Reunión anual de Iniciativa por el Bosque Esclerófilo fortalece cruces interdisciplinares

Los días 8 y 9 de abril de 2024 se realizó la reunión anual de la Iniciativa Intercentros por el Bosque Esclerófilo, que aúna a investigadoras e investigadores del IEB, CR2, CAPES y USACH, con el objetivo de comprender la situación actual del ecosistema Mediterráneo de Chile central, para encontrar formas efectivas de apoyar la resiliencia de los bosques y las comunidades humanas asociadas a este ecosistema.

El equipo se reunió en Olmué, Región de Valparaíso, y dedicó las jornadas a actualizar sus líneas de investigación, que abarcan desde la microbiología de suelo, ecofisiología vegetal, análisis de fauna, restauración, socioecología y análisis a escala de paisaje, además de la comunicación de estos nuevos conocimientos hacia diferentes agentes clave.

Por otra parte, se realizó una visita a un bosque esclerófilo degradado, y se analizaron los logros obtenidos por la Iniciativa durante el último año, los que incluyen una publicación en Nature Plants, una segunda publicación en revisión, formulación de dos proyectos concursables, y diversas colaboraciones en publicaciones y formación de pre-, postgrado y postdoctorado.

El equipo de la Iniciativa incluye a Solange Vargas (UDA), Cristian Delpiano (ULS) y Nélida Pohl del IEB, Juan Ovalle (U. de Chile) y Claudia Rojas-Alvarado (UOH) de CAPES, Alejandro Miranda (UFRO) del CR2, y Francisco Zorondo-Rodríguez del Departamento de Gestión Agraria, USACH. Solange Vargas, académica de la Universidad de Atacama, destaca: “Esta instancia es fundamental para que se produzca sinergia entre investigadoras e investigadores. Necesitamos tiempo de reflexión, para decantar y afinar las ideas que orientarán nuestro trabajo futuro”.

Por su parte Nélida Pohl, Directora de Comunicaciones del IEB añade que “la interdisciplina no ocurre sin intencionar estos espacios de trabajo conjunto, presencial e intensivo. Necesitamos la interdisciplina para entender las interacciones entre las causas de la compleja situación del esclerófilo, sus posibles trayectorias de cambio, y avenidas de adaptación que permitan su bienestar socioecológico a largo plazo”. 

Fuente: Comunicaciones IEB

CAPES y Agronomía UC lanzan manual sobre las plantas que nos alertan de la condición del suelo

Hierba de San Juan (Hypericum perforatum)

¿Has visto una planta abriéndose paso a través del cemento?, ¿O largos tallos con pequeñas flores creciendo en un sitio eriazo? Estas plantas son capaces de desarrollarse en condiciones en que otros vegetales morirían por la falta de nutrientes o de agua, son las mal llamadas “malezas”, que cuando brotan nos están diciendo que ese suelo tiene problemas.

El libro «Manual de especies indicadoras de condición del suelo», de los autores Alejandro Riquelme y Rafael Larraín, ambos de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica de Chile y el segundo además investigador asociado a la línea 6 de CAPES, es una completa guía de “las especies vegetales que crecen bajo condiciones de suelo menos que ideales, y que la tradición y experiencia de agricultores a lo largo de los siglos fueron convirtiendo en lo que llamamos especies indicadoras de diferentes condiciones de suelo”, según explica la presentación del texto.

La obra cuenta con ilustraciones de Agustina Hidalgo y Paz Castañeda, además de información relevante de 34 especies, dónde las podemos encontrar a lo largo del territorio nacional y en qué tipo de suelo crecen. Cardo, calabacillo, llantén de agua, chépica, hierba de San Juan, nomeolvides del campo, botón de oro, correhuela, son algunos de los nombres comunes que quizás hemos escuchado y que asociamos a plantas que podemos encontrar en zonas urbanas y rurales.

Cuando aparecen estas “malezas”, significa que estamos en presencia de distintos tipos de daño en el suelo: exceso de humedad/mal drenaje, terreno degradado; exceso de perturbación/ sobrepastoreo o pradera no regenerándose. Estos son suelos deteriorados por décadas de uso intensivo a partir de la “Revolución Verde”, en que se desarrollaron sistemas agrícolas para maximizar la producción y que “han generado en el planeta y las personas: pérdida de biodiversidad, degradación y erosión de suelos, contaminación, daños a la salud de las personas, menor resiliencia del sistema alimentario”, señalan los autores.

Alejandro Riquelme y Rafael Larraín buscan rescatar algunas de estas especies, en el contexto de la agricultura y ganadería de Chile central, “queremos ser un apoyo para que el lector(a) redescubra este acervo de sabiduría y, sobre todo, pueda salir al campo a leer con otros ojos los mensajes que la naturaleza a veces le entrega con un susurro, y otras veces a gritos”.

El libro «Manual de especies indicadoras de condición del suelo», cuenta con el apoyo y financiamiento del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES y ANID PIA/BASAL FB0002-2014 y lo pueden descargar en la dirección www.capes.cl/especies_indicadoras.

Fuente: Comunicaciones CAPES

Árboles torcidos: una invitación a pensar futuros posibles a través de los bosques de La Araucanía

  • El martes 26 de marzo a las 17:30 horas en el auditorio del Complejo Interdisciplinario para el Desarrollo Sustentable (CIDS), del Campus Villarrica de la Universidad Católica (Bernardo O’Higgins 501), se realizará el segundo lanzamiento del libro Árboles torcidos, publicación que reúne reflexiones en torno la separación entre cultura y naturaleza a partir de obras, imágenes y textos. En la ocasión se realizará un diálogo llamado Repensar la experiencia de un bosque.
  • Entre los autores del libro está la artista Seba Calfuqueo, la poeta y académica UC del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), María Lara Millapan, el ecólogo e investigador del Centro UC de Desarrollo Local (CEDEL UC) y CAPES, José Tomás Ibarra, Agencia de borde (Rosario Montero, Paula Salas y Sebastián Melo),así como la directora de arte y publicaciones de Fundación Mar Adentro Maya Errázuriz. El encuentro es abierto a todo público, previa inscripción en este link.

Reflexiones sobre la dualidad humano y naturaleza; la figura de la torsión de los árboles como un acto de permanencia y resistencia ante la homogeneización del paisaje; y ecologías afectivas en torno al agua, son algunos de los temas expuestos en la publicación Árboles torcidos, editado por Agencia de borde y Fundación Mar Adentro. El lanzamiento tendrá lugar el martes 26 de marzo a las 17:30 horas en el auditorio del Complejo Interdisciplinario para el Desarrollo Sustentable (CIDS), de Campus Villarrica UC, y contará con la participación y diálogo entre algunos de los autores/as y una lectura poética por María Lara Millapan.

