El conejo en Chile: pasado, presente y futuro de un incómodo inquilino

Un grupo de investigadores se propuso identificar las brechas y desafíos pendientes a la hora de orientar los esfuerzos de control y manejo de esta especie en nuestro país, considerada una de las 7 invasiones biológicas que más afectan los ecosistemas y actividades productivas locales.

Créditos: Henri Quatre.

Arañas, serpientes, ratones o mosquitos, son algunos de los animales a los que, justa o inmerecidamente, solemos identificar con la idea de peligro. Su sola mención en una instancia social provocaría escalofríos en más de un invitado. Por el contrario, en nuestro propio ranking de las especies más peligrosas o amenazadoras del planeta, es muy probable que el conejo se ubique bastante lejos de los primeros puestos. Un hecho que, de todos modos, no impidió que en 2014 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declarara a este pequeño y peludo herbívoro como una de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.

¿Pero, cómo es que un mamífero, en apariencia tan inofensivo, puede ser causa de alerta y preocupación en casi todos los países donde invade?

Historia de una invasión

En 1859 se introdujeron veinte parejas de conejos en el sureste de Australia generando una plaga de conejos que en 70 años se extendió por la mayor parte del continente. Aquí, una congregación de conejos bebe agua de una poza en un valle totalmente desprovisto de vegetación (Wikimedia Commons).

Para la ecología, una especie es considerada “invasora”, cuando se expande a un nuevo territorio de forma permanente, aumentando su densidad poblacional y ocupando todos los hábitats favorables que se encuentren disponibles.

El conejo, también conocido como conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) ciertamente cumple con esa descripción. Originalmente nativos de la Península Ibérica, el sur de Francia y el noroeste de África, estos mamíferos se han propagado exitosamente por casi todos los rincones del globo; hoy, son considerados una especie invasora en Argentina, Australia, Canadá, Colombia, Cuba, Egipto, Alemania, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Polonia, Rusia, Estados Unidos, Uruguay, y desde hace casi dos siglos, en Chile.

“Los conejos son invasores eficientes capaces de colonizar desde matorrales semiáridos hasta bosques templados, debido a su adaptabilidad para explotar recursos alimenticios variados”, nos cuenta la Dra. Paola Correa, ecóloga del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y autora principal de un reciente estudio que revisó y compiló la investigación existente sobre el conejo europeo en Chile, y comparó este conocimiento con la experiencia de Australia, otro de los países afectados por este lagomorfo.

Correa, junto a otros miembros del CAPES e investigadores de la Universidad de Chile, la Corporación Nacional Forestal CONAF, y la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth (CSIRO) en Australia, se propusieron identificar las brechas y desafíos a la hora de orientar los esfuerzos de control y manejo de esta especie en Chile, considerada una de las 7 invasiones biológicas que más afectan los ecosistemas y las actividades productivas locales.

O. cuniculus arribó por primera vez al país a mediados del siglo XVIII, aunque no se reportó como una especie naturalizada hasta 1884. Si bien en un comienzo su crianza fue vista como una fuente ingresos gracias al comercio de su piel, pelaje y carne (entre 1910 y 1984, Chile exportó más de 4 millones de pieles de conejo) “los sistemas deficientes de cierre y mal manejo de las conejeras llevó a que muchos individuos escaparan a ambientes naturales, contribuyendo a su dispersión, aumento poblacional y transformación en una especie dañina” explica la investigadora.

Hacia 1970, los conejos ya ocupaban alrededor de 3 millones de hectáreas de suelo chileno, con densidades que fluctuaban entre los 1 y 10 conejos por hectárea. Actualmente, están distribuidos entre las regiones de Atacama y Los Lagos, además de la región de Magallanes, donde, aparte de ocupar parte de su territorio continental, también han sido hallados en la Isla Grande de Tierra del Fuego y en algunas islas de ese archipiélago.

Un ejército voraz

Otro lugar especialmente afectado por la llegada de los conejos (a mediados de los años 30) es el archipiélago de Juan Fernández, ubicado 670 kilómetros al oeste de las costas de Valparaíso. “El Archipiélago Juan Fernández está catalogado como una reserva de la Biosfera desde 1977” comenta Correa, “y se lo ha reconocido como un ecosistema con un alto nivel de endemismo vegetal. Los conejos, se introdujeron en la isla de Robinson Crusoe en 1935, constituyéndose como una grave amenaza para un número importante de plantas endémicas, la dispersión de plantas exóticas y el aumento de la erosión del suelo. Hasta el día de hoy, los conejos siguen siendo difíciles de controlar en esta isla por su compleja topografía, la que dificulta la implementación de métodos convencionales”.

Los conejos también ejercen una fuerte presión en muchas especies de flora presentes en las islas Choros y Chañaral de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, en las regiones de Coquimbo y Atacama. Allí, los conejos han explotado una amplia variedad de plantas nativas, transformado el suelo a causa de sus actividades sobre y bajo tierra, y ocupado los espacios de nidificación de aves declaradas vulnerables como el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti) y el yunco peruano (Pelecanoides garnotii).

El pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti), una de las especies desplazadas por la invasión del conejo. (Crédito: Andrés Bertens)

Pero, ¿qué hace al conejo una especie tan eficiente a la hora de invadir un nuevo territorio?

Paola Correa nos aclara que es su habilidad para adaptarse a varios tipos de ambientes, además de su alta capacidad reproductiva, lo que le da al conejo una ventaja competitiva en los lugares a los que arriba.

Su dieta, por ejemplo, es particularmente flexible; pueden alimentarse tanto de pastizales naturales como artificiales, brotes de arbustos, corteza de árboles boscosos y frutales, cactus, tubérculos, rizomas, flores y, en casos extremos, cualquier tejido vegetal, lo que les permite moverse por una variedad de ecosistemas. Asimismo, las hembras son capaces de tener de 6 a 8 gazapos por camada con dos o tres períodos reproductivos por año, un ritmo de reproducción que demanda una altísima cantidad de recursos.

Estas mismas cualidades son también las razones principales por las que esta especie resulta tan dañina para los ecosistemas que afecta, así como para la vida de campesinos y agricultores.

Entre sus impactos más negativos a nivel ecológico, los conejos interfieren con la estructura y funcionamiento de los ecosistemas que habitan, limitando la provisión de servicios a la flora y fauna locales. Alteran tanto la composición como la distribución espacial de los matorrales que consumen, impidiendo su renovación y regeneración. La palma chilena (Jubaea chilensis), el peumo (Cryptocarya alba) y la correhuela rosada (Convolvulus chilensis) son algunas de las especies impactadas por este herbívoro.

Un caso especial de preocupación ocurre en la zona central de Chile, hogar de uno de los cinco ecosistemas mediterráneos del mundo y uno de los 34 hotspots críticos de conservación del planeta: el bosque esclerófilo. Allí, “esta especie utiliza los espacios abiertos dentro de las áreas de matorrales (remanentes de bosque esclerófilo), modificando el paisaje a través del consumo de cobertura vegetal”, detalla Correa. “Como consecuencia, los conejos restringen el crecimiento de los matorrales nativos, mientras que los espacios liberados por herbivoría quedan ocupados por plantas exóticas”.

