MMA crea nuevo comité nacional para el control del visón

Con la participación de CAPES, la nueva entidad tendrá por objetivo impulsar mecanismos de trabajo colaborativos para la gestión de esta especie exótica invasora, e intercambiar experiencias de trabajo para la prevención, control y erradicación del visón en Chile.

Con la formalización del nuevo Comité Operativo de Colaboración para el Control del Visón (COCCV), comenzará el trabajo de articulación y coordinación de iniciativas asociadas al pequeño carnívoro en las Regiones de La Araucanía, Los Ríos, Los Lagos, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo y la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, zonas que se han visto afectadas por la invasión y posterior colonización del visón (Neovison vison).

Esta especie, original de Norte América, llegó al país hace aproximadamente 50 años a través del escape y liberación de criaderos del mercado de la peletería y la industria de la moda. La especie es una amenaza a la biodiversidad nativa, ya que es un depredador de invertebrados y vertebrados tanto acuáticos como terrestres.

El visón es una especie de gran adaptabilidad, lo que sumado a la falta de depredadores naturales, una alta tasa reproductiva y la facilidad de dispersarse por cuerpos de agua dulce, costa marina y tierra, han posibilitado que genere un dramático impacto sobre especies nativas, muchas de ellas endémicas, mediante la depredación, competencia por recursos y transmisión de enfermedades, afectando también sectores productivos rurales como las aves de corral, salmoniculturas y el turismo.

“Con este comité, potenciaremos el trabajo desarrollado en cuanto a la gestión de especies exóticas invasoras en nuestro país, aunaremos esfuerzos y generaremos sinergias con actores claves para mejorar la eficiencia en el manejo del visón, evitando una mayor dispersión con un trabajo colaborativo entre organismos públicos, privados y comunidades aledañas”, explicó la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt.

El comité contará con un Consejo Directivo, y deberá sesionar al menos una vez al año, siendo presidido por el Ministerio del Medio Ambiente. El COCCV se integra de distintos organismos, entre ellos el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG); la Corporación Nacional Forestal (CONAF); el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (SERNAPESCA); la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (SUBPESCA); el Instituto de Salud Pública (ISP); el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), y el Ministerio de Bienes Nacionales (MBN).

En respuesta a la extensa área del país ya invadida por el visón, también forman parte del Comité distintos centros de investigación y organismos no gubernamentales, entre los cuales se encuentra el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, UC, además del Centro de Investigación para la Sustentabilidad, Universidad Andrés Bello (CIS); Centro de Estudios del Cuaternario; Fundación CEQUA (CEQUA); Centro de Humedales Río Cruces (CEHUM); Universidad Austral de Chile (UACH); Universidad de Chile (U de Chile); Universidad de Magallanes (UMAG); Universidad San Sebastián – Los Lagos (USS); Wildlife Conservation Society (WCS) y Centro de Estudio y Conservation del Patrimonio Natural (CECPAN).

“Este Comité generará instancias de comunicación entre servicios públicos, ONGs y centros de investigación, tanto a nivel regional como nacional. Estas instancias serán muy importantes para el intercambio de información, para detectar necesidades, promover investigación aplicada y para alcanzar acuerdos que permitan avanzar hacia una gestión coordinada y un control más eficiente de la amenaza que el visón representa para nuestra fauna nativa” explicó el director de CAPES UC, el ecólogo Fabián Jaksic.

Funciones

Entre las principales funciones que realizará el comité, se encuentra promover la investigación en el impacto en la biodiversidad de esta especie, la salud de ecosistemas, como también en gestión, técnicas de control y erradicación, la evaluación de medidas de mitigación de sus impactos en el territorio donde se encuentra. Por la extensión del área invadida por la especie, un aspecto importante es la permanente evaluación de los avances en el conocimiento de la eficiencia en técnicas de control y erradicación en diferentes condiciones geográficas.

Asimismo, el Comité elaborará un manual de buenas prácticas para su captura y remoción, de modo generar capacitaciones a guardaparques y otros actores relevantes en nuevas metodologías de trampeo y manipulación de la especie, además de un protocolo de registro de datos, la implementación de acuerdos internacionales de colaboración, y elaborar un Plan de Acción Nacional para el Control, Erradicación y Mitigación de los Daños del Visón, basado en evidencia científica y buenas prácticas.

Estas actividades se enmarcan en distintos tratados nacionales e internacionales referidos a la conservación de la diversidad biológica, entre ellos el Convenio sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, que establece el control, erradicación e impedimento de introducción de especies exóticas que amenacen ecosistemas, hábitats y especies, además de iniciativas nacionales, especialmente la Red de Colaboración para el Control del Visón, proyecto de coordinación liderado por CAPES junto a otras instituciones (muchas de las cuales son también parte del Comité) que sirvió como antecedente de la entidad recién creada.

Estudio revela que viñedos más diversos contribuyen a la conservación de aves

El trabajo comparó la presencia de aves en distintos paisajes agroecosistémicos, notando que la proporción de vegetación nativa alrededor de los viñedos es un buen predictor de su abundancia y variedad.

Un estudio del investigador de la Universidad de Chile y CAPES, Andrés Muñoz-Sáez, junto a académicos de las universidades de California Berkeley y Pittsburgh, reveló cómo la vegetación nativa y la conservación de áreas silvestres dentro y alrededor de viñedos son un elemento clave para incrementar la abundancia y riqueza de aves en dichas zonas.

El trabajo, publicado en la revista Conservation Biology, consistió en la ejecución de 6 auditorías y visualizaciones de pájaros en 20 viñedos del Chile Central, estableciendo un total de 120 estaciones de conteo. 5.068 individuos, pertenecientes a 48 especies de ave, fueron registrados.

Al mismo tiempo, mediante imágenes satelitales, los investigadores cuantificaron y clasificaron las coberturas de vegetación nativa de matorral y bosque esclerófilo en éstas áreas, de modo de indagar si existía una correlación entre la diversidad de vegetación presente en los viñedos, y la diversidad de aves presentes en ellos.

Los resultados obtenidos entregan evidencia de cómo los viñedos diversificados benefician a la biodiversidad de aves, en comparación con monocultivos con escasa o nula presencia de vegetación nativa. De las 30 especies de aves analizadas, 19 de ellas mostraron una relación directa con la proporción de vegetación nativa hallada alrededor de los viñedos. 9 de ellas positivamente relacionadas, como fue el caso del canastero colinegro (Pseudasthenes humicola), el chercán negro (Scytalopus fuscus), la codorniz californiana (Callipepla californica), el yal negro (Phrygilus fruticeti), y el carpintero pitío (Colaptes pitius), entre otros, mientras que con otras 6, la proporción de este tipo de vegetación sirvió como un buen predictor (positivo) de su presencia.