El libro surge tras la investigación desarrollada desde 2019 por Agencia de borde llamada «Bosques de fuego«, la cual tuvo continuidad en 2022 a través del Ciclo de Residencias Bosque Pehuén de Fundación Mar Adentro, ocasión en que los autores de la publicación se reunieron para reflexionar sobre las tensiones que surgen de la separación entre cultura y naturaleza en relación con el bosque. Sus voces, obras y reflexiones fueron dadas a conocer en una muestra itinerante presentada en la Galería de Arte de UC Temuco y CENTEX, Valparaíso durante 2022.

En esta residencia desarrollada en Bosque Pehuén, área de conservación de Fundación Mar Adentro, Agencia de borde llevó a cabo exploraciones en el bosque antiguo para comparar ese tipo de ecosistema con el de los monocultivos, específicamente de eucalipto. Además, sumaron la participación de la artista visual Seba Calfuqueo, la poeta  María Lara Millapan y el ecólogo José Tomás Ibarra para examinar los efectos de la hiperseparación de cultura/naturaleza en este territorio en La Araucanía. De este modo, la investigación se abordó desde un enfoque performativo-visual, poético y socioecológico.

Desde una dimensión experiencial, visual, sonora y sensible, las distintas obras que conformaron este proyecto retrataron formas de comunicación y mediación con la naturaleza para recobrar ecologías afectivas de La Araucanía y así, cambiar la percepción dicotómica entre lo humano y lo natural.

Performance, poesía y bioculturalidad

El libro presenta un recorrido por cada una de las obras de los/as artistas, quienes exponen diversas aproximaciones con el bosque. La obra video performance Tray tray ko de la artista visual Seba Calfuqueo, profundiza en la relación histórica de las aguas desde la cosmovisión mapuche, así como la conexión del cuerpo humano extendido en la naturaleza.

La publicación incluye escritos de la poeta mapuche María Lara Millapan, quien cuenta que “la poesía es la manifestación pura de los sentimientos, emanados del am (yo interior), el püllü (espíritu) y los pewma (sueños)”. Para ella, son el vehículo de comunicación directa con lo trascendente. Por medio de la expresión poética, la autora manifiesta un acto de denuncia de las tierras destruidas de su pueblo, donde el lenguaje toma la forma de resistencia ante un aplanamiento cultural y natural. Por su parte, el investigador José Tomás Ibarra, en el texto La rueda de la memoria: árboles torcidos hacia la luz y la comunidad, plantea una mirada desde la socioecología sobre la vida de los árboles como agentes de memoria biocultural. Al respecto, Ibarra enfatiza sobre el ejercicio activo de las comunidades y territorios en la construcción de saberes que accionen el cuidado y prácticas de reparación de las relaciones entre los actores humanos y más que humanos del bosque.

Extracto reseña Árboles torcidos: 

¿Cómo sobrevivir a la homogeneización y simplificación de los paisajes? Esta publicación es un intento por repensar la experiencia de estar en el bosque desde una mirada crítica mediante una exploración de estéticas de co-habitación que promueven el florecimiento de diversidades naturales y culturales para pensar en/desde/ y a través de un bosque, otros posibles futuros. Al abrir estas páginas, busca derivar por la polifonía de voces de Maya Errazuriz, Seba Calfuqueo, José Tomás Ibarra, María Lara Millapan y Agencia de Borde (María/Rosario Montero, Paula Salas y Sebastián Melo), quienes de diversas formas compartieron en colectivo experiencias de bosque que luego fueron materializadas a través de muestras expositivas bajo el título Árboles torcidos.

Fuente: Fundación Mar Adentro

CAPES participa en celebración por los 30 años de Ingeniería Forestal en la Universidad Católica

El rector Ignacio Sánchez durante su intervención.

El pasado 10 de octubre, en el Auditorio Principal del Centro de Innovación UC, ubicado en Campus San Joaquín, la carrera de Ingeniería Forestal de la Universidad Católica celebró sus 30 años de existencia con una ceremonia que contó con la presencia de autoridades, estudiantes y destacados académicos nacionales e internacionales, los cuales conmemoraron el ingreso de la primera generación de estudiantes a este programa de estudios en 1993. 

Entre los invitados al evento, estuvo el rector de la Universidad Católica, Prof. Ignacio Sánchez, quien dio comienzo al acto enfatizando el rol que ha tenido esta carrera en la formación de los más de 400 ingenieros e ingenieras forestales que han pasado por sus aulas, y la capacidad de su malla de estudios para adaptarse a las necesidades de la industria y la demanda por un manejo más sostenible de nuestros bosques y recursos naturales en los últimos años.

La actividad también incluyó la participación de actores fundamentales en la creación de la carrera, como la recientemente asumida decana de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales, Prof. María Angélica Fellenberg, el decano saliente Rodrigo Figueroa, y los académicos Eduardo Venezian, André Laroze, Sonia Reyes, Rodrigo Arriagada, M. Paulina Fernández, Horacio Gilabert y Cristián Bonacic. También estuvieron presentes los investigadores CAPES Rosanna Ginocchio, Pablo Becerra y Eduardo Arellano, miembros destacados del actual plantel académico de la carrera.

El Dr. Juan Oliet, de la Universidad Politécnica de España, fue el invitado de honor de la ceremonia, y a él correspondió liderar una enriquecedora conversación sobre el futuro de la enseñanza de las Ciencias Forestales.

Asimismo, durante la realización del evento, el hall central del Centro de Innovación fue sede de una pequeña feria de innovación y emprendimiento donde diversas instituciones pudieron exhibir algunos de sus proyectos asociados al campo de la ingeniería forestal y la industria maderera. Entre ellas, el programa de certificación de jardines particulares “Jardines x la Biodiversidad”, de CAPES, presentó un stand con los avances de esta iniciativa y algunos de los productos generados en torno a este importante programa de educación y evaluación, que busca llevar la ecología y la conservación de los ecosistemas a los jardines y terrazas privadas de la región Metropolitana. 

Cabe destacar que la organización de esta celebración y de sus actividades asociadas estuvo a cargo de  la académica Isabel Rojas, investigadora de la línea 1 de CAPES sobre impactos ambientales de los metales y rehabilitación de suelos. 

Revive el evento en el siguiente video:

Texto: Comunicaciones CAPES

Los beneficios económicos y ambientales de la ganadería regenerativa

A través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad.

Novillos pastando en un campo regenerativo orgánico de la empresa Trailenco. (Créditos: Alfredo Escobar)

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), para el año 2050 será necesario producir un 70 % más alimento del que se produce hoy si se quiere cubrir la demanda de una población mundial que, por entonces, superará los 10 mil millones de personas.

