Con propuestas innovadoras culmina el curso “Metodologías de restauración de bosques” en Huinay

En un rincón aislado y remoto, donde la naturaleza despliega toda su majestuosidad, se gesta un proyecto educativo que está revolucionando la forma en que se abordan los problemas medioambientales. Se trata del curso “Metodologías de Restauración de Bosques”, coordinado por los profesores Juan Ovalle (U. de Chile), Jan Bannister (INFOR) y Anahí Ocampo (U. de Chile), donde estudiantes de postgrado de diversas disciplinas se unen en una intensa semana de trabajo bajo un objetivo común: la restauración de ecosistemas degradados.

A través de diversas propuestas con especies nativas se busca apuntar a la restauración de territorios.

El pasado 25 de marzo del 2024 marcó el cierre de la segunda versión del curso de postgrado «Metodologías de Restauración de Bosques», realizado en la Estación Científica de la Fundación San Ignacio del Huinay, ubicada en la comuna de Hualaihué, Región de Los Lagos. Este evento fue organizado en conjunto por los programas de Magíster en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, Huinay Seasonal School (HSS) y Programa de Observación de Ecosistemas Terrestres y Acuáticos (POETA) de la Fundación San Ignacio del Huinay.

El curso estuvo dirigido por el Dr. Juan Ovalle, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de U. de Chile, e Investigador Asociado CAPES y por el Dr. Jan Bannister (INFOR sede Chiloé). También, participaron de forma remota la Dra. Anahí Ocampo, académica de la Universidad de Chile y la Dra. Paula Meli, académica de la Universidad de Concepción y especialista en restauración socioecológica.

Lo que hace único a este curso es su capacidad para crear un entorno de colaboración y acción en un lapso de tiempo reducido. Durante siete días, con jornadas de mañana, tarde y noche, los participantes se sumergieron en un ambiente de trabajo, conscientes de que cada minuto cuenta para lograr un objetivo ambicioso: diseñar una propuesta de restauración a escala de paisaje. 

Las y los estudiantes vivieron una experiencia en terreno para aprender de restauración y reforestación.

El desafío no es sólo técnico, sino también social y ambiental. Los estudiantes, provenientes de diversas especialidades, experimentados y novatos en el ámbito de la restauración, se enfrentan a la tarea de abordar las necesidades presentes y futuras de la comunidad local, al tiempo que enfrentan las presiones cada vez más palpables del cambio climático.

En Huinay, la lección va más allá de los libros y las aulas tradicionales. Aquí, los participantes aprenden en el terreno (con o sin lluvia), enfrentándose directamente a la realidad y trabajando juntos para encontrar soluciones innovadoras y sostenibles.

“La particularidad de este curso es que las condiciones aisladas y remotas donde se emplaza Huinay permite generar un ambiente de trabajo intenso durante 7 días bajo un objetivo común de corto plazo. Estas condiciones generan entre los estudiantes la necesidad de colaborar y aportar desde sus diferentes especialidades para lograr concretar una propuesta de restauración a escala de paisaje, haciéndose cargo de las necesidades actuales y futuras de la comunidad local y de las presiones del cambio climático”, destaca el profesor Juan Ovalle.

Y agrega que: “El particular contexto de uso del territorio de la provincia de Palena permite comprender los procesos de disturbios que ocurrieron a principios del siglo XX, en donde esta localidad se convirtió en un importante centro de explotación comercial del alerce. En 1939, llegaron los primeros colonos desde Río Puelo para explotar el alerce y otros recursos madereros. La deforestación comenzó para abrir terreno destinado a ganadería, agricultura y praderas. Con el tiempo, estas acciones condujeron al ecosistema a un estado de degradación, con incendios forestales, tala desmedida de bosques y uso ganadero intensivo del territorio”.

Propuestas de futuro

La evaluación final del curso consistió en elaborar una propuesta de restauración a escala de paisaje en el contexto del paisaje y la historia de perturbaciones presentes en Huinay. Entre las propuestas que se destacaron se encuentra el proyecto de recuperación de servicios ecosistémicos en bosques de ulmo. Esta propuesta propuso utilizar una metodología combinada de técnicas cualitativas (Recovery Wheel) y cuantitativas (muestreo de parcelas y sub-parcelas) para evaluar el potencial de regeneración natural de acuerdo a un ecosistema de referencia dominado por ulmo, coigue, tineo, y canelo, además de otras especies trepadoras, helechos y herbáceas. 

Otro de los proyectos destacados propuso establecer un bosque experimental para estudiar la respuesta de un bosque en estado de sucesión avanzada frente al cambio climático y simulación de disturbios de pequeña escala. Estas propuestas fueron elogiadas por los académicos, quienes destacaron su innovación, viabilidad y potencial costo-efectivo para su implementación en áreas degradadas dentro del predio de Huinay. 

En tanto, el Dr. Samuel Hormazábal Fritz, director de la Fundación San Ignacio del Huinay, expresó su satisfacción por el éxito del curso y el alto nivel de las propuestas presentadas. Este tipo de iniciativas, dijo, contribuyen significativamente al desarrollo de estrategias de conservación y restauración que beneficien a los ecosistemas forestales y a las comunidades locales.

Este curso no solo transforma paisajes, sino también mentes. Es un ejemplo inspirador de cómo la educación puede ser una fuerza poderosa para el cambio, impulsando a los estudiantes y profesionales a convertirse en agentes de transformación en un mundo que necesita desesperadamente soluciones creativas y comprometidas frente al avance del cambio global. No te quedes fuera de la 3ra versión del curso “Metodologías de Restauración de Bosques 2025”!! (periodo de inscripción a partir de agosto 2024).