Algo similar acontece en Robinson Crusoe, isla compuesta por 131 especies endémicas de plantas que representan el 62% de la flora vascular nativa de todo el país. En esta región, los conejos han puesto en riesgo la sobrevivencia de estas plantas únicas a través de su consumo directo y el degradando el suelo donde crecen, mediante la construcción de madrigueras.

A estos daños, se suman los impactos que tiene esta especie invasora sobre distintas actividades productivas de gran y pequeña escala. Su presencia ha provocado pérdidas en la industria agrícola, ganadera, forestal y, posiblemente, al turismo. Por ejemplo, su conocida voracidad priva al ganado de decenas de hectáreas de biomasa vegetal para el pastoreo, y detiene el crecimiento de cultivos forestales (también exóticos) como el pino y el eucaliptus. De hecho, se calcula que más de 3.25 millones de dólares se pierden cada año a causa de los impactos negativos del conejo.

¿qué hace al conejo una especie tan eficiente a la hora de invadir un nuevo territorio? La Dra. Correa aclara que es su habilidad para adaptarse a varios tipos de ambientes, además de su alta capacidad reproductiva.

Éxitos y fracasos

En su estudio, publicado en la revista Biological Invasions, Correa y su equipo también contrastaron los intentos históricos en Chile y Australia por controlar las poblaciones de conejo. “Se eligió a Australia como caso comparado por la similitud funcional de sus ecosistemas con aquellos de la cuenca mediterránea chilena, y por tener éxito en el control del conejo”, escriben los autores “”.

Así, los investigadores descubrieron las similitudes y diferencias en la manera en que ambos países han lidiado con esta especie, traída a Australia por los colonos que arribaron a Tasmania y a la Bahía Botany a finales del 1800. Al igual que en Chile, y pese a los esfuerzos por frenar su expansión (por ejemplo, con la legalización de su caza para usos comerciales), para 1880 los conejos ya alcanzaban los 500 millones de individuos en el continente oceánico, lo que obligó a las autoridades australianas a probar nuevos métodos de control y manejo.

Uno de estos métodos fue el uso del virus Myxoma como un potencial agente de control biológico. Este patógeno, causante de la enfermedad conocida como Mixomatosis, es transmitida de conejo a conejo a través de insectos, y sólo afecta de forma seria a miembros de la familia de los lepóridos (conejos y liebres). La introducción del Myxoma en Australia permitió la reducción sostenida del número de conejos durante décadas, la que sólo fue frenada cuando nuevas generaciones de lagomorfos desarrollaron una resistencia genética al virus.

En Chile, el virus del Myxoma también ha sido empleado como agente de control del conejo. En 1954, por ejemplo, una cepa de este agente fue liberado en el archipiélago Tierra del Fuego, afectando notablemente a las poblaciones de conejo. Esto, a pesar de que no había presencia de insectos que pudieran diseminar el virus entre las comunidades.

De hecho, es justamente en las islas donde más han tenido éxito los intentos nacionales por controlar a este invasor; contigua a Robinson Crusoe, la isla de Santa Clara en Juan Fernández vio erradicada su población de conejos a comienzos de la década del 2000, gracias a una serie de medidas de control convencionales que incluyeron el uso de fumigantes en madrigueras, la legalización de la caza, la depredación natural, y el trampeo. Estas medidas, sin embargo, no han funcionado en territorio continental, donde el avance del conejo, hasta ahora, se mantiene inalterable.

Para Paola Correa, quien es parte de un proyecto liderado por CAPES, CONAF y la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Chile (FAVET) cuyo principal objetivo es promover la investigación y gestión coordinada de los esfuerzos por contener a esta especie, el poco éxito obtenido en controlar la invasión del conejo tiene que ver con los vacíos que aún tenemos respecto de sus dinámicas y valoración económica de los impactos reales. “En Chile, los impactos de esta especie han sido abordados principalmente desde una perspectiva ecológica-comunitaria. Hace falta investigación aplicada para mejorar las políticas públicas y el manejo eficiente del conejo. Para avanzar en esta dirección, es urgente determinar con mayor precisión la distribución geográfica actual del conejo en Chile, realizar mediciones y seguimiento de su abundancia poblacional y determinar los principales factores que afectan su dinámica espacio temporal” aclara.

Para la investigadora, también es necesario comprender mejor los efectos del conejo sobre los ecosistemas naturales y agroecosistemas chilenos, para así evaluar sus impactos económicos sobre la biodiversidad y la producción agrícola. Por último, señala, “es fundamental investigar otros factores que influyen de manera importante en la dinámica poblacional del conejo, tales como los virus y patógenos que podrían frenar su propagación, determinando su presencia, prevalencia, virulencia, y la correspondiente inmunidad del conejo frente a estas enfermedades, las que, potencialmente, podrían ser utilizadas como herramientas de control de esta especie en Chile”.

Texto: Comunicaciones CAPES

Los 12 anfibios que podrían extinguirse producto del cambio climático

Científicas y científicos de la Universidad Austral, el Centro Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y el Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, entre otras instituciones, desarrollaron investigación que evalúa el complejo escenario para la conservación de estos animales.

El sapo de Mehuín (Insuetophrynus acarpicus), uno de los anfibios más amenazados del bosque valdiviano y la especie endémica con la mayor historia evolutiva acumulada. (Créditos: Valeria Ochoa)

Por tratarse de organismos ectotermos, es decir, que dependen de las condiciones externas de su ambiente para regular su temperatura, los anfibios son uno de los grupos animales más vulnerables a los embates del cambio climático. Más aún, si consideramos su crítico estado de conservación; con la mitad de sus especies actualmente en riesgo de extinción, son un verdadero emblema de la acelerada pérdida de biodiversidad que sufren hoy los ecosistemas del planeta.

Sin embargo, pese a lo precaria de su situación, poco se sabe de los efectos puntuales que supondrá el aumento de las temperaturas globales para el futuro de los anfibios. Y si esto es cierto en el mundo, más aún lo es en Chile, país que cuenta con más de 60 especies nativas pertenecientes a este grupo taxonómico.

Para suplir dicho vacío, un grupo de investigadores nacionales liderados por el ecólogo de la Universidad Austral de Chile, Leonardo Rodríguez, evaluó los impactos actuales y futuros del cambio climático sobre la biodiversidad de los anfibios nacionales, específicamente, aquellos presentes en uno de los hotspots de conservación más importantes del planeta: el bosque lluvioso valdiviano.

El trabajo, publicado recientemente en la revista Biodiversity and Conservation, contó además con la participación de investigadoras e investigadores del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, entre otras instituciones.

Entre sus principales resultados, los científicos estimaron que al menos 12 especies de anfibios reducirán de manera permanente sus áreas de distribución en los próximos 30 a 50 años, volviéndolas más proclives a sufrir eventos de extinción.

Una historia amenazada

El bosque siempreverde valdiviano, una de las 35 áreas de conservación terrestre más importantes a nivel global (Créditos: Jardín Botánico Nacional)

El bosque valdiviano es una ecorregión de más de 3 mil kilómetros de longitud al sur de Chile que comprende una gran variedad de ecosistemas, formaciones vegetales y climas. Considerada una de las 35 áreas de conservación terrestre más importantes a nivel global, la zona es hogar del mayor número de especies anfibias del país. Así, al menos, lo confirmaron las 40 especies identificadas por el equipo de investigación en dicho territorio; alrededor de dos tercios del total presente en Chile.