Los requerimientos alimentarios de un planeta en constante crecimiento, sumado al interés económico por generar mayores ingresos, han empujado a sectores como la agricultura a intensificar sus procesos de producción, aumentando de este modo los impactos ambientales de estas industrias en los ecosistemas donde se insertan, como la degradación de los suelos a causa de la labranza y el pastoreo, o la emisión permanente de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Es en este contexto, que diversos científicos a lo largo del mundo han dirigido su mirada a la ganadería regenerativa como una alternativa viable para alcanzar, de manera sustentable, la demanda futura por más y mejor alimento, utilizando la menor cantidad de recursos posibles, y reduciendo ostensiblemente los efectos negativos asociados a esta importante actividad humana. 

Uno de esos científicos es Rafael Larraín, académico de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, quien, junto a un grupo de colaboradores, acaba de concluir un importante estudio que buscó conocer no sólo los beneficios ambientales que trae consigo el paso de una ganadería convencional a una regenerativa, sino también los cambios económicos y productivos que conlleva esta transición.

Producir sin degradar

El investigador CAPES, Rafael Larraín.

“En términos simples, la agricultura y ganadería regenerativas son un conjunto de principios y prácticas que buscan generar bienes y servicios para el ser humano mientras, al mismo tiempo, se aumenta la biodiversidad, se enriquecen los suelos, y se fomenta la provisión de servicios ecosistémicos” explica Larraín. “A la larga, es una forma de hacer agricultura y ganadería trabajando con la naturaleza, en vez de en contra de ella”.

Entre las prácticas que promueve la agricultura y ganadería regenerativas, está la incorporación de animales mediante una correcta planificación del pastoreo, el uso de enmiendas y biofertilizantes, la cobertura permanente de los suelos con miras a minimizar lo más posible su labranza, y la rotación de cultivos tradicionales junto a cultivos de cobertura (granos y leguminosas, principalmente), que ayudan a prevenir la erosión, fijar nitrógeno, controlar la humedad de los suelos, además de atraer polinizadores. 

Para el investigador CAPES, sin embargo, cada técnica a implementar dependerá siempre de las condiciones ambientales y ecológicas de cada predio: “esto es muy importante de entender, porque lo que para uno puede ser regenerativo, para otro podría no serlo. Por ejemplo, si estás en un clima donde hay crecimiento de plantas todo el año (selva tropical o bosques siempreverdes templados), una forma de regenerar podría ser eliminando el ganado del lugar. Con la humedad disponible, los ciclos de nutrientes se mantienen activos, las plantas crecen, la fotosíntesis aumenta, la biodiversidad también. En cambio, en un ambiente donde solo hay crecimiento de plantas unos pocos meses en el año, el paso de animales herbívoros es la mejor forma de estimular el reciclaje de nutrientes, que las plantas no queden en pie y mueran, generando sombra para el crecimiento de la próxima temporada. En ese caso, un pastoreo planificado sería una herramienta de regeneración”.


Así, a través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad. “Para la agricultura regenerativa un suelo vivo y sano es la base para una producción vegetal abundante, sana y rentable” comenta Larraín.

Una buena inversión

Pero la adopción de este tipo de acciones en los campos y siembras no sólo trae consigo beneficios para el medio ambiente. La recuperación y enriquecimiento de los suelos conlleva una mejora sustantiva en la calidad de los alimentos que se producen en éstos y reduce los costos asociados, por ejemplo, al uso de fertilizantes químicos, mejorando y haciendo más eficiente la producción. 

Para entender el alcance y magnitud de estos beneficios, durante dos años Larraín y su equipo conocieron el trabajo de 17 productores y productoras ganaderas de Chile que han ido adoptando, progresivamente, un modo de producción regenerativo, de modo de identificar y evaluar indicadores de desempeño económico y productivo en campos que han experimentado esta transición. 

Mediante entrevistas, visitas en terreno y reuniones periódicas, los investigadores identificaron los cambios de manejo realizados por cada productor y productora, y la información necesaria para cuantificar estos cambios desde un punto de vista económico y productivo. Los campos analizados se ubicaron en las regiones de La Araucanía (8), Los Ríos (2), Los Lagos (6)y Aysén (1).

Al contrastar los cambios en ingresos y costos, el equipo observó que todos los predios aumentaron sus ingresos netos, es decir, los 17 campos aumentaron su rentabilidad. Esto, debido principalmente a una reducción en los costos de producción equivalente a los $372.000 por hectárea (ha) en promedio. 

“El ítem de costo con mayor disminución”, explican los investigadores en su informe, “fue el costo en praderas, que se explica principalmente por una caída en la siembra de praderas y en el uso de fertilizantes químicos, equivalente a $254.419 /ha. Por otro lado, en 16 de los 17 campos hubo también una disminución en la conservación de forraje”, lo que sugiere que la reducción en gastos se debió a la menor necesidad que tuvieron los agricultores de alimentar a sus animales. 

Pero eso no es todo, añade Larraín: “además de eso, nuestra experiencia conversando con productores y la evidencia en estudios fuera de Chile, indica que no solo hay una mejora en rentabilidad, sino que también los productores reportan una mejora en su calidad de vida. En algunos casos, esa mejora está ligada a una reducción en la carga de trabajo, a un mejor alineamiento entre sus valores y lo que están haciendo en el campo, a una menor necesidad de capital de trabajo y el estrés que impone sobre uso de capital, etc”.

Cambio de paradigma

Pese a estos beneficios, aún son pocos los productores y ganaderos que, en Chile, han adoptado este tipo de prácticas agroecológicas, pues, en opinión de los investigadores, aún persisten barreras de entrada que previenen a éstos de transitar de un modelo convencional a uno regenerativo. 

“La principal barrera de entrada tiene que ver con la estructura de pensamiento de los productores”, reflexiona Larraín. “La mayoría de ellos fue educado en un modelo de agricultura/ganadería donde la clave del éxito eran los sistemas simples, las intervenciones con maquinaria y químicos, la alta productividad por unidad de superficie o animal, etc. Al mismo tiempo, existe una red de negocios que funcionan en torno a la venta y uso de insumos y maquinarias, donde existe un permanente bombardeo de información indicando que mientras más se use el producto X, más segura y rentable será la producción. Entonces ir en contra de eso es muy difícil”. 

Para Larraín, con el paso de los años, los productores se construyen una imagen mental de sí mismos donde aplicar estas prácticas y usar estos insumos son una reafirmación interna de que están haciendo las cosas bien. “Entonces, aparece un sistema donde les dices que muchas de las cosas que ellos consideraban como buenas, en realidad tienen un montón de efectos negativos y que en vez de haber estado cuidando sus campos, los han estado dañando. Eso es muy duro. Te cuestiona lo que has hecho probablemente durante décadas”, explica.

