La extraordinaria capacidad de hibernación del monito del monte

La hibernación, entendida como el estado de sopor en que entran algunos mamíferos a lo largo de varios días e incluso meses, es una adaptación para resistir desafíos ambientales estacionales funcionalmente distinta del sopor diario, que, en cambio, es una estrategia fisiológica para enfrentar entornos impredecibles. Un equipo de ecólogos estudió las respuestas de una de estas especies, el monito del monte, y mostró su sorprendente capacidad de transitar de la hibernación al sopor diario en condiciones de temperaturas extremas e incluso en épocas de reproducción.

Las historias de ciencia ficción donde humanos hibernan durante años para poder viajar distancias interestelares, se inspiran en realidad en la capacidad de algunos animales de reducir su metabolismo para caer en un sopor de horas, días o hasta meses. Pero, para conocer las posibilidades que podrían tener los seres humanos de hibernar por largos períodos, primero hay que entender los procesos fisiológicos de estos hibernantes naturales.

Roberto Nespolo, académico en el Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas,dela Universidad Austral de Chile e investigador en CAPES y en iBio, justamente nos introduce en el tema con un ejemplo cinematográfico: “Hace poco se estrenó en Netflix la película futurista “Passengers”, que narra una aventura en un viaje espacial. El viaje duraba 120 años, y los cinco mil pasajeros de la nave iban metidos en unos sarcófagos computarizados que los mantenían en hibernación. Uno de ellos despierta por error a los 30 años de viaje, sin poder volver al letargo. Este tipo de historias son antiguos anhelos del ser humano, retratados en historias de ciencia ficción desde la época de Julio Verne, e inspirados en mamíferos hibernantes como el monito”.

El monito del monte (Dromiciops gliroides), marsupial endémico chileno, es uno de los últimos representantes vivos del orden Microbioteria, y por eso, se le considera un verdadero fósil viviente y un objeto de estudio frecuente de varios equipos de ecólogos. Nespolo encabeza uno de estos equipos, el cual demostró, en palabras del investigador, “las capacidades extremas de hibernación de este marsupial, lo cual es relevante tanto por el conocimiento básico, como por las posibles aplicaciones”.  

“Conocer la diversidad de animales que naturalmente hacen sopor nos ha mostrado ésta que es una capacidad inherente de los mamíferos, independientemente de su origen evolutivo” añade. “Incluso se ha podido inducir sopor en ratones de laboratorio, y se ha descubierto el mecanismo exacto que lo provoca: un circuito neuronal hipotalámico, que detecta la caída de glucosa sanguínea y reduce el punto de control de la termorregulación corporal, según un trabajo de Takahashi del 2020”.

La investigación sobre el sopor del monito del monte, quedó plasmada en el artículo, “Heterothermy as the Norm, Homeothermy as the Exception: Variable Torpor Patterns in the South American Marsupial Monito del Monte (Dromiciops gliroides)”, en el que participaron, además de Nespolo, los investigadores CAPES Enrico Rezende y Francisco Bozinovic, en conjunto con Carlos Mejías, Angelo Espinoza, Julián Quintero-Galvis y Francisco Fontúrbel.

Hibernación y sopor diario

Para entender este fenómeno, debemos conocer primero algunos términos como homeotermia, que es la capacidad de mantener la temperatura corporal independiente de la temperatura ambiental, y heterotermia, que es el nombre genérico para los animales capaces de hacer sopor diario y estacional, este último, lo que comúnmente entendemos como hibernación.

Normalmente, las especies, o hibernan, o hacen sopor diario, y no es común encontrar un mamífero hibernante y heterotermo diario, como el monito del monte. “Junto a mi querido amigo y mentor, Pancho Bozinovic (coautor de este trabajo), describimos hace tiempo con estudios de laboratorio que el monito podía hacer ambas cosas, y este es el primer registro que pudimos hacer con animales en su hábitat”, comenta Nespolo, y señala otra de las innovaciones en este estudio: “pudimos implementar un sistema de “experimentos de mesocosmos”, donde medimos la cantidad de energía que consumen los monitos en actividad y sopor, y con un termógrafo, pudimos determinar la distribución del calor corporal”.

Parte de esta investigación incluyó el registro audiovisual de este fenómeno, por medio de un video inédito asociado a la tesis de Carlos Mejías. En el video (ver abajo), se logra captar cómo un individuo activo calienta al resto del grupo, en base a termografía combinada con imagen. Durante la hibernación, monitos, murciélagos, lirones o marmotas, entre otros, reducen el consumo de energía hasta en un 95%. En comparación, si una persona de 70 kg de peso, que gasta unos 12.500 kilojoules diarios, hibernara, bajaría ese consumo a unos 250 kilojoules/día, exclusivamente obtenidos de las reservas grasas. En otras palabras, una persona despierta consumiría la energía de 20 personas en hibernación, por lo que podría mantenerse muchos meses en este estado, sólo consumiendo las grasas corporales.

https://vimeo.com/618289956

Invierno, verano, cambio climático y una sorpresa

Otro de los hallazgos del estudio es que los monitos pueden entrar en letargo diario a distintas temperaturas ambientales, incluso en verano. ¿Por qué ocurre este fenómeno? “Nuestros datos sugieren que los monitos entran en sopor cada vez que sus niveles de glucosa sanguínea bajan de cierto umbral, y si la temperatura ambiental es menor a unos 10ºC, este sopor se prolonga por varios días” explica el ecólogo, “durante el sopor, los animales hacen un switch entre el metabolismo de carbohidratos al de las grasas, y si las reservas lipídicas son grandes, el sopor también se puede prolongar”.

Los monitos son hiperfágicos, es decir, ingieren una gran cantidad y variedad de alimentos, con preferencia por los frutos con azúcares simples (fructosa, glucosa). Mientras encuentren estas dietas, permanecerán activos, y tan pronto se acaba, entrarán en sopor. Nespolo puntualiza que “esto genera un mecanismo “lipostático” de control de la hibernación, en que las reservas de grasa acumuladas en otoño deben durar hasta primavera, y los animales despiertan hambrientos, buscando frutos”. Además, advierte que “si la época de frutos no cuadra con el despertar del sopor, por ejemplo, como producto del calentamiento global, en que la floración se adelanta, esto podría significar una amenaza para esta especie”.

