El rol de los “alimentos azules” para un futuro sustentable

El pasado 1 de julio, 24 jefes de Estado concluyeron su participación en la segunda versión de la Conferencia de la ONU sobre los Océanos —originalmente planeada para 2020, pero celebrada este año en Portugal— con una declaración donde reconocieron el “fracaso colectivo” que significó el no haber alcanzado las metas para la protección de los océanos contenidas, y comprometidas, en el Objetivo número 14 de la Agenda 2030 Sobre Desarrollo Sostenible.

Entre estas metas, estaban el gestionar y proteger los ecosistemas oceánicos y costeros para el año 2020; reglamentar, para ese mismo año, la explotación pesquera; reestablecer, al menos al punto de su sostenibilidad, las poblaciones de peces diezmadas por estas prácticas, y resguardar, como mínimo, el 10% de todas las zonas costeras y marinas del mundo.

La llamada “Declaración de Lisboa” también incluyó la siguiente confesión por parte de los mandatarios: “estamos profundamente alarmados por la emergencia global que afecta a los océanos. Los niveles del mar están en aumento, la erosión costera empeora, y el océano se vuelve cada vez más cálido y ácido. La contaminación marina crece a un ritmo alarmante, un tercio de las reservas de peces son sobrexplotadas, la biodiversidad marina continúa decreciendo y aproximadamente la mitad de los corales del mundo se han perdido, mientras que especies exóticas invasoras presentan una amenaza significativa a los ecosistemas y recursos marinos”.

Estas palabras, las últimas en una serie de declaraciones cuyo carácter catastrófico suele repetirse cada vez que se suscitan este tipo de conferencias, no son más que ecos de lo que buena parte de la comunidad científica lleva años informando, los riesgos de un escenario que, de continuar, no sólo afectará irremediablemente la vida en estos ecosistemas marinos, sino que también supondrá la pérdida de una fuente de alimentos fundamental para millones de personas hoy, y para toda la humanidad, en el futuro.

Así lo corroboró al menos un grupo de investigadores internacionales en un trabajo recientemente publicado en la revista Global Food Security, donde delinearon un conjunto de medidas “imperativas” para asegurar que los alimentos provenientes de ecosistemas marinos y de agua dulce, también conocidos como “alimentos azules”, sirvan a futuro como una fuente de nutrientes sostenible para una población mundial en constante crecimiento.

Un océano de oportunidades

“Los alimentos azules juegan un rol central en la seguridad alimentaria y nutricional de billones de personas, y se volverán mucho más importantes a medida que el mundo busque crear sistemas alimentarios justos que soporten la salud de los humanos y del planeta”, afirman en su trabajo.  

Esto, en primer lugar, porque los alimentos de origen acuático son increíblemente diversos: más de 2.500 especies de animales, plantas y algas son parte de la dieta humana diaria, aportando micronutrientes vitales para prevenir eventos como la mortalidad materna e infantil, problemas de crecimiento y déficits cognitivos durante la formación temprana. Suponen, además, una fuente de proteínas y grasas magras más sana que aquella proveniente de la ganadería terrestre, ayudando a reducir el riesgo de obesidad y de otras enfermedades no transmisibles.

Para el medio ambiente, de hecho, este tipo de alimentos también parecen ser una alternativa real y ecológicamente viable: “los alimentos azules suelen tener huellas ambientales más pequeñas que otras fuentes de comida animal”, comentan los autores, aunque son cautos en reparar que, en este caso, “los detalles importan, pues las emisiones de gases de efecto invernadero y los impactos sobre la vida silvestre pueden llegar a ser bastante altos en el caso de sistemas como el de la pesca de arrastre o sistemas acuícolas pobremente regulados”.

Pese a sus múltiples beneficios, los alimentos azules siguen siendo escasamente considerados en el diseño de sistemas alimentarios sostenibles y resilientes alrededor del mundo, aun cuando expertos y expertas de todos los rincones del globo han abogado por la necesidad de diversificar estos sistemas.

Para Stefan Gelcich, investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, y uno de los autores de este trabajo, esto se debe a que “los alimentos azules han sido vistos desde la perspectiva económica de los recursos naturales, pesqueros o acuícolas”, por ende, la atención sobre ellos se ha centrado en el potencial meramente productivo que ofrecen, su rol en el PIB o en exportaciones. “El cambio importante, es que se consideren como partes integrales de sistemas alimentarios sostenibles y equitativos” agrega.

Para alcanzar esa integración, no obstante, los tomadores de decisión deben antes superar múltiples desafíos. “Las pesquerías silvestres tanto marinas como de agua dulce necesitan ser mejor valoradas y reconstruidas” comentan los investigadores, “en tanto muchas reservas de peces han sido severamente agotadas y algunas de sus tecnologías poseen altas huellas medioambientales”.

A estas amenazas, se suman estresores ambientales como los enumerados por los autores de la Declaración de Lisboa, la inequidad económica, étnica y de género de la que adolecen hoy estos sistemas alimentarios, y la opacidad que existe hoy a la hora de fiscalizar buena parte del comercio y distribución de estos alimentos, impidiendo tanto a las autoridades como a los consumidores detectar los impactos ambientales y las violaciones a los derechos humanos en que incurren sus proveedores.

Atendiendo a estos desafíos, y basados en un informe presentado en 2021 por estos mismos investigadores como parte de una iniciativa internacional que buscó evaluar el estado actual de los océanos del mundo, el trabajo también enumera algunas de las políticas más urgentes a implementar por gobiernos y tomadores de decisión encargados de modelar y gestionar los sistemas de producción y distribución de alimentos.

“La demanda por alimentos marinos ha incrementado, y se proyecta que lo seguirá haciendo” explica Gelcich, también académico de la Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera, SECOS. “En este sentido el desafío es poder avanzar hacia una pesca sostenible, apoyando al sector pesquero artesanal, y apuntando hacia sistemas de gobernanza que incorporen una visión donde las dimensiones socio-ecológicas de los sistemas alimentarios jueguen un rol importante”.