A partir de las especies identificadas, las y los investigadores lograron estimar la diversidad filogenética de 27 de ellas, pudiendo no sólo conocer la historia evolutiva de estos animales, sino también proyectar el destino de sus poblaciones en un contexto de cambio climático.

La diversidad filogenética es uno de los aspectos claves a la hora de evaluar la biodiversidad existente dentro de un ecosistema. Ésta, mide la cantidad de historia evolutiva acumulada al interior de una comunidad específica, es decir, el conjunto de adaptaciones genéticas que ha experimentado a lo largo de los años. La preservación de una alta diversidad filogenética al interior de una especie (o de un grupo de especies) maximiza la posibilidad de que esa especie cuente con un rasgo genético que asegure su supervivencia a futuro.

“Para entender este concepto debemos primero definir que se entiende por biodiversidad biológica, que es la variedad de formas de vida en los distintos niveles de organización, desde individuos hasta los diferentes ecosistemas“ comenta el académico de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, Marco Méndez, coautor del estudio. “Esta concepción no considera el componente histórico de la biodiversidad, por tanto, no incorpora preguntas como ¿cuánto tiempo ha pasado para que dos o más especies se hayan diferenciado? La diversidad filogenética incorpora este criterio, y establece métricas para medir este cambio”.

Para predecir los efectos futuros del cambio climático sobre la historia evolutiva de estas estas especies, los investigadores se basaron en dos posibles escenarios climáticos: uno “optimista”, donde las emisiones de gases de efecto invernadero (GEF) alcanzan su peak para el año 2040, y otro “pesimista” con un aumento continuo de las emisiones más allá de esas fechas. Los modelos de distribución generados a partir de estos escenarios, fueron elaborados usando un algoritmo de aprendizaje automático (machine-learning) y considerando variables bioclimáticas como predictores de distribución futura.

Así, los autores del estudio pudieron proyectar que, en cualquiera de los escenarios propuestos, todas las especies de anfibio analizadas cambiarán sus áreas de distribución hacia 2050, con una fracción de ellas incluso enfrentando la extinción. Este panorama, explican los expertos, conduciría inevitablemente a un declive en la historia evolutiva de Amphibia durante las próximas décadas.

“Los escenarios no son auspiciosos”, añade Méndez, “pues se observa una pérdida importante en la diversidad filogenética en todos los escenarios modelados. Algunas especies se van a extinguir y otras van a ir gradualmente declinando, especialmente en los sitios de mayor diversidad de anfibios, tanto por la migración de las especies de distribución centro-norte, como a cambios de la distribución de las especies del sur. También observamos que aquellas especies con rango de distribución más amplias se verían afectadas en menor medida”.

La rana jaspeada (Batrachyla antartandica), otra de las especies que, pronostican los expertos, verá reducido su rango de distribución a causa del cambio climático. (Créditos: Flavio Camus)

Olga Barbosa, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y coautora del estudio, también comenta al respecto. “El escenario para la biodiversidad del planeta frente al cambio climático es adverso, y los anfibios son probablemente la mejor representación de esta situación, dado sus requerimientos de hábitat y sus aspectos fisiológicos o conductuales”. En ese contexto, la científica advierte que, aunque los anfibios tienen capacidad de moverse en busca de hábitats adecuados, su movilidad es reducida frente a presiones antropogénicas de este tipo, por lo que esta búsqueda teórica de condiciones adecuadas para encontrar “nuevos hábitats y sobrevivir son sólo aproximaciones, y el escenario en realidad es muy adverso para la conservación”. 

Asimismo, los científicos anticipan un declive en la diversidad filogenética de estos animales dentro del área estudiada. Se predice, por ejemplo, que la especie endémica con los mayores valores de historia evolutiva acumulada, el sapo de Mehuín (Insuetophrynus acarpicus), se vuelva extinta para el 2070 de continuar la actual tendencia climática.

Pero I. acarpicus no será la única especie al borde de la extinción. De las 27 especies estudiadas, 12 verían reducidos sus rangos de distribución amenazando seriamente su supervivencia: se trata del sapo rojo (Eupsophus roseus); rana de hojarasca de párpados verdes (Eupsophus emiliopugini); rana del Catedral (Alsodes gargola); sapo de Miguel (Eupsophus migueli); sapo de pecho espinoso de Barrio (Alsodes barrioi); rana de pecho espinoso de Oncol (Alsodes norae); rana de pecho espinoso de Cordillera Pelada (Alsodes valdiviensis); rana jaspeada (Batrachyla antartandica); sapo terrestre de Valdivia (Eupsophus vertebralis); rana de Darwin (Rhinoderma darwinii); sapo esmeralda de la selva (Hylorina sylvatica), y el ya mencionado el sapo de Mehuín.

“Todo este escenario, implica la pérdida de millones de años de historia evolutiva, interacciones ecológicas y rasgos que se han ido especializando a través del tiempo”, asegura Barbosa.

Para los investigadores, este grupo debiera ser desde ya considerado extremadamente vulnerable al cambio climático, especialmente sabiendo que 5 de estas 12 especies se encuentran actualmente en riesgo de extinción.

Protección insuficiente

El estudio también evaluó la competencia de las áreas protegidas presentes en esta región para conservar la historia evolutiva de estos anfibios, revelando una preocupante incapacidad de las mismas para contener la diversidad y endemismo filogenético de estos organismos.

Esto, en parte, porque menos del 10% de esta región se encuentra bajo protección oficial de parte del Estado, sumado al hecho de que, a medida que avanza el cambio climático, este podría incrementar la diferencia espacial entre la distribución de las especies y las áreas protegidas ya establecidas.

Para Marco Méndez, “es conocido que las áreas protegidas no son efectivas para la protección de especies animales, pues la mayoría de las especies se distribuyen fuera de las áreas protegidas. En este sentido, nuestros resultados sugieren un papel muy menor en la conservación de la diversidad filogenética para los anfibios. De todos modos, los datos de este estudio incorporan nueva información que debe ser considerada  en la toma de decisiones asociada a la conservación de las especies anfibias”.

Rana de Darwin (Rhinoderma darwinii). (Créditos: Fabián Muñoz)

“A nivel mundial, las áreas protegidas son la principal herramienta para la conservación de la biodiversidad, pero frente a cambios en la dinámica de la distribución de especies, pueden resultar inefectivas a futuro. Por eso es preciso que, además de los esfuerzos públicos en aumentar las áreas de protección —como por ejemplo se ha logrado a partir de la nueva ley de humedales urbanos—, se pueda fomentar la conservación de terrenos privados. De esta forma, se pueden  sumar a las áreas protegidas existentes, nuevas áreas con las condiciones apropiadas para sostener y conservar la biodiversidad frente a estas presiones antropogénicas”, sostiene Olga Barbosa. 