En el experimento, uno de los monitos estudiados fue una hembra con 2 crías, permitiendo a los investigadores estudiar los períodos de letargo de los 3 animales. Nespolo indica que “tanto madre como crías estaban en sopor, a una temperatura corporal de 24ºC. Existen pocos reportes de animales que hacen sopor durante la reproducción, y particularmente pocos marsupiales que lo hagan. Es interesante pues los marsupiales invierten la mayor parte de la reproducción en la lactancia, y que sean capaces de interrumpir este periodo a la espera de épocas mejores, demuestra que este “oportunismo” energético es bastante general”.

Hibernación flexible

Este estudio pionero, muestra la gran flexibilidad fisiológica de los monitos. Por un lado, hacen sopor diario, incluyendo la época reproductiva, debido a la sensibilidad a la glucosa, y por otro, hibernan con periodos continuados de sopor de hasta 12 días. Nespolo también describe que “son capaces de hibernar a cero grados y poseen un delicado control de la temperatura corporal durante estos periodos. Cuando la temperatura ambiental cae por debajo de los cero grados, el monito produce pequeñas cantidades de calor metabólico, es decir, «termorregula», para mantener su temperatura corporal levemente por sobre los cero grados. Esto, porque lo más dañino del congelamiento es la formación de hielo en los tejidos, que rompe las células”.

Investigaciones en otros animales, tales como varios invertebrados y algunos peces y anfibios, han descrito proteínas o polisacáridos anticongelantes en hemolinfa, sangre y tejidos, lo que permite que se congelen sin sufrir daño a sus tejidos. Pero en mamíferos y aves estas moléculas no existen. “Este trabajo muestra que el mecanismo para sobrevivir el congelamiento es la termorregulación en sopor, lo cual explica cómo sobreviven muchas poblaciones andinas de monito, en bosques de Lenga (Nothofagus pumilio), en donde caen varios metros de nieve cada año”, señala Nespolo. “Esto es sorprendente pues para un mamífero de zonas templadas, sobrevivir varios meses a temperaturas de congelamiento es todo un record. Pudimos registrar temperaturas internas, de los tejidos del monito, de 0.5ºC por periodos de 48 horas. Además, los monitos son capaces de salir de este sopor profundo en menos de una hora, y volver a actividad completamente normal. Por ejemplo, el hibernante más extremo del planeta es la ardilla terrestre ártica, que vive en Alaska (latitud polar: 64ºN), un animal de un kilo de peso que hiberna a -30ºC, pero que sus tejidos alcanzan -1.3ºC. El monito, con sus 40g de peso, sólo se distribuye hasta los 43ºS, y presenta capacidades fisiológicas similares a las de la ardilla ártica”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Roberto N´espolo


Seminario «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico»

El proyecto Fondecyt N° 1190855, en colaboración con el Centro de Investigación para la Sostenibilidad de la Agricultura y los Territorios Rurales (CERES) y CAPES, les invitan al seminario titulado «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» ha realizarse el jueves 28 de octubre de este año. 

La crisis ambiental global ha desafiado a muchos ecosistemas, como la megasequía que sufre el bosque mediterráneo de Chile central, reconocido como un hotspot planetario de biodiversidad por su endemismo y vulnerabilidad. Para ello, se requiere de incorporar diferentes disciplinas junto con comunidades locales e indígenas y a los tomadores de decisiones para implementar medidas de conservación y restauración. Este seminario se enmarca en un esfuerzo por avanzar en medidas de restauración del sistema socioecológico del bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario.

La instancia  constará de una parte expositiva durante la mañana y un taller de discusión durante la tarde. Presentarán, entre otros exponentes, representantes de la iniciativa de investigación y colaboración CAPES-IEB-CR2 sobre bosque esclerófilo.

Puedes inscribirte desde ya en el siguiente enlace.

Seminario «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» | 28 de octubre

El proyecto Fondecyt N° 1190855, en colaboración con el Centro de Investigación para la Sostenibilidad de la Agricultura y los Territorios Rurales (CERES) y CAPES, les invitan al seminario titulado «Hacia una integración humano-naturaleza: restaurando el bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario y socioecológico» ha realizarse el jueves 28 de octubre de este año. 

La crisis ambiental global ha desafiado a muchos ecosistemas, como la megasequía que sufre el bosque mediterráneo de Chile central, reconocido como un hotspot planetario de biodiversidad por su endemismo y vulnerabilidad. Para ello, se requiere de incorporar diferentes disciplinas junto con comunidades locales e indígenas y a los tomadores de decisiones para implementar medidas de conservación y restauración. Este seminario se enmarca en un esfuerzo por avanzar en medidas de restauración del sistema socioecológico del bosque esclerófilo con un enfoque interdisciplinario.

La instancia  constará de una parte expositiva durante la mañana y un taller de discusión durante la tarde. Presentarán, entre otros exponentes, representantes de la iniciativa de investigación y colaboración CAPES-IEB-CR2 sobre bosque esclerófilo.

Puedes inscribirte desde ya en el siguiente enlace.

Estudio analizó los efectos de distintas enmiendas orgánicas en la recuperación de suelos afectados por mega incendios

Científicos de la Universidad de O’Higgins y CAPES testearon el desempeño de distintas enmiendas orgánicas sobre suelos quemados de una zona costera de secano de la región de O’Higgins, arrasada por las llamas en enero de 2017.

Los últimos incendios de gran magnitud ocurridos en Chile —conocido como “mega incendios”— se produjeron en el verano de 2016-2017 afectando principalmente la zona comprendida entre las regiones de O’Higgins y Biobío, y amenazando los ecosistemas de tipo mediterráneo que caracterizan estos territorios. Durante dicho período, la extensión arrasada por el fuego alcanzó un máximo histórico de cerca de 600 mil hectáreas y puso en peligro no sólo a las especies animales y vegetales que habitan estos ecosistemas, considerados hotspots de biodiversidad a nivel global, sino también sus suelos, soporte fundamental para para su subsistencia.