“Entonces” continua, “la principal barrera de entrada es hacer lo que se conoce como cambio de paradigma. Aceptar una forma de ver, analizar y trabajar el campo diferente a la que has estado usando hasta ese punto. Este cambio de paradigma no es fácil, y normalmente va asociado a una crisis por la que pasa el productor y productora, que suele ser gatillada por problemas económicos o conflictos internos sobre el uso de pesticidas, cuidado del medio ambiente, etc”.

Para promover y hacer factible este cambio de paradigma, dice el ingeniero agrónomo de la Universidad Católica, es necesario avanzar tanto en conocimientos como en educación ambiental y transferencia de conocimientos. “Eso permite que las personas vean casos de éxito, vean como otros productores han ido haciendo el cambio, han adaptado las prácticas a diferentes condiciones, etc. Primero conocer, luego entender y finalmente adoptar. También pueden haber incentivos vía el mercado o por apoyo del estado, fundaciones, etc. Pero estos incentivos tendrán poco efecto a largo plazo si antes el productor no hace un cambio en su forma de pensar”, finaliza.
Los resultados de este estudio, financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y CAPES, están disponibles en línea desde el sitio oficial de FIA. También puedes descargar el informe final del proyecto en este enlace.

Texto: Comunicaciones CAPES

Tukukan Wall Mapu Mew: Investigadores lanzan libro ilustrado para niños y niñas sobre los ciclos de la huerta  

Trilingüe e ilustrado en parte por niños y niñas, Tukukan Wall Mapu Mew, o El Habla de la Huerta en español, es un libro que se puede leer, ver y escuchar en un intento por aportar a la revitalización del mapudungun desde los ciclos anuales de la huerta.

Entre los autores de la obra, se encuentra el investigador CAPES, José Tomás Ibarra.

“Es una invitación a honrar la huerta”, así describe Josefina Cortés, socióloga e investigadora en el Centro UC de Desarrollo Local, el libro Tukukan Wall Mapu Mew – El habla de la huerta, un texto ilustrado para niños y niñas que resume el trabajo realizado por la investigadora junto a un equipo de profesionales en torno a la huerta, el valor que tiene para distintas comunidades y su íntimo vínculo con una sociedad intercultural.  

Fue en 2019 cuando Cortés junto a las investigadoras Romina Urra, María de la Luz Marqués, Rukmini Becerra, María Lara Millapan y el investigador CAPES Tomás Ibarra, desarrollaron el proyecto ANID – Explora “Huerteando cultivo mi cultura: La huerta como espacio de revitalización lingüística y cultural mapuche en la educación científica inicial”, un trabajo que involucró a los jardines infantiles We Rayen de Dehuepille, We Kimun y Emanuel de Padre Las Casas, en la región de La Araucanía. 

Durante el lanzamiento del libro, educadoras de los jardines infantiles involucrados en el proyecto fueron reconocidas con el libro. En la imagen Verónica Meliqueo y Norma Quidel del Jardín Emanuel, Lida Oñate del Jardín We Kimun Dehuepille, y Carolaine Caucao y Yoselin Sepúlveda del Jardín We Rayen, junto a los investigadores Rukmini Becerra y Tomás Ibarra.

La huerta como un espacio holístico 

Escrito y vocalizado en mapudungun, español e inglés con audios que se disponen a través de códigos QR a lo largo del libro, el material es una instancia para revalorizar la lengua mapuche a través de la comprensión de los distintos procesos que se viven en la huerta, y que configura un espacio importante para la formación biocultural de niños y niñas que a diario se vinculan con este tipo de espacios.  

A través de palabras destacadas que se presentan junto a ilustraciones hechas por la ilustradora Belén Chávez, en diálogo con dibujos e imágenes realizadas por los mismos niños y niñas de los jardines infantiles participantes del proyecto, el libro habla desde la presencia que tienen un rastrillo y una mariposa en la huerta, hasta el valor de la sabiduría de abuelos y abuelas. 

“Yo soy huertera, pero antes la huerta la veía desde la huerta nada más”, confiesa Marqués, académica de la carrera Pedagogía en Educación de Párvulos en el Campus Villarrica de la UC, quien se desempeñó como codirectora del proyecto desarrollado en 2019, “y este proyecto me permitió ver de manera holística y en el contexto de este territorio y desde la cosmovisión mapuche lo que significa una huerta”.  

El lanzamiento contó con la participación de estudiantes de los colegios El Encuentro y Santa Cruz de Villarrica.

Revitalizar el mapudungun desde el Campus Villarrica 

“Es el puntapié inicial para seguir difundiendo la revitalización lingüística, cultural y ambiental”, asegura Ibarra sobre este libro, refiriéndose al trabajo realizado durante los últimos años por académicos e investigadores del Campus Villarrica, lo que es apoyado por el director de la Unidad, Gonzalo Valdivieso. “Este libro se suma a una gran cantidad de obras que van en la misma línea y que dan la posibilidad de leer y escuchar el mapuzungun”. 

Por su parte, la académica del Campus Villarrica y poetisa mapuche, María Lara Millapan, destaca el uso de un mapudungun que incluye palabras propias del territorio y que abre las puertas a la lectura y escritura de la lengua. “Contiene la palabra propia de los niños y niñas mapuche de Wallmapu. Siento que es un paso para revertir la asimilación lingüística”. 

Como actividad de cierre del lanzamiento, niños, niñas y grandes disfrutaron de una obra de teatro de títeres realizada por la académica del Campus Villarrica UC, María de la Luz Marqués y la encargada de la Biblioteca Gabriela Mistral del Campus, Cherie Araya.

Procesos cíclicos 

El libro “habla sobre los ciclos de la huerta y la naturaleza en Wallmapu. Es una invitación a prestar atención y honrar la huerta, su memoria, sus colores, olores, descansos y cosechas”, explica Cortés. 

Así como estos ciclos son presentados en el libro a través de las cuatro estaciones, comenzando por el otoño y terminando en el verano, Ibarra asegura que el proceso de creación del libro fue un ciclo que integró a diferentes equipos y que hoy se traduce en este producto.  

“Todo el proceso de implementación de una estrategia educativa, investigación, luego el proceso de grabar los audios, vincular todas las lenguas involucradas, el proceso de ilustración, todo eso hoy día se cristaliza en este libro”, señala.  

“En este largo camino se ha sumado mucha gente, a quienes les agradecemos profundamente su trabajo y aportes para crear este libro-obra”, asegura por su parte Cortés. 

El libro cuenta con ilustraciones realizadas por la ilustradora Belén Chávez quien a su vez hizo dialogar sus creaciones con dibujos realizados por niños y niñas que participaron en actividades del proyecto desarrollado en 2019. 