Es así como, en su trabajo, Gelcich y el resto de los autores definen tres ejes esenciales por los cuales políticas alimentarias de productos acuáticos a nivel nacional o global debiera orientarse: 1) la integración de los alimentos azules a los procesos de toma de decisión de políticas, programas e inversiones, de modo de permitir un manejo efectivo de su producción, consumo y comercio justo[DS1] ; 2) entender, proteger y desarrollar el potencial de los alimentos azules para terminar con la malnutrición mundial, promoviendo la producción de alimentos accesibles, asequibles y nutritivos, y 3) apoyar el rol central de los actores de pequeña escala dentro de estos sistemas, generando planes y presupuestos que respondan a sus necesidades, circunstancias y oportunidades diversas.

En el trabajo, los autores detallan las distintas dimensiones de estos ejes, indicando los problemas asociados a cada uno de ellos y el tipo de políticas orientadas a su correcta atención y solución.

El caso de Chile

¿Y qué pasa con Chile y sus 6.435 kilómetros de costa? Gelcich cuenta que, pese al rol central que juega el mar en la vida y destino de nuestro país, su situación en el panorama global no es muy distinta a la de la mayoría de las regiones del globo. “En Chile la situación es parecida” cuenta, “estamos dentro de los 10 países que producen más alimentos del mar, pero los hemos estado comprendiendo esencialmente como recursos económicos. El comenzar a comprender a la pesca y acuicultura como un sistema alimentario es importante para avanzar hacia una visión más equitativa en la distribución de los beneficios tanto económicos, sociales y nutricionales que otorgan estos alimentos”.

Las señales, al menos, están apuntando a esta comprensión. En otra reunión de líderes mundiales celebrada en junio, esta vez la versión 2022 de la Cumbre de las Américas, Chile impulsó y concretó la creación de la “Coalición América por la protección del Océano”, integrada por otros siete países de la región (Canadá, EE.UU., Costa Rica, México, Panamá, Colombia y Perú) y la cual busca generar espacios de colaboración, cooperación y coordinación a nivel político sobre Áreas Marinas Protegidas de todo el continente y conservación del océano. Mientras tanto, en la misma Declaración de Lisboa, los jefes de Estado firmantes comprometieron más de 1.000 millones de dólares para la creación, ampliación y gestión de áreas marinas protegidas y la conservación de los océanos.

Es de esperar que algunos de estos esfuerzos también apunten al aseguramiento del potencial de estos mismos océanos para alimentarnos de una manera sana, segura, y sustentable.

Texto: Comunicaciones CAPES
Créditos imagen: Susana Cárcamo

Columna: Restaurando el bosque esclerófilo del Parque Interpretativo San Carlos de Apoquindo

La siguiente columna fue escrita por los miembros CAPES, Dra. Francisca Boher y Dr. Patricio Pliscoff para una nueva edición del boletín «Dimensión Sustentable», de la Dirección de Sustentabilidad de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El bosque esclerófilo, parte del ecosistema mediterráneo de Chile central, es un tipo de vegetación caracterizada por su alto endemismo y por el constante verdor de sus árboles y arbustos. Sin embargo, entre la primavera de 2019 y el verano de 2020, parte de este bosque experimentó un evento masivo de desecación que lo transformó de un momento a otro en un “bosque café”, un fenómeno conocido como pardeamiento. Peumos, quillayes, litres, lingues y bellotos no pudieron resistir once años consecutivos de sequía.

Este suceso provocó un profundo daño a la estructura y funcionamiento del bosque, así como a los beneficios que recibimos de él, como el control de la erosión del suelo, la purificación del aire, la infiltración del agua, la provisión de madera, plantas medicinales, insectos que polinizan cultivos, entre otros.

Pero pese al desolador escenario, no todo está perdido: el bosque esclerófilo requiere medidas urgentes de conservación y manejo para su recuperación, y desde distintos espacios, hoy somos muchos los que trabajamos para restaurar este reservorio de biodiversidad.

Es el caso del proyecto “Restauración Ecológica y Parque Interpretativo en Predio UC San Carlos de Apoquindo”, una iniciativa coordinada por el Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad CAPES UC, para la creación de un parque que integre actividades de manejo y restauración del bosque esclerófilo con actividades educativas e interpretativas, en una nueva zona de acceso a la pre-cordillera.

El proyecto consta de cuatros ejes: 1) restauración del bosque, analizando el estado actual de la biodiversidad y su funcionamiento ecológico, y ejecutando estrategias mixtas de recuperación: siembra y plantación; 2) diseño y construcción de una solución de ingeniería para la infiltración, acopio y distribución de aguas lluvia; 3) creación de un espacio educativo de acceso universal que concientice sobre el valor ecológico del bosque esclerófilo y la Cordillera de Los Andes; y 4) recorrido educativo e interpretativo cuyo contenido, instalaciones y diseño evoque sensibilidades y despierte cuestionamientos en los visitantes. Los anteproyectos del parque ya fueron financiados y ejecutados, y actualmente, CAPES se encuentra en una fuerte campaña para sumar socios estratégicos y levantar recursos para su implementación.

Asimismo, el Centro contribuye con conocimiento básico y aplicado en el desarrollo de otros esfuerzos de conservación de este bosque, como la participación del investigador Patricio Pliscoff (PhD) en la iniciativa del Centro de Estudios Públicos “Conservación, Institucionalidad y Filantropía”, que tiene por objeto contribuir a preservar la biodiversidad terrestre identificando los ecosistemas aún desatendidos en las áreas protegidas públicas y privadas dentro de un contexto de cambio climático, y a través de propuestas de políticas públicas elaboradas por un grupo de personas de destacada trayectoria ambiental.

Con estas colaboraciones, estamos abordando la crisis de biodiversidad a través de un modelo de apertura y gestión integral, creando un piloto de restauración ecológica del bosque esclerófilo, avanzando hacia el compromiso de carbono neutralidad y aportando con conocimiento científico en la búsqueda de soluciones que nos permitan avanzar hacia la sustentabilidad.


Francisca Boher es doctora en Ecología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y coordinadora de Vinculación y Transferencia del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC.

Patricio Pliscoff es doctor en Ecología de la Universidad de Lausanne, Suiza, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile e investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC.

Créditos imagen: Andrés Bertens

Fabián Jaksic es incorporado como miembro de la Academia de Ciencias de América Latina, ACAL

Fabián Jaksic, director de CAPES

Fabián Jaksic, director del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES, fue incorporado como nuevo miembro de la Academia de Ciencias de América Latina, ACAL, institución con más de 40 años promoviendo y contribuyendo al desarrollo de las ciencias matemáticas, físicas, químicas, de la vida y de la tierra y sus aplicaciones en beneficio del desarrollo y de la integración humana, cultural y social de América Latina y el Caribe.

