El redescubrimiento del aceite de semillas de maitén

El maitén es un árbol que ha sido usado como adorno en jardines, parques y plazas. De hojas gráciles y semillas de un rojo intenso, posee una gran adaptabilidad a distintas condiciones ambientales y de suelo. Estas características, más lo aceitoso de sus semillas, motivaron a un grupo de científicos de la Universidad Católica y CAPES a estudiar las propiedades del aceite que se extrae de las semillas de este árbol, con resultados prometedores.

El maitén, o Maytenus boaria, es un árbol de hojas perennes, de hasta 15 metros de altura, nativo de Chile, Argentina, Perú y Brasil. Posee una gran adaptabilidad a diferentes condiciones ambientales, como niveles de precipitación, humedad, pH del suelo y disponibilidad de agua. En nuestro país, tiene una amplia distribución geográfica, encontrándose desde las regiones de Coquimbo hasta Aysén, y desde la cordillera de la Costa hasta Los Andes.

Hace un par de siglos, según crónicas de Benjamín Vicuña Mackenna, la población de Santiago consumía un aceite producido a partir de las semillas de maitén. El dato llamó la atención de la Dra. Rosanna Ginocchio, investigadora del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC. Junto a su equipo notaron que al mantener semillas de esta especie en cartuchos de papel, éstas se impregnaban rápidamente con aceite, por lo que intentaron averiguar, en una primera instancia, si era posible establecer este árbol sobre relaves mineros, en una búsqueda por encontrar especies nativas que permitieran rehabilitar estos suelos y, de paso, obtener de ellas productos no tradicionales.

Aunque el maitén resultó no ser el árbol que buscaban, siguieron investigando con la esperanza de obtener aceite de sus semillas y conocer sus propiedades.

El maitén es un árbol nativo en países del cono sur americano, donde es una especie secundaria de los bosques. Crédito dibujo: Eduardo Muñoz.

“Posteriormente, a través de un fondo interno interdisciplinar de la Universidad Católica, me asocié con César Sáez, colega de Ingeniería UC, con quien comenzamos a explorar la eficacia de extracción de aceite de semillas de maitén por distintos métodos disponibles”, señala Ginocchio. “Los rendimientos que logramos fueron muy buenos. A través de esta misma iniciativa exploramos las potencialidades de uso del aceite, realizando análisis químicos estandarizados. Para complementar esto, nos asociamos con Ady Giordano, colega de la Facultad de Química, de forma de profundizar en los análisis”.

Los resultados relacionados con el valor nutricional del aceite de semillas de maitén fueron publicados en la revista MDPI Foods bajo el título “Mayten Tree Seed Oil: Nutritional Value Evaluation According to Antioxidant Capacity and Bioactive Properties”.

Estudio para una semilla

Los aceites vegetales se extraen de las semillas y los frutos de las plantas. Entre los aceites vegetales que se producen a partir de las primeras, en la actualidad la mayoría se obtiene de unas pocas especies comercialmente importantes: la soja, los girasoles, la canola, el lino, las nueces de palma aceitera, el ricino, el maní, la semilla de algodón y las nueces de karité.

Sin embargo, se sabe que existen especies de plantas que crecen en condiciones ambientales limitantes, como climas áridos y semiáridos o suelos pobres en nutrientes, que también presentan semillas oleaginosas. Estas semillas serían fuentes potencialmente valiosas a la hora de expandir la producción de aceite vegetal a regiones donde los cultivos tradicionales no son factibles, y para la Dra. Ginocchio, las semillas del maitén representaban una posibilidad real.

Para producir el aceite, el equipo de investigación recolectó frutos de árboles de maitén de distintas procedencias. Las semillas se separaron a mano, se dejaron secar al aire y se almacenaron a 5ºC. Posteriormente se molieron y, con la ayuda de solventes, se extrajo su aceite, lográndose un rendimiento del 61,8%, mayor que el de los aceites extraídos de las semillas de girasol, sésamo y calabaza, porcentaje aún mejorable con otros procedimientos de extracción.

Durante la extracción del aceite, se obtuvo un rendimiento del 61,8%, mayor que el de aquellos extraídos de las semillas de girasol, sésamo y calabaza. Crédito: Sara Herrera.

En cuanto a su composición química, este aceite mostró ser rico en ácido oleico y linoleico. El ácido oleico es un ácido graso monoinsaturado omega-9, con propiedades anti trombosis y otros componentes bioactivos, que se ha utilizado en aplicaciones cosméticas y farmacológicas. El contenido de ácido oleico presente en el aceite fue mayor que el hallado en el aceite de girasol, similar al contenido del aceite de soja y menor que el del aceite de palma.  En cuanto al ácido linoleico, un ácido graso omega-6 y conocido como un precursor de otros mediadores lipídicos antiinflamatorios, su contenido en el aceite de maitén fue más alto que en el aceite de oliva y el aceite de palma.  

El aceite extraído posee una coloración rojiza-anaranjada debido a su alto contenido de caroteno. El 70% corresponde a β-caroteno, que es un precursor de la vitamina A y juega un papel importante en la prevención de cataratas y otras enfermedades oculares. También se descubrió que la capacidad antioxidante del aceite de semilla de maitén es tres veces mayor que la del aceite de canola y 15 veces mayor que la de los aceites de girasol, salvado de arroz y oliva.

En palabras de la Dra. Ginnochio, “los hallazgos más importantes son que su contenido de ácido oleico y linoleico es más alto que la mayoría de los aceites comerciales de consumo humano, los que son relevantes para la dieta del ser humano. Además, posee una alta capacidad antioxidante, debido al alto contenido de carotenos y polifenoles, aspecto también relevante para la alimentación humana”.

De árbol ornamental a productor de aceite

El maitén no tiene problemas de conservación. Es un árbol nativo en países del cono sur americano, donde es una especie secundaria de los bosques. Su distribución en nuestro país es amplia (28º a 45º de latitud sur), por lo que su adaptación a distintos ambientes es muy diversa. Aunque la investigadora indica que “su abundancia natural ha ido disminuyendo, es una especie que ha tenido un uso ornamental, no sólo en el país, sino que también en otros lugares como Inglaterra y Nueva Zelanda, debido al carácter pendular de sus ramas”.