El equipo estuvo compuesto por los investigadores y por un equipo que se encargó de darle forma el libro. Junto a la editorial Orjikh y su equipo, a Eugenia Huisca, Daniela Salazar y Ada Sánchez, que estuvieron a cargo de la vocalización del texto en mapudungun, español e inglés, respectivamente, al estudio de sonido Liucura Records y la ilustradora Belén Chávez, el libro busca convertirse en un “instrumento para acercar el territorio y la realidad sociocultural y bio cultural de los niños y niñas desde muy temprana edad”, según señala Marqués. 

Para Belén Chávez, la ilustradora del texto, la invitación a sumarse al equipo tras el libro fue un “lujo”.  “Lo veo con mucho respeto y como un honor en el fondo, ver esos trazos tan libres tan espontáneos”, señala refiriéndose a los dibujos de niños y niñas con los cuales integró sus ilustraciones, “y como broche de oro el espíritu del libro, que es rescatar el mapuzungun”. 

“Hay algunas ilustraciones que son solamente cosas de ellos, ellas, combinamos entre ambas partes y luego otras mías, entonces es bien dialogante en ese sentido”. 

Lanzamiento

El libro contó con un lanzamiento que incluyó la participación de niños, niñas y adultos, en una jornada con variadas actividades. Particularmente, participaron estudiantes de primero básico de los colegios El Encuentro y Santa Cruz de Villarrica, además de educadoras de jardines interculturales JUNJI.  

Así, niños y niñas tuvieron la oportunidad de disfrutar de actividades organizadas por el Museo Interactivo Regional de Agroecología y Sustentabilidad, MIRAS Araucanía, además de una presentación de títeres organizada entre los autores y la Biblioteca Gabriela Mistral del Campus.  

Mientras tanto, adultos y adultas participaron de un conversatorio junto a los autores del libro, además de asistir a las palabras de la académica María Lara Millapan. 

La encargada del jardín infantil We Kimun, Waleska Sandoval, fue reconocida por los investigadores debido a su participación en el proyecto desarrollado en 2019. 

Un aporte a la formación biocultural 

“Hay que apuntar ahí”, dice una de las asistentes al lanzamiento, Yuvixa Barrera, que también estuvo involucrada en los talleres que se realizaron durante la investigación desarrollada en 2019 y que fue reconocida por su aporte durante el lanzamiento del libro celebrado en abril de 2023. “Es interesante porque los niños aprenden el respeto desde chiquititos por la tierra, a valorar lo que ellos están comiendo y a cuidar el ambiente, a no contaminar, no botar basura y empezar a reciclar, no ser tan consumista y empezar a valorar lo que se produce”. 

Por otra parte, la encargada del jardín infantil We Kimun, Waleska Sandoval, asegura que el valor de este libro está principalmente en la visualización de la huerta y sus ciclos. “Me encantaría que este libro saliera en la tele, hablan los niños, más allá de que se pueda escuchar a través de un QR, el solo verlo es mucho más cercano para los niños que ver otro tipo de textos, los niños con ver reflejan y te cuentan la historia sin tener que contarlo. De verdad me encantó”.  

“Esperamos que sea un aporte a la formación biocultural de niños y niñas, y a la revitalización de saberes mapuche, así como al aprendizaje de nuevas ideas, de manera emocionante y divertida”, finaliza Cortés.  

“Esperamos que lo disfruten tanto como nosotros lo hemos hecho”. 

Texto: Comunicaciones CEDEL

Los hitos y lecciones de SUFICA, el proyecto que llevó la fruticultura sustentable al centro de Brasil

Un grupo de investigadores chilenos, brasileños y británicos trabajó durante 5 años en un proyecto que buscó promover prácticas de intensificación ecológica en una zona de Brasil altamente afectada por la actividad humana, en un intento por replicar un nuevo enfoque de producción agrícola en un contexto latinoamericano.

La Caatinga, al noreste de Brasil (Crédito: Nadia Rojas).

Al noreste de Brasil, en un territorio que comprende cerca del 10% del área total del país, se encuentra la Caatinga. Esta ecorregión, llamada así por el tipo de vegetación que la cubre (caatinga viene del tupí “kaatinga” o “bosque blanco”), es un bioma único en el mundo, caracterizado por una flora desértica especialmente adaptada a ambientes secos, y compuesta por una rica diversidad de árboles, arbustos y matorrales, muchos de los cuales sólo se encuentran en esta parte del globo.

Es allí, también, donde cientos de agricultores frutícolas del valle de São Francisco hacen su vida bajo las inclemencias de este entorno semiárido, transformando, a su paso, la estructura, funcionalidad y biodiversidad de este magnífico ecosistema, amenazado por la actividad agrícola y el aumento de la sequía a causa del cambio climático.

Se estima, por ejemplo, que entre 1990 y 2010, una décima parte de este territorio —alrededor de 90 mil kilómetros cuadrados— se perdió a causa de la agricultura, la actividad forestal y la continua expansión urbana a la que se ha visto sometida, afectando a las 500 especies de aves y 1.000 especies de plantas —31% de ellas endémicas— que habitan la región.

Para hacer frente a este problema, un grupo de investigadores internacionales liderado por académicos de la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, creó SUFICA, un consorcio que buscó mejorar la sostenibilidad de la fruticultura que se realiza en el valle, un esfuerzo de 5 años que hoy llega a su fin con excelentes y prometedores resultados.

Conversamos con Eduardo Arellano, investigador CAPES y director del capítulo chileno de este proyecto pionero, para rememorar los principales hitos que marcaron el trabajo en la región y las lecciones que dejó SUFICA para el futuro de la investigación en agroecología y el desafío de contar con alimentos producidos —y consumidos— de manera sustentable con el medio ambiente.

Intensificación ecológica en ambientes semiáridos

Una de las aristas del proyecto fue la instalación de dispositivos para el monitoreo de fauna (en este caso reptiles) bajo los cultivo. Las mallas (al fondo de la foto) buscan guiar el paso de los animales por la lámina de concho monitoreada por la cámara trampa.

“Fruticultura Sostenible en la Caatinga” (o SUFICA, por sus siglas en inglés), nació en 2018 a partir de un llamado conjunto de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) y el programa Newton Fund del Reino Unido para el levantamiento que proyectos de investigación asociativos entre investigadores del Reino Unido y de Chile que contribuyesen al desarrollo económico y al bienestar de otros países de la región bajo el tema de “Nexos Energía-Alimentos-Agua-Medio Ambiente”. Esto, nos cuenta Eduardo, permitió crear un proyecto multidisciplinario y global que abarcó toda la cadena de producción involucrada en la elaboración de agro-alimentos, desde la producción en el huerto hasta la venta en supermercados de Inglaterra.

