8vo Encuentro Anual EfD Chile

Cuándo: 13 y 14 de octubre de 2022
Dónde: Hotel Termas de Catillo (Parral, Chile). Actividad híbrida.
Organizado por:  EfD Chile

El Centro de Investigación en Economía Ambiental y de Recursos Naturales de la iniciativa «Medio Ambiente para el Desarrollo» NENRE – EfD Chile, tiene el agrado de invitarle a la octava edición de su encuentro anual, el cual reunirá a investigadores y hacedores de políticas públicas para discutir los principales problemas medio ambientales de Chile, el Norte y el Sur Global.

NENRE EfD-Chile invita a investigadores, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, hacedores de política, profesionales de oficina de gobierno, estudiantes de magíster y doctorado, y otros actores interesados, a participar de este evento, el cual incluirá presentaciones en las siguientes áreas:

  • Pesca y acuicultura
  • Energía
  • Economía ambiental
  • Agricultura
  • Cambio climático
  • Contaminación del agua, del aire y acústica
  • Género y medio ambiente
  • Gestión de residuos
  • Minería
  • Empresas y desafíos de sustentabilidad
  • Recursos hídricos
  • Otros relacionados al área de economía en recursos naturales y medio ambiente

La actividad se realizará en formato híbrido en el Hotel Termas de Catillo, en Parral. Quienes deseen participar de manera presencial deberán cubrir gastos de transporte, alimentación y alojamiento y dar aviso al coordinador del evento (Sr. Cristóbal Vásquez, vasquezquezada@gmail.com).

Se entregará un número limitado de becas a estudiantes de magíster y doctorado que enviaron sus trabajos a través del nuestro call.

Quienes deseen participar de manera virtual, se compartirá un link de registro para Zoom Events a sus correos enviados al presente formulario. A través de esta plataforma, podrán atender a las sesiones desde sus dispositivos electrónicos. Se agradecerá estar atentos/as a estas instrucciones.

En cuanto a la estructura del evento, este contará además con tres paneles de discusión en torno a las siguientes temáticas (más información en los enlaces):

  1. Política ambiental en Chile: Desafíos desde la interseccionalidad
  2. Desafíos regulatorios para el sistema de producción de salmones
  3. Empresa y desafíos de sustentabilidad: una mirada desde el sector de agua y saneamiento

Para consultas, contactarse con Cristóbal Vásquez al correo vasquezquezada@gmail.com.

Más información en este enlace.

Webinar «Forestación para la captura de Carbono. Enfoques de Chile y España»

Cuándo: 13 de octubre de 2022, 8:30 hrs.
Dónde: Actividad vía telemática (Link de inscripción) 
Organizado por:  CAPES UC, Centro UC Cambio Global, DesicionES, Universidad Politécnica de Madrid

Exponen: 

  • Marta Hernández de la Cruz: Oficina Española de Cambio Climático. Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico. España.
  • María Menéndez Mihuélez: Programa Europeo de forestación en tierras agrícolas. Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria. España.
  • Constanza Troppa: Gerencia de Bosques y Cambio Climático. Corporación Nacional Forestal, CONAF, Chile. 

Moderan:

  • Juan Oliet: Universidad Politécnica de Madrid. 
  • Eduardo Arellano: Pontificia Universidad Católica de Chile, investigador principal CAPES

La actividad se realizará este jueves 13 de octubre de 2022 entre 8:30 y 10:30 hrs. 

Link de inscripción: https://forms.office.com/r/96z0LHayuU

Tolerancia a las temperaturas en moscas, ¿qué podemos aprender sobre la adaptación al cambio climático?

Investigación chileno-española en moscas Drosophilas busca determinar el impacto de la tolerancia térmica en la distribución, dinámica poblacional y respuestas ante el cambio climático de estos insectos, a través de un modelo analítico que incorpora el tiempo como variable junto con la temperatura.

D. melanogaster, una de las especies investigadas por Rezende y su equipo. (Créditos:  Darren Obbard)

La tolerancia térmica describe el rango de temperaturas que un organismo es capaz de soportar, es decir, cuánto calor o cuánto frío ambiental puede tolerar antes de morir. Esta característica varía considerablemente entre los organismos, dependiendo del tiempo de exposición a las temperaturas y tiene un gran impacto en sus patrones de actividad, presupuestos de tiempo y energía, distribución geográfica, fecundidad y también en su resiliencia al calentamiento global.

Durante los últimos años hemos sido testigos de múltiples eventos climáticos extremos en todo el mundo, olas de calor, inundaciones, sequías, olas de frío, tormentas, entre muchas otras manifestaciones del cambio climático que está experimentando el planeta. Estos eventos, en que aumentan o disminuyen las temperaturas en un corto período de tiempo, pueden tener efectos considerables en los organismos, incluidos animales, plantas y seres humanos.

Un estudio de un equipo de investigadores chilenos y españoles, “Thermal tolerance in Drosophila: Repercussions for distribution, community coexistence and responses to climate change”, publicado en la revista Journal of Animal Ecology, buscó determinar si la distribución geográfica y la dinámica de población de diferentes especies de Drosophila se relacionan con su variación en la tolerancia al calor en el laboratorio, empleando curvas de tiempo de muerte térmica (o TDT por sus siglas en inglés).

Para conocer en qué consiste este modelo de estudio y qué descubrieron en la investigación, conversamos con el profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica e investigador CAPES, Enrico Rezende, parte del equipo científico que realizó el estudio. Nos comenta que se utilizó el modelo TDT para estudiar especies de Drosophila porque “es una forma de caracterizar la tolerancia térmica como una probabilidad de sobrevivencia que cambia en función de la temperatura y del tiempo de exposición”. El investigador señala además que como son tres variables —temperatura, tiempo y probabilidad de sobrevivencia— la tolerancia térmica se puede ilustrar en 3D. “Llamamos a esta aproximación ‘paisajes de tolerancia’ y se utilizan para predecir cómo variaciones en la temperatura deben afectar la mortalidad en la naturaleza, y su versión simplificada para una mortalidad del 50% resulta en las TDT”.

Pero ¿Por qué es importante estudiar la tolerancia al calor en insectos ectotermos, y en Drosophilas en particular, en el contexto del cambio climático? “Por dos razones principales”, explica Rezende, “primero, porque el aumento en la temperatura y olas de calor deben impactar a todos los organismos, no solamente al humano, y por lo tanto es necesario comprender cuáles organismos y comunidades ecológicas serían más vulnerables al cambio climático. Segundo, porque diferencias en tolerancia pueden determinar diferencias en distribución geográfica y/o en abundancia en función de la temperatura”.

