Desafío Retorna: diciendo adiós a los vasos desechables en los campus UC

Ideado y coordinado por la bióloga CAPES, Daniela Mella, el proyecto es una actividad conjunta entre dicho centro y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, y tiene por objetivo el diseño de un servicio de vasos retornables en cafeterías y otros establecimientos comerciales insertados en sistemas de circuito cerrado.

El pasado agosto, de forma telemática, los estudiantes de cuarto año de la carrera de Diseño de la Universidad Católica iniciaron el taller “Creación de nuevos servicios para las personas”, dictado por la profesora de la Escuela de Diseño UC, Paula Wuth. Durante las próximas 12 semanas, los futuros diseñadores deberían trabajar en la ideación y elaboración de uno de dos proyectos orientados al diseño de productos y servicios centrados en las personas, los cuales pondrán a prueba sus conocimientos y capacidades creativas.

Uno de estos proyectos, llamado “Desafío Retorna” tiene por misión el diseño de un servicio de vasos retornables para cafeterías y establecimientos de expendio de bebidas frías y calientes, especialmente en sistemas de circuito cerrado o semi-cerrado como campus o estaciones de metro.

La iniciativa es una idea desarrollada por la bióloga y profesional CAPES, Daniella Mella, en un intento por reducir el consumo de plásticos de un solo uso en dependencias de la Universidad, e idealmente extender la idea a otros espacios de venta de este tipo de envases.

La iniciativa, explica Mella, “nace de la frustración de ver y conocer el impacto que tiene la acumulación de plásticos y otros materiales de un solo uso en el ambiente”, especialmente a nivel de los ecosistemas marinos. “Lo más frustrante de esto es darse cuenta que lo que está sucediendo es consecuencia de pequeños actos cotidianos, como tomarse un jugo con una bombilla, tirar una bolsa plástica o beberse un café en un vaso desechable” comenta.

De ahí su idea de introducir pequeños cambios en la forma en que las personas consumen este tipo de alimentos, partiendo por la relación entre las personas, y su café. Sin embargo, cambiar un comportamiento arraigado en las personas, por minúsculo que parezca, no es tarea fácil. “Son muchos los factores que le impiden a las personas producir estos cambios: hábitos, comodidad, falta de información o de tiempo, desinterés, etc. Cada quien tiene motivaciones diferentes para ir a tomar un café en un determinado momento, y éstas no siempre tienen que ver con el impacto ambiental que generamos. Entonces, ¿cómo hacemos para que tomar la decisión ambientalmente correcta sea también la más cómoda, la más fácil y la más atractiva? De esa pregunta, y de la conversación con distintas personas e instituciones interesadas y expertas en el tema, nació este proyecto y el desafío del que es parte”.

Mella se asoció con profesionales de la Dirección de Sustentabilidad y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica para configurar un grupo de trabajo que hiciera factible la creación de este servicio, uno que reemplazase los vasos desechables por recipientes retornables en las cafeterías de la Universidad. De esta colaboración, surgió la idea de convertir este proyecto en un desafío para los estudiantes de Diseño.

Pensando en los consumidores…

Durante el desafío, estos estudiantes trabajarán individual y grupalmente a través de una metodología de diseño que comienza con la “inspiración”, es decir, con entender el contexto en el que se enmarca el proyecto, para luego avanzar en la comprensión de las necesidades de los usuarios y actores claves del servicio a diseñar, y así finalmente proponer soluciones al desafío, testearlas y proyectarlas en una propuesta formal.

Al final del semestre, se espera que cada grupo de trabajo presente una propuesta de prototipo que incluya los aspectos tanto comerciales y de marketing como de usabilidad del producto-servicio. El equipo de Retorna, en conjunto con la Dirección de Sustentabilidad, evaluarán estos prototipos para definir cuál o cuáles se pondrán poner a prueba dentro de la Universidad.

“Desde la perspectiva de CAPES”, explica Mella, “se evaluará cómo las propuestas cumplen con los requisitos de sustentabilidad que se buscan. Esto es, una disminución del impacto ambiental del servicio-producto respecto a las alternativas actuales, a través de todo su ciclo de vida, desde la obtención y uso de materias primas para su fabricación, hasta su disposición final”.

En el camino, sin embargo, los alumnos se encontrarán con las mismas dificultades que anteriormente mencionara la profesional CAPES: “Entre los desafíos más importantes está lograr un producto-servicio que sea económicamente sustentable y competitivo, y cómo a través del diseño puedo asegurar, o al menos aumentar la probabilidad, de que los vasos sean devueltos al sistema y asegurar su circularidad o «retornabilidad». Por último, está el gran desafío de lograr ese cambio de hábito en las personas. Hay diferentes perfiles de consumidores, y no a todos les interesa el impacto ambiental de sus acciones cotidiana. ¿Cómo logramos entonces que esas personas sean también atraídas por esta nueva forma de tomar café o té? Ese es un gran desafío”, plantea.

… y el medio ambiente

Para Mella, la implementación de este tipo de medidas a pequeña y mediana escala puede traer beneficios tanto en el corto como en el largo plazo. “Si pensamos en el contexto universitario, a corto plazo se vería una reducción en la cantidad de desechos que produce la Universidad, trayendo importantes beneficios económicos, pero sobre todo acercándonos a la meta de carbono-neutralidad que la institución se ha puesto para el 2038″.