Los investigadores también hallaron que, aun cuando las detecciones de aves fueron significativamente mayores en bosques de matorrales continuos, 84% de las especies también fueron encontradas en remanentes de bosque adyacentes a viñas.

La investigación también destacó la presencia y aumento de aves insectívoras en viñedos diversificados, fauna clave para la producción vinícola gracias a su rol en el mantenimiento de ecosistemas y plagas dañinas para los cultivos.
El lugar elegido para el estudio fueron los viñedos de Chile central, donde se concentra el 36,9% de la producción de uvas viníferas, parte de las zonas vitivinícolas del Nuevo Mundo Mediterráneo (NWM) (cuatro áreas que no pertenecen a la cuenca del Mediterráneo, pero que cuentan con las mismas características climáticas).

La actividad vitivinícola en Chile representa un importante activo económico, proyectando para 2020 ventas de US$4,500 millones. Para los investigadores la presión económica asociada a dicha actividad, en conjunto con la posibilidad de expansión de viñedos hacia nuevas zonas como consecuencia del cambio climático, hacen que el estudio de biodiversidad en agroecosistemas sea clave para la planificación para la conservación. “En este sentido, este estudio sienta las bases para la conservación de aves en viñedos y destaca el principio agroecológico de diversificación para la gestión de agroecosistemas” explica su autor principal, “siendo también relevante para hacer comparaciones con otras zonas del NWM, como California, Sudáfrica y Australia”.

Otro punto importante aludido por el estudio es la insuficiente cobertura legal en materia de conservación en Chile, considerando que la mayoría de las zonas con bosques esclerófilos y matorrales de su zona central se encuentran en manos de productores privados. “La conservación de estas áreas depende de las preferencias de los dueños. Este estudio entrega evidencia de cómo mejorar las prácticas para la conservación de biodiversidad, así como también propone resaltar el valor de las preferencias del consumidor para fomentar mejores prácticas para el desarrollo sustentable” comentan los autores.

Texto: Agusta Ordovas
Edición: Diego Pozo
Comunicaciones CAPES

Estudio revela que viñedos más diversos contribuyen a la conservación de aves

El trabajo comparó la presencia de aves en distintos paisajes agroecosistémicos, notando que la proporción de vegetación nativa alrededor de los viñedos es un buen predictor de su abundancia y variedad.

Un estudio del investigador de la Universidad de Chile y CAPES, Andrés Muñoz-Sáez, junto a académicos de las universidades de California Berkeley y Pittsburgh, reveló cómo la vegetación nativa y la conservación de áreas silvestres dentro y alrededor de viñedos son un elemento clave para incrementar la abundancia y riqueza de aves en dichas zonas.

El trabajo, publicado en la revista Conservation Biology, consistió en la ejecución de 6 auditorías y visualizaciones de pájaros en 20 viñedos del Chile Central, estableciendo un total de 120 estaciones de conteo. 5.068 individuos, pertenecientes a 48 especies de ave, fueron registrados.

Al mismo tiempo, mediante imágenes satelitales, los investigadores cuantificaron y clasificaron las coberturas de vegetación nativa de matorral y bosque esclerófilo en éstas áreas, de modo de indagar si existía una correlación entre la diversidad de vegetación presente en los viñedos, y la diversidad de aves presentes en ellos.

Los resultados obtenidos entregan evidencia de cómo los viñedos diversificados benefician a la biodiversidad de aves, en comparación con monocultivos con escasa o nula presencia de vegetación nativa. De las 30 especies de aves analizadas, 19 de ellas mostraron una relación directa con la proporción de vegetación nativa hallada alrededor de los viñedos. 9 de ellas positivamente relacionadas, como fue el caso del canastero colinegro (Pseudasthenes humicola), el chercán negro (Scytalopus fuscus), la codorniz californiana (Callipepla californica), el yal negro (Phrygilus fruticeti), y el carpintero pitío (Colaptes pitius), entre otros, mientras que con otras 6, la proporción de este tipo de vegetación sirvió como un buen predictor (positivo) de su presencia.

Los investigadores también hallaron que, aun cuando las detecciones de aves fueron significativamente mayores en bosques de matorrales continuos, 84% de las especies también fueron encontradas en remanentes de bosque adyacentes a viñas.

La investigación también destacó la presencia y aumento de aves insectívoras en viñedos diversificados, fauna clave para la producción vinícola gracias a su rol en el mantenimiento de ecosistemas y plagas dañinas para los cultivos.
El lugar elegido para el estudio fueron los viñedos de Chile central, donde se concentra el 36,9% de la producción de uvas viníferas, parte de las zonas vitivinícolas del Nuevo Mundo Mediterráneo (NWM) (cuatro áreas que no pertenecen a la cuenca del Mediterráneo, pero que cuentan con las mismas características climáticas).

La actividad vitivinícola en Chile representa un importante activo económico, proyectando para 2020 ventas de US$4,500 millones. Para los investigadores la presión económica asociada a dicha actividad, en conjunto con la posibilidad de expansión de viñedos hacia nuevas zonas como consecuencia del cambio climático, hacen que el estudio de biodiversidad en agroecosistemas sea clave para la planificación para la conservación. “En este sentido, este estudio sienta las bases para la conservación de aves en viñedos y destaca el principio agroecológico de diversificación para la gestión de agroecosistemas” explica su autor principal, “siendo también relevante para hacer comparaciones con otras zonas del NWM, como California, Sudáfrica y Australia”.

Otro punto importante aludido por el estudio es la insuficiente cobertura legal en materia de conservación en Chile, considerando que la mayoría de las zonas con bosques esclerófilos y matorrales de su zona central se encuentran en manos de productores privados. “La conservación de estas áreas depende de las preferencias de los dueños. Este estudio entrega evidencia de cómo mejorar las prácticas para la conservación de biodiversidad, así como también propone resaltar el valor de las preferencias del consumidor para fomentar mejores prácticas para el desarrollo sustentable” comentan los autores.

Texto: Agusta Ordovas
Edición: Diego Pozo
Comunicaciones CAPES

Científicos identifican nuevas especies de moscas en Chile

Las tres especies propuestas están distribuidas entre las llanuras de la región de Tarapacá por el norte y los bosques siempre verdes de Chiloé por el sur, en zonas amenazadas por la pérdida de flora nativa a causa de la intensificación agrícola, la fragmentación de ecosistemas, y la urbanización.

Pese a ser uno de los órdenes de insectos más diversos y abundantes en el mundo, aún hay mucho sobre la distribución y ecología de las moscas (o dípteros) que no conocemos. Y la falta de información es especialmente notoria en la región neo tropical del planeta.