Tiempo, temperatura y nichos térmicos

Algunos de los experimentos llevados a cabo por Rezende y su equipo para medir tolerancia. (Créditos: Laboratorio Enrico Rezende).

La investigación se realizó en moscas adultas de cuatro especies de Drosophila: D. simulans, D. hydei, D. subobscura y D. immigrans, en la primavera-verano de 2018 y 2019 y en 11 localidades de Chile, abarcando más de 3.000 km entre Arica y Coyhaique. Estas áreas difieren drásticamente en sus perfiles térmicos, con una temperatura máxima promedio mensual diurna que oscila entre 29,2 °C en el extremo norte y 12,7 °C en la región más austral. También se utilizaron los datos de la investigación de Danko Brncic, Premio Nacional de Ciencias en 1987, que durante 8 años consecutivos compilaron estimaciones mensuales del tamaño de la población de 16 especies de Drosophila en Santiago.

Se realizaron 2700 mediciones individuales del tiempo de muerte bajo estrés térmico, y con esos datos más otros como la temperatura ambiente de la localidad de origen, se obtuvieron 40 curvas de tiempo de muerte térmica, TDT. Con estos modelos se realizaron estimaciones de la tolerancia al calor y el rango de distribución de las especies capturadas a lo largo de la línea termal.

Algunos de los hallazgos fueron que las especies D. simulans y D. hydei soportaron períodos más largos de exposición al calor que sus contrapartes más sensibles a la temperatura (D. subobscura y D. immigrans), mostrando de manera concordante un patrón de distribución más amplio a lo largo de Chile, llegando a las localidades más ecuatoriales y más al norte.

Esta información contribuye a determinar el nicho térmico de las Drosophilas, que Rezende define como “el conjunto de características térmicas que puede tolerar una especie, y limita las ventanas tanto espaciales como temporales donde estas especies pueden encontrarse”, además precisa que “cómo predecir la distribución y dinámica de distintas especies a partir de la temperatura es uno de los temas fundamentales de la biología térmica en la actualidad”.

Los resultados de la investigación proporcionan evidencia de que la adaptación térmica en especies de Drosophila juega un importante papel en su distribución y en la dinámica de poblaciones. Las variables de tiempo y temperatura son muy relevantes en la dinámica de las poblaciones de insectos, pero generalmente no se han estudiado juntas, ¿por qué? Rezende detalla que “la temperatura afecta todos los procesos biológicos que ocurren, cuyos efectos pueden acumularse en el tiempo. Por lo tanto, ambas variables son fundamentales tanto en la biología térmica en general y en estudios de tolerancia en particular. Ahora bien, la mayoría de los estudios tiende a ignorar el tiempo porque los análisis, con efectos dinámicos y acumulativos, son bastante más complejos”.   

Esta es precisamente una de las conclusiones más importante de esta investigación, “que estos modelos dinámicos predicen de forma mucho más precisa y adecuada el impacto de la temperatura ambiental, intrínsecamente variable diaria y estacionalmente, en la mortalidad de Drosophila en poblaciones naturales”, afirma el investigador.

Moscas modelo

D. subobscura, otra de las especies estudiadas (Créditos:  Darren Obbard).

La iniciativa “Mosca científica” es un proyecto interdisciplinario que busca generar material educativo y de divulgación sobre el aporte al conocimiento científico que se ha generado durante décadas gracias a Drosophila como modelo de estudio.

¿Cómo nació esta iniciativa? “Surgió originalmente para divulgar los resultados de la investigación de mi proyecto FONDECYT anterior, aprovechando la oportunidad para intentar generar contenido audiovisual de calidad en castellano, menciona Rezende, y añade que “como el proyecto se enfoca en Drosophila, partimos con un video original explicando la importancia de este modelo de estudio en la genética y biología evolutiva, que está disponible en Youtube. Estamos ahora trabajando en un segundo video, y además postulando al concurso Ciencia Pública para obtener financiación adicional para varios videos más”. 

Las moscas del género Drosophila son conocidas como ‘mosca de la fruta’ o ‘mosca del vinagre’, aunque la gran mayoría de las especies no impactan los cultivos (una importante excepción es D. suzukii, que hoy es una plaga a nivel mundial). Drosophila se ha convertido en modelo para diversas investigaciones científicas en Chile y el mundo, entre otras razones debido a que los seres humanos y este insecto comparten cerca del 75% de genes, además son prácticas, económicas y fáciles de criar, con un ciclo de vida de 15 días en promedio, por lo que se pueden estudiar varias generaciones de moscas en poco tiempo. En resumen, una aliada formidable para la investigación científica.

Para conocer más datos sobre esta increíble mosca, pueden seguir a “Mosca científica” en sus redes sociales en Instagram (@moscacientífica) y Facebook.

Texto: Comunicaciones CAPES

Pablo Becerra: investigando la regeneración, dinámica y restauración de los bosques nativos de Chile

Pablo Becerra es ingeniero forestal y Doctor en Ecología y Biología Evolutiva, académico de la Facultad de Agronomía y Ciencias Forestales de la Universidad Católica e investigador de la línea 1 de CAPES. Aunque ha realizado estudios en terreno en casi todos los tipos de bosque del país, se ha especializado en el bosque esclerófilo de Chile central, el que se encuentra atravesando por una grave crisis debido a que no se está regenerando de manera natural y está ocurriendo mortalidad de individuos adultos.

Pablo Becerra Osses nació en Santiago, y desde pequeño, sus padres lo acercaron a la naturaleza, por lo que siempre estuvo muy cerca de los ambientes naturales. Siguiendo esa pulsión, estudió Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile, luego un Magister en Ciencias Ecológicas y posteriormente un Doctorado en Ecología y Biología Evolutiva en la misma casa de estudios.

Ya en el 4° año de su carrera, se dio cuenta de que le gustaba la investigación, la ciencia y las ciencias ecológicas en particular: “el último año, con algunos compañeros, tomamos como electivos algunos cursos del posgrado en botánica en la Facultad de Ciencias, hice unos cursos en biogeografía y en ecología de la reproducción en plantas”, recuerda, “yo partí bien naturalista, con harta observación de flora, de plantas, paseos por el cerro, etc.”.

