Informe declara necesidad de incorporar a la sociedad en la restauración de los bosques de Chile central

El trabajo fue liderado por los investigadores CAPES Rocío Almuna y Matías Guerrero, junto a un equipo de colaboradoras y colaboradores. El informe propone realizar restauración ecológica desde un enfoque transdisciplinario, socio-ecológico y con perspectiva de género.

Los bosques aportan innumerables beneficios a las personas, como la provisión de agua, seguridad alimentaria, su valor como espacio recreativo y cultural, y fomento de la salud física, emocional y social, entre muchos otros.  Sin embargo, en nuestro país, las múltiples amenazas que estos ecosistemas sufren, producto de la actividad humana, ponen en peligro estos territorios y sus comunidades humanas.

Tal es el caso del bosque esclerófilo, ecosistema que se extiende entre el sur de la región de Coquimbo y el norte de la región del Biobío, y que es considerado un hotspot de biodiversidad, o punto prioritario de conservación planetaria. Esto, porque el 50% de la vegetación presente sólo crece ahí y en ningún otro lugar del mundo, y porque además esta área se encuentra altamente amenazada, debido a la disminución de su superficie por transformaciones del humano en un 64%, la amenaza el cambio climático y la megasequía, entre otros factores.

Este informe analiza la situación actual de este ecosistema y plantea un llamado urgente a restaurar el vínculo entre el bosque esclerófilo y las personas, considerando los escenarios actuales de vulnerabilidad socioambiental. Su apuesta, es hacerlo desde los enfoques transdisciplinario, socio-ecológico y de género, para los que también entrega una serie de recomendaciones específicas.

En ese contexto, Rocío Almuna, investigadora CAPES, CERES, y autora principal del informe creado a partir de un trabajo colaborativo y participativo,  se refiere a la importancia del mismo. “Creemos que este documento contribuye como base teórica para futuras iniciativas de restauración de paisajes, ya que desarrolla recomendaciones basadas en tres necesarios enfoques para recuperar nuestro bosque esclerófilo, no solo en su dimensión ecológica, sino también sociocultural. Aporta desafiando la concepción separada de humanidad y naturaleza, y reconociendo el rol de las comunidades humanas en la rehabilitación de paisajes degradados”, señala.

Bosques y bienestar humano

El documento señala que los bosques nativos de Chile Central tienen un rol central en el bienestar humano, y gran significancia cultural al ser un espacio para el ejercicio de prácticas tradicionales locales, de contemplación de la belleza escénica, además de sus contribuciones esenciales al bienestar humano. “Los bosques almacenan agua en sus suelos. Su disminución y degradación, por tanto, incrementa la vulnerabilidad de comunidades rurales a la actual megasequía. Esto amenaza el abastecimiento de ciudades como Santiago o el Gran Valparaíso. La degradación del bosque se ha ligado también a una mayor frecuencia e intensidad de incendios forestales, por la baja capacidad de los suelos erosionados de almacenar humedad”, se detalla.

Matías Guerrero, también investigador del Instituto de Ecología Aplicada, IEB, comenta al respecto: “El valor del bosque y matorral esclerófilo es fundamental en muchas dimensiones, y realmente podría ser una solución basada en la naturaleza a la hora de abordar temáticas relevantes como la sequía o las olas de calor, entre otras.  La provisión de agua y la presencia de nutrientes en los suelos contribuye a los sistemas productivos y al abastecimiento hídrico tanto de comunidades rurales como ciudades. Pero si seguimos degradándolo, tendremos graves problemas no solo con el abastecimiento de agua, aumentando la vulnerabilidad social, principalmente de mujeres, niñas y niños”.

Enfoques de la restauración y recomendaciones

Considerando este escenario, el trabajo propone tres enfoques para abordar los desafíos en la restauración del bosque esclerófilo. El enfoque transdisciplinario llama a integrar y valorar tanto conocimientos tradicionales, como científicos, para co–diseñar planes de restauración junto a comunidades locales; utilizar metodologías participativas para ello; enfocar esfuerzos en problemáticas ambientales contingentes y pertinentes socialmente; y usar metodologías provenientes de las ciencias ambientales, ciencias sociales y humanidades.

“Se habla mucho del conocimiento local e indígena en el contexto de la conservación. Pero no hay metodologías participativas reales en torno a la restauración. Sin embargo, existen muchas comunidades trabajando en esta dirección y estas acciones deberían tomarse de manera más vinculante para generar un diálogo verdaderamente más integrado entre la ciencia y los actores locales”, complementa Guerrero.

En cuanto al enfoque socio-ecológico, el informe recomienda velar por la protección y sustentabilidad conjuntas de la vida silvestre y los medios de vida rurales. También, llama a generar acciones que aumenten la capacidad de adaptación de los sistemas socio-ecológicos ante cambios y perturbaciones, e identificar las necesidades particulares de cada territorio, tanto a nivel ecológico como sociocultural.

En relación al enfoque de género, las y los autores del texto llaman a reconocer la relevancia del rol de las mujeres y de la niñez en los procesos de restauración, y a facilitar la participación de las mujeres, visualizándolas como un grupo heterogéneo.

Matías Guerrero se refiere a este punto: “Para el equipo fue muy importante incluir la perspectiva de género. En el contexto de la degradación del bosque esclerófilo, no todas las personas son igualmente vulnerables, mujeres, niñas y niños son principalmente afectados. Esto se debe a que, en términos generales, son las mujeres las que proveen en los campos y trabajan en los huertos. Producto de la sequía y degradación de este ecosistema, las contribuciones que nos provee la naturaleza se ven cada vez más amenazados. Así es que, si vamos a hablar de vulnerabilidad social y de restauración, es fundamental incorporar la perspectiva de género”.

El documento también menciona iniciativas de restauración participativa de Chile central y comparte un link a un seminario en el que representantes de estas iniciativas hablaron sobre su trabajo con las comunidades en paisajes degradados. La experiencia de estas organizaciones fue clave para identificar los enfoques y el desarrollo del contenido del informe.

Con estos antecedentes, el informe espera sumar evidencia y conocimiento y ponerlos a disposición de diversos actores. “Queremos que este documento sea leído por tomadores de decisiones y autoridades gubernamentales, y que aporte a futuras iniciativas en materia medioambiental impulsadas por organismos públicos. Por otro lado, buscamos llegar a las organizaciones locales, para apoyar el diseño y planificación de sus proyectos de restauración”, concluye Almuna.

Texto: Comunicaciones IEB

“Maestra naturaleza”, el podcast que explora los caminos de la ecología para resolver problemas ambientales

En una colaboración entre CAPES y LADERA SUR, el nuevo proyecto sonoro emitirá sus 6 episodios a partir de este miércoles 7 de diciembre. Se trata de un producto de divulgación que busca dar a conocer investigaciones que ponen en valor la ciencia aplicada a la comprensión de los daños que el ser humano causa a su entorno y cómo las soluciones para restaurar y reparar los ecosistemas están en la misma naturaleza.