Esto, debido al impacto positivo que traería deshacerse de un producto que en toda su cadena productiva genera externalidades negativas para el medioambiente, desde el uso (y abuso) de materias primas para su creación hasta la contaminación ambiental que producen por su acumulación en el ambiente. “A mediano y largo plazo, esperamos lograr cambios de hábitos en la comunidad universitaria. Que esto sea el inicio de un cambio de cultura de lo desechable a lo reutilizable” añade Mella.

Y si bien la doctora en Biología Marina hoy está enfocada en poner a prueba estos prototipos dentro de la Universidad, idealmente cambiando los hábitos de la comunidad universitaria en el proceso, la gran metra es poder sacar el servicio “al mundo. “Esperamos que una vez con el prototipo, podamos postular a fondos concursables que nos permitan lograr este objetivo. Probablemente viendo cómo funciona en otras universidades como las de la red de Campus Sustentable, para luego escalar a otros sistemas de circuito cerrado o semi cerrado, como son edificios corporativos, clínicas o aeropuertos”.

El plan más allá de esta primera etapa es ambicioso, pero tanto Mella como las instituciones que la apoyan saben mejor nadie que no existe mejor basura que la que no se produce. O en este caso, bebe.

Desafío Retorna: diciendo adiós a los vasos desechables en los campus UC

Ideado y coordinado por la bióloga CAPES, Daniela Mella, el proyecto es una actividad conjunta entre dicho centro y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, y tiene por objetivo el diseño de un servicio de vasos retornables en cafeterías y otros establecimientos comerciales insertados en sistemas de circuito cerrado.

El pasado agosto, de forma telemática, los estudiantes de cuarto año de la carrera de Diseño de la Universidad Católica iniciaron el taller “Creación de nuevos servicios para las personas”, dictado por la profesora de la Escuela de Diseño UC, Paula Wuth. Durante las próximas 12 semanas, los futuros diseñadores deberían trabajar en la ideación y elaboración de uno de dos proyectos orientados al diseño de productos y servicios centrados en las personas, los cuales pondrán a prueba sus conocimientos y capacidades creativas.

Uno de estos proyectos, llamado “Desafío Retorna” tiene por misión el diseño de un servicio de vasos retornables para cafeterías y establecimientos de expendio de bebidas frías y calientes, especialmente en sistemas de circuito cerrado o semi-cerrado como campus o estaciones de metro.

La iniciativa es una idea desarrollada por la bióloga y profesional CAPES, Daniella Mella, en un intento por reducir el consumo de plásticos de un solo uso en dependencias de la Universidad, e idealmente extender la idea a otros espacios de venta de este tipo de envases.

La iniciativa, explica Mella, “nace de la frustración de ver y conocer el impacto que tiene la acumulación de plásticos y otros materiales de un solo uso en el ambiente”, especialmente a nivel de los ecosistemas marinos. “Lo más frustrante de esto es darse cuenta que lo que está sucediendo es consecuencia de pequeños actos cotidianos, como tomarse un jugo con una bombilla, tirar una bolsa plástica o beberse un café en un vaso desechable” comenta.

De ahí su idea de introducir pequeños cambios en la forma en que las personas consumen este tipo de alimentos, partiendo por la relación entre las personas, y su café. Sin embargo, cambiar un comportamiento arraigado en las personas, por minúsculo que parezca, no es tarea fácil. “Son muchos los factores que le impiden a las personas producir estos cambios: hábitos, comodidad, falta de información o de tiempo, desinterés, etc. Cada quien tiene motivaciones diferentes para ir a tomar un café en un determinado momento, y éstas no siempre tienen que ver con el impacto ambiental que generamos. Entonces, ¿cómo hacemos para que tomar la decisión ambientalmente correcta sea también la más cómoda, la más fácil y la más atractiva? De esa pregunta, y de la conversación con distintas personas e instituciones interesadas y expertas en el tema, nació este proyecto y el desafío del que es parte”.

Mella se asoció con profesionales de la Dirección de Sustentabilidad y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica para configurar un grupo de trabajo que hiciera factible la creación de este servicio, uno que reemplazase los vasos desechables por recipientes retornables en las cafeterías de la Universidad. De esta colaboración, surgió la idea de convertir este proyecto en un desafío para los estudiantes de Diseño.

Pensando en los consumidores…

Durante el desafío, estos estudiantes trabajarán individual y grupalmente a través de una metodología de diseño que comienza con la “inspiración”, es decir, con entender el contexto en el que se enmarca el proyecto, para luego avanzar en la comprensión de las necesidades de los usuarios y actores claves del servicio a diseñar, y así finalmente proponer soluciones al desafío, testearlas y proyectarlas en una propuesta formal.

Al final del semestre, se espera que cada grupo de trabajo presente una propuesta de prototipo que incluya los aspectos tanto comerciales y de marketing como de usabilidad del producto-servicio. El equipo de Retorna, en conjunto con la Dirección de Sustentabilidad, evaluarán estos prototipos para definir cuál o cuáles se pondrán poner a prueba dentro de la Universidad.

“Desde la perspectiva de CAPES”, explica Mella, “se evaluará cómo las propuestas cumplen con los requisitos de sustentabilidad que se buscan. Esto es, una disminución del impacto ambiental del servicio-producto respecto a las alternativas actuales, a través de todo su ciclo de vida, desde la obtención y uso de materias primas para su fabricación, hasta su disposición final”.

