Científicos crean nueva clasificación para los ecosistemas de la Tierra

Patricio Pliscoff, académico UC e investigador en CAPES e IEB, es el único chileno que participó en este revolucionario trabajo internacional e interdisciplinario, publicado en la revista Nature, que elaboró una nueva tipología de ecosistemas global.

Los seres humanos siempre han clasificado lo que les rodea; los seres vivos en la naturaleza, los objetos astronómicos en el cielo o los libros en las bibliotecas. Pero en el caso de los ecosistemas existentes en el planeta, se habían hecho intentos que los ordenaban según algunas características como la biota que los compone, el lugar geográfico donde se encuentran, o más recientemente, las funciones y servicios que prestan a los humanos, pero ninguna integraba todos estos elementos ni estaba estandarizada a nivel mundial.

Es por esto que más de 40 científicos y especialistas provenientes de todo el mundo colaboraron recientemente en la colosal tarea de crear un nuevo modelo de clasificación de ecosistemas, el cual distribuye los diversos sistemas ecológicos presentes en la Tierra según sus procesos ecológicos, biota, funciones y servicios ecosistémicos específicos.

Esta nueva “Tipología de Ecosistemas Global”, publicada este mes en la revista Nature, fue desarrollada bajo el encargo y alero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), y busca, según sus autores, “apoyar la transferencia de conocimiento para la gestión y restauración ecosistémica-específica, así como las evaluaciones de riesgo de ecosistemas estandarizadas globalmente”, entre otros objetivos.

Entre los investigadores que participaron en esta importante labor y en el artículo A function-based typology for Earth’s ecosystems”, que la da a conocer a la comunidad científica, se encuentra el Dr. Patricio Pliscoff, académico de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, único chileno participante.

El investigador cuenta que su colaboración se dio porque “soy miembro del equipo de Lista roja de ecosistemas de la comisión de manejo de ecosistemas de la UICN. Dentro de esta comisión, se creó un grupo específico para desarrollar la clasificación global, esto partió el año 2017 con una reunión en Londres, en la que se comenzó a definir conceptualmente la clasificación global, posteriormente tuvimos otras reuniones presenciales y virtuales donde se desarrolló el paper”.

Pliscoff comenta acerca de sus aportes en esta tarea multinacional que “estuvieron asociados a la definición conceptual de la clasificación y posteriormente con la homologación de la propuesta de clasificación global con la clasificación de ecosistemas terrestres de Chile. Este fue uno de los requisitos que pidieron los revisores de Nature, para ver cómo se aplicaba la clasificación global en países que ya tuviesen una clasificación de ecosistemas ya desarrollada”.

Los criterios para ordenar ecosistemas

Para apoyar tanto en los planes y políticas de manejo sustentable de estos ecosistema, es decir, su dimensión funcional, como en las estrategias de conservación de su biodiversidad, su dimensión biológica, las y los investigadores evaluaron más de 23 clasificaciones de ecosistemas según seis criterios: (1) funciones ecosistémicas y procesos ecológicos; (2) biota característica; (3) consistencia conceptual en toda la biósfera; (4) estructura escalable; (5) unidades explícitas a nivel espacial, y (6) detallismo descriptivo y complejidad mínima.

No habiendo encontrado ninguna tipología que cumpliera estos 6 criterios entre las 23 que evaluaron, se abocaron a construir una nueva clasificación, sólida, escalable y espacialmente explícita, que pudiera proporcionar una infraestructura que respalde las nuevas investigaciones en ecosistemas, un vocabulario común y estandarizado para los especialistas en ecología y que fortalezca los esfuerzos en conservación, restauración y evaluación de riesgos para salvaguardar la biodiversidad global.

Patricio Pliscoff señala que la importancia de esta nueva tipología es que “es la primera vez que se desarrolla una propuesta unificada que incluya a todas las zonas del planeta. Existían clasificaciones por separado del ámbito terrestre o marino, pero nunca se había hecho una clasificación con una misma metodología que incluyera todos los ámbitos del planeta. Esto va a permitir, por primera vez, evaluar el estado de conservación y el nivel de riesgo de los ecosistemas en forma global. Esto permitirá establecer prioridades de protección a escala global”.

Esta nueva clasificación acepta la naturaleza dinámica de los ecosistemas y su dependencia de los procesos ecológicos. Es así que el modelo propone 5 grupos de “drivers” o impulsores ecológicos que dan forma a los ecosistemas al actuar como filtros de ensamblaje y presiones evolutivas. Estos son los impulsores de recursos (agua, oxígeno, nutrientes, entre otros), ambientales (temperatura, pH, salinidad, entre otros), regímenes de perturbación (incendios, tormentas, inundaciones, otros), interacciones bióticas (competencia, depredación, patogenicidad, mutualismo y facilitación) y las actividades humanas, que son una clase especial de interacción biótica que influye en los ecosistemas a través de la apropiación de recursos, la reestructuración física, el movimiento de la biota y el cambio climático.

La nueva tipología clasifica los ecosistemas en 10 reinos, 25 biomas y 110 grupos funcionales.

Recorriendo los ecosistemas de la Tierra

La tipología presenta una clasificación distribuida en 3 niveles jerárquicos principales: en el primero se consignan 4 reinos centrales: terrestre, aguas dulces, marino y subterráneo, más 6 reinos de transición entre estos: marino-terrestre, subterráneo-aguas dulces, aguas dulces-marino, marino-aguas dulces-terrestre, subterráneo-marino y terrestre-aguas dulces.

En el segundo nivel hay 25 biomas funcionales, definidos por tener uno o más procesos de ensamblaje que soportan funciones clave del ecosistema y procesos ecológicos. El nivel 3 define 110 grupos funcionales de ecosistemas, (EFG por sus siglas en inglés), que son unidades clave para realizar generalizaciones y predicciones sobre funciones, biota, riesgos y gestión de soluciones. 

A modo de ejemplo, el bosque templado lluvioso valdiviano corresponde al reino Terrestre, o “T”, bioma T2, o de bosques y tierras arboladas templado-boreales, y grupo funcional de ecosistema, EFG 3, selva tropical templada fría oceánica, por lo que su clasificación sería T2.3. El desierto de Atacama está en la nomenclatura T5.2, es decir, reino terrestre, bioma 5, de desierto y semidesierto, y EFG 2, es decir, desiertos y semidesiertos suculentos o espinosos.

En el caso de nuestro territorio, Patricio Pliscoff comenta que “para el ámbito terrestre, se reconocen 6 biomas y dentro de estos, 14 grupos funcionales de ecosistemas, entre ellos se encuentran los bosques templados y subtropicales, las estepas, los desiertos y ecosistemas polar y alpinos. Falta aún hacer el cruce con los ecosistemas transicionales, donde se encuentran por ejemplo los humedales costeros y clasificar los ecosistemas marinos y dulceacuícolas. En términos de estado de conservación, los bosques subtropicales donde se encuentra el bosque esclerófilo y el bosque maulino costero de Chile central, son los más amenazados por la pérdida de la vegetación natural producto del cambio de uso de suelo por actividades productivas”.

Este gran esfuerzo de ecólogos de todo el mundo, es el primer paso en la construcción de un sistema completo, general y estandarizado, que además incorpora los biomas creados por el ser humano, con el propósito de dar respuesta a la necesidad de mantener los servicios ecosistémicos que benefician a la humanidad y conservar la biodiversidad.

En la web del proyecto pueden revisar la tipología completa y realizar búsquedas de ecosistemas específicos por áreas: https://global-ecosystems.org.

Texto: Comunicaciones CAPES
Infografía: Patricio Pliscoff

VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales

Cuándo: del 8 al 10 de noviembre de 2022
Dónde: Casa Central Universidad de Chile (Av. Libertador Bernardo O'Higgins 1058, Santiago, RM)
Organiza:  Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, Sociedad Chilena de Ciencias Forestales

La Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, en conjunto con la Sociedad Chilena de Ciencias Forestales, invitan a participar en el VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales, evento patrocinado por CAPES a llevarse a cabo en la ciudad de Santiago del 8 al 10 de noviembre de 2022, bajo el lema «Bosques, salud y sociedad: Ciencias Forestales para el bienestar humano».