Según el Comité científico creado por Chile para la pasada COP 25, las “soluciones basadas en la naturaleza” son acciones y políticas destinadas a proteger, restaurar y gestionar de manera sostenible los ecosistemas de la Tierra, con el fin de enfrentar desafíos como el cambio climático, la seguridad alimentaria e hídrica, el riesgo de desastres o la contaminación, aportando al mismo tiempo al bienestar humano y proporcionando beneficios para la biodiversidad.

Dichas acciones, descansan en el principio de buscar en la propia naturaleza, y por medio de la indagación científica, las respuestas a las crisis ambientales que nos afectan en la actualidad, las que en buena parte han sido causadas por la percepción, errónea, de que nuestros entornos naturales son una fuente inagotable de recursos para nuestro propio provecho.

Ese es también el principio detrás de “Maestra naturaleza”, un nuevo podcast de divulgación creado por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, en conjunto con Ladera Sur, que hoy estrena el primero de sus 6 episodios a través de Spotify.

Cada miércoles, del 7 de diciembre al 18 de enero, “Maestra naturaleza” explorará algunos de los problemas y desafíos ambientales más acuciantes que enfrentamos hoy a nivel local, nacional y global, y los caminos que la madre naturaleza nos ofrece para empezar a superarlos. Esto, de la mano de destacados investigadores e investigadoras de CAPES y de su pionero trabajo en estas materias.

“‘Maestra naturaleza’ evoca a una profesora que enseña, pero también a una artesana que fabrica cosas con sus manos y herramientas; es una educadora y una constructora al mismo tiempo” cuenta Mónica Paz, coordinadora de Extensión y Comunicaciones de CAPES. “Esa analogía puede usarse al hablar de ciencia: podemos hablar de ciencia básica y aplicada, las que se retroalimentan mutuamente, pero es más común que las investigaciones traten de ciencia básica y no den el paso siguiente, a la aplicación de los conocimientos en soluciones que ayuden a cambiar, no sólo explicar, el mundo. En CAPES nuestros investigadores e investigadoras trabajan en ambos tipos, pero enfocados en buscar soluciones a los problemas que, muchas veces, el ser humano ha generado en los ecosistemas, usando los conocimientos que han adquirido del funcionamiento de la naturaleza”.

Para la periodista, el objetivo de este podcast es mostrar las interacciones entre el ser humano y la naturaleza (una división que, advierte, es más bien artificial), “cómo ésta es fuerte y resiliente a los efectos de la presencia humana sobre ella, y cómo las mujeres y hombres de ciencia buscan maneras de restaurarla y recuperarla, para que continúe entregándonos sus servicios, inspirándose siempre en la misma naturaleza” explica.

Entre los temas a tratar durante esta primera temporada, se encuentra la contaminación provocada por las actividades industriales y domésticas del ser humano, las relaciones entre la salud humana y la de los ecosistemas, las causas y soluciones a la crisis alimentaria global, la intensificación ecológica de nuestros sistemas agrícolas, la importancia de conservar nuestros paisajes, y las formas de restaurar nuestros bosques y sus suelos.

Martín del Río, fundador y director de Ladera Sur, valoró el trabajo realizado junto a CAPES, destacando la importancia del concepto detrás del podcast: “Como Ladera Sur estamos felices de trabajar con CAPES. Hace ya varios años que colaboramos publicando sus investigaciones y dando difusión a sus científicos, por lo que ahora trabajar en un proyecto en conjunto nos permite profundizar en sus investigaciones. Además con una temática que debemos potenciar fuertemente: las soluciones basadas en naturaleza.”

Considerado uno de los proyectos multimedia sobre naturaleza y medio ambiente más destacados del continente, Ladera Sur ya ha desarrollado diversos trabajos sonoros de gran acogida entre sus públicos, como la serie de entrevistas “Inspirados por la naturaleza” (que acaba de finalizar su tercera temporada), el podcast de relatos “Historias de montaña”, o su más reciente colaboración: “Patagonia: Tierra, Mar y Ciencia”, elaborada en conjunto con la Universidad Austral. “Maestra naturaleza” es el noveno de estos productos.

CAPES, por su parte, es un centro de excelencia con financiamiento basal ANID alojado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con más de 9 años realizando ciencia aplicada en torno a los desafíos ambientales de nuestro tiempo. Con un equipo conformado por más de 100 investigadores provenientes de universidades de todo el país, y liderado por los Premios Nacional de Ciencias Naturales Fabián Jaksic (como director) y Francisco Bozinovic (como subdirector), el Centro busca ser un puntal de investigación para el desarrollo sustentable de Chile y la conservación y protección de sus ecosistemas. “Maestra naturaleza” estará disponible en las plataformas web de Ladera Sur y en Spotify, desde el siguiente enlace: https://spoti.fi/3Fdda6m

Texto: Comunicaciones CAPES

De la intención a la acción: las variables que mueven el comportamiento ambiental al interior de las empresas

Un grupo de investigadores nacionales determinó que las empresas que cuentan con políticas ambientales declaradas son un 25% más proclives a invertir en prácticas sustentables.

¿Cuáles son los factores que influyen en que una empresa declare, o no, una política ambiental? ¿Y qué chances existen de que, una vez declarada esta política, la empresa invierta lo necesario en su ejecución? Estas fueron las preguntas que los investigadores de la Universidad del Desarrollo María José Ibáñez, Roberto Ponce y Felipe Vásquez buscaron responder en un estudio que exploró las distancias existentes entre las políticas ambientales de las empresas, y su comportamiento ambiental activo.

El estudio, pronto a publicar sus resultados, analizó para ello lo informado por casi 5 mil compañías con operaciones en Chile en la Encuesta Longitudinal de Empresas (2017), un instrumento elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas INE, que actualiza periódicamente el estado del sector privado en nuestros país en temas de finanzas, recursos, mercados, y, claro está, desempeño ambiental, entre otros.

“Para la primera pregunta, es decir, qué determina que una empresa declare o tenga una política ambiental, lo que encontramos es que existen más probabilidades que una empresa declare una política ambiental mientras más grande sea, más años tenga en el mercado, más orientada a la exportación esté, y si es una empresa familiar y forma parte además de un gobierno corporativo” explica Roberto Ponce, uno de los autores del estudio, e investigador junto con Felipe Vásquez del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC. “Esas variables, descubrimos, afectan positivamente en la probabilidad de tener política ambiental”.

En opinión de Ponce, conocer estas variables, desde el punto de vista de la política pública, es muy relevante, “porque si instituciones como la CORFO quieren, por ejemplo, hacer un programa para fomentar la elaboración de políticas ambientales a nivel empresarial, nuestros resultados indican que no debieran enfocarse tanto en las empresas grandes (que estadísticamente es más probable que tengan o declaren una política de este tipo), sino más bien en las organizaciones pequeñas y medianas. Eso te ayuda, así, a poner los incentivos de la política pública en los lugares correctos”, indica.