¿Es viable el cultivo de este árbol para la extracción comercial de su aceite? La Dra. Ginocchio explica que el maitén no es una especie naturalizada que esté siendo cultivada en forma masiva y con este propósito. “Es una especie de uso ornamental, bastante valorada con ese fin. Por ello, se conocen algunos aspectos de su biología y ecología. Estamos trabajando para poder evaluar la factibilidad de establecer cultivos comerciales de esta especie, para la producción de semillas y la obtención de aceite. Eso es el paso que viene”, afirma.

Entre las conclusiones del estudio, se menciona que el aceite de semilla de maitén sería una alternativa interesante a otros aceites vegetales destinados al consumo humano, debido a que podría producirse, con buenos rendimientos, en zonas afectadas por el cambio climático y global. Este aceite podría considerarse como un alimento funcional, un suplemento de carotenoides o un ingrediente aditivo antioxidante para la industria alimentaria. El redescubrimiento de un viejo conocido de los habitantes del siglo XXI.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos superiores de semillas de maitén: César Saez

Demuestran los efectos negativos del consumo de algas contaminadas en erizos

Científicos y científicas del Laboratorio de Ecología y Biología Molecular en Algas de la Universidad Andrés Bello estudiaron el impacto que los desechos domésticos e industriales tienen no sólo sobre los organismos directamente expuestos a ellos, sino también sobre sus desafortunados depredadores.

El estudio fue realizado en una de las zonas costeras más contaminadas de nuestro país: el frágil ecosistema marino de la Bahía de Quinteros.

Según datos del Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC), la descarga de desechos domésticos, agrícolas e industriales al mar representa más del 80 por ciento de toda la contaminación de los océanos del mundo. Una vez arrojados, la mayoría de estos residuos se deposita en el fondo marino para impactar directamente a la flora y fauna que habita las zonas de descarga. Sin embargo, una buena parte de ellos logra alcanzar las corrientes y desplazarse cientos de kilómetros a través de ellas, ayudándose incluso por los mismos organismos a los que afectan.

Este es el caso del huiro canutillo (Macrocystis pyrifera), un tipo de alga parda presente en las costas chilenas capaz de absorber y acumular grandes cantidades de metales y compuestos orgánicos en su interior. Ya sea por causas naturales o intervención humana, muchas de estas algas contaminadas se desprenden de su base para flotar por el mar durante meses, llegando a ser alimento de otras especies marinas y terrestres (entre ellas, seres humanos) una vez alcanzan nuevamente el borde costero.

Un grupo de investigadores del Laboratorio de Ecología y Biología Molecular en Algas (LEBMA), el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) y el Instituto Milenio en SocioEcología Costera (SECOS), estudió los potenciales efectos negativos que estas algas contaminadas podrían tener sobre una de las tantas especies que se alimentan de ellas: el erizo negro (Tetrapygus niger), más específicamente, el impacto que dichos residuos tienen sobre la fertilidad, crecimiento, alimentación y desarrollo temprano de esta especie. Sus resultados fueron publicados en la revista Marine Pollution Buletin.

Impactos directos y heredados

Para sus experimentos, los investigadores extrajeron especímenes adultos del huiro canutillo de la Bahía de Algarrobo, en el litoral central, para relocalizar una parte de ellos al ecosistema marino de Caleta Horcón, hogar no sólo de una vasta diversidad de peces, plantas y aves, sino también de uno de los complejos industriales más contaminantes del país. 

Para los experimentos, las algas fueron divididas en dos grupos. El primero fue expuesto a una zona altamente contaminada, y el segundo se mantuvo inalterado.

En conjunto, las 15 compañías que operan actualmente en esta localidad, las cuales incluye a termoeléctricas, refinerías, empresas metalúrgicas y productoras de cemento, depositan en el mar ingentes cantidades de compuestos orgánicos (especialmente los denominados hidrocarburos aromáticos policíclicos), además de metales pesados como aluminio, arsénico, cadmio, cobre, hierro y zinc, afectando la salud de los habitantes de Caleta Horcón, así como todo el ecosistema de la Bahía de Quinteros.

Después de ser sometidas durante 60 días a estos contaminantes, las algas fueron trasladadas al Centro de Investigación Marina de la U. Andrés Bello, ubicado en Quintay, junto con los especímenes no expuestos a dicho ambiente. Una vez en el Centro, ambos grupos fueron distribuidos en dos tanques de agua con el fin de convertirse en la dieta exclusiva de 24 erizos de mar de la especie T. niger, conocidos en Chile como erizos negros.

Transcurridas tres semanas, los científicos analizaron diferentes aspectos de la biología tanto de los erizos como de las larvas nacidas durante dicho período, llegando a encontrar diferencias significativas entre el grupo de erizos expuestos a las algas contaminadas y aquellos que tuvieron acceso a algas provenientes de una zona de baja contaminación. Esto, para cada uno de los parámetros estudiados.

“El hallazgo más importante es que se observan efectos negativos en los erizos que se alimentan de algas provenientes de zonas contaminadas, en el crecimiento y la fertilidad, los cuales son similares a los que presentan los individuos de zonas contaminadas” explicó la bióloga CAPES y académica de la Universidad Andrés Bello, Loretto Contreras, una de las autoras del estudio.

En los análisis de crecimiento, por ejemplo, los erizos del primer grupo (aquellos alimentados con algas nocivas) apenas ganaron un 3.6 por ciento de masa corporal durante las semanas que duró el estudio, un aumento mucho menor que el 19.3 por ciento observado en los ejemplares alimentados con algas no contaminadas. Los autores creen que ésta diferencia podría deberse al menor consumo de alimento que experimentaron los primeros en comparación a los segundos, pues es sabido que una ingesta menor de proteínas y carbohidratos en esta especie se traduce en una disminución en su ganancia de peso.

Otro impacto que la menor ingesta de algas pudo haber provocado en los erizos expuestos a las muestras contaminadas se asocia a una reducción en su desempeño reproductivo. Nuevamente, aquellos individuos alimentados con algas no expuestas a zonas con alto impacto ambiental presentaron una mayor fertilidad (es decir, mayor producción de huevos durante los ensayos), en comparación tanto a los erizos que consumieron plantas contaminadas como al grupo de control (especímenes extraídos directamente de las costas de Quintay). No obstante, los investigadores plantean que la baja en la fertilidad de éstos últimos también puede deberse a la presencia de contaminantes en su dieta.