Los bosques y todos los ecosistemas forestales son fundamentales para la existencia humana y proporcionan una amplia gama de beneficios para el bienestar de las personas. La gestión sostenible de dichos ecosistemas es vital para mantener su contribución al bienestar ambiental, económico, social y cultural de las naciones; encontrándose estrechamente ligada al desarrollo sostenible, seguridad alimentaria, salud humana, suministro de agua, y suficiencia energética en un contexto de cambio global. La difusión del mejor conocimiento científico disponible es necesario para abordar efectivamente, a diversas escalas (local, regional y nacional), estos desafíos globales, proporcionando bases sólidas para la gestión sostenible de los ecosistemas forestales.

El VIII Congreso Chileno de Ciencias Forestales reunirá a científicos nacionales y extranjeros, en torno a la gama de disciplinas vinculadas a las ciencias forestales. Estas temáticas están asociadas a la creación de conocimiento a través de I+D+i, su aplicación práctica y transferencia hacia múltiples actores, desafíos permanentes que enfrentan las ciencias forestales, para satisfacer las necesidades cambiantes de una sociedad globalizada y vinculada al cuidado del medio ambiente y a la equidad social.

Envío de resúmenes


Los investigadores e investigadoras interesadas en presentar trabajos durante el Congreso, deben enviar resúmenes de sus investigaciones. El resumen del trabajo a ser presentado debe ser original e inédito. Debe enmarcarse en el lema del Congreso “Bosques, salud y sociedad: Ciencias Forestales para el bienestar humano”, y en alguno de siguientes temas:

  1. Ecosistemas forestales para las personas
  2. Ecosistemas forestales y procesos de cambio global
  3. Silvicultura, restauración y manejo sostenible de ecosistemas forestales
  4. Biodiversidad, servicios y contribuciones de los ecosistemas forestales
  5. Productos forestales madereros, comercialización y mercados
  • Un Comité Científico seleccionará los trabajos a ser presentados dentro de cada uno de los temas del Congreso.
  • Además, se debe señalar la preferencia de presentación (oral o póster). El Comité Científico del congreso dirimirá sobre la forma final de ponencia que tendrá el trabajo.
  • No hay límite para la cantidad de trabajos presentados por autor principal, ya sea en formato oral o póster.
  • Para que el trabajo quede incluido en el Libro de Resúmenes en formato digital, el autor principal debe estar inscrito en el Congreso.
  • La fecha límite para enviar los resúmenes es el 31 de julio de 2022

Cada resumen deberá enviarse a la siguiente dirección de correo electrónico: [email protected]

Más información


Para más información sobre los temas del Congreso y el envío de resúmenes, visitar su sitio oficial.

Pablo Becerra: investigando la regeneración, dinámica y restauración de los bosques nativos de Chile

Pablo Becerra es ingeniero forestal y Doctor en Ecología y Biología Evolutiva, académico de la Facultad de Agronomía y Ciencias Forestales de la Universidad Católica e investigador de la línea 1 de CAPES. Aunque ha realizado estudios en terreno en casi todos los tipos de bosque del país, se ha especializado en el bosque esclerófilo de Chile central, el que se encuentra atravesando por una grave crisis debido a que no se está regenerando de manera natural y está ocurriendo mortalidad de individuos adultos.

Pablo Becerra Osses nació en Santiago, y desde pequeño, sus padres lo acercaron a la naturaleza, por lo que siempre estuvo muy cerca de los ambientes naturales. Siguiendo esa pulsión, estudió Ingeniería Forestal en la Universidad de Chile, luego un Magister en Ciencias Ecológicas y posteriormente un Doctorado en Ecología y Biología Evolutiva en la misma casa de estudios.

Ya en el 4° año de su carrera, se dio cuenta de que le gustaba la investigación, la ciencia y las ciencias ecológicas en particular: “el último año, con algunos compañeros, tomamos como electivos algunos cursos del posgrado en botánica en la Facultad de Ciencias, hice unos cursos en biogeografía y en ecología de la reproducción en plantas”, recuerda, “yo partí bien naturalista, con harta observación de flora, de plantas, paseos por el cerro, etc.”.

Como tema de su tesis del doctorado, comenzó a estudiar la invasión de plantas exóticas, centrándose en dos especies simbólicas del área forestal, el Pinus radiata y el Eucalyptus globulus. “Era un análisis de cuáles son los factores que pueden estar facilitando o restringiendo la invasión de estas dos especies exóticas”, señala el investigador, “la elección de esas especies fue porque son las dos más plantadas en Chile y, por lo tanto, podían tener un alto potencial de invasión por la cantidad de semillas que se producen en las plantaciones, que probablemente producen más semillas que cualquier otra especie exótica que hay en Chile”.

Luego, en el posdoctorado, ahondó en el tema y evaluó cómo el pino radiata está influyendo en la regeneración de especies nativas, encontrando la ocurrencia de una importante invasión de esta especie exótica, incluso desde la Región de Valparaíso hacia el sur. “En general se considera invasión cuando una especie naturalizada se ha expandido más allá de las plantaciones o de los lugares en que fue introducida, y en el caso de pino radiata efectivamente eso está ocurriendo. Son individuos que ya están creciendo naturalmente, es decir, las semillas llegaron por dispersión natural a lugares fuera de las plantaciones, a ambientes naturales y están formando individuos, creciendo naturalmente y produciendo a su vez semillas, por lo tanto poseen un alto potencial para producir poblaciones autosustentables”, explica.

Bosques de Chile

“Hay bosques en todo Chile. Desde la I hasta la XII región uno puede encontrar distintos tipos de bosques” comienza contando Becerra cuando le consultamos por los bosques presentes en nuestro territorio. “Los bosques de la I, II y III región eran bosques xerofíticos, de especies adaptadas a esas condiciones, pero que estaban a su vez restringidas o distribuidas en ambientes más húmedos, principalmente orillas de ríos, eran bosques pequeños, siempre ribereños”.

Desde la IV región comienzan a aparecer bosques más abundantes de algarrobos, guayacanes y litres. Luego, en la zona de clima mediterráneo encontramos los bosques esclerófilos, y más al sur, los bosques templados. “A mi me ha tocado estudiar prácticamente todos los tipos de bosques, quizás los únicos en que no he hecho estudios más formales, son los bosques de queñuas, (Polylepis), en el altiplano”, indica, “en mi tesis de pregrado estudié los bosques de araucarias y de coigüe-raulí de la IX región, en mi tesis de magister hice estudios en bosques de robles, de hualo, de raulí, he hecho otros estudios en los bosques siempreverdes de Chiloé y también en los bosques de lenga y ñirre en la Patagonia”.

Bosque esclerófilo de clima mediterráneo

Pero su objeto de estudio más constante ha sido siempre el bosque esclerófilo. Este tipo de bosque tiene factores restrictivos para su conservación, no sólo en términos de impacto humano sino también de sus condiciones abióticas naturales, incluso sin cambio climático. Esto, debido a que el clima mediterráneo tiene estaciones secas y años en que no llueve mucho, lo que genera condiciones difíciles para varias especies del bosque esclerófilo en términos de su regeneración, en comparación con otros bosques en que si no hay factores externos antrópicos como tala, ganado, o incendios, el bosque se regenera naturalmente, que es lo que ocurre desde la región del Biobío al sur.

“En cambio en el bosque esclerófilo no”, afirma Becerra, “hay muchos lugares en que hay individuos adultos pero con cero regeneración, es decir, no hay individuos jóvenes. Entonces la pregunta es por qué esas especies están presentes en esos lugares, qué condiciones habían en el pasado cuando esas semillas se produjeron, qué les permitió regenerar, crecer y sobrevivir, cómo han cambiado esas condiciones que ahora no les permiten germinar, crecer y sobrevivir hasta etapas adultas”.

Esto está ocurriendo en la mayoría de las especies del bosque esclerófilo y ha empeorado en los últimos 10 años. De hecho, los estudios han demostrado que además de no haber regeneración, hay individuos adultos que están muriendo, dependiendo de las condiciones ambientales o microambientales, hay más o menos mortalidad, lo que antes no ocurría o sucedía de manera aislada.

Pablo Becerra comenzó ha realizar estudios en el bosque esclerófilo el año 2006, y en ese tiempo, aún había algo de regeneración bajo condiciones específicas como ambientes más húmedos, cercanos a cursos de agua y cuando se presenta un dosel que genere sombra, más aún controlando a los herbívoros, reduciendo la cantidad de conejos y si no hay incendios u otro tipo de perturbaciones.

