chile. Actualmente, la principal amenaza que sufre este sistema es la sequía prolongada que arrastra desde hace casi 13 años, tiempo durante el cual los árboles de este bosque han recibido apenas un tercio de su carga de lluvia normal, aumentando su mortalidad y amenazando como nunca antes su supervivencia.

A este peligro, se suman la continua pérdida de superficie producto del cambio de uso de suelo (la cual ha reducido en ⅔ su superficie original), y los incendios forestales cada vez más devastadores que han afectado a nuestro país a causa de las altas temperaturas.

De este modo, el nuevo sendero buscará resignificar el valor de este bosque, así como los desafíos y estrategias para su rehabilitación, a través de experiencias museográficas y en terreno, y material educativo que promueven una experiencia abierta e inclusiva, con especial atención a las personas con discapacidad visual y auditiva que visiten el parque. Cada elemento del nuevo sendero estará pensado para su uso y goce.

“Este parque educativo interpretativo busca ofrecer un sendero educativo sensorial donde personas con discapacidad visual y auditiva puedan interactuar a través de visitas guiadas y soportes educativos inclusivos donde se transmitan los valores del bosque.”, aclara Sofía Herrera, directora de Transferencia y Vinculación de CAPES y coordinadora creativa del proyecto Sendero Umbral.

Asimismo, las personas que visiten este sendero a partir de esta semana podrán hacerlo de manera gratuita por los próximos tres meses, pudiendo participar de las múltiples actividades que el equipo a cargo del proyecto tiene preparadas para ese tiempo; desde recorridos inclusivos a baños de bosque, pasando por talleres, charlas, y experiencias recreacionales y educativas de todo tipo.

Para conocer estas actividades, las personas interesadas pueden seguir la cuenta de Instagram del proyecto, @senderoumbral.

Ceremonia de inauguración

Para dar comienzo oficialmente al período de actividades del sendero, el equipo a cargo de su creación realizará una ceremonia de inauguración el próximo viernes 22 de marzo desde las 9:00 hrs. en el acceso al sendero (Avenida San Carlos de Apoquindo 450, Las Condes),

A la ceremonia, estarán invitadas autoridades gubernamentales y municipales, así como representantes de todas las organizaciones que colaboraron en la creación de este espacio. Durante el acto, contaremos con las palabras del director general del proyecto, el investigador de CAPES, Pablo Becerra, y de la presidenta de la Asociación a cargo de la Administración de este parque, Deborah Raby. 

Entre las actividades que se contemplan para ese día, se encuentra la plantación de un árbol de Guayacán (especie en estado de conservación Vulnerable) en uno de los sitios de reforestación del sendero; una charla sobre las oportunidades de restauración ecológica en la zona central del investigador CAPES Pablo Becerra y otra charla sobre zanjas de infiltración a cargo del investigador CAPES, Cedric Little y el primer recorrido oficial por el sendero».

Sobre el proyecto

Sendero Umbral es el fruto final del proyecto de Ciencia Pública «Parque Educativo Interpretativo para la Valoración del Bosque Esclerófilo de Chile Central», ejecutado por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES, y financiado por el programa Ciencia Pública del Ministerio de Ciencias, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

Durante su desarrollo, contó con la destacada colaboración de la Asociación Parque Cordillera, la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Municipalidad de Las Condes, el Club Deportivo Universidad Católica, la Fundación Turismo Inclusivo, y el Jardín Botánico Chagual, entre otras instituciones. 

Fuente: Comunicaciones CAPES

CICE presenta sus cursos de Ecología 2024 para docentes y estudiantes

El Centro de Investigación Científica Escolar CICE, junto al Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, invitan a estudiantes y docentes a sus cursos de Ecología 2024.

Ecología Aplicada para estudiantes de educación media

La séptima versión del Curso Ecología Aplicada, se realizará entre el martes 2 y el viernes 12 de enero 2024 y está dirigido a estudiantes del país que durante el año 2023 hayan cursado entre 1° y 4° medio en cualquier tipo de establecimiento educacional. El objetivo es profundizar en los aspectos curriculares relacionados con ecología, a través de cátedras que se llevarán a cabo en el Campus San Joaquín de la Universidad Católica, y salidas a terreno al Parque Nacional Río Clarillo, Humedal Tunquén y Estación Costera de Investigaciones Marinas ECIM UC.

Se realizará un proceso de selección a partir de las postulaciones que se reciban, quienes resulten seleccionados para participar en el curso se les otorgará una beca completa por parte de CICE, la que no cubre el costo de traslado y alojamiento de los estudiantes que vengan fuera de la Región Metropolitana.

FECHAS IMPORTANTES

Postulaciones: Hasta el sábado 2 de diciembre de 2023 a las 23:59 hrs, en el siguiente formulario.

Resultados de las postulaciones: Sábado 16 de diciembre de 2023, por las redes sociales y la web CICE.

Antes de postular, los estudiantes deben leer las bases del curso de verano para consultas, pueden escribir a Carlos Zurita, director CICE: cazuritar@uc.cl

Más información: https://www.cice.cl/cursoecologiaaplicada

Actualización curricular para docentes

La quinta versión del Curso Actualización Curricular en Ecología, dirigido a docentes de ciencias de cualquier subsector que tengan la labor de liderar cursos de Ciencias, Biología o las nuevas asignaturas de Ciencias para la Ciudadanía y Biología de los Ecosistemas, también pueden participar educadores ambientales y público general que tenga interés en el tema (ONG´s, Fundaciones, Centros de Investigación, entre otros). El curso, de 30 horas cronológicas, se llevará a cabo del 08 al 12 de enero 2024 en el Campus San Joaquín de la Universidad Católica.

El curso está dividido en cuatro módulos: I. Conocimientos Curriculares: Bases curriculares 2020. II. Ecología de Poblaciones: Nichos ecológicos, distribución geográfica, crecimiento poblacional, densidad poblacional, tasas de natalidad y mortalidad, curvas de sobrevivencia, efecto de factores bióticos y abióticos en el crecimiento de la población y en sus fitness, formas de dinámicas poblacionales. III. Ecología de Comunidades: Interacciones intra e interespecíficas (competencia, depredación, mutualismo, comensalismo, amensalismo, entre otras). Factores bióticos y abióticos que afectan a las comunidades. Flujo de materia y energía en los ecosistemas. IV. Ecología Aplicada: Amenazas para la conservación, como la sobreexplotación, pérdida y degradación del hábitat, introducción de especies exóticas, enfermedades y extinciones. Acciones de conservación y restauración ecológica. Cambio climático a nivel nacional y servicios ecosistémicos.​

La modalidad es presencial, con clases teórico-prácticas que contemplan una salida a terreno el miércoles 10 de enero a la Región de Valparaíso, a la Estación Costera de Investigaciones Marinas (ECIM) y al Humedal Tunquén.

​El valor del curso es de $200.000 y se puede pagar vía Webpay con tarjetas de débito, crédito o prepago.

FECHAS IMPORTANTES

Postulaciones: Hasta el sábado 6 de enero de 2023 a las 23:59 hrs, en este formulario de inscripción.

Consultas: cazuritar@uc.cl 

Más información: https://www.cice.cl/cursodocente

Texto: Comunicaciones CAPES

CAPES visita Maipú, Lo Barnechea y Santiago como parte del Festival de las Ciencias 2023

Con actividades para toda la familia, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad tuvo una concurrida participación durante una nueva versión de este evento científico nacional, de la mano de sus iniciativas Mosca Científica, Jardines x la Biodiversidad, el proyecto documental “Elementos” y la Colección de Flora y Fauna Patricio Sánchez.