Aunque los incendios son parte importante de los ecosistemas de bosque, el aumento de la intensidad y frecuencia de los mismos ha puesto en riesgo la capacidad natural de recuperación de los ecosistemas de la zona central de Chile, caracterizados por vegetación esclerófila, como el quillay o el litre, volviendo cruciales los esfuerzos de conservacionistas e investigadores por restaurar estos ambientes afectados, comenzando por los suelos.

Uno de estos esfuerzos lo representa el trabajo de los científicos de la Universidad de O’Higgins y del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), Claudia Rojas y César Marín, quienes, en conjunto con investigadores de la Universidad Miguel Hernández, de España, testearon el desempeño de una serie de enmiendas orgánicas sobre suelos afectados por los incendios de 2017, específicamente, aquellos ubicados en una zona costera de secano de la región de O’Higgins arrasada por las llamas en enero de aquel año.

Con el objetivo de recuperar las propiedades biológicas y condiciones fisicoquímicas fundamentales para sustentar la recuperación de la vegetación y otros servicios ecosistémicos de los suelos, los investigadores buscaron determinar, entre enmiendas orgánicas de fácil acceso para las comunidades afectadas, cuáles de estas promovían más eficazmente su recuperación. Para esto, los investigadores analizaron los efectos que la aplicación de estiércol fresco (de ave y porcino), por una parte, y compost de origen agrícola, por otra, tenían sobre aspectos clave como la actividad biológica, contenido de nutrientes, así como también la presencia de carbono orgánico en los suelos tratados.

Entre sus resultados, publicados en el Journal of Soil Sciente and Plant Nutrition, los especialistas hallaron que tanto las enmiendas frescas en forma de estiércol y más estabilizada en forma de compost mejoraban la fertilidad de estos suelos y estimulaban su actividad microbiana luego de ocho meses de aplicación. Sin embargo, un aspecto a considerar es el efecto a corto y largo plazo que este tipo de enmienda pueda tener en las condiciones de suelos afectados por incendios. En particular, las enmiendas frescas (especialmente el estiércol de cerdo) promovieron la recuperación inmediata de la actividad biológica de los suelos, aunque los autores también comprobaron que el uso de esta enmienda generaría mayores tasas de mineralización de carbono —proceso mediante el cual la materia orgánica se degrada hasta convertirse en CO2 que es luego liberado a la atmósfera— reduciendo así potencialmente el período de almacenamiento de carbono en el suelo.

Los suelos tratados con compost de residuos agrícolas, en cambio, acumularon una mayor cantidad de carbono y nitrógeno, asegurando por más tiempo el almacenamiento de carbono en el suelo y la liberación de nutrientes a largo plazo y, por consiguiente, la recuperación prolongada de las funciones de estos suelos.

Una recuperación orgánica

Los incendios severos dañan los suelos debido, principalmente, a la combustión de la materia orgánica, componente crítico de los ecosistemas terrestres y clave para la actividad microbiana, el ciclo de nutrientes y la formación de la estructura del suelo. La dinámica y crecimiento microbiano se ven fuertemente afectados tanto por los incendios como por las sequías frecuentes, dificultando la recuperación de funciones del ecosistema que dependen de los microorganismos, como el ciclo del nitrógeno y carbono. Por lo que restablecer los niveles de materia orgánica aplicando, por ejemplo, enmiendas al suelo, es una de las principales estrategias para restaurar los suelos post-incendios.

En todo plan de restauración de suelos, elegir el tipo de enmienda orgánica que será aplicada a los terrenos degradados es un paso importante, pues son éstas las que determinan las tasas de descomposición y, además, tienen consecuencias transitorias y duraderas en las condiciones edáficas. A corto plazo, aumentan la fertilidad, el ciclo de nutrientes, el crecimiento y actividad biológica del suelo y favorecen un rápido establecimiento de plantas. A largo plazo, mejoran la capacidad de retención de agua y la estructura y estabilidad del suelo, reduciendo el riesgo de erosión y pérdida de nutrientes.

Las enmiendas orgánicas frescas, como el estiércol de cerdo o ave, agregan gran cantidad de carbono orgánico fácil de degradar que impulsa el rápido crecimiento de microorganismos y vegetación, lo que es muy útil para los suelos con tiempos de rotación cortos. Pero también pueden ocurrir efectos adversos como aumento de la mineralización, emisiones de CO2 a corto plazo, salinidad o acidez, o la incorporación de contaminantes o potenciales patógenos al suelo.

Por otra parte, los materiales estabilizados como el compost o vermicompost, entregan una alta proporción de sustancias orgánicas estables que favorecen la fertilidad duradera del suelo, la liberación paulatina de nutrientes y la recuperación de la función del suelo a largo plazo. Esto significa que la elección del tipo de enmienda a utilizar dependerá de los objetivos a lograr, según del plan de restauración trazado y el uso del suelo.

El último informe del IPCC predice un aumento de las temperaturas para las próximas décadas, lo que traerá, entre otras consecuencias, incendios forestales más frecuentes y severos. Bajo ese escenario, se hace urgente seguir estudiando los efectos de las enmiendas orgánicas en la recuperación de los suelos y cómo afectarán a los esfuerzos en la restauración y conservación de ecosistemas únicos, como los bosques esclerófilos de la zona central de Chile.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos de imagen: Claudia Rojas, PhD


Los árboles que necesita Santiago

Estudio comparativo muestra que los árboles nativos son capaces de entregar mejores beneficios ecosistémicos en la ciudad de Santiago que las especies exóticas. Paradójicamente, en la capital los árboles exóticos son mucho más numerosos que los nativos. Revisa los resultados del equipo de investigadores de la USACH, UCENTRAL y CAPES.