En el camino, sin embargo, los alumnos se encontrarán con las mismas dificultades que anteriormente mencionara la profesional CAPES: “Entre los desafíos más importantes está lograr un producto-servicio que sea económicamente sustentable y competitivo, y cómo a través del diseño puedo asegurar, o al menos aumentar la probabilidad, de que los vasos sean devueltos al sistema y asegurar su circularidad o «retornabilidad». Por último, está el gran desafío de lograr ese cambio de hábito en las personas. Hay diferentes perfiles de consumidores, y no a todos les interesa el impacto ambiental de sus acciones cotidiana. ¿Cómo logramos entonces que esas personas sean también atraídas por esta nueva forma de tomar café o té? Ese es un gran desafío”, plantea.

… y el medio ambiente

Para Mella, la implementación de este tipo de medidas a pequeña y mediana escala puede traer beneficios tanto en el corto como en el largo plazo. “Si pensamos en el contexto universitario, a corto plazo se vería una reducción en la cantidad de desechos que produce la Universidad, trayendo importantes beneficios económicos, pero sobre todo acercándonos a la meta de carbono-neutralidad que la institución se ha puesto para el 2038″.

Esto, debido al impacto positivo que traería deshacerse de un producto que en toda su cadena productiva genera externalidades negativas para el medioambiente, desde el uso (y abuso) de materias primas para su creación hasta la contaminación ambiental que producen por su acumulación en el ambiente. “A mediano y largo plazo, esperamos lograr cambios de hábitos en la comunidad universitaria. Que esto sea el inicio de un cambio de cultura de lo desechable a lo reutilizable” añade Mella.

Y si bien la doctora en Biología Marina hoy está enfocada en poner a prueba estos prototipos dentro de la Universidad, idealmente cambiando los hábitos de la comunidad universitaria en el proceso, la gran metra es poder sacar el servicio “al mundo. “Esperamos que una vez con el prototipo, podamos postular a fondos concursables que nos permitan lograr este objetivo. Probablemente viendo cómo funciona en otras universidades como las de la red de Campus Sustentable, para luego escalar a otros sistemas de circuito cerrado o semi cerrado, como son edificios corporativos, clínicas o aeropuertos”.

El plan más allá de esta primera etapa es ambicioso, pero tanto Mella como las instituciones que la apoyan saben mejor nadie que no existe mejor basura que la que no se produce. O en este caso, bebe.

Científicos llamaron a firmar Escazú en última campaña CAPES

Compartimos con ustedes un video producido por CAPES junto a distintas organizaciones y centros de estudio nacionales, donde diversas personalidades y destacados investigadores instan a las autoridades a la firma del Acuerdo de Escazú previo al cumplimiento del primer plazo ratificatorio. En el video, los profesionales reclamaron el derecho a un ambiente sano y un futuro sustentable como imperativo para toda sociedad que aspire a una democracia plena y para todos.

Pese a que el Gobierno finalmente decidió no firmar el acuerdo, Chile aún puede hacerse parte de este pacto regional en el futuro, por lo que la presión para conseguir este importante paso continua.

Escazú ahora: por qué Chile debe firmar el Acuerdo de Escazú from CAPES-UC on Vimeo.

Transcripción

Chile es un territorio que cuenta con incomparables entornos naturales y ecosistemas únicos en el mundo. Bien protegidos y gestionados, estos ambientes pueden proveer el bienestar material y espiritual al cual todos y todas tenemos derecho.

Hoy, sin embargo, esa misma naturaleza que nos sostiene se ve amenazada por una serie de procesos económicos, sociales, políticos y naturales que ponen en peligro dicho potencial. El uso inescrupuloso de nuestros recursos naturales, la histórica desigualdad social, la actual crisis climática y la escasa legislación en materia ambiental son algunas de estas amenazas.

El Acuerdo de Escazú es un pacto regional que busca convertir en acciones concretas el principio de que la mejor forma de tratar los conflictos ambientales es con la participación de todos los ciudadanos y ciudadanas. ¿Cómo? Asegurando el acceso igualitario de las personas a la información ambiental, garantizando su participación en la toma de decisiones, y fortaleciendo la institucionalidad de los países en esta materia. Es, en definitiva, un acuerdo necesario de democracia y justicia ambiental que no afecta ni pone en riesgo la soberanía de los estados que lo adoptan.

Hasta ahora, el acuerdo ha sido firmado por 22 de los 33 estados miembro de la comunidad de países de Latinoamérica y el Caribe, pero Chile, uno de los países impulsores del pacto junto con Costa Rica, aún no lo hace.

La firma de este acuerdo permitiría, entre otras cosas, que cada chileno y chilena pueda acceder a la información ambiental de su interés que se encuentre el poder del Estado, lo que implica el derecho a solicitar y recibir información sin una razón previa y a ser debidamente informado si la institución no cuenta con la información requerida.

El acuerdo también mandata a los países a poner a disposición de la gente la información ambiental relevante para sus funciones, de manera sistemática, proactiva, oportuna, regular, accesible y comprensible. Esto incluye, por ejemplo, el listado de zonas contaminadas, por tipo de contaminante y localización; información sobre el uso y la conservación de los recursos naturales y servicios ecosistémicos; informes técnicos y estudios científicos en asuntos ambientales, elaborados por instituciones académicas y de investigación, públicas o privadas, o información de los procesos de evaluación de impacto ambiental y de licitaciones o permisos ambientales otorgados por las autoridades públicas.

Los países firmantes también deberán asegurar la participación abierta e inclusiva de las personas en las tomas de decisiones ambientales, como el ordenamiento territorial o la elaboración de políticas, estrategias, planes o reglamentos que tengan un impacto sobre el medio ambiente.

Por último, el acuerdo obliga a los estados a garantizar el derecho a la justicia ambiental ante cualquier acción o decisión que vulnere el medio ambiente o las normas jurídicas que lo resguardan.