Entre los investigadores e investigadoras chilenas que pertenecen a ACAL están el también investigador CAPES Francisco Bozinovic, Gloria Montenegro, Jorge Allende, Mario Rosemblatt y Cecilia Hidalgo.

“Suscribo la visión y misión de la ACAL y deseo contribuir con acciones concretas”, escribió el profesor Jaksic en su mensaje de agradecimiento por esta distinción, manifestando además que “el reconocimiento de los pares latinoamericanos es muy importante para mí y me siento honrado de la compañía que adquiero en Chile, cuyos miembros ACAL conozco y respeto”.

La Academia de Ciencias de América Latina fue creada en honor a la memoria de Simón Bolívar por un grupo de investigadores científicos de América Latina en 1982, estableciendo su sede permanente en Caracas en 1983, año del bicentenario del nacimiento del llamado Libertador de América.

ACAL desarrolla programas de cooperación que comprenden la divulgación de los eventos científicos regionales, la evaluación permanente del potencial de investigación de América Latina y el Caribe, el intercambio de investigadores, la transferencia de conocimientos y la formación de redes regionales de investigación. La Academia también fomenta y realiza estudios de política científica y promueve el interés por la ciencia en los diferentes niveles educativos y entre toda la población.

Actualmente la Academia cuenta con más de 250 miembros de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela. Anualmente, ACAL organiza una reunión científica en un país distinto de la región. En Chile se ha desarrollado en dos oportunidades, en Santiago y en Viña del Mar.

Entre los organismos patrocinantes de ACAL se cuentan la Fundación Simón Bolívar para la Academia de Ciencias de América Latina, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, y su Oficina Regional de Ciencia y Tecnología para América Latina y el Caribe, ORCYT-UNESCO, el Consejo Internacional para la Ciencia, ICSU y la Academia de Ciencias del Tercer Mundo, TWAS.

Más información en www.acal-scientia.org

Texto: Comunicaciones CAPES

Francisca Reyes: un viaje más allá de las fronteras disciplinarias

La cientista política, doctora en relaciones internacionales, es investigadora en CAPES, el Instituto Milenio SECOS y académica del Instituto para el Desarrollo Sustentable de la UC. Su campo de estudio siempre ha estado ligado a la interdisciplina, reuniendo equipos de diversos profesionales para investigar los procesos de toma de decisiones en problemas complejos y multidimensionales como los de temática ambiental.

Francisca Reyes Mendy es una persona que siente que ha abrazado la interdisciplina desde que era niña, recuerda que “hice el científico-físico en el colegio, pero además me gustaban las matemáticas, la historia, la economía. Estudié en la Alianza Francesa y un año vino una delegación del Instituto de Estudios Políticos de París, que es el lugar donde estudian todos los presidentes de Francia, y nos contaron qué era lo que se estudiaba allá, justamente una mezcla entre economía, historia, filosofía, geografía, y yo que no sabía qué estudiar dije, ‘esta es la mía’ porque no tengo que decidirme, puedo estudiar de todo, y partí a Francia”.

Volvió a titularse en Ciencia Política en la Universidad Católica y posteriormente hizo el máster y el doctorado en Relaciones Internacionales en la Fletcher School of Law and Diplomacy de la Universidad de Tufts, “que es la Escuela más antigua de Relaciones Internacionales en Estados Unidos y se caracteriza por dos cosas, una altísima tasa de estudiantes extranjeros y que tiene 16 áreas de estudios de las cuáles tú libremente eliges 3 para doctorarte, entonces, de nuevo, no estaba obligada a elegir una sola área”, indica Francisca Reyes, que terminó especializándose en organizaciones internacionales, negociación y mediación internacional y política ambiental global.

Aunque su título es de Cientista Política, Francisca se siente más bien una internacionalista, “mi abuelo materno era inmigrante, llegó de Francia a los 20 años a Chile, y mi abuelo paterno había hecho una parte muy importante de su carrera profesional en el exterior, como observador militar de las Naciones Unidas en el conflicto India-Pakistán y luego como representante militar de Chile en Brasil, y mi papá había seguido sus pasos teniendo una carrera internacional en el área de la minería. Entonces, lo que se respiraba en mi casa era, no sólo esta apertura al mundo, sino también una genuina curiosidad e interés por lo que pasaba más allá de tu espacio vital”.

Los temas ambientales

Su primer trabajo fue en la Unidad de Asuntos Internacionales y del Medio Ambiente, de la Comisión Chilena del Cobre, COCHILCO, y el tema era una de las guías técnicas de la Organización Mundial de la Salud que modificaba la concentración de cobre permitida en el agua potable, lo que implicaba que Chile arriesgaba dejar de producir cañerías de cobre. “El Presidente de esa época determinó la creación de una Comisión Técnica Asesora Presidencial y citó a un conjunto de personas, incluyendo a científicos, personas de la industria y nosotros desde el gobierno”, recuerda Francisca Reyes, “esta gran mesa de trabajo fue generando, por un lado, ciencia y entendimiento de cuál era el rol del cobre en el organismo humano, y por otro significó entrar de lleno en el ámbito de las negociaciones internacionales, el impacto a nivel nacional de lo que sucede a nivel global y por supuesto, también ingresé a un área que tiene un componente ambiental muy importante como es la minería”.

Otro paso importante para entender estos temas fue su doctorado en Estados Unidos. Su director de tesis, fue el profesor William Moomaw, físico del MIT, quien comenzó a trabajar como asesor científico de un congresista, “él se dio cuenta, a pesar de ser físico, que «it´s all about politics», menciona Reyes, “y yo entendí que los problemas que enfrentamos no son problemas de la naturaleza, si no que de quién y cómo se toman las decisiones, y así pude unir mi formación de origen, la ciencia política, que estudia fundamentalmente las instituciones, los procesos de toma de decisión, los modelos de gobernanza, con este tema que recientemente capturaba mi interés y que tenía que ver con los desafíos ambientales y de sustentabilidad”.