Según estudios sobre los bosques urbanos en Santiago, de las 171 especies de árboles registradas, 150 son exóticas y sólo 21 nativas. Esto ha sucedido porque, históricamente, los criterios para forestar los espacios públicos de la ciudad son ornamentales o económicos, es decir, árboles considerados “bonitos”, baratos o los que estuvieran disponibles en los viveros.

Esta práctica ha provocado que las especies nativas, la mayoría de ellas parte del bosque esclerófilo endémico de la zona central de nuestro país, estén subrepresentadas en parques y plazas capitalinas. Así, podemos encontrar solo algunos espinos, molles, huinganes o maquis, y muchos arces japoneses, haya común, ginkgo, crespón rosados o magnolios.

Un equipo de investigadores de las universidades de Santiago de Chile, Central y CAPES UC han realizado un trabajo para ofrecer argumentos a favor de priorizar las especies nativas, considerando los servicios ecosistémicos que requieren los habitantes de Santiago. La investigación fue publicada en la revista Trees, con el título Native trees provide more benefits than exotic trees when ecosystem services are weighted in Santiago, Chile”. Conversamos con Sergio Castro, autor principal, investigador CAPES y académico de la Universidad de Santiago de Chile, quien relató que la idea del proyecto “nació ante la necesidad de reconocer la diversidad florística en la ciudad de Santiago. En términos generales, una fracción amplia de la población no es capaz de reconocer las especies de árboles que se hallan en la ciudad y valorar su importancia ecológica. Cubrir esta brecha es un aspecto muy relevante para tornar hacia un modelo de desarrollo que considere aspectos de sustentabilidad y bienestar humano”.

Servicios ecosistémicos

El concepto de “servicios ecosistémicos” se ha hecho cada vez más habitual en las conversaciones sobre medio ambiente, pero ¿a qué se refiere? Podemos decir que son aquellos beneficios que obtienen las personas de los ecosistemas y su biodiversidad. Pueden clasificarse en servicios de base o soporte (producción de oxígeno, reciclaje de nutrientes, etc.), de suministro (producción de madera, papel, otros), de regulación (polinización, flujos de agua, etc.) y culturales (turismo, recreación, educación, entre otros).

Son muchos los servicios que nos entregan los distintos ecosistemas en los que habitamos, los que varían según las especies que componen cada ecosistema y sus características climáticas, de suelo, ubicación, etc. En el caso de los bosques urbanos y áreas verdes, los especialistas realizaron un ranking con los 5 servicios más relevantes para los habitantes del gran Santiago: mitigación de material particulado atmosférico durante la temporada otoño-invierno; reducción del riego y economía del agua; provisión de sombra de calidad durante primavera-verano; mantenimiento de la calidad del suelo / suelos nitrificados; producción de frutos comestibles.

¿Por qué se eligieron estos servicios? “La elección se debió a la importancia que le brindan los ciudadanos”, indica Castro, “en general, se demanda una ciudad con una atmósfera menos contaminada, con un uso más eficiente del recurso hídrico y energético, fresca en verano, etc. Los árboles pueden contribuir a estos servicios demandados, por lo que su elección (como criterio) fue prácticamente inmediata”.

Características de los árboles

Los rasgos morfofuncionales de los árboles son las características que posee cada especie con las que pueden cumplir determinados servicios ecosistémicos. Por ejemplo, si consideramos la arquitectura del follaje, la forma del árbol permite proporcionar sombra con mayor o menor calidad. Como los árboles tienen características distintas, su aporte a los servicios ecosistémicos también es diferente. Por lo que los investigadores compararon árboles nativos y exóticos y su contribución a las necesidades de la ciudad.

Los rasgos analizados fueron el tipo de follaje, si es perenne o caducifolio, el primero (siempre verde) contribuye a la capacidad de retención de material particulado atmosférico; el requerimiento de riego, relacionado con la economía del agua; la arquitectura del follaje (sombra de alta o baja calidad); la capacidad de nodulación y fijación de nitrógeno, lo que aporta al buen mantenimiento de suelos orgánicos y si produce o no fruta comestible.

Sergio Castro y equipo encontraron que “en Santiago, la representación de especies nativas es baja; entre las especies de árboles, las especies nativas corresponden al 15%, en contraste al 85% que representan los exóticos” y cuando compararon los servicios ecosistémicos provistos por especies nativas y exóticas, “encontramos que los árboles nativos ofrecen un mayor beneficio cuando estos servicios son priorizados de acuerdo a las demandas reconocidas para Santiago. No obstante, las especies nativas no solo son las especies menos diversas al interior de la ciudad, sino que también las de menor abundancia”.

Estos resultados se transforman en una paradoja, ya que Santiago necesita una mayor infraestructura verde y los servicios ecosistémicos que brindan las especies arbóreas nativas son múltiples, temporalmente persistentes y muy demandados en Santiago, pero a la vez, las especies nativas son las menos comunes en la capital.

Al consultarle cuáles serían las mejores especies nativas para plantar en Santiago, Castro señala que “esto depende de los intereses y objetivos; de nuestro estudio, por ejemplo, podríamos proponer elegir entre los árboles mejor ponderados: belloto del norte, patagua, peumo, boldo, maqui, maitén, quillay, pimiento, olivillo, litre, entre otras especies. Todos ellos se encuentran presentes al interior de Santiago. De esta manera, aseguraríamos la representación de especies de árboles que más nos benefician, satisfaciendo a su vez, la necesidad de propagarlos para asegurar su conservación”.

El primer paso para contar con un diseño de infraestructura verde adecuada y tomar mejores decisiones sobre las especies arbóreas nativas y / o exóticas en las ciudades, es contar con una comparación de los servicios ecosistémicos proporcionados por estas diferentes especies, que es justamente lo que realiza este estudio. Conocida esta información, es necesario avanzar en el uso de criterios basados en servicios ecosistémicos para la plantación de árboles en Santiago, priorizando las especies nativas, maximizando los servicios ecosistémicos que proveen, mejorando la calidad de vida y la sostenibilidad urbana.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Claudio Olivares Medina


Científicos piden aprobar proyecto que obliga a forestales a ingresar al SEIA

En una carta conjunta firmada por las sociedades de Ecología y Botánica de Chile, IALE Chile, CAPES, el Instituto de Ecología y Biodiversidad y el Centro del Fuego y Resiliencia de Socioecosistemas, científicos y científicas nacionales demandan la aprobación del proyecto que modifica la Ley 19.300, que establece el ingreso de las plantaciones forestales industriales al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, y que se vota esta tarde en el Senado. A continuación compartimos la declaración íntegra.