Pero las alteraciones provocadas por el consumo de algas contaminadas no se limitaron a los comensales directos. “Más importante aún, es que no solo se evidenció un impacto negativo en los individuos adultos, sino que también en su descendencia” agrega Contreras. Esto, porque las larvas nacidas de erizos que consumieron estas algas mostraron un retardo en sus etapas normales de formación, llegando a su estado final de desarrollo 8 días después que sus pares del segundo grupo (12 versus 4).

“Se sugiere que las larvas presentan un desarrollo anormal producto de un traspaso de los contaminantes desde los parentales en el momento de la gametogénesis. Este desarrollo anormal se caracterizó por un retraso en el desarrollo temprano y la presencia de malformaciones estructurales, como desviaciones, fracturas o lesiones de brazos de las larvas” añade la también investigadora de SECOS.

Efecto cascada

Los resultados obtenidos en este estudio, comentan sus autores, demuestran los daños que el consumo indirecto de contaminantes por medio de la alimentación puede provocar no sólo en los erizos adultos sometidos a esta dieta, sino que además en su progenie, incluso al punto de poner en peligro la estabilidad de una especie clave para el funcionamiento de los ecosistemas marinos del borde costero. “El erizo negro, en conjunto con otras especies de erizo, regulan la abundancia y diversidad de las algas en la zona costera, principalmente del intermareal bajo y submareal. Dependiendo de la presión que estos organismos generen por sobre las algas, pueden transformar un ambiente dominado principalmente por bosques de algas pardas a praderas de algas crustosas”, detalla Nicolás Latorre, autor principal de este estudio y candidato a Doctor del programa de Doctorado en Medicina de la Conservación, UNAB.

Por su parte la investigadora asociada SECOS y también co-autora del estudio, Fernanda Oyarzún, indicó que, además de generar bosques submarinos y proveer de refugio a cientos de especies, estas algas forman parte de una red de interacciones que podría verse igualmente impactada, a través de especies como el erizo, a lo largo de toda la cadena alimenticia. “Pedazos y fragmentos de muchas algas se sueltan y suelen estar vivas por mucho tiempo sin estar sujetas al sustrato, llegando a lugares muy distantes a través de las corrientes. Si vemos estas zonas de sacrificio que afectan a todo ese sector y quienes viven ahí, debemos pensar también que no solo hay un impacto focalizado en esa zona, sino que eventualmente esas algas desprendidas pueden llegar kilómetros más al norte a otras regiones y afectar organismos que viven en esos lugares, con las posibles consecuencias expuestas por el paper, señaló la académica de la Facultad de Ciencias de la U. Católica de la Santísima Concepción.

Los erizos sometidos a una alimentación con algas contaminadas experimentaron alteraciones en su crecimiento, consumo, fertilidad y descendencia.

“El erizo, por ser el que consume las algas contaminadas, podría introducir los contaminantes en las tramas tróficas, con evidente biomagnificación a los niveles superiores” añadió Contreras. “Asimismo, si el consuno de algas contaminadas tiene un impacto negativo real en el número de individuos de esta especie, esto podría afectar a las interacciones depredador-presa dentro del ambiente, produciendo cambios en las abundancias de erizos u otros herbívoros, y alterando a su vez la abundancia y diversidad de algas».

Finalmente, Nicolás Latorre señala también las consecuencias negativas que este hecho supone para las zonas con bajo impacto de contaminantes. “Si bien es cierto que el erizo negro no es consumido por el ser humano, el erizo rojo sí lo es. Al tener hábitos alimenticios parecidos, la extracción de estas especies para consumo en zonas de bajo impacto no asegura que estén libres de contaminantes, ya que podrían haberse alimentado con algas provenientes de zonas con alto impacto de la polución, y afectar al ser humano si su dieta se basa regularmente de estos recursos” comenta.

Traducción: Comunicaciones CAPES y SECOS
Fotos: Nicolás Latorre Padilla

Investigador CAPES estudia a una mosca invasora usando ciencia ciudadana

Un equipo de científicos liderado por el investigador CAPES Matías Barceló, fue en busca de ayuda en su tarea de identificar el área de distribución de la mosca verde (Chrysomya albiceps), un insecto invasor proveniente de África que arribó accidentalmente a Sudamérica en 1978. Por su tamaño y ubicuidad, rastrear las zonas que este pequeño díptero ha conquistado no es una tarea fácil, lo que obligó a Barceló y compañía a ir más allá de los métodos clásicos de estudio.

El primer país al que llegó la mosca verde C. albiceps fue Brasil. Desde allí, se propagó a Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Dominica, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Chile. Se trata, pues, de una de las invasiones biológicas más extendidas del continente, parte de un fenómeno que constituye una de las grandes amenazas a las biodiversidades locales, entre otras razones, por su capacidad para competir y depredar a las especies nativas, desplazándolas del territorio.

Matías Barceló, ecólogo de la Facultad de Ciencias Biológicas UC e investigador CAPES, lideró un estudio que buscó determinar la distribución de esta mosca verde en nuestro país, recurriendo para ello a un método integrativo de herramientas clásicas y ciencia ciudadana, en un trabajo que, en sus palabras, “nos mostró que cada método por sí solo nos deja un vacío en la información de distribución de esta especie y marca un hito en el uso de la información obtenida por medio de ciencia ciudadana”.

La mosca verde

C. albiceps es hasta el momento la única especie de su género registrada en Chile, similar en apariencia a especies del género Lucilia y otras especies del género Chrysomya. Tiene, sin embargo, un conjunto de características taxonómicas específicas que las diferencian, como un tórax de color verde uniformemente brillante (del que nace su nombre), setas verticales exteriores bien desarrolladas, un espiráculo anterior blanco y el ala anterior despejada, entre otras. Estas características no son fáciles de observar a simple vista, pero usando cámaras fotográficas de alto alcance, es posible distinguirlas de otras especies nativas de colores verdes o azules.

Las larvas de Chrysomya albiceps son depredadoras especialmente agresivas con otras moscas nativas, como la Cochlyiomya macellaria, pudiendo incluso cambiar la fauna cadavérica. “Su importancia forense radica en que es una de las primeras especies en colonizar cadáveres, por lo tanto, al conocer la información acerca de sus ciclos de vida, esta información ayuda a determinar los tiempos post mortem de los casos de estudio. Sin embargo, hay que ser cuidadoso con esta información, ya que también existen otras especies nativas que podrían arribar primero, y como C. albiceps es una especie depredadora, puede modificar el ensamble de especies, alterando las conclusiones forenses”, especifica Barceló.