Si bien los modelos predictivos auguran un incremento de la diversidad filogenética de anfibios al interior de las actuales áreas protegidas, ésta diversidad sólo representaría una fracción muy pequeña de la diversidad filogenética total del territorio estudiado. A la vez, como resultado de la acción generada por el cambio climático, las áreas protegidas serían incapaces de sostener las áreas de mayor endemismo, independientemente del escenario climático proyectado.

“Estos resultados subrayan la necesidad de mayor investigación para mejorar los procesos de toma de decisión en esta zona, considerando los riesgos potenciales de extinción de anfibios, la falta de protección del sistema de áreas protegidas, y la pérdida de historia evolutiva como un aspecto clave de la biodiversidad” concluyen los autores.

Texto: Comunicaciones CAPES e IEB

Informe declara necesidad de incorporar a la sociedad en la restauración de los bosques de Chile central

El trabajo fue liderado por los investigadores CAPES Rocío Almuna y Matías Guerrero, junto a un equipo de colaboradoras y colaboradores. El informe propone realizar restauración ecológica desde un enfoque transdisciplinario, socio-ecológico y con perspectiva de género.

Los bosques aportan innumerables beneficios a las personas, como la provisión de agua, seguridad alimentaria, su valor como espacio recreativo y cultural, y fomento de la salud física, emocional y social, entre muchos otros.  Sin embargo, en nuestro país, las múltiples amenazas que estos ecosistemas sufren, producto de la actividad humana, ponen en peligro estos territorios y sus comunidades humanas.

Tal es el caso del bosque esclerófilo, ecosistema que se extiende entre el sur de la región de Coquimbo y el norte de la región del Biobío, y que es considerado un hotspot de biodiversidad, o punto prioritario de conservación planetaria. Esto, porque el 50% de la vegetación presente sólo crece ahí y en ningún otro lugar del mundo, y porque además esta área se encuentra altamente amenazada, debido a la disminución de su superficie por transformaciones del humano en un 64%, la amenaza el cambio climático y la megasequía, entre otros factores.

Este informe analiza la situación actual de este ecosistema y plantea un llamado urgente a restaurar el vínculo entre el bosque esclerófilo y las personas, considerando los escenarios actuales de vulnerabilidad socioambiental. Su apuesta, es hacerlo desde los enfoques transdisciplinario, socio-ecológico y de género, para los que también entrega una serie de recomendaciones específicas.

En ese contexto, Rocío Almuna, investigadora CAPES, CERES, y autora principal del informe creado a partir de un trabajo colaborativo y participativo,  se refiere a la importancia del mismo. “Creemos que este documento contribuye como base teórica para futuras iniciativas de restauración de paisajes, ya que desarrolla recomendaciones basadas en tres necesarios enfoques para recuperar nuestro bosque esclerófilo, no solo en su dimensión ecológica, sino también sociocultural. Aporta desafiando la concepción separada de humanidad y naturaleza, y reconociendo el rol de las comunidades humanas en la rehabilitación de paisajes degradados”, señala.

Bosques y bienestar humano

El documento señala que los bosques nativos de Chile Central tienen un rol central en el bienestar humano, y gran significancia cultural al ser un espacio para el ejercicio de prácticas tradicionales locales, de contemplación de la belleza escénica, además de sus contribuciones esenciales al bienestar humano. “Los bosques almacenan agua en sus suelos. Su disminución y degradación, por tanto, incrementa la vulnerabilidad de comunidades rurales a la actual megasequía. Esto amenaza el abastecimiento de ciudades como Santiago o el Gran Valparaíso. La degradación del bosque se ha ligado también a una mayor frecuencia e intensidad de incendios forestales, por la baja capacidad de los suelos erosionados de almacenar humedad”, se detalla.

Matías Guerrero, también investigador del Instituto de Ecología Aplicada, IEB, comenta al respecto: “El valor del bosque y matorral esclerófilo es fundamental en muchas dimensiones, y realmente podría ser una solución basada en la naturaleza a la hora de abordar temáticas relevantes como la sequía o las olas de calor, entre otras.  La provisión de agua y la presencia de nutrientes en los suelos contribuye a los sistemas productivos y al abastecimiento hídrico tanto de comunidades rurales como ciudades. Pero si seguimos degradándolo, tendremos graves problemas no solo con el abastecimiento de agua, aumentando la vulnerabilidad social, principalmente de mujeres, niñas y niños”.

Enfoques de la restauración y recomendaciones

Considerando este escenario, el trabajo propone tres enfoques para abordar los desafíos en la restauración del bosque esclerófilo. El enfoque transdisciplinario llama a integrar y valorar tanto conocimientos tradicionales, como científicos, para co–diseñar planes de restauración junto a comunidades locales; utilizar metodologías participativas para ello; enfocar esfuerzos en problemáticas ambientales contingentes y pertinentes socialmente; y usar metodologías provenientes de las ciencias ambientales, ciencias sociales y humanidades.

“Se habla mucho del conocimiento local e indígena en el contexto de la conservación. Pero no hay metodologías participativas reales en torno a la restauración. Sin embargo, existen muchas comunidades trabajando en esta dirección y estas acciones deberían tomarse de manera más vinculante para generar un diálogo verdaderamente más integrado entre la ciencia y los actores locales”, complementa Guerrero.

En cuanto al enfoque socio-ecológico, el informe recomienda velar por la protección y sustentabilidad conjuntas de la vida silvestre y los medios de vida rurales. También, llama a generar acciones que aumenten la capacidad de adaptación de los sistemas socio-ecológicos ante cambios y perturbaciones, e identificar las necesidades particulares de cada territorio, tanto a nivel ecológico como sociocultural.

En relación al enfoque de género, las y los autores del texto llaman a reconocer la relevancia del rol de las mujeres y de la niñez en los procesos de restauración, y a facilitar la participación de las mujeres, visualizándolas como un grupo heterogéneo.

Matías Guerrero se refiere a este punto: “Para el equipo fue muy importante incluir la perspectiva de género. En el contexto de la degradación del bosque esclerófilo, no todas las personas son igualmente vulnerables, mujeres, niñas y niños son principalmente afectados. Esto se debe a que, en términos generales, son las mujeres las que proveen en los campos y trabajan en los huertos. Producto de la sequía y degradación de este ecosistema, las contribuciones que nos provee la naturaleza se ven cada vez más amenazados. Así es que, si vamos a hablar de vulnerabilidad social y de restauración, es fundamental incorporar la perspectiva de género”.

El documento también menciona iniciativas de restauración participativa de Chile central y comparte un link a un seminario en el que representantes de estas iniciativas hablaron sobre su trabajo con las comunidades en paisajes degradados. La experiencia de estas organizaciones fue clave para identificar los enfoques y el desarrollo del contenido del informe.

Con estos antecedentes, el informe espera sumar evidencia y conocimiento y ponerlos a disposición de diversos actores. “Queremos que este documento sea leído por tomadores de decisiones y autoridades gubernamentales, y que aporte a futuras iniciativas en materia medioambiental impulsadas por organismos públicos. Por otro lado, buscamos llegar a las organizaciones locales, para apoyar el diseño y planificación de sus proyectos de restauración”, concluye Almuna.