Ya de vuelta en Chile y habiendo participado y ganado un concurso internacional, comenzó a hacer clases en la Universidad Católica en 2004, “en esa época todavía no se hablaba tan profusamente de los temas ambientales y tuve el tremendo desafío de salir más allá de mi disciplina de origen y de mi unidad académica y empecé a conversar con un grupo de profesores que más tarde formamos el grupo GAMA”. Ahí conoció a destacados científicos como Fabián Jaksic, Luis Abdón Cifuentes, Jonathan Barton, Ricardo Irarrázabal, Cristián Henríquez, Federico Arenas, Sonia Reyes, Rodrigo Arriagada y Óscar Melo, y los invitó a participar en el proyecto «Votaciones Ambientales en el Congreso Nacional».

La interdisciplina

Francisca rememora que “nos juntamos a trabajar con estos profesores y empezamos un camino de aprender primero la interdisciplina, y segundo un camino de aprender de la visión que tenía un grupo de profesores que son todos atípicos y tremendamente interesantes”.

En esta travesía por la interdisciplina, Francisca Reyes reconoce a Fabián Jaksic (director de CAPES) y a Stefan Gelcich (director de SECOS) como su mentor y colega respectivamente. Cuenta que “Fabián me contactó con Stefan, él probablemente vio con mucho más claridad lo fecunda que podía ser la unión de saberes y de visiones. Fabián además hace como una mentoría intangible, porque no es que él te diga qué tienes que hacer, pero te pone en lugares y en situaciones que permiten que tú puedas florecer. Además, una de las características que tienen tanto Fabián como Stefan, es que son intrínsecamente curiosos. Curiosos intelectualmente de lo que no saben, de lo que les interesa más allá de sus fronteras disciplinares”.

“Después de 20 años de trabajo en la universidad tengo la convicción de que no hay ningún problema público que pueda ser abordado desde una visión monodisciplinar, creo que la complejidad de los problemas actuales, en cualquier área, no solo los temas ambientales, impone que haya una visión y un trabajo colaborativo desde distintas disciplinas y con distintos enfoques metodológicos también”, afirma Reyes Mendy.

Votaciones Ambientales

La tesis doctoral de Reyes fue sobre democracia deliberativa y el rol de la transparencia, del acceso a la información y de la rendición de cuentas inciden en la capacidad que tienen los países en comprometerse en temas ambientales. “Cuando llegué a Chile, dije, yo quiero saber cómo votan los parlamentarios en los temas ambientales y pensé que iba a ser fácil, pero no, era otra época”, reflexiona la investigadora, “de hecho era previo a la ley de transparencia, nadie sabía cómo votaban los parlamentarios, en ningún tema, porque no existía la obligación de las votaciones nominales y además no había sistemas de actas online, las votaciones eran a mano alzada, por unanimidad o mayoría de los presentes”.

Esta fue la primera dificultad, la segunda fue más conceptual y tenía que ver con definir cuáles eran los proyectos de relevancia ambiental. “Me di cuenta que no era llegar y tomar por ejemplo, todo lo que se tramitaba en la comisión de medio ambiente, no, porque hay proyectos de ley que se tramitan en varias comisiones distintas”, señala Francisca.

La pregunta, que parecía tan simple: ¿cómo votan los parlamentarios en los proyectos de ley ambientales?, tardó varios años de investigación para comenzar a ser respondida. Para la metodología, contó al inicio con la ayuda del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad de Chile, y en especial con el aporte de Valentina Durán, a quién la cientista política reconoce su generosidad, a pesar de que no se conocían, de compartir su conocimiento. Luego, una vez que se identificaba el proyecto y cómo votaban los parlamentarios, se debía poder valorar ese voto, y para eso se necesitaba evaluar el efecto ambiental esperado de ese proyecto. Reyes apunta que “con el grupo GAMA y ayudados con los fondos del BID, pudimos montar el proyecto Votaciones Ambientales que ya tiene más de 15 años de funcionamiento y que hoy día está completamente radicado en y financiado por CAPES”.

Después de varios años de hacer seguimiento a las votaciones parlamentarias en temas ambientales, el equipo del proyecto se dio cuenta que algo faltaba. Necesitaban valorar si lo que está pasando en el Congreso respondía a los desafíos de política pública que tenía Chile, o no. “Una de las cosas buenas que tiene la Ciencia Política es el enfoque de lo que se llama la política comparada”, indica la académica, “los países donde funcionaba mejor la política pública, eran los que tenían capacidad de hacer cierto seguimiento a las promesas que hacían las autoridades. Y lo que empezamos a hacer fue mirar lo que comprometían los Presidentes en sus programas de gobierno, en sus cuentas públicas y los principales Ministerios, cuáles eran los problemas de Chile y qué iban a hacer para resolver esos problemas. Y eso que parece tan pedestre, fue muy revolucionario”.

Así como casi nadie se acuerda de las promesas de campaña de los presidentes, cuando hay cambio de mando, tampoco se sabe qué dejó pendiente el presidente anterior, qué herencia deja, sobre qué se puede retomar el trabajo, es así como nació el reporte sobre los Compromisos y Cumplimiento de Promesas de Relevancia Ambiental de los Presidentes.

Proyecto Vincula

La nueva iniciativa de Francisca, que dice la mantendrá ocupada por varios años, es el proyecto Vincula, que nace como un spin off de Votaciones Ambientales, al darse cuenta junto a los profesores del grupo GAMA, que el conocimiento que se generaba en la universidad, por distintos motivos, no llegaba al Congreso. “Nosotros al observar los proyectos de ley nos dábamos cuenta que era como dos mundos paralelos y esto nos causaba mucha frustración. De cierta manera era como una promesa rota, cuando mirabas lo que pasaba en el Congreso decías ‘no, es que no puede ser, cómo no van a saber esto, por qué no hacen esto otro’, por lo que nos dedicamos a tratar de entender mejor cómo el conocimiento llega al proceso de toma de decisiones”, afirma Reyes.

La investigadora comenta que ya tienen un diagnóstico y que hay múltiples razones que explican esta dificultad, entre ellas, la falta de incentivos, la falta de capacidades, el que son dos comunidades con lenguajes completamente distintos, que las vías de acceso al conocimiento en Chile no funcionan tan bien, “y lo que generamos es un proyecto que CAPES ha apoyado fuertemente y que se llama Vincula, y que es un proyecto que está hecho para crear instancias innovadoras de encuentro entre estas dos comunidades, la científica, la que produce conocimiento, con la que toma las decisiones, el espacio legislativo, con el fin último de que el conocimiento pueda informar el proceso de toma de decisiones”. La iniciativa está a punto de iniciar su marcha blanca este 15 de agosto.