¿En qué consistió el proyecto SUFICA y cómo nació esta colaboración?

“El proyecto es un consorcio de investigación internacional, conformado por investigadores de Brasil, Inglaterra y Chile, que buscó mejorar la sustentabilidad de la producción frutícola en áreas de prioridad para la biodiversidad, como son la zona semiárida de la Caatinga en Brasil y la zona central de Chile. En el proyecto se plantearon diversos desafíos sobre cómo potenciar el aporte de los predios a los servicios ecosistémicos, de modo de contar con alimentos que no impactarán negativamente en la biodiversidad de los lugares donde eran producidos”. 

La colaboración, añade Eduardo, fue una respuesta a las recientes señales del mercado en el sector agroalimentario, especialmente en Europa, para que los agricultores tomarán medidas para promover la biodiversidad.

“El proyecto incorporó la cadena completa de suministro de fruta, desde agricultores en Chile y Brasil hasta cadenas de supermercados (Waitrose) en Inglaterra, además de una plataforma nacida desde la industria que busca desarrollar métricas para la agricultura sustentable con uso a nivel predial de zonas semiáridas y mediterráneas”.

¿Cuáles fueron las principales áreas de estudio/trabajo?

“La investigación se centró en el estudio y promoción de los servicios ecosistémicos que mejoraban la producción de los frutales —polinización, almacenamiento de carbono y regulación del flujo de agua— y la evaluación de los beneficios que estos servicios traen a los mismos agricultores”, muchos de ellos, comenta Eduardo, reticentes a abandonar las técnicas tradicionales a favor de prácticas más amables con los entornos naturales.

El proyecto co-diseñó junto a productores y empresas exportadoras internacionales una serie de innovaciones basadas en la naturaleza en huertos frutales intensivos. “Estas innovaciones”, explica el también académico de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, “generan múltiples beneficios ambientales, al tiempo que mejoran la rentabilidad de los predios a través de un mejor rendimiento o calidad y una reducción de insumos (agua y agroquímicos)”.

El enfoque, denominado “intensificación ecológica”, se ha mostrado prometedor en Europa y América del Norte, pero no había sido probado experimentalmente en ambientes tropicales semiáridos.

Una red sustentable para el futuro

Luego de 5 años de trabajo, ¿cuáles son los principales resultados y conclusiones a las que llegaron?

“Antes que todo, SUFICA nos permitió formar una red de investigadoras e investigadores, productores, asesores y exportadores de los tres países involucrados, con la realización de 8 talleres en Chile y Brasil, además de la instalación de pilotajes con agricultores que buscaban potenciar las acciones de intensificación ecológica en sus predios”.

“El principal resultado fue el aprendizaje del proceso de co-creación, donde se unió a investigadores y agricultores en busca de la priorización y adaptación de las mejores técnicas de intensificación ecológica en sus predios frutícolas. Además, se validó la herramienta online para gestionar la biodiversidad predial, para fruticultura de zonas mediterráneas”.

Una de las conclusiones principales, es que aún existen grandes brechas entre las actividades de los fruticultores y los objetivos globales de sustentabilidad. Si bien se entiende lo que se debe hacer en cuanto a acciones de intensificación ecológica que promuevan la biodiversidad, existen barreras culturales y sociales que dificultan o impiden la aplicación de estas prácticas. Para superar estas brechas se requerirá de incentivos, como los existentes en las políticas europeas”.

¿Qué productos de transferencia o divulgación dejó este proyecto? 

“A nivel de transferencia, se realizaron seminarios en Brasil y dos seminarios en Chile sobre avances del proyecto, acciones de intensificación ecológica y de adaptación y mitigación para el cambio climático. Tuvimos, además, dos seminarios de cierre en Chile, uno en Santiago y otro en Rancagua, los cuales contaron con una alta asistencia y participación”.

“En cuanto a divulgación, se generaron una serie de boletines (o booklets) y manuales en portugués o español, que describen en detalle la biodiversidad de la región a través de sus aves, mamíferos, fauna del suelo, flora e insectos, además de un manual de prácticas agrícolas de bajo impacto. Participamos, asimismo, en webinars y cursos online”.

“Finalmente, en lo que se respecta a producción científica, ya hemos publicado 4 artículos científicos y estamos en el proceso de cerrar las publicaciones de varios más asociados a distintos aspectos de biodiversidad en agricultura”, remata el investigador.

Junto a Arellano, el proyecto también fue liderado por Lynn Dicks, de la Universidad de Cambridge (UK), y contó con la participación de Fabiana Oliveira da Silva, Kátia Siqueira, Patricia Rebouças, Lúcia Kill y Vinina Silva Ferreira como co-investigadoras; Andrés Muñoz-Sáez (CAPES) y Liam Crowther como investigadores posdoctorales; Natalia Zielonka como estudiante de doctorado; Nadia Rojas como asistente de campo, además de Gonzalo Neira y Xavier Baudequin como miembros representantes de la industria.

Alcances y desafíos

¿Cuáles son los alcances de este proyecto en términos de sus aplicaciones futuras en agroecosistemas?

“Este proyecto refuerza uno de los objetivos más importantes de la Línea de Intensificación Ecológica de nuestro Centro, que es la identificación y transferencia de acciones que potencien servicios ecosistémicos y la biodiversidad. Generamos información relevante para sistemas frutícolas de Chile y Brasil sobre el potencial de adaptar recomendaciones de manejo que se implementan principalmente en el hemisferio norte”. 

“Además, la adaptación de la herramienta Cool Farm Tool para sistemas frutícolas permitirá a los productores identificar acciones y generar reportes de biodiversidad predial. Este es uno de los puntos más relevantes, porque la biodiversidad tiene aspectos muy locales que deben ser validados”.

¿Qué aprendizajes y lecciones obtuvieron de este proyecto, más allá de esos resultados?

“Una parte importante de la ejecución de SUFICA fue en plena pandemia Covid-19, por lo que la ejecución del proyecto fue un permanente desafío debido a que incorporaba viajes, trabajos de implementación y monitoreos en campo tanto en Brasil como en Chile. Finalmente, la colaboración e interés de los agricultores y los investigadores permitió sacar adelante los objetivos”.

“Para nosotros, el aprendizaje fue la inducción a redes internacionales de investigación en biodiversidad y agricultura mediante un proyecto de gran envergadura, que funcionaba en tres idiomas y que consideraba una gran diversidad de actores. Aprendimos sobre la realidad de los agricultores en Brasil en las zonas semiáridas de la Caatinga y como los mercados globales de fruta influencian las decisiones que toman los agricultores”.

Finalmente ¿qué pendientes dejó este trabajo para investigaciones futuras?