Texto: Comunicaciones IEB

Huinay Summer School: «Metodologías de restauración de bosques»

Cuándo: 14-22 de marzo de 2023
Dónde: Estación Científica Fundación San Ignacio del Huinay, Fiordo Comau, Los Lagos
Organiza:  Fundación San Ignacio del Huinay, Facultad de Ciencias Forestales U. de Chile, CAPES, MASCN, Instituto Forestal

En el marco de Huinay Summer School (Fundación San Ignacio del Huinay), el programa de Magíster en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza (MASCN) de la Universidad de Chile invita a estudiantes de postgrado a conocer y profundizar el uso de metodologías de restauración de ecosistemas, entendiendo esta disciplina, como una de las principales herramientas utilizadas en la actualidad para recuperar la calidad de hábitat y la biodiversidad a diferentes niveles (genes, especies y ecosistemas), especialmente enfocado en elementos de la naturaleza de interés para conservación biológica.

El objetivo del curso «Metodologías de restauración de bosques» es generar competencias profesionales para la correcta toma de decisiones en las metodologías que se aplican durante el desarrollo de un proyecto de restauración de bosques, específicamente, en las fases de diagnóstico, planificación y diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las acciones restaurativas.

Su programa se compone de clases teórico-prácticas dictadas por académicos/as e investigadores de universidades y centros de investigación nacional e internacional. Durante el curso se promoverá la generación de espacios de debate sobre los desafíos de la restauración en Chile y Latinoamérica, considerando el actual contexto de crisis climática y conflictos socio-ambientales por el uso de la tierra. En específico, las actividades contemplan trabajo de campo para la colecta de muestras, trabajo en vivero para selección de especies nativas utilizadas para reforestación, trabajo en laboratorio para el procesamiento de muestras vegetales y análisis de los datos

Requisitos y costos de inscripción

El curso estará abierto a estudiantes de postgrado de ciencias forestales, ecología y/o conservación. El postulante debe enviar los siguientes antecedentes a carolaa@uchile.cl antes del 15 de enero. Los documentos a entregar son:

  • Carta de motivación (media página)
  • Formulario de postulación (descargar)
  • Certificado de alumno regular de programa de postgrado

Plazo para postular:

01 de diciembre al 15 de enero 2022

Vacantes:
12 estudiantes (8 U. de Chile + 4 otras Universidades).

Costo del curso:
$50.000 (CLP). El costo de inscripción incluye alojamiento, alimentación y materiales durante la estadía en Huinay. Los costos de traslado Santiago-Hornopirén (ida y vuelta) no están considerados en el costo de la inscripción.

VI Seminario de Restauración Ecológica «Restauremos Chile: trabajando en conjunto contra el Cambio Climático»

Cuándo: 13-15 de diciembre de 2022.
Dónde: Auditorio del Campus Colchagua de la Universidad de O’Higgins, San Fernando
Organiza:  Red Chilena de Restauración Ecológica

La Red Chilena de Restauración Ecológica, Restauremos Chile A.G., en conjunto con el Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ICA3) de la Universidad de O’Higgins anuncian el VI Seminario de la Red Chilena de Restauración Ecológica que se desarrollará entre el 13 y 15 de diciembre de 2022 en el Auditorio del Campus Colchagua de la Universidad de O’Higgins, en la ciudad de San Fernando.

Este año, el lema del seminario es Restauremos Chile: trabajando en conjunto contra el cambio climático, el cual apunta a generar un espacio de debate amplio sobre la necesidad de restaurar los paisajes de Chile, considerando el escenario de cambio climático y en donde todos los actores de la sociedad debiéramos estar ocupados por enfrentarlo.

Los organizadores invitan a instituciones públicas y privadas, investigadores/as, profesionales y practicantes de la restauración ecológica en Chile a participar de este evento.

Sesiones

Sesión 1. Cambio climático y la restauración de bosque y matorral esclerófilo. 
El objetivo es presentar avances de las experiencias de restauración y/o investigaciones en este tipo de formaciones vegetacionales, considerando variables antrópicas y ambientales que las afectan en un contexto de cambio climático.

Sesión 2. Cambio climático y la restauración de bosques quemados. 
Sesión dedicada a difundir las investigaciones y/o experiencias locales, con sus éxitos y fracasos, en una amplia variedad de ecosistemas afectados por incendios y las estrategias implementadas para su rehabilitación. Se presentan avances en dinámicas de recuperación de flora y/o fauna, experiencias de gobernanza y otros.

Sesión 3. Cambio climático y especies invasoras, conversión de plantaciones, ensayos de restauración post-tala rasa y evaluación del estado de conservación de franjas de protección de agua. 
Esta sesión tiene por objetivo dar a conocer las investigaciones científicas y aplicadas que se están desarrollando en torno a las especies invasoras (flora y fauna), evaluación de ensayos conversión de plantaciones, restauración post-tala rasa y el estado de conservación de franjas de protección de agua. Se presentan experiencias respecto al uso y manejo de especies en distintos ecosistemas nativos y su impacto en un contexto de cambio climático.

Inscripción y pago

CategoríaMonto ($)
Estudiantes30.000
Público general50.000
  Socios Red Chilena de Restauración EcológicaExentos de pago

Aquella(o)s interesada(o)s en participar en el seminario como asistentes de las charlas, deben inscribirse en la ficha de inscripción . Esta inscripción se puede realizar hasta el mismo día de inicio del seminario.

Se dispondrán de becas para estudiantes que presenten o no trabajos. El número de becas dependerá de los recursos disponibles para este efecto y serán priorizados aquellos estudiantes que sean autor o coautor de trabajos aceptados (oral o póster).

El  valor de inscripción cubre las actividades del seminario, como asistencia a charlas y sesión de póster, así como el traslado a una actividad de campo a realizarse el tercer día del seminario. Además, cubre los materiales que se entregarán y los coffee breaks.

El pago del Seminario, debe hacerse a la siguiente cuenta:

«Feria sobre las Invasiones Biológicas y Conservación»

Cuándo: 2 y 3 de diciembre de 2022, 11:30 hrs.
Dónde: Sala Abate Molina, Casa Central UC (Av. Libertador Bernardo O'Higgins 340, Santiago)
Organiza:  Naturaleza Intrusa, Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB)

En el marco de la realización de la «Semana de invasiones biológicas» que se desarrollará entre los días 28 de noviembre y 3 de diciembre en Concepción, la Universidad de Concepción llevará a cabo la «Feria de Invasiones Biológicas»,  una instancia abierta al publico donde distintas organizaciones e instituciones dedicadas la conservación de la biodiversidad y la investigación, difusión, educación y gestión de diversas invasiones biológicas presentarán algunos de sus proyectos en formato stand.

El objetivo de esta actividad, a realizarse el 2 y 3 de diciembre en el Foro de la Universidad de Concepción, es aumentar la preocupación de la población sobre las invasiones biológica y sus impactos.

Entre las instituciones participantes, se encuentra el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, el cual presentará algunos de sus proyectos colaborativos en torno al control y gestión de las poblaciones de visón americano y conejo europeo en Chile, además de diversas publicaciones académicas y de divulgación sobre este importante tema.