En cuanto a la segunda interrogante que el equipo liderado por María José Ibáñez buscó responderse, “lo que queríamos era saber qué tan buen predictor de comportamiento ambiental es el hecho que una empresa tenga política ambiental, es decir, cómo cambia la probabilidad de que una empresa realice un desembolso ambiental activo (esto es, que incurra en costos para proteger el medio ambiente o reducir sus impactos) dado que tiene una política ambiental”, señala Ponce.

Con este propósito, los investigadores seleccionaron, del total de empresas que poseían política ambiental, aquellas que tenían un comportamiento ambiental activo, el cual no sólo buscaba reducir o mejorar su posición de costos, sino que producir cambios reales a nivel de producción sustentable. “La empresa puede tener distintos comportamientos ambientales” comenta Ponce, “por ejemplo, una empresa podría cambiar sus procesos productivos para ahorrar más agua, o cambiar sus filtros para disminuir la emisión de contaminantes, pero éstas son reacciones a un efecto que la empresa está generando. Nosotros consideramos un desembolso ambiental que iba un poco más allá”.

Y los resultados, al menos preliminarmente, indican que, en efecto, hay una relación positiva entre declarar una política ambiental y ejecutarla a través de inversiones y desembolsos monetarios. “De hecho, en el paper que estamos próximos a lanzar, planteamos que, si una empresa tiene política ambiental, hay un 25% más de probabilidades de que esa empresa invierta en protección ambiental” adelanta el investigador.

Estos hallazgos, sin embargo, no son idénticos a lo largo de todos los sectores productivos: “cuando dividimos estos resultados según industria, notamos que en el sector de servicios y en el de manufactura (o de transformación), este porcentaje es del 27-29%, es decir, las probabilidades aumentan. El problema que nos encontramos es que en aquellas industrias que son más intensivas en el uso de recursos naturales, es decir, la industria extractiva, las empresas que declaran una política ambiental tienen un 17% menos de probabilidad de gastar en la protección del medio ambiente que aquéllas que no la tienen”, cuenta Ponce.

¿Qué puede explicar esta diferencia? Para Ponce, son varias las teorías posibles: “considerando que la encuesta es un auto-reporte de las empresas, existe la posibilidad que las empresas esten sub-reportando su inversiones ambientales, esto se podría deber a la forma de clasificar las inversiones que utilizan, por otro lado, siempre existe la opción de que las empresas incurran en lo que se conoce como greenwashing, es decir, declarando un comportamiento pro-ambiental (por medio de una política), pero sin efectuar ningún cambio sustantivo en ese sentido o, al contrario, podrían estar sujetas a un desembolso en términos de costo tan alto, que simplemente les es imposible hacer un esfuerzo de inversión extra en este sentido”. 

De hecho, para despejar estas nuevas interrogantes, los investigadores están realizando estimaciones que, en esta ocasión, toman en cuenta el monto del desembolso que tienen estas empresas, “porque más allá de si la empresa hace o no hace algo en términos ambientales, lo importante también es la magnitud del esfuerzo que hace, así que estamos integrando esa variable para saber si cambia en algo el panorama” comenta Ponce. “Con estos resultados preliminares tenemos este primer panorama donde se levanta una banderita amarilla en la industria extractiva que hay que ir a mirar con detalle”.

Cuestión de incentivos

Uno de los principales desafíos a los que se enfrentaron los investigadores fue el pequeño porcentaje de empresas que declaraban prácticas ambientales. “Una muy baja proporción de las empresas declaran una política ambiental, y ejecutan esa política ambiental invirtiendo en la protección del medioambiente” nos revela Ponce. Y las causas de estas cifras son igual de misteriosas. “La literatura nos dice que este tipo de fenómenos son contexto-específicos y, por ende, multicausales” explica el economista.

En este marco, los incentivos son fundamentales, partiendo por el incentivo gubernamental. “Si te van a hacer cumplir una política ambiental que esté orientada a ciertos objetivos, lo importante es que esos objetivos se monitoreen y se cumplan” nos dice. Y, en segundo lugar, también son claves las presiones que puedan venir de los mismos consumidores: “hoy, los consumidores te están castigando por tu comportamiento ambiental. Basta solo recordar el boicot que hubo en 2018 en Inglaterra contra las paltas chilenas, o el que organizo en 2003 la ONG International Rivers contra CMPC en EE. UU. El consumidor está jugando un papel cada vez más importante, en términos de la decisión de comportamiento ambiental de las empresas”.

Hay otros factores que inciden en el comportamiento ambiental de las empresas como, por ejemplo, el tipo de competencia al que se enfrentan. En otro estudio realizado por Ponce, él y su equipo están investigando cómo la competencia informal (es decir, la que contiene actores que no respetan las leyes, no pagan impuestos, o no se atienen a las normas que una empresa establecida sí) afecta en que una empresa adopte prácticas sustentables de producción limpia o no. “Y hemos tenido hallazgos muy interesantes. Por ejemplo, cuando tú tienes mucha competencia informal, a ti te da lo mismo la política ambiental, porque tienes otros problemas mucho más acuciantes (desde el punto de vista económico) a los que atender. Tus esfuerzos están enfocados en sobrevivir en un mercado desigual”.

Es por eso que, para el investigador, las medidas a adoptarse para dirigir la conducta de las empresas hacia los incentivos correctos deben venir no sólo del Estado, sino también de un ejército de consumidores informados: “el Estado no puede tener un inspector en cada planta comprobando que el productor hace lo que dice y dice lo que hace” comenta. “Es el consumidor el que tiene que estar informado sobre qué es lo que implica comprarse una polera de $4.000 en una tienda de renombre. Porque esa polera no llegó a su localidad por arte de magia. Hubo un montón de procesos que tuvieron que suceder para que eso costara $4.000 en vez de $30.000. Emisiones de CO2, abaratamientos en transporte, precariedad laboral, condiciones de trabajo en países subdesarrollados que quién sabe cómo son, etc.”.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos foto:
Ministerio de Medio Ambiente de Chile

Seminario «Acciones prediales para la sustentabilidad en vides y frutales»

Cuándo: 14 de septiembre de 2022
Dónde: Hotel Diego de Almagro, Rancagua (Av. Libertador Bernardo O'Higgins 34, Rancagua, O'Higgins - Ver mapa)
Organiza:  Gobierno Regional de O'Higgins, CORE O'Higgins, Pontificia Universidad Católica de Chile

El seminario «Acciones prediales para la sustentabilidad en vides y frutales» se enmarca en el proyecto FIC denominado «Transferencia acciones prediales en fruticultura sustentable» y presentará experiencias nacionales e internacionales de gestión predial para mejorar la resiliencia y productividad del sector. 

El proyecto, cuenta con financiamiento de el Fondo para la Competitividad del Gobierno Regional de O´Higgins y su Consejo Regional, enmarcado en la Estrategia Regional de Innovación.