Honorable Senador Juan Castro Prieto
Presidente Comisión de Agricultura del Senado de Chile

En relación a la moción parlamentaria de modificar la Ley 19.300 de Bases del Medio Ambiente para que las actividades de desarrollo o explotación forestal industrial ingresen al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, las Sociedades Científicas y Centros de Investigación Científica abajo firmantes queremos expresar lo siguiente:

En Chile, las plantaciones forestales cubren más de 3,1 millones de hectáreas. Más del 77% del total de esa superficie se concentra en las regiones de Biobío, La Araucanía y Maule, y más de la mitad del total de la superficie pertenece a dos grandes empresas forestales.

Los impactos y riesgos ambientales asociados a las plantaciones forestales industriales sobre la biodiversidad, disponibilidad de agua, suelo, paisaje y los incendios que afectan a las comunidades y a la sociedad en su conjunto son ampliamente conocidos y están documentados por numerosos estudios científicos. Tanto la disponibilidad de agua como los incendios forestales se ven exacerbados por el cambio climático, y por lo tanto, se hace aún más necesaria la evaluación de los impactos ambientales y riesgos de la actividad forestal.

No obstante, a pesar de sus impactos en diversos territorios, estas actividades no ingresan al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Esto debido a que la ley especifica que las actividades a ser sometidas al SEIA se deben desarrollar en suelos frágiles, en terrenos cubiertos por bosque nativo y deben tener dimensiones industriales. El Decreto Nº 40 del Ministerio del Medio Ambiente establece que en las regiones de Chile con mayor actividad forestal, las dimensiones industriales
corresponden a superficies únicas o continuas de corta de cosecha final o corta de regeneración por tala rasa de 500 hectáreas anuales. Las grandes empresas presentan planes de manejo a CONAF por superficies inferiores, eludiendo así su ingreso al SEIA. El Estado y la ciudadanía no cuentan con
las herramientas legales y técnicas de transparencia y participación ciudadana, ni evaluación desde el Ministerio de Medio Ambiente y otros servicios del Estado, que permitan que las explotaciones forestales industriales evalúen, mitiguen, compensen y reparen sus impactos ambientales. Por otra parte, estas actividades no están sujetas al monitoreo y mediciones periódicas de variables de seguimiento como parte del Sistema Nacional de Información de Fiscalización Ambiental, accesibles a la ciudadanía.

El año pasado, la Comisión de Medio Ambiente del Senado aprobó el proyecto de ley que modifica la ley 19.300 para incluir la evaluación ambiental de plantaciones forestales industriales en cualquier tipo de suelo, y no solo en los frágiles. Esta iniciativa esperó por meses su votación en la Sala del Senado, y ahora se encuentra pronta a ser votada en la Comisión que Ud. preside.

Diferentes estudios científicos muestran que con el cambio climático, los impactos de las plantaciones forestales industriales se verán agravados por la disminución de precipitaciones y aumento de temperaturas en el centro sur de Chile. Es por esto, que los bosques nativos y su restauración han sido señalados como parte de los elementos clave para cumplir con los compromisos climáticos y adaptarnos a los desafíos del clima, ya que estos ecosistemas, además de capturar carbono atmosférico, proporcionan múltiples beneficios a la sociedad: Regulan el clima y el ciclo hidrológico, protegen los suelos de la erosión y éstos últimos actúan como sumideros de
carbono. Los bosques nativos conservan la biodiversidad, proveen medicinas y alimentos a las comunidades, crean oportunidades para el turismo y generan sentido de pertenencia.

Hacemos un llamado a las y los parlamentarios a aprobar el proyecto de ley que modifica la Ley 19.300, de manera que las actividades de desarrollo y explotación de plantaciones forestales industriales ingresen al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, pudiendo excluir de forma explícita de esta exigencia a los pequeños propietarios forestales definidos en la legislación forestal vigente. La aprobación de este proyecto de ley será de gran beneficio para el medio ambiente, las comunidades, la sociedad en su conjunto y las empresas forestales, que, al mejorar su desempeño ambiental y transparencia, mejorarán su aceptación social y operaciones en los vastos territorios que ocupan.

Reciba Ud. nuestros cordiales saludos,

Sociedad de Ecología de Chile
Sociedad de Botánica de Chile
IALE Chile
IEB-Instituto de Ecología & Biodiversidad
CAPES-Center of Applied Ecology & Sustainability
FireSES-Centro del Fuego y Resiliencia de Socioecosistemas

Imagen cortesía de: Danilo Medina (Flicr)


Declaración Pública: “Llamado urgente a suspender el uso de Especies Exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena”

En una declaración pública, miembros de CAPES y de otros 10 centros científicos chilenos, realizaron un llamado urgente a suspender la forestación con especies exóticas en la Patagonia, para captura de carbono.

En relación a las recientes iniciativas de forestación con especies exóticas en la estepa patagónica chilena con objetivo de captura de carbono, los abajo firmantes queremos expresar lo siguiente:

El cambio climático es un fenómeno global queestá afectando a los ecosistemas y las sociedades en todo el mundo con consecuencias aún impredecibles que representan una amenaza para el bienestar humano y la integridad de la naturaleza. En este escenario, es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2, metano, etc.) y propiciar el aumento del secuestro de carbono mediante conservación, restauración y manejo de ecosistemas. Entre las soluciones basadas en la naturaleza para el secuestro de carbono, el establecimiento y recuperación de la cobertura boscosa perdida o degradada ha recibido especial atención, ya que es un mecanismo simple, relativamente barato y con otros múltiples beneficios ecológicos y sociales. Sin embargo, la evidencia científica ha demostrado que la plantación de árboles también puede tener impactos negativos si no se realiza de acuerdo a estrictos estándares que aseguren una adecuada compatibilidad entre las especies utilizadas y los ecosistemas a reforestar o restaurar. Un claro ejemplo del impacto negativo que puede resultar de forestaciones de coníferas introducidas con fines de captura de carbono son los incendios de gran magnitud que pueden liberar repentinamente gran parte del carbono almacenado.