Pensemos, por ejemplo, en las moscas de la araña (Acroceridae), una subfamilia con más de 530 especies distribuidas en todos los continentes (con excepción de la Antártida) que debe su nombre al “hábito” de estas moscas de parasitar el cuerpo de varias familias de arañas en su fase larvaria. El género más extenso de este grupo, denominado Ogcodes Latreille, cuenta con más de 110 especies, pero sólo 11 de ellas se saben presentes en nuestro continente.

Eso, al menos, hasta el verano de 2019, cuando un grupo de científicos de las universidades de Los Lagos, Concepción, y Pontifica Universidad Católica de Chile, apoyados por un estudio de polinización de larga data en el sur de Chile, logró encontrar e identificar exitosamente a un nuevo miembro de este género.

Díptero chilote

La nueva especie, denominada O. Kukunche en honor al pueblo mapuche natural del Río Maullín, conocidos por su larga resistencia ante la colonización española, fue descubierta en la localidad de Caulín, al norte de la isla de Chiloé, en una región del bosque siempre verde altamente fragmentado por la actividad agrícola y ganadera.

“El bosque siempre verde de Chiloé es floral y estructuralmente similar al bosque siempre verde valdiviano”, explican los autores del estudio en un artículo aparecido en la revista Zootaxa, “y tuvo un período breve de aislamiento desde la última glaciación”, por lo que hay una alta posibilidad, dicen, de que esta nueva especie sea endémica, la única representante de este género encontrada hasta ahora en Chiloé, y la más austral de Sudamérica.

O. Kukunche se distingue de las otras cinco especies de Ogcodes presentes en Chile, la última de ellas descubierta hace más de 60 años, por la forma triangular y las rayas amarillas de su abdomen, patas bicolor, antenas y vellosidad negra en el tórax.

Además de O. Kukunche, los autores del estudio también pudieron describir con mayor precisión la morfología de todas las especies de este género en nuestro país, aun cuando los holotipos de tres de ellas (los ejemplares que sirven de base para la clasificación de otros individuos) hoy se encuentran extraviados. Para ello, se valieron de descripciones originales de los especímenes perdidos, imágenes del holotipo de O. porteri y el estudio exhaustivo de ejemplares de O. kuscheli y O. triangularis.

Asimismo, el estudio también permitió ampliar el rango de distribución de esta última especie 800 km. al sur de Malloco, región Metropolitana, hasta la localidad de Petrohue, región de Los Lagos, al igual que de la mosca Acrocera honorati, presenta entre las regiones de Antofagasta y Coquimbo por el norte, y de Biobío y Valdivia por el sur.

Para el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, y uno de los autores del paper, Matías Barceló, contar con áreas de distribución más completas de estas especies, más allá de la localización original del primer espécimen,” permite conocer más sobre la ecología de estas especies, de modo de saber más sobre sus interacciones, funciones específicas y estado de conservación”.

Nuevos descubrimientos

Pero O. Kukunche no es la única especie de mosca recientemente encontrada en Chile. Dos de los descubridores de esta mosca chilota, los investigadores Rodrigo Barahona-Segovia y Matías Barceló, también pudieron identificar a dos nuevas especies pertenecientes al género Myopa, de la mano de un proyecto de ciencia ciudadana que ambos lideran.

Miembros de la familia de la conópidas, o moscas de cabeza gruesa, estas moscas también se caracterizan por hospedarse al interior del cuerpo de otros insectos (en este caso, abejas y avispas) hasta alcanzar la madurez. De los 221 miembros de esta familia presentes en Centro y Sudamérica, sólo cuatro de ellos son parte del género Myopa, siendo M. metallica la única hallada en Chile.

Las nuevas especies de Myopa identificadas fueron descubiertas en el marco del programa de ciencia ciudadana “Moscas florícolas de Chile”, creado en 2015 por Barahona-Segovia y Barceló, que incluyó una revisión completa de múltiples colecciones entomológicas existentes en el país.

Para determinar que las nuevas especies efectivamente eran distintas de M. metallica, los investigadores analizaron la literatura relacionada y condujeron un análisis de carácter morfológico en ambas especies, una de las cuales incluso fue hallada durante las 11 expediciones de campo que llevó a cabo el programa en busca de estos dípteros.

Al igual que su prima chilena y otros miembros de este género, M. nebulosa y M. bozinovici poseen alas cubiertas por manchas negras y vellos blancos en sus mejillas, dos aspectos clave que llevaron a ambos científicos a ubicar a ambas especies en este clado.

Distribuida desde la Pampa del Tamarugal, en la región de Tarapacá, hasta las faldas cordilleranas de la región del Maule, M. nebulosa debe su nombre a la coloración difusa de los diferentes segmentos de su cuerpo, reminiscentes a ciertos cuerpos celestres que reflejan la luz de esta forma.

M. bozinovici, algo más pequeña que la anterior, fue nombrada en honor al ecofisiólogo Francisco Bozinovic, y puede encontrarse alrededor del bosque esclerófilo de la zona central de Chile, un ecosistema considerado hoy amenazado por el cambio de uso de suelo —provocado por la urbanización y el monocultivo de paltas— y que limitaría su rango de extensión. Asimismo, M. nebulosa también habita en ecosistemas clasificados como vulnerables o en peligro crítico debido a las perturbaciones humanas causadas por plantas hidroeléctricas, plantaciones agrícolas, e incendios, entre otras.

Cambiando percepciones

“La identificación de estas nuevas especies representan un avance en el conocimiento de la biodiversidad de estas regiones”, explica Barceló, “al tiempo que nos permite entender de mejor manera el rol que cumplen las moscas en estos ecosistemas”.

Para el investigador, hay una carga negativa asociado a estos insectos que es fruto, en parte, de la falta de investigación sobre ellos: “La percepción de las moscas como sinónimo de suciedad y enfermedades impacta en el poco interés que se tiene en ellas tanto en la academia como en la sociedad civil. Pero a medida que vamos sabiendo más sobre ellas, podremos combatir ese sesgo y cambiar la percepción sobre ellas. No por ser menos llamativas, son menos importantes”, concluye.

Las descripciones completas de M. nebulosa y M. bozinovici, junto a una redescripción de M. metallica, pueden leerse en un artículo publicado en mayo en Zootaxa.

Una de las nuevas especies: O. Kukunche
Una de las nuevas especies: O. Kukunche

Científicos identifican nuevas especies de moscas en Chile

Las tres especies propuestas están distribuidas entre las llanuras de la región de Tarapacá por el norte y los bosques siempre verdes de Chiloé por el sur, en zonas amenazadas por la pérdida de flora nativa a causa de la intensificación agrícola, la fragmentación de ecosistemas, y la urbanización.