Como tema de su tesis del doctorado, comenzó a estudiar la invasión de plantas exóticas, centrándose en dos especies simbólicas del área forestal, el Pinus radiata y el Eucalyptus globulus. “Era un análisis de cuáles son los factores que pueden estar facilitando o restringiendo la invasión de estas dos especies exóticas”, señala el investigador, “la elección de esas especies fue porque son las dos más plantadas en Chile y, por lo tanto, podían tener un alto potencial de invasión por la cantidad de semillas que se producen en las plantaciones, que probablemente producen más semillas que cualquier otra especie exótica que hay en Chile”.

Luego, en el posdoctorado, ahondó en el tema y evaluó cómo el pino radiata está influyendo en la regeneración de especies nativas, encontrando la ocurrencia de una importante invasión de esta especie exótica, incluso desde la Región de Valparaíso hacia el sur. “En general se considera invasión cuando una especie naturalizada se ha expandido más allá de las plantaciones o de los lugares en que fue introducida, y en el caso de pino radiata efectivamente eso está ocurriendo. Son individuos que ya están creciendo naturalmente, es decir, las semillas llegaron por dispersión natural a lugares fuera de las plantaciones, a ambientes naturales y están formando individuos, creciendo naturalmente y produciendo a su vez semillas, por lo tanto poseen un alto potencial para producir poblaciones autosustentables”, explica.

Bosques de Chile

“Hay bosques en todo Chile. Desde la I hasta la XII región uno puede encontrar distintos tipos de bosques” comienza contando Becerra cuando le consultamos por los bosques presentes en nuestro territorio. “Los bosques de la I, II y III región eran bosques xerofíticos, de especies adaptadas a esas condiciones, pero que estaban a su vez restringidas o distribuidas en ambientes más húmedos, principalmente orillas de ríos, eran bosques pequeños, siempre ribereños”.

Desde la IV región comienzan a aparecer bosques más abundantes de algarrobos, guayacanes y litres. Luego, en la zona de clima mediterráneo encontramos los bosques esclerófilos, y más al sur, los bosques templados. “A mi me ha tocado estudiar prácticamente todos los tipos de bosques, quizás los únicos en que no he hecho estudios más formales, son los bosques de queñuas, (Polylepis), en el altiplano”, indica, “en mi tesis de pregrado estudié los bosques de araucarias y de coigüe-raulí de la IX región, en mi tesis de magister hice estudios en bosques de robles, de hualo, de raulí, he hecho otros estudios en los bosques siempreverdes de Chiloé y también en los bosques de lenga y ñirre en la Patagonia”.

Bosque esclerófilo de clima mediterráneo

Pero su objeto de estudio más constante ha sido siempre el bosque esclerófilo. Este tipo de bosque tiene factores restrictivos para su conservación, no sólo en términos de impacto humano sino también de sus condiciones abióticas naturales, incluso sin cambio climático. Esto, debido a que el clima mediterráneo tiene estaciones secas y años en que no llueve mucho, lo que genera condiciones difíciles para varias especies del bosque esclerófilo en términos de su regeneración, en comparación con otros bosques en que si no hay factores externos antrópicos como tala, ganado, o incendios, el bosque se regenera naturalmente, que es lo que ocurre desde la región del Biobío al sur.

“En cambio en el bosque esclerófilo no”, afirma Becerra, “hay muchos lugares en que hay individuos adultos pero con cero regeneración, es decir, no hay individuos jóvenes. Entonces la pregunta es por qué esas especies están presentes en esos lugares, qué condiciones habían en el pasado cuando esas semillas se produjeron, qué les permitió regenerar, crecer y sobrevivir, cómo han cambiado esas condiciones que ahora no les permiten germinar, crecer y sobrevivir hasta etapas adultas”.

Esto está ocurriendo en la mayoría de las especies del bosque esclerófilo y ha empeorado en los últimos 10 años. De hecho, los estudios han demostrado que además de no haber regeneración, hay individuos adultos que están muriendo, dependiendo de las condiciones ambientales o microambientales, hay más o menos mortalidad, lo que antes no ocurría o sucedía de manera aislada.

Pablo Becerra comenzó ha realizar estudios en el bosque esclerófilo el año 2006, y en ese tiempo, aún había algo de regeneración bajo condiciones específicas como ambientes más húmedos, cercanos a cursos de agua y cuando se presenta un dosel que genere sombra, más aún controlando a los herbívoros, reduciendo la cantidad de conejos y si no hay incendios u otro tipo de perturbaciones.

“A partir del 2014 empezamos a hacer muestreos geográficamente masivos, abarcando prácticamente toda la distribución del bosque esclerófilo, evaluando los niveles de regeneración”, indica Becerra, “y ahí se empezó a notar una reducción importante a nivel de prácticamente no existir regeneración de la mayoría de las especies del bosque esclerófilo en ninguna parte, ni siquiera en las condiciones más húmedas, ni bajo dosel, ni cuando no hay conejos ni cuando no hay ganado, nada. Entonces, el factor que va quedando obviamente es el agua y eso se asocia con la reducción en los niveles de precipitación que ha ocurrido en los últimos 10 a 15 años”.

Junto con eso, en el verano de 2018-2019, se empezaron a ver los primeros manchones de individuos adultos que mostraban los estragos de la sequía. Comenzaron primero a secarse los peumos, que es una especie relativamente higrófila en Chile central, que tiene su distribución sobre todo en laderas de exposición sur y en fondos de quebradas. El fenómeno se ha incrementado y ahora está ocurriendo con el quillay, que tiene una distribución en ambientes no tan húmedos por lo que está siendo mucho más afectado. También se ha visto cierta mortalidad en litre, que tolera aún más la sequía que el quillay, y en el boldo, en algunos sectores precosteros.

“En esas 4 especies se ha notado la mortalidad”, señala Pablo Becerra, “sin embargo, hay otras especies que no. Por ejemplo, colliguayes, huinganes, espinos, no tienen problemas de mortalidad de individuos adultos, aunque esas especies tampoco se están regenerando. ¿Qué es lo que sugiere todo esto? que en los lugares o localidades donde en el pasado dominaban especies esclerófilas como el quillay, peumo, litre, probablemente van a ser reemplazados o se va a reducir su abundancia de manera importante y van a sobrevivir ahí otras especies como las más adaptadas a condiciones más secas, en reemplazo de lo que eran los bosques esclerófilos más densos”.

Proyecto de restauración en San Carlos de Apoquindo

La Universidad Católica posee dos predios importantes, uno en Pirque y otro en San Carlos de Apoquindo, en los que se empezó a trabajar en proyectos de restauración ambiental que además de la restauración ecológica de los ecosistemas, incluyen un componente de educación ambiental.