“A partir del 2014 empezamos a hacer muestreos geográficamente masivos, abarcando prácticamente toda la distribución del bosque esclerófilo, evaluando los niveles de regeneración”, indica Becerra, “y ahí se empezó a notar una reducción importante a nivel de prácticamente no existir regeneración de la mayoría de las especies del bosque esclerófilo en ninguna parte, ni siquiera en las condiciones más húmedas, ni bajo dosel, ni cuando no hay conejos ni cuando no hay ganado, nada. Entonces, el factor que va quedando obviamente es el agua y eso se asocia con la reducción en los niveles de precipitación que ha ocurrido en los últimos 10 a 15 años”.

Junto con eso, en el verano de 2018-2019, se empezaron a ver los primeros manchones de individuos adultos que mostraban los estragos de la sequía. Comenzaron primero a secarse los peumos, que es una especie relativamente higrófila en Chile central, que tiene su distribución sobre todo en laderas de exposición sur y en fondos de quebradas. El fenómeno se ha incrementado y ahora está ocurriendo con el quillay, que tiene una distribución en ambientes no tan húmedos por lo que está siendo mucho más afectado. También se ha visto cierta mortalidad en litre, que tolera aún más la sequía que el quillay, y en el boldo, en algunos sectores precosteros.

“En esas 4 especies se ha notado la mortalidad”, señala Pablo Becerra, “sin embargo, hay otras especies que no. Por ejemplo, colliguayes, huinganes, espinos, no tienen problemas de mortalidad de individuos adultos, aunque esas especies tampoco se están regenerando. ¿Qué es lo que sugiere todo esto? que en los lugares o localidades donde en el pasado dominaban especies esclerófilas como el quillay, peumo, litre, probablemente van a ser reemplazados o se va a reducir su abundancia de manera importante y van a sobrevivir ahí otras especies como las más adaptadas a condiciones más secas, en reemplazo de lo que eran los bosques esclerófilos más densos”.

Proyecto de restauración en San Carlos de Apoquindo

La Universidad Católica posee dos predios importantes, uno en Pirque y otro en San Carlos de Apoquindo, en los que se empezó a trabajar en proyectos de restauración ambiental que además de la restauración ecológica de los ecosistemas, incluyen un componente de educación ambiental.

“Se generaron anteproyectos de restauración en estos dos predios, los que fueron financiados por CAPES, para hacer los estudios de línea base y las propuestas de acciones de restauración y de educación ambiental”, señala Becerra, “en San Carlos de Apoquindo están hechos los proyectos para restaurar la vegetación y generar una infraestructura que permita hacer educación ambiental, incluyendo un centro de visitantes, senderos de interpretación, reintroduciendo especies emblemáticas con sus letreros de información, etc., lo que se está haciendo ahora es buscar financiamiento para llevar a cabo todo eso”.

Le preguntamos a Pablo Becerra: ¿cómo debería ser la relación del ser humano con los bosques?, nos comenta que “lo que debiera ocurrir es que en el mundo se incremente la superficie de bosque nativo de manera importante y obviamente se conserve lo que ya existe. No debiera eliminarse ni una hectárea más de bosque, en especial de los ecosistemas amenazados como el bosque esclerófilo y de roble-hualo. Primero, porque por ejemplo, de los bosques esclerófilos o los bosques de robles o de hualos, no queda prácticamente nada, y segundo, porque lamentablemente en Chile no existe una legislación ambiental que exija la restauración completa de los ecosistemas por parte de las empresas que los eliminan para sus faenas, con suerte se les exige hacer una plantación compensatoria, que muchas veces es bastante deficiente o poco exitosa, pero no se restaura el ecosistema en ningún caso”.

Pablo Becerra continúa trabajando y en estos momentos está realizando el cierre de algunos proyectos, como el de la evaluación a gran escala de los niveles de regeneración del bosque esclerófilo en toda su distribución o el análisis de técnicas de restauración en ambientes incendiados. Además, él y su equipo están trabajando en los procesos de regeneración y dinámicas de la vegetación del bosque nativo de la región de Coquimbo. También quieren estudiar un efecto que han observado acerca de las precipitaciones en la zona central de Chile, debido a que no sólo cae menos agua, si no que la que cae se pierde por escurrimiento y no alcanza a almacenarse en el sustrato de los cerros y no es aprovechada por la vegetación.

“Las ventajas de tener bosques en general, a nivel planetario, es que los bosques producen oxígeno, absorben CO2, mantienen biodiversidad, controlan plagas, producen distintos tipos de productos alimenticios, farmacológicos, etc., entre varias otras funciones y servicios ecosistémicos. Necesitamos que exista mayor educación ambiental desde los niveles escolares, respecto de la importancia de la biodiversidad, de la vegetación y de los bosques. Mientras más personas tengan ese conocimiento y valoren nuestros ecosistemas, se podría exigir, generar y financiar más proyectos que permitan incrementar la superficie de bosques y reducir al máximo la eliminación de ecosistemas que están en peligro de extinción”, finaliza.

Texto: Comunicaciones CAPES

Nuevo mapa compila el conocimiento en torno a la conservación de la Patagonia

Un mapa que recopila, caracteriza y sintetiza la evidencia científica asociada al conocimiento de la conservación en la Patagonia Chilena es la nueva herramienta creada por un grupo interdisciplinario de investigadores nacionales liderados por la ecóloga espacial María José Martínez, y con la participación de investigadores del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) y el Instituto Milenio en Socio-ecología Costera (SECOS).

El objetivo de este trabajo fue apoyar la toma de decisiones en torno al desarrollo y aplicación de planes de manejo que resguarden efectivamente los delicados ambientes terrestres y marinos de la zona, una de las pocas partes del mundo que todavía cuentan con más de la mitad de sus hábitats naturales legalmente protegidos (54%).

Sin embargo, “pese a los progresos realizados a la fecha, sigue habiendo serias preocupaciones, debido, principalmente, a las brechas que aún existen entre la protección legal y la protección real de éstas áreas”, afirman los investigadores. Y aun cuando el interés científico, nacional e internacional, por conservar la región está, así como la información científica necesaria para conocer en tiempo real el estado de su biodiversidad, sus procesos ecológicos y sus principales amenazas, “esta información”, recalcan “se encuentra actualmente fragmentada y nunca ha sido colectada, integrada o analizada a escala regional”.

Para remediar este problema, los autores levantaron una base de datos con más de 1.000 publicaciones abocadas al estudio de la Patagonia Chilena entre 1975 y 2018, las cuales fueron clasificadas según el tipo de ecosistema que trataban (terrestre, marino, de agua dulce, social u otro), y el conocimiento asociada a los impactos que los principales impulsores de cambio global de la zona (cambio climático cambio de hábitat, especies invasoras, sobreexplotación y contaminación) tenían sobre dichos ecosistemas y sus áreas protegidas.

Predilección por la tierra

Entre sus principales hallazgos, los investigadores notaron que la mayoría de las publicaciones correspondían a estudios sobre ecosistemas marinos (33%) y terrestres (29%) con un lento incremento en el tiempo de aquellos asociados a sistemas sociales (21%), y a la inclusión de variables sociales y dimensiones humanas relativas a la conservación y manejo de estos ecosistemas.

En cuanto a los impulsores de cambio global, los estudios referidos a los efectos del cambio climático (19%) y las especies invasoras (13%, concentrándose en investigaciones sobre la introducción del salmón y el castor) fueron los más numerosos. El estudio de estos estresores en ecosistemas terrestres mostró una tendencia significativa al alza entre los años 2000 y 2010, mientras que aquellos dedicados al cambio de hábitat (también en sistemas terrestres) comienza un crecimiento a partir de la segunda década del Siglo XXI.

El problema más estudiado en el caso de los sistemas marinos, en cambio, fue la contaminación, con un 7% de los estudios dedicados a este tema en particular. Le siguen igualmente especies invasoras (6%), hábitat (3,5%), y cambio climático (3,3%). Para estudios sobre ecosistemas de agua dulce, la mayoría versó sobre este último tema (9%) abocándose principalmente a la pérdida de masa de glaciares a causa del calentamiento global.

Por último, los estudios sobre sistemas sociales exploraron mayoritariamente el problema de la sobreexplotación de recursos (1,8%) y la contaminación (1%), aunque gran parte de ellos atendían más bien a las relaciones humano-naturaleza, a pueblos originarios, y a los patrones humanos de ocupación en la Patagonia, y no consideraban otros impulsores de cambio global.