En el evento, participarán investigadoras e investigadores de la Universidad Católica, (Chile), Universidad Federal Sergipe, (Brasil) y University of Cambridge (UK), entre quienes se encuentran los expertos CAPES Luz María de la Fuente y Eduardo Arellano.

El evento se realizará en el Salón Rancagua del Hotel Diego de Almagro de Rancagua.

Link de inscripción: https://forms.office.com/r/CuA0T60VWy

El rol de los “alimentos azules” para un futuro sustentable

El pasado 1 de julio, 24 jefes de Estado concluyeron su participación en la segunda versión de la Conferencia de la ONU sobre los Océanos —originalmente planeada para 2020, pero celebrada este año en Portugal— con una declaración donde reconocieron el “fracaso colectivo” que significó el no haber alcanzado las metas para la protección de los océanos contenidas, y comprometidas, en el Objetivo número 14 de la Agenda 2030 Sobre Desarrollo Sostenible.

Entre estas metas, estaban el gestionar y proteger los ecosistemas oceánicos y costeros para el año 2020; reglamentar, para ese mismo año, la explotación pesquera; reestablecer, al menos al punto de su sostenibilidad, las poblaciones de peces diezmadas por estas prácticas, y resguardar, como mínimo, el 10% de todas las zonas costeras y marinas del mundo.

La llamada “Declaración de Lisboa” también incluyó la siguiente confesión por parte de los mandatarios: “estamos profundamente alarmados por la emergencia global que afecta a los océanos. Los niveles del mar están en aumento, la erosión costera empeora, y el océano se vuelve cada vez más cálido y ácido. La contaminación marina crece a un ritmo alarmante, un tercio de las reservas de peces son sobrexplotadas, la biodiversidad marina continúa decreciendo y aproximadamente la mitad de los corales del mundo se han perdido, mientras que especies exóticas invasoras presentan una amenaza significativa a los ecosistemas y recursos marinos”.

Estas palabras, las últimas en una serie de declaraciones cuyo carácter catastrófico suele repetirse cada vez que se suscitan este tipo de conferencias, no son más que ecos de lo que buena parte de la comunidad científica lleva años informando, los riesgos de un escenario que, de continuar, no sólo afectará irremediablemente la vida en estos ecosistemas marinos, sino que también supondrá la pérdida de una fuente de alimentos fundamental para millones de personas hoy, y para toda la humanidad, en el futuro.

Así lo corroboró al menos un grupo de investigadores internacionales en un trabajo recientemente publicado en la revista Global Food Security, donde delinearon un conjunto de medidas “imperativas” para asegurar que los alimentos provenientes de ecosistemas marinos y de agua dulce, también conocidos como “alimentos azules”, sirvan a futuro como una fuente de nutrientes sostenible para una población mundial en constante crecimiento.

Un océano de oportunidades

“Los alimentos azules juegan un rol central en la seguridad alimentaria y nutricional de billones de personas, y se volverán mucho más importantes a medida que el mundo busque crear sistemas alimentarios justos que soporten la salud de los humanos y del planeta”, afirman en su trabajo.  

Esto, en primer lugar, porque los alimentos de origen acuático son increíblemente diversos: más de 2.500 especies de animales, plantas y algas son parte de la dieta humana diaria, aportando micronutrientes vitales para prevenir eventos como la mortalidad materna e infantil, problemas de crecimiento y déficits cognitivos durante la formación temprana. Suponen, además, una fuente de proteínas y grasas magras más sana que aquella proveniente de la ganadería terrestre, ayudando a reducir el riesgo de obesidad y de otras enfermedades no transmisibles.

Para el medio ambiente, de hecho, este tipo de alimentos también parecen ser una alternativa real y ecológicamente viable: “los alimentos azules suelen tener huellas ambientales más pequeñas que otras fuentes de comida animal”, comentan los autores, aunque son cautos en reparar que, en este caso, “los detalles importan, pues las emisiones de gases de efecto invernadero y los impactos sobre la vida silvestre pueden llegar a ser bastante altos en el caso de sistemas como el de la pesca de arrastre o sistemas acuícolas pobremente regulados”.

Pese a sus múltiples beneficios, los alimentos azules siguen siendo escasamente considerados en el diseño de sistemas alimentarios sostenibles y resilientes alrededor del mundo, aun cuando expertos y expertas de todos los rincones del globo han abogado por la necesidad de diversificar estos sistemas.

Para Stefan Gelcich, investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y uno de los autores de este trabajo, esto se debe a que “los alimentos azules han sido vistos desde la perspectiva económica de los recursos naturales, pesqueros o acuícolas”, por ende, la atención sobre ellos se ha centrado en el potencial meramente productivo que ofrecen, su rol en el PIB o en exportaciones. “El cambio importante, es que se consideren como partes integrales de sistemas alimentarios sostenibles y equitativos” agrega.

Para alcanzar esa integración, no obstante, los tomadores de decisión deben antes superar múltiples desafíos. “Las pesquerías silvestres tanto marinas como de agua dulce necesitan ser mejor valoradas y reconstruidas” comentan los investigadores, “en tanto muchas reservas de peces han sido severamente agotadas y algunas de sus tecnologías poseen altas huellas medioambientales”.

A estas amenazas, se suman estresores ambientales como los enumerados por los autores de la Declaración de Lisboa, la inequidad económica, étnica y de género de la que adolecen hoy estos sistemas alimentarios, y la opacidad que existe hoy a la hora de fiscalizar buena parte del comercio y distribución de estos alimentos, impidiendo tanto a las autoridades como a los consumidores detectar los impactos ambientales y las violaciones a los derechos humanos en que incurren sus proveedores.

Atendiendo a estos desafíos, y basados en un informe presentado en 2021 por estos mismos investigadores como parte de una iniciativa internacional que buscó evaluar el estado actual de los océanos del mundo, el trabajo también enumera algunas de las políticas más urgentes a implementar por gobiernos y tomadores de decisión encargados de modelar y gestionar los sistemas de producción y distribución de alimentos.

“La demanda por alimentos marinos ha incrementado, y se proyecta que lo seguirá haciendo” explica Gelcich, también académico de la Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera, SECOS. “En este sentido el desafío es poder avanzar hacia una pesca sostenible, apoyando al sector pesquero artesanal, y apuntando hacia sistemas de gobernanza que incorporen una visión donde las dimensiones socio-ecológicas de los sistemas alimentarios jueguen un rol importante”.

Es así como, en su trabajo, Gelcich y el resto de los autores definen tres ejes esenciales por los cuales políticas alimentarias de productos acuáticos a nivel nacional o global debiera orientarse: 1) la integración de los alimentos azules a los procesos de toma de decisión de políticas, programas e inversiones, de modo de permitir un manejo efectivo de su producción, consumo y comercio justo[DS1] ; 2) entender, proteger y desarrollar el potencial de los alimentos azules para terminar con la malnutrición mundial, promoviendo la producción de alimentos accesibles, asequibles y nutritivos, y 3) apoyar el rol central de los actores de pequeña escala dentro de estos sistemas, generando planes y presupuestos que respondan a sus necesidades, circunstancias y oportunidades diversas.