“Si yo pudiera resumir mi carrera, diría que ha sido un constante caminar más allá de las fronteras disciplinarias, y en ese sentido ha sido un poco como cumplir mi sueño de niñez que era ir y ver qué había más allá de lo que mis ojos podían ver en ese minuto. Ha sido sinónimo de libertad intelectual y de mucha fecundidad”, finaliza Francisca Reyes.

Para conocer más sobre la investigación de Francisca Reyes, visita:

Texto: Comunicaciones CAPES

Lanzamiento libro «Los territorios de Gabriela»

Cuándo: sábado 3 de septiembre de 2022, 12:00 hrs.
Dónde: Librería Libro Verde - Calle Orrego Luco 051, Providencia.
Organiza:  CAPES UC; Orjikh Editores, Libro Verde.

El libro “Poema de Chile” de Gabriela Mistral se publicó de manera póstuma, fue escrito por la poetisa a lo largo de 20 años como una manera de recordar los paisajes, flora y fauna de su país mientras estaba en el extranjero. En “Los Territorios de Gabriela”, de las autoras Andrea Casals Hill y Luz Valeria Oppliger, con ilustraciones de María Soledad Sairafi y publicado por Editorial Orjikh, se reproducen 8 de esos poemas que recorren distintos ecosistemas, con sus descripciones y las de las especies de plantas y animales que menciona Mistral en sus estrofas.

El texto nos lleva en un recorrido por Chile acompañado de un niño y un huemul, para conocer lugares como Montegrande, árboles como el chañar o animales como la chinchilla. Además, a través de códigos QR, se puede acceder a los audios narrados de los textos. La publicación de este libro fue posible gracias al aporte del Fondo del Libro 2021, categoría creación y al aporte del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES UC.

Tertulias «(Re)pensando la biodiversidad»

Cuándo: 8 de septiembre de 2022
Dónde: Auditorio de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC (ver mapa)
Organiza:  Cátedra en Biodiversidad y Desarrollo Sostenible CMPC-UC

Este jueves 8 de septiembre, a las 13:00 horas, comienzan las Tertulias «(Re)pensando la Biodiversidad», una iniciativa patrocinada por la Cátedra en Biodiversidad y Desarrollo Sostenible CMPC-UC.

El tema de este primer encuentro es: ¿por qué a las empresas les importa proteger la biodiversidad?, y para responder a esa pregunta, estará como invitado el gerente de Sostenibilidad de CMPC, Nicolás Gordón, en una conversación con la coordinadora del área de Vinculación y Transferencia de CAPES, Francisca Boher.

La actividad se realizará de manera presencial en el Auditorio de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, ubicada en Avenida Vicuña Mackenna 4860, Santiago, RM.

Inscripciones en el siguiente enlace: https://bit.ly/3yAaNIN

Estudio confirma la capacidad de la hojarasca para proteger a los suelos de la contaminación por cobre

Este es el primer estudio que describe el contenido de cobre en suelos y hojarasca en huertos de Chile, y uno de los pocos trabajos a nivel mundial que realiza estos experimentos en frutales.

Hojarasca en plantaciones de ciruelo

Para muchos de nosotros, la capa de hojas secas que se forma bajo bosques y arboledas a comienzos del otoño, comúnmente conocida como hojarasca, es, o una leve molestia —si nos toca removerla de desagües y canaletas— o una agradable ocurrencia —cuando paseamos por algún parque sintiendo el crujir de las hojas bajo nuestros pies.

Para ciertos árboles frutales, sin embargo, la presencia de esta cobertura natural bien puede ser una última línea de defensa entre ciertos contaminantes y un suelo fértil y saludable.

Así al menos lo demostró un grupo de investigadores del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES UC), el Laboratorio de Ecología Microbiana de la U. de O’Higgins y el Departamento de Fruticultura y Enología de la PUC, quienes decidieron estudiar el rol de la hojarasca como protectora del suelo en plantaciones frutales de la región de O’Higgins, zona donde la aplicación intensiva de pesticidas a base de cobre es una práctica común. Sus resultados fueron publicados en la revista Plant, Soil and Environment.

“El estudio surge en una visita a terreno de un productor frutal, quién nos mostró y explicó in situ cómo aplicaban pesticida a base de cobre y las concentraciones en que este elemento se podría encontrar en el suelo” relata Tomás Schoffer, investigador CAPES y autor principal del trabajo. “Para ejemplificar lo anteriormente descrito, el productor nos quiso mostrar el suelo, y para eso removió la hojarasca del frutal. En ese momento nos surgió la pregunta de qué efecto tendría la hojarasca sobre la incorporación de cobre (aplicado como pesticida) en el suelo”.

La duda, explica el ingeniero agrónomo de la Universidad Católica, se fundaba en el hecho de que la capa orgánica de los suelos (la cual incluye la hojarasca) es uno de los principales sumideros de metales cuando éstos provienen de la atmósfera. “De hecho” añade, “existe evidencia científica de que la hojarasca genera un efecto protector sobre el reclutamiento de plántulas en sitios afectados por una fundición de cobre. Si bien la fuente del metal y el escenario eran diferentes, pensamos que podría existir un efecto similar”.

Para confirmarlo, los investigadores seleccionaron huertos frutícolas de la Región de O’ Higgins por ser ésta la región de mayor producción de frutales de nuestro país donde se aplican pesticidas a base de cobre. Los huertos seleccionados fueron de cerezos, ciruelos y kiwi, usando viñas de uva de mesa, donde no se aplican estos químicos, como grupo de control. En todos los huertos, se tomaron muestras tanto de la hojarasca como del suelo inmediatamente bajo ella para medir sus contenidos de cobre.

“Adicionalmente”, cuenta Schoffer “realizamos para las muestras ensayos de respiración microbiana del suelo inducidas por fuentes de carbono (MicroRespTM), esto para tener un parámetro con el que medir la actividad microbiana del suelo. Con estos datos, contrastamos los contenidos de cobre de la hojarasca y del suelo, y la actividad microbiana del suelo, de cada huerta”.

Protegidos de las plagas, pero expuestos a los metales

Históricamente, los plaguicidas en base a cobre han sido usados con frecuencia para controlar enfermedades microbianas en árboles frutales, ofreciendo a estos cultivos protección contra hongos y bacterias nocivas, y al mismo tiempo, exponiéndolos a altas concentraciones de este metal.