En sus marcas, listos ¡ya! Con esa famosa frase, proferida por uno de los monitores del espacio, la manta oscura que cubre la pista de carreras se levanta ¡y comienza una nueva competencia! ‘Usain fly’, uno de los favoritos del público, toma rápidamente la delantera, pero se devuelve; dos pistas más allá, ‘Drosophiraptor’ aprovecha la oportunidad y avanza unos cuantos puestos; a su lado, ‘Heriberto Eustaquio’ trata de seguir el ritmo, pero no logra sostener el esfuerzo, mientras que ‘Ama Alita’ persiste en llegar a la comida, hasta que la alcanza… y ¡gana! 

Este relato, de no ser por lo curioso de los nombres, bien podría ser parte de una transmisión de los Panamericanos de Santiago, pero se trata de una carrera donde los competidores ni siquiera son humanos, sino 8 moscas de laboratorio expuestas a distintos regímenes de temperatura que luchan por ser la primera en alcanzar su comida durante una de las exhibiciones más aplaudidas de la feria de cierre del Festival de las Ciencias, realizada el 7 y 8 de octubre en Plaza de Maipú. 

La experiencia, creada por la iniciativa “Mosca científica” para ayudar a entender la distribución, dinámica poblacional y respuestas de distintas especies de Drosophila frente al cambio climático, fue de las actividades más visitadas durante los últimos días de este renombrado Festival nacional organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCiencia), en colaboración con aliados territoriales en todo el país.. 

“En esta nueva edición del Festival de las Ciencias quisimos destacar y rescatar los conocimientos de cada territorio. Por eso, por primera vez, estamos en todas las regiones de Chile. Y lo más importante: cada región diseñó sus contenidos, armó sus actividades, hizo su propia cartelera”, explicó la ministra de Ciencia, Aisén Etcheverry, durante la inauguración del Festival, que, entre el 1 y el 8 de octubre, ofreció cientos de actividades gratuitas en más de 60 comunas a lo largo de Chile. 

Justamente, una de las instituciones encargadas de organizar el Festival en la Región Metropolitana fue la Pontificia Universidad Católica de Chile, que tuvo a su cargo la coordinación de actividades en nodos estratégicos de la provincia de Santiago como Providencia, Maipú, Lo Barnechea, San Joaquín, Renca y La Pintana, permitiendo de este modo un alcance a las 32 comunas que conforman la provincia.

Moscas, jardines, flora y fauna

El curador de la Colección de Flora y Fauna Prof. Patricio Sánchez, Benito Rosende, durante una de las visitas guiadas que realizó la unidad.

Este 2023, CAPES realizó 7 actividades en conjunto con sus socios estratégicos, la iniciativa de comunicación de la ciencia “Mosca Científica”, el programa “Jardines x la Biodiversidad”, el proyecto documental “Elementos” y la Colección de Flora y Fauna Profesor Patricio Sánchez Reyes de la UC. Mónica Paz, directora de Comunicaciones y Extensión de CAPES, señaló que “la sinergia que construimos entre todos los equipos permitió que pudiésemos llegar a muchas personas con las actividades que desarrollamos, llevando experiencias que les hicieran sentido y que pudieran conocer conceptos de las ciencias ambientales como biodiversidad, preferencia térmica o crisis climática”.

Nuestros fuegos se abrieron el martes 3 de octubre con las visitas guiadas a la Colección de Flora y Fauna prof. Patricio Sánchez en dependencias de la Facultad de Ciencias Biológicas UC, donde más de 20 personas pudieron recorrer el patrimonio natural de nuestro país conservado en la Casa Central UC. Los profesionales a cargo de la colección, Eduardo Palma y Benito Rosende, explicaron a los asistentes cómo se conservan las especies resguardadas y les mostraron algunos de los ejemplares de aves, mamíferos, anfibios, reptiles, insectos e invertebrados marinos que son parte de este verdadero museo natural.

La investigadora CAPES, Fabiola Orrego, charlando sobre Jardines x la Biodiversidad con estudiantes de Lo Barnechea.

El programa Jardines x la Biodiversidad realizó dos talleres, el 5 de octubre en Lo Barnechea y el 6 octubre en Maipú, para público diverso, desde adultos mayores a estudiantes de educación media. Fabiola Orrego fue la encargada de entregar los contenidos teóricos y prácticos para que los participantes puedan lograr que sus jardines, antejardines, balcones, terrazas y otros espacios naturales domésticos puedan convertirse en refugios seguros de biodiversidad urbana para la flora y fauna local. 

También el viernes 6 octubre se realizó la visita guiada al Laboratorio de Ecofisiología de la Facultad de Ciencias Biológicas UC, en que los asistentes pudieron ver y realizar diversos experimentos con moscas del género Drosophila de la mano del grupo de estudiantes que trabaja bajo la supervisión de Avia González, asistente de investigación del laboratorio y parte del equipo de Mosca Científica, iniciativa del proyecto Fondecyt 1170017 “Forecasting the impact of climate change in Chilean Drosophilids: Physiological, Ecological and Evolutionary Responses”, liderado por Enrico Rezende, investigador CAPES y académico de la Facultad de Ciencias Biológicas UC, que busca generar material educativo y de divulgación sobre el aporte al conocimiento científico que se ha generado durante décadas utilizando como modelo de estudio a Drosophila.

Algunos de los visitantes del viernes 6 de octubre al Laboratorio de Ecofisiología de la Universidad Católica.

González comentó que “fue súper grato todo el proceso, desde preparar el laboratorio de ecofisiología para las visitas hasta trasladar el mismo laboratorio al aire libre, donde tuvimos mucha aceptación del público presente”. Esto porque Mosca Científica se transformó en un stand interactivo en la Plaza de Maipú el sábado 7 y domingo 8 de octubre, para integrar la cartelera del Gran Festival de las Ciencias con que se cerró en grande la semana, con un público estimado de cerca de 6.000 personas.

Asimismo, la investigadora indicó que “fue una experiencia muy enriquecedora para el equipo Mosca Científica, pues para este contexto del festival pusimos en marcha las visitas guiadas, material gráfico inédito e incluso un material interactivo como dos puzzles de mosca que se robaron varias miradas y comentarios. Creemos que logramos desmitificar muchos prejuicios que existen sobre las moscas y en particular dar a conocer a nuestro modelo de estudio favorito, Drosophila melanogaster”

Junto con el stand de Mosca Científica, presentamos parte de los numerosos libros que han publicado los investigadores e investigadoras de CAPES y la exposición “Fauna silvestre en Chile: muestra fotográfica de la Colección Biológica Prof. Patricio Sánchez”, una galería con fotos museológicas de gran formato, de algunos especímenes de fauna silvestre pertenecientes a la Colección, aves, mamíferos, reptiles, anfibios, peces e invertebrados terrestres y marinos, en distintos formatos de conservación, resaltando su particular belleza y variedad de formas. 

Las artífices tras el documental «Elementos», Francisca Boher (izquierda) y Katherina Harder (derecha) durante el conversatorio celebrado en Maipú.

Además, el domingo 8 octubre durante el Gran Festival de la Ciencia, se realizó la Exhibición y conversatorio del documental “Elementos”, pieza audiovisual que reunió a un grupo de científicos, científicas, artistas y realizadores para crear una obra que pone en relieve la urgencia de cambiar nuestra relación con el planeta, a través del aire, agua y tierra, los ingredientes primigenios que en la sabiduría antigua forman el mundo. Luego, los espectadores pudieron conversar con la directora del proyecto, Francisca Boher, y la directora del documental, Katherina Harder, quienes se explayaron sobre el proceso de realización de la obra y la importancia de sacar la ciencia de los laboratorios y combinarla con distintas disciplinas artísticas para llegar a más público que se sensibilice con la crisis ambiental que ha provocado el ser humano y conozca las soluciones que está planteando la ciencia.