Fuente:
Michael Seguel, periodista
Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza

Reunión anual de Iniciativa por el Bosque Esclerófilo fortalece cruces interdisciplinares

Los días 8 y 9 de abril de 2024 se realizó la reunión anual de la Iniciativa Intercentros por el Bosque Esclerófilo, que aúna a investigadoras e investigadores del IEB, CR2, CAPES y USACH, con el objetivo de comprender la situación actual del ecosistema Mediterráneo de Chile central, para encontrar formas efectivas de apoyar la resiliencia de los bosques y las comunidades humanas asociadas a este ecosistema.

El equipo se reunió en Olmué, Región de Valparaíso, y dedicó las jornadas a actualizar sus líneas de investigación, que abarcan desde la microbiología de suelo, ecofisiología vegetal, análisis de fauna, restauración, socioecología y análisis a escala de paisaje, además de la comunicación de estos nuevos conocimientos hacia diferentes agentes clave.

Por otra parte, se realizó una visita a un bosque esclerófilo degradado, y se analizaron los logros obtenidos por la Iniciativa durante el último año, los que incluyen una publicación en Nature Plants, una segunda publicación en revisión, formulación de dos proyectos concursables, y diversas colaboraciones en publicaciones y formación de pre-, postgrado y postdoctorado.

El equipo de la Iniciativa incluye a Solange Vargas (UDA), Cristian Delpiano (ULS) y Nélida Pohl del IEB, Juan Ovalle (U. de Chile) y Claudia Rojas-Alvarado (UOH) de CAPES, Alejandro Miranda (UFRO) del CR2, y Francisco Zorondo-Rodríguez del Departamento de Gestión Agraria, USACH. Solange Vargas, académica de la Universidad de Atacama, destaca: “Esta instancia es fundamental para que se produzca sinergia entre investigadoras e investigadores. Necesitamos tiempo de reflexión, para decantar y afinar las ideas que orientarán nuestro trabajo futuro”.

Por su parte Nélida Pohl, Directora de Comunicaciones del IEB añade que “la interdisciplina no ocurre sin intencionar estos espacios de trabajo conjunto, presencial e intensivo. Necesitamos la interdisciplina para entender las interacciones entre las causas de la compleja situación del esclerófilo, sus posibles trayectorias de cambio, y avenidas de adaptación que permitan su bienestar socioecológico a largo plazo”. 

Fuente: Comunicaciones IEB

CAPES y Agronomía UC lanzan manual sobre las plantas que nos alertan de la condición del suelo

Hierba de San Juan (Hypericum perforatum)

¿Has visto una planta abriéndose paso a través del cemento?, ¿O largos tallos con pequeñas flores creciendo en un sitio eriazo? Estas plantas son capaces de desarrollarse en condiciones en que otros vegetales morirían por la falta de nutrientes o de agua, son las mal llamadas “malezas”, que cuando brotan nos están diciendo que ese suelo tiene problemas.

El libro «Manual de especies indicadoras de condición del suelo», de los autores Alejandro Riquelme y Rafael Larraín, ambos de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica de Chile y el segundo además investigador asociado a la línea 6 de CAPES, es una completa guía de “las especies vegetales que crecen bajo condiciones de suelo menos que ideales, y que la tradición y experiencia de agricultores a lo largo de los siglos fueron convirtiendo en lo que llamamos especies indicadoras de diferentes condiciones de suelo”, según explica la presentación del texto.

La obra cuenta con ilustraciones de Agustina Hidalgo y Paz Castañeda, además de información relevante de 34 especies, dónde las podemos encontrar a lo largo del territorio nacional y en qué tipo de suelo crecen. Cardo, calabacillo, llantén de agua, chépica, hierba de San Juan, nomeolvides del campo, botón de oro, correhuela, son algunos de los nombres comunes que quizás hemos escuchado y que asociamos a plantas que podemos encontrar en zonas urbanas y rurales.

Cuando aparecen estas “malezas”, significa que estamos en presencia de distintos tipos de daño en el suelo: exceso de humedad/mal drenaje, terreno degradado; exceso de perturbación/ sobrepastoreo o pradera no regenerándose. Estos son suelos deteriorados por décadas de uso intensivo a partir de la “Revolución Verde”, en que se desarrollaron sistemas agrícolas para maximizar la producción y que “han generado en el planeta y las personas: pérdida de biodiversidad, degradación y erosión de suelos, contaminación, daños a la salud de las personas, menor resiliencia del sistema alimentario”, señalan los autores.

Alejandro Riquelme y Rafael Larraín buscan rescatar algunas de estas especies, en el contexto de la agricultura y ganadería de Chile central, “queremos ser un apoyo para que el lector(a) redescubra este acervo de sabiduría y, sobre todo, pueda salir al campo a leer con otros ojos los mensajes que la naturaleza a veces le entrega con un susurro, y otras veces a gritos”.

El libro «Manual de especies indicadoras de condición del suelo», cuenta con el apoyo y financiamiento del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES y ANID PIA/BASAL FB0002-2014 y lo pueden descargar en la dirección www.capes.cl/especies_indicadoras.

Fuente: Comunicaciones CAPES

Los beneficios económicos y ambientales de la ganadería regenerativa

A través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad.

Novillos pastando en un campo regenerativo orgánico de la empresa Trailenco. (Créditos: Alfredo Escobar)

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), para el año 2050 será necesario producir un 70 % más alimento del que se produce hoy si se quiere cubrir la demanda de una población mundial que, por entonces, superará los 10 mil millones de personas.

Los requerimientos alimentarios de un planeta en constante crecimiento, sumado al interés económico por generar mayores ingresos, han empujado a sectores como la agricultura a intensificar sus procesos de producción, aumentando de este modo los impactos ambientales de estas industrias en los ecosistemas donde se insertan, como la degradación de los suelos a causa de la labranza y el pastoreo, o la emisión permanente de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Es en este contexto, que diversos científicos a lo largo del mundo han dirigido su mirada a la ganadería regenerativa como una alternativa viable para alcanzar, de manera sustentable, la demanda futura por más y mejor alimento, utilizando la menor cantidad de recursos posibles, y reduciendo ostensiblemente los efectos negativos asociados a esta importante actividad humana. 