En el trabajo, los autores detallan las distintas dimensiones de estos ejes, indicando los problemas asociados a cada uno de ellos y el tipo de políticas orientadas a su correcta atención y solución.

El caso de Chile

¿Y qué pasa con Chile y sus 6.435 kilómetros de costa? Gelcich cuenta que, pese al rol central que juega el mar en la vida y destino de nuestro país, su situación en el panorama global no es muy distinta a la de la mayoría de las regiones del globo. “En Chile la situación es parecida” cuenta, “estamos dentro de los 10 países que producen más alimentos del mar, pero los hemos estado comprendiendo esencialmente como recursos económicos. El comenzar a comprender a la pesca y acuicultura como un sistema alimentario es importante para avanzar hacia una visión más equitativa en la distribución de los beneficios tanto económicos, sociales y nutricionales que otorgan estos alimentos”.

Las señales, al menos, están apuntando a esta comprensión. En otra reunión de líderes mundiales celebrada en junio, esta vez la versión 2022 de la Cumbre de las Américas, Chile impulsó y concretó la creación de la “Coalición América por la protección del Océano”, integrada por otros siete países de la región (Canadá, EE.UU., Costa Rica, México, Panamá, Colombia y Perú) y la cual busca generar espacios de colaboración, cooperación y coordinación a nivel político sobre Áreas Marinas Protegidas de todo el continente y conservación del océano. Mientras tanto, en la misma Declaración de Lisboa, los jefes de Estado firmantes comprometieron más de 1.000 millones de dólares para la creación, ampliación y gestión de áreas marinas protegidas y la conservación de los océanos.

Es de esperar que algunos de estos esfuerzos también apunten al aseguramiento del potencial de estos mismos océanos para alimentarnos de una manera sana, segura, y sustentable.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Susana Cárcamo

Columna: Restaurando el bosque esclerófilo del Parque Interpretativo San Carlos de Apoquindo

La siguiente columna fue escrita por los miembros CAPES, Dra. Francisca Boher y Dr. Patricio Pliscoff para una nueva edición del boletín «Dimensión Sustentable», de la Dirección de Sustentabilidad de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El bosque esclerófilo, parte del ecosistema mediterráneo de Chile central, es un tipo de vegetación caracterizada por su alto endemismo y por el constante verdor de sus árboles y arbustos. Sin embargo, entre la primavera de 2019 y el verano de 2020, parte de este bosque experimentó un evento masivo de desecación que lo transformó de un momento a otro en un “bosque café”, un fenómeno conocido como pardeamiento. Peumos, quillayes, litres, lingues y bellotos no pudieron resistir once años consecutivos de sequía.

Este suceso provocó un profundo daño a la estructura y funcionamiento del bosque, así como a los beneficios que recibimos de él, como el control de la erosión del suelo, la purificación del aire, la infiltración del agua, la provisión de madera, plantas medicinales, insectos que polinizan cultivos, entre otros.

Pero pese al desolador escenario, no todo está perdido: el bosque esclerófilo requiere medidas urgentes de conservación y manejo para su recuperación, y desde distintos espacios, hoy somos muchos los que trabajamos para restaurar este reservorio de biodiversidad.

Es el caso del proyecto “Restauración Ecológica y Parque Interpretativo en Predio UC San Carlos de Apoquindo”, una iniciativa coordinada por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES UC, para la creación de un parque que integre actividades de manejo y restauración del bosque esclerófilo con actividades educativas e interpretativas, en una nueva zona de acceso a la pre-cordillera.

El proyecto consta de cuatros ejes: 1) restauración del bosque, analizando el estado actual de la biodiversidad y su funcionamiento ecológico, y ejecutando estrategias mixtas de recuperación: siembra y plantación; 2) diseño y construcción de una solución de ingeniería para la infiltración, acopio y distribución de aguas lluvia; 3) creación de un espacio educativo de acceso universal que concientice sobre el valor ecológico del bosque esclerófilo y la Cordillera de Los Andes; y 4) recorrido educativo e interpretativo cuyo contenido, instalaciones y diseño evoque sensibilidades y despierte cuestionamientos en los visitantes. Los anteproyectos del parque ya fueron financiados y ejecutados, y actualmente, CAPES se encuentra en una fuerte campaña para sumar socios estratégicos y levantar recursos para su implementación.

Asimismo, el Centro contribuye con conocimiento básico y aplicado en el desarrollo de otros esfuerzos de conservación de este bosque, como la participación del investigador Patricio Pliscoff (PhD) en la iniciativa del Centro de Estudios Públicos “Conservación, Institucionalidad y Filantropía”, que tiene por objeto contribuir a preservar la biodiversidad terrestre identificando los ecosistemas aún desatendidos en las áreas protegidas públicas y privadas dentro de un contexto de cambio climático, y a través de propuestas de políticas públicas elaboradas por un grupo de personas de destacada trayectoria ambiental.

Con estas colaboraciones, estamos abordando la crisis de biodiversidad a través de un modelo de apertura y gestión integral, creando un piloto de restauración ecológica del bosque esclerófilo, avanzando hacia el compromiso de carbono neutralidad y aportando con conocimiento científico en la búsqueda de soluciones que nos permitan avanzar hacia la sustentabilidad.


Francisca Boher es doctora en Ecología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y coordinadora de Vinculación y Transferencia del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC.

Patricio Pliscoff es doctor en Ecología de la Universidad de Lausanne, Suiza, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC.

Créditos imagen: Andrés Bertens

Proponen la inclusión de “derechos territoriales” en nueva Constitución

Un análisis efectuado por el investigador CAPES y Cedel UC, José Tomás Ibarra, en conjunto con investigadores e investigadoras del Centro CERES, y de las universidades Católica de Chile y Católica de Valparaíso, buscó determinar el potencial de una nueva constitución con enfoques sociales y ecológicos, en el marco del actual proceso constituyente que vive nuestro país.

En el paper, publicado en la revista Sustainability, los autores analizan en profundidad una serie de conflictos socioambientales presentes hoy en Chile asociados a actividades industriales, tales como la agricultura intensiva, la silvicultura, la minería, la pesca y acuicultura, y la industria energética, además de fenómenos como la parcelación de los suelos y la contaminación urbana.

En opinión de los investigadores, estos conflictos —que hablan de desigualdad en el acceso al agua, la degradación de los suelos, la contaminación por metales, la sobreexplotación de recursos y el desplazamiento de comunidades rurales e indígenas— están estrechamente vinculados a la normativa constitucional vigente, “siendo una de las principales razones”, acotan, “la transferencia de derechos de propiedad sobre tierras y aguas sin consideración por el bien común”.