Junto con estas clasificaciones, los investigadores también analizaron la distribución espacial de estos estudios, detectando que menos del 31,5% de la evidencia recopilada fue adquirida dentro del sistema de áreas protegidas. “La mayoría de los estudios se concentran en sólo tres de los parques nacionales más grandes (el Parque Bernardo O’Higgins, la laguna San Rafael y las Torres del Paine), lo que revela que hay una vasta fracción de esta región se mantiene subestudiada, y que trabajo adicional será necesario para mejores el conocimiento de estas áreas a nivel de conversación” comentan.

Otras brechas de conocimiento

Pero esta no fue la única brecha de conocimiento identificada por el estudio. Durante la confección de este mapa, los autores también pudieron descubrir vacíos y sesgos de conocimiento en el conjunto de la evidencia existente hasta ahora. Estos hallazgos, sumados a un conjunto de recomendaciones de conservación elaboradas por el grupo de expertos que analizó dicha evidencia, fueron presentados en el libro “Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos”, editado por los autores Juan Carlos Castilla, Juan Armesto y María José Martínez.

Entre las tareas pendientes, los expertos señalan un énfasis en la investigación asociada a ecosistemas terrestres en desmedro de otros sistemas, tendencia que se refleja también en términos del manejo de áreas protegidas de la región. “Hay grandes brechas entre protección legal y protección real, particularmente en materia marina” señalan, “la cual se haya enormemente amenazada por el uso agro-industrial”.

«También identificamos cómo una brecha, la necesidad de incorporar el estudio de las dimensiones sociales de la conservación, y los esfuerzos futuros deben enfocarse en incorporar el conocimiento tradicional y local, ya que esto puede ayudar a señalar el camino hacia la conservación de los ecosistemas» explica María José Martínez, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y SECOS, además de colaboradora CAPES.

Pese a estos vacíos, los autores coinciden en que los 1.600 km de extensión que comprenden la Patagonia Chilena, el más largo sistema de fiordos y estuarios del hemisferio sur, representan una oportunidad única para la conservación de grandes paisajes terrestres y marinos no intervenidos. “La aplicación de estrategias innovadoras de conservación, como proyectos integrados tierra-mar, la gestión de parques, la conservación marina de usos múltiples y la conservación biocultural a través de la asignación de derechos de acceso y gestión sobre áreas marinas a comunidades indígenas”, explican, son algunas de las medidas que deben impulsarse para continuar estos esfuerzos.

«Es urgente intensificar los esfuerzos para entregar la evidencia a los tomadores de decisión en un formato que permita su consideración e incorporación en políticas de conservación» advierte Martínez. «En esta revisión, proporcionamos una herramienta que puede ayudar a alcanzar este objetivo de manera confiable y transparente».

Este trabajo, que contó con la co-autoría de los investigadores CAPES Stefan Gelcich y Patricio Pliscoff, fue publicado en la revista Conservation Science and Practice, y la base de datos generada por los autores se encuentra libremente disponible en Mendeley Data.

Texto: Comunicaciones CAPES
Imágenes: Jennifer Argáez (foto principal) y Simenon (foto interior)


Colección Patricio Sánchez: rescatando el patrimonio natural chileno

Con más de 60 años de historia, la colección biológica que hoy lleva el nombre de su fundador y académico de la Universidad Católica, Patricio Sánchez Reyes, ha contribuido no sólo al estudio sistemático de la biodiversidad de Chile por parte de cientos de biólogos. También representa un bastión que sobrevive a la casi imposible tarea de registrar la frondosa complejidad de nuestro árbol evolutivo.

Los cálculos sobre el número de especies que, en promedio, se extinguen cada día en el mundo varían ostensiblemente. La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, una síntesis encargada por las Naciones Unidas en 2005 y que contó con la participación de más de mil expertos en la materia, estimó la tasa de extinción a nivel global en más de 8,700 especies al año, o 24 especies al día. La Convención de Diversidad Biológica (otro organismo creado por las Naciones Unidas en 1993), por otra parte, clama en su sitio web que esta cifra podría ascender hasta las 150 especies, aunque sus autoridades reconocen las dificultades de llegar a un número más preciso y consensuado por todos.

Lo cierto, es que no sabemos a ciencia cierta qué porcentaje de la biodiversidad del planeta perdemos en determinado espacio de tiempo, ni a qué ritmo, en parte, porque ni siquiera sabemos cuánta biodiversidad total hay allá afuera. Allí también los números oscilan del millón y medio de especies, a más de 100 o incluso 2 mil millones, según estimaciones que intentan corregir los vacíos de conocimiento más evidentes a lo largo de nuestro gran árbol evolutivo, como es el caso de las bacterias y otros microorganismos.

Una de las razones que explica esta falta de información estriba en el dramático declive (o, en el mejor de los casos, estancamiento) que la investigación taxonómica ha tenido en las últimas décadas. Autores como Elise Tancoigne y Alain Dubois, del Museo de Historia Natural de París, han advertido que, pese a su reciente auge, tanto el número de taxónomos egresados de las universidades como el financiamiento que éstas destinan a esta área de la biología, son insuficientes para la tarea que dicha disciplina tiene por delante, que es la de identificar, describir y clasificar la totalidad de la vida en el planeta.

Inventariar el número de especies de animales, plantas, hongos y microorganismos que habitan en las distintas regiones del mundo, requiere no sólo de la identificación de estas especies, sino también de su registro físico, almacenamiento y conservación. Para ello, la existencia de colecciones biológicas que resguarden y protejan este acervo, sobre todo en aquellas zonas del planeta con un alto grado de endemismo como Chile, se vuelve fundamental.

Una de estas colecciones, ubicada en dependencias de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica de Chile, es la que lleva por nombre “Colección de Flora y Fauna Profesor Patricio Sánchez Reyes”, la cual, al día de hoy, cuenta con más 12 mil ejemplares de plantas y animales nativos de Chile y de otras partes del globo. La Colección, creada en 1960 por el académico Patricio Sánchez (ver foto superior), tiene como objetivo apoyar la investigación científica en las áreas de ecología y evolución, además de servir de apoyo a las actividades de docencia de la Universidad Católica. A lo largo de sus más de 60 años de funcionamiento, ha servido de base para la elaboración de cientos de tesis y artículos de investigación, y gracias a ella, al menos 10 especies nunca antes conocidas en nuestro país fueron descubiertas y clasificadas.

Especímenes pioneros

Algunos de estos especímenes, que sirvieron de base para la descripción de las nuevas especies, son dos ejemplares de poliquetos, un grupo de anélidos acuáticos conocidos por las numerosas quetas, o cerdas, que cubren sus cuerpos, o el holotipo de un nuevo miembro de rana del género Alsodes (Alsodes cantillanensis), descubierta en agosto de 2011 por los investigadores Andrés Charrier, Marco Méndez, y Claudia y Camila Castro en un arroyo que descendía por los Altos de Cantillana, en la cordillera de la costa, 65 km. al suroeste de Santiago.

Otro de estos hallazgos, que guarda especial conexión con el actual director de la Colección, el zoólogo UC Eduardo Palma, es el de una nueva especie de ratón de cola larga (uno de los más importantes reservorios biológicos del virus Hanta), en nuestro país. Oligoryzomys yatesi, capturada en 2008 en una remota isla del Estrecho de Magallanes, en Punta Arenas, fue descrita por Palma y el investigador Enrique Rodríguez en 2017, y hoy, la piel, el cráneo, el esqueleto y los tejidos de esa primera hembra adulta siguen depositadas en los pasillos de la Colección.

“Debido a mi formación académica en sistemática evolutiva, y mis estudios de postgrado en universidades como la Universidad Austral de Chile y la Nuevo México, en los Estados Unidos, las cuales alojaban sendas colecciones y museos, apenas llegué como profesor asistente al Departamento de Ecología de la Universidad Católica supe de la existencia de la entonces llamada Sala de Sistemática” nos cuenta Palma, profesor de Evolución y Fundamentos de Evolución en la Facultad de Ciencias Biológicas, y especialista en sistemática filogenética, filogeografía y biogeografía de mamíferos, particularmente de mamíferos terrestres de Chile y Sudamérica. “Conversé de inmediato con el Prof. Sánchez y su curador de entonces, Patricio Zavala, para manifestarles mi interés de contribuir a la colección”.