Persiguiendo invasoras aladas

Conocer la distribución de una especie invasora requiere un trabajo detallado que se extiende sobre amplias zonas geográficas, por lo que muchas veces adolecen de vacíos tanto a nivel de datos como de registros. “El vacío de información sobre distribución es un problema de conservación tanto a nivel global como local” explica el investigador, “y uno de los grupos que más se ven afectados por este vacío son los invertebrados. Esta falta de información sobre la distribución de especies, tanto nativas como invasoras, impide generar buenas estrategias de conservación o evaluación de amenazas”.

La distribución de C. albiceps se expandió en la zona central de Chile de 2006 a 2011. Sin embargo, a partir de 2015, la especie fue avistada en el norte de Chile, a más de 1.300 km de la primera localidad registrada. Para actualizar estos cambios en la distribución de esta mosca, el equipo investigador decidió realizar un estudio integrado, utilizando métodos combinados de recolección de ocurrencias: el clásico, que incluye revisión de literatura, colecciones entomológicas y recolección de insectos con métodos estandarizados, y ciencia ciudadana, una disciplina socioecológica en que los mismos ciudadanos pueden contribuir registrando ocurrencias o fenómenos ambientales.

Con la ayuda de mis amigos

En otros países, la ciencia ciudadana en especies invasoras ha tenido éxito en actualizar la distribución de algunas plagas como Halyomorpha halys (chinche marrón marmoleada proveniente de Asia); la babosa Arion vulgaris (nativa de la península ibérica); algunas chinitas como Harmonia axyridis (conocida como chinita arlequín, proveniente de Asia), y abejorros invasores como Bombus terrestris (abejorro nativo de Europa).

Para incluir a la comunidad en este proyecto, los investigadores emplearon la red social Facebook, a través de un grupo público denominado “Moscas Florícolas de Chile” y una invitación a registrar la aparición de esta especie invasora a lo ancho y largo de Chile. Actualmente, “Moscas Florícolas de Chile”, cuenta con más de 6.500 miembros, que van desde observadores amateurs a profesionales en el área. Los datos solicitados a la comunidad para consignar cada avistamiento fueron la foto original de la mosca verde, fecha y ubicación más específica posible.

“Esta es una manera de involucrar a la ciudadanía en la investigación científica, la cual generalmente esta separada de la sociedad. A través de este proyecto de ciencia ciudadana, la gente se ha podido sumar aportando datos, aprendiendo, e incluso participando en publicaciones científicas. Hoy en día, la comunidad de Facebook ha crecido en número, pero también en conocimiento. Cuando alguien publica una foto para preguntar sobre qué especie es, ahora la gente se anima a opinar sobre la identidad de la especie. Así como también, la gente cada vez trata de tomar mejores fotografías, de mejor calidad, macros y hemos descubierto una hermosa diversidad de colores, lo cual nos ayuda a romper el paradigma de que las moscas son especies feas, que no sirven de nada”, relata Barceló.

El ecólogo también reitera que la ciencia ciudadana genera instancias integrativas para la investigación y puede complementar la información sobre distribución de especies, la que a veces es muy acotada, basada en colecciones en terreno e información de museo. “Hoy en día a través de ciencia ciudadana se han obtenido incluso registros de nuevas especies de moscas, por lo cual es un método muy importante para llenar los vacíos de información en estas especies que históricamente han sido menos carismáticas”.

Distribución actual

C. albiceps puede desplazarse hasta 1.3 kilómetros por día, es decir, unos 560 km. en un año. En nuestro territorio la encontramos desde Tarapacá hasta el Maule, registrándose con mayor frecuencia en áreas naturales que en áreas rurales, ciudades o pueblos.

Barceló, junto al investigador Rodrigo Barahona, acaban de publicar un trabajo denominado From classical collections to citizen science: change in the distribution of the invasive blowfly Chrysomya albiceps (Wiedemann, 1819) in Chile, aparecido en la revista Bioinvasions Records. En él, los autores mencionan que uno de los factores principales de la expansión del rango de distribución de esta especie, es la temperatura. “Esta especie es nativa de regiones tropicales, por lo tanto, los sistemas mediterráneos o subtropicales en Chile presentan las condiciones aptas para su colonización. De hecho, no existen registros hacia el sur de Chile de esta mosca. Si bien se desconoce cómo fue introducida en Chile, es probable que haya sido por medio de un vector humano, por ejemplo, alimento en mal estado o por medio de vehículos”, relata Barceló.

El estudio también confirma la utilidad de emplear herramientas integrativas en la labor científica. “Cuando hicimos la comparación entre ciencia ciudadana y los métodos tradicionales, solo un 18.5% de los registros fueron compartidos por ambos métodos. Por lo tanto, la ciencia ciudadana llegó a completar los vacíos de información que existían, rellenando los registros que teníamos en Chile”, concluye Barceló.

Traducción: Comunicaciones CAPES
Fotos: Matías Cortés y Jorge Muñoz

Pablo Sabat, explicando patrones ecológicos desde la fisiología

La pregunta central en la carrera científica de Pablo Sabat Kirkwood ha sido conocer cómo funcionan los animales utilizando el estudio de la fisiología, en un intento por entender las conductas y patrones ecológicos de los vertebrados. Lidera el Laboratorio de Ecofisiología Animal en la Universidad de Chile, trabajando en conjunto con sus estudiantes y colaborando con la comunidad de ecofisiólogos en todo Chile y el extranjero.

Cartagena, Región de Valparaíso. Las quebradas de fácil acceso donde niños y niñas pasaban el día jugando y explorando son los recuerdos más tempranos de Pablo Sabat Kirkwood. Recuerdos de una vida dedicada al estudio de los animales. Ecofisiólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile e investigador CAPES de su línea 3, Sabat rememora “esas quebradas fantásticas cuando uno salía a descubrir el mundo con los primos, buscando renacuajos y sapos. Llevábamos culebras o lagartos a la casa”. Para el académico, fue allí cuando empezó el cariño y el amor por los animales: “no es que yo tuviera una vocación inicial por ser zoólogo, me gustaban los animales, como a todos los niños”.

Pablo Sabat Kirkwood, ecofisiólogo

Sabat es hijo de Julieta Kirkwood, socióloga, cientista política y una de las refundadoras del feminismo en el Chile de los años 80. “En mi casa se hablaba mucho de política y también de investigación, fue muy gratificante para mi esa vida, escuchar a mucha gente que pasaba por ahí. Eran largas y entretenidas tertulias. Fue curioso que en la familia haya salido un biólogo” comenta.