Uno de esos científicos es Rafael Larraín, académico de la Universidad Católica e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, quien, junto a un grupo de colaboradores, acaba de concluir un importante estudio que buscó conocer no sólo los beneficios ambientales que trae consigo el paso de una ganadería convencional a una regenerativa, sino también los cambios económicos y productivos que conlleva esta transición.

Producir sin degradar

El investigador CAPES, Rafael Larraín.

“En términos simples, la agricultura y ganadería regenerativas son un conjunto de principios y prácticas que buscan generar bienes y servicios para el ser humano mientras, al mismo tiempo, se aumenta la biodiversidad, se enriquecen los suelos, y se fomenta la provisión de servicios ecosistémicos” explica Larraín. “A la larga, es una forma de hacer agricultura y ganadería trabajando con la naturaleza, en vez de en contra de ella”.

Entre las prácticas que promueve la agricultura y ganadería regenerativas, está la incorporación de animales mediante una correcta planificación del pastoreo, el uso de enmiendas y biofertilizantes, la cobertura permanente de los suelos con miras a minimizar lo más posible su labranza, y la rotación de cultivos tradicionales junto a cultivos de cobertura (granos y leguminosas, principalmente), que ayudan a prevenir la erosión, fijar nitrógeno, controlar la humedad de los suelos, además de atraer polinizadores. 

Para el investigador CAPES, sin embargo, cada técnica a implementar dependerá siempre de las condiciones ambientales y ecológicas de cada predio: “esto es muy importante de entender, porque lo que para uno puede ser regenerativo, para otro podría no serlo. Por ejemplo, si estás en un clima donde hay crecimiento de plantas todo el año (selva tropical o bosques siempreverdes templados), una forma de regenerar podría ser eliminando el ganado del lugar. Con la humedad disponible, los ciclos de nutrientes se mantienen activos, las plantas crecen, la fotosíntesis aumenta, la biodiversidad también. En cambio, en un ambiente donde solo hay crecimiento de plantas unos pocos meses en el año, el paso de animales herbívoros es la mejor forma de estimular el reciclaje de nutrientes, que las plantas no queden en pie y mueran, generando sombra para el crecimiento de la próxima temporada. En ese caso, un pastoreo planificado sería una herramienta de regeneración”.


Así, a través de la recuperación de los sistemas biológicos que soportan y rodean las tierras agrícolas, la ganadería regenerativa intenta trabajar con la naturaleza para recuperar los ecosistemas, fortalecer las comunidades y mejorar la rentabilidad. “Para la agricultura regenerativa un suelo vivo y sano es la base para una producción vegetal abundante, sana y rentable” comenta Larraín.

Una buena inversión

Pero la adopción de este tipo de acciones en los campos y siembras no sólo trae consigo beneficios para el medio ambiente. La recuperación y enriquecimiento de los suelos conlleva una mejora sustantiva en la calidad de los alimentos que se producen en éstos y reduce los costos asociados, por ejemplo, al uso de fertilizantes químicos, mejorando y haciendo más eficiente la producción. 

Para entender el alcance y magnitud de estos beneficios, durante dos años Larraín y su equipo conocieron el trabajo de 17 productores y productoras ganaderas de Chile que han ido adoptando, progresivamente, un modo de producción regenerativo, de modo de identificar y evaluar indicadores de desempeño económico y productivo en campos que han experimentado esta transición. 

Mediante entrevistas, visitas en terreno y reuniones periódicas, los investigadores identificaron los cambios de manejo realizados por cada productor y productora, y la información necesaria para cuantificar estos cambios desde un punto de vista económico y productivo. Los campos analizados se ubicaron en las regiones de La Araucanía (8), Los Ríos (2), Los Lagos (6)y Aysén (1).

Al contrastar los cambios en ingresos y costos, el equipo observó que todos los predios aumentaron sus ingresos netos, es decir, los 17 campos aumentaron su rentabilidad. Esto, debido principalmente a una reducción en los costos de producción equivalente a los $372.000 por hectárea (ha) en promedio. 

“El ítem de costo con mayor disminución”, explican los investigadores en su informe, “fue el costo en praderas, que se explica principalmente por una caída en la siembra de praderas y en el uso de fertilizantes químicos, equivalente a $254.419 /ha. Por otro lado, en 16 de los 17 campos hubo también una disminución en la conservación de forraje”, lo que sugiere que la reducción en gastos se debió a la menor necesidad que tuvieron los agricultores de alimentar a sus animales. 

Pero eso no es todo, añade Larraín: “además de eso, nuestra experiencia conversando con productores y la evidencia en estudios fuera de Chile, indica que no solo hay una mejora en rentabilidad, sino que también los productores reportan una mejora en su calidad de vida. En algunos casos, esa mejora está ligada a una reducción en la carga de trabajo, a un mejor alineamiento entre sus valores y lo que están haciendo en el campo, a una menor necesidad de capital de trabajo y el estrés que impone sobre uso de capital, etc”.

Cambio de paradigma

Pese a estos beneficios, aún son pocos los productores y ganaderos que, en Chile, han adoptado este tipo de prácticas agroecológicas, pues, en opinión de los investigadores, aún persisten barreras de entrada que previenen a éstos de transitar de un modelo convencional a uno regenerativo. 