“La aplicación de pesticidas en general, sobre todo en los sistemas frutícolas intensivos, ha llevado a diversos impactos en el medio ambiente, tales como la pérdida de biodiversidad dentro del predio y en las zonas aledañas” comenta Rosanna Ginnochio, investigadora principal de CAPES y otra de las autoras del estudio. “Como su vía de aplicación es por aspersión, un alto porcentaje de estos químicos se dispersa en la atmósfera, produciendo contaminación difusa (fuera del predio) que perfectamente puede llegar a las poblaciones humanas cercanas, imponiendo eventuales riesgos para la salud”. De hecho, se estima que alrededor del 70-90% del pesticida aplicado se difunde hacia otras áreas.

En el caso de los suelos, detalla Ginocchio, “el proceso puede resultar en un enriquecimiento excesivo con este metal, alterando la calidad de estos y, en consecuencia, su actividad microbiana, pues, recordemos, el cobre es antibacteriano y fungicida”.

“El cobre es un micronutriente esencial para todos los organismos, pero se vuelve tóxico por sobre un cierto umbral” aclara Schoffer. “Por lo tanto, si se considera la forma de aplicación de estos pesticidas, su prolongado uso, su acumulación en el suelo y el hecho de que son fungicidas, es de esperar que se produzca un impacto sobre la biodiversidad microbiana del suelo y, con ello, una disminución de su calidad y función”.

El investigador también añade que esta excesiva presencia de cobre no sólo afecta a los microorganismos del suelo, sino que también a plantas y organismos de la mesofauna edáfica. “Lo anterior se traduce en un efecto indirecto sobre los seres humanos, ya que eventualmente el cobre podría ingresar a la cadena trófica y biomagnificarse, afectando finalmente la salud de las personas. Sin embargo, éste no es la única forma en que los pesticidas a base de cobre afectan a los seres humanos. Como mencionó la Prof. Ginocchio, existe una difusión de estos pesticidas a otras áreas, pudiendo afectar directamente a las personas y generando afecciones tales como el cáncer.

El uso intensivo de pesticidas en base a cobre puede traer riesgos indirectos no sólo para el suelo, sino que para la biodiversidad y la salud humana.

¿La hojarasca al rescate?

Entre los resultados del estudio, Schoffer comenta que niveles de cobre hallados en el suelo no difirieron en los diferentes huertos. “Sin embargo”, revela, “el nivel de cobre en la hojarasca fue estadísticamente superior en los huertos donde se aplicó cobre (cerezos, ciruelos y kiwis) en comparación a los huertos donde no se aplicó cobre (uva de mesa). Como suponíamos, la hojarasca cumplió un efecto protector contra el ingreso de cobre al suelo”.

De hecho, los investigadores encontraron hasta 7 veces más cobre en la hojarasca que en el suelo de los huertos donde se aplicó cobre. “Sin embargo, no pudimos evaluar con certeza tal efecto protector sobre las comunidades microbianas. Primero, porque no hubo diferencia en la actividad microbiana en los diferentes huertos (donde ésta siempre estuvo presente) y segundo, porque al no haber diferencias entre los niveles de cobre en los suelos de los huertos testeados, no obtuvimos una gradiente de cobre desde donde evaluar una posible inhibición de la actividad microbiana. En este contexto, estudios han demostrado que los microorganismos del suelo no son tan sensibles a cambios en los niveles de cobre como los presentados en este estudio. Por lo anterior es que en la actualidad nos encontramos evaluando el efecto de pesticidas a base de cobre en bioindicadores más sensibles” explica Schoffer.

Así y todo, los investigadores pudieron concluir que cobre disperso en los huertos logró acumularse mayoritariamente en la hojarasca, la que funcionó como una barrera para la entrada de este metal a los suelos estudiados. “Esto”, explica Rosanna Ginocchio, “porque las hojas y la hojarasca adsorben el cobre en sus superficies, disminuyendo su translocación al suelo y, por ende, reduciendo los riesgos de contaminación”.

Más allá de su rol como protector de los suelos, tanto Schoffer como Ginocchio coinciden en que estos resultados suponen nuevos usos para la hojarasca producida por los árboles frutales: “como grupo, pensamos que, una vez removida, la hojarasca puede integrarse a un sistema de compostaje, donde se incluyan otros residuos orgánicos, con el fin de diluir el contenido de cobre y finalmente ser aplicado de manera segura a los suelos, comenta Schoffer.

A la fecha, este es el primer estudio que describe el contenido de cobre en suelos y hojarasca en huertos de Chile, y uno de los pocos trabajos a nivel mundial que realiza estos experimentos en frutales y no en viñedos.

Texto: Comunicaciones CAPES

Medicina veterinaria tradicional: investigación buscó resignificar saberes campesinos del sur

En un paper publicado en mayo, el investigador UC, Tomás Ibarra, junto a las investigadoras de la UACh, Carla Marchant y Fernanda Olivares, documentaron el efecto que tiene el predominio de la Medicina Veterinaria Moderna frente a la Medicina Veterinaria Tradicional. “Es un conocimiento que ha sufrido un fuerte proceso de erosión”, indica.

El orégano y el canelo son algunas de las hierbas medicinales que más utiliza Pablo Neculpan, un campesino proveniente de Relicura, en la comuna de Curarrehue, quien las emplea en el tratamiento de enfermedades o problemas de salud de su ganado, compuesto principalmente por vacas, caballos y ovejas.

Se trata de saberes que, tal como explica Pablo, son conocimientos que se han traspasado de generación en generación, a partir de las observaciones que sus propios antepasados alguna vez realizaron. “Uno no necesariamente puede creer por superstición o por tincada, sino que también hay prueba en los hechos (…) esta medicina uno la iba adaptando a sus recursos para poder subsistir tanto en alimentos como en salud”.

“Mi suegro me hablaba del toronjil cuyano”, cuenta, a modo de ejemplo, este hombre de 44 años: “contaba que en una ocasión andaba una yegua con un potrillo que estaba un poquito desnutrido, entonces la yegua, que andaba comiendo, fue a dar a un manchón de toronjil cuyano y cuando él revisó la bosta del potrillo, vio parásitos que el animal había botado ahí. Y después se recuperó”.

El tratamiento de animales basado en prácticas socioculturales sostenidas a lo largo del tiempo es conocido como medicina veterinaria tradicional o etnoveterinaria, y surge de la experiencia de campesinos y campesinas que, a través de la prueba y el error, han desarrollado sus propios conceptos y técnicas en el manejo y cuidado del ganado.