En Chile, se están promoviendo y analizando diversos proyectos de forestación para aumentar la captura de carbono. Sin duda, estas iniciativas pueden ser beneficiosas cuando se evalúan y consideran los impactos sociales y ecológicos, y la toma de decisiones, a escala local, se realiza de manera participativa y abierta, pero resulta crucial también considerar los impactos negativos de estas acciones.

Recientemente, se han conocido algunas iniciativas que buscan mitigar el cambio climático mediante la plantación de especies exóticas en ecosistemas de estepa de la Patagonia chilena. Al respecto es importante considerar:

1) La estepa patagónica es un ecosistema endémico del cono sur de Sudamérica, y contiene un elevado número de especies de flora y fauna únicas. Dada la exclusividad de su fauna y flora, y el alto grado de estrés ambiental  al que están sometidos, la estepa patagónica ha sido clasificada como una de las ecoregiones del mundo prioritarias para la conservación por el programa Global 200 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La estepa patagónica es un ecosistema que ha evolucionado desde la era glacial en ausencia de cobertura arbórea, lo que no representa ningún problema ambiental; todo lo contrario, genera un paisaje único de inestimable valor ecológico, histórico, social, cultural, y además de importancia económica para la ganadería y el turismo.

2) La evidencia científica indica que, debido a que los pinos utilizados en estas plantaciones forestales provienen del hemisferio Norte y han evolucionado bajo otras condiciones climáticas y ecológicas, las plantaciones de pinos en la estepa patagónica generan una multiplicidad de impactos negativos como: a) reducir hábitat de especies nativas y la biodiversidad de especies herbáceas y arbustivas que no soportan competencia o sombra por especies arbóreas; b) disminuir la disponibilidad de agua en el suelo, las napas freáticas y los caudales, lo cual es crítico en estos ecosistemas de carácter semiárido; c) reducir el valor paisajístico y turístico de estas zonas australes al interferir con la mirada del paisaje, afectando el valor sociocultural de estas formaciones vegetacionales que son parte de la identidad de los habitantes de la Patagonia; d) promover la invasión de las especies plantadas, como los pinos, a zonas aledañas donde no se ha plantado, generando densos bosquetes que rápidamente homogenizan el paisaje y cuyo control es muy costoso; por último y de máxima preocupación dado el escenario de cambio climático, e) la combinación de plantaciones e invasiones de pinos en la estepa patagónica puede alterar el régimen de incendios forestales, aumentando la frecuencia, extensión y severidad de éstos.

3) Respecto a la fijación y secuestro de carbono, no hay evidencia concluyente respecto a cuánto carbono se libera o se captura al reemplazar la diversa estepa patagónica por una plantación monoespecífica de pinos. Estudios en otros ambientes de praderas naturales,  demuestran que una importante cantidad de carbono se almacena bajo la superficie, en el suelo, las raíces, y otros organismos del suelo. La evidencia indica que ecosistemas más diversos son capaces de capturar más carbono en el mediano y largo plazo.

En consideración de todos estos antecedentes hacemos un llamado urgente a suspender el uso de especies exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena. Además, queremos reafirmar que aún existen muchas tierras que históricamente estuvieron cubiertas de bosques en las regiones del sur de Chile y la Patagonia que actualmente se encuentran deforestadas, cuya reforestación y restauración con especies nativas sería una verdadera “solución basada en la naturaleza”. Es decir, una alternativa sustentable y duradera de captura de carbono recuperando la cobertura boscosa y conservando los procesos ecológicos y la biodiversidad de estos ecosistemas, además de proveer una multiplicidad de servicios ecosistémicos para las comunidades locales.

Instituciones firmantes

SOCIEDAD DE ECOLOGÍA DE CHILE

SOCIEDAD DE BOTÁNICA DE CHILE

SOCIEDAD DE BIOLOGÍA DE CHILE

INSTITUTO DE ECOLOGÍA Y BIODIVERSIDAD (IEB)

CENTER FOR CLIMATE AND RESILIENCE RESEARCH (CR)2

CENTER OF APPLIED ECOLOGY AND SUSTAINABILITY (CAPES)

ASOCIACIÓN CHILENA DE ECOLOGÍA DEL PAISAJE (IALE-CHILE)

CENTRO DEL FUEGO Y RESILIENCIA DE SOCIOECOSISTEMAS (FIRESES)

PROGRAMA VINO, CAMBIO CLIMÁTICO Y BIODIVERSIDAD (VCCB)

FUNDACIÓN CENTRO DE LOS BOSQUES NATIVOS FORECOS RED CHILENA DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA

Referencias relevantes

Di Sacco, A., Hardwick, K. A., Blakesley, D., Brancalion, P. H. S., Breman, E., Cecilio Rebola, L., Chomba, S., Dixon, K., Elliott, S., Ruyonga, G., Shaw, K., Smith, P., Smith, R. J., & Antonelli, A. (2021). Ten golden rules for reforestation to optimize carbon sequestration, biodiversity recovery and livelihood benefits. Global Change Biology, August 2020, 1–21. https://doi.org/10.1111/gcb.15498

Hisano, M., Searle, E. B., & Chen, H. Y. (2018). Biodiversity as a solution to mitigate climate change impacts on the functioning of forest ecosystems. Biological Reviews, 93(1), 439-456.