“La principal barrera de entrada tiene que ver con la estructura de pensamiento de los productores”, reflexiona Larraín. “La mayoría de ellos fue educado en un modelo de agricultura/ganadería donde la clave del éxito eran los sistemas simples, las intervenciones con maquinaria y químicos, la alta productividad por unidad de superficie o animal, etc. Al mismo tiempo, existe una red de negocios que funcionan en torno a la venta y uso de insumos y maquinarias, donde existe un permanente bombardeo de información indicando que mientras más se use el producto X, más segura y rentable será la producción. Entonces ir en contra de eso es muy difícil”. 

Para Larraín, con el paso de los años, los productores se construyen una imagen mental de sí mismos donde aplicar estas prácticas y usar estos insumos son una reafirmación interna de que están haciendo las cosas bien. “Entonces, aparece un sistema donde les dices que muchas de las cosas que ellos consideraban como buenas, en realidad tienen un montón de efectos negativos y que en vez de haber estado cuidando sus campos, los han estado dañando. Eso es muy duro. Te cuestiona lo que has hecho probablemente durante décadas”, explica.

“Entonces” continua, “la principal barrera de entrada es hacer lo que se conoce como cambio de paradigma. Aceptar una forma de ver, analizar y trabajar el campo diferente a la que has estado usando hasta ese punto. Este cambio de paradigma no es fácil, y normalmente va asociado a una crisis por la que pasa el productor y productora, que suele ser gatillada por problemas económicos o conflictos internos sobre el uso de pesticidas, cuidado del medio ambiente, etc”.

Para promover y hacer factible este cambio de paradigma, dice el ingeniero agrónomo de la Universidad Católica, es necesario avanzar tanto en conocimientos como en educación ambiental y transferencia de conocimientos. “Eso permite que las personas vean casos de éxito, vean como otros productores han ido haciendo el cambio, han adaptado las prácticas a diferentes condiciones, etc. Primero conocer, luego entender y finalmente adoptar. También pueden haber incentivos vía el mercado o por apoyo del estado, fundaciones, etc. Pero estos incentivos tendrán poco efecto a largo plazo si antes el productor no hace un cambio en su forma de pensar”, finaliza.
Los resultados de este estudio, financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y CAPES, están disponibles en línea desde el sitio oficial de FIA. También puedes descargar el informe final del proyecto en este enlace.

Texto: Comunicaciones CAPES

Columna de Rafael Larraín, investigador CAPES: «Dependemos de los suelos»

A continuación, reproducimos íntegra la columna del investigador CAPES y académico de la P. Universidad Católica de Chile, Dr. Rafael Larraín, aparecido en Emol el pasado mes de diciembre, donde nos alerta sobre la importancia de los suelos para el mantenimiento de la vida en el planeta y la provisión de alimentos para la humanidad.

La vida de los seres humanos depende directamente de los suelos y su salud. Se estima que aproximadamente el 95% de nuestros alimentos se originan en esa delgada capa que cubre una parte importante del planeta. Durante toda la historia de la humanidad, los suelos han sido fundamentales para nuestro desarrollo, no solo para producir alimentos y obtener nutrientes, sino además entregándonos innumerables otros servicios, tales como filtrar y almacenar agua, regular el clima, capturar carbono atmosférico, descontaminar, etc.

Con demasiada frecuencia las personas ven el suelo como algo permanente, que estuvo y estará siempre ahí. En agricultura, solemos tratar el suelo como una capa mineral donde las raíces de las plantas se afirman y a la que debemos agregar las cosas que ellas necesitan para crecer: agua y algunos fertilizantes. Sin embargo, el suelo es en realidad un ecosistema extremadamente complejo con miles de interacciones que a lo largo de millones de años de evolución permitieron que las plantas y los animales se desarrollen en su superficie.

Sinfonía subterránea

Pero lo que pasa bajo la superficie es como una sinfonía silenciosa y maravillosa, donde cada uno de los integrantes de la orquesta se coordina y nutre de otros, para poder interpretar la obra maestra de la vida. Las plantas liberan nutrientes al suelo directamente desde sus raíces para que se desarrollen millones de bacterias y hongos. Algunas de estas bacterias y hongos protegen y nutren de vuelta a la planta, mientras que otras colaboran en descomponer los restos de raíces, insectos y otros animales muertos para reciclar esos nutrientes y permitir el nuevo crecimiento de las plantas.

Los millones de años de coevolución han permitido además el desarrollo de colaboraciones tan íntimas entre plantas y microorganismos, que muchas de ellas se han vuelto interdependientes y no pueden sobrevivir unas sin otras. Los ejemplos más conocidos incluyen a las bacterias conocidas como rizobios y a los hongos micorrícicos.

En el primer caso, la bacteria entra en las raíces y la planta le genera una pequeña casita (conocida como nódulos), donde las bacterias se reproducen y alimentan de las azúcares que la planta les da. A cambio, la bacteria captura nitrógeno desde el aire y lo transforma en moléculas que la planta es capaz de absorber y utilizar para construir sus propias proteínas. En el caso de los hongos micorrícicos, estos también pueden entrar a las raíces, pero tienen además la capacidad de extenderse por fuera de ellas. De esta manera, forman una nueva red complementaria a la red de raíces donde pueden entregar a la planta agua y nutrientes que pueden solubilizar directamente desde las partículas del suelo. A cambio, la planta le entrega también azúcares y otros nutrientes.

Cada día aprendemos más de estas interacciones, e incluso hace muy pocos años se describió por primera vez un ciclo conocido como rizofagia, donde la planta “ordeña” algunas bacterias del suelo. En pocas palabras, la planta deja que en la punta de sus raíces entren algunas bacterias del suelo llenas de nutrientes. En su interior libera una serie de compuestos que debilitan la membrana de la bacteria y permiten que algunos de los nutrientes que están dentro de la bacteria se filtren y liberen al interior de la raíz. Finalmente, la bacteria es expulsada desde la raíz nuevamente al suelo, donde puede comenzar a alimentarse y reproducirse nuevamente.