Un conocimiento erosionado

“La medicina veterinaria tradicional tiene una raigambre profunda” explica el investigador de los centros UC de Desarrollo Local (CEDEL) y Ecología Aplicada y Biodiversidad (CAPES), Tomás Ibarra. “Esto se pone de manifiesto en el complejo cuerpo de conocimientos, prácticas y creencias vinculadas al cuidado de los animales en territorios rurales. Por ejemplo, entre las prácticas de manejo animal que aún se mantienen y son utilizadas comúnmente, se encuentra el uso de ceniza en gallineros para prevenir y eliminar ectoparásitos en aves, la planificación de castraciones en luna menguante, como también el uso de abono animal para la fertilización de praderas” comenta.

Sin embargo, como él mismo argumenta, este conocimiento se ha ido erosionado con el pasar de los años, una erosión que, en sus palabras, “se refiere básicamente a que el conocimiento y la práctica relacionada al mundo agrícola, se ha visto afectado por una serie de procesos históricos y contemporáneos”. 

Para entender los factores que influyen en esta pérdida y conocer su vigencia entre los campesinos del sur de Chile, Ibarra participó en un estudio encabezado por la investigadora Fernanda Olivares, médica veterinaria magíster en Desarrollo Rural, además de la académica de la Universidad Austral de Chile, Carla Marchant, que buscó, además, documentar y revitalizar este tipo de conocimientos. 

Los efectos de una agricultura intensiva

El trabajo, cuyos resultados fueron publicados en la destacada revista Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine, abordó la experiencia de 60 campesinos y campesinas del sur de los Andes, específicamente de los municipios de Pucón y Curarrehue, a través de entrevistas que tuvieron lugar entre diciembre de 2020 y marzo de 2021.

A partir de estas conversaciones, los investigadores pudieron determinar algunos de los fenómenos que intervienen en esta erosión paulatina del saber veterinario tradicional. Según Ibarra, éste es un proceso político y social de décadas, que tiene sus bases en la Contrarreforma Agraria desarrollada en dictadura. Por entonces, “se les empieza a tratar a los campesinos de agricultores y de clientes, y se da con mucha fuerza la conversión de estos hacia una agricultura intensiva y, en particular, al manejo del ganado basado en el uso de químicos o agroquímicos, entre ellos fármacos” señala.

Los efectos que tendría el uso de estos elementos en el ganado tendrían una directa relación no solo con la pérdida de estas prácticas, sino que también con la pérdida de biodiversidad. Como señalan Marchant y Olivares, “estudios de nivel mundial alertan de los crecientes procesos de resistencia bacteriana y parasitaria que se han desatado por el uso intensivo de fármacos sintéticos, junto con la contaminación alimentaria y ambiental que genera el empleo de estos químicos en los sistemas de producción animal”.

“Por ejemplo” explican, “se ha estudiado que el uso fármacos como la ivermectina —compuesto medicinal utilizado en animales para tratar afecciones como la nematodiasis, garrapatas y sarna— se relaciona con la disminución de los escarabajos estercoleros que habitan las praderas movilizando el abono animal, asociándose a una mayor fertilidad del suelo y control biológico indirecto de parásitos en animales”.

Para Pablo Neculpan, sin embargo, el uso de fármacos es una forma rápida y fácil de tratar a sus animales. “Uno siempre cuida a sus animales cuando están afectados”, señala, “por ejemplo, ahora tengo un animal que tiene mucha mucosidad y para salir luego del paso, ahí vamos al fármaco”.

Políticas públicas culturalmente apropiadas

Es por ello por lo que los investigadores apuestan por el desarrollo de políticas públicas que estén en sintonía con las comunidades que se ven impactadas por este tipo de acciones y sus prácticas.

“Para que las acciones de proyectos y planes de dichas políticas públicas que trabajan con la agricultura familiar y el mundo rural sean exitosas”, explican las autoras del estudio, “es necesario que estas sean territorialmente pertinentes y participativas, es decir, que se realicen considerando la diversidad biocultural de las y los campesinos de cada rincón del país”.

En otros países de la región, como Colombia, Bolivia o Perú, el desarrollo de políticas públicas con enfoque participativo ha dado buenos resultados, al ser medidas que han involucrado a las comunidades desde el principio.

Para Ibarra, estas políticas públicas pertinentes con el mundo agrícola tienen que desarrollarse de manera sistémica y generalizada. “No solamente la política pública referida al ministerio de Agricultura o al Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP), sino que también políticas educativas, económicas, que fomenten la revitalización de estos saberes, con cambios de carácter más sistémico” menciona.

“Las políticas no tienen que quedarse en lo que fue, sino que avanzar a una estrategia de adaptación e innovación en la práctica de manejo de animales”, agrega, “para poder fomentar e incluir el conocimiento tradicional con nuevos aspectos que se han ido desarrollando en los territorios, nuevos conocimientos, nuevas prácticas e ir pensando en el futuro de los rebaños, de la economía local y en realidad de la soberanía alimentaria local”.

Para colaborar en este esfuerzo, una de las primeras metas de los investigadores es devolver y difundir los resultados de este estudio a la misma comunidad. Lo anterior, a partir del diseño e implementación de talleres de medicina tradicional veterinaria en comunidades en los que quienes lideren estos talleres sean representantes de los mismos territorios y que conozcan este oficio. “También queremos buscar otros mecanismos de comunicación de los hallazgos, tales como la generación de un manual de medicina veterinaria tradicional, que permitan ampliar el alcance de esta investigación a través de distintos medios” plantea Ibarra.

Se trata, de alguna forma, de diseminar estos saberes de la misma forma como llegaron a Pablo a través de sus padres, abuelos y suegros, y que hoy él trabaja con sus propias hijas. “Una de ellas está estudiando agronomía y a ella le voy enseñando el uso de estas hierbas en los animales”, relata.

Para el campesino, estos son conocimientos valiosos en su subsistir y en cómo comprende su relación con el ganado, algo que, asegura, fue un conocimiento que “siempre fue”, que siempre existió, al menos en los relatos de su familia.