Nuñez, M. A., Davis, K. T., Dimarco, R. D., Peltzer, D. A., Paritsis, J., Maxwell, B. D., & Pauchard, A. (2021). Should tree invasions be used in treeless ecosystems to mitigate climate change?. Frontiers in Ecology and the Environment. https://doi.org/10.1002/fee.2346


Foto: Mónica Paz

Ecosistemas chilenos en riesgo frente a la exposición climática futura

En una evaluación necesaria para el desarrollo de planes de conservación adaptables al clima, un equipo internacional de investigadores de Chile, Corea del Sur y Estados Unidos, realizó un mapa de riesgos climáticos para todos los tipos de vegetación presentes en Chile, que proyecta los efectos que podrían sufrir los ecosistemas ante la crisis actual.

Chile es uno de los 35 hotspots o puntos críticos de biodiversidad mundial. Alberga tres ecorregiones y seis biomas terrestres de máxima prioridad para la conservación. Nuestro largo y angosto territorio, por sus características de aislamiento climático y geográfico causado por las barreras naturales de la Cordillera de Los Andes, el desierto de Atacama y el océano Pacífico, cuenta con muchas especies de flora y fauna endémica, únicas en el mundo.

Sin embargo, este tesoro natural está en peligro debido al cambio climático. Y a causa del alto endemismo presente en nuestros ecosistemas, el riesgo asociado a la desaparición definitiva de muchas de estas especies vuelve urgente la necesidad de evaluar el grado de vulnerabilidad que éstas sufren, para luego, con estos insumos, desarrollar planes de conservación adaptables al cambiante clima.

Un equipo internacional compuesto por investigadores de la Universidad de Chile, la Universidad Nacional de Seúl, la Universidad de California Davis, la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre (WCS) y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, realizó un valioso aporte a la evaluación de los efectos del cambio climático en Chile a través de la elaboración de pormenorizados mapas de riesgo climático.

La investigación fue publicada en la revista Science of the Total Environment bajo el título “Climate exposure shows high risk and few climate refugia for Chilean native vegetation”. Su autor principal, Andrés Muñoz-Sáez, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile e investigador de CAPES, conversó sobre los alcances de estos hallazgos.

¿Cuál fue su motivación? “La idea surgió en una conversación con el Dr. Profesor Jim Thorne (UC Davis), dado que esta aproximación de riesgo climático es relativamente nueva, (desarrollada por Jim y sus colaboradores) y no había sido aplicada en Chile. Nos propusimos generar un mapa comprensivo del riesgo de la actual vegetación existente a nivel de país. Todos trabajamos ad honorem y logramos concluir esta investigación sin financiamiento”, destaca Muñoz-Sáez.

Mapa de exposición climática futura proyectada para Chile.

Zonas de riesgo y de refugio climático

Los autores del trabajo definen el “riesgo climático”, como el impacto potencial en la vegetación relacionado a un cambio en las condiciones históricas del clima. Para su investigación, los especialistas modelaron el riesgo climático futuro utilizando mapas de vegetación actuales de alta resolución y mapas climáticos, para clasificar la frecuencia en la distribución de estas condiciones para cada uno de los 24 tipos de vegetación analizados, incluyendo 11 tipos de bosques, 5 tipos de matorrales y suculentas, 4 tipos de pastizales y 4 tipos de humedales.

Estos tipos de vegetación se distribuyen en diferentes zonas geográficas de Chile y cada uno de ellos se relaciona con las condiciones climáticas existentes en esas zonas. Teniendo esto en cuenta, se realizaron las proyecciones utilizando dos modelos de circulación para dos escenarios de cambio climático posibles. De esta manera pudieron definirse los niveles de riesgo para cada vegetación en el lugar donde geográficamente se encuentran actualmente, pero con la condición climática futura.

Muñoz-Sáez explica que “si las condiciones climáticas para cada tipo de vegetación se encontraban en el 80% de su distribución central, se consideró que el riesgo climático es bajo. Condiciones por sobre 80% fueron consideradas progresivamente de mediano, alto, y muy alto riesgo climático. Una condición de bajo riesgo climático implicaría un menor riesgo fisiológico de ese tipo de vegetación a las condiciones climáticas, por lo que condiciones de estrés climático pondrían en riesgo la tolerancia de los tipos de vegetación a las nuevas condiciones climáticas”.

También se localizaron refugios climáticos de vegetación, que en palabras del investigador “son áreas donde se espera que la vegetación existente permanezca dentro de las condiciones climáticas futuras. Es decir, son zonas donde se identificó un bajo riesgo climático y que están asociados a una zona geográfica definida. Estos refugios nos permiten determinar los lugares para poder priorizar su conservación y gestión”. Estas áreas no son muy abundantes y se ubican principalmente en los Andes centrales, la Patagonia y en algunas áreas costeras.

Vegetación chilena en alto riesgo

Bosque de Araucarias, provincia de Malleco

Pero, ¿qué significa que la vegetación en Chile esté en alto riesgo climático? Quiere decir que las condiciones climáticas podrían estar por sobre lo que las especies están adaptadas a soportar fisiológicamente. Esto implicaría desde una posible disminución de su sobrevivencia, hasta un potencial riesgo de extinción. “Sin embargo, esto también debe ser tomado con cautela”, matiza Muñoz-Sáez, “ya que por ejemplo la resiliencia de las plantas también podría desempeñar un papel clave bajo el cambio climático, con algunas especies capaces de persistir incluso bajo las condiciones climáticas futuras. En este sentido, el monitoreo a nivel comunitario y experimentos enfocados en fenología y la dinámica demográfica pueden ayudar a mejorar las predicciones del riesgo climático”.

Los resultados obtenidos muestran que en el escenario de mayores emisiones (RCP8.5, que representa las tasas actuales de emisiones de Gases de Efecto Invernadero o GEI), entre el 27,8% y el 43,6% de las áreas silvestre protegidas del Estado y entre el 32,2% y 43,6% de la vegetación que se encuentra fuera de éstas, se enfrentan a un alto riesgo climático. En particular algunas especies de Nothofagus nativos como la asociación hualo-roble, o las coníferas milenarias como la araucaria y el alerce, se encuentran muy amenazadas.