En la actualidad, el investigador y su equipo coordinan una nueva etapa de reformulación de la Colección y sus objetivos, la cual incluye un reacondicionamiento físico que mejorará los accesos a sus distintas instalaciones, de modo de hacerla más accesible a los investigadores, estudiantes y consultantes externos. “La Colección ha crecido, y ello es debido a los muchos proyectos de investigación que han realizado aportes en especímenes e infraestructura a su archivo” explica Palma. A ello se suman compromisos recientes que la Colección ha adquirido con instituciones gubernamentales como el Ministerio del Medio Ambiente, para la indexación de sus distintos registros en la Global Biodiversity Information Facility (GBIF). “Esto”, indica Palma, “permitirá hacer más asequible la colección y su base de datos disponible para establecer diferentes proyectos de colaboración en investigación tanto nacional como internacionalmente”.

Plantas, invertebrados y vertebrados

Prueba de las necesidades de expansión y digitalización de la Colección Patricio Sánchez, es el nada despreciable tamaño de su catálogo. Su sección botánica, por ejemplo, incluye una vasta representación tanto de algas marinas, con 743 muestras de material húmedo y seco que representan más de 100 especies a lo largo de Chile, como de plantas terrestres, entre las que destacan el bollén, el soldadito, la puya, el boldo azulillo, el litre y otras 600 especies registradas en más de mil ejemplares.

Su colección de musgos tampoco se queda atrás. 10 géneros distintos de estas plantas no vasculares y más de 80 especies están representadas en su muestrario, abarcando ejemplares de musgo pon-pon (Sphagnum magellanicum), musgo pinito (Dendroligotrichum dendroides) y paragua del sapo (Arbusculohypopterygium arbuscula).

En el caso de los invertebrados, los grupos taxonómicos representados en la Colección corresponden a Porifera, Cnidarios, Platelmintos, Anélidos, Moluscos, Crustáceos y Equinodermos, todos preservados en etanol. “Este material constantemente es revisado por investigadores nacionales y también es fuertemente requerido para actividades de docencia en la Facultad” comenta Miriam Fernández, exdirectora del Departamento de Ecología UC. “A esta colección contribuyeron de manera importante los profesores Juan Carlos Castilla y Nibaldo Bahamondes, ambos Premios Nacionales de Ciencias”, añade.

Si bien en menor número, los vertebrados que resguarda la Colección también son objeto de especial interés, sobre todo entre los estudiantes de educación básica y media que visitan sus dependencias a lo largo del año, como parte de las actividades de extensión de la Colección.  42 especies de peces (repartidas en 38 géneros), 15 especies de anfibios (distribuidas en 8 géneros), 83 especies de reptiles (abarcando 10 géneros), y 56 especies de mamíferos (sumando 32 géneros en total), conforman este último grupo. En el caso de los mamíferos, aunque la mayoría de ellos están preservados en etanol, también existen preparaciones de pieles y cráneos, así como especímenes embalsamados que suelen captar la mirada de los más curiosos.

Rematan este valioso patrimonio la serie de tejidos congelados que alberga la colección. Allí están representados aproximadamente 2,000 especímenes de diversas especies de pequeños mamíferos de Chile obtenidas entre el Altiplano y la Patagonia, teniendo cada espécimen, en la mayoría de los casos, muestras criopreservadas de diferentes órganos para apoyar estudios en el área molecular. “Para algunas especies, contamos también con suspensiones celulares de médula ósea para estudios a nivel cromosómico, debidamente rotulados y siguiendo protocolos internacionales de museos y colecciones para este tipo de muestras” detalla Fernández.

Hasta hace solo unos meses, el encargado de mantener y preservar todos estos ejemplares era el técnico museológico Patricio Zavala, quien previo a su retiro, administró la Colección por más de 35 años. Tan valioso como los especímenes que curaba, el trabajo de Zavala es hoy considerado un aspecto esencial de la sobrevivencia de esta colección biológica en un país donde su número, lamentablemente, no se condice con la notable biodiversidad presente en el territorio.

La deuda pendiente con las colecciones biológicas

El Ministerio de Medio Ambiente, en el contexto de su “Estrategia para el Fortalecimiento de las Colecciones Biológicas de Chile” (2020), identificó un total de 100 colecciones biológicas a lo largo del país, la mayoría de ellas concentradas en las regiones del Biobío y Metropolitana. Sumadas, estas colecciones almacenan cerca de 1.981.263 ejemplares a nivel nacional, una cifra que, a simple vista, parece contar una historia de sistematización exitosa de nuestra biodiversidad, pero que, mirada en detalle, revela más bien el estado de abandono en que se encuentran la mayoría de estas instituciones.

En el mismo diagnóstico citado, encargado por el MMA a la consultora ambiental Nonken, se apunta a que, salvo excepciones, la información detallada de las especies representadas en estas colecciones no se encuentra actualizada, y en muchos casos “no existe información precisa sobre el número de especies por categoría taxonómica, incluso a nivel de jerarquía alta”.

Según el informe, esto obedece a que, en todos los casos donde esto sucede, las colecciones no tienen personal dedicado en forma exclusiva al manejo de estas, provocando contratiempos como la existencia de especímenes no determinados ni ingresados o la duplicación de registros. “Por este motivo”, explican los autores, “no es posible detallar al nivel de número de especies existente en las colecciones y menos a la biodiversidad presente en el país si consideramos los taxones representados. La representación de la biodiversidad nacional en las colecciones requiere una evaluación más exhaustiva de las especies presentes en las diversas colecciones del país, lo que requiere mayor tiempo y recursos, y que las colecciones mantengan un registro adecuado, cosa que actualmente no sucede”.

De la misma opinión es Eduardo Palma, quien considera fundamental para conservar estas verdaderas arcas de biodiversidad, el apoyo de las autoridades y de las instituciones que las alojan: “es indispensable contar con los recursos para cubrir los costos del personal técnico tales como curadores, data managers, personal de apoyo, etc. Lo mismo con la infraestructura, que la colección esté en un lugar físico acorde con los volúmenes de las colecciones que albergan, los espacios adecuados para el trabajo del personal, y los visitantes que reciben las colecciones y museos”.

Sin embargo, como el informe de Nonken indica, la falta de presupuesto de las instituciones encargadas, donde en muchos casos estas colecciones no son una prioridad, hacen depender estas responsabilidades en el interés particular de los investigadores que se benefician de este material. “Esto se hace evidente” desarrollan, “en relación con la presencia de personal calificado, pues si bien se observa un mayor porcentaje de colecciones que tienen un curador o responsable a cargo de éstas, se manifiesta dentro de los problemas que, al carecer de recursos suficientes, la dedicación de estos es parcial, en algunos casos porque el personal encargado de la colección debe cumplir labores administrativas, docentes o de investigación, entre otras”.

Fortaleciendo las colecciones

Para solucionar este problema, la ya mencionada “Estrategia para el Fortalecimiento de las Colecciones Biológicas de Chile”, del MMA, que se encuentra en proceso de tramitación, contempla el apoyo financiero por parte del Estado a estas instancias, además de una actualización pormenorizada del acervo natural que contienen las colecciones. Hace unos meses, fue conformada una mesa de trabajo entre el Museo Nacional de Historia Natural, los museos de historia natural de Valparaíso y Concepción, la Subsecretaría de Patrimonio Cultural y el Consejo de Monumentos Nacionales, para abordar estas temáticas.

En caso de la Colección Patricio Sánchez, en esta nueva etapa de reformulación se contempla la llegada de un data manager que lidere su proceso de digitalización, así como la búsqueda de un nuevo curador que llene los zapatos de Patricio Zavala, cuyo legado sólo puede ser medido en el hecho de que una de las especies de lagartija descubiertas con apoyo de la Colección, Liolaemus zabalai, lleva su nombre en honor a él. Al menos la Colección seguirá contando con un Zavala en su inventario.

Para Eduardo Palma, el trabajo que realizan Zavala y todos los técnicos y profesionales a cargo de estas colecciones biológicas representa la piedra angular de un esfuerzo para resguardar estos espacios. “Las colecciones biológicas constituyen un eslabón tremendamente importante y clave en todo lo que tiene que ver con el conocimiento de nuestra biodiversidad en sus diferentes niveles de organización, desde la diversidad genética, especies y ecosistemas. Más aún si dichas colecciones están directamente relacionadas a centros de investigación y docencia, como en este caso lo constituye la Pontificia Universidad Católica de Chile”, señala.

En ese punto, el investigador destaca el apoyo que durante estos 60 años la Colección ha tenido (“y esperamos siga teniendo”), de parte de las autoridades de la facultad, y de centros de investigación como CASEB, CAPES y SECOS.