Agradecemos a todas las personas que trabajaron para hacer realidad estas actividades y que pusieron su tiempo y conocimientos a disposición de la comunidad, como nos dijo Avia González, “esperamos continuar en este camino de vinculación y apropiación social de los conocimientos en otras instancias parecidas en Chile. Esto nos impulsa de sobremanera a pensar en próximos materiales y actividades por hacer”.

Imágenes de CAPES en el Festival de las Ciencias

Texto y fotos: Comunicaciones CAPES

Presentan programa de certificación para jardines privados sustentables

“Jardines x la Biodiversidad” es el nombre de la iniciativa que, a dos años de su creación y luego de una exitosa experiencia piloto, permitirá a municipalidades de todo Chile fomentar el manejo sustentable de jardines, patios y balcones entre sus vecinos y vecinas.

El pasado mes de septiembre, las instituciones a cargo del programa presentaron los resultados de esta primera experiencia de certificación en la comuna de Vitacura, delimitando a su vez los pasos a seguir para llevar esta iniciativa a otras comunas del país.

¿Qué hace a un jardín convencional un jardín sustentable? Esa fue la pregunta que miembros del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), y la Corporación Jardín Botánico Chagual buscaron responderse cuando, a mediados del año 2021, se reunieron para diseñar uno de los primeros programas de certificación de jardines residenciales existentes en Latinoamérica, y para qué decir, pionero en nuestro país. 

Su objetivo, fue crear una pauta de evaluación ambiental y ecológica que permitiera a los vecinos y vecinos de una determinada localidad certificar sus jardines y balcones por medio de prácticas que promoviesen la conservación de la biodiversidad y la resiliencia de las ciudades ante los efectos del cambio global y la grave crisis climática que afecta actualmente al planeta.

Así nació “Jardines x por la Biodiversidad” (JxB), una iniciativa motivada por el trabajo de tesis de su coordinadora principal, la diseñadora y directora de Vinculación y Transferencia de CAPES, Sofía Herrera, e inspirada en experiencias como la de Singapur y su “Índice de biodiversidad urbana”, y que, luego de dos años de diseño, aplicación y perfeccionamiento, acaba de finalizar su primera instancia piloto en colaboración con la municipalidad de Vitacura.

“La idea surge inicialmente de un proyecto de tesis que investigó la biodiversidad en huertos escolares en Santiago”, cuenta Herrera. “Fue un proyecto muy interesante, porque concluyó que la diversidad de plantas e invertebrados tiene más que ver con lo que ocurre dentro del huerto y del jardín que lo que ocurre en el entorno. Esto implica que la manera en que él o la cuidadora del jardín mantiene ese espacio va a determinar cuánta flora y fauna acoge”.

A partir de esta noción y armados de un equipo multidisciplinario de profesionales provenientes de ambos centros, “le presentamos un proyecto a Vitacura y a su equipo de Sustentabilidad, quienes se entusiasmaron desde el primer momento y se la jugaron para que el programa se hiciera realidad”, señala. “Los objetivos de esta etapa temprana fueron siempre los mismos: diseñar e implementar una certificación de jardines privados por la biodiversidad que enseñara y motivara a la ciudadanía a cambiar el paradigma del cuidado tradicional de jardines por otro que promueve la biodiversidad urbana”.

Autoridades presentes durante el lanzamiento oficial del programa, de izquierda a derecha: Guillermo Ready Salamé, Sonia Reyes, Camila Merino y Daniela Casanello

6 ejes clave

En su versión actual, el programa propone 30 sencillas prácticas de manejo sustentable para potenciar la biodiversidad en jardines balcones y/o terrazas privadas, basadas en evidencia científica y validadas por más de 50 académicos y expertos de todo el país. 

Estas prácticas están clasificadas en seis grandes pilares, correspondientes a las dimensiones que vecinos y vecinas deben tener en cuenta a la hora de mantener y cuidar un jardín biodiverso: 1) eliminar el uso de agroquímicos; 2) mantener la salud del suelo; 3) promover el uso adecuado de vegetación y flora nativa; 4) generar hábitats para la fauna silvestre; 5) proteger el agua mediante su uso responsable, y 6) generar prácticas de agroecología y huerta.

El proceso para aplicar estas medidas y certificar un jardín es sencillo: “Si un vecino o vecina está interesado en obtener la certificación de Jardines x la Biodiversidad, lo primero que deberá hacer es consultar si su municipalidad está adscrita al programa y suscribirse como participante del mismo”, nos cuenta Fabiola Orrego, bióloga CAPES especialista en flora nativa y una de las ejecutoras del proyecto. “Una vez inscrito, recibirá una visita de diagnóstico en la que un monitor de la municipalidad le hará una asesoría personalizada para aplicar los principios de la certificación en su jardín o balcón. Estas prácticas, que van desde el mejoramiento del suelo hasta la eficiencia hídrica, son sencillas y de bajo costo” recalca. 

Exposición de experiencia piloto del programa en Vitacura.

Después, explica Orrego, “el vecino tendrá un par de meses para aplicar estas recomendaciones y finalmente recibirá una visita de evaluación y certificación, en la que el monitor de la municipalidad evaluará en terreno las 30 prácticas de JxB y, en base al puntaje alcanzado, otorgará un nivel de certificación al vecino: nivel semilla, nivel árbol o nivel ecosistema”.

En el caso de la comuna de Vitacura, la primera de las municipales adscritas al programa y que pronto comenzará su segundo año de ejecución, el proceso comienza con el envío de un correo a jardines.biodiversos@vitacura.cl y la inscripción del jardín en un formulario especialmente creado para este propósito. Tres meses después de la primera visita de evaluación, el equipo del municipio realizará una segunda visita de seguimiento, aplicando la certificación en caso que aplique. El proceso completo es absolutamente gratuito.

Este año, para el programa piloto, 17 vecinos y vecinas de la comuna recibieron asesoría y acompañamiento en sus jardines para implementar estas prácticas, que van desde la aplicación de hojarasca en los suelos del jardín, el compostaje de restos orgánicos y la introducción de plantas y flores nativas, hasta la disminución de fuentes de luz nocturna, la protección del jardín de mascotas y otros animales disruptivos, y el riego con agua reutilizada. Y para su segunda etapa, ya hay más de 260 vecinos inscritos en el programa.

Asistentes al evento, involucrados en áreas verdes desde diversas disciplinas. 

Una experiencia escalable

Durante la ceremonia de lanzamiento oficial del programa, la alcaldesa de Vitacura, Camila Merino, evaluó positivamente la participación de la comuna en esta primera instancia piloto, indicando que “nosotros, como municipalidad, tenemos un compromiso con la sustentabilidad y uno de los pilares de este compromiso es mejorar las áreas verdes de la comuna. Sin embargo, esto no lo podemos hacer solos, por lo que tenemos que sumar también a los privados. Y para eso qué mejor que esta certificación, que busca fomentar, en un trabajo mancomunado con la academia, aquellas cosas que se requieren para contar con un jardín biodiverso. Ya partimos con 17 casas en una primera etapa, y esperamos contar con muchísimas más”. 

Por su parte, la SEREMI de Medio Ambiente de la Región Metropolitana, Sonia Reyes, valoró los esfuerzos de CAPES y el Jardín Botánico Chagual en la creación de este instrumento: “el enorme valor que tiene esta iniciativa es que ya tiene su pilotaje, y eso ya permite mostrar resultados, y además como lo destacaron muy bien sus creadoras, muestra a personas comunes en sus casas que realizan estas acciones que van orientadas a favorecer la biodiversidad en los jardines. Entonces es una muestra práctica de involucramiento de las personas, de la municipalidad y de la academia en una iniciativa que de verdad puede cambiar las ciudades”.