A través de un articulado que consagra “la libre apropiación de bienes comunes como un principio general constitucional”, señalan que la actual Constitución, generada en dictadura, privilegia el derecho a la propiedad privada por sobre la protección de los recursos naturales como una regla general de nuestro sistema legal, llevando a la abismal inequidad territorial existente en el acceso de las personas a estos recursos y su derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación.

“Un escenario de injusticia ambiental ocurre cuando ciudadanos y ciudadanas sienten vulnerabilidad en su salud y sus vidas debido a su situación socioeconómica, en particular por el territorio donde viven”, explica Ibarra.

“Nuestro análisis de conflictos socioambientales en Chile muestra múltiples casos sobre cómo personas y comunidades tienen derecho a una protección desigual por parte de regulaciones ambientales y de salud pública, sólo por el hecho de nacer o vivir en determinados territorios a lo largo del país”, afirma. Esta heterogeneidad de conflictos y las diversas industrias a las que involucra, sugiere que los conflictos medioambientales responden a un problema sistémico, más que a problemas particulares para cada zona.

Medio Ambiente: una demanda generalizada

Protesta medioambiental en la zona de Ventanas, uno de los principales focos de conflicto del país (© El Mostrador).

Esta desigualdad, de hecho, es refrendada por el sentir ciudadano. A través de una encuesta realizada a 800 personas mayores de 18 años entre abril y mayo de 2021, la investigación determinó que estos conflictos resultan un catalizador al momento de definir una preferencia política, por ejemplo, al elegir a candidatos a la Convención Constitucional.

“La preocupación por el medio ambiente no es un fenómeno reciente entre los chilenos”, comenta el investigador del Centro de Acción Climática de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y también autor del estudio, Marcelo Mena. “Esta pregunta llevan haciéndola por más de 10 años instituciones como IPSOS, CADEM, o el Instituto de Sociología UC. Todas las veces que ha habido encuestas nacionales de Medio Ambiente, las respuestas han sido consistentes. Hay una preocupación ambiental permanente que se ha dado, y nuestra teoría es que gran parte de esta valoración tiene que ver con un cuestionamiento a un modelo que trae beneficios para unos en desmedro de otros”.

La teoría se revela, también, a partir de la composición de la misma Convención. Y es que 105 de los 155 constituyentes elegidos presentaron en sus propuestas, durante el período de campaña, al menos tres principios medioambientales.

A este factor se suman otros tres elementos que, en palabras de Tomás Ibarra, harían del actual proceso constituyente “un escenario único para una constitución ecológica”.

“Según nuestro análisis un 79% de la ciudadanía apoya una nueva Constitución Ecológica, por lo tanto, existe un apoyo amplio de las chilenas y chilenos. Además, existe un apoyo transversal de los constituyentes para que la nueva carta magna sea una constitución basada en derechos, entre los que los Derechos de la Naturaleza aparecen genuina y recurrentemente, y, por último, las comisiones de trabajo de la convención, al menos la de medio ambiente y la de sistemas de conocimiento, han integrado múltiples insumos de carácter socioecológico desde la ciudadanía (como audiencias públicas y cabildos)”.

Una Constitución ecológica

Como aporte a la discusión, el documento sugiere considerar la confección de una Constitución con una perspectiva ecológica —más allá de una perspectiva medioambiental— con el fin de considerar no solo las problemáticas que afectan a nuestros recursos naturales, sino que también los impactos sociales derivados de estos aspectos.

Para ello, los autores proponen la inclusión de derechos territoriales en la nueva Carta Magna, “como un principio crucial para alcanzar justicia socioambiental en Chile”. “Estos derechos”, declaran, “debieran entenderse como un reconocimiento a la heterogeneidad de los ecosistemas y herencias culturales existentes en Chile, así como una oportunidad para generar jurisdicción local para temáticas socioambientales de acuerdo sus respectivos contextos territoriales”.

Al hablar de “derechos territoriales”, en contraste con los “derechos de propiedad”, los investigadores se refieren al derecho a crear leyes concernientes a la propiedad de los bienes raíces, poniendo atención a las preocupaciones ambientales y los derechos sobre los recursos e institucionalizando un principio de sustentabilidad en el ordenamiento legal. “Abogamos por una perspectiva de largo plazo en la nueva Constitución, bajo la cual el desarrollo económico no se produce a expensas de los ecosistemas, sino que reconozca su dependencia hacia éstos”, señala el documento.

Por último, los autores sugieren el establecimiento de estos derechos mediante una planificación territorial basada en los límites naturales de nuestras cuencas hidrográficas, las que, según un reporte nacional elaborado en 2014, ascienden a 129 a lo largo del territorio.

En el trabajo, éstos proponen un ordenamiento que agrupa estas cuencas según los ecosistemas donde intervienen, generando, así, áreas que podrían ser gestionadas de forma similar. En el paper, los investigadores presentan 7 potenciales ecorregiones (Altiplano andino; Desierto de Atacama; Bosque matorral y esclerófilo; Bosque valdiviano; Estepa andina; Bosque sub-antártico, y Campos de hielo patagónicos), concentradas en 5 macrozonas: macrozona Norte, Norte-Centro, Central, Centro-Sur y Sur Austral.

“Imaginamos que la planificación territorial ayudaría a conseguir un desarrollo socioeconómico equilibrado de las distintas regiones del país, el manejo responsable de los recursos naturales, justicia ambiental y una mejora en el bienestar de sus habitantes”, concluyen.

«Social-Environmental Conflicts in Chile: Is There Any Potential for an Ecological Constitution?» también contó con la participación de los investigadores Maite Berasaluce y Pablo Díaz (autores principales), de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV); Paulina Rodríguez, del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Juan Luis Celis y Pedro Mondaca, también de la PUCV.

La comisión de Medio Ambiente de la Convención Constitucional durante una visita a Coronel (© El Keltehue).

Texto: Comunicaciones CAPES y CEDEL
Créditos imágenes: El Mostrador / El Keltehue


Juan Pablo Pavissich, diseñando tecnologías sustentables

Conversamos con el investigador de la línea 2 de CAPES y la UAI sobre su trabajo desarrollando biotecnologías sustentables para el tratamiento de aguas, además de su trayectoria académica y profesional.

El Chile de fines de los años 80 y comienzos de los 90 era muy distinto al de nuestros tiempos. Por ejemplo, en Santiago, la contaminación del río Mapocho y de canales como el San Carlos y el Zanjón de la Aguada era evidente a simple vista. En la costa de la Región de Valparaíso, no era raro ver tubos emisarios que descargaban directamente sus residuos al mar. Ese era el país que vio Juan Pablo Pavissich en su adolescencia, imágenes que llamaron poderosamente su atención y lo motivaron a interesarse en los flujos de agua y su tratamiento para remediar la contaminación.