Así como este estudio permite reconocer los tipos de vegetación y zonas geográficas que se encuentren con mayor riesgo climático, también identifica, para cada uno de los tipos de vegetación analizados, lugares donde el riesgo pudiera ser menor, y que sirvan como refugios para la conservación. “Esta información es relevante para el establecimiento de nuevas áreas protegidas, la gestión y planificación predial en las actuales áreas silvestres protegidas, y fuera de ellas. Nuestros resultados permiten informar los esfuerzos nacionales para la planificación de la conservación, se pueden utilizar para identificar y gestionar prioridades para tipos de vegetación individuales (por ejemplo, zonas de refugio de alto valor de conservación) permitiendo la gestión in situ del patrimonio natural”, concluye Muñoz-Sáez.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Andrés Muñoz-Sáez

Estudio analiza el impacto de los temporales de 1982 en la crisis social del Chile de la dictadura

Los investigadores Pablo Camus, del Instituto de Historia de la Universidad Católica y Fabián Jaksic, del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, analizaron los vínculos entre este catastrófico evento climático y los cambios políticos sucedidos en Chile con posterioridad.

Entre el 25 y el 28 de junio de 1982, 123,6 milímetros de agua precipitaron entre las regiones de Coquimbo y el Maule en solo 96 horas, en una enérgica expresión del fenómeno climático conocido como El Niño. Tal cantidad de agua provocó la salida de ríos, esteros y canales, afectando la infraestructura y equipamiento de varias ciudades y de miles de viviendas. En Santiago, se desbordaron el río Mapocho, el canal San Carlos, el zanjón de la Aguada, y los canales San Ramón, Las Perdices, El Carmen y El Canelo, interrumpiendo el tránsito vehicular y provocando cortes de energía, agua y teléfono. Diversas poblaciones y campamentos, así como los asentamientos situados junto a los canales de regadío y los ríos, fueron arrasados por las aguas.

Los investigadores Pablo Camus Gayán, del Instituto de Historia de la Universidad Católica y Fabián Jaksic, del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, analizaron las consecuencias que este evento climático tuvo sobre el Chile de comienzos de los 80 desde un punto de vista socio-biológico y cultural. Sus conclusiones, fueron plasmadas en el paper titulado “Los temporales de 1982 y la crisis económica, política y social de la dictadura en Chile”, publicado en la revista Historia y Geografía de la Universidad Católica Silva Henríquez.

A juicio de los autores, las inundaciones, la recesión económica y la falta de ayuda por parte del Estado en un contexto de dictadura, estimularon la organización de ollas comunes entre los pobladores afectados por el desastre, constituyéndose así en la principal herramienta para hacer frente a la crisis desencadenada por los temporales y revitalizando los lazos de solidaridad que fueron la base para hacer frente a la dictadura.

“Estas organizaciones fueron el germen del reencuentro social y político de los pobladores, tras el largo “temporal” iniciado con el golpe militar de 1973”, plantean los investigadores “Así, ante un Estado ausente, las inundaciones de 1982 se transformaron en el inicio del fin de la dictadura militar”, relevando así cómo los fenómenos ambientales pueden servir de catalizadores o potenciadores de transformaciones sociales de gran magnitud.  

“Lo que nos propusimos con el Profesor Camus fue explicar cómo los fenómenos climáticos dentro de un mismo lugar conllevan o están asociadas a cambios sociales”, explica el también académico de la Universidad Católica y Premio Nacional de Ciencias Naturales, Fabián Jaksic. “Me refiero, en este caso, a fenómenos como la oscilación climática del sur —el Niño o la Niña— que trae tanto exceso de precipitaciones durante el Niño, como escasez de precipitaciones y sequías durante la Niña, dentro de un mismo territorio. Dadas esas fluctuaciones climáticas, que afectan a una determinada sociedad, lo que ocurre allí como respuesta a estas oscilaciones son medidas de tipo políticas, pero que dependen por supuesto del tipo de regimen político imperante”.

Otra de estas medidas, empujada por la catástrofe de 1982, fue una de las más grandes operaciones urbanas de erradicación de familias hacia la periferia de la capital, alejando a las personas de sus fuentes de trabajo y llevándolas a zonas sin la infraestructura urbana necesaria ni acceso a bienes y servicios básicos, concentrando la pobreza y generando problemas psicosociales anexos como narcotráfico, violencia e inseguridad, lo que hasta el día de hoy tiene un alto costo social. “Lo que ocurrió durante las inundaciones del 82 fue una tremenda segregación de la población”, acota Jaksic.

El trabajo es una reseña histórica que relata, con lujo de detalles, el firme e ineludible vínculo que existe entre los procesos sociales y naturales, que, en muchos casos, la investigación científica descarta a favor de una mirada más atomizada frente a la realidad. Ante esto, Jaksic y Camus se preguntan: ¿podemos considerar a la Naturaleza como un actor de los acontecimientos históricos? Los autores consideran que, al menos para el caso de los temporales de 1982-83, sí, pues funcionaron como un “factor coadyuvante” que daría comienzo a la larga agonía del regimen de Pinochet.

Para el director de CAPES, el recrudecimiento de los efectos del cambio climático sólo acelerará el surgimiento de miradas más interdisciplinarias para explicar los fenómenos climáticos y ambientales: “Antiguamente una pandemia como la gripe española de 1928, ocurrían una vez en la vida de una persona. Lo mismo las grandes sequías e inundaciones. En cambio, moviéndonos a tiempos más recientes, lo que el cambio climático hace es aumentar la frecuencia de estas perturbaciones climáticas en el lapso de una generación. Y si las grandes fluctuaciones del pasado están asociadas con cambios importantes en el comportamiento institucional es individual de un país, hay que ponerle atención a cómo estas fluctuaciones pueden acelerar también las respuestas sociales de Chile y el mundo hoy. Una de las cosas que pueden pasar, por ejemplo, es que cuando la gente se dé cuenta de que el agua no es tan abundante como creíamos, vamos a tener respuestas sociales y culturales importantes” vaticina.

Texto: Comunicaciones CAPES
Foto: Publimetro