De esta manera, las colecciones biológicas que conservan el conocimiento de la biodiversidad en Chile y en el mundo podrán seguir cumpliendo el rol que el mismo Patricio Sánchez les asignara en sus escritos: “servir de núcleo al estudio de la naturaleza”, y evitar que las miles de especies que habitan el territorio nacional no sufran, después de extintas, la desaparición definitiva: el olvido.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imágenes: Colección de Flora y Fauna Patricio Sánchez Reyes

Investigadores lanzan libro “Semillas viajeras, semillas libres” para niños y niñas

Un libro desplegable y traducido al mapuzungun es el cuento «Semillas Viajeras, Semillas Libres», texto escrito por los investigadores Tomás Ibarra y Francisca Santana y que busca relevar las tradiciones alimentarias de Wallmapu.  

Bajo el sol primaveral y con la presencia de niños y niñas representantes la Escuela San Luis de Liumalla y la Escuela Particular Loncofilo de Curarrehue, esta semana se celebró el lanzamiento del libro «Semillas viajeras, semillas libres» en el Complejo Interdisciplinario para el Desarrollo Sustentable, CIDS, Michel Durand Q., un texto dirigido a un público infantil basado en una investigación previa de los investigadores Francisca Santana, del Centro UC de Desarrollo Local (CEDEL) y Tomás Ibarra, también de CEDEL y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES).

El viaje de las semillas

La investigación Huertas Familiares del Sur de Los Andes: Cultivando soberanía alimentaria” fue un trabajo que retrató la diversidad biocultural de La Araucanía, en un proyecto desarrollado en torno a las tradiciones de agricultores y agricultoras mapuche del Wallmapu y que rescata el rol de estas personas en el legado biológico y cultural de las semillas.

“Para mantener la biodiversidad, es necesario que las semillas tradicionales y locales se muevan en el territorio, que sean cultivadas en las huertas y las chacras por los y las agricultoras”, explica Ibarra, “eso inspiró la necesidad de dar a conocer esta diversidad de manera lúdica”.

Es así como nace este libro desplegable, dirigido a niños y niñas, y escrito por los mismos investigadores, quienes se inspiraron en la figura de Patricia Ayelef, mujer agricultora mapuche.

Asimismo, este viaje fue representado durante el lanzamiento por el Colectivo Algo Ritmo, que a través de la representación en formato de cuentacuentos acercaron el relato a las personas presentes en el encuentro. 

Traducido al mapuzungun

Además, Ibarra señala que “creemos que la semilla guarda una memoria ambiental, agrícola, de alimentación y espiritual, y si la semilla viaja tiene que viajar en una historia con su propia lengua”.

Es por ello que, la narración, cuenta también con una traducción al mapuzungun realizada por la profesora del Campus Villarrica de la UC, María Lara Millapan, lengua en la que recibe el título de «Napülkafe Lleküm, Auka Lleküm«, un relato que cuenta el viaje de una semilla de poroto pallar desde el wallmapu hasta el lafkenche, a través de trafkintus y encuentros comunitarios.

Cultivando soberanía alimentaria

De acuerdo al último mapa nutricional publicado en marzo de este año por la JUNAEBen La Araucanía 58,7% de los niños y niñas presentan sobrepeso u obesidad, cifra que se ubica por sobre el 54% que promedian el país.  Esta es una problemática que, según asegura la investigadora Francisca Santana, también puede explicarse a partir de la pérdida de la biodiversidad en la alimentación y de las tradiciones alimentarias.

Es por ello por lo que se optó específicamente por llegar con esta investigación a niños y niñas “que están desarrollando y empoderándose de su sistema alimentario, para que tengan el conocimiento del origen de la diversidad de las prácticas ancestrales heredadas de los alimentos, y para conectar el mapa y la cultura mapuche en este libro”, según señaló Santana.

En ese sentido, la investigadora agrega, además, que la crisis climática ha generado estragos en la agricultura mapuche. “La huerta mapuche está afrontando la crisis climática. Eso es lo que inspira también este cuento, la importancia de las mujeres cuidadoras de semillas y el valor que tienen estas prácticas antiguas, así como la importancia del conocimiento de los abuelos y abuelas”.

Una iniciativa valorada por las comunidades

El lanzamiento se realizó en la terraza del CIDS bajo el alero del boldo que comanda este espacio, y contó con la participación de autoridades académicas de la UC, tales como la directora del Centro para el Impacto Socioeconómico de las Políticas Ambientales, CESIEP, Alejandra Engler, quien valoró la iniciativa como una instancia de aprendizaje importante.

“Creemos que este tipo de proyectos, donde podemos aprender de ustedes, las comunidades, nos sirven para guiar el trabajo que tenemos que hacer”, aseguró en la oportunidad a los asistentes.

La palabra también fue ofrecida a la kimche de la Escuela Particular Loncofilo, Silvia Navarro, quien agradeció a los investigadores y manifestó la importancia de prácticas como el intercambio de semillas y conocimientos.

“Para mí hablar de semilla es hablar de antepasados (…) hablar de semilla es hablar de sueño, de esperanza y también sobre educación”, señaló.

Al finalizar el evento, los investigadores realizaron entrega de ejemplares a las escuelas presentes a través de sus estudiantes, a la directora del Núcleo CESIEP y a la Biblioteca Gabriela Mistral del Campus Villarrica, a través de su directora Cherie Araya.

También, los niños y niñas tuvieron la oportunidad de llevarse a sus casas una pequeña bolsa de género cargada con semillas de porotos de distintas variedades, además de participar durante la tarde de un taller desarrollado en la Sala Saberes y Sabores del Museo Interactivo Regional de Agroecología y Sustentabilidad, MIRAS La Araucanía, el que se encuentra en su etapa de marcha blanca.

El libro fue editado por Orikh Editores y puedes encontrarlo a lo largo de todo Chile –revisa aquí cómo puedes adquirirlo– y hasta el momento se ha convertido en el libro más vendido en ciudades como Valdivia, cifra que celebran los investigadores.

“Las niñas y niños son las semillas”, sentencia Ibarra, “creemos que es ahí donde también es importante estimular la práctica agrícola y de alimentación que vincula a estas semillas con el territorio”.

Texto y fotos: Comunicaciones CEDEL


Declaración Pública: “Llamado urgente a suspender el uso de Especies Exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena”

En una declaración pública, miembros de CAPES y de otros 10 centros científicos chilenos, realizaron un llamado urgente a suspender la forestación con especies exóticas en la Patagonia, para captura de carbono.

En relación a las recientes iniciativas de forestación con especies exóticas en la estepa patagónica chilena con objetivo de captura de carbono, los abajo firmantes queremos expresar lo siguiente:

El cambio climático es un fenómeno global queestá afectando a los ecosistemas y las sociedades en todo el mundo con consecuencias aún impredecibles que representan una amenaza para el bienestar humano y la integridad de la naturaleza. En este escenario, es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (CO2, metano, etc.) y propiciar el aumento del secuestro de carbono mediante conservación, restauración y manejo de ecosistemas. Entre las soluciones basadas en la naturaleza para el secuestro de carbono, el establecimiento y recuperación de la cobertura boscosa perdida o degradada ha recibido especial atención, ya que es un mecanismo simple, relativamente barato y con otros múltiples beneficios ecológicos y sociales. Sin embargo, la evidencia científica ha demostrado que la plantación de árboles también puede tener impactos negativos si no se realiza de acuerdo a estrictos estándares que aseguren una adecuada compatibilidad entre las especies utilizadas y los ecosistemas a reforestar o restaurar. Un claro ejemplo del impacto negativo que puede resultar de forestaciones de coníferas introducidas con fines de captura de carbono son los incendios de gran magnitud que pueden liberar repentinamente gran parte del carbono almacenado.

En Chile, se están promoviendo y analizando diversos proyectos de forestación para aumentar la captura de carbono. Sin duda, estas iniciativas pueden ser beneficiosas cuando se evalúan y consideran los impactos sociales y ecológicos, y la toma de decisiones, a escala local, se realiza de manera participativa y abierta, pero resulta crucial también considerar los impactos negativos de estas acciones.