Sofía Herrera concuerda: “la experiencia del programa piloto de JxB en la Municipalidad de Vitacura fue muy enriquecedora. No solo aprendimos de cada visita desde el punto de vista práctico y técnico y pudimos adaptar y mejorar la metodología, si no también nos inspiraron mucho todos los vecinos y vecinas con su motivación y compromiso. Nos dimos cuenta de que la iniciativa estaba bien planteada, es escalable y de interés de un grupo grande de la comunidad”.

En ese sentido, la directora ejecutiva de Jardín Botánico Chagual, Constanza Valenzuela, destacó la adaptabilidad de este programa para aplicarse en distintos espacios y escalas a futuro: “este proyecto fue creado y desarrollado desde un origen para aplicarse en jardines residenciales, de todos los tamaños y realidades”, arguyó. “Por supuesto, que cada comuna tiene un contexto social específico a analizar y el diseño de la metodología contempla la flexibilidad que se requiere para realizar estos ajustes”.

Sus creadoras incluso se plantean, en una etapa posterior, ampliar este plan a una escala provincial y, por qué no, nacional. “En este caso, los cambios fundamentales tienen que ver con la escala de intervención y el grupo objetivo con quien se trabaja. Así como en JxB el desafío es capacitar a funcionarios municipales para que guíen al vecino en la actualización de sus jardines privados, en un proyecto de mayor escala se debe trabajar con funcionarios públicos para redactar licitaciones, acompañar a la comunidad local e inspeccionar a proveedores de servicios de construcción y mantención de áreas verdes. Los principios de la metodología en que se sustenta la protección y fomento de la biodiversidad son los mismos en ambos proyectos, lo que varía es la escala de intervención y los grupos humanos con quienes trabajar”, complementa Valenzuela.
Por el momento, puedes conocer más sobre esta primera experiencia en Vitacura, desde la comodidad de tu propio jardín, en el sitio web https://sustentable.vitacura.cl/certificatujardin/ e informarte más de la iniciativa en la cuenta de Instagram del proyecto.

Foto grupal con asistentes al evento.

Texto y fotos: Comunicaciones CAPES

Los beneficios económicos y ambientales de la ganadería regenerativa

A través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad.

Novillos pastando en un campo regenerativo orgánico de la empresa Trailenco. (Créditos: Alfredo Escobar)

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), para el año 2050 será necesario producir un 70 % más alimento del que se produce hoy si se quiere cubrir la demanda de una población mundial que, por entonces, superará los 10 mil millones de personas.

Los requerimientos alimentarios de un planeta en constante crecimiento, sumado al interés económico por generar mayores ingresos, han empujado a sectores como la agricultura a intensificar sus procesos de producción, aumentando de este modo los impactos ambientales de estas industrias en los ecosistemas donde se insertan, como la degradación de los suelos a causa de la labranza y el pastoreo, o la emisión permanente de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Es en este contexto, que diversos científicos a lo largo del mundo han dirigido su mirada a la ganadería regenerativa como una alternativa viable para alcanzar, de manera sustentable, la demanda futura por más y mejor alimento, utilizando la menor cantidad de recursos posibles, y reduciendo ostensiblemente los efectos negativos asociados a esta importante actividad humana. 

Uno de esos científicos es Rafael Larraín, académico de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, quien, junto a un grupo de colaboradores, acaba de concluir un importante estudio que buscó conocer no sólo los beneficios ambientales que trae consigo el paso de una ganadería convencional a una regenerativa, sino también los cambios económicos y productivos que conlleva esta transición.

Producir sin degradar

El investigador CAPES, Rafael Larraín.

“En términos simples, la agricultura y ganadería regenerativas son un conjunto de principios y prácticas que buscan generar bienes y servicios para el ser humano mientras, al mismo tiempo, se aumenta la biodiversidad, se enriquecen los suelos, y se fomenta la provisión de servicios ecosistémicos” explica Larraín. “A la larga, es una forma de hacer agricultura y ganadería trabajando con la naturaleza, en vez de en contra de ella”.

Entre las prácticas que promueve la agricultura y ganadería regenerativas, está la incorporación de animales mediante una correcta planificación del pastoreo, el uso de enmiendas y biofertilizantes, la cobertura permanente de los suelos con miras a minimizar lo más posible su labranza, y la rotación de cultivos tradicionales junto a cultivos de cobertura (granos y leguminosas, principalmente), que ayudan a prevenir la erosión, fijar nitrógeno, controlar la humedad de los suelos, además de atraer polinizadores. 

Para el investigador CAPES, sin embargo, cada técnica a implementar dependerá siempre de las condiciones ambientales y ecológicas de cada predio: “esto es muy importante de entender, porque lo que para uno puede ser regenerativo, para otro podría no serlo. Por ejemplo, si estás en un clima donde hay crecimiento de plantas todo el año (selva tropical o bosques siempreverdes templados), una forma de regenerar podría ser eliminando el ganado del lugar. Con la humedad disponible, los ciclos de nutrientes se mantienen activos, las plantas crecen, la fotosíntesis aumenta, la biodiversidad también. En cambio, en un ambiente donde solo hay crecimiento de plantas unos pocos meses en el año, el paso de animales herbívoros es la mejor forma de estimular el reciclaje de nutrientes, que las plantas no queden en pie y mueran, generando sombra para el crecimiento de la próxima temporada. En ese caso, un pastoreo planificado sería una herramienta de regeneración”.


Así, a través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad. “Para la agricultura regenerativa un suelo vivo y sano es la base para una producción vegetal abundante, sana y rentable” comenta Larraín.

Una buena inversión

Pero la adopción de este tipo de acciones en los campos y siembras no sólo trae consigo beneficios para el medio ambiente. La recuperación y enriquecimiento de los suelos conlleva una mejora sustantiva en la calidad de los alimentos que se producen en éstos y reduce los costos asociados, por ejemplo, al uso de fertilizantes químicos, mejorando y haciendo más eficiente la producción. 

Para entender el alcance y magnitud de estos beneficios, durante dos años Larraín y su equipo conocieron el trabajo de 17 productores y productoras ganaderas de Chile que han ido adoptando, progresivamente, un modo de producción regenerativo, de modo de identificar y evaluar indicadores de desempeño económico y productivo en campos que han experimentado esta transición. 

Mediante entrevistas, visitas en terreno y reuniones periódicas, los investigadores identificaron los cambios de manejo realizados por cada productor y productora, y la información necesaria para cuantificar estos cambios desde un punto de vista económico y productivo. Los campos analizados se ubicaron en las regiones de La Araucanía (8), Los Ríos (2), Los Lagos (6)y Aysén (1).

Al contrastar los cambios en ingresos y costos, el equipo observó que todos los predios aumentaron sus ingresos netos, es decir, los 17 campos aumentaron su rentabilidad. Esto, debido principalmente a una reducción en los costos de producción equivalente a los $372.000 por hectárea (ha) en promedio. 

“El ítem de costo con mayor disminución”, explican los investigadores en su informe, “fue el costo en praderas, que se explica principalmente por una caída en la siembra de praderas y en el uso de fertilizantes químicos, equivalente a $254.419 /ha. Por otro lado, en 16 de los 17 campos hubo también una disminución en la conservación de forraje”, lo que sugiere que la reducción en gastos se debió a la menor necesidad que tuvieron los agricultores de alimentar a sus animales. 

Pero eso no es todo, añade Larraín: “además de eso, nuestra experiencia conversando con productores y la evidencia en estudios fuera de Chile, indica que no solo hay una mejora en rentabilidad, sino que también los productores reportan una mejora en su calidad de vida. En algunos casos, esa mejora está ligada a una reducción en la carga de trabajo, a un mejor alineamiento entre sus valores y lo que están haciendo en el campo, a una menor necesidad de capital de trabajo y el estrés que impone sobre uso de capital, etc”.