Científicos crean nueva clasificación para los ecosistemas de la Tierra

Patricio Pliscoff, académico UC e investigador en CAPES e IEB, es el único chileno que participó en este revolucionario trabajo internacional e interdisciplinario, publicado en la revista Nature, que elaboró una nueva tipología de ecosistemas global.

Los seres humanos siempre han clasificado lo que les rodea; los seres vivos en la naturaleza, los objetos astronómicos en el cielo o los libros en las bibliotecas. Pero en el caso de los ecosistemas existentes en el planeta, se habían hecho intentos que los ordenaban según algunas características como la biota que los compone, el lugar geográfico donde se encuentran, o más recientemente, las funciones y servicios que prestan a los humanos, pero ninguna integraba todos estos elementos ni estaba estandarizada a nivel mundial.

Es por esto que más de 40 científicos y especialistas provenientes de todo el mundo colaboraron recientemente en la colosal tarea de crear un nuevo modelo de clasificación de ecosistemas, el cual distribuye los diversos sistemas ecológicos presentes en la Tierra según sus procesos ecológicos, biota, funciones y servicios ecosistémicos específicos.

Esta nueva “Tipología de Ecosistemas Global”, publicada este mes en la revista Nature, fue desarrollada bajo el encargo y alero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), y busca, según sus autores, “apoyar la transferencia de conocimiento para la gestión y restauración ecosistémica-específica, así como las evaluaciones de riesgo de ecosistemas estandarizadas globalmente”, entre otros objetivos.

Entre los investigadores que participaron en esta importante labor y en el artículo A function-based typology for Earth’s ecosystems”, que la da a conocer a la comunidad científica, se encuentra el Dr. Patricio Pliscoff, académico de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, único chileno participante.

El investigador cuenta que su colaboración se dio porque “soy miembro del equipo de Lista roja de ecosistemas de la comisión de manejo de ecosistemas de la UICN. Dentro de esta comisión, se creó un grupo específico para desarrollar la clasificación global, esto partió el año 2017 con una reunión en Londres, en la que se comenzó a definir conceptualmente la clasificación global, posteriormente tuvimos otras reuniones presenciales y virtuales donde se desarrolló el paper”.

Pliscoff comenta acerca de sus aportes en esta tarea multinacional que “estuvieron asociados a la definición conceptual de la clasificación y posteriormente con la homologación de la propuesta de clasificación global con la clasificación de ecosistemas terrestres de Chile. Este fue uno de los requisitos que pidieron los revisores de Nature, para ver cómo se aplicaba la clasificación global en países que ya tuviesen una clasificación de ecosistemas ya desarrollada”.

Los criterios para ordenar ecosistemas

Para apoyar tanto en los planes y políticas de manejo sustentable de estos ecosistema, es decir, su dimensión funcional, como en las estrategias de conservación de su biodiversidad, su dimensión biológica, las y los investigadores evaluaron más de 23 clasificaciones de ecosistemas según seis criterios: (1) funciones ecosistémicas y procesos ecológicos; (2) biota característica; (3) consistencia conceptual en toda la biósfera; (4) estructura escalable; (5) unidades explícitas a nivel espacial, y (6) detallismo descriptivo y complejidad mínima.

No habiendo encontrado ninguna tipología que cumpliera estos 6 criterios entre las 23 que evaluaron, se abocaron a construir una nueva clasificación, sólida, escalable y espacialmente explícita, que pudiera proporcionar una infraestructura que respalde las nuevas investigaciones en ecosistemas, un vocabulario común y estandarizado para los especialistas en ecología y que fortalezca los esfuerzos en conservación, restauración y evaluación de riesgos para salvaguardar la biodiversidad global.

Patricio Pliscoff señala que la importancia de esta nueva tipología es que “es la primera vez que se desarrolla una propuesta unificada que incluya a todas las zonas del planeta. Existían clasificaciones por separado del ámbito terrestre o marino, pero nunca se había hecho una clasificación con una misma metodología que incluyera todos los ámbitos del planeta. Esto va a permitir, por primera vez, evaluar el estado de conservación y el nivel de riesgo de los ecosistemas en forma global. Esto permitirá establecer prioridades de protección a escala global”.

Esta nueva clasificación acepta la naturaleza dinámica de los ecosistemas y su dependencia de los procesos ecológicos. Es así que el modelo propone 5 grupos de “drivers” o impulsores ecológicos que dan forma a los ecosistemas al actuar como filtros de ensamblaje y presiones evolutivas. Estos son los impulsores de recursos (agua, oxígeno, nutrientes, entre otros), ambientales (temperatura, pH, salinidad, entre otros), regímenes de perturbación (incendios, tormentas, inundaciones, otros), interacciones bióticas (competencia, depredación, patogenicidad, mutualismo y facilitación) y las actividades humanas, que son una clase especial de interacción biótica que influye en los ecosistemas a través de la apropiación de recursos, la reestructuración física, el movimiento de la biota y el cambio climático.

La nueva tipología clasifica los ecosistemas en 10 reinos, 25 biomas y 110 grupos funcionales.

Recorriendo los ecosistemas de la Tierra

La tipología presenta una clasificación distribuida en 3 niveles jerárquicos principales: en el primero se consignan 4 reinos centrales: terrestre, aguas dulces, marino y subterráneo, más 6 reinos de transición entre estos: marino-terrestre, subterráneo-aguas dulces, aguas dulces-marino, marino-aguas dulces-terrestre, subterráneo-marino y terrestre-aguas dulces.

En el segundo nivel hay 25 biomas funcionales, definidos por tener uno o más procesos de ensamblaje que soportan funciones clave del ecosistema y procesos ecológicos. El nivel 3 define 110 grupos funcionales de ecosistemas, (EFG por sus siglas en inglés), que son unidades clave para realizar generalizaciones y predicciones sobre funciones, biota, riesgos y gestión de soluciones. 

A modo de ejemplo, el bosque templado lluvioso valdiviano corresponde al reino Terrestre, o “T”, bioma T2, o de bosques y tierras arboladas templado-boreales, y grupo funcional de ecosistema, EFG 3, selva tropical templada fría oceánica, por lo que su clasificación sería T2.3. El desierto de Atacama está en la nomenclatura T5.2, es decir, reino terrestre, bioma 5, de desierto y semidesierto, y EFG 2, es decir, desiertos y semidesiertos suculentos o espinosos.

En el caso de nuestro territorio, Patricio Pliscoff comenta que “para el ámbito terrestre, se reconocen 6 biomas y dentro de estos, 14 grupos funcionales de ecosistemas, entre ellos se encuentran los bosques templados y subtropicales, las estepas, los desiertos y ecosistemas polar y alpinos. Falta aún hacer el cruce con los ecosistemas transicionales, donde se encuentran por ejemplo los humedales costeros y clasificar los ecosistemas marinos y dulceacuícolas. En términos de estado de conservación, los bosques subtropicales donde se encuentra el bosque esclerófilo y el bosque maulino costero de Chile central, son los más amenazados por la pérdida de la vegetación natural producto del cambio de uso de suelo por actividades productivas”.

Este gran esfuerzo de ecólogos de todo el mundo, es el primer paso en la construcción de un sistema completo, general y estandarizado, que además incorpora los biomas creados por el ser humano, con el propósito de dar respuesta a la necesidad de mantener los servicios ecosistémicos que benefician a la humanidad y conservar la biodiversidad.