Pese a ser uno de los órdenes de insectos más diversos y abundantes en el mundo, aún hay mucho sobre la distribución y ecología de las moscas (o dípteros) que no conocemos. Y la falta de información es especialmente notoria en la región neo tropical del planeta.

Pensemos, por ejemplo, en las moscas de la araña (Acroceridae), una subfamilia con más de 530 especies distribuidas en todos los continentes (con excepción de la Antártida) que debe su nombre al “hábito” de estas moscas de parasitar el cuerpo de varias familias de arañas en su fase larvaria. El género más extenso de este grupo, denominado Ogcodes Latreille, cuenta con más de 110 especies, pero sólo 11 de ellas se saben presentes en nuestro continente.

Eso, al menos, hasta el verano de 2019, cuando un grupo de científicos de las universidades de Los Lagos, Concepción, y Pontifica Universidad Católica de Chile, apoyados por un estudio de polinización de larga data en el sur de Chile, logró encontrar e identificar exitosamente a un nuevo miembro de este género.

Díptero chilote

La nueva especie, denominada O. Kukunche en honor al pueblo mapuche natural del Río Maullín, conocidos por su larga resistencia ante la colonización española, fue descubierta en la localidad de Caulín, al norte de la isla de Chiloé, en una región del bosque siempre verde altamente fragmentado por la actividad agrícola y ganadera.

“El bosque siempre verde de Chiloé es floral y estructuralmente similar al bosque siempre verde valdiviano”, explican los autores del estudio en un artículo aparecido en la revista Zootaxa, “y tuvo un período breve de aislamiento desde la última glaciación”, por lo que hay una alta posibilidad, dicen, de que esta nueva especie sea endémica, la única representante de este género encontrada hasta ahora en Chiloé, y la más austral de Sudamérica.

O. Kukunche se distingue de las otras cinco especies de Ogcodes presentes en Chile, la última de ellas descubierta hace más de 60 años, por la forma triangular y las rayas amarillas de su abdomen, patas bicolor, antenas y vellosidad negra en el tórax.

Además de O. Kukunche, los autores del estudio también pudieron describir con mayor precisión la morfología de todas las especies de este género en nuestro país, aun cuando los holotipos de tres de ellas (los ejemplares que sirven de base para la clasificación de otros individuos) hoy se encuentran extraviados. Para ello, se valieron de descripciones originales de los especímenes perdidos, imágenes del holotipo de O. porteri y el estudio exhaustivo de ejemplares de O. kuscheli y O. triangularis.

Asimismo, el estudio también permitió ampliar el rango de distribución de esta última especie 800 km. al sur de Malloco, región Metropolitana, hasta la localidad de Petrohue, región de Los Lagos, al igual que de la mosca Acrocera honorati, presenta entre las regiones de Antofagasta y Coquimbo por el norte, y de Biobío y Valdivia por el sur.

Para el investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, y uno de los autores del paper, Matías Barceló, contar con áreas de distribución más completas de estas especies, más allá de la localización original del primer espécimen,” permite conocer más sobre la ecología de estas especies, de modo de saber más sobre sus interacciones, funciones específicas y estado de conservación”.

Nuevos descubrimientos

Pero O. Kukunche no es la única especie de mosca recientemente encontrada en Chile. Dos de los descubridores de esta mosca chilota, los investigadores Rodrigo Barahona-Segovia y Matías Barceló, también pudieron identificar a dos nuevas especies pertenecientes al género Myopa, de la mano de un proyecto de ciencia ciudadana que ambos lideran.

Miembros de la familia de la conópidas, o moscas de cabeza gruesa, estas moscas también se caracterizan por hospedarse al interior del cuerpo de otros insectos (en este caso, abejas y avispas) hasta alcanzar la madurez. De los 221 miembros de esta familia presentes en Centro y Sudamérica, sólo cuatro de ellos son parte del género Myopa, siendo M. metallica la única hallada en Chile.

Las nuevas especies de Myopa identificadas fueron descubiertas en el marco del programa de ciencia ciudadana “Moscas florícolas de Chile”, creado en 2015 por Barahona-Segovia y Barceló, que incluyó una revisión completa de múltiples colecciones entomológicas existentes en el país.

Para determinar que las nuevas especies efectivamente eran distintas de M. metallica, los investigadores analizaron la literatura relacionada y condujeron un análisis de carácter morfológico en ambas especies, una de las cuales incluso fue hallada durante las 11 expediciones de campo que llevó a cabo el programa en busca de estos dípteros.

Al igual que su prima chilena y otros miembros de este género, M. nebulosa y M. bozinovici poseen alas cubiertas por manchas negras y vellos blancos en sus mejillas, dos aspectos clave que llevaron a ambos científicos a ubicar a ambas especies en este clado.

Distribuida desde la Pampa del Tamarugal, en la región de Tarapacá, hasta las faldas cordilleranas de la región del Maule, M. nebulosa debe su nombre a la coloración difusa de los diferentes segmentos de su cuerpo, reminiscentes a ciertos cuerpos celestres que reflejan la luz de esta forma.

M. bozinovici, algo más pequeña que la anterior, fue nombrada en honor al ecofisiólogo Francisco Bozinovic, y puede encontrarse alrededor del bosque esclerófilo de la zona central de Chile, un ecosistema considerado hoy amenazado por el cambio de uso de suelo —provocado por la urbanización y el monocultivo de paltas— y que limitaría su rango de extensión. Asimismo, M. nebulosa también habita en ecosistemas clasificados como vulnerables o en peligro crítico debido a las perturbaciones humanas causadas por plantas hidroeléctricas, plantaciones agrícolas, e incendios, entre otras.

Cambiando percepciones

“La identificación de estas nuevas especies representan un avance en el conocimiento de la biodiversidad de estas regiones”, explica Barceló, “al tiempo que nos permite entender de mejor manera el rol que cumplen las moscas en estos ecosistemas”.

Para el investigador, hay una carga negativa asociado a estos insectos que es fruto, en parte, de la falta de investigación sobre ellos: “La percepción de las moscas como sinónimo de suciedad y enfermedades impacta en el poco interés que se tiene en ellas tanto en la academia como en la sociedad civil. Pero a medida que vamos sabiendo más sobre ellas, podremos combatir ese sesgo y cambiar la percepción sobre ellas. No por ser menos llamativas, son menos importantes”, concluye.

Las descripciones completas de M. nebulosa y M. bozinovici, junto a una redescripción de M. metallica, pueden leerse en un artículo publicado en mayo en Zootaxa.

Una de las nuevas especies: O. Kukunche
Una de las nuevas especies: O. Kukunche

Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Simposio visibiliza aportes de murciélagos en el agro chileno

Para conocer más sobre los beneficios de los murciélagos que habitan en Chile y su interacción con el sector agrícola, así como diferentes iniciativas para su investigación y conservación, el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, organizó el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”.