Juan Pablo Pavissich, ingeniero y biólogo

Actualmente, Juan Pablo es uno de los investigadores de la línea 2 de CAPES “Aproximaciones de la bioingeniería a la protección del medio ambiente y las tecnologías sustentables”, en la que ha aportado con investigaciones relacionadas con el tratamiento de aguas a partir de microorganismos, y donde su formación como Ingeniero y Biólogo representa una ventaja para un tema que necesita de soluciones multidisciplinarias.

Además de colaborar en CAPES, el Dr. Pavissich es profesor asociado de la Facultad de Ingeniería y Ciencias y director de la carrera de Ingeniería Civil en Bioingeniería de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Ingeniero y biólogo

Vía Zoom, el investigador nos cuenta que fue uno de los estudiantes que, en su época universitaria, siguieron dos carreras en paralelo: Ingeniería Civil Ambiental y Licenciatura en Biología en la Pontificia Universidad Católica. “Cuando entré a la especialidad Ambiental en Ingeniería, comencé a estudiar la remoción de contaminantes del medio ambiente y mucho de eso tiene que ver con biotecnología, es decir, con incorporar agentes biológicos en los sistemas de tratamiento que se diseñan desde la ingeniería. Entonces, tenía una necesidad por entender mejor la biología detrás de estos sistemas y ahí entré a estudiar también Biología”, recuerda Pavissich.

Realizó sus primeras investigaciones científicas en el pregrado, como parte del proceso de finalización de ambas carreras. Su memoria de título de Ingeniería fue sobre biocorrosión de cañerías de cobre en un sector rural de Talca: “la superficie del material de estas cañerías, que se alimentan de agua de pozo o de noria, muchas veces no tienen cloro residual que eliminen los microorganismos que están circulando, y lo que ocurre, es que estos se alojan como biopelículas o biofilms, crecen sobre el metal y aceleran las tasas de corrosión, disminuyendo la vida útil de las cañerías”.

Por otra parte, la investigación para la licenciatura en Biología fue la caracterización de comunidades microbianas en sedimentos contaminados por cobre en la bahía de Chañaral, en el parque Pan de Azúcar. “En esos sedimentos, los microorganismos también crecen formando biofilms. Esos proyectos iniciales en los que trabajé en investigación gatillaron mi interés en seguir investigando y especializándome en biofilms”, comenta.

El paso por Estados Unidos y Europa

El Ingeniero Civil cursó su Doctorado en Ingeniería Ambiental en la Universidad de Notre Dame, ubicada en la ciudad de South Bend, Estados Unidos: “South Bend es una ciudad pequeña que queda en la zona de los grandes lagos en el norte del país, cerca de Canadá. Casi todo giraba en torno a la universidad, donde está todo armado para que uno pueda dedicarse a la investigación, con apoyo e infraestructura impresionante y con especialistas que son del más alto nivel. Tuve la suerte de trabajar con Robert Neremberg, mi guía de tesis, que es un gran referente en biotecnología ambiental y con quien sigo colaborando hasta hoy”, afirma el investigador.

Finalizando su paso por EEUU, explica, surgió la posibilidad de realizar una investigación postdoctoral en el Departamento de Biotecnología de la Universidad Técnica de Delft, Holanda, especializándose en modelamiento matemático de sistemas de tratamiento. Allí, el investigador pasó del trabajo casi exclusivamente experimental a la simulación computacional, herramienta que, en sus palabras, se complementa muy bien con la experimentación en sistemas de agua.

La experiencia en Estados Unidos y Europa la resume así: “Notre Dame era verde, amplio y en Holanda estaba en una zona muy urbana, ambos lugares muy distintos; en Estados Unidos la investigación se hace de manera muy eficiente, trabajando mucho y en Holanda trabajando menos, porque los europeos en general tienen una jornada de trabajo más ligera, pero se logra el mismo nivel de productividad. Creo que tiene que ver mucho con la cultura de ambos lugares”.

Biofilms en todos lados

Microorganismos como las bacterias pueden crecer formando un sistema biológico llamado biofilm o biopelícula. Éstos están presentes en muchos lugares, como en los sistemas de tratamiento de aguas o en la placa bacteriana de los dientes. Las biopelículas pueden deteriorar infraestructura en distintas industrias como la de alimentos, pesquera, biomédica y otras.

“Yo estudio los biofilms desde un punto de vista fundamental; cómo se forman, cómo crecen, la ecología microbiana, sus propiedades mecánicas, cómo interaccionan con flujos de agua, etc. Me ha tocado trabajar con personas que se enfrentan a este problema desde las más variadas disciplinas: la física, mecánica de fluidos, ingeniería tradicional, ecología, microbiología. La biotecnología ambiental ha ido evolucionando porque estos sistemas biológicos y los problemas a los que están asociados, son multidisciplinarios”, asegura Juan Pablo.

Lodos granulados

A la tecnología convencional que se utiliza en la gran mayoría de las plantas de tratamiento de aguas del mundo desde hace más de 100 años se la conoce como de lodos activados. En un sistema aeróbico, en estanques aireados, los microorganismos se alimentan de los contaminantes y crecen formando flóculos, que son agregados de biomasa con forma irregular y que no sedimentan fácilmente. Para separar la biomasa residual del agua, ésta debe pasar de un reactor de tratamiento a grandes decantadores o clarificadores, donde el proceso se ralentiza.

El gasto de energía para airear el sistema y el costo para construir estos decantadores hace que el método convencional sea caro y complejo para las empresas del rubro, además de energéticamente muy intensivo y poco sustentable desde el punto de vista ambiental.

La nueva tecnología estudiada por Juan Pablo, la de lodos granulados, es un sistema basado en biopelículas que permite optimizar el proceso de tratamiento de aguas residuales urbanas. “La ventaja del lodo granular es que los microorganismos en vez de formar estos agregados irregulares forman gránulos, como unas esferas, que son muy densas en biomasa y que decantan fácilmente. Por lo tanto, en los reactores se tiene esta biomasa, que hace lo mismo que en el sistema convencional, pero que no necesita de grandes unidades de sedimentación, porque se separan solas del agua en la misma unidad de tratamiento”, explica el académico.

De este modo, con la tecnología de lodos granulados es posible tener plantas de tratamiento más pequeñas, debido a que no se necesita una aireación excesiva, no se requieren grandes unidades adicionales de sedimentación y se generan menos lodos, por lo que los costos de operación disminuyen. El investigador cuenta que “junto con el profesor de la UAI José Luis Campos, estamos desarrollando una tecnología que puede funcionar a escala real y en base a las investigaciones que hemos realizado patentamos una forma de implementar este proceso. Actualmente queremos llevar los lodos granulados a plantas que ya existen, gracias a un convenio de trabajo con sanitarias de la región de Valparaíso. En el mundo ya funcionan plantas nuevas de lodo granulado, lo que nosotros estamos haciendo es tratar de transformar las plantas existentes de lodo activado en lodo granulado”.