En la web del proyecto pueden revisar la tipología completa y realizar búsquedas de ecosistemas específicos por áreas: https://global-ecosystems.org.

Texto: Comunicaciones CAPES
Infografía: Patricio Pliscoff

VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales

Cuándo: del 8 al 10 de noviembre de 2022
Dónde: Casa Central Universidad de Chile (Av. Libertador Bernardo O'Higgins 1058, Santiago, RM)
Organiza:  Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, Sociedad Chilena de Ciencias Forestales

La Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, en conjunto con la Sociedad Chilena de Ciencias Forestales, invitan a participar en el VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales, evento patrocinado por CAPES a llevarse a cabo en la ciudad de Santiago del 8 al 10 de noviembre de 2022, bajo el lema «Bosques, salud y sociedad: Ciencias Forestales para el bienestar humano».

Los bosques y todos los ecosistemas forestales son fundamentales para la existencia humana y proporcionan una amplia gama de beneficios para el bienestar de las personas. La gestión sostenible de dichos ecosistemas es vital para mantener su contribución al bienestar ambiental, económico, social y cultural de las naciones; encontrándose estrechamente ligada al desarrollo sostenible, seguridad alimentaria, salud humana, suministro de agua, y suficiencia energética en un contexto de cambio global. La difusión del mejor conocimiento científico disponible es necesario para abordar efectivamente, a diversas escalas (local, regional y nacional), estos desafíos globales, proporcionando bases sólidas para la gestión sostenible de los ecosistemas forestales.

El VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales reunirá a científicos nacionales y extranjeros, en torno a la gama de disciplinas vinculadas a las ciencias forestales. Estas temáticas están asociadas a la creación de conocimiento a través de I+D+i, su aplicación práctica y transferencia hacia múltiples actores, desafíos permanentes que enfrentan las ciencias forestales, para satisfacer las necesidades cambiantes de una sociedad globalizada y vinculada al cuidado del medio ambiente y a la equidad social.

Envío de resúmenes


Los investigadores e investigadoras interesadas en presentar trabajos durante el Congreso, deben enviar resúmenes de sus investigaciones. El resumen del trabajo a ser presentado debe ser original e inédito. Debe enmarcarse en el lema del Congreso “Bosques, salud y sociedad: Ciencias Forestales para el bienestar humano”, y en alguno de siguientes temas:

  1. Ecosistemas forestales para las personas
  2. Ecosistemas forestales y procesos de cambio global
  3. Silvicultura, restauración y manejo sostenible de ecosistemas forestales
  4. Biodiversidad, servicios y contribuciones de los ecosistemas forestales
  5. Productos forestales madereros, comercialización y mercados
  • Un Comité Científico seleccionará los trabajos a ser presentados dentro de cada uno de los temas del Congreso.
  • Además, se debe señalar la preferencia de presentación (oral o póster). El Comité Científico del congreso dirimirá sobre la forma final de ponencia que tendrá el trabajo.
  • No hay límite para la cantidad de trabajos presentados por autor principal, ya sea en formato oral o póster.
  • Para que el trabajo quede incluido en el Libro de Resúmenes en formato digital, el autor principal debe estar inscrito en el Congreso.
  • La fecha límite para enviar los resúmenes es el 31 de julio de 2022

Cada resumen deberá enviarse a la siguiente dirección de correo electrónico: congchilecsforestales@uchile.cl

Más información


Para más información sobre los temas del Congreso y el envío de resúmenes, visitar su sitio oficial.

Pablo Becerra: investigando la regeneración, dinámica y restauración de los bosques nativos de Chile

Pablo Becerra es ingeniero forestal y Doctor en Ecología y Biología Evolutiva, académico de la Facultad de Agronomía y Ciencias Forestales de la Universidad Católica e investigador de la línea 1 de CAPES. Aunque ha realizado estudios en terreno en casi todos los tipos de bosque del país, se ha especializado en el bosque esclerófilo de Chile central, el que se encuentra atravesando por una grave crisis debido a que no se está regenerando de manera natural y está ocurriendo mortalidad de individuos adultos.

Pablo Becerra Osses nació en Santiago, y desde pequeño, sus padres lo acercaron a la naturaleza, por lo que siempre estuvo muy cerca de los ambientes naturales. Siguiendo esa pulsión, estudió Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile, luego un Magister en Ciencias Ecológicas y posteriormente un Doctorado en Ecología y Biología Evolutiva en la misma casa de estudios.

Ya en el 4° año de su carrera, se dio cuenta de que le gustaba la investigación, la ciencia y las ciencias ecológicas en particular: “el último año, con algunos compañeros, tomamos como electivos algunos cursos del posgrado en botánica en la Facultad de Ciencias, hice unos cursos en biogeografía y en ecología de la reproducción en plantas”, recuerda, “yo partí bien naturalista, con harta observación de flora, de plantas, paseos por el cerro, etc.”.

Como tema de su tesis del doctorado, comenzó a estudiar la invasión de plantas exóticas, centrándose en dos especies simbólicas del área forestal, el Pinus radiata y el Eucalyptus globulus. “Era un análisis de cuáles son los factores que pueden estar facilitando o restringiendo la invasión de estas dos especies exóticas”, señala el investigador, “la elección de esas especies fue porque son las dos más plantadas en Chile y, por lo tanto, podían tener un alto potencial de invasión por la cantidad de semillas que se producen en las plantaciones, que probablemente producen más semillas que cualquier otra especie exótica que hay en Chile”.

Luego, en el posdoctorado, ahondó en el tema y evaluó cómo el pino radiata está influyendo en la regeneración de especies nativas, encontrando la ocurrencia de una importante invasión de esta especie exótica, incluso desde la Región de Valparaíso hacia el sur. “En general se considera invasión cuando una especie naturalizada se ha expandido más allá de las plantaciones o de los lugares en que fue introducida, y en el caso de pino radiata efectivamente eso está ocurriendo. Son individuos que ya están creciendo naturalmente, es decir, las semillas llegaron por dispersión natural a lugares fuera de las plantaciones, a ambientes naturales y están formando individuos, creciendo naturalmente y produciendo a su vez semillas, por lo tanto poseen un alto potencial para producir poblaciones autosustentables”, explica.

Bosques de Chile

“Hay bosques en todo Chile. Desde la I hasta la XII región uno puede encontrar distintos tipos de bosques” comienza contando Becerra cuando le consultamos por los bosques presentes en nuestro territorio. “Los bosques de la I, II y III región eran bosques xerofíticos, de especies adaptadas a esas condiciones, pero que estaban a su vez restringidas o distribuidas en ambientes más húmedos, principalmente orillas de ríos, eran bosques pequeños, siempre ribereños”.

Desde la IV región comienzan a aparecer bosques más abundantes de algarrobos, guayacanes y litres. Luego, en la zona de clima mediterráneo encontramos los bosques esclerófilos, y más al sur, los bosques templados. “A mi me ha tocado estudiar prácticamente todos los tipos de bosques, quizás los únicos en que no he hecho estudios más formales, son los bosques de queñuas, (Polylepis), en el altiplano”, indica, “en mi tesis de pregrado estudié los bosques de araucarias y de coigüe-raulí de la IX región, en mi tesis de magister hice estudios en bosques de robles, de hualo, de raulí, he hecho otros estudios en los bosques siempreverdes de Chiloé y también en los bosques de lenga y ñirre en la Patagonia”.