“Dentro de las acciones que se probaron se implementaron ensayos de cultivos de cobertura y perchas para rapaces. Se trabajó y avanzó en los diseños e implementación y se logró un monitoreo inicial, dejando pendiente las evaluaciones del efecto de estas intervenciones sobre la producción frutícola a largo plazo”.

“Gracias al proyecto, se conformó una red de colaboración de investigadores y estudiantes de la Universidad de Cambridge, Universidad de East Anglia, PUC, Universidad de Sergipe, Universidade Federal de Bahía y la Universidad del Valle de San Francisco, la que esperamos poder mantener en forma activa a través de otras iniciativas de carácter internacional”.

Texto: Comunicaciones CAPES

Estrenan “Elementos”, el documental chileno que reúne a exponentes de las artes y las ciencias por el cambio climático

Francisca Valenzuela, Gepe, Pedropiedra y la actual ministra de Medioambiente, Maisa Rojas, son algunas de las personas que conforman el proyecto.

En una de las escenas del documental, el investigador CAPES, Rafael Larraín (centro), explica los procesos que ocurren en la tierra al cantante Pedro Piedra (izquierda) y el diseñador Pablo González (derecha). (Crédito: Equipo «Elementos»)

¿Qué ocurre cuando el arte y la ciencia se cruzan para buscar soluciones a la crisis climática y sus efectos en el planeta? Esa es la pregunta que busca resolver el documental Elementos, obra que relata el camino de artistas y representantes del mundo de las ciencias para buscar soluciones sustentables en las raíces de nuestra propia sociedad, y que reúne a figuras de la talla de Francisca Valenzuela, Gepe y Pedropiedra, además de instituciones como el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad de la Universidad Católica (CAPES), el Instituto Milenio SECOS, el Centro de ciencia del Clima y la resiliencia CR2 y el Ministerio de Ciencia.

Luego de una exitosa presentación en el Festival de Cine de vida salvaje y medioambiente de Latinoamérica, Santiago Wild, “Elementos” tendrá su estreno oficial este miércoles 5 de abril, a las 18:15 horas, en el Centro Cultural Gabriela Mistral.      

“Elementos es un cruce de saberes entre las artes, las ciencias y los conocimientos ancestrales que nos permiten entender a la naturaleza que nos rodea como un complejo ecosistema interconectado que hay que proteger, principalmente a través del agua, la tierra y el aire. Se trata de una invitación a que nos replanteemos cómo nos vinculamos con el medioambiente y a mantener viva la conversación ambiental para que avancemos hacia los cambios que se necesitan”, explica la directora del proyecto que dio vida a este trabajo, Francisca Boher.

La cantante Francisca Valenzuela, parte del proyecto «Aire». (Créditos: Equipo «Elementos»).

Desde danza hasta biología marina

Junto a la exhibición del documental, de 30 minutos de duración, la instancia contará con una presentación de la ministra del Medioambiente, Maisa Rojas, y concluirá  con un conversatorio de parte de las y los protagonistas del proyecto, tales como el doctor en Ciencias Animales Rafael Larraín, el investigador experto en conservación marina Stefan Gelcich, la bailarina Amelia Ibáñez, el artista visual Marcos Sánchez, además de Andrea y Octavio Gana del estudio de arte, luz y sonido Delight Lab.

Además, como parte de esta iniciativa, los artistas Gepe y Francisca Valenzuela lanzarán dos nuevas canciones de su autoría: Gepe presentará “Yenny, Las Cruces”, que cuenta la historia de una mujer del mar que nos enseña acerca del cuidado y valor del agua, el océano y sus recursos y “Aire”, un homenaje a este elemento por parte de Valenzuela. Ambas canciones están disponibles en sus respectivos perfiles de Spotify  y el próximo 21 de abril se lanzará “La cadena” de Pedropiedra haciendo alusión al elemento tierra.

¿Dónde ver «Elementos»?

El documental estará disponible para ser visto en la plataforma Ondamedia de forma gratuita.

Pueden ver adelantos del documental, puedes visitar la cuenta de Instagram @docuelementos o el canal de YouTube del documental.

https://youtu.be/6NI6hfpcR2M

Texto: Comunicaciones equipo «Elementos»

Turismo comunitario indígena: la construcción y conservación de un patrimonio en peligro

Investigadores nacionales trabajaron junto a miembros de dos cooperativas indígenas campesinas para diseñar una ruta turística que rescatara la memoria biocultural de estas comunidades, y de paso, aprender cómo se construye, desde dentro, el patrimonio de un sistema tradicional agrícola.

(Créditos: Leonardo Benavente, Flickr).

En la comuna de Curarrehue, ubicada al sureste de la región de la Araucanía, miles de hombres y mujeres de campo viven y producen su alimento diario de la misma forma en que lo hicieron sus ancestros hace más de 500 años. Sin requerir de grandes maquinarias ni incurrir en las presiones propias de la sociedad moderna, son los herederos de un modo de vida que se rehúsa a desaparecer, y que puede ser la llave para un futuro más sustentable.

Estas comunidades, y más de 1.400 millones de campesinos alrededor del mundo, mantienen lo que se conoce como “sistemas tradicionales de agricultura”, un modo de producción y relación con la naturaleza caracterizado por su complejidad, diversidad y resiliencia, y cuya conservación hoy es clave no sólo para el sostenimiento de la enorme biodiversidad que de ellos depende, sino también para la conservación de los saberes, prácticas y creencias colectivas que emergen de la particular relación entre estas comunidades y sus ecosistemas locales.

Estos saberes y costumbres, agrupados bajo el concepto de “memoria biocultural” fue lo que motivó a un grupo de investigadores encabezados por el geógrafo Santiago Kaulen, e integrado por el ingeniero agrónomo del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y el Centro UC de Desarrollo Local CEDEL UC, Tomás Ibarra, a estudiar los procesos de construcción de esta memoria, y las formas en que el turismo puede ayudar a reconstruir, conservar y comunicar la importancia de un patrimonio amenazado por la industrialización y los cambios socioambientales.

Para ello, colaboraron codo a codo con dos cooperativas indígenas al sur de los Andes en la elaboración de una ruta turística comunitaria que potenciara las prácticas y experiencias de estas comunidades, examinando, de paso, la forma como entienden e interpretan ellas su patrimonio biocultural, así como las oportunidades y desafíos a la hora de presentar este patrimonio a través del turismo.

Reserva biocultural

Curarrehue, con sus 7,500 habitantes (la mitad de ellos de ascendencia mapuche-pehuenche) es la tercera comuna con más pobreza multidimensional a nivel nacional. Es allí donde campesinos mapuche y no-mapuche mantienen las tradiciones agrícolas propias de esta cultura a través de la trashumancia de animales, la recolección de frutos silvestres, plantas medicinales y hongos del bosque nativo, el cultivo de jardines domésticos y la cría de pequeños animales y aves de corral.