Nuestro país tiene hasta el 26 de septiembre para firmar Escazú y sumarse a la negociación de sus reglas de procedimiento. Hacerlo, sería continuar y reafirmar el compromiso internacional de Chile en materia ambiental. Sería fundar una nueva relación entre el Estado, la sociedad, y la naturaleza que nos rodea y de la que somos parte. Una relación de interdependencia, respeto y cuidado, basada en la participación y la democracia plena, que nos permita a todos y a todas vivir en un ambiente sano y construir un futuro sustentable para las próximas generaciones.

No hacerlo, sería creer que las amenazas no existen, o que pueden ser resueltas sin la participación informada de todos quienes habitamos este planeta.

Por eso, hoy más que nunca decimos ¡Escazú ahora!

Científicos llamaron a firmar Escazú en última campaña CAPES

Compartimos con ustedes un video producido por CAPES junto a distintas organizaciones y centros de estudio nacionales, donde diversas personalidades y destacados investigadores instan a las autoridades a la firma del Acuerdo de Escazú previo al cumplimiento del primer plazo ratificatorio. En el video, los profesionales reclamaron el derecho a un ambiente sano y un futuro sustentable como imperativo para toda sociedad que aspire a una democracia plena y para todos.

Pese a que el Gobierno finalmente decidió no firmar el acuerdo, Chile aún puede hacerse parte de este pacto regional en el futuro, por lo que la presión para conseguir este importante paso continua.

Escazú ahora: por qué Chile debe firmar el Acuerdo de Escazú from CAPES-UC on Vimeo.

Transcripción

Chile es un territorio que cuenta con incomparables entornos naturales y ecosistemas únicos en el mundo. Bien protegidos y gestionados, estos ambientes pueden proveer el bienestar material y espiritual al cual todos y todas tenemos derecho.

Hoy, sin embargo, esa misma naturaleza que nos sostiene se ve amenazada por una serie de procesos económicos, sociales, políticos y naturales que ponen en peligro dicho potencial. El uso inescrupuloso de nuestros recursos naturales, la histórica desigualdad social, la actual crisis climática y la escasa legislación en materia ambiental son algunas de estas amenazas.

El Acuerdo de Escazú es un pacto regional que busca convertir en acciones concretas el principio de que la mejor forma de tratar los conflictos ambientales es con la participación de todos los ciudadanos y ciudadanas. ¿Cómo? Asegurando el acceso igualitario de las personas a la información ambiental, garantizando su participación en la toma de decisiones, y fortaleciendo la institucionalidad de los países en esta materia. Es, en definitiva, un acuerdo necesario de democracia y justicia ambiental que no afecta ni pone en riesgo la soberanía de los estados que lo adoptan.

Hasta ahora, el acuerdo ha sido firmado por 22 de los 33 estados miembro de la comunidad de países de Latinoamérica y el Caribe, pero Chile, uno de los países impulsores del pacto junto con Costa Rica, aún no lo hace.

La firma de este acuerdo permitiría, entre otras cosas, que cada chileno y chilena pueda acceder a la información ambiental de su interés que se encuentre el poder del Estado, lo que implica el derecho a solicitar y recibir información sin una razón previa y a ser debidamente informado si la institución no cuenta con la información requerida.

El acuerdo también mandata a los países a poner a disposición de la gente la información ambiental relevante para sus funciones, de manera sistemática, proactiva, oportuna, regular, accesible y comprensible. Esto incluye, por ejemplo, el listado de zonas contaminadas, por tipo de contaminante y localización; información sobre el uso y la conservación de los recursos naturales y servicios ecosistémicos; informes técnicos y estudios científicos en asuntos ambientales, elaborados por instituciones académicas y de investigación, públicas o privadas, o información de los procesos de evaluación de impacto ambiental y de licitaciones o permisos ambientales otorgados por las autoridades públicas.

Los países firmantes también deberán asegurar la participación abierta e inclusiva de las personas en las tomas de decisiones ambientales, como el ordenamiento territorial o la elaboración de políticas, estrategias, planes o reglamentos que tengan un impacto sobre el medio ambiente.

Por último, el acuerdo obliga a los estados a garantizar el derecho a la justicia ambiental ante cualquier acción o decisión que vulnere el medio ambiente o las normas jurídicas que lo resguardan.

Nuestro país tiene hasta el 26 de septiembre para firmar Escazú y sumarse a la negociación de sus reglas de procedimiento. Hacerlo, sería continuar y reafirmar el compromiso internacional de Chile en materia ambiental. Sería fundar una nueva relación entre el Estado, la sociedad, y la naturaleza que nos rodea y de la que somos parte. Una relación de interdependencia, respeto y cuidado, basada en la participación y la democracia plena, que nos permita a todos y a todas vivir en un ambiente sano y construir un futuro sustentable para las próximas generaciones.

No hacerlo, sería creer que las amenazas no existen, o que pueden ser resueltas sin la participación informada de todos quienes habitamos este planeta.

Por eso, hoy más que nunca decimos ¡Escazú ahora!

Premios Nacionales abogan por el desarrollo sustentable en Magallanes

Compartimos íntegramente la declaración de los Premios Nacionales Fabián Jaksic (CAPES), Francisco Bozinovic (CAPES), Sergio Baeriswyl, , Nicolo Gligo, Iván Jaksic y Mateo Martinic, donde advierten que estrategias de desarrollo social y económico deficientes y desorientadas han llevado a la región más Austral a un deterioro insostenible.

En el texto, los investigadores instan a las autoridades a efectuar una planificación urbana que respete los principios ambientales, paisajísticos y patrimoniales, y llaman a la ciudadanía a apostar por la ciencia, el uso racional de los recursos y el desarrollo de energías renovables.

DECLARACIÓN

“Magallanes es un territorio vasto, diverso y único, que crea en sus habitantes condiciones excepcionales de identidad que los hacen enfrentar la vida con tesón, solidaridad y fraternidad. Esta tierra estaba poblada hacia 10.000 años antes de la llegada de la cultura occidental por los pueblos Aónikenk, Kawésqar, Yaghan y Selk’nam con una rica y compleja organización social y cultural, de las cuales nunca terminaremos de aprender. La Región de Magallanes es hija del propio esfuerzo de las personas que llegaron a ella desde países allende los mares y desde nuestro propio país y que, consciente de las limitaciones derivadas de su lejanía y de las difíciles condiciones climáticas, se comprometieron con su desarrollo, proceso en que el Estado nacional se hizo presente sólo a contar de mitad del siglo XX.

“Magallanes nunca ha dejado de ser una región extractiva. La explotación ganadera extensiva y la explotación de nuestros bosques han sido marcadamente expoliadoras. La explotación del mar también lo es, pues se ha reducido en forma progresiva la biomasa existente de las pesquerías de la región. A todo ello, debemos sumar los pasivos ambientales de la explotación del carbón y del petróleo.

“Hemos llegado a esta fecha a un diagnóstico preocupante: Magallanes se agota, se restringe, se contamina, se deteriora. Múltiples razones explican esta tendencia: sobreexplotación, cambios de hábitat y nichos ecológicos por incendios o expansión ganadera; áreas protegidas descuidadas; residuos urbanos, portuarios e industriales; especies exóticas invasoras como el castor, el visón, la pilosella y el didymo. No sabemos aún cuánto se agudizará este deterioro con un cambio climático cada días más visible en la región. Sin embargo, pese a las incertidumbres y amenazas, se siguen utilizando sistemas ambientalmente insustentables que van dejando a su paso huellas imborrables en el paisaje y en los ecosistemas.

“Nuestro diagnóstico de las ciudades no deja de alarmarnos. La extraordinaria identidad de ellas, en especial de Punta Arenas, corre el riesgo de perderse, sustituida por una arquitectura desarraigada y desmedida en su altura. La expansión urbana no ha aportado a conservar su identidad y, en muchos casos, más bien parece caótica, poniendo en juego la calidad de vida ganada en el pasado. La ciudad ya no luce limpia, no se ven nuevas avenidas arboladas y nuevos parques urbanos.

“Es cierto que aparecen nuevas posibilidades para el desarrollo de Magallanes, pero éstas se cimentan en la explotación primaria de los recursos naturales y sin prioridades claras sobre la retención de excedentes regionales y la creación de empleos. La salmonicultura es susceptible a enfermedades, vulnerable al escape de peces y generadora de contaminación. El turismo ha sido otro sostén económico, pero su futuro es incierto porque no podemos fomentarlo masificándolo en forma descontrolada, y mostrando erosión del suelo, áreas incendiadas, especies exóticas y residuos contaminantes. No son estos planteamientos pesimistas, sino los más realistas posibles. La característica del desarrollo regional seguirá siendo extractiva por mucho tiempo más y, quizás, éste sea su destino en el contexto de su inserción en el país y en el ámbito mundial.

“No obstante, tenemos grandes oportunidades si aprovechamos tanto la oferta natural de la región como la calidad humana de sus pobladores. Para ello, se necesita mucho más ciencia para profundizar en el conocimiento y en la prospección de recursos. La heterogeneidad física y social de la región nos mueve a recomendar que se impulsen con fuerza estudios territoriales desagregados en urbosistemas, agrosistemas y ecosistemas prístinos, con sus respectivas disgregaciones. Pero, la ciencia tiene que ir de la mano de urgentes e inmediatas políticas públicas.

Siempre se habló del gran potencial energético de Magallanes. Obviamente que en las perspectivas mundiales actuales es necesario enfocarse totalmente hacia el aprovechamiento de las fuentes energéticas renovables. Nuestras ciudades ya concentran más del 90% de la población, en consecuencia su desarrollo debe ceñirse a una planificación urbana estricta en coherencia con los principios ambientales, paisajísticos y patrimoniales, asegurando una mejora continua de la calidad de vida de sus habitantes.

“Dada la historia de la región, valoramos la autogestión de nuestros asuntos y reclamamos, como las regiones del país con identidad definida, el ejercicio de una acción autónoma en los términos precisos de la desconcentración y descentralización bien entendidas, en el sistema de ordenamiento político-administrativo del país, que esperamos tenga la debida cabida en la nueva Constitución de la República de Chile. Por ello, planteamos la necesidad de contar con una completa y renovada definición institucional que, por una parte, asegure el uso ambientalmente sustentable de los recursos y, por otra, preserve y afirme los valores tradicionales y los modos de vida propios de la comunidad regional.

“Todo lo anterior debe ser una invitación a replantear con urgencia el futuro, lo que exige una revisión exhaustiva de la historia de nuestra sociedad, para no repetir o perpetuar los errores. Debemos partir por el genocidio de los pueblos ancestrales hasta llegar a la actual expansión del turismo, tratando de poner en valor nuestra herencia y revisar con libertad crítica todo aquello que no queremos que vuelva a ocurrir. Sólo así dará pie para analizar los condicionamientos y determinantes de lo que realmente hemos construido, y permitirá definir los caminos futuros hacia un desarrollo socialmente armónico y ambientalmente sustentable”.

Premios Nacionales abogan por el desarrollo sustentable en Magallanes

Compartimos íntegramente la declaración de los Premios Nacionales Fabián Jaksic (CAPES), Francisco Bozinovic (CAPES), Sergio Baeriswyl, , Nicolo Gligo, Iván Jaksic y Mateo Martinic, donde advierten que estrategias de desarrollo social y económico deficientes y desorientadas han llevado a la región más Austral a un deterioro insostenible.

En el texto, los investigadores instan a las autoridades a efectuar una planificación urbana que respete los principios ambientales, paisajísticos y patrimoniales, y llaman a la ciudadanía a apostar por la ciencia, el uso racional de los recursos y el desarrollo de energías renovables.

DECLARACIÓN

“Magallanes es un territorio vasto, diverso y único, que crea en sus habitantes condiciones excepcionales de identidad que los hacen enfrentar la vida con tesón, solidaridad y fraternidad. Esta tierra estaba poblada hacia 10.000 años antes de la llegada de la cultura occidental por los pueblos Aónikenk, Kawésqar, Yaghan y Selk’nam con una rica y compleja organización social y cultural, de las cuales nunca terminaremos de aprender. La Región de Magallanes es hija del propio esfuerzo de las personas que llegaron a ella desde países allende los mares y desde nuestro propio país y que, consciente de las limitaciones derivadas de su lejanía y de las difíciles condiciones climáticas, se comprometieron con su desarrollo, proceso en que el Estado nacional se hizo presente sólo a contar de mitad del siglo XX.

“Magallanes nunca ha dejado de ser una región extractiva. La explotación ganadera extensiva y la explotación de nuestros bosques han sido marcadamente expoliadoras. La explotación del mar también lo es, pues se ha reducido en forma progresiva la biomasa existente de las pesquerías de la región. A todo ello, debemos sumar los pasivos ambientales de la explotación del carbón y del petróleo.

“Hemos llegado a esta fecha a un diagnóstico preocupante: Magallanes se agota, se restringe, se contamina, se deteriora. Múltiples razones explican esta tendencia: sobreexplotación, cambios de hábitat y nichos ecológicos por incendios o expansión ganadera; áreas protegidas descuidadas; residuos urbanos, portuarios e industriales; especies exóticas invasoras como el castor, el visón, la pilosella y el didymo. No sabemos aún cuánto se agudizará este deterioro con un cambio climático cada días más visible en la región. Sin embargo, pese a las incertidumbres y amenazas, se siguen utilizando sistemas ambientalmente insustentables que van dejando a su paso huellas imborrables en el paisaje y en los ecosistemas.

“Nuestro diagnóstico de las ciudades no deja de alarmarnos. La extraordinaria identidad de ellas, en especial de Punta Arenas, corre el riesgo de perderse, sustituida por una arquitectura desarraigada y desmedida en su altura. La expansión urbana no ha aportado a conservar su identidad y, en muchos casos, más bien parece caótica, poniendo en juego la calidad de vida ganada en el pasado. La ciudad ya no luce limpia, no se ven nuevas avenidas arboladas y nuevos parques urbanos.

“Es cierto que aparecen nuevas posibilidades para el desarrollo de Magallanes, pero éstas se cimentan en la explotación primaria de los recursos naturales y sin prioridades claras sobre la retención de excedentes regionales y la creación de empleos. La salmonicultura es susceptible a enfermedades, vulnerable al escape de peces y generadora de contaminación. El turismo ha sido otro sostén económico, pero su futuro es incierto porque no podemos fomentarlo masificándolo en forma descontrolada, y mostrando erosión del suelo, áreas incendiadas, especies exóticas y residuos contaminantes. No son estos planteamientos pesimistas, sino los más realistas posibles. La característica del desarrollo regional seguirá siendo extractiva por mucho tiempo más y, quizás, éste sea su destino en el contexto de su inserción en el país y en el ámbito mundial.

“No obstante, tenemos grandes oportunidades si aprovechamos tanto la oferta natural de la región como la calidad humana de sus pobladores. Para ello, se necesita mucho más ciencia para profundizar en el conocimiento y en la prospección de recursos. La heterogeneidad física y social de la región nos mueve a recomendar que se impulsen con fuerza estudios territoriales desagregados en urbosistemas, agrosistemas y ecosistemas prístinos, con sus respectivas disgregaciones. Pero, la ciencia tiene que ir de la mano de urgentes e inmediatas políticas públicas.

Siempre se habló del gran potencial energético de Magallanes. Obviamente que en las perspectivas mundiales actuales es necesario enfocarse totalmente hacia el aprovechamiento de las fuentes energéticas renovables. Nuestras ciudades ya concentran más del 90% de la población, en consecuencia su desarrollo debe ceñirse a una planificación urbana estricta en coherencia con los principios ambientales, paisajísticos y patrimoniales, asegurando una mejora continua de la calidad de vida de sus habitantes.

“Dada la historia de la región, valoramos la autogestión de nuestros asuntos y reclamamos, como las regiones del país con identidad definida, el ejercicio de una acción autónoma en los términos precisos de la desconcentración y descentralización bien entendidas, en el sistema de ordenamiento político-administrativo del país, que esperamos tenga la debida cabida en la nueva Constitución de la República de Chile. Por ello, planteamos la necesidad de contar con una completa y renovada definición institucional que, por una parte, asegure el uso ambientalmente sustentable de los recursos y, por otra, preserve y afirme los valores tradicionales y los modos de vida propios de la comunidad regional.

“Todo lo anterior debe ser una invitación a replantear con urgencia el futuro, lo que exige una revisión exhaustiva de la historia de nuestra sociedad, para no repetir o perpetuar los errores. Debemos partir por el genocidio de los pueblos ancestrales hasta llegar a la actual expansión del turismo, tratando de poner en valor nuestra herencia y revisar con libertad crítica todo aquello que no queremos que vuelva a ocurrir. Sólo así dará pie para analizar los condicionamientos y determinantes de lo que realmente hemos construido, y permitirá definir los caminos futuros hacia un desarrollo socialmente armónico y ambientalmente sustentable”.

Investigadores advierten posibles “tormentas de fuego” en la zona central

Pese a las últimas lluvias, los científicos y especialistas señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan nuestros dos Premios Nacionales de Ciencia, Fabián Jaksic y Francisco Bozinovic.

De acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras. La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Fuente: Mesa Multisectorial por el Bosque Esclerófilo y Comunicaciones CAPES

Investigadores advierten posibles “tormentas de fuego” en la zona central

Pese a las últimas lluvias, los científicos y especialistas señalan que la próxima temporada de incendios puede ser catastrófica. Con bosques secos convertidos en acelerantes, los siniestros afectarían a sectores cercanos a zonas altamente pobladas del país. El llamado es a proteger los bosques de alto valor para la conservación y las personas que viven en sus cercanías.

En una declaración conjunta, representantes del mundo científico, ONG y organismos públicos, advirtieron de los peligros que los incendios pueden generar en la zona central del país durante el verano, asegurando que están dadas todas las condiciones para un desastre en esta macrozona. A este llamado, han adherido más de 100 profesionales, entre los que cuentan nuestros dos Premios Nacionales de Ciencia, Fabián Jaksic y Francisco Bozinovic.

De acuerdo a recientes investigaciones, los incendios que podrían presentarse en los próximos meses implican un riesgo extra, pues ocurrirán en las cercanías de las principales urbes del país y áreas agrícolas aledañas, donde habitan alrededor de diez millones de personas.

Entre los efectos directos e indirectos que estos fenómenos podrían tener sobre la población, están la intoxicación por humo, golpes de calor, interrupción de vías de comunicación, abastecimiento de energía y pérdida de la producción agrícola.

En el caso de la exposición al humo, los declarantes advierten que las consecuencias de salud pueden ser aún mayores en un contexto de emergencia sanitaria producto de COVID-19, especialmente en comunas con cuarentena. Ante este escenario, consideran que la prevención de estos siniestros como una “prioridad nacional”, que debe ser tomada en cuenta tanto por autoridades como por la ciudadanía.

La advertencia, explican, se extiende para los sectores aledaños a Valparaíso-Viña Del Mar, Santiago y Rancagua, y estaría presente para ésta y las próximas temporadas de incendios forestales.

El peligro de la megasequía

La inminencia de esta nueva ola de incendios se debe en gran parte a que Chile vive desde 2010 una sequía sin precedentes en los últimos mil años, que se muestra con mayor severidad entre la Cuarta Región y la del Biobío. No sólo los cultivos y las poblaciones humanas se han visto afectadas por la megasequía, sino también la vegetación nativa.

A finales de 2019, investigadores de la Universidad de la Frontera, Universidad Austral de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, observaron cómo el bosque esclerófilo de las cordilleras de la Costa y los Andes, caracterizado por vegetación de hojas duras y perennes, se transformó de manera masiva en “un bosque café” o pardo. Miles de peumos, quillayes, litres, lingues, bellotos y otras especies de plantas, propias de este sistema mediterráneo, se estarían secando.

“A pesar de no saber si todas las plantas que perdieron el verdor realmente murieron, es urgente tomar acciones por las consecuencias que tiene vivir cerca de grandes extensiones de vegetación seca, la cual es altamente inflamable, pudiendo alimentar las posibles calderas de tormentas de fuego, cuyas temperaturas pueden superar los mil grados Celsius. Tales incendios son imparables para cualquier sistema de contención”, señalan los expertos en su declaración.

Las llamadas “tormentas de fuego” ocurren cuando los mismos incendios generan condiciones favorables para su propagación, modificando las condiciones microclimáticas de tal forma que éstas les permiten avanzar con mayor rapidez y con una alta energía. “Debido a que la masa de aire que está sobre el incendio se vuelve extremadamente caliente, ésta puede generar nubes que a su vez causan vientos y relámpagos, transportando partículas y favoreciendo la propagación de las llamas” explican en el documento.

“Los bosques esclerófilos están adaptados a periodos secos, sin embargo, esta sequía sin precedentes y el extremadamente seco año 2019 han llevado a los bosques a un cambio abrupto de estado en el verano 2020, donde gran parte de la copa de los árboles se encuentran secas” señala Alejandro Miranda, investigador del (CR)2 y del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación de la Universidad de la Frontera. “A pesar de que una potencial recuperación de este ecosistema es posible, todo ese material seco de hojas y ramas incrementa el peligro de incendios, por la gran acumulación de combustible en el piso y en la parte aérea del bosque, amenazando la biodiversidad que sustentan y potencialmente generando incendios de grandes dimensiones”.