Cambio de paradigma

Pese a estos beneficios, aún son pocos los productores y ganaderos que, en Chile, han adoptado este tipo de prácticas agroecológicas, pues, en opinión de los investigadores, aún persisten barreras de entrada que previenen a éstos de transitar de un modelo convencional a uno regenerativo. 

“La principal barrera de entrada tiene que ver con la estructura de pensamiento de los productores”, reflexiona Larraín. “La mayoría de ellos fue educado en un modelo de agricultura/ganadería donde la clave del éxito eran los sistemas simples, las intervenciones con maquinaria y químicos, la alta productividad por unidad de superficie o animal, etc. Al mismo tiempo, existe una red de negocios que funcionan en torno a la venta y uso de insumos y maquinarias, donde existe un permanente bombardeo de información indicando que mientras más se use el producto X, más segura y rentable será la producción. Entonces ir en contra de eso es muy difícil”. 

Para Larraín, con el paso de los años, los productores se construyen una imagen mental de sí mismos donde aplicar estas prácticas y usar estos insumos son una reafirmación interna de que están haciendo las cosas bien. “Entonces, aparece un sistema donde les dices que muchas de las cosas que ellos consideraban como buenas, en realidad tienen un montón de efectos negativos y que en vez de haber estado cuidando sus campos, los han estado dañando. Eso es muy duro. Te cuestiona lo que has hecho probablemente durante décadas”, explica.

“Entonces” continua, “la principal barrera de entrada es hacer lo que se conoce como cambio de paradigma. Aceptar una forma de ver, analizar y trabajar el campo diferente a la que has estado usando hasta ese punto. Este cambio de paradigma no es fácil, y normalmente va asociado a una crisis por la que pasa el productor y productora, que suele ser gatillada por problemas económicos o conflictos internos sobre el uso de pesticidas, cuidado del medio ambiente, etc”.

Para promover y hacer factible este cambio de paradigma, dice el ingeniero agrónomo de la Universidad Católica, es necesario avanzar tanto en conocimientos como en educación ambiental y transferencia de conocimientos. “Eso permite que las personas vean casos de éxito, vean como otros productores han ido haciendo el cambio, han adaptado las prácticas a diferentes condiciones, etc. Primero conocer, luego entender y finalmente adoptar. También pueden haber incentivos vía el mercado o por apoyo del estado, fundaciones, etc. Pero estos incentivos tendrán poco efecto a largo plazo si antes el productor no hace un cambio en su forma de pensar”, finaliza.
Los resultados de este estudio, financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y CAPES, están disponibles en línea desde el sitio oficial de FIA. También puedes descargar el informe final del proyecto en este enlace.

Texto: Comunicaciones CAPES

Columna de Rafael Larraín, investigador CAPES: «Dependemos de los suelos»

A continuación, reproducimos íntegra la columna del investigador CAPES y académico de la P. Universidad Católica de Chile, Dr. Rafael Larraín, aparecido en Emol el pasado mes de diciembre, donde nos alerta sobre la importancia de los suelos para el mantenimiento de la vida en el planeta y la provisión de alimentos para la humanidad.

La vida de los seres humanos depende directamente de los suelos y su salud. Se estima que aproximadamente el 95% de nuestros alimentos se originan en esa delgada capa que cubre una parte importante del planeta. Durante toda la historia de la humanidad, los suelos han sido fundamentales para nuestro desarrollo, no solo para producir alimentos y obtener nutrientes, sino además entregándonos innumerables otros servicios, tales como filtrar y almacenar agua, regular el clima, capturar carbono atmosférico, descontaminar, etc.

Con demasiada frecuencia las personas ven el suelo como algo permanente, que estuvo y estará siempre ahí. En agricultura, solemos tratar el suelo como una capa mineral donde las raíces de las plantas se afirman y a la que debemos agregar las cosas que ellas necesitan para crecer: agua y algunos fertilizantes. Sin embargo, el suelo es en realidad un ecosistema extremadamente complejo con miles de interacciones que a lo largo de millones de años de evolución permitieron que las plantas y los animales se desarrollen en su superficie.

Sinfonía subterránea

Pero lo que pasa bajo la superficie es como una sinfonía silenciosa y maravillosa, donde cada uno de los integrantes de la orquesta se coordina y nutre de otros, para poder interpretar la obra maestra de la vida. Las plantas liberan nutrientes al suelo directamente desde sus raíces para que se desarrollen millones de bacterias y hongos. Algunas de estas bacterias y hongos protegen y nutren de vuelta a la planta, mientras que otras colaboran en descomponer los restos de raíces, insectos y otros animales muertos para reciclar esos nutrientes y permitir el nuevo crecimiento de las plantas.

Los millones de años de coevolución han permitido además el desarrollo de colaboraciones tan íntimas entre plantas y microorganismos, que muchas de ellas se han vuelto interdependientes y no pueden sobrevivir unas sin otras. Los ejemplos más conocidos incluyen a las bacterias conocidas como rizobios y a los hongos micorrícicos.

En el primer caso, la bacteria entra en las raíces y la planta le genera una pequeña casita (conocida como nódulos), donde las bacterias se reproducen y alimentan de las azúcares que la planta les da. A cambio, la bacteria captura nitrógeno desde el aire y lo transforma en moléculas que la planta es capaz de absorber y utilizar para construir sus propias proteínas. En el caso de los hongos micorrícicos, estos también pueden entrar a las raíces, pero tienen además la capacidad de extenderse por fuera de ellas. De esta manera, forman una nueva red complementaria a la red de raíces donde pueden entregar a la planta agua y nutrientes que pueden solubilizar directamente desde las partículas del suelo. A cambio, la planta le entrega también azúcares y otros nutrientes.

Cada día aprendemos más de estas interacciones, e incluso hace muy pocos años se describió por primera vez un ciclo conocido como rizofagia, donde la planta “ordeña” algunas bacterias del suelo. En pocas palabras, la planta deja que en la punta de sus raíces entren algunas bacterias del suelo llenas de nutrientes. En su interior libera una serie de compuestos que debilitan la membrana de la bacteria y permiten que algunos de los nutrientes que están dentro de la bacteria se filtren y liberen al interior de la raíz. Finalmente, la bacteria es expulsada desde la raíz nuevamente al suelo, donde puede comenzar a alimentarse y reproducirse nuevamente.

Nuevas prácticas

Estos procesos e interacciones se debilitan o terminan cuando utilizamos muchas de las prácticas agrícolas más frecuentes desarrolladas desde la revolución verde y que tienen implícitas una visión de que los procesos que ocurren entre el suelo y las plantas son principalmente físicos y químicos, y no biológicos. Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señalan que una tercera parte de la tierra ya está degradada, y estiman que la erosión del suelo podría implicar una reducción del 10 % en la producción de cultivos hacia 2050.

Por eso cuando logramos ver y entender que fomentar la actividad biológica del suelo es fundamental para su salud y desarrollo, a la vez que para la salud y el desarrollo de las plantas y los animales que dependen de ellas, entonces la paleta de herramientas que tenemos para trabajarlo cambia por completo.

Así, cada vez es más común que los agricultores entiendan los efectos dañinos del arado y la rastra, el uso de fertilizantes químicos, herbicidas, fungicidas, insecticidas, y otros elementos químicos que solían no cuestionarse. Y aunque varias de estas prácticas pueden seguir utilizándose, entender sus efectos secundarios sobre la vida del suelo ha permitido que con cada vez mayor frecuencia se estén utilizando manejos que ayudan a compensar los efectos negativos.

Entre las prácticas que es cada vez más frecuente observar se incluye mantener los suelos siempre con cobertura (plantas o restos vegetales), la utilización de fertilizantes orgánicos (guanos y compost entre otros) que no solo aportan elementos químicos naturales sino también inóculos de microrganismos benéficos, el uso de cultivos polifíticos (varias especies de plantas juntas), la planificación regenerativa del pastoreo, y la utilización de sistemas agrícolas mixtos con variadas combinaciones de sistemas de cultivos, árboles frutales o madereros, y ganado o animales menores (gallinas, patos, conejos, etc.).