Bosque esclerófilo de clima mediterráneo

Pero su objeto de estudio más constante ha sido siempre el bosque esclerófilo. Este tipo de bosque tiene factores restrictivos para su conservación, no sólo en términos de impacto humano sino también de sus condiciones abióticas naturales, incluso sin cambio climático. Esto, debido a que el clima mediterráneo tiene estaciones secas y años en que no llueve mucho, lo que genera condiciones difíciles para varias especies del bosque esclerófilo en términos de su regeneración, en comparación con otros bosques en que si no hay factores externos antrópicos como tala, ganado, o incendios, el bosque se regenera naturalmente, que es lo que ocurre desde la región del Biobío al sur.

“En cambio en el bosque esclerófilo no”, afirma Becerra, “hay muchos lugares en que hay individuos adultos pero con cero regeneración, es decir, no hay individuos jóvenes. Entonces la pregunta es por qué esas especies están presentes en esos lugares, qué condiciones habían en el pasado cuando esas semillas se produjeron, qué les permitió regenerar, crecer y sobrevivir, cómo han cambiado esas condiciones que ahora no les permiten germinar, crecer y sobrevivir hasta etapas adultas”.

Esto está ocurriendo en la mayoría de las especies del bosque esclerófilo y ha empeorado en los últimos 10 años. De hecho, los estudios han demostrado que además de no haber regeneración, hay individuos adultos que están muriendo, dependiendo de las condiciones ambientales o microambientales, hay más o menos mortalidad, lo que antes no ocurría o sucedía de manera aislada.

Pablo Becerra comenzó ha realizar estudios en el bosque esclerófilo el año 2006, y en ese tiempo, aún había algo de regeneración bajo condiciones específicas como ambientes más húmedos, cercanos a cursos de agua y cuando se presenta un dosel que genere sombra, más aún controlando a los herbívoros, reduciendo la cantidad de conejos y si no hay incendios u otro tipo de perturbaciones.

“A partir del 2014 empezamos a hacer muestreos geográficamente masivos, abarcando prácticamente toda la distribución del bosque esclerófilo, evaluando los niveles de regeneración”, indica Becerra, “y ahí se empezó a notar una reducción importante a nivel de prácticamente no existir regeneración de la mayoría de las especies del bosque esclerófilo en ninguna parte, ni siquiera en las condiciones más húmedas, ni bajo dosel, ni cuando no hay conejos ni cuando no hay ganado, nada. Entonces, el factor que va quedando obviamente es el agua y eso se asocia con la reducción en los niveles de precipitación que ha ocurrido en los últimos 10 a 15 años”.

Junto con eso, en el verano de 2018-2019, se empezaron a ver los primeros manchones de individuos adultos que mostraban los estragos de la sequía. Comenzaron primero a secarse los peumos, que es una especie relativamente higrófila en Chile central, que tiene su distribución sobre todo en laderas de exposición sur y en fondos de quebradas. El fenómeno se ha incrementado y ahora está ocurriendo con el quillay, que tiene una distribución en ambientes no tan húmedos por lo que está siendo mucho más afectado. También se ha visto cierta mortalidad en litre, que tolera aún más la sequía que el quillay, y en el boldo, en algunos sectores precosteros.

“En esas 4 especies se ha notado la mortalidad”, señala Pablo Becerra, “sin embargo, hay otras especies que no. Por ejemplo, colliguayes, huinganes, espinos, no tienen problemas de mortalidad de individuos adultos, aunque esas especies tampoco se están regenerando. ¿Qué es lo que sugiere todo esto? que en los lugares o localidades donde en el pasado dominaban especies esclerófilas como el quillay, peumo, litre, probablemente van a ser reemplazados o se va a reducir su abundancia de manera importante y van a sobrevivir ahí otras especies como las más adaptadas a condiciones más secas, en reemplazo de lo que eran los bosques esclerófilos más densos”.

Proyecto de restauración en San Carlos de Apoquindo

La Universidad Católica posee dos predios importantes, uno en Pirque y otro en San Carlos de Apoquindo, en los que se empezó a trabajar en proyectos de restauración ambiental que además de la restauración ecológica de los ecosistemas, incluyen un componente de educación ambiental.

“Se generaron anteproyectos de restauración en estos dos predios, los que fueron financiados por CAPES, para hacer los estudios de línea base y las propuestas de acciones de restauración y de educación ambiental”, señala Becerra, “en San Carlos de Apoquindo están hechos los proyectos para restaurar la vegetación y generar una infraestructura que permita hacer educación ambiental, incluyendo un centro de visitantes, senderos de interpretación, reintroduciendo especies emblemáticas con sus letreros de información, etc., lo que se está haciendo ahora es buscar financiamiento para llevar a cabo todo eso”.

Le preguntamos a Pablo Becerra: ¿cómo debería ser la relación del ser humano con los bosques?, nos comenta que “lo que debiera ocurrir es que en el mundo se incremente la superficie de bosque nativo de manera importante y obviamente se conserve lo que ya existe. No debiera eliminarse ni una hectárea más de bosque, en especial de los ecosistemas amenazados como el bosque esclerófilo y de roble-hualo. Primero, porque por ejemplo, de los bosques esclerófilos o los bosques de robles o de hualos, no queda prácticamente nada, y segundo, porque lamentablemente en Chile no existe una legislación ambiental que exija la restauración completa de los ecosistemas por parte de las empresas que los eliminan para sus faenas, con suerte se les exige hacer una plantación compensatoria, que muchas veces es bastante deficiente o poco exitosa, pero no se restaura el ecosistema en ningún caso”.

Pablo Becerra continúa trabajando y en estos momentos está realizando el cierre de algunos proyectos, como el de la evaluación a gran escala de los niveles de regeneración del bosque esclerófilo en toda su distribución o el análisis de técnicas de restauración en ambientes incendiados. Además, él y su equipo están trabajando en los procesos de regeneración y dinámicas de la vegetación del bosque nativo de la región de Coquimbo. También quieren estudiar un efecto que han observado acerca de las precipitaciones en la zona central de Chile, debido a que no sólo cae menos agua, si no que la que cae se pierde por escurrimiento y no alcanza a almacenarse en el sustrato de los cerros y no es aprovechada por la vegetación.

“Las ventajas de tener bosques en general, a nivel planetario, es que los bosques producen oxígeno, absorben CO2, mantienen biodiversidad, controlan plagas, producen distintos tipos de productos alimenticios, farmacológicos, etc., entre varias otras funciones y servicios ecosistémicos. Necesitamos que exista mayor educación ambiental desde los niveles escolares, respecto de la importancia de la biodiversidad, de la vegetación y de los bosques. Mientras más personas tengan ese conocimiento y valoren nuestros ecosistemas, se podría exigir, generar y financiar más proyectos que permitan incrementar la superficie de bosques y reducir al máximo la eliminación de ecosistemas que están en peligro de extinción”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES