Reserva Las Chinchillas: la larga marcha de un ecosistema resiliente

Creada en 1983, las 4,200 hectáreas que comprenden esta área silvestre protegida son hogar del estudio ecológico de largo plazo más grande en ejecución. Los casi 33 años de datos acumulados a la fecha, revelan la importancia que estos monitoreos tienen para el conocimiento de los sistemas biológicos y sus cambios en el tiempo.

Hace poco más de dos años, durante uno de sus transectos matutinos por las escarpadas quebradas de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la IV Región, Boris Saavedra se encontró de pronto con una vieja conocida.

Posada sobre una roca, completamente ajena a la presencia del guardarques, una iguana chilena (Callopistes maculatus) recibía impávida el sol de la mañana.

Era el primer avistamiento de este lagarto en casi un lustro de observaciones. Un período particularmente seco, iniciado en 2012, había eliminado cualquier rastro de la especie al interior de la reserva, al punto de hacerle creer al personal de CONAF encargado de administrarla que el reinado de la iguana en esta importante área protegida había vivido ya sus últimos días.

Y, sin embargo, ahí estaba nuevamente. Convocado por un súbito período de precipitaciones –de los que cada vez hay menos en esta zona del país– el reptil endémico más grande de Chile se dejaba ver, y registrar, por un par de ojos humanos.

Aun cuando detectar la presencia –o ausencia– de la iguana chilena en la reserva no se encuentra entre las obligaciones de Saavedra, este tipo de hallazgos es un ejemplo de la importancia del registro y seguimiento de ecosistemas como éste durante años, e incluso décadas, para entender su comportamiento y características.

“Cualquier investigador que hubiese estudiado a la iguana durante esos 4 o 5 años, un lapso de tiempo más que suficiente para un proyecto de investigación en Chile, habría consignado que esta especie simplemente no era parte del ecosistema de la reserva” explica Sergio Silva, doctor en Ecología de la Universidad Católica de Chile. “Es gracias a los seguimientos de más larga data que podemos entender que la presencia de la iguana chilena, y de otras especies, en Las Chinchillas, fluctúa de acuerdo a la abundancia o escasez de ciertos recursos”.

Tanto Silva como Saavedra forman parte de un equipo de investigación con más de 33 años registrando y analizando las poblaciones de vertebrados al interior de Las Chinchillas, en el estudio de largo plazo más longevo del país actualmente en curso.

El fruto de su trabajo no sólo ha servido de base para múltiples investigaciones derivadas, sino que ha permitido conocer con lujo de detalle la marcha de un ecosistema sometido a diversas presiones ambientales a lo largo del tiempo, documentando su historia y la de los organismos que lo habitan.

Datos en terreno

La historia de los estudios de largo plazo en la Reserva Nacional Las Chinchillas comienza cuatro años después de su creación, en 1987, cuando los ecólogos Fabián Jaksic y Jaime Jiménez iniciaron un proyecto de investigación patrocinado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y la World Wildlife Fund (WWF), destinado a monitorear las poblaciones de diversos vertebrados en la zona.

Hoy, el trabajo implica el conteo y registro de buena parte de las especies animales que habitan esa área de 4 200 hectáreas, repartidas a lo largo de un sistema de quebradas que unen la cordillera de Los Andes por el este y la cordillera de la Costa por el oeste. Estas quebradas albergan pequeños microambientes donde la vida, si bien constreñida a nivel de espacio y recursos, abunda.

Silva, integrado al proyecto en 1995, detalla la diversidad de especies monitoreadas: “El proyecto estudia la poblaciones e interacciones de aves diurnas, rapaces nocturnos, micro mamíferos (roedores y marsupiales) y depredadores terrestres como el zorro, el puma y el gato colocolo, recientemente detectado”.

Entre los datos que se recogen de cada especie, los investigadores y guardaparques asociados al proyecto identifican su número y fluctuación estacional a través de censos y muestreos, así como el sexo, tamaño y estado de reproducción de roedores.

“Tenemos la información de sus números y su fluctuación en el tiempo. Hacemos cuatro muestreos anuales, uno por estación, consignando el número de aves, depredadores y micro mamíferos presentes. Siempre se hace el mismo trabajo, a la misma hora, y con los mismos investigadores” señala Silva.

La metodología detrás de estos monitoreos varía de comunidad en comunidad, pero en conjunto demanda altas cuotas de constancia y dedicación. Cada mes, Saavedra, Silva, y el biólogo y asistente del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), Enrique Silva, recorren los 17 kilómetros que separan Las Chinchillas de su ciudad más cercana, Illapel, para recoger muestras de fecas y egagrópilas con el fin de identificar la composición dietaria de los depredadores de la zona, y así estimar indirectamente la cantidad de microfauna del lugar.

Otro método más directo para el conteo de micro mamíferos –chinchilla, cururo, degú y otros– es la instalación de trampas en zonas estratégicas de la reserva. Durante cuatro o cinco días de otoño, invierno, primavera y verano, los investigadores revisan las 98 trampas (no letales) distribuidas en dos grillas de media hectárea de extensión, una ubicada en la ladera norte de la Quebrada del Cobre (un sector a poco más de dos kilómetros de la entrada a Las Chinchillas), y otra en la ladera sur.

Durante esos días, Saavedra y compañía identifican el número de roedores que caen en las trampas, anotando su especie, tamaño y otras características, para luego etiquetarlos con un código que permite evitar la sobrestimación en el conteo.

Con la fauna más esquiva, las técnicas de seguimiento descansan más en la observación: “En el caso de las aves, contamos con puntos de observación dentro de la reserva en los sectores de El Grillo y El Cobre” explica Sergio Silva. “Estos puntos de observación tienen un radio de 50 metros, donde escuchamos y vemos todas las aves que podemos durante 5 minutos. De esta forma, podemos estimar el número mínimo de individuos presentes”. Actualmente, la Reserva es ya sea hogar o estación de paso de 75 especies de aves.

En cuanto a los depredadores, los miembros del equipo realizan observaciones diarias a través transectos de dos o tres kms, anotando sus hallazgos. Para los más grandes, suelen ser útiles las cámaras trampa: “Es una buena herramienta que se está utilizando bastante y que ha permitido identificar especies que antes no era posible identificar, como el puma o el colocolo, o el gato andino para el norte”, cuenta Saavedra.

Fuente inagotable de información

Con más de 30 años de seguimientos en terreno, Silva, Silva y Saavedra han realizado más 100 muestreos trimestrales y analizado más de 35.000 individuos de distintas especies, tanto vegetales como animales.

Toda esa información es eventualmente ingresada a una base de datos que contiene lo recabado a lo largo todo el proyecto, desde sus inicios en 1987, hasta este último verano. Posiblemente, se trata del registro ecológico más completo y extendido sobre un ecosistema en Chile.

Esta base, y el trabajo realizado en el contexto de su proyecto, ha servido como una fuente inagotable de nuevo conocimiento científico, especialmente referido a la capacidad de adaptación de las comunidades ante largos períodos de escasez de agua y alimentos, motivados en buena parte por ciclos de sequía y la influencia progresiva del cambio climático.

Enrique Silva da un ejemplo: “Entre otras cosas, hemos descubierto cómo los zorros que habitan la reserva han aprendido a comer conejos ante el descenso en el número de roedores nativos, pudiendo determinar que, a partir de un n número de roedores por hectárea, el zorro empieza incluso a alimentarse de semillas, es decir, adapta su dieta a su disponibilidad de alimento”.

“A nivel de conocimiento nuevo, se ha logrado saber qué tan elásticos son estos sistemas” añade Sergio Silva, “cómo son capaces de funcionar a pesar de todas las restricciones que impone hoy el cambio climático. Estos ecosistemas están funcionando: se comprimen y se acomodan. A veces una especie puede desaparecer de la película, al punto que uno cree que no van volver, y de pronto hay un período de bonanza y estas especies vuelven a llegar al sistema y el sistema vuelve a reacomodarse”.

Fabián Jaksic, director del proyecto, concuerda: “La importancia primaria de los estudios de largo plazo es la generación de conocimiento que no es posible extraer a partir de experimentos acotados en el tiempo. Éstos constituyen una fuente de información estandarizada para analizar el funcionamiento de sistemas ecológicos y sus respuestas frente a fluctuaciones de diferente amplitud y frecuencia, así como para desarrollar investigaciones en base a nuevas hipótesis”.

A la fecha, esas nuevas investigaciones se han convertido en 14 tesis de pre y postgrado en el área, las cuales han generado más de 60 publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Desde los primeros trabajos de Jaime Jiménez (1987) sobre los métodos de trampeo más efectivos para la chinchilla, hasta los esfuerzos de Matías Arim para entender cómo las cadenas tróficas son alteradas por la disponibilidad de recursos (2007), pasando por el estudio del investigador CAPES Mauricio Lima, quien analizó con detalle las dinámicas demográficas de los micro mamíferos de la región (especialmente marsupiales) (2001).

La reserva, fortalezas y amenazas

Pero los beneficios de este proyecto no sólo se limitan al ámbito científico. Pablo Povea, encargado de áreas silvestres de la Provincia de Choapa y de la administración de Las Chinchillas, reconoce el aporte que ha significado el estudio para los esfuerzos de conservación que allí se realizan. “A veces es complejo trabajar con investigadores. Muchos ocupan la reserva para sus trabajos en terreno, y luego se van sin dejar nada, pero éste no ha sido el caso” afirma. “Se produce mucho intercambio de información con los investigadores, quienes nos facilitan todo el material que publican”.

“Hemos ganado la confianza de la CONAF” confirma Sergio Silva, “Hemos logrado trabajar de una manera mancomunada, y ellos se apoyan mucho en nosotros. Nos invitan a charlas y nosotros los asesoramos técnicamente en diversos proyectos. Cualquier iniciativa que se efectúa en la reserva, como sus planes de manejo, se apoyan en nuestros datos, asegurando la efectividad de estos esfuerzos”.

Y hasta ahora, dichos esfuerzos han valido la pena. Creada en 1983, Las Chinchillas fue originalmente creada para resguardar la fauna nativa que poblaba la zona, especialmente la del peludo roedor al que debe su nombre. El año de su instalación, apenas 1 500 ejemplares de chinchilla de cola larga (Chinchilla lanígera) quedaban en la reserva, diezmada por décadas de caza indiscriminada a raíz del alto valor de su piel. Hoy, se estima que su población ronda entre los 9 mil a 12 mil individuos.

“La reserva es el único lugar donde la chinchilla silvestre se mantiene protegida”, nos cuenta Ian Araya, uno de sus guardaparques, mientras recorremos junto a él el nocturama que simula el horario de actividad predilecto de esta especie. La muestra también incluye ejemplares de la chinchilla de cola corta (Chinchilla chinchilla), la otra especie de chinchilla presente en Chile (aunque ubicada algo más al norte), y la chinchilla de criadero, además de degús, cururos y yacas.

La reserva recibe alrededor de 3 500 visitantes al año, cifra que, aunque significativa, aún es baja en comparación con otros parques y reservas de la zona norte-centro. De ellos, el 15% son extranjeros y una gran parte corresponde a colegios y delegaciones universitarias.

“Las Chinchillas se enorgullece de hacer mucha educación ambiental”, señala Povea, “Regularmente generados actividades para los niños de dos colegios rurales de la zona, Las Chinchillas de Cocou y Matancilla. Durante los paseos y charlas que hacemos, los niños (casi todos en situación de vulnerabilidad) aprenden haciendo y lo pasan muy bien. Los guardaparques les enseñan, y a ellos les fascina cuando los ven llegar”. No por nada la reserva es reconocida como aula complementaria por el Ministerio de Educación.

Sin embargo, pese al aporte que representa la reserva para la protección y cuidado de la biodiversidad local, ésta no se haya exenta de problemas o amenazas. Junto a la reserva se asientan distintos proyectos mineros (plantas de áridos, mayoritariamente), las cuales generan desechos y contaminación acústica que ahuyenta y molesta a las aves y chinchillas cercanas, sin contar que muchas de estas instalaciones generan fuego y, por tanto, un alto riesgo de incendios.

“Aun cuando hacemos patrullaje por las áreas aledañas –y por los 58 postes eléctricos al interior del terreno– es muy difícil mantener protegido en todo momento el perímetro completo de la reserva, por lo que la posibilidad de un incendio está siempre presente” comenta Povea, quien también cita al ganado y los perros callejeros como otro problema a solucionar.

El avance del desierto

La amenaza del fuego también se incrementa por causa de otro factor que, de un tiempo a esta parte, empieza a ser determinante para la estabilidad de la reserva y de la vida que contiene: la desertificación provocada por el cambio climático y la actividad humana.

“En los últimos diez años ha mermado el agua y con ella los avistamientos de especies, incluso de insectos como la vinchuca” explica Ian Araya. “Toda la cadena trófica ha sufrido. A estas alturas del año (diciembre), por ejemplo, debería haber más aves, pero éstas no han llegado. Lo mismo pasa con el matorral que caracteriza a la zona”.
“Los quillayes están secos, lo mismo los espinos y los litres”, suma Povea.

“Uno ve, con cada visita, cómo se ha ido secando la vegetación asociada a ambientes más húmedos, que básicamente está constituida por vegetación esclerófila” ahonda Silva. No lo estamos evaluando, pero empíricamente eso nos indica que la reserva y todos los sistemas de quebrada de la IV Región están pasando por este proceso. Tu entras a quebradas que antes eran verdes y ahora las ves amarillas, porque se están secando los árboles”.

Otra evidencia del avance progresivo del desierto en la zona es la presencia de especies nunca vistas hace 5, 10 años, dice Silva. “A la reserva han llegado especies como el picaflor del norte o la tenca de alas blancas, que normalmente no deberían aparecer en estas latitudes”.

Para el ecólogo, la Región de Coquimbo representa una paradoja propia de la actitud del hombre hacia la naturaleza. “Es la región que, en términos de biodiversidad vegetal, es la más rica del país. Aquí habitan alrededor de 1 500 especies vegetales nativas, y el 53% de esa vegetación es endémica de la región. Y, sin embargo, aun sabiendo desde hace 20 años que la región presenta escasez crítica de agua, tú ves cómo se lotean franjas de apenas 2 kms. de ancho que sirven de conectores para especies animales y vegetales, que son fundamentales para la conservación de la biodiversidad”.

“La gente no comprende que la reserva, y quienes cuidamos su patrimonio estamos, literalmente, intentando parar el desierto”, concluye.

Para saber más sobre la Reserva Nacional de las Chinchillas, visita su página de Facebook.

Reserva Las Chinchillas: la larga marcha de un ecosistema resiliente

Creada en 1983, las 4,200 hectáreas que comprenden esta área silvestre protegida son hogar del estudio ecológico de largo plazo más grande en ejecución. Los casi 33 años de datos acumulados a la fecha, revelan la importancia que estos monitoreos tienen para el conocimiento de los sistemas biológicos y sus cambios en el tiempo.

Hace poco más de dos años, durante uno de sus transectos matutinos por las escarpadas quebradas de la Reserva Nacional Las Chinchillas, en la IV Región, Boris Saavedra se encontró de pronto con una vieja conocida.

Posada sobre una roca, completamente ajena a la presencia del guardarques, una iguana chilena (Callopistes maculatus) recibía impávida el sol de la mañana.

Era el primer avistamiento de este lagarto en casi un lustro de observaciones. Un período particularmente seco, iniciado en 2012, había eliminado cualquier rastro de la especie al interior de la reserva, al punto de hacerle creer al personal de CONAF encargado de administrarla que el reinado de la iguana en esta importante área protegida había vivido ya sus últimos días.

Y, sin embargo, ahí estaba nuevamente. Convocado por un súbito período de precipitaciones –de los que cada vez hay menos en esta zona del país– el reptil endémico más grande de Chile se dejaba ver, y registrar, por un par de ojos humanos.

Aun cuando detectar la presencia –o ausencia– de la iguana chilena en la reserva no se encuentra entre las obligaciones de Saavedra, este tipo de hallazgos es un ejemplo de la importancia del registro y seguimiento de ecosistemas como éste durante años, e incluso décadas, para entender su comportamiento y características.

“Cualquier investigador que hubiese estudiado a la iguana durante esos 4 o 5 años, un lapso de tiempo más que suficiente para un proyecto de investigación en Chile, habría consignado que esta especie simplemente no era parte del ecosistema de la reserva” explica Sergio Silva, doctor en Ecología de la Universidad Católica de Chile. “Es gracias a los seguimientos de más larga data que podemos entender que la presencia de la iguana chilena, y de otras especies, en Las Chinchillas, fluctúa de acuerdo a la abundancia o escasez de ciertos recursos”.

Tanto Silva como Saavedra forman parte de un equipo de investigación con más de 33 años registrando y analizando las poblaciones de vertebrados al interior de Las Chinchillas, en el estudio de largo plazo más longevo del país actualmente en curso.

El fruto de su trabajo no sólo ha servido de base para múltiples investigaciones derivadas, sino que ha permitido conocer con lujo de detalle la marcha de un ecosistema sometido a diversas presiones ambientales a lo largo del tiempo, documentando su historia y la de los organismos que lo habitan.

Datos en terreno

La historia de los estudios de largo plazo en la Reserva Nacional Las Chinchillas comienza cuatro años después de su creación, en 1987, cuando los ecólogos Fabián Jaksic y Jaime Jiménez iniciaron un proyecto de investigación patrocinado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) y la World Wildlife Fund (WWF), destinado a monitorear las poblaciones de diversos vertebrados en la zona.

Hoy, el trabajo implica el conteo y registro de buena parte de las especies animales que habitan esa área de 4 200 hectáreas, repartidas a lo largo de un sistema de quebradas que unen la cordillera de Los Andes por el este y la cordillera de la Costa por el oeste. Estas quebradas albergan pequeños microambientes donde la vida, si bien constreñida a nivel de espacio y recursos, abunda.

Silva, integrado al proyecto en 1995, detalla la diversidad de especies monitoreadas: “El proyecto estudia la poblaciones e interacciones de aves diurnas, rapaces nocturnos, micro mamíferos (roedores y marsupiales) y depredadores terrestres como el zorro, el puma y el gato colocolo, recientemente detectado”.

Entre los datos que se recogen de cada especie, los investigadores y guardaparques asociados al proyecto identifican su número y fluctuación estacional a través de censos y muestreos, así como el sexo, tamaño y estado de reproducción de roedores.

“Tenemos la información de sus números y su fluctuación en el tiempo. Hacemos cuatro muestreos anuales, uno por estación, consignando el número de aves, depredadores y micro mamíferos presentes. Siempre se hace el mismo trabajo, a la misma hora, y con los mismos investigadores” señala Silva.

La metodología detrás de estos monitoreos varía de comunidad en comunidad, pero en conjunto demanda altas cuotas de constancia y dedicación. Cada mes, Saavedra, Silva, y el biólogo y asistente del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), Enrique Silva, recorren los 17 kilómetros que separan Las Chinchillas de su ciudad más cercana, Illapel, para recoger muestras de fecas y egagrópilas con el fin de identificar la composición dietaria de los depredadores de la zona, y así estimar indirectamente la cantidad de microfauna del lugar.

Otro método más directo para el conteo de micro mamíferos –chinchilla, cururo, degú y otros– es la instalación de trampas en zonas estratégicas de la reserva. Durante cuatro o cinco días de otoño, invierno, primavera y verano, los investigadores revisan las 98 trampas (no letales) distribuidas en dos grillas de media hectárea de extensión, una ubicada en la ladera norte de la Quebrada del Cobre (un sector a poco más de dos kilómetros de la entrada a Las Chinchillas), y otra en la ladera sur.

Durante esos días, Saavedra y compañía identifican el número de roedores que caen en las trampas, anotando su especie, tamaño y otras características, para luego etiquetarlos con un código que permite evitar la sobrestimación en el conteo.

Con la fauna más esquiva, las técnicas de seguimiento descansan más en la observación: “En el caso de las aves, contamos con puntos de observación dentro de la reserva en los sectores de El Grillo y El Cobre” explica Sergio Silva. “Estos puntos de observación tienen un radio de 50 metros, donde escuchamos y vemos todas las aves que podemos durante 5 minutos. De esta forma, podemos estimar el número mínimo de individuos presentes”. Actualmente, la Reserva es ya sea hogar o estación de paso de 75 especies de aves.

En cuanto a los depredadores, los miembros del equipo realizan observaciones diarias a través transectos de dos o tres kms, anotando sus hallazgos. Para los más grandes, suelen ser útiles las cámaras trampa: “Es una buena herramienta que se está utilizando bastante y que ha permitido identificar especies que antes no era posible identificar, como el puma o el colocolo, o el gato andino para el norte”, cuenta Saavedra.

Fuente inagotable de información

Con más de 30 años de seguimientos en terreno, Silva, Silva y Saavedra han realizado más 100 muestreos trimestrales y analizado más de 35.000 individuos de distintas especies, tanto vegetales como animales.

Toda esa información es eventualmente ingresada a una base de datos que contiene lo recabado a lo largo todo el proyecto, desde sus inicios en 1987, hasta este último verano. Posiblemente, se trata del registro ecológico más completo y extendido sobre un ecosistema en Chile.

Esta base, y el trabajo realizado en el contexto de su proyecto, ha servido como una fuente inagotable de nuevo conocimiento científico, especialmente referido a la capacidad de adaptación de las comunidades ante largos períodos de escasez de agua y alimentos, motivados en buena parte por ciclos de sequía y la influencia progresiva del cambio climático.

Enrique Silva da un ejemplo: “Entre otras cosas, hemos descubierto cómo los zorros que habitan la reserva han aprendido a comer conejos ante el descenso en el número de roedores nativos, pudiendo determinar que, a partir de un n número de roedores por hectárea, el zorro empieza incluso a alimentarse de semillas, es decir, adapta su dieta a su disponibilidad de alimento”.

“A nivel de conocimiento nuevo, se ha logrado saber qué tan elásticos son estos sistemas” añade Sergio Silva, “cómo son capaces de funcionar a pesar de todas las restricciones que impone hoy el cambio climático. Estos ecosistemas están funcionando: se comprimen y se acomodan. A veces una especie puede desaparecer de la película, al punto que uno cree que no van volver, y de pronto hay un período de bonanza y estas especies vuelven a llegar al sistema y el sistema vuelve a reacomodarse”.

Fabián Jaksic, director del proyecto, concuerda: “La importancia primaria de los estudios de largo plazo es la generación de conocimiento que no es posible extraer a partir de experimentos acotados en el tiempo. Éstos constituyen una fuente de información estandarizada para analizar el funcionamiento de sistemas ecológicos y sus respuestas frente a fluctuaciones de diferente amplitud y frecuencia, así como para desarrollar investigaciones en base a nuevas hipótesis”.

A la fecha, esas nuevas investigaciones se han convertido en 14 tesis de pre y postgrado en el área, las cuales han generado más de 60 publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Desde los primeros trabajos de Jaime Jiménez (1987) sobre los métodos de trampeo más efectivos para la chinchilla, hasta los esfuerzos de Matías Arim para entender cómo las cadenas tróficas son alteradas por la disponibilidad de recursos (2007), pasando por el estudio del investigador CAPES Mauricio Lima, quien analizó con detalle las dinámicas demográficas de los micro mamíferos de la región (especialmente marsupiales) (2001).

La reserva, fortalezas y amenazas

Pero los beneficios de este proyecto no sólo se limitan al ámbito científico. Pablo Povea, encargado de áreas silvestres de la Provincia de Choapa y de la administración de Las Chinchillas, reconoce el aporte que ha significado el estudio para los esfuerzos de conservación que allí se realizan. “A veces es complejo trabajar con investigadores. Muchos ocupan la reserva para sus trabajos en terreno, y luego se van sin dejar nada, pero éste no ha sido el caso” afirma. “Se produce mucho intercambio de información con los investigadores, quienes nos facilitan todo el material que publican”.

“Hemos ganado la confianza de la CONAF” confirma Sergio Silva, “Hemos logrado trabajar de una manera mancomunada, y ellos se apoyan mucho en nosotros. Nos invitan a charlas y nosotros los asesoramos técnicamente en diversos proyectos. Cualquier iniciativa que se efectúa en la reserva, como sus planes de manejo, se apoyan en nuestros datos, asegurando la efectividad de estos esfuerzos”.

Y hasta ahora, dichos esfuerzos han valido la pena. Creada en 1983, Las Chinchillas fue originalmente creada para resguardar la fauna nativa que poblaba la zona, especialmente la del peludo roedor al que debe su nombre. El año de su instalación, apenas 1 500 ejemplares de chinchilla de cola larga (Chinchilla lanígera) quedaban en la reserva, diezmada por décadas de caza indiscriminada a raíz del alto valor de su piel. Hoy, se estima que su población ronda entre los 9 mil a 12 mil individuos.

“La reserva es el único lugar donde la chinchilla silvestre se mantiene protegida”, nos cuenta Ian Araya, uno de sus guardaparques, mientras recorremos junto a él el nocturama que simula el horario de actividad predilecto de esta especie. La muestra también incluye ejemplares de la chinchilla de cola corta (Chinchilla chinchilla), la otra especie de chinchilla presente en Chile (aunque ubicada algo más al norte), y la chinchilla de criadero, además de degús, cururos y yacas.

La reserva recibe alrededor de 3 500 visitantes al año, cifra que, aunque significativa, aún es baja en comparación con otros parques y reservas de la zona norte-centro. De ellos, el 15% son extranjeros y una gran parte corresponde a colegios y delegaciones universitarias.

“Las Chinchillas se enorgullece de hacer mucha educación ambiental”, señala Povea, “Regularmente generados actividades para los niños de dos colegios rurales de la zona, Las Chinchillas de Cocou y Matancilla. Durante los paseos y charlas que hacemos, los niños (casi todos en situación de vulnerabilidad) aprenden haciendo y lo pasan muy bien. Los guardaparques les enseñan, y a ellos les fascina cuando los ven llegar”. No por nada la reserva es reconocida como aula complementaria por el Ministerio de Educación.

Sin embargo, pese al aporte que representa la reserva para la protección y cuidado de la biodiversidad local, ésta no se haya exenta de problemas o amenazas. Junto a la reserva se asientan distintos proyectos mineros (plantas de áridos, mayoritariamente), las cuales generan desechos y contaminación acústica que ahuyenta y molesta a las aves y chinchillas cercanas, sin contar que muchas de estas instalaciones generan fuego y, por tanto, un alto riesgo de incendios.

“Aun cuando hacemos patrullaje por las áreas aledañas –y por los 58 postes eléctricos al interior del terreno– es muy difícil mantener protegido en todo momento el perímetro completo de la reserva, por lo que la posibilidad de un incendio está siempre presente” comenta Povea, quien también cita al ganado y los perros callejeros como otro problema a solucionar.

El avance del desierto

La amenaza del fuego también se incrementa por causa de otro factor que, de un tiempo a esta parte, empieza a ser determinante para la estabilidad de la reserva y de la vida que contiene: la desertificación provocada por el cambio climático y la actividad humana.

“En los últimos diez años ha mermado el agua y con ella los avistamientos de especies, incluso de insectos como la vinchuca” explica Ian Araya. “Toda la cadena trófica ha sufrido. A estas alturas del año (diciembre), por ejemplo, debería haber más aves, pero éstas no han llegado. Lo mismo pasa con el matorral que caracteriza a la zona”.
“Los quillayes están secos, lo mismo los espinos y los litres”, suma Povea.

“Uno ve, con cada visita, cómo se ha ido secando la vegetación asociada a ambientes más húmedos, que básicamente está constituida por vegetación esclerófila” ahonda Silva. No lo estamos evaluando, pero empíricamente eso nos indica que la reserva y todos los sistemas de quebrada de la IV Región están pasando por este proceso. Tu entras a quebradas que antes eran verdes y ahora las ves amarillas, porque se están secando los árboles”.

Otra evidencia del avance progresivo del desierto en la zona es la presencia de especies nunca vistas hace 5, 10 años, dice Silva. “A la reserva han llegado especies como el picaflor del norte o la tenca de alas blancas, que normalmente no deberían aparecer en estas latitudes”.

Para el ecólogo, la Región de Coquimbo representa una paradoja propia de la actitud del hombre hacia la naturaleza. “Es la región que, en términos de biodiversidad vegetal, es la más rica del país. Aquí habitan alrededor de 1 500 especies vegetales nativas, y el 53% de esa vegetación es endémica de la región. Y, sin embargo, aun sabiendo desde hace 20 años que la región presenta escasez crítica de agua, tú ves cómo se lotean franjas de apenas 2 kms. de ancho que sirven de conectores para especies animales y vegetales, que son fundamentales para la conservación de la biodiversidad”.

“La gente no comprende que la reserva, y quienes cuidamos su patrimonio estamos, literalmente, intentando parar el desierto”, concluye.

Para saber más sobre la Reserva Nacional de las Chinchillas, visita su página de Facebook.

Loretto Contreras es doblemente reconocida por la U. Andrés Bello

La Universidad premió a la investigadora CAPES tanto por su contribución al desarrollo de la ciencia en dicha universidad, como a su posicionamiento institucional en materia de vinculación.

Esta semana, la Universidad Andrés Bello (UNAB) galardonó por partida doble a la destacada investigadora e integrante de la Línea 1 de CAPES, Loretto Contreras, tanto por su contribución al desarrollo de la ciencia en dicha universidad, como a su posicionamiento institucional en materia de vinculación.

En una primera ceremonia, celebrada el pasado viernes 24 de enero, la Dirección de Vinculación con el Medio de la UNAB premió a la doctora en Microbiología y Genética Molecular de la PUC por su trabajo realizado como directora del proyecto “Estudio de plástico y su procedencia en el intermareal y submareal de Quintay”, que tuvo por misión colaborar en la limpieza y recolección de plásticos en esta localidad, además de entregar conceptos sobre conservación y limpieza ambiental a la comunidad de la zona mediante múltiples jornadas de educación.

El proyecto contó con la participación de más de 60 estudiantes de las carreras de Biología Marina y Administración en Ecoturismo de UNAB, ex alumnos de la casa de estudios, empresas, y la Fundación Plastic Oceans.

Luego, este jueves 30 de enero, fue el turno de la Vicerrectoría de Investigación y Doctorado de la Universidad, la cual confirió a la Dra. Contreras el premio “Conectar-Innovar-Liderar”, por su aporte al posicionamiento y liderazgo de la UNAB en su pilar estratégico de investigación, innovación y emprendimiento.

“Estos reconocimientos me llenan de orgullo” declaró la investigadora, “no solo personal sino también por los investigadores y estudiantes que trabajan conmigo día a día. La innovación y el trabajo ambiental con comunidades costeras son de las actividades de investigación y además de vinculación que motivan mi trabajo día a día, tal como la conexión con los estudiantes de las carreras que dirijo”.

Sobre la importancia de premiar y reconocer el trabajo que realizan los y las investigadoras que trabajan en las distintas instituciones científicas y académicas del país, sin los cuales la generación de nuevo conocimiento no podría suceder, la bióloga comentó que este tipo de reconocimiento “deben siempre estar presentes en todas las actividades que se realizan en la academia, especialmente sectorizadas en áreas particulares para que aumente el reconocimiento académico”.

“Tengo la felicidad de haber sido reconocida en dos áreas este año, junto a otras científicas en sus áreas respectivas. Creo que las mujeres somos integrales y merecemos como también nuestros colegas recibir el espaldarazo institucional” concluyó.

Loretto Contreras es profesora titular del Departamento de Ecología y Biodiversidad de la Universidad Andrés Bello y directora de la carrera de Biología Marina y Acuicultura de dicha universidad. Su línea de investigación se centra en el estudio molecular de algas mediante métodos bioquímicos, proteómicos, transcriptómicos y metabolómicos. Sus estudios más recienten investigan los mecanismos que emplean las algas para tolerar diversos estresores de origen antropogénico presentes en sus ambientes.

Loretto Contreras es doblemente reconocida por la U. Andrés Bello

La Universidad premió a la investigadora CAPES tanto por su contribución al desarrollo de la ciencia en dicha universidad, como a su posicionamiento institucional en materia de vinculación.

Esta semana, la Universidad Andrés Bello (UNAB) galardonó por partida doble a la destacada investigadora e integrante de la Línea 1 de CAPES, Loretto Contreras, tanto por su contribución al desarrollo de la ciencia en dicha universidad, como a su posicionamiento institucional en materia de vinculación.

En una primera ceremonia, celebrada el pasado viernes 24 de enero, la Dirección de Vinculación con el Medio de la UNAB premió a la doctora en Microbiología y Genética Molecular de la PUC por su trabajo realizado como directora del proyecto “Estudio de plástico y su procedencia en el intermareal y submareal de Quintay”, que tuvo por misión colaborar en la limpieza y recolección de plásticos en esta localidad, además de entregar conceptos sobre conservación y limpieza ambiental a la comunidad de la zona mediante múltiples jornadas de educación.

El proyecto contó con la participación de más de 60 estudiantes de las carreras de Biología Marina y Administración en Ecoturismo de UNAB, ex alumnos de la casa de estudios, empresas, y la Fundación Plastic Oceans.

Luego, este jueves 30 de enero, fue el turno de la Vicerrectoría de Investigación y Doctorado de la Universidad, la cual confirió a la Dra. Contreras el premio “Conectar-Innovar-Liderar”, por su aporte al posicionamiento y liderazgo de la UNAB en su pilar estratégico de investigación, innovación y emprendimiento.

“Estos reconocimientos me llenan de orgullo” declaró la investigadora, “no solo personal sino también por los investigadores y estudiantes que trabajan conmigo día a día. La innovación y el trabajo ambiental con comunidades costeras son de las actividades de investigación y además de vinculación que motivan mi trabajo día a día, tal como la conexión con los estudiantes de las carreras que dirijo”.

Sobre la importancia de premiar y reconocer el trabajo que realizan los y las investigadoras que trabajan en las distintas instituciones científicas y académicas del país, sin los cuales la generación de nuevo conocimiento no podría suceder, la bióloga comentó que este tipo de reconocimiento “deben siempre estar presentes en todas las actividades que se realizan en la academia, especialmente sectorizadas en áreas particulares para que aumente el reconocimiento académico”.

“Tengo la felicidad de haber sido reconocida en dos áreas este año, junto a otras científicas en sus áreas respectivas. Creo que las mujeres somos integrales y merecemos como también nuestros colegas recibir el espaldarazo institucional” concluyó.

Loretto Contreras es profesora titular del Departamento de Ecología y Biodiversidad de la Universidad Andrés Bello y directora de la carrera de Biología Marina y Acuicultura de dicha universidad. Su línea de investigación se centra en el estudio molecular de algas mediante métodos bioquímicos, proteómicos, transcriptómicos y metabolómicos. Sus estudios más recienten investigan los mecanismos que emplean las algas para tolerar diversos estresores de origen antropogénico presentes en sus ambientes.

IV Encuentro CAPES concluye con énfasis en nuevo ciclo del Centro

Más de 70 investigadores, estudiantes y profesionales participaron el pasado viernes en el IV Encuentro Anual del CAPES, una instancia de reunión cuyo propósito es convocar a toda la comunidad del Centro, agrupada en sus siete líneas de investigación y su línea de Dirección, en torno a temas relacionados con el quehacer de la institución y su proyección a futuro. La versión 2020 del encuentro fue realizada en la sede Presidente Errázuriz de la Universidad Adolfo Ibáñez.

En esta oportunidad, el énfasis de las actividades y presentaciones realizadas durante la jornada estuvo puesto en los objetivos institucionales del CAPES de cara a su segundo ciclo de vida, luego de que en julio pasado se aprobara su renovación como Centro Científico y Tecnológico de Excelencia para el quinquenio 2019-2024.

Tras las palabras de bienvenida de nuestro director, Fabián Jaksic, la charla inaugural del encuentro estuvo a cargo del biólogo marino y director de Línea 5 CAPES, Stefan Gelcich, quien expuso sobre los desafíos socio ambientales del Centro en el actual contexto país, situación donde la interacción y retroalimentación entre sistemas sociales y ecológicos se vuelve cada vez más presente. “Ese paradigma”, propuso Gelcich, “no invita a innovar en la forma en que hacemos y comunicamos ciencia orientada a la sostenibilidad”.

Durante su intervención, el también investigador CESIEP y Musels planteó una nueva perspectiva de investigación que aboga por la co-creación de proyectos de sustentabilidad, capaces de generar nuevo conocimiento en conjunto con los diversos actores que intervienen en un determinado contexto socio ambiental, aceptando la existencia de múltiples saberes, basado en valores, objetivos y metas claras, y mediante un proceso de aprendizaje mutuo entre estos agentes.

Luego de esta charla llegó el turno de las presentaciones de la Línea de Dirección del Centro, a cargo de Diego Pozo, periodista miembro del Área de Comunicaciones y Extensión, y Carlos Zurita, profesor residente y director del Centro de Investigación Científica Escolar (CICE), unidad perteneciente a CAPES desde este segundo ciclo. Mientras que Pozo detalló los avances del área de Comunicaciones en estos primeros seis meses del año 6, Zurita explicó los hitos que marcaron el 2019 del CICE y sus objetivos para este año, invitando a los investigadores a colaborar con los estudiantes que integran el Centro durante sus procesos de aprendizaje.

La segunda parte de la mañana contó con la participación de los expertos en datos abiertos Daniel Sol, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CSIC); Leisy Amaya, de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, y Patricia Muñoz, de la Subdirección de Redes, estrategia y conocimiento de la ANID (ex Conicyt).

En su alocución, Sol relevó la importancia de los datos abiertos en el estudio de la ecología y las ciencias ambientales, disciplinas que se valen de grandes bases de datos para el estudio de los procesos y fenómenos naturales, y que sólo pueden entenderse desde un punto de vista “integrador y multidisciplinario”, en palabras del académico. Amaya, por su parte, repasó el estado del arte en materia de datos de biodiversidad en Chile, revelando que menos del 1% de los datos recolectados sobre diversidad biológica son, actualmente, de libre acceso. Por lo mismo, la experta instó a los investigadores a contribuir y compartir la mayor cantidad de información posible derivada de sus estudios y trabajos.

Finalmente, Patricia Muñoz presentó la propuesta de política de acceso abierto elaborada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), la cual tiene por finalidad fortalecer la democratización del acceso al conocimiento a todos los ciudadanos y ciudadanas, especialmente el generado con fondos públicos, al tiempo de disponer de estándares de transparencia mínimos, y trazabilidad de los resultados obtenidos por instrumentos de la ANID.

El bloque de la tarde, que dio fin a la jornada, estuvo destinado a una sesión plenaria moderada por el subdirector del CAPES, Francisco Bozinovic, y el director de la Línea 4 del Centro, Mauricio Lima, donde se discutieron los posibles lineamientos de la institución para el próximo año y se evaluaron potenciales proyectos de extensión y divulgación interdisciplinarios que vincularan la labor del Centro con los problemas que afectan hoy al país y a la ciudadanía.

IV Encuentro CAPES concluye con énfasis en nuevo ciclo del Centro

Más de 70 investigadores, estudiantes y profesionales participaron el pasado viernes en el IV Encuentro Anual del CAPES, una instancia de reunión cuyo propósito es convocar a toda la comunidad del Centro, agrupada en sus siete líneas de investigación y su línea de Dirección, en torno a temas relacionados con el quehacer de la institución y su proyección a futuro. La versión 2020 del encuentro fue realizada en la sede Presidente Errázuriz de la Universidad Adolfo Ibáñez.

En esta oportunidad, el énfasis de las actividades y presentaciones realizadas durante la jornada estuvo puesto en los objetivos institucionales del CAPES de cara a su segundo ciclo de vida, luego de que en julio pasado se aprobara su renovación como Centro Científico y Tecnológico de Excelencia para el quinquenio 2019-2024.

Tras las palabras de bienvenida de nuestro director, Fabián Jaksic, la charla inaugural del encuentro estuvo a cargo del biólogo marino y director de Línea 5 CAPES, Stefan Gelcich, quien expuso sobre los desafíos socio ambientales del Centro en el actual contexto país, situación donde la interacción y retroalimentación entre sistemas sociales y ecológicos se vuelve cada vez más presente. “Ese paradigma”, propuso Gelcich, “no invita a innovar en la forma en que hacemos y comunicamos ciencia orientada a la sostenibilidad”.

Durante su intervención, el también investigador CESIEP y Musels planteó una nueva perspectiva de investigación que aboga por la co-creación de proyectos de sustentabilidad, capaces de generar nuevo conocimiento en conjunto con los diversos actores que intervienen en un determinado contexto socio ambiental, aceptando la existencia de múltiples saberes, basado en valores, objetivos y metas claras, y mediante un proceso de aprendizaje mutuo entre estos agentes.

Luego de esta charla llegó el turno de las presentaciones de la Línea de Dirección del Centro, a cargo de Diego Pozo, periodista miembro del Área de Comunicaciones y Extensión, y Carlos Zurita, profesor residente y director del Centro de Investigación Científica Escolar (CICE), unidad perteneciente a CAPES desde este segundo ciclo. Mientras que Pozo detalló los avances del área de Comunicaciones en estos primeros seis meses del año 6, Zurita explicó los hitos que marcaron el 2019 del CICE y sus objetivos para este año, invitando a los investigadores a colaborar con los estudiantes que integran el Centro durante sus procesos de aprendizaje.

La segunda parte de la mañana contó con la participación de los expertos en datos abiertos Daniel Sol, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CSIC); Leisy Amaya, de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, y Patricia Muñoz, de la Subdirección de Redes, estrategia y conocimiento de la ANID (ex Conicyt).

En su alocución, Sol relevó la importancia de los datos abiertos en el estudio de la ecología y las ciencias ambientales, disciplinas que se valen de grandes bases de datos para el estudio de los procesos y fenómenos naturales, y que sólo pueden entenderse desde un punto de vista “integrador y multidisciplinario”, en palabras del académico. Amaya, por su parte, repasó el estado del arte en materia de datos de biodiversidad en Chile, revelando que menos del 1% de los datos recolectados sobre diversidad biológica son, actualmente, de libre acceso. Por lo mismo, la experta instó a los investigadores a contribuir y compartir la mayor cantidad de información posible derivada de sus estudios y trabajos.

Finalmente, Patricia Muñoz presentó la propuesta de política de acceso abierto elaborada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), la cual tiene por finalidad fortalecer la democratización del acceso al conocimiento a todos los ciudadanos y ciudadanas, especialmente el generado con fondos públicos, al tiempo de disponer de estándares de transparencia mínimos, y trazabilidad de los resultados obtenidos por instrumentos de la ANID.

El bloque de la tarde, que dio fin a la jornada, estuvo destinado a una sesión plenaria moderada por el subdirector del CAPES, Francisco Bozinovic, y el director de la Línea 4 del Centro, Mauricio Lima, donde se discutieron los posibles lineamientos de la institución para el próximo año y se evaluaron potenciales proyectos de extensión y divulgación interdisciplinarios que vincularan la labor del Centro con los problemas que afectan hoy al país y a la ciudadanía.

Stefan Gelcich obtiene destacado premio en Ciencias Oceanográficas

El Premio Rosenstiel es entregado por la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (EEUU) desde 1971, y destaca la contribución de científicas y científicos “que han demostrado logros destacados y máxima distinción en las ciencias oceanográficas”.

El académico e investigador CAPES, Dr. Stefan Gelcich, acaba de convertirse en el receptor número 46 del prestigioso Premio Rosenstiel en Ciencias Oceanográficas, entregado por la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (EEUU), y el segundo latinoamericano en recibir el reconocimiento.

El premio, otorgado desde 1971, destaca la contribución de científicas y científicos “que han demostrado logros destacados y máxima distinción en las ciencias oceanográficas”.

En su carta de comunicación, el decano de la Escuela de Ciencias Marinas, Dr. Roni Avissar, valoró la “alta calidad del trabajo interdisciplinario” del profesor Gelcich, considerándolo “un ejemplo de la docencia aplicada que tanto valoramos en la Universidad de Miami”.

Gelcich, también investigador del centro CESIEP y el Núcleo Milenio MUSSELS, declaró estar honrado y sorprendido con este reconocimiento, “en tanto se trata de un premio al que no se postula”. A su vez, valoró el hecho de que dicha distinción “celebra la contribución del académico durante sus últimos 10 años de trayectoria, y en nuestro caso, del trabajo que hemos hecho en materia de interdisciplina”.

Para él, el premio es un reconocimiento a un esfuerzo de años por parte de su equipo en pos de unificar las dimensiones sociales y ecológicas en el estudio de problemas y conflictos de carácter socio ambiental. “Todos nuestros últimos trabajos han intentado tener ese sello”.

A lo largo de su carrera, el también doctor en Manejo de Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Gales (UK) ha publicado decenas de artículos en prestigiosas revistas internacionales, tanto de ciencias sociales como naturales.

Su línea de investigación se centra en la interacción entre sistemas ecológicos y sociales en zonas costeras, la conservación y manejo sustentable de recursos marinos, y el análisis de políticas públicas orientadas al manejo de recursos naturales. Sus trabajos más recientes se centran en analizar las consecuencias sociales, económicas y biológicas de otorgar derechos de uso exclusivo a organizaciones de pescadores artesanales de pequeña escala, y nuevas formas de estudiar estas interacciones mediante la interdisciplina y la co-creación de proyectos de sustentabilidad.

Entre los investigadores anteriormente premiados con este galardón, consistente en una placa honorífica y una remuneración de US$ 5 000, se encuentran Henry Stommel, uno de los padres modernos de la oceanografía física, Klaus Wyrtki, conocido por su estudios y predicciones en torno a la corriente de El Niño, y James E. Lovelock, meteorólogo y ambientalista, conocido por ser el principal promotor de la famoso “Hipótesis Gaia”.

El último académico honrado con este premio fue climatólogo de la Universidad Técnica de California, Dr. Tapio Schneider.

Imagen cortesía de: Dirección de Comunicaciones UC

Stefan Gelcich obtiene destacado premio en Ciencias Oceanográficas

El Premio Rosenstiel es entregado por la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (EEUU) desde 1971, y destaca la contribución de científicas y científicos “que han demostrado logros destacados y máxima distinción en las ciencias oceanográficas”.

El académico e investigador CAPES, Dr. Stefan Gelcich, acaba de convertirse en el receptor número 46 del prestigioso Premio Rosenstiel en Ciencias Oceanográficas, entregado por la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (EEUU), y el segundo latinoamericano en recibir el reconocimiento.

El premio, otorgado desde 1971, destaca la contribución de científicas y científicos “que han demostrado logros destacados y máxima distinción en las ciencias oceanográficas”.

En su carta de comunicación, el decano de la Escuela de Ciencias Marinas, Dr. Roni Avissar, valoró la “alta calidad del trabajo interdisciplinario” del profesor Gelcich, considerándolo “un ejemplo de la docencia aplicada que tanto valoramos en la Universidad de Miami”.

Gelcich, también investigador del centro CESIEP y el Núcleo Milenio MUSSELS, declaró estar honrado y sorprendido con este reconocimiento, “en tanto se trata de un premio al que no se postula”. A su vez, valoró el hecho de que dicha distinción “celebra la contribución del académico durante sus últimos 10 años de trayectoria, y en nuestro caso, del trabajo que hemos hecho en materia de interdisciplina”.

Para él, el premio es un reconocimiento a un esfuerzo de años por parte de su equipo en pos de unificar las dimensiones sociales y ecológicas en el estudio de problemas y conflictos de carácter socio ambiental. “Todos nuestros últimos trabajos han intentado tener ese sello”.

A lo largo de su carrera, el también doctor en Manejo de Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Gales (UK) ha publicado decenas de artículos en prestigiosas revistas internacionales, tanto de ciencias sociales como naturales.

Su línea de investigación se centra en la interacción entre sistemas ecológicos y sociales en zonas costeras, la conservación y manejo sustentable de recursos marinos, y el análisis de políticas públicas orientadas al manejo de recursos naturales. Sus trabajos más recientes se centran en analizar las consecuencias sociales, económicas y biológicas de otorgar derechos de uso exclusivo a organizaciones de pescadores artesanales de pequeña escala, y nuevas formas de estudiar estas interacciones mediante la interdisciplina y la co-creación de proyectos de sustentabilidad.

Entre los investigadores anteriormente premiados con este galardón, consistente en una placa honorífica y una remuneración de US$ 5 000, se encuentran Henry Stommel, uno de los padres modernos de la oceanografía física, Klaus Wyrtki, conocido por su estudios y predicciones en torno a la corriente de El Niño, y James E. Lovelock, meteorólogo y ambientalista, conocido por ser el principal promotor de la famosa “Hipótesis Gaia”.

El último académico honrado con este premio fue climatólogo de la Universidad Técnica de California, Dr. Tapio Schneider.

Imagen cortesía de: Dirección de Comunicaciones UC

Presencia de CAPES en LXX Congreso Agronómico

El Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile fue sede entre el pasado 7 y 9 de enero del LXX Congreso Agronómico, que este año tuvo como tema principal la formación de agrónomos y agrónomas para la próxima década. Como cada año, la actividad fue organizada por la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC en conjunto con la Sociedad Agronómica de Chile.

En esta oportunidad, el Congreso contó con la presencia de dos representantes CAPES, los estudiantes de doctorado Victoria Madrid, perteneciente a la línea 6 de investigación: Intensificación ecológica para una agricultura sustentable, y Tomás Schoffer, miembro de la línea 1: Impactos ambientales de metales y reclamación de suelos.

Schoffer realizó una presentación en poster de los resultados del objetivo 2 de su tesis doctoral, destinado a determinar la capacidad de absorción de cobre (Cu) de la hojarasca de dos especies frutales expuestas a pesticida cúprico y con calidades de hoja contrastantes: la uva de mesa y el kiwi.

PPese a la exposición de un tema ambiental en un evento dedicado principalmente a la agronomía, el estudiante de doctorado dijo estar satisfecho con la recepción de su trabajo: “un número importante de profesionales del área de la química ambiental y de las ciencias del suelo se acercaron a mi póster. Recibí muchas preguntas, criticas para mejorar mi investigación y felicitaciones”, comentó.

Victoria Madrid, por su parte, presentó un trabajo cuyo objetivo consistía en identificar, preliminarmente, cómo la estructura del paisaje podía afectar la cantidad de aves nativas presentes en zonas forestales no productivas (ZFNP), en sistemas agrícolas de la Región de O´Higgins, modulando asimismo los potenciales servicios que éstas pueden proveer a la agricultura (como el control de plagas).

“Al evaluar cada métrica individualmente, se observó que muchas de ellas se relacionaban con la riqueza de aves, sin embargo, al observar un efecto conjunto de las variables, solo la composición de especies vegetales de las ZFNP y la cantidad de fragmentos de ZFNP parecieran estar relacionados con la riqueza de aves nativas” comentó.

Consultada sobre la recepción de su investigación, la doctorante de la línea 6 destacó el interés de la gente joven por la temática presentada, también dirigida a la conservación de especies nativas más que a temas de conservación agrícola: “Nuestro trabajo intentaba resaltar la importancia de la conservación y restauración de zonas forestales en paisajes agrícolas, apuntando a considerar los potenciales beneficios para la agricultura que pueden tener las especies y comunidades nativas que habitan estas zonas. Actualmente seguimos trabajando en la identificación de variados servicios ecosistémicos en paisajes agrícolas mediterráneos, las prácticas que pueden promover una mayor conservación de biodiversidad en estos sistemas y la influencia de la escala de paisaje sobre estos”, resaltó.

El programa de la versión 2020 del Congreso Agronómico incluyó la participación de la Dra. Anne Plotto, fisióloga vegetal del Laboratorio de Investigación Hortícola del Gobierno de los EEUU, con su presentación “Métodos de medición del sabor frutal en investigaciones de poscosecha”. Además, se dio espacio a una mesa de trabajo que abordó los desafíos de alinear las necesidades y expectativas a futuro de la sociedad chilena actual en materia agrícola, con la formación de estudiantes en éstas áreas. mesas de trabajo que discutieron y diseñaron planes para formar estudiantes.

“Si bien varias ideas fueron expuestas, yo valoro que también se hayan establecidos varias preguntas que ayudarán a discutir los temas de contingencia que afrontamos como país”, acotó Schoffer.