Texto: Comunicaciones CAPES y CEDEL UC

Relatando los pormenores del Congreso de Ciencias del Mar 2022

El encuentro, cuyo lema de este año fue “Las ciencias del mar en tiempos de cambio”, reunió a casi 400 personas, entre investigadores, profesionales, estudiantes de pre y postgrado y autoridades relacionadas a ecosistema marítimo. 

El rector Cristhian Mellado durante la inauguración del Congreso.

El XLI Congreso de Ciencias del Mar 2022, organizado por la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) y la Sociedad Chilena de Ciencias del Mar y auspiciado por CAPES, se llevó a cabo en la ciudad de Concepción entre los días 23 y 27 de mayo pasados, y logró reunir a casi 400 personas, entre investigadores, profesionales, estudiantes de pre y postgrado y autoridades relacionadas a ecosistema marítimo.

En cinco días, el Congreso ofreció una nutrida agenda, en la que, además de las presentaciones orales en temas como ciencias ambientales y contaminación, pesquería, acuicultura y biotecnología, algas, oceanografía, genética y evolución, sustentabilidad de zonas costeras, y otras, los asistentes pudieron escoger entre un abanico de talleres, simposios, conversatorios, sesiones de póster, charlas magistrales y actividades como “Noche de videos”, “Stand up científico”, o la exposición «Nuevos imaginarios: ser mar en tiempos de cambio» y feria de arte, creatividad y emprendimiento.

“Somos una universidad con vínculo y vocación especial hacia el mar, desde nuestros orígenes, este ha sido un motor fundamental para el desarrollo de la docencia, la investigación y el servicio hacia la comunidad”, señaló en su bienvenida Cristhian Mellado, rector de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, en cuya sede Campus San Andrés, se realizó la versión 41 del Congreso de Ciencias del Mar, el primero en modalidad presencial después de dos años de pandemia.

Universidad Católica de la Santísima Concepción, sede de esta nueva versión del Congreso.

Sofía Valenzuela, SEREMI de Ciencias de la macrozona Centro Sur, destacó que, además de actividades en temas de investigación, el Congreso también tocó otras áreas como los paneles de género, relevando el rol de las investigadoras, y la comunicación de las ciencias: “sabemos que muchas veces todo el conocimiento que se genera queda en publicaciones, en papers, que si bien son relevantes porque así vamos aumentando nuestro conocimiento, también es necesario que tengamos personas que sepan comunicar este desarrollo científico hacia las comunidades”.

En tanto, Marcelo Oliva, presidente de la Sociedad Chilena de Ciencias del Mar, realizó una reflexión sobre cómo ha sido la organización de congresos y encuentros entre investigadoras e investigadores desde marzo de 2019, pero insistiendo en que, “pese a la pandemia, en la época del Covid, y lo que esperemos que sea la época del poscovid, las ciencias del mar siguen demostrando que en Chile gozan de buena salud”.

En otra de las intervenciones de autoridades, Julio Salas, subsecretario de Pesca y Acuicultura, mencionó que durante 2023 se deberá enfrentar el enorme desafío de la discusión de una nueva ley de Pesca: “necesitamos reestructurar los cimientos de la normativa regulatoria en materia de pesca y acuicultura, para lo que necesitaremos conocimiento acabado de las materias que comprenden la regulación pesquera”.

La Conferencia magistral de la inauguración estuvo a cargo del Dr. Eleuterio Yañez, académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, a quien se le confirió el premio «Honor in Scientia Marina 2022», distinguiendo sus aportes en la investigación basada en la comprensión de los modelos poblacionales de especies bio-pesqueras y los efectos de las variables ambientales en función del cambio climático.

Parte de la exposición «Nuevos imaginarios: ser mar en tiempos de cambio»

“Ciencias del mar en tiempos de cambio”

El lema de este Congreso, “Ciencias del mar en tiempos de cambio”, hizo referencia a las numerosas transformaciones que impactan en la forma tradicional en que nos relacionamos con el mar y sus recursos, desde la escala planetaria hasta a nivel nacional y local. Este encuentro, además de acoger los conocimientos de los principales ámbitos del saber, causas y efectos de estos cambios, sobre la base de los mecanismos y procesos que caracterizan a los organismos y los ambientes hidrobiológicos en general, también entiende que es necesario un diálogo desde todas las dimensiones de lo humano.

Es por eso que a las sesiones temáticas y charlas magistrales, donde se presentaron ponencias de investigaciones nacionales e internacionales, se sumaron simposios, conversatorios y talleres sobre acuicultura de pequeña escala, ecología y manejo sustentable de islas oceánicas, sesiones de género, laboratorios naturales en la costa chilena, floraciones de algas nocivas, buenas prácticas pesqueras para conservación de aves marinas, exploración de la fosa de Atacama, análisis de datos oceanográficos y herramientas para divulgar ciencia efectivamente, entre muchos otros temas.

El cierre del Congreso estuvo a cargo de la Dra. Cristina Dorador, académica de la de la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Biológicos de la Universidad de Antofagasta y actual convencional constituyente, con el tema “Los desafíos de los conocimientos en la nueva Constitución». En la primera parte de su charla, la investigadora presentó algunos resultados de sus estudios en ecosistemas altoandinos y salares, especialmente en ecología microbiana. Luego, describió el trabajo de la Convención y analizó los artículos de la propuesta constitucional relacionados a la ciencia, investigación y conocimiento, señalando que uno de los primeros es que “toda persona, individual o colectivamente, tiene derecho a participar libremente, de la creación, desarrollo, conservación e innovación de los diversos sistemas de conocimiento’ la gran innovación aquí es no hablar de la ciencia solamente, si no de los sistemas de conocimiento, y es la primera Constitución en el mundo que hace este avance, es decir, hacemos realidad en la Constitución la transdisciplina”. En cuanto al tema de nuestros mares, el borrador de la Constitución realiza la declaración de que “Chile es un país oceánico, es deber del Estado la conservación, preservación y cuidado de los ecosistemas marinos y costeros continentales, insulares y antárticos”, señaló Dorador.

Al finalizar el evento, se informó a los participantes que la versión número 42 del Congreso de Ciencias del mar se realizará en 2023 en la Universidad de Los Lagos, en la ciudad de Puerto Montt, centrándose en temas de comunicación de la ciencia.

Pueden descargar el libro de resúmenes y revisar las actividades del Congreso en: https://congresocienciasdelmar.cl/

Una de los tantos talleres celebrados en el Congreso.

Texto: Comunicaciones CAPES
Fotos: Mónica Paz