El uso más frecuente de estas “nuevas” prácticas (que en realidad no son nuevas, sino que se han ido revalorizando o combinando de maneras innovadoras) apuntan hacia el desarrollo de una agricultura más sustentable, donde la salud del suelo juega un rol central y donde el foco va mucho más allá de no perderlo o dañarlo, sino en regenerarlo.


Rafael Larraín

Académico de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica. Agrónomo y Doctor en Ciencias Animales de la Universidad de Wisconsin, EE.UU., integra también el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES. En los últimos años su trabajo se ha centrado en Ganadería Regenerativa y Manejo Holístico, usando el ganado como una herramienta para fortalecer a productores, comunidades y el medio ambiente. Ha coordinado además la creación de un Centro de Agricultura y Ganadería Regenerativa en la Estación Experimental de la UC. La columna de ciencia es coordinada por el proyecto Ciencia 2030 UC.

Texto: Emol

El conejo en Chile: pasado, presente y futuro de un incómodo inquilino

Un grupo de investigadores se propuso identificar las brechas y desafíos pendientes a la hora de orientar los esfuerzos de control y manejo de esta especie en nuestro país, considerada una de las 7 invasiones biológicas que más afectan los ecosistemas y actividades productivas locales.

Créditos: Henri Quatre.

Arañas, serpientes, ratones o mosquitos, son algunos de los animales a los que, justa o inmerecidamente, solemos identificar con la idea de peligro. Su sola mención en una instancia social provocaría escalofríos en más de un invitado. Por el contrario, en nuestro propio ranking de las especies más peligrosas o amenazadoras del planeta, es muy probable que el conejo se ubique bastante lejos de los primeros puestos. Un hecho que, de todos modos, no impidió que en 2014 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declarara a este pequeño y peludo herbívoro como una de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.

¿Pero, cómo es que un mamífero, en apariencia tan inofensivo, puede ser causa de alerta y preocupación en casi todos los países donde invade?

Historia de una invasión

En 1859 se introdujeron veinte parejas de conejos en el sureste de Australia generando una plaga de conejos que en 70 años se extendió por la mayor parte del continente. Aquí, una congregación de conejos bebe agua de una poza en un valle totalmente desprovisto de vegetación (Wikimedia Commons).

Para la ecología, una especie es considerada “invasora”, cuando se expande a un nuevo territorio de forma permanente, aumentando su densidad poblacional y ocupando todos los hábitats favorables que se encuentren disponibles.

El conejo, también conocido como conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) ciertamente cumple con esa descripción. Originalmente nativos de la Península Ibérica, el sur de Francia y el noroeste de África, estos mamíferos se han propagado exitosamente por casi todos los rincones del globo; hoy, son considerados una especie invasora en Argentina, Australia, Canadá, Colombia, Cuba, Egipto, Alemania, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Polonia, Rusia, Estados Unidos, Uruguay, y desde hace casi dos siglos, en Chile.

“Los conejos son invasores eficientes capaces de colonizar desde matorrales semiáridos hasta bosques templados, debido a su adaptabilidad para explotar recursos alimenticios variados”, nos cuenta la Dra. Paola Correa, ecóloga del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y autora principal de un reciente estudio que revisó y compiló la investigación existente sobre el conejo europeo en Chile, y comparó este conocimiento con la experiencia de Australia, otro de los países afectados por este lagomorfo.

Correa, junto a otros miembros del CAPES e investigadores de la Universidad de Chile, la Corporación Nacional Forestal CONAF, y la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth (CSIRO) en Australia, se propusieron identificar las brechas y desafíos a la hora de orientar los esfuerzos de control y manejo de esta especie en Chile, considerada una de las 7 invasiones biológicas que más afectan los ecosistemas y las actividades productivas locales.

O. cuniculus arribó por primera vez al país a mediados del siglo XVIII, aunque no se reportó como una especie naturalizada hasta 1884. Si bien en un comienzo su crianza fue vista como una fuente ingresos gracias al comercio de su piel, pelaje y carne (entre 1910 y 1984, Chile exportó más de 4 millones de pieles de conejo) “los sistemas deficientes de cierre y mal manejo de las conejeras llevó a que muchos individuos escaparan a ambientes naturales, contribuyendo a su dispersión, aumento poblacional y transformación en una especie dañina” explica la investigadora.

Hacia 1970, los conejos ya ocupaban alrededor de 3 millones de hectáreas de suelo chileno, con densidades que fluctuaban entre los 1 y 10 conejos por hectárea. Actualmente, están distribuidos entre las regiones de Atacama y Los Lagos, además de la región de Magallanes, donde, aparte de ocupar parte de su territorio continental, también han sido hallados en la Isla Grande de Tierra del Fuego y en algunas islas de ese archipiélago.

Un ejército voraz

Otro lugar especialmente afectado por la llegada de los conejos (a mediados de los años 30) es el archipiélago de Juan Fernández, ubicado 670 kilómetros al oeste de las costas de Valparaíso. “El Archipiélago Juan Fernández está catalogado como una reserva de la Biosfera desde 1977” comenta Correa, “y se lo ha reconocido como un ecosistema con un alto nivel de endemismo vegetal. Los conejos, se introdujeron en la isla de Robinson Crusoe en 1935, constituyéndose como una grave amenaza para un número importante de plantas endémicas, la dispersión de plantas exóticas y el aumento de la erosión del suelo. Hasta el día de hoy, los conejos siguen siendo difíciles de controlar en esta isla por su compleja topografía, la que dificulta la implementación de métodos convencionales”.

Los conejos también ejercen una fuerte presión en muchas especies de flora presentes en las islas Choros y Chañaral de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, en las regiones de Coquimbo y Atacama. Allí, los conejos han explotado una amplia variedad de plantas nativas, transformado el suelo a causa de sus actividades sobre y bajo tierra, y ocupado los espacios de nidificación de aves declaradas vulnerables como el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti) y el yunco peruano (Pelecanoides garnotii).

El pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti), una de las especies desplazadas por la invasión del conejo. (Crédito: Andrés Bertens)

Pero, ¿qué hace al conejo una especie tan eficiente a la hora de invadir un nuevo territorio?

Paola Correa nos aclara que es su habilidad para adaptarse a varios tipos de ambientes, además de su alta capacidad reproductiva, lo que le da al conejo una ventaja competitiva en los lugares a los que arriba.

Su dieta, por ejemplo, es particularmente flexible; pueden alimentarse tanto de pastizales naturales como artificiales, brotes de arbustos, corteza de árboles boscosos y frutales, cactus, tubérculos, rizomas, flores y, en casos extremos, cualquier tejido vegetal, lo que les permite moverse por una variedad de ecosistemas. Asimismo, las hembras son capaces de tener de 6 a 8 gazapos por camada con dos o tres períodos reproductivos por año, un ritmo de reproducción que demanda una altísima cantidad de recursos.

Estas mismas cualidades son también las razones principales por las que esta especie resulta tan dañina para los ecosistemas que afecta, así como para la vida de campesinos y agricultores.

Entre sus impactos más negativos a nivel ecológico, los conejos interfieren con la estructura y funcionamiento de los ecosistemas que habitan, limitando la provisión de servicios a la flora y fauna locales. Alteran tanto la composición como la distribución espacial de los matorrales que consumen, impidiendo su renovación y regeneración. La palma chilena (Jubaea chilensis), el peumo (Cryptocarya alba) y la correhuela rosada (Convolvulus chilensis) son algunas de las especies impactadas por este herbívoro.