Recientemente, se han conocido algunas iniciativas que buscan mitigar el cambio climático mediante la plantación de especies exóticas en ecosistemas de estepa de la Patagonia chilena. Al respecto es importante considerar:

1) La estepa patagónica es un ecosistema endémico del cono sur de Sudamérica, y contiene un elevado número de especies de flora y fauna únicas. Dada la exclusividad de su fauna y flora, y el alto grado de estrés ambiental  al que están sometidos, la estepa patagónica ha sido clasificada como una de las ecoregiones del mundo prioritarias para la conservación por el programa Global 200 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La estepa patagónica es un ecosistema que ha evolucionado desde la era glacial en ausencia de cobertura arbórea, lo que no representa ningún problema ambiental; todo lo contrario, genera un paisaje único de inestimable valor ecológico, histórico, social, cultural, y además de importancia económica para la ganadería y el turismo.

2) La evidencia científica indica que, debido a que los pinos utilizados en estas plantaciones forestales provienen del hemisferio Norte y han evolucionado bajo otras condiciones climáticas y ecológicas, las plantaciones de pinos en la estepa patagónica generan una multiplicidad de impactos negativos como: a) reducir hábitat de especies nativas y la biodiversidad de especies herbáceas y arbustivas que no soportan competencia o sombra por especies arbóreas; b) disminuir la disponibilidad de agua en el suelo, las napas freáticas y los caudales, lo cual es crítico en estos ecosistemas de carácter semiárido; c) reducir el valor paisajístico y turístico de estas zonas australes al interferir con la mirada del paisaje, afectando el valor sociocultural de estas formaciones vegetacionales que son parte de la identidad de los habitantes de la Patagonia; d) promover la invasión de las especies plantadas, como los pinos, a zonas aledañas donde no se ha plantado, generando densos bosquetes que rápidamente homogenizan el paisaje y cuyo control es muy costoso; por último y de máxima preocupación dado el escenario de cambio climático, e) la combinación de plantaciones e invasiones de pinos en la estepa patagónica puede alterar el régimen de incendios forestales, aumentando la frecuencia, extensión y severidad de éstos.

3) Respecto a la fijación y secuestro de carbono, no hay evidencia concluyente respecto a cuánto carbono se libera o se captura al reemplazar la diversa estepa patagónica por una plantación monoespecífica de pinos. Estudios en otros ambientes de praderas naturales,  demuestran que una importante cantidad de carbono se almacena bajo la superficie, en el suelo, las raíces, y otros organismos del suelo. La evidencia indica que ecosistemas más diversos son capaces de capturar más carbono en el mediano y largo plazo.

En consideración de todos estos antecedentes hacemos un llamado urgente a suspender el uso de especies exóticas para la forestación dirigida a la captura de carbono en la Patagonia chilena. Además, queremos reafirmar que aún existen muchas tierras que históricamente estuvieron cubiertas de bosques en las regiones del sur de Chile y la Patagonia que actualmente se encuentran deforestadas, cuya reforestación y restauración con especies nativas sería una verdadera “solución basada en la naturaleza”. Es decir, una alternativa sustentable y duradera de captura de carbono recuperando la cobertura boscosa y conservando los procesos ecológicos y la biodiversidad de estos ecosistemas, además de proveer una multiplicidad de servicios ecosistémicos para las comunidades locales.

Instituciones firmantes

SOCIEDAD DE ECOLOGÍA DE CHILE

SOCIEDAD DE BOTÁNICA DE CHILE

SOCIEDAD DE BIOLOGÍA DE CHILE

INSTITUTO DE ECOLOGÍA Y BIODIVERSIDAD (IEB)

CENTER FOR CLIMATE AND RESILIENCE RESEARCH (CR)2

CENTER OF APPLIED ECOLOGY AND SUSTAINABILITY (CAPES)

ASOCIACIÓN CHILENA DE ECOLOGÍA DEL PAISAJE (IALE-CHILE)

CENTRO DEL FUEGO Y RESILIENCIA DE SOCIOECOSISTEMAS (FIRESES)

PROGRAMA VINO, CAMBIO CLIMÁTICO Y BIODIVERSIDAD (VCCB)

FUNDACIÓN CENTRO DE LOS BOSQUES NATIVOS FORECOS RED CHILENA DE RESTAURACIÓN ECOLÓGICA

Referencias relevantes

Di Sacco, A., Hardwick, K. A., Blakesley, D., Brancalion, P. H. S., Breman, E., Cecilio Rebola, L., Chomba, S., Dixon, K., Elliott, S., Ruyonga, G., Shaw, K., Smith, P., Smith, R. J., & Antonelli, A. (2021). Ten golden rules for reforestation to optimize carbon sequestration, biodiversity recovery and livelihood benefits. Global Change Biology, August 2020, 1–21. https://doi.org/10.1111/gcb.15498

Hisano, M., Searle, E. B., & Chen, H. Y. (2018). Biodiversity as a solution to mitigate climate change impacts on the functioning of forest ecosystems. Biological Reviews, 93(1), 439-456.

Nuñez, M. A., Davis, K. T., Dimarco, R. D., Peltzer, D. A., Paritsis, J., Maxwell, B. D., & Pauchard, A. (2021). Should tree invasions be used in treeless ecosystems to mitigate climate change?. Frontiers in Ecology and the Environment. https://doi.org/10.1002/fee.2346


Foto: Mónica Paz

Ecosistemas chilenos en riesgo frente a la exposición climática futura

En una evaluación necesaria para el desarrollo de planes de conservación adaptables al clima, un equipo internacional de investigadores de Chile, Corea del Sur y Estados Unidos, realizó un mapa de riesgos climáticos para todos los tipos de vegetación presentes en Chile, que proyecta los efectos que podrían sufrir los ecosistemas ante la crisis actual.

Chile es uno de los 35 hotspots o puntos críticos de biodiversidad mundial. Alberga tres ecorregiones y seis biomas terrestres de máxima prioridad para la conservación. Nuestro largo y angosto territorio, por sus características de aislamiento climático y geográfico causado por las barreras naturales de la Cordillera de Los Andes, el desierto de Atacama y el océano Pacífico, cuenta con muchas especies de flora y fauna endémica, únicas en el mundo.

Sin embargo, este tesoro natural está en peligro debido al cambio climático. Y a causa del alto endemismo presente en nuestros ecosistemas, el riesgo asociado a la desaparición definitiva de muchas de estas especies vuelve urgente la necesidad de evaluar el grado de vulnerabilidad que éstas sufren, para luego, con estos insumos, desarrollar planes de conservación adaptables al cambiante clima.

Un equipo internacional compuesto por investigadores de la Universidad de Chile, la Universidad Nacional de Seúl, la Universidad de California Davis, la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre (WCS) y el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, realizó un valioso aporte a la evaluación de los efectos del cambio climático en Chile a través de la elaboración de pormenorizados mapas de riesgo climático.

La investigación fue publicada en la revista Science of the Total Environment bajo el título “Climate exposure shows high risk and few climate refugia for Chilean native vegetation”. Su autor principal, Andrés Muñoz-Sáez, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile e investigador de CAPES, conversó sobre los alcances de estos hallazgos.

¿Cuál fue su motivación? “La idea surgió en una conversación con el Dr. Profesor Jim Thorne (UC Davis), dado que esta aproximación de riesgo climático es relativamente nueva, (desarrollada por Jim y sus colaboradores) y no había sido aplicada en Chile. Nos propusimos generar un mapa comprensivo del riesgo de la actual vegetación existente a nivel de país. Todos trabajamos ad honorem y logramos concluir esta investigación sin financiamiento”, destaca Muñoz-Sáez.

Mapa de exposición climática futura proyectada para Chile.

Zonas de riesgo y de refugio climático

Los autores del trabajo definen el “riesgo climático”, como el impacto potencial en la vegetación relacionado a un cambio en las condiciones históricas del clima. Para su investigación, los especialistas modelaron el riesgo climático futuro utilizando mapas de vegetación actuales de alta resolución y mapas climáticos, para clasificar la frecuencia en la distribución de estas condiciones para cada uno de los 24 tipos de vegetación analizados, incluyendo 11 tipos de bosques, 5 tipos de matorrales y suculentas, 4 tipos de pastizales y 4 tipos de humedales.

Estos tipos de vegetación se distribuyen en diferentes zonas geográficas de Chile y cada uno de ellos se relaciona con las condiciones climáticas existentes en esas zonas. Teniendo esto en cuenta, se realizaron las proyecciones utilizando dos modelos de circulación para dos escenarios de cambio climático posibles. De esta manera pudieron definirse los niveles de riesgo para cada vegetación en el lugar donde geográficamente se encuentran actualmente, pero con la condición climática futura.