“Se generaron anteproyectos de restauración en estos dos predios, los que fueron financiados por CAPES, para hacer los estudios de línea base y las propuestas de acciones de restauración y de educación ambiental”, señala Becerra, “en San Carlos de Apoquindo están hechos los proyectos para restaurar la vegetación y generar una infraestructura que permita hacer educación ambiental, incluyendo un centro de visitantes, senderos de interpretación, reintroduciendo especies emblemáticas con sus letreros de información, etc., lo que se está haciendo ahora es buscar financiamiento para llevar a cabo todo eso”.

Le preguntamos a Pablo Becerra: ¿cómo debería ser la relación del ser humano con los bosques?, nos comenta que “lo que debiera ocurrir es que en el mundo se incremente la superficie de bosque nativo de manera importante y obviamente se conserve lo que ya existe. No debiera eliminarse ni una hectárea más de bosque, en especial de los ecosistemas amenazados como el bosque esclerófilo y de roble-hualo. Primero, porque por ejemplo, de los bosques esclerófilos o los bosques de robles o de hualos, no queda prácticamente nada, y segundo, porque lamentablemente en Chile no existe una legislación ambiental que exija la restauración completa de los ecosistemas por parte de las empresas que los eliminan para sus faenas, con suerte se les exige hacer una plantación compensatoria, que muchas veces es bastante deficiente o poco exitosa, pero no se restaura el ecosistema en ningún caso”.

Pablo Becerra continúa trabajando y en estos momentos está realizando el cierre de algunos proyectos, como el de la evaluación a gran escala de los niveles de regeneración del bosque esclerófilo en toda su distribución o el análisis de técnicas de restauración en ambientes incendiados. Además, él y su equipo están trabajando en los procesos de regeneración y dinámicas de la vegetación del bosque nativo de la región de Coquimbo. También quieren estudiar un efecto que han observado acerca de las precipitaciones en la zona central de Chile, debido a que no sólo cae menos agua, si no que la que cae se pierde por escurrimiento y no alcanza a almacenarse en el sustrato de los cerros y no es aprovechada por la vegetación.

“Las ventajas de tener bosques en general, a nivel planetario, es que los bosques producen oxígeno, absorben CO2, mantienen biodiversidad, controlan plagas, producen distintos tipos de productos alimenticios, farmacológicos, etc., entre varias otras funciones y servicios ecosistémicos. Necesitamos que exista mayor educación ambiental desde los niveles escolares, respecto de la importancia de la biodiversidad, de la vegetación y de los bosques. Mientras más personas tengan ese conocimiento y valoren nuestros ecosistemas, se podría exigir, generar y financiar más proyectos que permitan incrementar la superficie de bosques y reducir al máximo la eliminación de ecosistemas que están en peligro de extinción”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES

11 de febrero: Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia

Este 11 de febrero nos sumamos a la celebración del #DiaMujerYNinaEnLaCiencia

Les presentamos los perfiles de 6 de nuestras investigadoras que impulsan el trabajo en distintos temas de estudio, como Claudia Rojas, que investiga el ecosistema suelo, Loretto Contreras, que se dedica a estudiar las algas y sus múltiples servicios ecosistémicos; Belén Gallardo, que indaga en la biodiversidad del bosque nativo; Josefina Poupin, que se concentra en la microbiota de las plantas y sus interrelaciones; Francisca Blanco, que estudia las estructuras genéticas y moleculares de las plantas en respuesta a fenómenos ambientales, y Marcela Jaime, economista ambiental que analiza las respuestas humanas frente a políticas públicas medioambientales.

Revisa abajo las entrevistas que hemos realizado.

Claudia Rojas: visibilizando el mundo vivo bajo nuestros pies

Loretto Contreras: “hemos perdido la conexión con los alimentos del mar”

Belén Gallardo: apreciando el bosque nativo, un tejido a la vez

Josefina Poupin, y la estrecha relación entre microorganismos y plantas

Francisca Blanco y las respuestas de las plantas ante un mundo cambiante

Marcela Jaime Torres: “Es posible buscar la excelencia desde la colaboración”


Núcleo Milenio con presencia CAPES producirá plantas «súper adaptables»

El centro, liderado por la Universidad Andrés Bello (UNAB), contará con un grupo multidisciplinario de investigadores, entre los que se encuentra, como directora alterna, la bióloga CAPES María Francisca Blanco.

“Núcleo Milenio para el Desarrollo de Plantas Super Adaptables”, o MN-SAP, es el nombre de uno de los ocho nuevos Núcleo Milenio en Ciencias Naturales y Exactas aprobados el pasado 23 de noviembre por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), en una nueva versión de este importante concurso. El centro, comandado institucionalmente por la Universidad Andrés Bello (UNAB), tendrá como directora alterna a la investigadora de Línea 2 de CAPES, María Francisca Blanco.

La propuesta apunta al desarrollo de plantas que adquieran y utilicen de forma más eficiente el fosfato de roca (Pi), un nutriente no renovable indispensable para el crecimiento vegetal, y del cual se proyecta un déficit global en los próximos 50 años, asociado a la contaminación de agua y suelos.

La Dra. Blanco, académica y directora de Investigación de la UNAB, presentó la nueva iniciativa en el sexto Encuentro Anual CAPES, donde detalló los alcances el nuevo Centro y sus desafíos para los próximos años.

El agro contra el cambio global

“El problema que buscamos atender es el alto impacto que tiene el cambio climático en el desarrollo socioeconómico de nuestro país, específicamente, sobre la agricultura. En Chile, poseemos abundante evidencia de fenómenos como la desertificación de la zona central, la pérdida en la disponibilidad de agua, la erosión y falta de nutrientes, y la persistencia de plagas, todos los cuales afectan de sobremanera al sector agrícola” explicó la investigadora.

Estos efectos, sumados a la creciente demanda por alimentos a causa de la sobrepoblación, ponen una enorme presión sobre la producción de alimentos tanto a nivel mundial como nacional, y específicamente, sobre la capacidad de las plantas para sostener dicha demanda.

“Este escenario llevó a nuestro equipo a pensar en soluciones sostenibles y provenientes de la misma naturaleza” nos contó Blanco, “incorporando oportunidades que están presentes en nuestros suelos Allí, los microorganismos asociados a las plantas tienen una serie de capacidades que podemos identificar y utilizar para mejorar la nutrición de estas plantas y hacer de ellas organismos súper-adaptables, que hagan frente a los distintos tipos de estrés que experimentan”.

De este modo, señaló la profesional, “nuestro principal objetivo es aumentar la productividad vegetal mejorando la captación de fósforo y la translocación de este nutriente bajo condiciones de múltiples estreses, aprovechando las propiedades de las comunidades microbianas que logremos identificar y seleccionar”.

Plantas súper-adaptables, microbios súper-compañeros

Para lograr estos objetivos, los investigadores miembros del nuevo Núcleo planean, en primer lugar, elucidar los mecanismos celulares que subyacen a la captación de fosfato por parte de la planta bajo condiciones de estrés salino, y presencia de áfidos. “Usando como planta modelo a la especie Arabidopsia vamos a trabajar con variaciones genéticas naturales, redes transcripcionales y estrategias de secuenciación y análisis masivos hasta llegar a obtener cinco genes candidatos asociados a la captación de este nutriente, que esperamos validar”, comentó Blanco.

En una segunda etapa, continuó, la idea es maximizar la performance de estas plantas bajo condiciones de baja disponibilidad de fósforo, integrando microorganismos productivos acoplados a la selección de tomates genéticamente modificados.

“Nuestro propósito es finalmente es ser pioneros en la generación de avances en ciencia básica y agricultura para promover el desarrollo socioeconómico de Chile, y con impacto mundial, teniendo la sostenibilidad de nuestros servicios ecosistémicos el en el centro de nuestro trabajo” concluyó la bióloga.

MN-SAP también contará con la participación de los investigadores CAPES Josefina Poupin como investigadora asociada, Thomas Ledger como investigador adjunto, y Bernardo González como miembro del comité de investigadores Senior del Centro. Su director será el académico UNAB, Dr. José Estévez.

Junto con UNAB, institución responsable, son parte de este Núcleo las Universidades Adolfo Ibáñez, de Talca, Arturo Prat, y Pontificia Universidad Católica de Chile. El Núcleo también cuenta con el apoyo de la empresa SynergiaBio, compañía especializada en biotecnología agrícola ubicada en la región del Maule y que permitirá llevar estos experimentos directamente al campo.

Texto: Comunicaciones CAPES


Proyecto CAPES estudiará el papel de los hongos en la regeneración del bosque nativo

El trabajo, que posee una duración de dos años, cuenta con la participación de dos investigadoras CAPES.

“Efecto de la alteración del hábitat sobre las comunidades de hongos ectomicorrícicos asociadas a Nothofagus macrocarpa y su posible rol en la regeneración natural de la especie” es el título de un nuevo proyecto de un equipo de investigadoras de la Universidad de Chile, Universidad Católica, y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), financiado por el Fondo de Investigación del Bosque Nativo 2021, de CONAF.

Puesto en simple, el proyecto busca entender los mecanismos a través de los cuales la alteración del hábitat producida por el cambio climático y el cambio de uso de suelo afecta la capacidad de regeneración del bosque nativo, específicamente, de las poblaciones de roble de Santiago o roble blanco (Nothofagus macrocarpa) presentes en los ecosistemas mediterráneos del Chile Central.

Para ello, se abocarán a la investigación de otra comunidad de seres vivos cuya salud resulta un buen indicador, y predictor, de la sobrevivencia de éstos árboles: las ectomicorrizas.

Benefactoras del suelo  

“Las ectomicorrizas son hongos que se asocian simbióticamente a las raíces de las plantas, mejorando su establecimiento y crecimiento, protegiéndolas contra patógenos, favoreciendo su captación de nutrientes, y otorgando resistencia al estrés ambiental”, nos cuenta Carla Rivera, ecóloga de línea 4 de CAPES e integrante del equipo. “A cambio, estos hongos se benefician por medio del alimento que les proveen las plantas”.

Estas asociaciones, comenta Rivera, son poco frecuentes en la naturaleza; apenas el 2% de las plantas que forman vínculos con hongos micorrizas los hacen con esta variante. El resto, establece asociaciones con endomicorrizas, que se diferencian de las primeras por la capacidad de estas últimas de penetrar en las células de las raíces y ser invisibles al ojo humano.

Las ectomicorrizas, al contrario, pueden verse a simple vista y prefieren cubrir las superficies de las raíces antes que penetrar en ellas. Su escrupulosidad también se extiende a las plantas con las que decide asociarse: “entre las ectomicorrizas existe una gran especificidad de hospedero”, explica Rivera, “que es otra forma de decir que algunas especies de ectomicorrizas se asocian solo con algunas especies de plantas. Esta vinculación “forzosa” genera un alto grado de endemismo, es decir, especies que solo se dan en zonas geográficas limitadas”.

En Chile, el género de árboles Nothofagus es el único que posee asociaciones ectomicorricicas obligadas, volviéndolo especialmente dependiente de estos hongos para su establecimiento y desarrollo.

Para acotar el campo de investigación, las investigadoras se centrarán en conocer el rol de las ectomicorrizas en la capacidad de regeneración de una de estas especies N. macrocarpa, lo que significa estudiar la formación de semillas, la germinación, y el establecimiento de las plántulas de estos árboles.

Cortinarius roblemaulicola, hongo ectomicorrícico

Caracterización, colección y testeos

El proyecto, que posee una duración de dos años, consta de 5 etapas. “La primera, nos cuenta Javiera Chinga, investigadora posdoctoral de línea 5 de CAPES y también miembros del proyecto, “será la caracterización espacio-temporal de las perturbaciones de las poblaciones de N. macrocarpa, y la selección de sitios de muestreo utilizando datos bioclimáticos e imágenes satelitales”. Luego de aquello, las investigadoras colectarán muestras de suelo rizosférico, cuerpos fructíferos de los hongos y semillas de N. macrocarpa, con el fin de caracterizar fisicoquímica y enzimáticamente el suelo, determinar la diversidad (riqueza y abundancia) de hongos ectomicorrícicos e implementar los ensayos de viabilidad y germinación de las plantas, en la etapa tres.

La cuarta fase supone la realización de ensayos de viabilidad de las semillas recolectadas, para determinar la regeneración natural en distintas poblaciones de N. macrocarpa, además de testear la germinación de semillas de N. macrocarpa con y sin micorrizas. Una vez obtenidos los resultados y generadas las recomendaciones a partir de éstos, el equipo espera difundirlos a la comunidad científica y al público general.

“La idea” acota Rivera, “es contribuir a la generación de estrategias de conservación que potencien la capacidad de regeneración natural de las poblaciones de roble de Santiago, y tomen en cuenta qué aspectos de la alteración de hábitat son los más importantes a regular con miras a proteger y potenciar la interacción entre esta especie y las ectomicorrizas”. “Además, el conocimiento producido permitirá generar protocolos de germinación y de cuidados post-germinativos que permitan producir plantas de mejor calidad para proyectos de conservación”, añade Chinga.

Nothofagus macrocarpa

Un relicto del valle central

El roble de Santiago se encuentra presente entre las regiones de Valparaíso y O’Higgins. Sus poblaciones de la zona centro representan su límite de distribución norte y son consideradas “relictas”, es decir, son las únicas poblaciones que sobrevivieron a la última glaciación debido a la protección que les brindaron los microclimas formados por los cerros La Campana y El Roble. Lamentablemente, indica Rivera, estas poblaciones se encuentran hoy en riesgo de conservación: “según el 16° Proceso de Clasificación de especies del Ministerio del Medioambiente (2020) y la IUCN Red List (2018), N. macrocarpa se considera en peligro en la región de Valparaíso y vulnerable en la Región Metropolitana. Justamente, un signo preocupante del riesgo que están corriendo esas poblaciones es la escasa regeneración por semilla que se encuentra en poblaciones naturales. Y esto puede tener múltiples causas: el cambio en el uso de suelo, la sequía ya sea producto del cambio climático o de la mala gestión de recurso, etc. Entender estas causas es el objetivo de nuestro proyecto” nos dice.

Las ectomicorrizas, por otra parte, tampoco están a salvo de estos factores; el aumento de las temperaturas, la disminución de las precipitaciones y el aumento en la frecuencia de eventos climáticos extremos provocados por el calentamiento global, sumados a los cambios en el uso del suelo que transforma los ecosistemas naturales para procesos de urbanización, agricultura o forestación, degradan tanto el suelo como la disponibilidad de agua, afectando la composición, estructura y funcionamiento de las comunidades que habitan estos ecosistemas terrestres y dependen de estos recursos. Entre ellas, microorganismos como las ectomicorrizas.

“Además de su contribución al desarrollo de las plantas, las ectomicorrizas juegan un rol importante como captadoras de CO2 a través de la fotosíntesis. Por lo tanto, tienen un gran potencial en la mitigación del CO2 atmosférico, y más aún en los ambientes degradados, dado que promueven el reclutamiento y crecimiento de individuos arbóreos como N. macrocarpa”, señala Julieta Orlando, académica de la Universidad de Chile e investigadora principal del proyecto.

Para evaluar estos impactos propuestos, el proyecto definirá umbrales de alteración de hábitat a través de un gradiente relacionado al clima y al cambio de uso de suelo. “De esta manera” concluye Orlando, “se podrán relacionar dichos factores con la variación en la comunidad (composición, riqueza y abundancia) de ectomicorrizas y su función en la regeneración natural de las poblaciones del roble de Santiago”.

Roblerías Altos de Cantillana

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imágenes: Alejandro Soffía (encabezado) y María José Diban.


Estudio revela disminución en la cantidad de nieve de volcán Mocho-Choshuenco

El estudio, que contó con la participación de investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, Sergio Estay, también propone una nueva aproximación para el uso más eficiente de imágenes satelitales, aumentando hasta tres veces la cantidad de capturas usables para el análisis espacial de los ecosistemas de alta montaña.

Usando cientos de imágenes satelitales captadas a lo largo de 35 años, un grupo de científicos nacionales de las Universidades Católica de Valparaíso (PUCV), Católica de Chile (PUC), y Universidad Nacional de Australia, estudió los cambios en los patrones de nieve del volcán Mocho-Choshuenco, ubicado al sureste de la provincia de Valdivia, en la región de Los Ríos. Ésto, con el fin de obtener mediciones más precisas que permitan evaluar las consecuencias que estos cambios pueden tener sobre la ecología de este macizo, y de los ecosistemas montañosos en general.

Los resultados de este estudio, publicado en la revista Frontiers in Ecology and Evolution, arrojaron un descenso de la cubierta de nieve en las elevaciones intermedias del volcán (entre los 1,530 y los 2,000 mts. sobre el nivel del mar) durante los últimos 7 años, a tal punto que, en estas zonas, lo que antes se consideraba nieve permanente, hoy es sólo nieve estacional.

Además, las imágenes revelaron una caída significativa en la persistencia de nieve en los meses de invierno y primavera en elevaciones bajas (entre los 1,200–1,530 mts. sobre el nivel del mar) del volcán.

Estos cambios, explican los investigadores, podrían tener serias consecuencias sobre la ecología de estos biomas, puesto que la nieve es un componente crítico que conduce, entre otras cosas, los patrones de hibernación en los animales, determina la duración de la temporada de crecimientos en las plantas, e influye sobre la composición microbial de los suelos. “Para la mayoría de la gente” explica Sergio Estay, investigador CAPES y uno de los autores del trabajo, “la nieve en las montañas y su duración se asocia a la disponibilidad de agua para la agricultura, el consumo humano u otros usos, pero también la nieve afecta a todas los animales y plantas de estos ecosistemas”.

Huilmo (Sisyrinchium pearcei), una de las especies de plantas presentes en Mocho-Choshuenco. Crédito: fedewerner

“En las plantas, por ejemplo, un cambio en la cantidad y duración de la nieve puede afectar todo el ciclo fenológico de éstas, lo que podría llevar a la germinación o floración temprana (o tardía) y el desacople con sus polinizadores” añade Estay, posición que es corroborada, en otro sentido, por la investigadora de la Universidad Nacional de Australia y también autora del estudio, Verónica Briceño: “la capa de nieve actúa como un aislante que protege a las plantas de las heladas en invierno. Mediciones de temperatura del suelo y de plantas bajo la nieve en el Volcán Mocho-Choshuenco, indican que la temperatura bajo la nieve es cercana a 0°C, cuando por ejemplo la temperatura del aire es -10°C. Si la nieve se derrite más temprano o hay una disminución en la caída de nieve, las plantas estarán expuestas a temperaturas congelantes”.

Si bien la mayoría de las plantas que viven en ambientes fríos de montaña han desarrollado mecanismos para tolerar bajas temperaturas (sobre todo aquellas plantas que viven en micro-hábitats donde la nieve se derrite tempranamente), Briceño comenta que “no se tiene claro cómo este derretimiento temprano de la nieve va a afectar a otros procesos como la germinación de las semillas. La mayoría de las semillas de plantas de este volcán germinan después de ser expuestas a estratificación por frío, es decir, después de un periodo constante de temperaturas cercanas a 0°C, que en la montaña lo brinda la cubierta de nieve”.

Algunas de las especies de este volcán que necesitan de esta estratificación, son el huilmo (Sisyrinchium pearcei); el michay (Berberís montana); el fosforito (Embothrium coccineum), y el capachito de las vegas (Calceolaria filicaulis), entre otras. “El derretimiento temprano de la nieve podría retrasar o adelantar la germinación de estas especies. Si la germinación ocurre más temprano, las plántulas estarán expuestas a temperaturas congelantes, condiciones que estas plántulas no son capaces de tolerar. Entonces, el derretimiento temprano de la nieve podría afectar el reclutamiento de las especies de montaña. Paradójicamente, el calentamiento global está adelantando el derretimiento de la nieve, exponiendo a las plantas a heladas” remata la investigadora.

La pérdida progresiva de nieve, lamentablemente, no es un fenómeno ni exclusivo de este complejo montañoso, ni nuevo en la historia climática del planeta. Durante el siglo XX y lo que va del XXI, las regiones montañosas de todo el mundo han experimentado períodos de calor superiores al promedio histórico, y la tendencia, comentan los investigadores, no parece estar disminuyendo.

Nueva metodología

Esta alza en la temperatura gatilla a su vez una reducción en la precipitación de nieve y cambios en sus tiempos de caída y “persistencia”, la cual, en el caso de este estudio, fue obtenida observando “la frecuencia de nieve por pixel” de cada imagen analizada. Esta nueva variable metodológica para determinar la “persistencia de nieve”, permitió a los autores identificar aquellas áreas con reducción de nieve y potenciales cambios en la vegetación alpina del volcán, algo, hasta ahora, difícil de pesquisar.

“La principal dificultad técnica al usar imágenes satelitales es la disponibilidad de imágenes libres de nubes” comenta Roberto Chávez, académico PUCV y autor principal del estudio. “Las metodologías tradicionales usan solo imágenes completamente libres de nubes (típicamente de verano), limitándose a evaluaciones puntuales de área nevada y muy rara vez de persistencia, esto es, lo que dura la nieve antes de derretirse. En este trabajo, hemos propuesto una metodología que permite evaluar la persistencia de la nieve en distintos momentos del año y no solo en la estación libre de nubes” relata.

Esto, en palabras de Chávez, “se logra a través de la agregación temporal de escenas para un periodo de varios años, y el cálculo de persistencia usando modelos probabilísticos a nivel de pixel, lo que nos permitió utilizar todas las imágenes disponibles: sin nubes o parcialmente cubiertas con nubes. Así utilizamos hasta el último pedacito de imagen libre de nube, aumentando la información disponible en un 326% respecto de metodologías tradicionales”.

En el caso de Mocho-Choshuenco, el equipo de investigadores logró determinar, por ejemplo, que en comparación con el período 1984-1990, entre 2015 y 2019 el volcán experimentó una reducción en la persistencia de nieve de 5.75 km². en verano, 8.75km². en otoño, 42.40 km². en invierno, y 18.3km². en primavera.

De este modo, el estudio inaugura una nueva aproximación para el uso más eficiente de datos de teledetección como son las imágenes satelitales, aumentando hasta tres veces la cantidad de capturas usables, incluyendo imágenes con brechas espaciales (como las creadas por las nubes). Este método, comentan los investigadores, permitirá contar con información más fidedigna a la hora de estudiar la influencia que tiene la duración de la nieve en la reproducción y fenología de las plantas, la germinación de semillas, la persistencia de especies y la tolerancia al estrés en ambientes donde la nieve es un factor esencial. “Además, esta metodología puede ser usada para el hallazgo de áreas prioritarias de conservación, como aquellas zonas montañosas con una alta disminución de nieve o lugares donde las plantas existentes carecen de un suficiente potencial de adaptación” concluyen. Mal que mal, evaluar los efectos provocados por la baja caída de nieve y su derretimiento temprano sobre estos ecosistemas es un paso indispensable para su efectiva conservación.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos fotos: Verónica Briceño (volcán) y Roberto Chávez (imagen satelital)


El delicado equilibrio hídrico de las aves en un mundo que se calienta

Un equipo internacional de investigadores, encabezado por el chileno Pablo Sabat, usó por primera vez un método mínimamente invasivo para determinar el tipo de agua que están utilizando especies de aves paseriformes, pudiendo comprender cómo estas y otras aves mantienen su equilibrio hídrico en tiempos donde el agua escasea y las temperaturas suben.

El cambio climático, de la mano del aumento de las temperaturas en todo el planeta y la persistencia de las sequías en países como Chile, está produciendo cambios ecológicos que afectan muchos procesos metabólicos y funcionales de animales terrestres. Por este motivo, es relevante entender los mecanismos fisiológicos que usan los animales para mantener su equilibrio hídrico, el que depende de la interacción entre el entorno físico, la fisiología y la conducta de las especies para conservar el agua.

Las aves son animales con altas tasas metabólicas, y aquellas de hábitos diurnos son especialmente susceptibles a los aumentos de la temperatura y la aridez, por lo que comprender mejor los factores ambientales que influyen en su equilibrio hídrico es un tema importante de investigación. Estudios recientes señalan que las temperaturas cálidas y la menor disponibilidad de agua dulce afectan aspectos clave de la fisiología aviar, como el gasto de energía, la masa corporal, la tolerancia térmica y la pérdida de agua por evaporación, y junto con inducir estos cambios fisiológicos, el estrés térmico e hídrico también puede afectar el comportamiento, la distribución de especies y su condición física.

Para comprender mejor estos cambios, un grupo de eco-fisiólogos está trabajando en identificar los rasgos fisiológicos y las condiciones ecológicas que influyen en la dependencia de una especie al agua metabólica, con el objetivo de crear modelos fisiológicos precisos que puedan evaluar la capacidad de éstas para adaptarse a las perturbaciones ambientales y la disponibilidad de agua.

Pocas investigaciones han examinado la variación en las fuentes de agua que utilizan los animales para mantener el equilibrio hídrico, y aún menos se han centrado en el papel del agua metabólica, debido fundamentalmente a limitaciones metodológicas. Pero el equipo internacional encabezado por el Dr. Pablo Sabat, académico de la Universidad de Chile e investigador CAPES, propone un nuevo método, que mide la composición isotópica de oxígeno triple desde una sola muestra de sangre, con el fin de estimar la contribución del agua metabólica a la reserva de agua corporal de tres especies de paseriformes. Su metodología y resultados fueron publicados en un artículo en la Revista Frontiers in Physiology.

Churrete costero (Cinclodes nigrofumosus). Créditos: Pablo Sabat.

Agua para sobrevivir en tiempos de escasez

Para entender cómo es que las aves obtienen agua y cómo se compone su presupuesto hídrico, tenemos que conocer los conceptos de agua metabólica y agua preformada. “El agua metabólica es el agua que se produce al oxidar los nutrientes en las células de todos los tejidos en el proceso de respiración celular. Básicamente, al combinar compuestos orgánicos como un azúcar con oxígeno se libera anhídrido carbónico, más agua”, explica Sabat, “el agua preformada es el agua que un animal obtiene de la dieta o la bebe en forma de agua libre”.

El presupuesto de agua en animales terrestres es crítico para los procesos celulares, que se producen en condiciones más o menos estrechas de concentraciones de solutos (iones, moléculas orgánicas), por lo que todos los animales deben balancear la entrada de agua con las pérdidas, para evitar la deshidratación y el compromiso de procesos fisiológicos. “De esta manera, comprender los mecanismos fisiológicos para mantener el equilibrio hídrico es cada vez más importante a medida que aumentan las temperaturas y las sequías se vuelven más frecuentes e intensas”, enfatiza en investigador.

Para no depender sólo del agua preformada que pueda haber disponible, algunos animales son capaces de producir suficiente agua mediante el metabolismo celular. Sabat menciona que “existen algunos ejemplos en roedores en que el agua metabólica es crucial en la mantención del balance hídrico, pero en aves esta información es escasa, sobre todo en situaciones naturales en el campo”.

Chincol (Zonotrichia capensis). Créditos: Andrés Bertens.

En el caso de las aves, sí se sabe que cuando son expuestas a altas temperaturas, para evitar el sobrecalentamiento o hipertermia y mantener una temperatura adecuada, además de buscar microclimas fríos, también pueden evaporar agua a través de la piel y realizar jadeo o panting, lo que les permite perder calor evaporando el agua corporal y mantenerse frías. “De no haber agua, este mecanismo de control de temperatura se compromete y/o se pueden deshidratar fácilmente. Esto es particularmente importante en aves pequeñas en las que la tasa de evaporación es relativamente mayor que en aves grandes. En definitiva, en un mundo que se calienta y se seca día a día, el presupuesto hídrico es de vital importancia para las aves y si pueden «echar mano» o «echar ala» a alguna fuente extra de agua (aunque sea metabólica) ¡bienvenido!”, apunta el ecofisiólogo.

Isótopos estables: el nuevo método

Una de las principales limitaciones para lograr medir la contribución del agua metabólica a la reserva de agua corporal de las aves, es que el método convencional requiere el uso de trazadores inyectados, y se necesitan múltiples capturas del mismo individuo durante períodos cortos de tiempo.

El nuevo modelo implementado por los investigadores es una técnica mínimamente invasiva que necesita sólo 0.1 Ml. de plasma del ave. Un pinchazo en un ala basta para obtenerlo. El modelo se basa en el análisis isotópico de los átomos de oxígeno del agua preformada, que, en el caso de las aves en su hábitat, proviene de las precipitaciones y del oxígeno atmosférico que es usado para oxidar los nutrientes y producir agua metabólica. Estas dos fuentes de átomos de oxígeno poseen marcas distintivas y muy constantes de la combinación de los tres isótopos estables del oxígeno: 16O, 17O y 18O.

“De esta manera”, sostiene Pablo Sabat, “utilizando la marca isotópica de esa combinación (que se expresa Δ’17O) en el agua corporal, se puede establecer qué proporción de ese oxígeno proviene de las dos fuentes potenciales (es decir, agua preformada o metabólica) y así establecer el porcentaje de agua corporal que proviene de esas dos fuentes. A su vez, y debido a que la producción neta del agua metabólica depende obviamente de la tasa metabólica del individuo, podemos inferir también cómo son las tasas de gasto de energía en la naturaleza en una ventana temporal de varios días a semanas, dependiendo de la especie analizada”.

Churrete chico (Cinclodes oustaleti). Créditos: Cristián Pinto.

Churretes y chincoles

El estudio evaluó los efectos de los cambios en la tasa metabólica y la ingesta de agua en los valores de la marca isotópica de los tres isotopos estables de oxigeno, en tres especies de aves del orden Passeriformes, el chincol (Zonotrichia capensis), en cautiverio, y dos especies en vida libre, el Cinclodes oustaleti, ochurrete chico, que habita en Chile y Argentina y el Cinclodes nigrofumosus o churrete costero, endémico chileno.

Dos resultados principales emergieron del estudio. La parte experimental reveló que los animales sometidos a una temperatura baja, que produce un aumento de la tasa metabólica, presentaron una mayor proporción de agua metabólica que aves aclimatadas a una temperatura mayor, que disminuye el gasto de energía. Esta «calibración» en el experimento con chincoles permitió utilizar esta técnica en terreno para caracterizar el presupuesto de energía y de agua en condiciones naturales.

Pablo Sabat confirma que los resultados de animales en terreno mostraron que “los presupuestos de agua metabólica en dos especies de Cinclodes se diferencian de acuerdo a su tamaño corporal, lo que es congruente con las diferencias esperadas en las tasas de gasto de energía. Además, los valores encontrados son consistentes con los obtenidos por métodos tradicionales y más complejos de realizar; y que el modelo isotópico además nos permite saber cual es la marca (firma isotópica) del agua bebida, en este caso, nos informó que la especie marina, Cinclodes nigrofumosus o churrete costero, es capaz de incorporar agua de mar, o bien bebiéndola directamente o incorporada a través de sus presas marinas (crustáceos, moluscos etc.)”.

“Este último hallazgo es muy novedoso per se”, señala Sabat, “debido a que, por ser un ave terrestre, se pensaría que ésta no debiera consumir agua salada. El caso del churrete chico presentó valores congruentes con lo esperado para el consumo de agua dulce de las precipitaciones o fuentes de agua cercanas (humedales, pozas) y el chincol presentó valores muy consistentes con lo esperado para la marca isotópica de 18O de la alta cordillera”.

Gracias a estos “pajaritos”, chincoles y churretes, comunes en ciudades, montañas y playas de nuestro territorio, podemos saber un poco más sobre cómo estas especies enfrentan los cambios en las temperaturas y la aridez causada por el cambio climático. Y gracias a los investigadores de este estudio, ahora hay disponible un nuevo método, mínimamente invasivo, para medir la contribución del agua metabólica y del agua preformada en la reserva de agua corporal de aves y otros animales.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imágenes: Pablo Sabat y Andrés Bertens y Cristián Pinto.