En la mayoría de las culturas occidentales, los murciélagos son animales poco valorados y apreciados por la sociedad. Con su peculiar aspecto y hábitos nocturnos, suelen ganarse el rechazo entre las personas por su mal dirigida fama de dañinos o peligrosos. Un ejemplo de esto ocurre cada verano en Chile, cuando noticias sobre plagas urbanas de murciélagos abundan en los medios locales, aun cuando estos fenómenos se explican por las primeras salidas de crías desde colonias de casas y edificios, y su consecuente extravío en busca de alimento.

Un ejemplo más actual y directo de esta realidad, es la injusta culpa que estos mamíferos voladores han debido cargar como causantes principales de la pandemia de COVID-19, lo que incluso ha provocado matanzas de colonias completas alrededor del mundo por la errónea idea de que aquello podría ayudar a prevenir la transmisión de la enfermedad. Lo cierto es que los verdaderos culpables de esta pandemia son los mismos seres humanos, y la forma muchas veces inconsciente en que nos relacionamos con el entorno natural, destruyendo ecosistemas completos, empujando a especies salvajes fuera de sus hábitats y hacia los centros urbanos, y en este caso, practicando el comercio desregulado de animales y carne. Y basta decir que los ya millones de contagiados de COVID-19 en el mundo no obtuvieron la enfermedad desde un murciélago, sino de otras personas.

Contrario a su mala reputación, los murciélagos son animales fascinantes. Con sus extremidades anteriores transformadas en alas, son los únicos mamíferos capaces de practicar el vuelo controlado. Su increíble sentido de ecolocalización les permite volar, orientarse y obtener su alimento durante la noche sin ayuda de su vista, emitiendo ondas sonoras inaudibles para el oído humano que hacen rebotar sobre los objetivos para establecer su distancia y posición. A pesar de que se les suele comparar con ratones, los murciélagos tienen un ciclo de vida muy diferente, con una reproducción tardía, un bajo número de crías, y una vida más longeva.

Los murciélagos son además uno de los órdenes de mamíferos con mayor biodiversidad. Esta se ve reflejada en el gran numero de especies que alberga, sólo superado por los roedores, con alrededor de 1.400 especies­. También, por la gran variedad de formas corporales y modos de alimentación que poseen. Con esta enorme diversidad biológica, no es de extrañar que los murciélagos cumplan importantes funciones en los ecosistemas y que presten importantes beneficios a la naturaleza y a la sociedad.

Los murciélagos que se alimentan de néctar, por ejemplo, cumplen un rol fundamental en la polinización de flores silvestres y cultivos agrícolas. Otros, frugívoros, ayudan a dispersar las semillas de diferentes plantas. Los murciélagos insectívoros, el grupo con el mayor número de especies registradas, ayudan a controlar el consumo de plantas por insectos herbívoros, proveyendo un servicio de control de plagas a los sectores agrícola y forestal. Asimismo, el guano o excremento de murciélagos tiene un efecto fertilizante y en varios países es extraído y comercializado para tales propósitos.

Además de estos beneficios de importancia ecológica y productiva, los murciélagos han sido una fuente de inspiración para diferentes culturas y mitologías, desde los mitos vampíricos de Europa del Este hasta el desarrollo del ecoturismo en tiempos modernos, asociado a colonias de millones de individuos de murciélagos que se dan en algunos países.

Lamentablemente, los murciélagos también enfrentan un gran número de amenazas, tales como la pérdida de su hábitat natural, la eliminación intencional de colonias, la colisión con vehículos y aspas de los aerogeneradores en parques eólicos y un uso excesivo de insecticidas, entre otras. Es por ello que alrededor de un 15% de las especies de murciélagos del mundo ha sido clasificada como amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Otro problema es el escaso conocimiento científico sobre estos animales, en especial respecto a las tendencias poblacionales de las diferentes especies. Alrededor de un 20% de las especies de murciélagos han sido clasificados como “Datos Insuficientes”, es decir, no se cuenta con los conocimientos necesarios para saber si están o no amenazadas, y por ello, requieren urgentemente atención de los investigadores.

En Chile contamos con 14 especies de murciélagos, de las cuales 12 se alimentan de insectos nocturnos que capturan al vuelo. Tenemos también una especie que se alimenta de sangre de lobos marinos y aves marinas y otra especie, en el norte de Chile, que sobrevive a base de néctar.

El simposio

Los murciélagos en Chile se encuentran protegidos por la Ley y Reglamento de Caza del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), que reconoce que la mayoría de estas especies son beneficiosas para la actividad silvoagropecuaria. Al igual que sucede a nivel mundial, las especies de murciélagos de Chile han sido en general escasamente estudiadas y sabemos poco sobre sus ciclos de vida, su ecología, amenazas y tendencias poblacionales. Afortunadamente, los últimos años ha aumentado el interés por los murciélagos de Chile, y han sido objeto de varias las iniciativas de investigación y conservación, en especial respecto a su interacción con el sector agrícola.

La última de ellas, organizada por el CAPES, con la colaboración de la consultora Myotis Chile y la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC, es el simposio online “Murciélagos y Agro Chileno”, iniciado esta semana y el cual busca dar a conocer la biodiversidad de los murciélagos chilenos, los beneficios que proporcionan a la sociedad y diferentes iniciativas relacionadas con su investigación y conservación, especialmente provenientes bajo el prisma de su contribución a la agricultura.

“La idea de esta actividad es levantar una perspectiva global de la interacción entre murciélagos y el agro que trascienda el ámbito académico, y que nos sirva de input para comenzar un trabajo colaborativo en Chile”, cuenta Gabriela Flores, organizadora del simposio. “También creemos que el simposio nos proporcionará material valioso para generar campañas de divulgación sobre los murciélagos de Chile y los servicios ecosistémicos que nos proveen”.

Ajustándose a las condiciones que obliga el contexto sanitario, las 15 presentaciones que componen el simposio se encontrarán disponibles, en formato de video y para todos los inscritos a la actividad, hasta el lunes 25 de mayo. Éstas tocarán temas como la biodiversidad y ecología de estos mamíferos alados, la valorización de los servicios ecosistémicos que proveen, y las distintas experiencias integrando estos animales en la producción agrícola. Hasta el martes 19 de mayo, los auditores también podrán hacer preguntas a los expositores, algunas de las cuales luego serán respondidas en una segunda fase de conversatorios en vivo entre el 25 y 29 de mayo.