Volcan Lanin en Curarrehue (Créditos: Alejandro Soffia, Flickr).

Su enorme belleza estética, agrobiodiversidad y patrimonio cultural hicieron que esta zona y sus alrededores fuera declarada, en 2018, un Sistema Importante de Patrimonio Agrícola Nacional (o SIPAN). Los SIPAN son una designación biocultural otorgada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, junto distintos gobiernos nacionales que busca salvaguardar la agrodiversidad de un territorio, proteger el patrimonio agrícola y reconocer el conocimiento, prácticas y creencias de sus habitantes.

Desde su creación en 2005, los SIPAN han gatillado el desarrollo de diferentes actividades turísticas relacionadas con el patrimonio biocultural de los pueblos, promoviendo de este modo procesos de construcción de patrimonio y la “turistificación” de algunos de sus elementos.

“Curarrehue está dentro del SIPAN ‘Cordillera Pehuenche’», nos cuenta el investigador CAPES y de la P. Universidad Católica de Chile, Tomás Ibarra. “Dentro del SIPAN, ésta se caracteriza por la presencia de una gran variedad de paisajes productivos; una importante agrobiodiversidad en forma de variedades locales; la existencia de áreas protegidas o zonas de conservación adyacentes a los paisajes de producción (lo que probablemente favorece los intercambios genéticos entre cultivos domésticos y parientes silvestres), y vastas áreas de territorio indígena, potencialmente favoreciendo el mantenimiento de prácticas tradicionales”.

Estas características fueron justamente las que inspiraron a dos comunidades campesinas del lugar, las cooperativas “Zomo Ngen” y “Quiñemawün”, a contactar al equipo de investigación del Prof. Keulen para colaborar en el diseño de una ruta turística comunitaria que ofreciera distintos tipos de alojamiento, actividades de ocio, gastronomía, agroturismo y venta de productos locales para los visitantes nacionales y extranjeros que llegaban a la zona.

Mal que mal, el turismo, y especialmente el turismo comunitario, ha sido considerado por años como un mecanismo de construcción y gestión efectiva del patrimonio de una comunidad, en tanto promueve el realce de aquellas costumbres y experiencias locales que los mismos actores del territorio consideran parte de su identidad. Como dicen los autores del estudio: “para aquellas personas viviendo en sistemas urbanizados modernos, es atractivo experimentar la vida del campo y formas ancestrales —aunque perdurables— de civilizaciones agrícolas”.

(Créditos: Torrenegra, Flickr).

“El Turismo de Base Comunitaria corresponde a una forma de organización y autogestión de los recursos patrimoniales comunitarios presentes en un territorio para la prestación de servicios turísticos” explica Santiago Kaulen, académico de la Universidad Austral de Chile. “En este sentido, cuando hablamos de turismo de base comunitaria, es fundamental la participación activa de las comunidades locales durante todas las fases del proyecto”.

Fue así como, a través de distintos métodos de participación propuestos por los investigadores (grupos focales, mapeos conjuntos, entrevistas semi estructuradas e informales, y observación participativa), los integrantes de ambas cooperativas pudieron identificar el patrimonio presente en el territorio y examinar cómo podría este ser incorporado a las actividades de turismo comunitario que las cooperativas querían ofrecer a lo largo de la ruta.

Luego, la información recolectada fue organizada, clasificada y procesada para su uso en la creación de mapas con las atracciones e iniciativas turísticas contempladas para la ruta.

Construyendo patrimonio desde el interior

Fue durante estos procesos que las y los investigadores descubrieron que, para estas comunidades, el patrimonio era entendido como el modo de vida asociado a su propia cultura rural (la mapuche), y, particularmente, a las prácticas agrícolas que sostienen los sistemas alimentarios locales.

Algunas de estas prácticas por las cuales esta herencia es transmitida, por ejemplo, son el tejido con witral (un tipo de telar mapuche) y el tallado en madera, las cuales, comentaron algunos participantes, encarnan la creatividad e identidad de la gente que ha desarrollado estas prácticas.

También se relevaron prácticas asociadas al suministro de alimentos, como el cultivo de jardines domésticos, la crianza de animales pequeños y aves de corral, la apicultura y la recolección de frutos y plantas del bosque, las cuales también, en palabras de los campesinos les brindan una sensación de autonomía y pertenencia al territorio que trabajan, cuidan y habitan diariamente.

De este modo, los participantes propusieron actividades para potenciar estos elementos, como caminatas y paseos en caballo, productos y preparaciones locales, la venta de productos de jardines domésticos y recolectados del bosque, tours guiados por estos jardines, talleres de witral, y visitas a lugares históricos, muchos de los cuales no han sido aún considerados por los planes turísticos a nivel nacional.

No obstante, durante su investigación, los científicos también analizaron críticamente la pertinencia del turismo comunitario como un mecanismo de gestión comunitaria del patrimonio, alternativa que no está exenta de riesgos y críticas.

Uno de los principales desafíos del turismo comunitario tiene que ver con el control efectivo que tienen las comunidades sobre la presentación de su patrimonio frente a los discursos de otros actores de nivel central, como instituciones públicas, grupos de expertos, emprendedores o medios de comunicación. “De esta manera, procesos de activación del patrimonio pueden, inesperadamente, favorecer el arribo de agentes turísticos externos a los territorios, apropiándose de tradiciones que ajustan e insertan en el mercado” comentan los autores.

(Créditos: p a n, Flickr).

De hecho, las mismas comunidades miran con recelo la influencia que puede tener la industria turística, y su explotación continua de los recursos naturales, culturales y paisajísticos, en tu territorio. “Les preocupa el arribo de personas que buscan obtener conocimiento sobre la cultura rural mapuche y no-mapuche, y usarla para su propio beneficio y ganancia personal” explican en el estudio.

Para evitar aquello, Tomás Ibarra señala la importancia de desarrollar “políticas locales, regionales y nacionales que faciliten la participación y toma de decisiones de los actores territoriales en sus sistemas de gobernanza. Según la experiencia internacional, esto favorecerá la resiliencia, bienestar socioeconómico y sustentabilidad de las comunidades locales que desarrollen iniciativas de turismo comunitario”.

De la misma opinión es Santiago Kaulen: “Es necesario comprender que las comunidades locales tienen capacidad de agencia para identificar, interpretar y activar su patrimonio cultural y natural, y utilizarlo en la generación de estrategias turísticas. De esta manera, los esfuerzos deben concentrarse en fomentar las instancias de diálogo y construcción comunitaria de este tipo de proyectos, como también en buscar estrategias a mediano y largo plazo para su financiamiento y continuidad en el tiempo”.

Texto: Comunicaciones CAPES y CEDEL UC