Nuevas prácticas

Estos procesos e interacciones se debilitan o terminan cuando utilizamos muchas de las prácticas agrícolas más frecuentes desarrolladas desde la revolución verde y que tienen implícitas una visión de que los procesos que ocurren entre el suelo y las plantas son principalmente físicos y químicos, y no biológicos. Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señalan que una tercera parte de la tierra ya está degradada, y estiman que la erosión del suelo podría implicar una reducción del 10 % en la producción de cultivos hacia 2050.

Por eso cuando logramos ver y entender que fomentar la actividad biológica del suelo es fundamental para su salud y desarrollo, a la vez que para la salud y el desarrollo de las plantas y los animales que dependen de ellas, entonces la paleta de herramientas que tenemos para trabajarlo cambia por completo.

Así, cada vez es más común que los agricultores entiendan los efectos dañinos del arado y la rastra, el uso de fertilizantes químicos, herbicidas, fungicidas, insecticidas, y otros elementos químicos que solían no cuestionarse. Y aunque varias de estas prácticas pueden seguir utilizándose, entender sus efectos secundarios sobre la vida del suelo ha permitido que con cada vez mayor frecuencia se estén utilizando manejos que ayudan a compensar los efectos negativos.

Entre las prácticas que es cada vez más frecuente observar se incluye mantener los suelos siempre con cobertura (plantas o restos vegetales), la utilización de fertilizantes orgánicos (guanos y compost entre otros) que no solo aportan elementos químicos naturales sino también inóculos de microrganismos benéficos, el uso de cultivos polifíticos (varias especies de plantas juntas), la planificación regenerativa del pastoreo, y la utilización de sistemas agrícolas mixtos con variadas combinaciones de sistemas de cultivos, árboles frutales o madereros, y ganado o animales menores (gallinas, patos, conejos, etc.).

El uso más frecuente de estas “nuevas” prácticas (que en realidad no son nuevas, sino que se han ido revalorizando o combinando de maneras innovadoras) apuntan hacia el desarrollo de una agricultura más sustentable, donde la salud del suelo juega un rol central y donde el foco va mucho más allá de no perderlo o dañarlo, sino en regenerarlo.


Rafael Larraín

Académico de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica. Agrónomo y Doctor en Ciencias Animales de la Universidad de Wisconsin, EE.UU., integra también el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES. En los últimos años su trabajo se ha centrado en Ganadería Regenerativa y Manejo Holístico, usando el ganado como una herramienta para fortalecer a productores, comunidades y el medio ambiente. Ha coordinado además la creación de un Centro de Agricultura y Ganadería Regenerativa en la Estación Experimental de la UC. La columna de ciencia es coordinada por el proyecto Ciencia 2030 UC.

Texto: Emol

Webinar «Forestación para la captura de Carbono. Enfoques de Chile y España»

Cuándo: 13 de octubre de 2022, 8:30 hrs.
Dónde: Actividad vía telemática (Link de inscripción) 
Organizado por:  CAPES UC, Centro UC Cambio Global, DesicionES, Universidad Politécnica de Madrid

Exponen: 

  • Marta Hernández de la Cruz: Oficina Española de Cambio Climático. Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico. España.
  • María Menéndez Mihuélez: Programa Europeo de forestación en tierras agrícolas. Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria. España.
  • Constanza Troppa: Gerencia de Bosques y Cambio Climático. Corporación Nacional Forestal, CONAF, Chile. 

Moderan:

  • Juan Oliet: Universidad Politécnica de Madrid. 
  • Eduardo Arellano: Pontificia Universidad Católica de Chile, investigador principal CAPES

La actividad se realizará este jueves 13 de octubre de 2022 entre 8:30 y 10:30 hrs. 

Link de inscripción: https://forms.office.com/r/96z0LHayuU

77% de la vegetación nativa de Constitución ha sido reemplazada por plantaciones forestales

Así lo reveló un estudio de los investigadores Karen Hermosilla, Patricio Pliscoff y Mauricio Folchi, el cual buscó entender los efectos a largo plazo que el cambio de cobertura y uso de suelo tiene sobre los bosques mediterráneos de la zona centro-sur de Chile.

Uno de los bosques de Nothofagus remanentes ubicados cerca de Constitución, en las laderas occidentales de la cordillera de la Costa de la región del Maule (Ministerio de Medio Ambiente).

A fin de entender los efectos a largo plazo que el cambio de cobertura y uso de suelo tiene sobre los bosques mediterráneos de la zona centro-sur de Chile, un grupo de investigadores analizó las dinámicas e impactos detrás de este proceso en la ciudad costera de Constitución, ubicada 70 km. al oeste de Talca —región del Maule— a lo largo de los últimos 60 años.

Para ello, los investigadores combinaron imágenes áreas y satelitales de la ciudad tomadas en los años 1955, 1975 y 2014, respectivamente, para reconstruir a través de mapas la historia del proceso de cambio ocurrido en la zona, una transformación del paisaje marcada por la progresiva expansión de la industria forestal y el consecuente reemplazo de su bosque nativo por plantaciones de especies exóticas. Sus resultados fueron publicados en diciembre pasado en el Journal of Land Use Science.

Impactos conocidos

El cambio de uso y cobertura de suelo (LULC, por sus siglas en inglés), es el proceso mediante el cual la capa o cubierta vegetal de un suelo —por ejemplo, el de un bosque nativo— se modifica con el objetivo de ser utilizada para otros fines, tales como el cultivo agrícola o la expansión urbana. Dicha transformación, nos cuenta Patricio Pliscoff, “es el factor más importante que provoca la perdida de la biodiversidad de los ecosistemas a nivel global, ya que éste, cuando está relacionado con la perdida de la cobertura natural del suelo, implica también la perdida y fragmentación de estos ecosistemas”.