Pablo Sabat estudió licenciatura en biología en la Universidad de Chile, con un paréntesis de un año y medio en la Universidad Complutense en Madrid, desde donde retornó para completar su carrera y continuar con un Magister y un Doctorado en la U. de Chile. Allí, se especializó en ecofisiología, guiado por su tutor, el subdirector CAPES Francisco Bozinovic. Entre sus primeras labores, estuvo el integrar el Centro de Estudios Avanzados en Ecología y Biodiversidad (CASEB) proyecto que más tarde se convertiría en CAPES.

Las Yacas: fisiología vs. ecología

La primera investigación de Sabat fue en la yaca, un marsupial chileno “que en ese entonces se llamaba Marmosa elegans, y que ahora se llama Thylamys elegans”. Sus primeras aproximaciones al estudio de este animal fue mediante la utilización de un nuevo protocolo para la medición de actividad enzimática digestiva, traído Francisco Bozinovic desde Estados Unidos. “Se nos ocurrió hacer un estudio en este marsupial, porque en general los animales tienen capacidades fisiológicas que se ajustan a las cargas naturales de los sistemas, la fisiología va muy a la par de la ecología de los organismos y en el caso de la fisiología digestiva, existían algunos estudios en que había un match entre la presencia o ausencia de ciertas enzimas, y la capacidad de digerir ciertos nutrientes”, resume.

Según el investigador, la marmosa o yaca es un animal constantemente insectívoro, al contrario de lo que ocurre con otros animales, que cambian de dieta según la estación. “De ahí que nos hiciéramos la pregunta de si había alguna restricción fisiológica para digerir componentes de la fruta o de granos, lo que la obligaba a ser insectívora. Y nos dimos cuenta que no, que tenía toda la batería enzimática y que podía digerir prácticamente todo lo que pudiera encontrar en la naturaleza, por lo que en este caso la fisiología no es suficiente para explicar la ecología”, indica el especialista.

Sabat y su equipo se dieron cuenta que hay muchos otros factores que inciden en la conducta de los animales, pues ésta a veces cambia de manera más rápida que la fisiología. Esto los motivó a estudiar las restricciones en la dieta y cuáles eran los factores que podían modular esta relación fisiología-ecología en otros vertebrados.

La pregunta antes que el modelo animal

“Lo interesante en biología son las preguntas y los mecanismos que existen para explicar ciertos patrones ecológicos” explica. “Un Premio Nobel, August Krogh, planteaba que siempre habrá un modelo ideal en la naturaleza para estudiar cierto tipo de preguntas de fisiología”, y agrega que la pregunta determina en gran medida cuál es el modelo animal a utilizar, como en el ejemplo de la yaca, seleccionada por lo especializada de su dieta. Desde el punto de vista científico, que era ideal para analizar si su fisiología digestiva presentaba restricciones.

Hace unos 10 años que Pablo trabaja con aves empleando una técnica conocida como de isótopos estables, útil para estudiar la ecología de los animales, y que, en términos simples, mide la proporción de cada uno de los isótopos —átomos no radioactivos de un determinado elemento químico presentes en todos los organismos—, y a través de su variación, determina las características ecológicas a las que están sometidos los animales y su lugar en la cadena trófica, la altitud y el ambiente en el que viven, entre otras dimensiones. Es una huella dactilar genética, pero en este caso, una “huella ecológica”.

Los “pajaritos”

“Ahora creo que estoy en el proyecto más interesante y desafiante desde el punto de vista técnico y biológico, pues estamos estudiando los componentes del presupuesto hídrico de un animal” nos detalla Pablo sobre sus últimas investigaciones. “El agua metabólica se obtiene cuando se quema la glucosa y se produce agua y CO2. El agua que se obtiene del metabolismo es un componente costoso, porque necesita tasas metabólicas más altas, entonces hay un compromiso entre ganar agua pero gastar energía”, indica, “por lo que un animal pequeño, como los cinclodes (las aves que uno comúnmente identifica como “pajaritos”), gastan mucha energía por unidad de masa o volumen al ser más dependientes del agua metabólica.

Actualmente, el grupo de trabajo del académico está realizando un experimento natural con churretes (Cinclodes), un género de aves con al menos dos especies que habitan desde Taltal, en el desierto de Atacama, hasta Valdivia. “Lo que estamos viendo es el presupuesto hídrico de estas aves que viven tanto en el desierto como en zonas más lluviosas, pero siempre en la costa, que es muy desafiante en términos fisiológicos porque el agua que tienen para beber es salada, y estas aves en particular son aves terrestres que han invadido secundariamente el ambiente costero”, detalla Sabat.

Los científicos han encontrado que algunas de estas aves pueden consumir agua de mar, lo que sería un descubrimiento único, debido a que las aves terrestres, como los parientes del chincol, la diuca, o los zorzales, son exclusivamente dependientes del agua fresca. Pese a ello, el churrete costero sería capaz de superar su aparente restricción fisiológica. “Las aves tienen riñones muy poco eficientes, no como los mamíferos”, revela el investigador, quien junto a su equipo acaba de enviar a publicación avances en este trabajo.

Los churretes son aves marinas distribuidas en todo Chile, que utilizan agua metabólica para enfrentar la “desertificación”. Crédito dibujo: Juan Carlos Sánchez-Hernández.

Plasticidad fenotípica de chincoles

Siempre se había pensado que la plasticidad fenotípica, que es la capacidad de los organismos de modificar su fenotipo de acuerdo a las condiciones ambientales, en gran medida estaba asociada a la variabilidad ambiental, y se pensaba que especies que habitaban rangos geográficos amplios debían ser más plásticas y viceversa. “Nosotros sometimos a prueba esta hipótesis y estudiamos tres poblaciones de chincoles en Copiapó, Santiago y Valdivia” relata Sabat, “en ambientes que variaban en el promedio del recurso alimentario y en la pluviosidad, que en definitiva afecta su presupuesto hídrico”.

Sorpresivamente, los investigadores encontraron lo contrario a lo que por entonces se creía, esto es, que los ambientes desérticos debían ejercer una presión selectiva tal que haría aumentar la plasticidad en los animales. Aplicando un índice de variabilidad climática, observaron que los animales del desierto eran absolutamente rígidos, mientras que los ejemplares de ciudades como Santiago o Valdivia si eran capaces de cambiar. “Ese fue un trabajo que nos gratificó mucho. Es un estudio redondito, no muy pretencioso, pero que llevó una cantidad de trabajo enorme de parte de Grisel Cavieres. Fue una tesis de magister que fácilmente podría haber sido una tesis de doctorado”, manifiesta con orgullo el profesor.