Para apoyar a la comunidad, los investigadores y organizaciones también entregaron una serie de recomendaciones que podrían mitigar una eventual crisis producto de estos incendios. Entre éstas, se encuentran reforzar tempranamente los planes de prevención y coordinación para proteger la infraestructura crítica, así como también implementar un plan de comunicación y educación a la ciudadanía residente de sectores rurales de la zona centro del país, que considere protocolos de evacuación y áreas seguras en caso de grandes incendios.

Finalmente, hicieron un llamado a constituir un consejo asesor que considere la participación de actores del sector público y privado, y que permita analizar y trabajar coordinadamente en las estrategias necesarias para enfrentar el alto riesgo de incendios en las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, así como también gatillar una respuesta temprana a los impactos de los incendios, que incluya el destino de recursos para este tema.

La agrupación a cargo del llamado incluye a académicos y representantes de más de 10 universidades, 4 centros de estudio, 4 organismos estatales y 6 organizaciones de la sociedad civil, tales como Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES; Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Greenpeace; CONAF; Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA; Servicio Agrícola Ganadero, entre otras. La declaración ha sido respaldada por más de cien profesionales, incluido el recién electo Premio Nacional de Ciencias, Francisco Bozinovic.

“Es muy importante que estemos atentos y sepamos que puede haber una tormenta de fuego. Sin embargo, también es fundamental mantener la calma y hacer esta advertencia, justamente, para que las instituciones y la ciudadanía puedan contribuir a su prevención. En ese contexto, es muy relevante que CONAF disponga de los recursos económicos y humanos para enfrentar de la mejor manera estos eventuales incendios. Iniciativas como el nuevo incentivo de dicha institución que incluye reforestar en áreas incendiadas, aportando presupuesto al manejo de los bosques cafés, va en la dirección correcta”, señala Cecilia Smith, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de Los Lagos.

Fuente: Mesa Multisectorial por el Bosque Esclerófilo y Comunicaciones CAPES

La “flexible” vida del monito del Monte en los bosques degradados de la Patagonia

Investigadores de la Universidad Católica de Chile y la Universidad de Comahue en Argentina, estudiaron los hábitos de nidificación de este pequeño marsupial, cuya elección de casa podría estar sujeta a la disponibilidad de cavidades al interior de los árboles del bosque templado.

El monito del monte (Dromiciops gliroides) es una de las criaturas más peculiares del bosque patagónico. Endémico de su hábitat, cumple roles vitales para el funcionamiento de los ecosistemas donde convive, ya sea como dispersor de semillas, depredador, o presa de animales amenazados.

Sin embargo, continuos cambios en la composición de estos bosques producto de la degradación, han forzado a este pequeño marsupial a acomodar paulatinamente sus hábitos de vivienda, como atestiguó un estudio recientemente publicado en la revista Austral Ecology.

Mediante el uso de observaciones en terrero y revisión de literatura científica, los investigadores María Soledad Vásquez, José Tomás Ibarra y Tomás Altamirano reunieron y agruparon información sobre las elecciones de residencia del monito, concluyendo que éstas se ajustan a la disponibilidad de cavidades presentes en los árboles.

El estudio reveló que, en bosques antiguos, donde el follaje y la mezcla entre árboles viejos y jóvenes es mayor, estos marsupiales anidan el 50% de las veces en cavidades creadas al interior de los troncos, a diferencia de bosques con menor diversidad etárea, donde la cifra de hallazgos se reduce a un 25%.

“Según nuestra experiencia, el monito del Monte es una especie muy flexible en cuanto a los sustratos que utiliza para nidificar”, explica José Tomás Ibarra, investigador de Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC, y uno de los autores del paper.

Esta flexibilidad se manifiesta tanto al momento de elegir la ubicación de sus nidos como también en los materiales que elige para su construcción. Según los investigadores, “esta amplitud de nichos para vivir puede ser un aspecto central de la capacidad de la especie para sobrevivir y explotar recursos en ambientes heterogéneos”.

Actualmente, los bosques de la Patagonia son víctimas de una rápida degradación causada por la actividad forestal y el impacto del cambio climático en la región, limitando la presencia de cavidades para la nidificación, e impidiéndole al monito aprovechar las ventajas asociadas a este tipo de construcciones, como la mantención de un microclima óptimo o mayor resguardo frente al clima y los depredadores.

En áreas donde este recurso es limitado, el monito del Monte parece hacer encontrado una alternativa para poder lidiar con la progresiva fragmentación de su hábitat, nidificando fuera de cavidades e incluso utilizando nidos artificiales, lo que en opinión de los autores reflejaría un comportamiento flexible que podría esencial para la sobrevivencia de la especie.

El trabajo es parte de un proyecto de 12 años que Vásquez, Ibarra y Altamirano llevan a cabo sobre la ecología de los vertebrados nidificadores de cavidades en el bosque templado andino. “Este proyecto nos ha enseñado que el monito del Monte es quizás el depredador más voraz y, por tanto, el que mejor regula las poblaciones de aves en el bosque”, comenta Ibarra. “Hemos visto que depreda nido de aves pequeñas como el Rayadito, pero también se atreve a meterse en cavidades de rapaces, en algunos casos pudiendo tomársela, reproducirse o hibernar en ellas”, detalla.

Para el académico del Campus Villarrica de la Universidad Católica, hablar de este marsupial es hablar de una de las especies más singulares de vertebrados del bosque templado, y asegura que con los estudios a largo plazo que se están realizando, se encontrarán otros motivos por lo que es una pieza clave dentro de la conservación. “El monito del Monte seguramente tiene distintos roles que recién estamos empezando a conocer”, concluye Ibarra. De ahí, comenta, la importancia de conocer más su forma de vida.



Foto cortesía de José Luis Celis