Pliscoff, académico la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), es uno de los autores de este estudio, junto a la geógrafa Katherine Hermosilla (PUC y Universidad de Temuco) y el historiador ambiental Mauricio Folchi (Universidad de Chile).

En el trabajo, los investigadores señalan que, además de estos impactos, el cambio de uso de suelo provocado por la presencia de plantaciones forestales —muchas de las cuales se componen de una única especie de rápido crecimiento, como el pino o el eucalipto— también genera la aparición de “paisajes homogéneos, que producen conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre, aumentando la susceptibilidad (de estos territorios) a la entrada de especies invasoras, depredadores y parásitos”. A su vez, dichas plantaciones alteran los ciclos biogeoquímicos y la composición vegetal de los suelos, promoviendo su degradación y afectando la hidrología y patrones de temperatura locales.

Y Chile es, en ese sentido, un caso paradigmático. Desde la promulgación en 1974 del Decreto de Ley N° 701 —el cual modificaba la ley de bosques a fin de promover la privatización del sector silvícola nacional—, hasta nuestros días, el desarrollo forestal chileno se ha mantenido en un auge constante, al punto que, para 2018, las plantaciones forestales alcanzaban los 2.303 millones de hectáreas y representaban el 1.9% del producto interno bruto del país.

Pero el enorme desarrollo de la industria forestal en Chile no ha estado exento de costos, sobre todo cuando éste se ha concentrado, históricamente, en uno de los hotpots de biodiversidad más escasos y vulnerables del planeta: el bosque lluvioso valdiviano.

Este bosque, caracterizado por su alto grado de endemismo y fuerte impacto antrópico (es decir, por la gran presencia de actividad humana en el territorio), abarca desde el clima mediterráneo de la zona central de Chile, por el norte, hasta las zonas más temperadas de la Patagonia chilena, por el sur. Constitución, localidad costera de poco más de 45 mil habitantes y fundada en 1794, se encuentra enclavada justamente en la primera de estas grandes áreas, la cual concentra la mayor diversidad de especies florales y endémicas de la región.

Esta es, para Patricio Pliscoff, una de las razones que vuelven a esta ciudad un modelo ideal para entender los efectos históricos que ha tenido el cambio de uso y cobertura del suelo sobre estos ecosistemas. Otra razón, nos dice, es el hecho de que “en esa zona comenzó la industria forestal en Chile, asociada a la presencia de una planta de celulosa (Constitución S.A., fundada en 1969), por lo que allí podemos estudiar hasta 60 años de cambios de uso de suelo vinculado al avance de la industria forestal y de las plantaciones en este territorio”.

Una historia de cambios

Evolución de la cobertura de vegetal y de suelos en la comuna de Constitución. Los mapas muestran la situación en los años 1955 (A), 1975 (B), 2014 (C) y 2017 (D), respectivamente. Las zonas café corresponden a los suelos de plantación forestal, mientras que la gris oscura, al área afectada por el incendio forestal de 2017.

Entonces, ¿qué impactos han tenido esos 60 años de expansión forestal sobre el ecosistema de bosque presente en Constitución? “En el caso de Constitución, la mayor perdida histórica corresponde a la vegetación dominante de la cordillera de la Costa” explica Pliscoff, “que es el bosque caducifolio costero o bosque maulino. Este es un bosque único, dominado por especies del género Nothofagus (robles, hualos, etc.), y que incluye especies como el ruil, un árbol que solo crece en este ecosistema y que en la actualidad está confinado a muy pocas poblaciones, insertas todas en una matriz de plantaciones forestales”.

Y así lo corroboran los resultados del estudio: entre 1955 y 2014, el bosque nativo y matorral aledaño a Constitución sufrió una pérdida neta de 44,881 y 23,777 hectáreas, respectivamente, mientras que el área de plantaciones forestales creció 88,649 hectáreas, un crecimiento del 1.250%. Esta alza, indican los autores, fue ligeramente mayor (22% con respecto al período previo) después de 1975, una vez implementado el D.L. 701.

El trabajo también recalca que la sustitución de vegetación nativa por plantaciones forestales durante estos dos períodos representó la mayor transición observada: 45.744 hectáreas de bosque nativo y 32,106 hectáreas de matorral fueron reemplazadas por este tipo de cultivos entre 1955 y 2014. De hecho, un 77% de la vegetación nativa existente en la zona a mediados del siglo XX (81% del área total de Constitución, si incluimos bosques, matorrales y praderas), fue reemplazada y utilizada por la industria forestal hacia el año 2014.

Por otra parte, la pérdida de cobertura también significó la pérdida y fragmentación de los hábitats presentes en el lugar, así como su calidad a la hora de sostener la vida. Principalmente entre 1975 y 2014, el número de parches de vegetación (indicador del nivel de fragmentación de un ecosistema), aumentó en un 128% para el bosque nativo, un 80% para el matorral y un 65% en praderas, mientras que en el mismo período se redujo para las plantaciones forestales.

Para 2014, sólo un 21% del área que comprende Constitución estaba constituido por hábitats naturales (bosques, praderas, matorrales y humedales), la mitad de los cuales presentaba una baja calidad de hábitat. “En el estudio se entiende como “calidad de hábitat” a la cuantificación y definición de sensibilidad de los ecosistemas a las amenazas más importantes presentes” comenta Pliscoff, “por ejemplo, los incendios son la amenaza más relevante, la cual tiene una expresión mayor o menor en ciertas zonas, y dependiendo del tipo de ecosistemas, su impacto puede ser mayor”. Desde esa perspectiva, sólo el 38% de estos espacios presentaron una calidad de hábitat regular y apenas un 9% una calidad buena.