Un caso especial de preocupación ocurre en la zona central de Chile, hogar de uno de los cinco ecosistemas mediterráneos del mundo y uno de los 34 hotspots críticos de conservación del planeta: el bosque esclerófilo. Allí, “esta especie utiliza los espacios abiertos dentro de las áreas de matorrales (remanentes de bosque esclerófilo), modificando el paisaje a través del consumo de cobertura vegetal”, detalla Correa. “Como consecuencia, los conejos restringen el crecimiento de los matorrales nativos, mientras que los espacios liberados por herbivoría quedan ocupados por plantas exóticas”.

Algo similar acontece en Robinson Crusoe, isla compuesta por 131 especies endémicas de plantas que representan el 62% de la flora vascular nativa de todo el país. En esta región, los conejos han puesto en riesgo la sobrevivencia de estas plantas únicas a través de su consumo directo y el degradando el suelo donde crecen, mediante la construcción de madrigueras.

A estos daños, se suman los impactos que tiene esta especie invasora sobre distintas actividades productivas de gran y pequeña escala. Su presencia ha provocado pérdidas en la industria agrícola, ganadera, forestal y, posiblemente, al turismo. Por ejemplo, su conocida voracidad priva al ganado de decenas de hectáreas de biomasa vegetal para el pastoreo, y detiene el crecimiento de cultivos forestales (también exóticos) como el pino y el eucaliptus. De hecho, se calcula que más de 3.25 millones de dólares se pierden cada año a causa de los impactos negativos del conejo.

¿qué hace al conejo una especie tan eficiente a la hora de invadir un nuevo territorio? La Dra. Correa aclara que es su habilidad para adaptarse a varios tipos de ambientes, además de su alta capacidad reproductiva.

Éxitos y fracasos

En su estudio, publicado en la revista Biological Invasions, Correa y su equipo también contrastaron los intentos históricos en Chile y Australia por controlar las poblaciones de conejo. “Se eligió a Australia como caso comparado por la similitud funcional de sus ecosistemas con aquellos de la cuenca mediterránea chilena, y por tener éxito en el control del conejo”, escriben los autores “”.

Así, los investigadores descubrieron las similitudes y diferencias en la manera en que ambos países han lidiado con esta especie, traída a Australia por los colonos que arribaron a Tasmania y a la Bahía Botany a finales del 1800. Al igual que en Chile, y pese a los esfuerzos por frenar su expansión (por ejemplo, con la legalización de su caza para usos comerciales), para 1880 los conejos ya alcanzaban los 500 millones de individuos en el continente oceánico, lo que obligó a las autoridades australianas a probar nuevos métodos de control y manejo.

Uno de estos métodos fue el uso del virus Myxoma como un potencial agente de control biológico. Este patógeno, causante de la enfermedad conocida como Mixomatosis, es transmitida de conejo a conejo a través de insectos, y sólo afecta de forma seria a miembros de la familia de los lepóridos (conejos y liebres). La introducción del Myxoma en Australia permitió la reducción sostenida del número de conejos durante décadas, la que sólo fue frenada cuando nuevas generaciones de lagomorfos desarrollaron una resistencia genética al virus.

En Chile, el virus del Myxoma también ha sido empleado como agente de control del conejo. En 1954, por ejemplo, una cepa de este agente fue liberado en el archipiélago Tierra del Fuego, afectando notablemente a las poblaciones de conejo. Esto, a pesar de que no había presencia de insectos que pudieran diseminar el virus entre las comunidades.

De hecho, es justamente en las islas donde más han tenido éxito los intentos nacionales por controlar a este invasor; contigua a Robinson Crusoe, la isla de Santa Clara en Juan Fernández vio erradicada su población de conejos a comienzos de la década del 2000, gracias a una serie de medidas de control convencionales que incluyeron el uso de fumigantes en madrigueras, la legalización de la caza, la depredación natural, y el trampeo. Estas medidas, sin embargo, no han funcionado en territorio continental, donde el avance del conejo, hasta ahora, se mantiene inalterable.

Para Paola Correa, quien es parte de un proyecto liderado por CAPES, CONAF y la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Chile (FAVET) cuyo principal objetivo es promover la investigación y gestión coordinada de los esfuerzos por contener a esta especie, el poco éxito obtenido en controlar la invasión del conejo tiene que ver con los vacíos que aún tenemos respecto de sus dinámicas y valoración económica de los impactos reales. “En Chile, los impactos de esta especie han sido abordados principalmente desde una perspectiva ecológica-comunitaria. Hace falta investigación aplicada para mejorar las políticas públicas y el manejo eficiente del conejo. Para avanzar en esta dirección, es urgente determinar con mayor precisión la distribución geográfica actual del conejo en Chile, realizar mediciones y seguimiento de su abundancia poblacional y determinar los principales factores que afectan su dinámica espacio temporal” aclara.

Para la investigadora, también es necesario comprender mejor los efectos del conejo sobre los ecosistemas naturales y agroecosistemas chilenos, para así evaluar sus impactos económicos sobre la biodiversidad y la producción agrícola. Por último, señala, “es fundamental investigar otros factores que influyen de manera importante en la dinámica poblacional del conejo, tales como los virus y patógenos que podrían frenar su propagación, determinando su presencia, prevalencia, virulencia, y la correspondiente inmunidad del conejo frente a estas enfermedades, las que, potencialmente, podrían ser utilizadas como herramientas de control de esta especie en Chile”.

Texto: Comunicaciones CAPES

Los 12 anfibios que podrían extinguirse producto del cambio climático

Científicas y científicos de la Universidad Austral, el Centro Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y el Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, entre otras instituciones, desarrollaron investigación que evalúa el complejo escenario para la conservación de estos animales.

El sapo de Mehuín (Insuetophrynus acarpicus), uno de los anfibios más amenazados del bosque valdiviano y la especie endémica con la mayor historia evolutiva acumulada. (Créditos: Valeria Ochoa)

Por tratarse de organismos ectotermos, es decir, que dependen de las condiciones externas de su ambiente para regular su temperatura, los anfibios son uno de los grupos animales más vulnerables a los embates del cambio climático. Más aún, si consideramos su crítico estado de conservación; con la mitad de sus especies actualmente en riesgo de extinción, son un verdadero emblema de la acelerada pérdida de biodiversidad que sufren hoy los ecosistemas del planeta.

Sin embargo, pese a lo precaria de su situación, poco se sabe de los efectos puntuales que supondrá el aumento de las temperaturas globales para el futuro de los anfibios. Y si esto es cierto en el mundo, más aún lo es en Chile, país que cuenta con más de 60 especies nativas pertenecientes a este grupo taxonómico.

Para suplir dicho vacío, un grupo de investigadores nacionales liderados por el ecólogo de la Universidad Austral de Chile, Leonardo Rodríguez, evaluó los impactos actuales y futuros del cambio climático sobre la biodiversidad de los anfibios nacionales, específicamente, aquellos presentes en uno de los hotspots de conservación más importantes del planeta: el bosque lluvioso valdiviano.

El trabajo, publicado recientemente en la revista Biodiversity and Conservation, contó además con la participación de investigadoras e investigadores del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, entre otras instituciones.

Entre sus principales resultados, los científicos estimaron que al menos 12 especies de anfibios reducirán de manera permanente sus áreas de distribución en los próximos 30 a 50 años, volviéndolas más proclives a sufrir eventos de extinción.

Una historia amenazada

El bosque siempreverde valdiviano, una de las 35 áreas de conservación terrestre más importantes a nivel global (Créditos: Jardín Botánico Nacional)

El bosque valdiviano es una ecorregión de más de 3 mil kilómetros de longitud al sur de Chile que comprende una gran variedad de ecosistemas, formaciones vegetales y climas. Considerada una de las 35 áreas de conservación terrestre más importantes a nivel global, la zona es hogar del mayor número de especies anfibias del país. Así, al menos, lo confirmaron las 40 especies identificadas por el equipo de investigación en dicho territorio; alrededor de dos tercios del total presente en Chile.