Iniciativas como el simposio, sumado a la incipiente divulgación en torno al papel y funciones de estos increíbles seres, poco a poco están cambiando la percepción de las personas sobre los murciélagos y su mundo. Sin embargo, el peligro cada vez más presente de enfermedades de origen zoonótico y el potencial de nuevos brotes y pandemias en el futuro, por otra parte, parecen frenar o al menos reducir la velocidad de estos cambios de percepción. Mientras tanto, un animal tan vital para muchos ecosistemas como el murciélago sufre las consecuencias de nuestra ignorancia, y ese es un tipo de oscuridad a la que, lamentablemente, este pequeño amigo no está adaptado.

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Redacción: Myotis Chile y CAPES
Fotografía: Ignacio Fernández

Eduardo Arellano: “Un suelo saludable asegura sostenibilidad en el tiempo”

Conversamos con el director de la nueva línea CAPES que, desde julio pasado, estudia los principios y técnicas que podrían ayudarnos a transitar de una agricultura intensiva a una más sustentable, consciente de su impacto ambiental.

“Intensificación ecológica para una agricultura sustentable” es el nombre de la nueva línea de investigación CAPES destinada al estudio de técnicas y principios que reduzcan, mitiguen y prevengan los efectos de la actividad agrícola sobre la biodiversidad de los ecosistemas, así como medidas de restauración de sistemas ya degradados por la intervención humana.

“La línea nace a partir de una serie de proyectos de evaluación de suelos en que lo trabajé previamente” nos cuenta su director, Eduardo Arellano, desde su oficina ubicada en dependencias de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica de Chile (PUC), lugar donde realiza sus labores académicas.

“Hace unos cinco años, mi equipo de trabajo y yo comenzamos a estudiar los suelos y su potencial de restauración en matrices transformadas o intervenidas por la agricultura, específicamente en las regiones de O’Higgins y el Maule, atendiendo no sólo a la recuperación de los servicios ecosistémicos a nivel de paisaje o conectividad, sino también a nivel predial”.

A partir de estas aproximaciones, Arellano y su equipo levantaron una serie de indicadores de productividad para sistemas productivos, especialmente frutícolas, con la ayuda de diversos proyectos FIC con agricultores de la región de O’Higgins. Estos indicadores determinaban el estado de intervención de los predios en aspectos como su biodiversidad, la calidad del agua, la salud de sus suelos, entre otros.

“La idea era saber cómo un agricultor o productor podría contribuir a mejorar su desempeño ambiental y la calidad ambiental de sus productos, ayudándolo a determinar qué era lo que había dentro y alrededor de sus tierras, y dónde estaba el potencial de recuperación en esas áreas” señala.

Dicho trabajo también incluía recomendaciones en la forma de manuales o guías, como el catastro base de flora y fauna encontrada en la región de O’Higgins que dio pie al Manual de Conservación de Biodiversidad en Predios Agrícolas de Chile Central, publicado en 2016.

“El objetivo entonces y ahora”, explica “es transferir principios de intensificación ecológica al sector agropecuario nacional e internacional. Servicios que ayuden a su vez a mantener la productividad del sistema”.

Cuestión de mercado

Eduardo Arellano es ingeniero forestal de la PUC y doctor en Silvicultura de Virginia Tech (EEUU). Desde su formación, nos cuenta, ha estado vinculado al estudio de los suelos en conexión con los sistemas productivos (agrícolas, forestales, y mineros), por lo que su transición a los procesos de restauración y recuperación de sistemas degradados se dio, en sus palabras, naturalmente.

“El proceso de cambio de la agricultura sobre los paisajes es inevitable e histórico” nos explica. “Estamos hablando de sistemas productivos que llevan siglos, sino milenios, operando sobre los ecosistemas”.

El principal impacto que ha tenido el impulso del ser humano por producir su propio sustento a través de la agricultura es, a su juicio, la presión sobre el cambio de uso de suelo, causado por la remoción de vegetación nativa para la expansión agrícola. “Hoy, es cosa de ir al norte y ver cómo las laderas se llenan de paltos y naranjos. Toda esa producción va invariablemente en sacrificio de algo” agrega.

Uno de estos sacrificios, especialmente en el caso de Chile Central, ha sido el agua: “hay un efecto importante sobre el recurso hídrico, pues en el caso del sector agrícola nacional, se trata en su mayoría de agricultura de riego, y la tecnificación del riego va a la par con el crecimiento de la agricultura y la intensificación de estos impactos”.

El desafío, sostiene, es reducir esos impactos conservando los beneficios que también entrega este importante sector productivo, como es la provisión (en conjunto con los ecosistemas) de alimentos y el desarrollo económico y social de las comunidades que rodean los núcleos agrícolas, “incluso de manera más directa que la minería”.

En opinión del ingeniero agrónomo, la sobreproducción agrícola en Chile está actualmente fuera de control: “Cuando tú tienes productores que despliegan una enorme cantidad de recursos, cientos de hectáreas con un manejo súper intensivo, simplemente porque en China un consumidor quiere comer cerezas en diciembre o para el día de los enamorados, generas una distorsión de lo que, uno cree, debiera ser el principio fundamental de un sistema agrícola”.

Por suerte, la presión por una producción sostenible y en armonía con el medio ambiente comienza a ser cada vez más fuerte, sobre todo la proveniente de mercados externos: “Hoy es el consumidor europeo, anglosajón, el que quiere una fruta o verdura que sea de un campo manejado sustentablemente” comenta Arellano. “Hay procesos de certificación ya consolidados en Europa que te aseguran que los alimentos que se venden en sus supermercados, importados de países como Chile, han pasado por procesos de producción que no dañan o degradan el medio ambiente”, asegura.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para contrarrestar las demandas de consumo de algunas economías en crecimiento: “Si el mercado internalizara todos los costos ambientales que significa producir cerezas fuera de temporada en el precio de la fruta, se podría desincentivar la sobreproducción. Y eso, afortunadamente, ya está ocurriendo en algunas partes de Europa. Pero la expansión agrícola, sobre todo con la apertura del mercado chino, es que es menos consciente ambientalmente, sigue siendo mayor”.

Mal que mal, esos costos ambientales nacidos de la sobreproducción, como la degradación de los suelos, también terminan afectando al productor. “Un suelo degradado retiene menos agua que un suelo bien conservado, lo que implica un gasto mayor de agua para sostener a la planta. La capacidad de retención hídrica se refleja finalmente en pérdidas de producción”.

“Pero todo eso”, se apresura en señalar, “se puede revertir”.

Recuperando suelos

“Hay formas y formas de hacer agricultura, explica, “cuando tú ves paisajes y viñas en Francia, por ejemplo, ves un montón de corredores de setos, zonas parches de vegetación nativa, es decir, un diseño de paisaje mucho más integrado y sostenible”.