La fragmentación y pérdida de hábitat tiene considerables impactos en la vida silvestre” manifiestas los autores en el trabajo”, “contribuyendo a una pérdida en la riqueza de espacios y funciones ecosistémicas. En Chile, estudios muestran que este fenómeno tiene implicancias sobre la dispersión y reducción de la vegetación, impactos sobre aves especialistas de bosque y efectos sobre la selección de presas de mesocarnívoros (animales cuya dieta consiste en un 50-70% de carne)”.

Adicionalmente, el incendio ocurrido en 2017 en la zona incrementó el porcentaje de hábitats con baja calidad de hábitat de un 50% a un 73%.

“Este estudio muestra la importancia de las áreas circundantes para la calidad del hábitat”, añaden los investigadores, “especialmente cuando sólo pocos y pequeños los hábitats que quedan para mantener la vida silvestre. En estas condiciones, la protección de pequeños fragmentos necesita ser complementada con la promoción de prácticas de manejo amigables con la vida silvestre al interior de las plantaciones”.

“Las medidas posibles”, resume Pliscoff, “se pueden dividir en dos; aquellas que potencialmente podrían restaurar las especies de bosques nativos que se encuentran en los fragmentos que aún persisten, y las aquellas orientadas a reforestar zonas que ya han sido impactadas por la actividad forestal o por los incendios, que cada vez están siendo más recurrentes y con mayor impacto en la zona”.

Texto: Comunicaciones CAPES

Investigadores CAPES participan en Conferencia de la Society for Ecological Restoration Europe 2022

La Conferencia se llevó a cabo a principios de septiembre en Alicante, España. En la oportunidad, pudieron presentar sus investigaciones relacionadas con la intensificación ecológica de sistemas frutícolas, la mitigación de riesgos asociados al uso de pesticidas en base a cobre y la restauración post-incendio de bosques.

Los investigadores CAPES Juan Ovalle (izquierda), Rosanna Ginocchio (centro) y Eduardo Arellano (derecha) durante su visita.

Los académicos Rosanna Ginocchio y Eduardo Arellano, investigadores principales de las líneas 1 y 6 de CAPES, respectivamente, y el profesor Juan Ovalle, investigador de línea 1, tuvieron una destacada participación en la conferencia internacional de la Society for Ecological Restoration Europe 2022 (SERE 2022), desarrollada entre los días 5 y 9 de septiembre pasado en Alicante, España. El evento reunió a 350 participantes de 47 países, principalmente de Europa, y estuvo focalizado en la temática ”Restaurando la Naturaleza, Reconectando a las Personas”.

La restauración ecológica de sistemas socio-ecológicos degradados por el ser humano se ha vuelto particularmente relevante a nivel mundial, convirtiéndose en una herramienta esencial para mitigar el cambio climático y otros impactos ambientales del Antropoceno, proteger la biodiversidad y revertir la pérdida de servicios ecosistémicos, aportando a sustentar el bienestar de las personas. Por ello, Naciones Unidas ha declarado esta década (2021-2030) como la década de la Restauración Ecológica.

Para alcanzar los beneficios esperados de la restauración ecológica, es importante avanzar en el conocimiento y el desarrollo de las prácticas que la sustentan, para asegurar programas efectivos y de calidad. Además, se deben acortar las brechas entre los distintos actores involucrados, tales como los académicos, las comunidades, los ejecutores y los reguladores. La discusión experta de varios de estos temas fue abordada en esta conferencia, donde interactuaron académicos, consultores y profesionales de Naciones Unidas.

En este contexto, los académicos Ginocchio y Arellano, de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la UC, y Ovalle, de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la UChile, aportaron a la discusión con trabajos centrados en la intensificación ecológica de sistemas frutícolas de Chile central, en la mitigación de los riesgos asociados al uso intensivo de pesticidas en base a cobre de estos sistemas productivos y en la restauración post-incendio de bosques, indagando en la facilitación y competencia entre especie invasora y especies nativas.

Participación de investigadores CAPES

Rosanna Ginocchio presentó el trabajo ”Remediation of copper-polluted soils as a first step for active restoration in non-productive orchards´ areas” (“Remediación de suelos contaminados con cobre como primer paso para la restauración activa de áreas no productivas en huertos frutícolas”), de los autores Hyo Ju Méndez, Luz María de la Fuente, Tomás Schoffer, Eduardo Arellano, Alexander Neaman y la misma Ginocchio. La académica señaló que “la recepción fue bien buena ya que los temas de restauración ecológica en sistemas agrícolas es algo que se está abordando hace poco como temática en esta conferencia. Normalmente se aborda la restauración de ecosistemas degradados por la minería, de bosque degradados y humedales degradados, entre otros”.

Una de las dos presentaciones del Dr. Arellano.

En tanto, Arellano comentó que “me tocó presentar en dos oportunidades. El primer trabajo “Assessing farm Biodioversity in Orchards to identify good management practices using a global online tool” (“Evaluación de la biodiversidad agrícola en huertos para identificar buenas prácticas de gestión utilizando una herramienta global en línea”), que es parte de la tesis de Magíster de Valentina Jiménez. Presentamos la experiencia de desarrollo de una herramienta de apoyo a la gestión de biodiversidad de agricultores para zonas mediterráneas a través de Coolfarmtool. Presentamos la herramienta y su aplicación en predios frutícolas de la zona central, Cool Farm Tool es una plataforma que ya existe y no tenía incorporado sistemas mediterráneos. Hubo mucho interés en el uso de métricas para identificación de hábitat y la selección de prácticas que promueven biodiversidad”.

Acerca de su segunda intervención, señaló que “desde mayo soy vice-chair de la Sociedad Iberoamericana de Restauración Ecológica (SER-IAC). Me tocó presentar este nuevo capítulo de SER, cuáles son los objetivos y las actividades de la creación de la red. Estaremos organizando el próximo Congreso Latinoamericano de Restauración Ecológica en Bogotá, Colombia”

Una de las actividades en terreno que se realizaron durante el evento.