Estos son sólo algunos de los temas que estudia Juan Pablo Pavissich, quien se ve en 10 años más continuando con sus investigaciones en un laboratorio, con un grupo de investigación consolidado y formando capital humano avanzado, siguiendo con su trabajo en biofilms y tratamiento biológico de contaminación ambiental, pero también diversificando sus líneas de investigación. Una de sus aspiraciones es lograr ver alguno de sus desarrollos tecnológicos implementado en la industria, apuntando a que los procesos respeten el medio ambiente, sean más eficientes y sostenibles.

Texto: Mónica Paz, CAPES

Desafío Retorna: diciendo adiós a los vasos desechables en los campus UC

Ideado y coordinado por la bióloga CAPES, Daniela Mella, el proyecto es una actividad conjunta entre dicho centro y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, y tiene por objetivo el diseño de un servicio de vasos retornables en cafeterías y otros establecimientos comerciales insertados en sistemas de circuito cerrado.

El pasado agosto, de forma telemática, los estudiantes de cuarto año de la carrera de Diseño de la Universidad Católica iniciaron el taller “Creación de nuevos servicios para las personas”, dictado por la profesora de la Escuela de Diseño UC, Paula Wuth. Durante las próximas 12 semanas, los futuros diseñadores deberían trabajar en la ideación y elaboración de uno de dos proyectos orientados al diseño de productos y servicios centrados en las personas, los cuales pondrán a prueba sus conocimientos y capacidades creativas.

Uno de estos proyectos, llamado “Desafío Retorna” tiene por misión el diseño de un servicio de vasos retornables para cafeterías y establecimientos de expendio de bebidas frías y calientes, especialmente en sistemas de circuito cerrado o semi-cerrado como campus o estaciones de metro.

La iniciativa es una idea desarrollada por la bióloga y profesional CAPES, Daniella Mella, en un intento por reducir el consumo de plásticos de un solo uso en dependencias de la Universidad, e idealmente extender la idea a otros espacios de venta de este tipo de envases.

La iniciativa, explica Mella, “nace de la frustración de ver y conocer el impacto que tiene la acumulación de plásticos y otros materiales de un solo uso en el ambiente”, especialmente a nivel de los ecosistemas marinos. “Lo más frustrante de esto es darse cuenta que lo que está sucediendo es consecuencia de pequeños actos cotidianos, como tomarse un jugo con una bombilla, tirar una bolsa plástica o beberse un café en un vaso desechable” comenta.

De ahí su idea de introducir pequeños cambios en la forma en que las personas consumen este tipo de alimentos, partiendo por la relación entre las personas, y su café. Sin embargo, cambiar un comportamiento arraigado en las personas, por minúsculo que parezca, no es tarea fácil. “Son muchos los factores que le impiden a las personas producir estos cambios: hábitos, comodidad, falta de información o de tiempo, desinterés, etc. Cada quien tiene motivaciones diferentes para ir a tomar un café en un determinado momento, y éstas no siempre tienen que ver con el impacto ambiental que generamos. Entonces, ¿cómo hacemos para que tomar la decisión ambientalmente correcta sea también la más cómoda, la más fácil y la más atractiva? De esa pregunta, y de la conversación con distintas personas e instituciones interesadas y expertas en el tema, nació este proyecto y el desafío del que es parte”.

Mella se asoció con profesionales de la Dirección de Sustentabilidad y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica para configurar un grupo de trabajo que hiciera factible la creación de este servicio, uno que reemplazase los vasos desechables por recipientes retornables en las cafeterías de la Universidad. De esta colaboración, surgió la idea de convertir este proyecto en un desafío para los estudiantes de Diseño.

Pensando en los consumidores…

Durante el desafío, estos estudiantes trabajarán individual y grupalmente a través de una metodología de diseño que comienza con la “inspiración”, es decir, con entender el contexto en el que se enmarca el proyecto, para luego avanzar en la comprensión de las necesidades de los usuarios y actores claves del servicio a diseñar, y así finalmente proponer soluciones al desafío, testearlas y proyectarlas en una propuesta formal.

Al final del semestre, se espera que cada grupo de trabajo presente una propuesta de prototipo que incluya los aspectos tanto comerciales y de marketing como de usabilidad del producto-servicio. El equipo de Retorna, en conjunto con la Dirección de Sustentabilidad, evaluarán estos prototipos para definir cuál o cuáles se pondrán poner a prueba dentro de la Universidad.

“Desde la perspectiva de CAPES”, explica Mella, “se evaluará cómo las propuestas cumplen con los requisitos de sustentabilidad que se buscan. Esto es, una disminución del impacto ambiental del servicio-producto respecto a las alternativas actuales, a través de todo su ciclo de vida, desde la obtención y uso de materias primas para su fabricación, hasta su disposición final”.

En el camino, sin embargo, los alumnos se encontrarán con las mismas dificultades que anteriormente mencionara la profesional CAPES: “Entre los desafíos más importantes está lograr un producto-servicio que sea económicamente sustentable y competitivo, y cómo a través del diseño puedo asegurar, o al menos aumentar la probabilidad, de que los vasos sean devueltos al sistema y asegurar su circularidad o «retornabilidad». Por último, está el gran desafío de lograr ese cambio de hábito en las personas. Hay diferentes perfiles de consumidores, y no a todos les interesa el impacto ambiental de sus acciones cotidiana. ¿Cómo logramos entonces que esas personas sean también atraídas por esta nueva forma de tomar café o té? Ese es un gran desafío”, plantea.

… y el medio ambiente

Para Mella, la implementación de este tipo de medidas a pequeña y mediana escala puede traer beneficios tanto en el corto como en el largo plazo. “Si pensamos en el contexto universitario, a corto plazo se vería una reducción en la cantidad de desechos que produce la Universidad, trayendo importantes beneficios económicos, pero sobre todo acercándonos a la meta de carbono-neutralidad que la institución se ha puesto para el 2038″.

Esto, debido al impacto positivo que traería deshacerse de un producto que en toda su cadena productiva genera externalidades negativas para el medioambiente, desde el uso (y abuso) de materias primas para su creación hasta la contaminación ambiental que producen por su acumulación en el ambiente. “A mediano y largo plazo, esperamos lograr cambios de hábitos en la comunidad universitaria. Que esto sea el inicio de un cambio de cultura de lo desechable a lo reutilizable” añade Mella.

Y si bien la doctora en Biología Marina hoy está enfocada en poner a prueba estos prototipos dentro de la Universidad, idealmente cambiando los hábitos de la comunidad universitaria en el proceso, la gran metra es poder sacar el servicio “al mundo. “Esperamos que una vez con el prototipo, podamos postular a fondos concursables que nos permitan lograr este objetivo. Probablemente viendo cómo funciona en otras universidades como las de la red de Campus Sustentable, para luego escalar a otros sistemas de circuito cerrado o semi cerrado, como son edificios corporativos, clínicas o aeropuertos”.

El plan más allá de esta primera etapa es ambicioso, pero tanto Mella como las instituciones que la apoyan saben mejor nadie que no existe mejor basura que la que no se produce. O en este caso, bebe.