Y es ahí donde aparece el concepto de intensificación ecológica, el que Arellano define como “la introducción de principios de la agroecología y de potenciamiento de los servicios ecosistémicos a los sistemas agrícolas más convencionales –los que hoy representan casi 99% de la producción mundial– sin crear un riesgo en la calidad productiva del sistema”.

Los investigadores e investigadoras de la línea 6 trabajan en distintos sistemas productivos dentro de la agricultura y estudian distintos servicios ecosistémicos presionados por éstos sistemas, como el secuestro de carbono del suelo sobre el que producen, o los servicios de polinización de las aves e insectos que pueblan los predios.

En el caso de la degradación de suelos, por ejemplo, los científicos que trabajan en el área promueven acciones como la introducción de carbono orgánico en el suelo, manejo de desechos, compostaje de residuos, etc. para mejorar la salud y calidad de estos ambientes.

“Toda vegetación, sea nativa o agrícola, dependen del suelo. Si no hay suelo, o si estos se degradan, se erosionan, son arrastrados por el agua o se contaminan, la capacidad de recuperación se pierde y con ello, la posibilidad de que esa vegetación obtenga los nutrientes que necesita para crecer” cuenta.

Entre los métodos de recuperación que estudia la línea, están la reutilización de residuos orgánicos mediante el rescate de suelos, esto es, la remoción del suelo útil previo a su excavación por parte de proyectos mineros o inmobiliarios, para su empleo posterior. También mediante el uso de lodos y biosólidos de plantas de tratamiento de aguas servidas como sustratos para zonas degradadas. “El tema principal de la degradación es la pérdida de la materia orgánica, por lo que cualquier fuente orgánica que tú tengas disponible sirve para un proceso de recuperación”.

“Un suelo saludable te asegura la sostenibilidad hacia adelante” continúa, “te permite sostener, por ejemplo, una diversidad de cultivos. El desafío de Chile será prontamente producir cultivos sin riego o con poca agua, y del éxito de esos intentos depende la capacidad del suelo de retener eficientemente dicho recurso”.

Otros esfuerzos

Otros investigadores de la línea trabajan en detectar y estudiar cultivos de plantas que den raíces a distintas profundidades, o que tengan una mayor capacidad de retención de nitrógeno. Algunos proyectos han identificado plantas capaces de atraer polinizadores a matrices agrícolas, incorporando bandas de flores y vegetación nativa en sus lindes. “Hemos instalado pilotajes con mezclas de flores y plantas nativas en los bordes de los previos para observar si atraen polinizadores como chinitas. Eso al agricultor no le cuesta nada. Hemos hecho tres de estas intervenciones en predio, con buenos resultados”.

Lo mismo ha sucedido con la instalación de casas anideras o perchas para aves rapaces, que no sólo atraen polinizadores sino también depredadores de especies que pueden significar una plaga para los cultivos o invasores para la fauna local.

La línea también realiza estudios de evaluación de la salud del suelo mediante técnicas microbiológicas. Además, la línea colabora con iniciativas de replantación de bosque nativo donde se prueban distintas técnicas de tratamiento de suelo que mejores la capacidad de retención hídrica, que eventualmente pueda ser aplicado por organismos como CONAF en sus programas de bonificación para reforestación con bosque nativo.

Para Arellano, la creación de esta nueva línea CAPES se hace cargo de una deuda histórica no sólo del Centro, sino de la investigación ecológica asociada a los sistemas productivos: “Hasta ahora no teníamos una línea especialmente dedicada a la agricultura, cuando ésta, en Chile, debiera ser el escenario principal donde opere la ecología aplicada, pues se trata del sector productivo más extendido del país”.

El escenario, al menos por los próximos años, será de Eduardo y de su equipo.

Eduardo Arellano: “Un suelo saludable asegura sostenibilidad en el tiempo”

Conversamos con el director de la nueva línea CAPES que, desde julio pasado, estudia los principios y técnicas que podrían ayudarnos a transitar de una agricultura intensiva a una más sustentable, consciente de su impacto ambiental.

“Intensificación ecológica para una agricultura sustentable” es el nombre de la nueva línea de investigación CAPES destinada al estudio de técnicas y principios que reduzcan, mitiguen y prevengan los efectos de la actividad agrícola sobre la biodiversidad de los ecosistemas, así como medidas de restauración de sistemas ya degradados por la intervención humana.

“La línea nace a partir de una serie de proyectos de evaluación de suelos en que lo trabajé previamente” nos cuenta su director, Eduardo Arellano, desde su oficina ubicada en dependencias de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica de Chile (PUC), lugar donde realiza sus labores académicas.

“Hace unos cinco años, mi equipo de trabajo y yo comenzamos a estudiar los suelos y su potencial de restauración en matrices transformadas o intervenidas por la agricultura, específicamente en las regiones de O’Higgins y el Maule, atendiendo no sólo a la recuperación de los servicios ecosistémicos a nivel de paisaje o conectividad, sino también a nivel predial”.

A partir de estas aproximaciones, Arellano y su equipo levantaron una serie de indicadores de productividad para sistemas productivos, especialmente frutícolas, con la ayuda de diversos proyectos FIC con agricultores de la región de O’Higgins. Estos indicadores determinaban el estado de intervención de los predios en aspectos como su biodiversidad, la calidad del agua, la salud de sus suelos, entre otros.

“La idea era saber cómo un agricultor o productor podría contribuir a mejorar su desempeño ambiental y la calidad ambiental de sus productos, ayudándolo a determinar qué era lo que había dentro y alrededor de sus tierras, y dónde estaba el potencial de recuperación en esas áreas” señala.

Dicho trabajo también incluía recomendaciones en la forma de manuales o guías, como el catastro base de flora y fauna encontrada en la región de O’Higgins que dio pie al Manual de Conservación de Biodiversidad en Predios Agrícolas de Chile Central, publicado en 2016.

“El objetivo entonces y ahora”, explica “es transferir principios de intensificación ecológica al sector agropecuario nacional e internacional. Servicios que ayuden a su vez a mantener la productividad del sistema”.

Cuestión de mercado

Eduardo Arellano es ingeniero forestal de la PUC y doctor en Silvicultura de Virginia Tech (EEUU). Desde su formación, nos cuenta, ha estado vinculado al estudio de los suelos en conexión con los sistemas productivos (agrícolas, forestales, y mineros), por lo que su transición a los procesos de restauración y recuperación de sistemas degradados se dio, en sus palabras, naturalmente.

“El proceso de cambio de la agricultura sobre los paisajes es inevitable e histórico” nos explica. “Estamos hablando de sistemas productivos que llevan siglos, sino milenios, operando sobre los ecosistemas”.