Tecnologías mínimamente invasivas

Sabat también nos habló de cómo hoy los avances tecnológicos permiten hacer ciencia y fisiología con una mínima invasión. “Ahora se necesitan muestras muy pequeñas, un trocito de uña o una gota de sangre para obtener la “foto fisiológica” de un espécimen” explica. En cuanto a la manipulación de animales, por ejemplo para medir el metabolismo, ésta se puede realizar en terreno, con un dispositivo especial llamado “respirómetro portátil” que después de usarse, permite la liberación del animal. “Antes, para medir metabolismo, tenías que ir a una sala gigante, llena de tanques de gases y de bombas que hacían ruido y había que traer los animales a Santiago, no había alternativa”, recuerda Sabat.

Lamentablemente, el Laboratorio de Ecofisiología Animal de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile ha estado cerrado la mayor parte del 2020 y 2021 debido a la pandemia, lo que ha dificultado mucho la organización de los trabajos. Apenas hace unos meses, cuando las restricciones fueron levantadas temporalmente, lograron reunirse para planificar salidas a terreno, tomar muestras y enviarlas a analizar. Para su gusto, las reuniones por Zoom son poco productivas, y extraña la discusión in situ, con los colegas y estudiantes.

 “En ciencia he tenido la suerte de siempre trabajar con amigos. Se establece una dinámica bien interesante, sin obligaciones, en nuestro ámbito se da muy fácil conversar, inventar cosas y estamos siempre interactuando, a veces en proyectos en conjunto, otras no. Los límites institucionales no existen, los logros son de la disciplina, nos ponemos contentos cuando a un ecofisiólogo le va bien, en Chile o afuera, es parte de la escuela que se originó a partir del profesor Mario Rosenmann y que ha continuado con Francisco Bozinovic. Uno claramente es beneficiado porque tiene la suerte de hacer las cosas que le gustan y contribuir al avance de la ecofisiología”, finaliza Sabat.

Texto: Comunicaciones CAPES

Participación de F. Jaksic en foro «La Tragedia ambiental de América Latina y el Caribe» | Vía telemática

Los próximos 6 y 13 de mayo, el Centro de Análisis de Políticas Públicas (CAPP), el Grupo de Investigación en Medio Ambiente, Ordenamiento Territorial y Cambio Climático, y el Instituto de Asuntos Públicos (INAP), Universidad de Chile, organizarán un foro titulado «La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, el caso de Chile», cuyo objetivo será el de analizar y reflexionar sobre la situación ambiental de nuestro continente, y específicamente, de nuestro país, con especial énfasis en sus recursos
naturales.

El evento contará con la participación de destacados científicos y académicos de diversas instituciones de educación e investigación del país, entre ellos, el director de CAPES y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2018, Dr. Fabián Jaksic. 

El foro se desarrollará en dos sesiones de dos horas cada una. La primera se realizará el jueves 6 de mayo de 11:00 a 13:00 hrs., y contará con sendas intervenciones de Nícolo Giglo y César Morales, de CAPP. La segunda jornada, a realizarse el jueves siguiente en el mismo horario, se orientará al análisis del problema de recursos naturales específicos, de la mano de distintos expertos en cada una de las áreas dispuestas.

El Dr. Jaksic abrirá la jornada con una breve intervención sobre el estado de la biodiversidad en el contexto de la crisis ambiental y sus más urgentes desafíos, seguido del Dr. Antonio Lara, de la Universidad de Chile (Bosque nativo); Dr. Reinaldo Ruiz, de CAPP (Aguas continentales), y el Dr. Ricardo Bravo, de la Universidad de Valparaíso (Ecosistemas marinos y del borde costero).

El evento será transmitido a través de Zoom mediante inscripción previa, en el enlace www.bit.ly/foro-ambiental

Texto: Comunicaciones CAPES

Participación de F. Jaksic en foro «La Tragedia ambiental de América Latina y el Caribe» | 6 y 13 de mayo | Vía telemática

Los próximos 6 y 13 de mayo, el Centro de Análisis de Políticas Públicas (CAPP), el Grupo de Investigación en Medio Ambiente, Ordenamiento Territorial y Cambio Climático, y el Instituto de Asuntos Públicos (INAP), Universidad de Chile, organizarán un foro titulado «La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe, el caso de Chile», cuyo objetivo será el de analizar y reflexionar sobre la situación ambiental de nuestro continente, y específicamente, de nuestro país, con especial énfasis en sus recursos
naturales.

El evento contará con la participación de destacados científicos y académicos de diversas instituciones de educación e investigación del país, entre ellos, el director de CAPES y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2018, Dr. Fabián Jaksic. 

El foro se desarrollará en dos sesiones de dos horas cada una. La primera se realizará el jueves 6 de mayo de 11:00 a 13:00 hrs., y contará con sendas intervenciones de Nícolo Giglo y César Morales, de CAPP. La segunda jornada, a realizarse el jueves siguiente en el mismo horario, se orientará al análisis del problema de recursos naturales específicos, de la mano de distintos expertos en cada una de las áreas dispuestas.

El Dr. Jaksic abrirá la jornada con una breve intervención sobre el estado de la biodiversidad en el contexto de la crisis ambiental y sus más urgentes desafíos, seguido del Dr. Antonio Lara, de la Universidad de Chile (Bosque nativo); Dr. Reinaldo Ruiz, de CAPP (Aguas continentales), y el Dr. Ricardo Bravo, de la Universidad de Valparaíso (Ecosistemas marinos y del borde costero).

El evento será transmitido a través de Zoom mediante inscripción previa, en el enlace www.bit.ly/foro-ambiental

Texto: Comunicaciones CAPES

Comentario CAPES: El mundo de los microbios en un ambiente cambiante

A pesar de la relevancia que tienen los microorganismos en el planeta, los efectos del cambio climático en las comunidades microbianas han sido escasamente abordados. El investigador CAPES, Bernardo González, junto a Rafael Vicuña de la Facultad de Ciencias Biológicas UC, comentaron sobre los desafíos que traen este tipo de perturbaciones en el estudio de las comunidades microbianas que, literalmente, cubren el planeta. Presentamos un extracto de este paper, publicado en la revista Revista Chilena de Historia Natural.