Por su parte, Ovalle participó con la ponencia “How do native species compete against the reproductive success of exotic pines after fires? A restoring approach” (“¿Cómo compiten las especies nativas contra el éxito reproductivo de los pinos exóticos después de los incendios? Un enfoque restaurador”), que trató sobre el megaincendio de Maule en 2017, la silvicultura de restauración post-incendio, la facilitación y competencia entre especie invasora y especies nativas, y la reconversión progresiva de plantación de pino radiata a bosque mixto pino-quillay. El investigador manifestó que “los asistentes a mi charla preguntaron sobre la magnitud y frecuencia de los incendios en Chile, sobre el potencial invasivo de pino radiata y su efecto en el éxito de los planes de restauración a largo plazo”.  

Los organizadores del encuentro mencionaron que esta fue una excelente oportunidad para fomentar intercambios recíprocos entre empresarios, tomadores de decisiones, personeros públicos y la academia, además de ser el lugar donde expertos de diferentes sectores de la restauración, como bosques, humedales, ríos, agroecosistemas, áreas marinas, entornos urbanos, industrias extractivas, etc., tuvieron la oportunidad inusual de sentarse juntos y aprender unos de otros.

Pueden revisar la web de la conferencia en https://www.sere2022.org/

Asistentes a la Conferencia.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Rosanna Ginocchio

Laboratorio de líneas 1 y 6 de CAPES se reacredita para el período 2022-2025

Este sello es reconocido por el Comité Institucional de Seguridad en Investigación de la UC, y permite a los laboratorios galardonados acelerar el llenado y aprobación del Protocolo de evaluación que otorga dicho Comité.

Parte del equipo del laboratorio, compuesto en su mayoría por estudiantes e investigadores CAPES.

El Laboratorio de Restauración, Suelos y Metales (RESUME), asociado a las líneas 1 de Contaminación por metales y rehabilitación y de suelos, y 6, sobre Intensificación ecológica en agricultura, fue reacreditado bajo el Sello de Prácticas Seguras 2022-2025.

Este sello, parte del programa “Laboratorio Seguro” de la Vicerrectoría de Investigación UC, busca certificar, y al mismo tiempo premiar, a los laboratorios de la Universidad que cumplen de manera destacada las prácticas y procedimientos que permiten un trabajo seguro al interior de sus dependencias.

El Laboratorio RESUME, dirigido por la investigadora CAPES, Dra. Rosanna Ginocchio, y con Luz María de la Fuente como encargada de seguridad, se sometió este año a la reacreditación luego de la obtención, en 2018, del sello, como parte de los 60 laboratorios certificados durante la primera versión del proceso. En esta oportunidad, el laboratorio obtuvo 106% de logro. 

Este sello es reconocido por el Comité Institucional de Seguridad en Investigación de la UC, y permite a los laboratorios galardonados acelerar el llenado y aprobación del Protocolo de evaluación que otorga dicho Comité.

En el laboratorio es un espacio compartido por los equipos de los académicos del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente (DEMA) de la Facultad de Agronomía UC, Eduardo Arellano y Rosanna Ginnocchio, investigadores principales de las líneas 6 y 1 de CAPES, respectivamente, y se focaliza en la caracterización fisicoquímica general de suelos y sustratos, bioensayos de toxicidad y biodisponibilidad de metales en plantas y lombrices y microbiología en ambientes terrestres, entre otras actividades de investigación y de formación de capital humano de pre y postgrado.

“En RESUME realizamos bioensayos estándares de toxicidad a cobre en plantas, y ahora estamos comenzando a hacerlo con lombrices”, explica la Dra. Ginocchio. “También hacemos ensayos de tolerancia a cobre en plantas nativas, de forma de identificar especies nuestras que puedan ser usadas en la fitoestabilización de suelos contaminados o residuos mineros masivos. También realizamos algunos análisis generales de suelos, como capacidad de retención de agua, textura, secuestro de Carbono, pH, conductividad eléctrica y actividad de cobre iónico, entre otros”.

La Dra. Ginocchio también comentó la importancia de crear una adecuada cultura de trabajo al interior de los laboratorios de investigación de la UC, y reconoció el gran compromiso y trabajo de la también investigadora CAPES Luz María de la Fuente para lograr esta acreditación.

“El proceso de revalidación del Sello Laboratorio Seguro duró tres meses” cuenta De la Fuente. En ese período tuvimos que actualizar documentación como los compromisos de los profesores a cargo, declarar las líneas y técnicas de investigación, y actualizar el listado de alumnos y profesionales que se encuentran trabajando en el laboratorio. El comité mantuvo los requisitos solicitados durante el proceso de validación anterior, por lo tanto, contábamos con todos ellos, como la señalética, los protocolos de prácticas seguras, y el listado de reactivos entre otros”.

Además, prosigue, “durante el proceso el equipo del Programa Laboratorio Seguro realizó una visita de diagnóstico al laboratorio, donde nos sugirieron algunas medidas para aumentar la seguridad, lo cual se vio reflejado en el alto porcentaje de aprobación obtenido. Todo esto fue posible gracias al constante apoyo del equipo del Programa y por supuesto, al constante compromiso del equipo del laboratorio” concluye.

Por su parte, Verónica Arenas, Coordinadora del Programa Laboratorio Seguro de la Vicerrectoría de Investigación UC, felicitó y destacó el compromiso adquirido por el equipo al participar de este proceso de revalidación, y destacó que el laboratorio presenta aspectos de bioseguridad y biocustodia destacables.

Texto: DEMA UC y Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Laboratorio RESUME