Muñoz-Sáez explica que “si las condiciones climáticas para cada tipo de vegetación se encontraban en el 80% de su distribución central, se consideró que el riesgo climático es bajo. Condiciones por sobre 80% fueron consideradas progresivamente de mediano, alto, y muy alto riesgo climático. Una condición de bajo riesgo climático implicaría un menor riesgo fisiológico de ese tipo de vegetación a las condiciones climáticas, por lo que condiciones de estrés climático pondrían en riesgo la tolerancia de los tipos de vegetación a las nuevas condiciones climáticas”.

También se localizaron refugios climáticos de vegetación, que en palabras del investigador “son áreas donde se espera que la vegetación existente permanezca dentro de las condiciones climáticas futuras. Es decir, son zonas donde se identificó un bajo riesgo climático y que están asociados a una zona geográfica definida. Estos refugios nos permiten determinar los lugares para poder priorizar su conservación y gestión”. Estas áreas no son muy abundantes y se ubican principalmente en los Andes centrales, la Patagonia y en algunas áreas costeras.

Vegetación chilena en alto riesgo

Bosque de Araucarias, provincia de Malleco

Pero, ¿qué significa que la vegetación en Chile esté en alto riesgo climático? Quiere decir que las condiciones climáticas podrían estar por sobre lo que las especies están adaptadas a soportar fisiológicamente. Esto implicaría desde una posible disminución de su sobrevivencia, hasta un potencial riesgo de extinción. “Sin embargo, esto también debe ser tomado con cautela”, matiza Muñoz-Sáez, “ya que por ejemplo la resiliencia de las plantas también podría desempeñar un papel clave bajo el cambio climático, con algunas especies capaces de persistir incluso bajo las condiciones climáticas futuras. En este sentido, el monitoreo a nivel comunitario y experimentos enfocados en fenología y la dinámica demográfica pueden ayudar a mejorar las predicciones del riesgo climático”.

Los resultados obtenidos muestran que en el escenario de mayores emisiones (RCP8.5, que representa las tasas actuales de emisiones de Gases de Efecto Invernadero o GEI), entre el 27,8% y el 43,6% de las áreas silvestre protegidas del Estado y entre el 32,2% y 43,6% de la vegetación que se encuentra fuera de éstas, se enfrentan a un alto riesgo climático. En particular algunas especies de Nothofagus nativos como la asociación hualo-roble, o las coníferas milenarias como la araucaria y el alerce, se encuentran muy amenazadas.

Así como este estudio permite reconocer los tipos de vegetación y zonas geográficas que se encuentren con mayor riesgo climático, también identifica, para cada uno de los tipos de vegetación analizados, lugares donde el riesgo pudiera ser menor, y que sirvan como refugios para la conservación. “Esta información es relevante para el establecimiento de nuevas áreas protegidas, la gestión y planificación predial en las actuales áreas silvestres protegidas, y fuera de ellas. Nuestros resultados permiten informar los esfuerzos nacionales para la planificación de la conservación, se pueden utilizar para identificar y gestionar prioridades para tipos de vegetación individuales (por ejemplo, zonas de refugio de alto valor de conservación) permitiendo la gestión in situ del patrimonio natural”, concluye Muñoz-Sáez.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Andrés Muñoz-Sáez

Investigadores conversaron sobre desafíos de investigación del bosque esclerófilo

La actividad es la primera instancia de trabajo de una nueva línea de investigación conjunta entre CAPES UC, IEB y (CR)2. Organizados en cinco grupos de trabajo, los participantes del workshop tuvieron una hora para discutir las principales brechas de investigación que podrían ayudar a ampliar el conocimiento de este bosque a nivel de forzantes, impactos y formas de adaptación.

El pasado 26 de mayo, más de 40 investigadores pertenecientes a los centros del Clima y la Resiliencia (CR)2, Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), se reunieron de forma telemática para aunar esfuerzos alrededor de uno de los ecosistemas más amenazados de nuestro país y del mundo: el bosque esclerófilo de la zona central.

La actividad es la primera instancia de trabajo de una nueva línea de investigación conjunta entre estos tres centros, y consistió en un workshop donde científicos, estudiantes de posgrado y posdoctorantes de diversas disciplinas dialogaron entre sí con el objetivo de definir potenciales oportunidades de investigación en torno a este complejo socio-ecosistema, presente en gran parte del territorio nacional y enormemente afectado por el cambio global. Todo, desde una perspectiva interdisciplinaria y socioecológica.

Mirada inter y transdisciplinaria

“El bosque esclerófilo está en una situación que nos obliga a abordar sus problemas de forma particular, pero desde diferentes aristas” explicó Alejandro Miranda, miembro del (CR)2 y uno de los investigadores principales de la línea. En su opinión, el principal desafío de la iniciativa es reducir “la brecha entre el conocimiento científico y la aplicación de políticas públicas (en torno al manejo y protección del bosque), lo que justamente requiere de mucha interdisciplina. Ese fue, a mi parecer, uno de los objetivos a los que llegamos en el workshop”.

Si bien valoró el trabajo disciplinario que, hasta hoy, ha permitido “conocer los procesos naturales o sociales que han determinado el estado actual del bosque”, el también académico de la Universidad de la Frontera ve en la interdisciplina una oportunidad para abordar problemas más complejos, “como la conservación o restauración de estos sistemas, en donde hay muchos actores, miradas e intereses, de una manera también compleja y completa”.

Organizados en cinco grupos de trabajo, los participantes del workshop tuvieron una hora para discutir las principales brechas de investigación que podrían ayudar a ampliar el conocimiento de este bosque a nivel de forzantes, impactos y formas de adaptación, en aras a desarrollar investigación, y propuestas de medidas que aporten a su conservación y restauración.

Para Juan Ovalle, investigador del CAPES y también integrante de la nueva línea, la instancia logró transmitir de forma clara y efectiva que tanto las forzantes como los impactos actuales que sufre el bosque esclerófilo “no tienen precedentes entre los ecosistemas mediterráneos a nivel mundial”. “El workshop”, explica “tenía dos objetivos: incentivar la cooperación entre investigadores e investigadoras de los centros y definir las potenciales líneas de investigación socioecológica en torno al colapso del bosque esclerófilo. Sin bien creemos que el primero de estos objetivos se cumplió a cabalidad, no nos fue del todo posible conseguir el segundo, lo que da cuenta de lo difícil que es pensar de forma transdisciplinaria estos temas”.

El académico de la Universidad de Chile considera que, pese a ello, los resultados fueron positivos. “Sin duda la sensación ambiente que dejó el workshop es que la interdisciplina y la socioecología son áreas urgentes a incluir, tanto en la formación de nuevos profesionales, como en la forma de hacer ciencia en Chile”.  

Principales conclusiones

De esa opinión también fueron los investigadores participantes, quienes concluyeron, entre otras cosas, la necesidad de contar con “una mayor vinculación con las ciencias sociales para abordar estos problemas complejos”, además de pensar en un contexto “más allá del bosque», (en voz de uno de los asistentes), que permita responder preguntas como cuál es el rol de los pasajes productivos, los recursos hídricos o el ordenamiento territorial en torno al bosque; cómo se ha visto afectada la fauna, y qué pasa con las comunidades humanas que lo habitan.

En cuanto a las actividades futuras que planea realizar la nueva línea, denominada “Iniciativa de Investigación por el Bosque Esclerófilo (CAPES / IEB /CR2)”, el investigador IEB y tercer integrante de su equipo coordinador, Cristián Delpiano, afirmó que, como grupo, “tenemos el compromiso de difundir con todos nuestros participantes los principales resultados de esta actividad. Luego de eso, para junio, tenemos proyectado un café científico que difundirá la iniciativa con la ciudadanía en general, para profundizar, en el segundo semestre, en aspectos más específicos del tema mediante un webinar con invitados nacionales e internacionales”.

Además de aquello, el equipo ya trabaja en una revisión bibliográfica que les permita fijar un marco teórico que oriente su estudio, y les permita llevar a cabo proyectos de investigación a través del financiamiento y la postulación a fondos públicos y privados. “Nosotros esperamos que el workshop y el posterior análisis de sus resultados sean la primera de una serie de instancias para que los investigadores de los centros puedan conocerse y comenzar a colaborar en temáticas asociadas al bosque esclerófilo”, concluyó.

Texto: Comunicaciones CESIEP