En la era del Antropoceno en la que vivimos, las actividades humanas están afectando el ambiente como nunca antes. Como resultado de esto, los científicos hoy discuten, entre otros temas, cuánto del cambio climático observado es causa de las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria y el transporte. Además, la severa polución en los océanos, los cuerpos de agua dulce y el suelo, genera gran preocupación entre los gobiernos locales y las organizaciones internacionales. Actividades agrícolas y forestales, por su parte, también contribuyen a la erosión y degradación de los suelos, mientras cambios en su uso amenazan a los ecosistemas terrestres.

El uso descontrolado tanto de recursos naturales renovables como no renovables afecta a la biodiversidad por motivo del impacto que éste tiene sobre el cambio climático y la contaminación ambiental. Y aún cuando nos preocupa el daño que fenómenos como la sobreexplotación minera, la deforestación del bosque amazónico y la polución de plásticos en los océanos tienen sobre la flora y la fauna, entendiblemente tendemos a enfocarnos principalmente en las especies que nuestros ojos pueden ver. Por ejemplo, en el caso del Amazonas, hablamos de árboles, arbustos, mamíferos y aves en peligro de extinción. En los océanos, los estudios se centran en las cien especies marinas y el millón de aves que mueren cada año por el consumo o el atrapamiento por plásticos.

Sin embargo, poco se discute sobre el impacto de las actividades humanas, el cambio climático y la contaminación ambiental sobre las comunidades de microbios. Aquello es paradójico por dos razones: la biodiversidad microbiana es probablemente varios órdenes de magnitud más alta que la biodiversidad de plantas y animales (1.75 millones de especies descritas). Adicionalmente, microorganismos de los tres dominios de la vida (Bacterias, Arqueas y especies de cinco reinos de Eukarya) juegan un rol insustituible en el mantenimiento de la salud de los ecosistemas globales que sostienen todas las formas de vida. Esto, al ser parte de holobiontes tanto vegetales como animales (incluyendo a los humanos), por medio de funciones que actualmente están lejos de entenderse a cabalidad. No conforme con ello, éstos son responsables del ciclo biogeoquímico de los principales elementos necesarios para la vida, y del metabolismo de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, el metano, el óxido nítrico y el óxido nitroso. En ese contexto, debemos mencionar que 10 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable definidos por las Naciones Unidas están directamente relacionados con fenómenos o procesos donde los microorganismos tienen un papel preponderante.

Un ejemplo paradigmático que ilustra la influencia que tienen los microorganismos a la hora de determinar la condiciones ambientales del planeta es el proceso de fotosíntesis oxigénica iniciada por las cianobacterias hace 2.3 mil millones de años, una innovación que alteró profundamente el curso de la evolución al permitir la respiración aeróbica y la aparición de vida multicelular compleja. Hoy, el fitoplancton marino, pese a representar sólo el 1% de la biomasa fotosintética de toda la biósfera, contribuye con la mitad de la fijación de CO2 que ocurre en lo que se conoce como el Ciclo de Calvin. De este modo, cianobacterias, diatomeas y dinoflagelados presentes en el fitoplancton son actores clave en las redes alimentarias tanto de especies marinas como terrestres. A su vez, bacterias y arqueas conducen exclusivamente la fijación de nitrógeno, mientras que ambas, en compañía de hongos, también están a cargo de los procesos de nitrificación y de-nitrificación.

Buena parte de las dificultades asociadas a la predicción de los efectos que las actividades económicas, el cambio climático y/o la contaminación podrían tener sobre las comunidades microbianas surgen de la falta de conocimiento sobre el rol específico que cumplen los microorganismos a distintos niveles biológicos. Por ejemplo, ¿cómo la alteración o desaparición de especies biocontroladoras naturales afectaría el rendimiento y agresividad de fitopatógenos?; ¿o cuáles son las consecuencias para la microbioma de ambientes construidos (nuestras casas, lugares de trabajo, etc.) de implementarse reglas de protección de salud más estrictas?  O también, cuáles serían los cambios que surjan a nivel de biomas y ecosistemas a causa de la (potencial) alteración o desaparición de microorganismos que ejecuten procesos claves como la metanotrofía o la captación de carbono o nitrógeno, entre otros.

Por mucho tiempo, nuestra falta de comprensión sobre la biodiversidad microbiana, tanto en ambientes terrestres como acuáticos, fue profundamente subestimada debido a la inhabilidad de la gran mayoría de los microorganismos para crecer en culturas líquidas o sólidas en el laboratorio. No obstante, en los últimos 20 años, la metagenómica ha ofrecido una herramienta poderosa para develar componentes previamente ocultos de los ecosistemas microbianos. Actualmente, la metagenómica de shotgun y las secuenciaciones de alto rendimiento, con el apoyo necesario de herramientas bioinformáticas, proveen información sobre qué microrganismos están presentes, cuáles son sus principales procesos metabólicos y cuáles son las interacciones que tienen lugar en el ecosistema. Usando aproximaciones bioinformáticas para analizar bases de datos metagenómicas de 18 biomas, se ha reportado, por ejemplo, que las reacciones microbianas redox, que dirigen la transmisión de energía, son el mejor predictor funcional para la organización de comunidades microbianas globales, incluso superior de los marcadores taxonómicos.

Éstas, junto a otras técnicas modernas, permiten determinar mucho más acertadamente las estructuras, dinámicas y funciones de las comunidades microbianas, incluyendo la pérdida de biodiversidad en diferentes hábitats a causa de las actividades humanas, el cambio climático y la contaminación ambiental. Estas mejoras son muy bienvenidas, dado que varios de estos estresores podrían tener graves consecuencias para la biósfera en su conjunto. Así, estudios comprehensivos dirigidos a determinar, en rangos de años, los cambios en las estructuras y dinámicas de las comunidades microbianas sometidas a perturbaciones como niveles elevados de dióxido de carbono, fertilización mineral, cambios de temperatura, o enmiendas basadas en carbono, han demostrado que, en la gran mayoría de casos, el componente microbiano se ve alterado con respecto a aquellas comunidades no perturbadas.