A partir de las especies identificadas, las y los investigadores lograron estimar la diversidad filogenética de 27 de ellas, pudiendo no sólo conocer la historia evolutiva de estos animales, sino también proyectar el destino de sus poblaciones en un contexto de cambio climático.

La diversidad filogenética es uno de los aspectos claves a la hora de evaluar la biodiversidad existente dentro de un ecosistema. Ésta, mide la cantidad de historia evolutiva acumulada al interior de una comunidad específica, es decir, el conjunto de adaptaciones genéticas que ha experimentado a lo largo de los años. La preservación de una alta diversidad filogenética al interior de una especie (o de un grupo de especies) maximiza la posibilidad de que esa especie cuente con un rasgo genético que asegure su supervivencia a futuro.

“Para entender este concepto debemos primero definir que se entiende por biodiversidad biológica, que es la variedad de formas de vida en los distintos niveles de organización, desde individuos hasta los diferentes ecosistemas“ comenta el académico de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, Marco Méndez, coautor del estudio. “Esta concepción no considera el componente histórico de la biodiversidad, por tanto, no incorpora preguntas como ¿cuánto tiempo ha pasado para que dos o más especies se hayan diferenciado? La diversidad filogenética incorpora este criterio, y establece métricas para medir este cambio”.

Para predecir los efectos futuros del cambio climático sobre la historia evolutiva de estas estas especies, los investigadores se basaron en dos posibles escenarios climáticos: uno “optimista”, donde las emisiones de gases de efecto invernadero (GEF) alcanzan su peak para el año 2040, y otro “pesimista” con un aumento continuo de las emisiones más allá de esas fechas. Los modelos de distribución generados a partir de estos escenarios, fueron elaborados usando un algoritmo de aprendizaje automático (machine-learning) y considerando variables bioclimáticas como predictores de distribución futura.

Así, los autores del estudio pudieron proyectar que, en cualquiera de los escenarios propuestos, todas las especies de anfibio analizadas cambiarán sus áreas de distribución hacia 2050, con una fracción de ellas incluso enfrentando la extinción. Este panorama, explican los expertos, conduciría inevitablemente a un declive en la historia evolutiva de Amphibia durante las próximas décadas.

“Los escenarios no son auspiciosos”, añade Méndez, “pues se observa una pérdida importante en la diversidad filogenética en todos los escenarios modelados. Algunas especies se van a extinguir y otras van a ir gradualmente declinando, especialmente en los sitios de mayor diversidad de anfibios, tanto por la migración de las especies de distribución centro-norte, como a cambios de la distribución de las especies del sur. También observamos que aquellas especies con rango de distribución más amplias se verían afectadas en menor medida”.

La rana jaspeada (Batrachyla antartandica), otra de las especies que, pronostican los expertos, verá reducido su rango de distribución a causa del cambio climático. (Créditos: Flavio Camus)

Olga Barbosa, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y coautora del estudio, también comenta al respecto. “El escenario para la biodiversidad del planeta frente al cambio climático es adverso, y los anfibios son probablemente la mejor representación de esta situación, dado sus requerimientos de hábitat y sus aspectos fisiológicos o conductuales”. En ese contexto, la científica advierte que, aunque los anfibios tienen capacidad de moverse en busca de hábitats adecuados, su movilidad es reducida frente a presiones antropogénicas de este tipo, por lo que esta búsqueda teórica de condiciones adecuadas para encontrar “nuevos hábitats y sobrevivir son sólo aproximaciones, y el escenario en realidad es muy adverso para la conservación”. 

Asimismo, los científicos anticipan un declive en la diversidad filogenética de estos animales dentro del área estudiada. Se predice, por ejemplo, que la especie endémica con los mayores valores de historia evolutiva acumulada, el sapo de Mehuín (Insuetophrynus acarpicus), se vuelva extinta para el 2070 de continuar la actual tendencia climática.

Pero I. acarpicus no será la única especie al borde de la extinción. De las 27 especies estudiadas, 12 verían reducidos sus rangos de distribución amenazando seriamente su supervivencia: se trata del sapo rojo (Eupsophus roseus); rana de hojarasca de párpados verdes (Eupsophus emiliopugini); rana del Catedral (Alsodes gargola); sapo de Miguel (Eupsophus migueli); sapo de pecho espinoso de Barrio (Alsodes barrioi); rana de pecho espinoso de Oncol (Alsodes norae); rana de pecho espinoso de Cordillera Pelada (Alsodes valdiviensis); rana jaspeada (Batrachyla antartandica); sapo terrestre de Valdivia (Eupsophus vertebralis); rana de Darwin (Rhinoderma darwinii); sapo esmeralda de la selva (Hylorina sylvatica), y el ya mencionado el sapo de Mehuín.

“Todo este escenario, implica la pérdida de millones de años de historia evolutiva, interacciones ecológicas y rasgos que se han ido especializando a través del tiempo”, asegura Barbosa.

Para los investigadores, este grupo debiera ser desde ya considerado extremadamente vulnerable al cambio climático, especialmente sabiendo que 5 de estas 12 especies se encuentran actualmente en riesgo de extinción.

Protección insuficiente

El estudio también evaluó la competencia de las áreas protegidas presentes en esta región para conservar la historia evolutiva de estos anfibios, revelando una preocupante incapacidad de las mismas para contener la diversidad y endemismo filogenético de estos organismos.

Esto, en parte, porque menos del 10% de esta región se encuentra bajo protección oficial de parte del Estado, sumado al hecho de que, a medida que avanza el cambio climático, este podría incrementar la diferencia espacial entre la distribución de las especies y las áreas protegidas ya establecidas.

Para Marco Méndez, “es conocido que las áreas protegidas no son efectivas para la protección de especies animales, pues la mayoría de las especies se distribuyen fuera de las áreas protegidas. En este sentido, nuestros resultados sugieren un papel muy menor en la conservación de la diversidad filogenética para los anfibios. De todos modos, los datos de este estudio incorporan nueva información que debe ser considerada  en la toma de decisiones asociada a la conservación de las especies anfibias”.

Rana de Darwin (Rhinoderma darwinii). (Créditos: Fabián Muñoz)

“A nivel mundial, las áreas protegidas son la principal herramienta para la conservación de la biodiversidad, pero frente a cambios en la dinámica de la distribución de especies, pueden resultar inefectivas a futuro. Por eso es preciso que, además de los esfuerzos públicos en aumentar las áreas de protección —como por ejemplo se ha logrado a partir de la nueva ley de humedales urbanos—, se pueda fomentar la conservación de terrenos privados. De esta forma, se pueden  sumar a las áreas protegidas existentes, nuevas áreas con las condiciones apropiadas para sostener y conservar la biodiversidad frente a estas presiones antropogénicas”, sostiene Olga Barbosa. 

Si bien los modelos predictivos auguran un incremento de la diversidad filogenética de anfibios al interior de las actuales áreas protegidas, ésta diversidad sólo representaría una fracción muy pequeña de la diversidad filogenética total del territorio estudiado. A la vez, como resultado de la acción generada por el cambio climático, las áreas protegidas serían incapaces de sostener las áreas de mayor endemismo, independientemente del escenario climático proyectado.

“Estos resultados subrayan la necesidad de mayor investigación para mejorar los procesos de toma de decisión en esta zona, considerando los riesgos potenciales de extinción de anfibios, la falta de protección del sistema de áreas protegidas, y la pérdida de historia evolutiva como un aspecto clave de la biodiversidad” concluyen los autores.

Texto: Comunicaciones CAPES e IEB