El principal impacto que ha tenido el impulso del ser humano por producir su propio sustento a través de la agricultura es, a su juicio, la presión sobre el cambio de uso de suelo, causado por la remoción de vegetación nativa para la expansión agrícola. “Hoy, es cosa de ir al norte y ver cómo las laderas se llenan de paltos y naranjos. Toda esa producción va invariablemente en sacrificio de algo” agrega.

Uno de estos sacrificios, especialmente en el caso de Chile Central, ha sido el agua: “hay un efecto importante sobre el recurso hídrico, pues en el caso del sector agrícola nacional, se trata en su mayoría de agricultura de riego, y la tecnificación del riego va a la par con el crecimiento de la agricultura y la intensificación de estos impactos”.

El desafío, sostiene, es reducir esos impactos conservando los beneficios que también entrega este importante sector productivo, como es la provisión (en conjunto con los ecosistemas) de alimentos y el desarrollo económico y social de las comunidades que rodean los núcleos agrícolas, “incluso de manera más directa que la minería”.

En opinión del ingeniero agrónomo, la sobreproducción agrícola en Chile está actualmente fuera de control: “Cuando tú tienes productores que despliegan una enorme cantidad de recursos, cientos de hectáreas con un manejo súper intensivo, simplemente porque en China un consumidor quiere comer cerezas en diciembre o para el día de los enamorados, generas una distorsión de lo que, uno cree, debiera ser el principio fundamental de un sistema agrícola”.

Por suerte, la presión por una producción sostenible y en armonía con el medio ambiente comienza a ser cada vez más fuerte, sobre todo la proveniente de mercados externos: “Hoy es el consumidor europeo, anglosajón, el que quiere una fruta o verdura que sea de un campo manejado sustentablemente” comenta Arellano. “Hay procesos de certificación ya consolidados en Europa que te aseguran que los alimentos que se venden en sus supermercados, importados de países como Chile, han pasado por procesos de producción que no dañan o degradan el medio ambiente”, asegura.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para contrarrestar las demandas de consumo de algunas economías en crecimiento: “Si el mercado internalizara todos los costos ambientales que significa producir cerezas fuera de temporada en el precio de la fruta, se podría desincentivar la sobreproducción. Y eso, afortunadamente, ya está ocurriendo en algunas partes de Europa. Pero la expansión agrícola, sobre todo con la apertura del mercado chino, es que es menos consciente ambientalmente, sigue siendo mayor”.

Mal que mal, esos costos ambientales nacidos de la sobreproducción, como la degradación de los suelos, también terminan afectando al productor. “Un suelo degradado retiene menos agua que un suelo bien conservado, lo que implica un gasto mayor de agua para sostener a la planta. La capacidad de retención hídrica se refleja finalmente en pérdidas de producción”.

“Pero todo eso”, se apresura en señalar, “se puede revertir”.

Recuperando suelos

“Hay formas y formas de hacer agricultura, explica, “cuando tú ves paisajes y viñas en Francia, por ejemplo, ves un montón de corredores de setos, zonas parches de vegetación nativa, es decir, un diseño de paisaje mucho más integrado y sostenible”.

Y es ahí donde aparece el concepto de intensificación ecológica, el que Arellano define como “la introducción de principios de la agroecología y de potenciamiento de los servicios ecosistémicos a los sistemas agrícolas más convencionales –los que hoy representan casi 99% de la producción mundial– sin crear un riesgo en la calidad productiva del sistema”.

Los investigadores e investigadoras de la línea 6 trabajan en distintos sistemas productivos dentro de la agricultura y estudian distintos servicios ecosistémicos presionados por éstos sistemas, como el secuestro de carbono del suelo sobre el que producen, o los servicios de polinización de las aves e insectos que pueblan los predios.

En el caso de la degradación de suelos, por ejemplo, los científicos que trabajan en el área promueven acciones como la introducción de carbono orgánico en el suelo, manejo de desechos, compostaje de residuos, etc. para mejorar la salud y calidad de estos ambientes.

“Toda vegetación, sea nativa o agrícola, dependen del suelo. Si no hay suelo, o si estos se degradan, se erosionan, son arrastrados por el agua o se contaminan, la capacidad de recuperación se pierde y con ello, la posibilidad de que esa vegetación obtenga los nutrientes que necesita para crecer” cuenta.

Entre los métodos de recuperación que estudia la línea, están la reutilización de residuos orgánicos mediante el rescate de suelos, esto es, la remoción del suelo útil previo a su excavación por parte de proyectos mineros o inmobiliarios, para su empleo posterior. También mediante el uso de lodos y biosólidos de plantas de tratamiento de aguas servidas como sustratos para zonas degradadas. “El tema principal de la degradación es la pérdida de la materia orgánica, por lo que cualquier fuente orgánica que tú tengas disponible sirve para un proceso de recuperación”.

“Un suelo saludable te asegura la sostenibilidad hacia adelante” continúa, “te permite sostener, por ejemplo, una diversidad de cultivos. El desafío de Chile será prontamente producir cultivos sin riego o con poca agua, y del éxito de esos intentos depende la capacidad del suelo de retener eficientemente dicho recurso”.

Otros esfuerzos

Otros investigadores de la línea trabajan en detectar y estudiar cultivos de plantas que den raíces a distintas profundidades, o que tengan una mayor capacidad de retención de nitrógeno. Algunos proyectos han identificado plantas capaces de atraer polinizadores a matrices agrícolas, incorporando bandas de flores y vegetación nativa en sus lindes. “Hemos instalado pilotajes con mezclas de flores y plantas nativas en los bordes de los previos para observar si atraen polinizadores como chinitas. Eso al agricultor no le cuesta nada. Hemos hecho tres de estas intervenciones en predio, con buenos resultados”.

Lo mismo ha sucedido con la instalación de casas anideras o perchas para aves rapaces, que no sólo atraen polinizadores sino también depredadores de especies que pueden significar una plaga para los cultivos o invasores para la fauna local.

La línea también realiza estudios de evaluación de la salud del suelo mediante técnicas microbiológicas. Además, la línea colabora con iniciativas de replantación de bosque nativo donde se prueban distintas técnicas de tratamiento de suelo que mejores la capacidad de retención hídrica, que eventualmente pueda ser aplicado por organismos como CONAF en sus programas de bonificación para reforestación con bosque nativo.

Para Arellano, la creación de esta nueva línea CAPES se hace cargo de una deuda histórica no sólo del Centro, sino de la investigación ecológica asociada a los sistemas productivos: “Hasta ahora no teníamos una línea especialmente dedicada a la agricultura, cuando ésta, en Chile, debiera ser el escenario principal donde opere la ecología aplicada, pues se trata del sector productivo más extendido del país”.

El escenario, al menos por los próximos años, será de Eduardo y de su equipo.