El gran desafío hoy, es determinar de qué maneras y en qué grado cambios en la composición microbiana afecta el funcionamiento de los ecosistemas. Esta no es, en ningún caso, una tarea simple, pues los microbios viven en comunidades muy diversas en las que interactúan entre ellos, con otros organismos, y el ambiente mismo, en formas complejas y no enteramente entendidas. Además, es necesario establecer líneas de base temporales y espaciales apropiadas, así como el desafío añadido de distinguir cambios transitorios de aquellos permanentes, ya que sólo éstos últimos tendrán un impacto de largo plazo en el funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos y los procesos ya mencionados.

Muchas necesidades de investigación deben ser abordadas, de las cuales queremos destacar una evaluación completa de la diversidad funcional global de los microorganismos, la cual es clave para predecir los efectos de la pérdida de diversidad y la resiliencia y capacidad de recuperación potencial de las comunidades microbianas.  Este último punto es crucial para proyectar los efectos reales, efectivos y permanentes de las actividades humanas, el cambio climático y la contaminación sobre la composición y estructura de estas comunidades. En este contexto, un escenario contra intuitivo es que dichas perturbaciones no necesariamente producen cambios significativos en la performance de las comunidades microbianas, dado que éstas han prosperado en nuestro planeta por cerca de 4 mil millones de años, siendo capaces de superar cambios en la Tierra incluso más dramáticos que aquellos generados por la era del Antropoceno.

Para leer la versión completa de este artículo, en inglés en el original, accede a este enlace

 

Traducción: Comunicaciones CAPES

Investigador CAPES contribuye en la formación de economistas ambientales en Latinoamérica

A través de su participación en el capítulo chileno de la red EfD, Felipe Vásquez llevó a cabo una sesión especial de formación para estudiantes latinoamericanos de postgrado, en el marco de la Conferencia Anual de la Sociedad para el Análisis Costo-Beneficio.

Entre el 17 y el 24 de marzo se llevó a cabo de forma online la versión 2021 de la Conferencia Anual de la Sociedad para el Análisis de Costo-Beneficio (SBCA, por sus siglas en inglés), la cual tiene por objetivo avanzar en la teoría y práctica de este tipo de análisis y el desarrollo de políticas basadas en evidencia.

El evento fue co-organizado por la representación chilena de la red EfD (Enviroment for Development) a través del investigador de CAPES, Felipe Vásquez, quien, como miembro del comité científico de la Conferencia, hizo posible la colaboración estrecha entre la SBCA y los centros de Chile, Colombia y Costa Rica de la EfD, además de miembros de la Asociación Latinoamericana de Economistas Ambientales y de Recursos (LAERE).

“Esta fue una gran oportunidad para que estudiantes latinoamericanos de magíster y doctorado interactúen con investigadores de prestigiosas universidades alrededor del mundo”, comentó Vásquez. “Durante el evento tuvimos fructíferas conversaciones sobre variados temas relevantes para América Latina y el Caribe, como las medidas para soportar la escasez hídrica en áreas urbanas, la protección de bosques, el efecto integrado en la evaluación de biodiversidad, entre otros. Creo que fue una experiencia enriquecedora para todos los participantes”.

El gran impacto de los investigadores jóvenes latinoamericanos

La colaboración entre los centros latinoamericanos de la EfD y LAERE se materializó en la organización de sesiones especiales durante la Conferencia, donde estudiantes de postgrado presentaron sus trabajos de tesis. Las exposiciones incluyeron un amplio espectro de temáticas, como la evaluación ambiental y de biodiversidad, la demanda de agua, y el reciclaje.

Todas las tesis presentadas contaron con la supervisión de académicos de destacadas universidades del continente, incluyendo a los investigadores Carlos Chávez y César Salazar, de la Universidad de Talca, además de la integrante de CAPES, Marcela Jaime, junto con Vásquez.

La experiencia fue de gran utilidad para los investigadores jóvenes, en tanto les permitió contar con la retroalimentación de los asistentes virtuales al evento. También sirvió para fortalecer las relaciones entre las organizaciones latinoamericanas dedicadas a la economía ambiental.

Los estudiantes calificaron como “un placer” participar de la Conferencia, “porque nos dio la oportunidad de obtener comentarios muy útiles y valiosos sobre nuestra investigación”, como comentó una de ellos. Por su parte, el estudiante del Magister en Recursos Naturales y Economía Ambiental de la Universidad de Concepción, Francisco Hernández, añadió que “participar de esta Conferencia fue un gran desafío, y obtener feedback de investigadores senior asociados a mi campo fue muy valioso”.

Las sesiones con estudiantes fueron auspiciadas por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el cual cuenta con cuatro investigadores asociados a EfD Chile, todos de la línea 7: Felipe Vásquez, Roberto Ponce, Francisco Fernández, Marcela Jaime.

Participación internacional

Asimismo, tres de estos investigadores también participaron del Encuentro Anual de la red EfD, donde presentaron sendos artículos asociados al área de la economía ambiental: “Estimating the Implicit Discount Rate for New Technology Adoption of Wood-Burning Stoves (Vásquez); “Assessing the Use of Pseudo-panels to Estimate the Value of Statistical Life in Developing Countries” (Vásquez y Bratti); «Exploring consistency between stated and revealed behaviors prior the plastic bag ban policy in Chile» (Jaime), y «Mapping Firms adaptive profiles to extreme events considering attitudes, perceptions, and behaviours» (Fernández).

 

Texto: EfD Internacional y Comunicaciones CAPES

Primer Dialogo Sobre la Especie Huemul Macro Zona Argentino-Chilena | 22 al 24 de abril | Vía telemática

La Agrupación Cultural de Protección al Huemul de la Patagonia el próximo 22, 23 y 24 de abril el «Primer Diálogo Sobre la Especie Huemul Macro Zona Argentino-Chilena», que busca entregar y compartir información sobre el estado de protección y conservación de esta emblemática especie amenazada. 

Como una de las instituciones patrocinantes, CAPES participara por medio de dos charlas: la primera, el día jueves 22, denominada “En la búsqueda del estatus inmunológico del Huemul del PNCC: la información disponible y que necesitamos” a de los investigadores María Paz Marzolo y Fernando Mardones. 

Asimismo, el próximo sábado 24, será el turno de la profesional CAPES, Gabriela Flores, quien dictará una charla titulada «Propuesta de investigación colaborativa e interdisciplinaria Equipo UC Una Salud Huemul”.

El encuentro será transmitido a través del Facebook Live de la agrupación organizadora. Para más información, pueden visitar el perfil de ésta en Facebook.

Aquellos interesados pueden inscribirse en la actividad en este enlace.

Texto: Comunicaciones CAPES